27.
Llegamos a casa pasadas las tres de la tarde, y la única condición que pedí para irnos antes de nuestro viaje de chicas fue que Evan nos llevará primero al restaurante de mis padres para comer comida picante típica para recuperarse de la resaca.
Y obvio que tenía que ser preparada por mis padres.
Porque obvio solo de ellos podría comer esa comida.
Hay muchas cosas de mí que siempre tendrán que ser así, pero si quiero avanzar con Evan supongo que debemos sentarnos a hablar en algún momento y como yo soy sincera y sin tapujos, al segundo de entrar en el restaurante me vuelvo hacía él y le pido irnos a una mesa a solas.
Mi amiga corre dentro de la cocina para pedirle desesperada al chef de siempre que nos traiga comida pronto. Lo sé porque es lo que siempre hace.
Y porque la veo correr como una loca en dirección de la cocina, creo que ella tampoco ha dejado de estar desintoxicada tampoco. La veo casi taclear a un mesero en su camino, el cual debe esquivarla y ayudarle a recomponerse un poco, el pobre hombre debió de hacer malabares para socorrer a mi amiga y al mismo tiempo no tirar una bandeja, por suerte vacía, que llevaba en las manos.
—Podemos sentarnos en la mesa del fondo —le dije una vez que centre toda mi visión en él. Aunque todavía escuchaba el alboroto que se estaba montando mi amiga en la cocina.
Porque es un restaurante pequeño y todo se escucha en casi todas las direcciones.
Evan me siguió sin decir nada.
—Creo que es momento de hablar de cosas serias, ¿no crees?
Nos sentamos y el primero en hablar fue él.
—¿Puedes decirme con palabras por qué huiste a la nada con tu mejor amiga?
—Sí —suspiré para dejar ir todo el aire que tenía dentro de mis pulmones, necesitaba armar de valor para dejarle en claro todo este escenario. Flexione mis brazos y los puse encima de mí en la mesa, luego dejé caer parte de mi peso en ellos. Evan estaba sentado frente a mí e hice eso para alcanzar a verle a los ojos antes de verle—. Tengo miedo.
Confesé.
Lo normal es que una persona pregunté miedo a que y te tachen de loca después de escuchar lo absurdo que eso es. Pero él estiro una mano y espero a que pudiera acomodarme en la mesa, sentarme bien y luego darle mi mano. Le vi hacer todo eso y tener tanta paciencia ante eso.
Y supe que estaba a salvo con él ahora.
—Creo que los dos tenemos miedo cariño, así es esto supongo, entras con miedo a lo desconocido en los terrenos del amor pero poco a poco se va haciendo familiar si caminas de la mano de la persona correcta.
—Ese es el caso. —Hice una pausa para tomar aire de nuevo, él estiro su otra mano para pedirme la mía libre— Yo creo que no sé cómo hacer eso.
—Yo tampoco, honestamente también soy nuevo en esto.
Aquella confesión me dejo fuera de combate.
—¿Cómo? —Pregunté interesada— ¿Qué quieres decir con eso?
—A que nunca antes había estado en una relación como está.
Yo tenía razón, siempre hay una primera vez en la vida.
Incluso para Evan.
Y para un nosotros.
Estreché sus dos manos y pregunté con miedo y sin confianza.
—¿Y quieres hacer esto conmigo? ¿Saltar al barco con miedo y esperanza al mismo tiempo?
—¿Y tú quieres? —Esa pregunta no me la esperaba, pensaba que él respondería sí y ya está. Nos quedaríamos con esa respuesta y de ahí las cosas solo avanzaría siempre solas—. Escucha Evan, yo soy un gran paquete, deberás de aprender a vivir a mi manera y hay cosas que no podrán ser negociables, no podré ir a eventos contigo con demasiada gente ni comer ciertas comidas.
Soy un paquete de proporciones épicas mejor dicho.
—Sé que no nos conocemos bien.
—¿Bien? —Le cuestioné— no nos conocemos para nada.
—¿Entonces quieres dejarlo? —Preguntó él con aspecto de preocupación pero sin soltar mis manos de entre las suyas. Al contrario las apretó y jalo más hacía su lado como si con ello estuviese tratando de atraerme a él.
Más.
—¡NO! —Grité. Todos los comensales se giraron a vernos en ese momento.
Oh no...
Comencé a respirar rápido... no me gusta que nadie me miré así.
—Dejen de verme... —Susurré muy bajo.
—¿Amor... qué pasa?
Evan me miraba de frente y eso me asusto más, jale mis manos y las liberé y me las llevé a mi cabeza. Vistazos de luz se dibujaron en mis ojos, no podía evitarlo. Respiraba rápido, cada vez más rápido.
—Mónica... —Gritó él desde el fondo de mi cabeza— Mónica... —Pero mi amiga no venía, quizás seguía peleando con alguien dentro de la cocina, o quizás se fue cuando no la veíamos del lugar.
Todo baila a mí alrededor, las luces parpadean, mi garganta se cierra...
Quiero llorar, quiero flotar y salir corriendo de aquí...
Puedo nadar... para alejarme de las olas, de la presión, de la marea...
Mi mirada se vuelve vacía y perdida y de pronto ya no tengo control de nada.
Y si nuestro amor está mal...
Y si no es real...
¿No quiero estar bien nunca?
Fue mi padre el que supo la situación antes que nadie y por supuesto intervino, se coloco detrás de mí y me jalo contra su pecho, me abrazo tan fuerte como cuando era niña.
Esto no puede ser todo lo que él vea de mí... y con eso quiera irse, yo puedo ser más que esto, quiero recomponerme, pero no puedo... el espectro no me deja. Se cierne sobre mí como una sombra oscura que no me deja pelear contra mí misma.
Mi cuerpo le pertenece una vez que llega a mis extremidades y no las deja ser libres.
Por suerte mi padre controla mis manos de salir volando, enfurecidas porque no las dejan hacer lo que quieren. Rodea mi cuerpo con sus brazos fuertes pero yo me libero. Hay que reconocer que mi padre ha repetido este mismo ejercicio muchas veces en mí, para protegerme de todo y de mí también.
Es un escudo de lo demás.
Y me prohíbe con ello ser peligrosa también.
Para los demás.
Mis brazos siguen danzando por todas partes, arrojo cosas como pueda a mi paso y la gente grita, aquello me hace gritar también y chillar como pájaro enloquecido al que le han arrancado sus plumas.
¿Es eso...?
Me han arrancado las alas para volar.
Mi padre cae al suelo, avergonzado con la gente a nuestros alrededor, especialmente con Evan. Que ahora ha podido ver como la mujer que ama monta el show de su vida.
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