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24.


Miedo. Nunca antes sentí miedo como ese sábado por la tarde, cuando bajé de un coche con un vestido de noche color verde esmeralda como el color de ojos de Evan.

El vestido era lo de menos, o lo era hasta que lo busque como una loca desde una semana atrás con la ayuda de Mónica. Y no, Evan no pagó por el cómo quedamos. Lo pague yo con mi propio dinero.

Porque lo que menos quería que vieran sus padres es que él estaba de novia con una chica que no se podría valer por sí misma. Tampoco me he sentido insegura de lo que soy, ni de dónde vengo.

Aunque no soy pobre, sé que vengo de una clase trabajadora. Mis padres, como sus padres, como sus padres, a su vez... siempre han trabajado para tener todo en la vida. Y de ellos vengo.

Y sí la posibilidad de tener hijos alguna vez se me da en la vida espero que ellos sigan mi ejemplo.

El vestido tenía un dobles de cada lado, en los hombros descansaba una gruesa tira de la misma tela del vestido, era a la altura de la rodilla y suelto en todo el cuerpo. Pensaba que yo no tenía curvas hasta que me lo probé en la tienda.

—Es perfecto —chillo Mónica dando saltitos en el aire cuando me vio.

Y cuando yo me vi.

Me quedé sin aliento.

Me sentí bella, sofisticada y deseada. Sentí como si todo comenzara a encajar en la vida que siempre he creído que merezco tener.

Esto es...

Es el momento en que toda la magia llega a mi vida.

Bajé del auto de la mano de Evan y fue con su ayuda que pude caminar segura y dejar de temblar hasta que entramos en la propiedad enorme que era de sus padres.

Una casa de cuatro plantas, dos subterráneas, dos piscinas conectadas por un pasillo y sospecho que una era más profunda que la otra. Con una planta casi abierta, siendo expuesta por paredes de vidrio por todas partes, espero que tengan cortinas o persianas para cubrir esas habitaciones de lo que no quieres que vea la gente, eso fue lo primero que pensé al verla de cerca.

Por supuesto que su madre nos llevo a recorrerla nada más conocerme.

En medio de los dos pisos superiores de la casa, había una escalera de caracol hecha de madera color café oscuro que los conectaba.

La casa contaba con una vista impresionante del valle de la ciudad, además de estar en la cima de una colina bien cimentada por supuesto, porque los millonarios más excéntricos siempre ponen sus casas sobre estas planicies de tierra.

Porque que más excéntrico se puede ser si pones tu casa en una colina inclinada y le pides al arquitecto que te haga un palacio como este para tres personas que viven dentro de la casa.

No hay respuesta para esa pregunta.

Por si acaso estabas buscándola.

Vinoteca, cuartos de baño completos con tinas de lujo, una cochera de cinco plazas en la planta media y en la primera subterránea otra más donde por supuesto guardaban más coches, una galería con cuadros de lujo, un estudio de la madre de Evan donde siempre trabajaba cuando no estaba en la oficina central del imperio que dirigían sus padres.

Evan se había quedado corto cuando me dijo que sus padres poseían una compañía que compra y vende a otras compañías que están en la quiebra. Porque también eran los dueños de casi todos los bancos que financiaban a esas compañías para intentar salvarlas, porque con eso y por el lado menos amable se arriesgaban enormemente con eso a que sí una de ellas no funcionaba, los que perdían eran ellos. Pero si lo lograban, los que ganaban también eran ellos.

Además si perdían solo tenían que vender esa compañía o como decía Evan "fusionarla" con otra para seguir ganando, de una manera o de otra.

Todo era ganar, ganar, con ellos.

Por eso su casa no podría ser menos que un monumento de sus triunfos. Hasta tenían una habitación con miles de certificados, diplomas y más de todos los miembros de la familia. En esa habitación me di cuenta de que Evan tenían cuatro hermanos más y de que el era el hijo del medio.

Su hermano mayor tenía 38 años, se llamaba Erick y era arquitecto. De hecho era el que les había diseñado esta casa.

El que le sigue, era Argo y tenía 35, publicista y por supuesto que trabajaba en las empresas de sus padres en el área de relaciones públicas.

Luego iba Evan, empresario de 32.

Anastasia de 29, quién era licenciada en Recursos Humanos y contadora pública, manejaba todas las cuentas y finanzas de las compañías de la familia.

Y por último, de 22 años, la pequeña consentida de su familia... Roberta. También era la preferida de su hermano del medio.

Sus padres se sentaron a la mesa larga de caoba frente a nosotros en la cena y me contaron historias de Evan de cuando era niño y mientras yo me tapaba la boca para evitar reírme, él me sonreí apenado y rendido, cayó a mis pies cuando me conoció.

Pero lo cierto, es que un hombre no cae enamorado hasta que no puede abrirte su corazón por completo.

Una cosa es desnudar tu cuerpo en el sexo desenfrenado, y otra es desnudar el alma.

Pero lo que más amé de ese día fue que fui aceptada, reconocida y aplaudida por haberme enamorado de su hijo en su propia casa. Ellos incluso prepararon comida especial para mí, como si hubiesen estado hablando largo y tendido con su hijo sobre mí.

Porque solo así sabrían como me gusta la comida.

Nunca me había sentido tan aceptada en un lugar como en casa de sus padres.

Cuando salimos de ahí le dije que estaba demasiado cansada para todo, y lo cumplí al pie de la letra ya que me quede dormida todo el camino a casa. Para despertarme Evan no hizo nada. De hecho cuando abrí los ojos y vi a su lado, él también estaba dormido.

Luego vi el reloj y eran pasadas las cuatro de la mañana. Como era sábado, debía de estar trabajando a esas horas en la línea, pero pedí una licencia para tomarme un fin de semana completo.

No me he tomado un día libre como se debe.

Y como los dos hemos tenido demasiado por una noche, podría dejarle en paz.

Pero así no somos nosotros.

Lo más silenciosa que pueda me desabroche el cinturón de seguridad y luego bajé mis pantaletas por mis piernas. Nunca he tenido sexo en un auto y siempre quise experimentarlo con un hombre por el que sienta algo significativo.

Me alegra que pueda ser con Evan.

Una pierna a cada lado de su cuerpo, su cinturón de seguridad ya no estaba puesto, contrario al mío, supongo que pensó que sería mejor dejármelo para no moverme ni molestarme mientras dormía.

Me senté a horcajadas, encima de él.

Le besé suavemente en cuello primero, jugué con mi lengua, bajé con mis labios todo lo que pude y hasta que su camisa me permitió llegar. Por suerte toque casi sus clavículas con mis labios, roce y roce mis labios con su piel desnuda todo lo que pude.

Hasta que le escuché ronronear.

—¿Sofí...? —Preguntó modorro— ¿qué haces?

—¿Qué crees que hago Evan? —Él abrió sus ojos y me miró de frente, en cuanto lo comprendió, colocó ambas manos al lado de mis caderas.

Desabroche sus pantalones y los bajé para acceder a su miembro. El cual estaba más que listo para mí y feliz de verme.

Amo como me recibe. Por eso se lo dije.

—Amo como me recibe siempre.

—Yo creo que para dar hay que recibir también —él saco un preservativo de una caja que tenía dentro de la guantera.

No crean que esa caja lleva tanto tiempo ahí, la seguridad debe ser lo primero cuando se trata del sexo. La compramos esta misma tarde antes de ir con sus padres, y el viernes anterior tuve cita con mi ginecóloga de cabecera para comenzar la píldora.

Aún así, no está de más cuidarse por todos los medios seguros y posibles.

Porque aún no hemos tenido muchas conversaciones profundas y aunque nuestra relación se dio como el clásico cliché de las películas y series románticas, debe suceder tarde o temprano que le pongamos el freno a esto, antes de que alguien salga herido ya sea por palabras o por acciones.

Lo que suceda primero.

—¿Quieres que sea rápido o lento?

—¿Te ofenderías si te dijera que estoy exhausta para hacerlo lento esta noche?

—No, porque pienso lo mismo.

—Entonces hagámoslo.

Embestida uno, él gime.

Embestida dos, yo gimo.

Estamos en un empate, es como el placer debe ser.

Por ahora.

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