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4.


Y sí, a las doce de la noche el Teléfono Rojo sonó y era El Megalodón.

—¿Recibiste tu propina?

Una vez trabaje en un Burguer King por dos veranos y lo más que recibí de propina fue un combo completo para cenar. Cuando trabajas en un lugar de comida rápida que se caracteriza por vender solo hamburguesas, lo que menos tienes ganas de comer, son hamburguesas.

Así que terminé dándosela al perro de mi padre cuando llegué a casa esa noche.

—Me imagino que en tu mundo, esa es una propina mínima para dar pero en mi mundo darle eso a una chica te hace como menos, miembro de la mafia china o italiana.

El hombre rio.

—Creo que nadie me ha llamado de una manera tan amable en mucho tiempo.

—Entonces tengo razón, eres un mafioso.

—No, pero es amable que me llamen de esa manera dado mi línea de trabajo.

—¿Qué es...? —Dije invitándolo a seguir hablando. Pero él no dejo de reír y no hablo después de eso y dado que la línea seguía activa pensé que era porque me tocaba a mí hablar— oye tú fuiste quién mencionó, no yo.

—¿Qué haces para divertirte? —Bien, vamos a cambiar de tema porque nos sentimos incómodos con la conversación.

Puedo hacer eso.

—¿Si te digo que me la paso de antro en antro cada que tengo un descanso me lo creerías?

—No. —Respondió seguro, por eso le di la respuesta que le di.

Él no tiene que saber que es verdad y que es mentira de lo que le dije.

—Entonces juego videojuegos en línea y los pruebo, es mi segundo trabajo.

—¿Y cuál es tu favorito?

—Huy tema delicado, amigo mío.

—¿Ahora somos amigos? —Cuestionó seguro el hombre.

Así que le di el poder por unos segundos, todos los hombres quieren el poder. Aunque sea en pequeñas cantidades al día, les gusta saber que lo tienen al alcance de su mano en lugares como estos.

Incluso.

—Somos lo que quieres que seamos.

—Eso me parece demasiado vago.

—Me gustaría darte algo más pero no puedo.

—Puedes darme tu verdadero número de teléfono.

—No, no puedo.

Me fui a dormir después de atender a otros cinco clientes pero al terminar el turno noventa y ocho mil pesos fueron abonados a mi cuenta de pay pay.

Claro que no pude dormir después de eso. Y al llegar la mañana me preparé para darle la noticia a Mónica con un americano tan cargado que haría que cualquiera tuviera nauseas solo de oler en la taza.

Pero de nuevo, es mi amiga de toda la vida de la que estábamos hablando.

La he visto tomar café helado y caliente... como si fuera agua. A mí me duelen las encías de atrás de la dentadura cada que lo pienso si quiera.

—Oh no, ahora que paso...

—Soy millonaria Mónica.

Mi amiga me miró sin creerme, escaneo mi rostro y al no encontrar duda en ellos pregunto algo más.

—¿Qué tanto?

—¡Tanto que mi cuenta de pay pay está llena! No sabía que eso podría ser posible hasta que lo vi suceder ante mis ojos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y me tire al suelo derrotada.

Nadie es tan feliz como yo cuando le dan dinero, pero es que los impuestos se lo llevarían todo...


***


No toque nada de ese dinero hasta que pagué sus impuestos primero, aún así me quedaron cerca de seiscientos de los grandes en mi cuenta. Y para recibir mi pago de las semanas siguientes como las propinas que me daban al finalizar el turno debí abrir una segunda cuenta de pay pay bajo otra identidad.

Y como no quise crear una nueva yo, use la de Mónica.

—Gracias por dejarme hacer eso, sé que no fue fácil para ti de aceptar.

—Qué dices, tú has salvado mi trasero más veces de las que puedo contar con todos mis dedos —ella tomó un mechón de cabello que siempre se me resbalaba por la frente y lo coloco detrás de mi oreja— de manos y pies.

—Te prometo que lo colocaré en el banco está misma semana para dejarte libre la tuya.

—De acuerdo pero primero tienes que llevarme de compras en tu día libre.

—Por supuesto.

No podría negarle una sesión de chicas a quién me estuvo prestando dinero para sobrevivir todos estos meses. Estuve sin trabajar de Enero hasta Abril casi y aunque al principio tenía ahorros, después de tres meses me quedé sin nada.

Porque tuve que poner prioridades por el frente.

Pagué servicios de renta, streaming y abone en cuentas de la luz y el teléfono que fueron los que me permitieron hacerlo.

Ser un adulto apesta cada vez más.

Y apesta más cuando todo se lo lleva hacienda.

—¿Puedes pedir una pizza para comer? Hoy es día libre.

—Claro linda —mi amiga se puso a trabajar en mi petición a toda prisa. Sabiendo exactamente a donde tenía que pedirla y como. Gracias a los cielos por las mejores amigas como ella— cariño...

Mónica llamó mi atención palmeando mi espalda brevemente.

—¿Sí...?

—No tienen servicio para llevar solo para comer en el restaurante.

Genial, lo que me faltaba.


***


Así que tomé mi dignidad y pedí un taxi. Hay cosas que un adulto normal puede tolerar, lástima que yo no soy uno de esos.

Lo supe cuando tenía siete años, mis padres ya notaban que su hija era demasiado extraordinaria desde una edad muy temprana, pero también notaban que su hija no empatizaba muy bien con la emociones de los demás y todo era porque yo no las leía en las personas de mi alrededor.

Lo que son las cosas.

Por suerte para el año en que nací los especialistas ya se sentían más cómodos hablando sobre este trastorno. Aún así me hubiese gustado nacer unos cuantos años más adelante para que se me comprendiera mejor.

Además de no reconocer las emociones de los demás y no sentir empatía por ellas, debo tener una rutina inmovible de situaciones, cosas, lugares y personas.

—Si no fuera por el asperger neta que no hubiese venido —le declaró a mi amiga cuando nadie nos ve.

A parte de mi familia más cercana, mis padres, mis tíos y un par de primos (ya no tengo abuelos) y mi amiga, nadie más lo sabe.

Y es que hoy es día libre, esto significa que puedo comer lo que quiera, cuando yo quiera.

Mis padres lo inventaron después de que hice un berrinche incontrolable cuando tenían ocho años al descubrir que cerraron mi tienda de helados favorita en el centro de la ciudad. Claro que cuando eres un padre de un niño especial tienes que tomar todas las herramientas que la vida te dé y las que no, debes inventarlas.

Además estábamos caminando en una vía pública cuando comencé a llorar y a patalear, me imagino como debió de verse un berrinche como ese a través de los ojos de mis padres, pero no puedo imaginarme como se pudo ver desde los ojos de los transeúntes molestos e incómodos de ese momento.

Y no creo que mis padres me den nunca esa respuesta. Porque si les pregunto, solo dirán que lo que recuerdan de ese día fue la proposición del día libre.

Un día destinado solamente a cumplir todos los caprichos de una niña con un grado bajo de asperger. Gracias a eso pude crecer y ser una persona medianamente funcional que lleva una vida aparentemente normal.

Por eso es que vivo sola y porque trabajé duro para que a pesar del diagnóstico de los médicos, no muy desalentador por cierto pero tampoco era la octava maravilla, nadie me etiquetara de esa manera.

Sin embargo, la tradición del día libre se me quedo como si fuera un tatuaje en mi piel. Los cuales mis padres tampoco me permiten hacerme. Pero no les pregunté cuando me los hice tampoco, así como para seguir con este día yo sola.

Bueno, en realidad casi siempre lo sigo con Mónica.

—Oye vamos a pedir lo mismo de siempre, ¿cierto? —Mi amiga me mira temerosa, ella sabe que no siempre sale bien decirme esto.

A veces no puedo evitarlo y se me sale el demonio que llevo dentro. Y termino comportando solo como mi espectro.

Y no como es Sofía.

—¿Quieres algo nuevo?

—Es que en el menú ha puesto algo nuevo que me dan ganas de probar.

Levantó mi mirada del menú de siempre y le miró de frente para que me hable sin dibujar ninguna expresión en mi rostro. A algunos esta expresión les da miedo a otros les molesta.

Pero ella ya sabe que quiere decir.

—Boneless.

—¿Qué es eso?

—Pollo sin huesos en pequeños trozos, empanizado y bañado en diferentes salsas. —Dijo ella leyendo una parte trasera del menú.

La mezcla de esos ingredientes en mi mente me hacía querer vomitar, pero no me gustaba hacer sentir mal a mi amiga todo el tiempo por no poder hacer cosas normales con ella.

Por eso cedí.

—Pídelos, si quieres para comer aquí, pero si quieres también para comerlos en casa —cuando yo no te vea preferentemente.

Claro que no iba a decir eso ultimo en la cara de mi amiga, no quiero herir sus sentimientos.

Mónica llorando es la peor cosa del mundo.

Ella los pidió para llevar pero hubo un error en las órdenes y terminaron poniendo esos cubos de pollo en salsa frente a mi cara, cuando los vi, casi vomite. Hice una maniobra para levantarme rápido de mi asiento, brazos, piernas y cabeza se movieron como debían.

O al menos eso pensaba yo hasta que un hombre a mis espaldas protesto.

En ese preciso segundo mi mejor amiga se levanto para ofrecer la usual disculpa acompañada de una breve explicación de mi trastorno. Y eso era el fin de nuestra estadía ahí.

Era el fin de nuestra estadía en cualquier lugar al que fuéramos.

Y ese día en especial no tenía ánimos para quedar mal.

Así que la disculpa la dije yo.

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