2.
Después de al menos cincuenta llamadas atendidas en mi primera semana, tuve que atender "la llamada".
En el manual por supuesto que te advierten de este tipo de "peces". Y no creo que necesite explicar demasiado a qué tipo de hombres me refiero. Pero si puedo usar una analogía de manera correcta para referirme a él, usaré que este es un tiburón Megalodón.
Uno que aparece una vez al año con mucha suerte y que si dices lo que debes te dará el mundo a tus pies, si es que lo quieres.
Por lo cual antes de que llamara, me preparé mentalmente para ello. Sabía que sucedería, en el manual te dicen que esto puede suceder en cualquier momento y que debes esperarlo cada noche por si las dudas.
Además de que cada chica nueva tiene que atender una llamada como esta al menos una vez al mes, si quiere subir de nivel.
No sabía a qué se refería el término subir de nivel hasta que me enviaron un correo para decirme que tenía una llamada a las cinco de la tarde para explicarme ciertos detalles de mi trabajo.
Como dije a esta altura nada me asusta.
Así que tomé el auricular como siempre, con confianza y seguridad.
—Hola.
—¿Habla Luna Creciente?
—Sí, ella habla, ¿quién es del otro lado?
—Soy Cupido de las oficinas centrales de "Satisfacción Garantizada".
Gracias a Dios nadie usaba sus nombres reales en estas llamadas, a pesar de que estoy segura de que deben de saber los míos, lo justo por eso sería saber el de alguien ahí dentro.
Pero no voy a pelear lo que no tiene caso.
—Hola —Contesté segura y seca.
—¿Sabes a qué se debe está llamada?
—Me imagino que debo saber más sobre el pez gordo del que hablan en el correo.
—Así es —por un segundo pensé que estaría mal usar el término, pero recordé que ellos le llaman también de esa manera dentro de su manual y también en el correo que me mandaron esta mañana para prepararme para esta llamada— pero primero debes saber que estás haciendo un buen trabajo, y que nunca habíamos visto a otra de nuestras asistentes atender tantas llamadas telefónicas en una noche.
—Lo sé.
—Pareces muy segura de ti misma.
—Es porque lo soy, puedes decirme lo que tengo que saber —moví mi teléfono rojo de una oreja a la otra porque ya sé me había adormecido— quiero comer mi snack de la tarde antes de darme un baño.
—Pareces ocupada, así que iré al grano.
—Escúpelo de una vez.
De acuerdo, aquí vamos. Así es como te dan las llaves del Olimpo en un trabajo como este.
—Luna, este cliente no es como cualquier otro. Tiene una chica específica a la que siempre pide pero cuando sabe que hay una nueva puede cambiar de opinión.
—Dices que le gusta la carne fresca siempre. ¿Qué tiene de raro eso? Es normal que un tiburón siempre busqué carne fresca para comer, ellos no suelen ser carroñeros.
—Que sí juegas bien tus cartas tú puedes ser la chica que le haga quedarse contigo.
—Haré lo que pueda, pero desde ya les advierto que no soy una chica de relaciones a la larga.
—No lo sé, desde que entraste a la línea todos tus clientes se volvieron regulares dentro de la empresa, además han atraído a clientes potenciales nuevos que hasta han comprado membrecías por al menos dos años después de hablar contigo.
Después de que colgué vi que ya era la hora de la llegada de mi vecina, por lo que la esperé pacientemente recargada en el marco de la puerta con la puerta completamente abierta.
En cuanto me vio arroje la bomba.
—Tengo noticias.
—¿Encontraste un trabajo normal y aburrido como el mío con beneficios incluidos?
Ella rodo los ojos.
—Sabes mejor que nadie que desde que el teléfono rojo ese llegó a mis manos ya no he buscado nada.
—Lo sé, no te gusta tener más de una opción para resolver un problema nunca.
—¿Y ha sido así por cuantos años ya?
—Treinta años. —Declaré segura.
—¿Cuál es la buena noticia? —Dijo mientras se sacaba los zapatos afuera de su casa sin las manos y metía la llave de su departamento en la cerradura.
—Está noche atenderé a mi primer pez gordo. Bueno, mejor dicho. Tiburón.
—¿Y seguramente ya le tienes un sobrenombre?
—Sí, le puse el Megalodón.
—Amiga a veces eres bien rara.
—Puedo decir lo mismo de ti —ella camina hasta dentro de su apartamento, yo le sigo pero primero cierro el mío y me llevo la llave entre mis manos. Alcanza la tetera y la lleva bajo el fregadero de la cocina para llenarla.
La he visto hacer lo mismo todos los días desde que la conozco, y eso es desde los cinco años. Fuimos al preescolar juntas, solo el último año porque me mude de otra ciudad a esa edad.
Luego la coloca sobre la estufa para prepararse un café.
Ella es la única persona que conozco que puede tomar café a cualquier hora del día sin que le arda el estomago o le quite el sueño. Pero no se diga de hacer ejercicio, porque si se pone a hacer cualquier tipo de actividad física no podrá conciliar el sueño.
—¿Y para qué era la llamada de esta tarde?
—Para advertirme que si lo hacía bien él podría querer quedarse en la plataforma, conmigo.
—¿Y qué les respondiste? —Ella sé quedó perpleja— ¿De verdad le dijiste eso? —Mónica no podía creérselo cuando se lo conté palabra por palabra.
Lo que no le dije fue lo que ellos me respondieron.
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