31.
Nunca he amado de esta manera, me golpeó más fuerte de lo que esperaba...
Dua Lipa sale por los altavoces de mi teléfono mientras me doy un rápido baño para perfumarme y prepararme para nuestra primera noche de recuperación en mi casa. Y por supuesto que debía de ser en el lugar donde todo comenzó.
Balanceo mis caderas y juego con mis brazos entrelazándolos mientras bailo sin tener mucho cuidado mientras el agua cae por mi cuerpo, cayendo en mi cabello, deslizándose por las curvas que tantas veces Evan a besado y poseído.
Las gotas de agua bailan entre mis pechos y muslos.
Y yo, por primera vez estoy tan relajada que siento que floto en una nube de color rojo carmín.
El deseo arde en mi sexo, bulle en mi piel y quema mi espíritu cada que pienso que está noche volveré a ser suya. Y si es la mitad de bueno como lo ha sido en mis fantasías más locas será inolvidable.
Esta será la noche que le cuente a mis nietos, si es que algún día llegó a ser madre.
Claro, con un poco de censura y tacto.
Pero les diré que haber estado con el hombre perfecto valió la pena aunque haya esperado hasta casi mis treintas. Madurar debería ser lineal pero no lo es. Aprendemos mucho más equivocándonos por nosotros mismos que por escuchar a los demás por supuesto.
Y claro, que esto aplica para todo.
Especialmente en el amor.
Encontrar al amante correcto lo es todo. Sobre todo si lo eliges para pasar el resto de tu vida juntos, yo quiero creer que somos eso. Aunque no lo siento del todo todavía.
Salgo de la ducha y me envuelvo en una toalla de color beige todo el cuerpo. Luego tomó otra igual y la enrollo en mi cabello. Con cuidado coloco unas sandalias de plástico color blanco pálido que Evan me regalo cuando vio que me duchaba sin ellas en casa.
No sé porque le pareció raro que lo hiciera. Siempre he sido así, pero me alegro de que aún existieran cosas que pueden sorprendernos del otro, hasta ahora me ha visto desnuda en más de un sentido y seguimos.
Juntos.
Voy a mi habitación pero a mitad del camino me detengo y el deseo me gana.
Dejó caer mis toallas al suelo y camino por la casa sin nada puesto.
Lo admito, me siento sensual y adorada.
Libre.
Y atada a un solo hombre.
Corro dentro de mi habitación sin cerrar la puerta y después de tomar un bote de crema con aroma a vainilla cierro.
***
Esperé sentada solo un par de minutos, literal. Pasaron dos minutos. Lo sé porque mentalmente los cronometre, desde que le pregunte a Evan que si se tardaría demasiado en llegar esa madrugada a casa.
Su respuesta no se tardo en llegar.
—"Cinco minutos".
En tres yo ya me había puesto la gabardina que llevaba aquella primera noche que fui a su casa. En dos yo ya estaba sentada en mi sillón pequeño color carne y la luz había sido apagada.
Llené la casa con velas blancas y rojas para amenizar el ambiente.
Es hora del juego.
—Sofía... —Dijo en cuanto me vio.
Mi nombre en sus labios suena diferente hoy.
—Somos tú y yo en este mundo bebé...
—Dime que no traes puesto nada debajo... —Y por primera vez desde mi crisis le vi remojarse levemente los labios y tener dificultad para tragar saliva.
La manzana de Adán de su cuello subió y bajo lenta y dramáticamente.
—Si te digo la sorpresa se arruinara.
Él deja caer su portafolios con eso y también la mandíbula inferior le cae casi hasta llegar al suelo.
Pero en lugar de irse contra mí como esperaba, dejándose guiar por un instinto animal, se acerco lentamente a mí y jalo mis manos para acunarlas dentro de las suyas.
—Aprecio que hagas esto. —Y beso mis nudillos— de verdad, no quería dar un paso en falso que te hiciera sentir incómoda o insegura sobre nosotros de nuevo, porque dentro de mí sé que eso fue lo que te dio tanto miedo para desencadenar aquella crisis.
Y si iba a entregarle mi cuerpo por completo también debería entregarle todo mi corazón abierto y de manera sincera.
—No descansaré hasta que estés sana y salva mi amor. Te amo Sofía.
—Y yo te amo a ti Evan —tomé su rostro entre mis manos ahora, lo llevé a mis labios antes de que él pudiera protestar o negarse.
Esperaba que no lo hiciera sin embargo, esperaba que ahora mismo y de aquí en adelante quisiera entregarse a mí como yo a él. Aún con miedo, aún inseguro, aún incómodo.
—Solo quiero ser tuya, no sé si eso sea el para siempre que esperas escuchar de mi boca Evan, pero por ahora es el que puedo ofrecerte.
—Por supuesto que lo es.
Me toma en sus brazos con una ligereza que no le conocía hasta ahora, en sus brazos parezco una muñeca, me lleva hasta la habitación y detrás de nosotros cierra la puerta.
***
Me quedaré aquí a tu lado...
Evan me besa mientras Arctic Monkeys canta Baby I'm Yours...
Haré mi mejor esfuerzo para mantenerte satisfecha...
Nada en el mundo puede alejarme...
Todos los días, me oirás decir...
Cariño, soy tuyo (cariño, soy tuyo)...
Lleva su mano derecha a mi cabeza, la acuna y con eso no permite que caiga de golpe en el colchón, quiere mantener sana y salva todo el tiempo. Aunque sea suave, tierno y lento...
Besa mi boca, mi cuello y baja por mis clavículas hasta que llega a mi hombro derecho, me estremezco y gimo.
Su cabeza viaja hasta mi abdomen, no ha desabrochado la gabardina así que le pido alejarse brevemente para poder hacerlo y con eso revelar la sorpresa que le tengo destinada.
—Amo el encaje. —Ríe y sonríe con la cara contra mi abdomen.
—Lo sé, por eso lo he comprado.
—Tú estarías preciosa con lo que sea que te pongas mi amor, pero si la próxima vez quieres usar satén solo dímelo y me aseguraré que sea el que tengo en las sábanas de mi cama.
Gimo cuando me besa cerca de la línea del ombligo. Riega besos más bajo, vientre bajo y mi sexo palpita al sentir la cercanía, su olor humano, su colonia y hasta el latir a toda prisa de su corazón, el cual siento en cada célula que toca de mi cuerpo.
—¿Entonces habrá una próxima vez? —Preguntó entre gimoteos por su bailar con su nariz en mi vientre, son caricias para otros para mí es su deseo siendo plasmado por cada parte de su cuerpo en mí.
Es reclamarme como suya con cada parte.
—Contigo, todas.
—Muchas más, quiero todas.
—Todas —recalca llegando a mis muslos, se entierra dentro y los besa suavemente.
Me vuelve loca ese vaivén, tanto que siento como la sangre de mi cuerpo baja hasta mis piernas, cierro los ojos y me aferro a las sábanas de mi cama. He sido suya tantas veces, en diferentes posiciones y en casi toda superficie de mi casa que puede valerme si lo hace una vez más.
Pero no es esta una vez más.
Es la vez.
Esta es nuestra primera vez haciendo el amor.
Se entierra entre mis piernas y ríe una vez que se da cuenta de que el body rojo carmín que llevó puesto tiene un par de botones para desabrocharse en la entrepierna. Eso fue sin duda alguna lo que más me gusto del diseño y sinceramente me imagine a mí misma siendo empalada por Evan con el modelito puesto aún.
La sola idea me pone caliente.
—No dejarías de ser la mujer de la que me enamoré si no fueras práctica hasta en esto.
—Pensé que sería fácil de quitar de esa manera.
—O podemos no quitarlo y aún así disfrutar.
El body de encaje era de una sola pieza, tirantes delgados por encima de los hombros tradicionales, diseñado en reloj de arena, hacía destacar mis curvas y pechos, tenía dos moños sencillos en las bases que cubrían los pezones pero todo lo demás se podía ver por encima.
Así como mi monte de Venus el cual me negué a depilarme, aunque Fabián me dijo que muchas parejas masculinas lo prefieren, Evan nunca me había hecho sentir insegura por ello, y de todas maneras no lo haría.
Uno porque no quería y porque mi plan se preparó y ejecutó con muy poco tiempo de anticipación por lo que no pude encontrar una cita para depilarlo en ningún salón para la misma tarde.
Pero si conseguí recortarlo un poco.
Y él lo notó.
—Vaya, vaya —dijo abriendo el body, delicadamente dejó que las costuras cayeran sobre mi vientre y llevó una mano al pequeño arbusto, lo repaso con un dedo y aquello me hizo arquear la espalda y gemir— parece que alguien se ha preparado con todo para mí.
—Evan... —Su nombre me salió en un susurro suplicante.
Él se tomó su tiempo para repasar y jugar con las puntas de vello.
El vaivén me envolvió en un frenesí de placer.
—Me agrada lo que le has hecho, pero si no lo hubieses hecho también estaría perfecto.
Sus criticas me exasperaron un poco en este punto.
Y cuando iba a incorporarme para sentarme en la cama y regañarle él ya estaba metiendo el dedo corazón dentro de mí, mis labios formaron una sonrisa y mi sexo le anhelo cuando se retiro de dentro de mí.
¿Por qué me dejas de esa manera tan cruel y vil Evan? Quise gritarle, pero mi voz no salía. Sentía sudor formarse. ¿Es posible que pasara lo que yo creo que iba a pasar?
Y cuando él comprueba que estoy húmeda se deja caer a mi lado, izquierdo en la cama.
—Me encantaría hacer algo contigo ahí abajo, ¿tengo tu permiso para intentarlo, mi amor?
Me reincorpore poniendo ambos codos en la cama, con eso la gabardina se levanta un poco y me hace recordar que aún la tengo puesta. No debería, así que me la sacó como puedo y la arrojó lo más lejos que puedo manteniendo el control.
Bueno, haciendo como que lo tengo.
Lo tengo.
O creo que lo tengo al menos.
—¿Quieres lubricante? —Por eso lo preguntó.
—¿Tienes? —Pregunta incrédulo.
—Sí, sabor fresa y durazno.
—Dime donde está y lo traeré, tú no te muevas.
Le indico con la mano el cajón a lado de mi cama, del lado derecho. Él se baja de un salto de la cama y la rodea sin tocarme, saca el primer frasco de color rojo y con eso me doy cuenta de que tomó el de fresa.
—Voy a aplicarlo levemente primero para que analices la sensación y si te gusta aplicaré un poco más que es lo que necesitaremos en el momento, ¿está bien?
Asentí sin decir nada.
Él regresó y coloco su cabeza muy cerca de mi sexo, levanto primero con sus brazos mi pierna izquierda y la coloco por encima de su hombro, la otra la abrió al lado contrario, quizás para tener más espacio.
Jamás me habían dado sexo oral de esa manera.
Aplico el gel y aunque primero sentí frío la sensación de calor de mi sexo era mayor y sentía por encima, me miró y asentí sin decir nada de nuevo, así que aplico otra cantidad, está vez más considerable.
—Aquí voy, amor mío.
Dos segundos después su lengua estaba bailando dentro de mí, mordisqueo un poco, succionó mis labios, repaso por los pliegues y lamió el clítoris. Gracias a Dios él sabía que hacer aquí porque yo no tenía ni idea, solo me retorcía de placer por su lengua recorriéndome entera.
—Quédate quieta Sofía.
—No puedo Evan, es...
—Es... —Me invito a completar.
—Demasiado placer para mí.
Él se ríe y continúa lamiendo.
No quiero acabar, de verdad no quiero acabar pero a los pocos minutos me vengo, me voy. Exploto y caigo en una vertiginosa ola de placer absoluto.
Pero antes gritó su nombre entre gemidos y espasmos de placer.
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