5.
—Lo siento, ha sido mi culpa, creí ver un animal en nuestra mesa —por supuesto que iba a mentir.
Ya no quiero estar avergonzada de lo que soy.
El hombre nos miró y asintió luego se fue directo al baño de hombres.
—Por favor dígale a la cajera que me ofrezco a pagar la cuenta del hombre a cambio de su perdón.
Esas mismas palabras fueron usadas por los que conocen mi trastorno en el pasado, así que creí que eran las palabras más correctas para esta situación.
Cuando tienes asperger no olvidas nada. No importa el grado.
La mesera me miró y asintió, mi amiga le ayudo a recoger un poco de comida que cayó en el suelo, no muy lejos de nuestra mesa. Yo no puedo hacer eso, así que solo me senté en donde estaba antes sin decir nada.
Mi amiga se sentó frente a mí cuando terminaron de recoger la comida del suelo. Sin embargo, esta vez, solo esta... no pude soportarlo todo.
Las miradas de los otros comensales, la mirada de mi amiga, la de los otros empleados y por último la culpa de ser quien soy.
Muchas otras veces en el pasado me he sentido así, solo que era tan joven e inocente como para darme cuenta de mi propia responsabilidad en el asunto y sobre todo para asumirla.
—Voy al baño, puedes pedir nuestra comida para llevar? O te va mal?
—Está bien por mí, no te preocupes, podemos comerla mientras vemos una película en la televisión.
—Seguro.
—La que tú quieras. —Dijo ella.
—No, la que tú quieras —le dije contraatacando su respuesta.
Ser mi amiga debe ser cada vez más difícil para ella.
***
No suelo llorar en público, de hecho rara vez lo hago. Puedo contar con los dedos de una sola mano las pocas veces que ha ocurrido.
Así que no pude comprender lo que me estaba sucediendo hasta que vi que las lágrimas caían por mi rostro. Solo fueron un par y esperaron hasta que estuviera sola y aislada dentro de un baño para caer.
Me sentí mejor una vez que estas se fueron, solo las seque y salí a lavarme las manos y la cara. Vi en una película que eso es lo típico para hacer en estos casos para las mujeres.
Y como mis padres y yo acordamos que trataría de ser lo más parecida a una típica mujer, esto sería lo obvio de hacer.
Luego tiré la toalla de papel con la que me limpié la cara en un cesto de basura color negro plano y salí del baño.
Pero por azares del destino.
Choqué con el mismo hombre al que le tire nuestra comida encima antes.
—Perdone, ahora sí ha sido mi culpa. —Él habló primero.
—Está bien, estamos a mano ahora.
Caminé lejos de él esperando que la conversación no avance más. Pero él siguió hablando.
—Por cierto gracias por pagar mi cuenta, pero no era necesario.
—Ya lo sé, parecía lo correcto.
—Aún así gracias, mi acompañante y yo se lo agradecemos.
—Bien —luego me fui a sentar de nuevo en mi mesa, por suerte Mónica me intercepto en el camino para decirme que no era necesario, nuestra comida ya estaba en sus manos así que podíamos irnos de ahí.
Ahora mismo.
Al llegar a casa respiré como si nunca lo hubiese hecho antes.
—Mónica no creo poder hacer eso nunca más.
—Entendido, no volveré a intentar pedir comida de más.
—No eso no.
—¿Entonces a qué te refieres?
—A la interacción humana —y por supuesto que le conté lo que me había sucedido en el baño.
Una hora después de haber comido, las dos nos tumbamos en mi cama a lo ancho y platicamos como lo hacíamos siempre.
—¿Qué crees que significo eso?
—Creo que solo estaba siendo amable.
—¿Segura? —Cuestioné en seguida. Por supuesto que dudaba, yo no sé ver las emociones de nadie hasta que suele ser muy tarde.
—Sí, eso creo, pero si vuelve a suceder entonces si significa algo.
—¿De verdad quieres volverte loca con esa respuesta?
—No honestamente no.
—Solo avísame si vuelves a verlo, ¿sí?
—De acuerdo.
Después de eso las dos cenamos en silencio y luego me di un baño, Mónica se fue a su departamento y yo espere al lado del teléfono rojo para comenzar mi turno.
Sonó por primera vez a las once de la noche, la primera llamada duro aproximadamente una hora, y la última fue hasta las tres de la mañana, terminando mi turno a las cuatro y media de ese día.
Honestamente fue el turno más agotador mentalmente que he tenido en mi vida.
***
Cuando iba en la escuela me enamoré por primera y última vez de un chico. No sucedió nada porque jamás me atreví a confesárselo, pero siempre lo recordaré como el primer amor más bonito que haya podido pedir.
Muchas personas tienden a idealizar a las personas a su alrededor, yo tengo la suerte de que la persona a la que le entregue mi corazón lo recibió y cuido como si fuera su bien más preciado en el mundo.
Y aunque nunca se lo dije abiertamente, sabía que los dos sentíamos lo mismo.
Además de Mónica él fue la única persona, y además de mis padres, que pudo comprender a la perfección como es que me sentía. Y jamás me hizo sentir miserable por ello. Al contrario cada que una de "esas situaciones" se daba, él me reconfortará.
Me desperté aquel lunes por la mañana, llevé esos recuerdos para sentirme mejor conmigo misma en este día, que también era mi primer día de descanso en una semana que había decidido hacer larga primero porque se suponía que sería difícil hacer dinero, sin embargo ahora tenía tanto que podría hacer una fiesta costosa y aún tendría dinero.
No lo haré.
Pero podría hacerlo.
Y eso se siente tan reconfortante dentro de mi pecho.
Ahora es primero de mes, así que tomé todo el día para ir a hacer la compra del mes, limpiar un poco la casa, lavar la ropa y pagar los recibos. Estaba caminando por un aparador de una mueblería, cuando me detuve apruptamente.
Regresándome la mirada por un cristal, un hombre me sonreía también. Me sostenía la mirada y no dejaba de verme.
Me giré detrás de mí para ver si estaba viendo a alguien más, no lo parecía por la manera en que me miraba directamente.
Así que pensé que quizás miraba algo en mi ropa, llevaba un pantalón corto a la altura de los muslos por encima de las rodillas, camiseta olor azul deslavada mucho más grande de lo normal con un logo del Capitán América en el centro y anudada en la esquina derecha, ya que no quería que esta me colgará y cubriera con los demás metros de la ropa mis pantalones cortos.
Con eso parecería que llevaba un vestido y no dos piezas de ropa.
Y yo nunca uso vestidos.
Nunca.
Es la única prenda con la que nunca me sentiré cómoda.
Continúe caminando, sintiéndome incomoda, pero trate de verme segura para él y para mí. Cuando casi iba pasando la puerta, el hombre se acerco a toda prisa a mí y me intercepto.
—¿Está interesada en una motocicleta? ¿Un refrigerador? ¿Una nueva cocina integral?
Y lo primero que pensé, es... para... ¿qué demonios quiero una motocicleta?
—No, gracias —luego caminé lejos de él, pero parecía tener un objetivo por cumplir. Urgentemente, porque siguió abordándome en mi caminar a pesar de que ya había pasado la puerta de su trabajo.
—¿Sofía...? —Había dado un par de pasos para ir más adelantada de él, pero frené en seco al escuchar mi nombre.
Pocas personas me llamaban por mi nombre. No es porque lo odie, pero nadie lo hace, solo se refieren a mí sin usarlo.
—¿Me conoces? —Le cuestioné.
—Sí, ¿no me recuerdas?
Normalmente tengo una excelente memoria, pero no le recuerdo. En serio no lo hago.
—No.
—Es normal, me fui cuando éramos muy chicos de la ciudad.
—Ok.
—Sigues igual que siempre.
—Ok.
—Soy Enrique.
Ah.
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