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—¡Jiho, querida! ¡He llegado a casa!
La aludida frunció las cejas y miró hacia el reloj de su mesita de noche. Ya eran las nueve y media, el tiempo había pasado de forma veloz sin que Namjoon o Jiho se percataran. Jiho dirigió su mirada hacia él, bastante apenada y disculpándose por haberlo retenido por mucho tiempo con sus lloriqueos y problemas. El resto importancia, pidiendo que no se preocupara, además de que así podía aprovechar para saludar a su madre. Con quien también gozaba de una amistad después de convivir juntos durante muchos años.
Con ayuda de Namjoon Jiho se puso de pie, tambaleándose un poco por haber pasado tanto tiempo sentada en el incómodo suelo. Pero mientras Namjoon salía saludando animadamente a la señora de la casa, Jiho corrió a mirarse a su espejo de cuerpo completo. Peino con sus dedos su cabello y examino un poco su rostro. Sus ojos estaban un poco hinchados y rojos, pero nada fuera de lo normal para alertar a su madre de que había tenido una crisis. Entonces salió de su habitación.
—¡Oh, Namjoon! —La señora había tomado por los hombros a su amigo y le sonreía cortésmente—. Qué agradable sorpresa que hayas venido a visitarnos.
—Fui yo quien lo llamó, mamá —intervino la joven antes de que Namjoon le contara la verdadera razón—. Lo invité a ver una película, espero que no te moleste.
—Claro que no, hija, no te preocupes. ¿Qué película vieron?
Namjoon se giró a ver a su amiga y de forma muy bien disimulada le regañó con sus ojos sin entender por qué quería ocultarle a su madre algo tan impórtate y grave. Jiho sintió volverse pequeñita ante sus ojos furtivos. Ella, de la misma forma disimulada, le rogó con la mirada y su lenguaje corporal que no la delatara. El joven suspiró con una mueca de rendición.
—Fue GUARDIANES DE LA GALAXIA VOL. TRES.
Jiho respiró aliviada.
—Oh, escuché que esa película es muy buena y conmovedora. ¿Qué tal les pareció a ustedes?
Namjoon contestó y habló un poco más con su madre antes de que ella entrara a su habitación para cambiarse con ropa más cómoda. Cuando lo hizo, Namjoon se acercó a su amiga, la tomó del brazo con algo de fuerza y le susurró de forma muy molesta.
—Sabes que le tienes que contar, ¿verdad? Hace mucho que no tenías una crisis tan fuerte como la de hoy.
—Descuida, sé lo diré, pero no hoy. Ya tuvo un mal inicio de día, ¿por qué arruinarle la noche si está tan animada?
Namjoon le miró enojado y desconforme por varios segundos, pero pareció comprender después de pensarlo un buen rato. No sin antes hacer prometer con la mano derecha sobre el corazón a su amiga que al día siguiente le contaría a su madre la verdadera razón por la que Namjoon había estado en su casa y tomar las medidas necesarias. Jiho lo juro de inmediato y sin dudas. Había dicho que mejoraría y eso era justamente lo que haría.
Su madre salió enseguida para invitar a Namjoon a cenar con ellas. En un principio se negó porque no quería causar más molestias. Pero la madre de Jiho, que tenia la costumbre de alimentar a todos los que pisaran su casa, lo arrastro asta el comedor.
Namjoon notablemente incomodo intento ofrecerlo entonces ayudarla, intentando ingresar a la cocina y siendo detenido inmediatamente por la mirada amenazadora de la señora y los gritos de Jiho para que se alejara.
Ya tenian pleno conocimiento de sus nulos conocimientos de cocina. Y no eran exageraciónes, muchas veces él había hecho de la cocina de su departamento todo un desastre de ingredientes quemados y sartenes y hoyas de la misma forma. Claro que no siempre resultaba todo en un desastre, pero su comida no tenia un sabor nada agradable al paladar.
—Algún día aprenderé a cocinar, ya lo verán —aseguro con fuerte convicción—. Y mi comida será tan buena, que incluso ustedes me visitarán a diario para que les dé mi comida.
Mi madre le miró con aversión y yo enarqué una ceja.
—Bueno, soñar es gratis —comenté en clara burla que Namjoon no se tomó muy bien.
—Pero si habló Jiho, quien confundió el azúcar con la sal y hecho a perder un kilo de buena carne de res.
—Lo dice quién casi incendia mi cocina, y quemo la comida y mi sartén.
Fue muy gracioso ver a Namjoon. Sus ojos y boca abiertos de par en par y sus mejillas coloreadas de rojo.
—Ya me he disculpado muchas veces por lo sucedido aquella vez. No tenía la menor idea de que el aceite, al contacto con el agua, formaría una llama de ese tamaño.
En aquel entonces fue un accidente grave que casi le provoca un ataque al corazón a tres personas, pero ya en el presente, se trataba de un recuerdo que lograba hacer reír a los involucrados. Aquello sucedió cuando Jiho y Namjoon cursaban el último año de secundaria y la madre de ella desconocía la mala fama que tenía Namjoon con sus torpes manos. Lo que tenía que hacer era una tarea simple y que cualquiera podría llevar a cabo, menos él. El joven vertió en la sartén un bol con verduras y un poco de agua, causando que todo lo que contenía se quemara.
Desde ese momento, Namjoon tenía estrictamente prohibido meter un pie en la cocina de la casa de Jiho.
Ellos siguieron alegando por un rato más. Namjoon quejándose de que le parecía injusto que todos lo trataran como si de un tonto se tratase, y mi madre, alegando que no era de esa forma, solo estaba intentando proteger su integridad física y la de su hija.
Lejos de que Jiho se preocupara por sus alegatos, le parecía un espectáculo digno de ver. Para cualquier persona normal, momentos como aquellos podían darse por sentado, pero para una persona que la mayor parte del tiempo desprecia su existencia, esos momentos eran invaluables y de un valor mayor al del oro. Le resultaba encantador y mágico ver a sus dos personas favoritas en todo el mundo, ser felices y eso le hacía saborear un poco de la felicidad que había perdido.
Una pequeña lágrima escapó de sus ojos. Se sentía profundamente conmovida.
—Mejor, en lugar de alegar, ve con Jiho a comprar una caja de galletas de vainilla, de esas que tanto les gustan a ustedes. Las podemos comer de postre y acompañarlas con helado. Y sirve que compran otras cosas que necesito.
* * *
La noche era tranquila, no había mucha gente en la calle, salvo algún estudiante caminando rápido o alguna persona que acaba de salir de su trabajo. Entre ellos caminaban Namjoon y Jiho, quienes se estaban repartiendo unos dulces en forma de esfera de color rojo. Dos para cada uno.
—Ok, una, dos, ¡tres!
Namjoon y Jiho comieron los dos dulces de una sola vez. Era un pequeño juego que ambos hacían desde niños. Esos dulces eran picantes y ácidos, y su juego consistía en comerlos y aguantar por más tiempo sin hacer gestos extraños debido al extremo sabor del dulce. Se quedaron quietos unos momentos en la acera, mirándose fijamente con mirada sería mientras masticaban el dulce. Namjoon fue quien termino haciendo muecas, y muy graciosas.
Jiho celebro elevando sus brazos al aire y termino de comer el dulce.
—¡Gane!
—Solo porque te deje hacerlo —Namjoon aún seguía haciendo muecas por el dulce—. Oye, cuando estaba hablando con tu madre note que lloraste un poco ¿Acaso sigues triste?
Namjoon había notado el brillo de las lágrimas en sus ojos y como estas resbalaban por sus mejillas, pero no quiso mencionar nada porque su madre estaba cercas. Jiho se puso seria de inmediato y suspiro largo y tranquilo.
—No eran lágrimas de tristeza si es lo que te preocupa, eran lágrimas de felicidad. —El caminar de ambos se volvió más lento—. En ese momento sentí una mezcla de emociones que me hicieron ver por primera vez en mucho tiempo luz en la oscuridad. Ustedes eran ese pequeño destello de felicidad. Y me di cuenta de que todos, incluso un desastre como yo, merece ser feliz.
Al final sonrió igual que Namjoon quien la abraso con fuerza por los hombros. Quizás su cambio de actitud era muy volátil, pero era un cambio muy bien recibido. Y ambos esperaba que esta vez todo mejorará.
—Verás que así será. Más pronto de lo que te imagines estarás de nuevo sana y volveremos a divertirnos como antes. —Le aseguro Namjoon.
Repentinamente, este detuvo su paso. Dejo de abrazar a Jiho y se puso a revisar el contenido de la bolsa de compras. Namjoon soltó un gruñido de molestia.
—Se nos olvidó comprar el ajo molido.
Namjoon se regresó corriendo a la tienda mientras Jiho se quedó esperándolo, mirando mientras tanto su celular.
Todo parecía en total orden y tranquilidad. No había nada que luciera de forma sospechosa para Jiho, así que se asustó de sobre manera cuando uno de dos tipos cubrió su boca con la mano y la arrastraron hacia un callejón lejano.
Jiho intentó con todas sus fuerzas liberarse de ellos. Sin embargo, aquel que la mantenía sujeta le ganaba en fuerza y tamaño. Lo único que consiguió fue que aquel que la mantenía presa tomara su cabello y lo jalara con fuerza.
—Tranquila muñeca. No querrás que te hagamos daño, ¿verdad? —le amenazo tan cercas de su oreja que pudo sentir su asqueroso aliento chocando contra su piel.
Otro de ellos comenzó a revisarla de pies a cabeza, tocándola de forma indecente en más de una ocasión y haciéndola llorar de impotencia.
—Maldición, no lleva nada encima más que su estúpido teléfono —espeto con coraje quien la revisaba.
—Bueno, no está mal el aparato, si lo vendemos podríamos sacar algo.
Quien la mantenía sujeta, aspiro y restregó su nariz con violencia en el cuello de Jiho. Su estómago se sentía revuelto.
—Pero ella es tan linda ¿Por qué no nos entretenemos con ella un poco? —el otro río por la sugerencia—. Yo voy primero.
Su sistema se llenó de miedo y su pulso estaba acelerado, se removió con más violencia que antes. Intentaba gritar, intentaba golpear al tipo y nada funcionaba. Peor aún porque nadie pasaba por ahí cercas para socorrerla. Parecía una situación sin salida.
El tipo la empujó contra la pared con mucha fuerza y con su cuerpo la aprisionó. Sus repulsivas manos tocaron en sitios muy privados para la chica que chillaba sin control. Por más que ella intentó empujarlo, el tipo logró besarla con vehemencia. Su compañero no paraba de reír.
Jiho mordió con tanta fuerza como pudo al tipo hasta hacerlo sangrar. Grito por el dolor y enseguida recibió un rodillazo en la entrepierna. Le soltó y entonces comenzó a correr. Solo logró salir del callejón, pues el otro tipo la atrapó del brazo.
—¡Detente ahí, desgraciada!
—¡No! —Jalaba su brazo en un intento de soltarse—. ¡Ayuda!
Gritaba tan fuerte que su garganta ardía. Al tipo que la tenía sujeta no le gusto para nada eso, y la golpeó con tanta fuerza que Jiho creyó que su mandíbula se había roto. Aun así, no paro de luchar ni de gritar. Tenía la esperanza de lograr librarse de esos asquerosos tipos. Tenía que regresar con Namjoon quien debía estar preocupado por no encontrarla. Tenía que regresar con él y su madre para cenar y comer aquel sencillo y dulce postre.
Pero eso ya no se podría.
—Mierda.
—Idiota, ¡mira lo que has hecho!
—F-fue su culpa, fue culpa de esa tonta…
—¡Eso ya no importa! ¡Vámonos, rápido!
Todo paso de forma rápida. El rumbo de la historia de Jiho cambió de la peor forma. Los jaloneos y los gritos desesperados de la chica hicieron enojar tanto al hombre que le propino un golpe hasta aventarla fuera de la acera, justo cuando un auto pasaba por ahí.
Fue tan fuerte el impacto que aventó a Jiho algunos metros lejos. La piel le ardía y su interior dolía como el infierno. Inclusive una tarea tan sencilla como respirar le provocaba un dolor agudo en la garganta y parte de su estómago, quizás había explotado algo dentro suyo porque sentía la constante necesidad de vomitar. Y lo hizo, un fuerte sabor a metal impregnó sus papilas gustativas; era sangre.
Intento girar su rostro, intento pedir ayuda, pero de todas formas. ¿Quién podría auxiliarla? Aquel irresponsable del auto gris había huido, no había nadie caminando por ahí y estaba muy lejos de la tienda donde había entrado Namjoon. Aun así lo intento.
—Ayuda… —articuló en un hilo de voz.
Un quejido le sobrevino al intentar alzar más la voz.
Las lágrimas hicieron aparición y se mezclaron con la sangre que cubría su rostro. Recuerdos inundaron su cabeza de una forma violenta. Unos más felices que otros. Como cuando su hermanita corría a su habitación para dormirse con ella, pero también recuerdos de su funeral y todas esas veces que lloró su pérdida, deseando en ocasiones ir con ella, y casi lográndolo más de una vez.
Pero ya no quería irse.
Quiero vivir… Quiero…
Había encontrado una razón para seguir existiendo, para luchar por su felicidad, y se lo estaban arrebatando de las manos. Y esta vez, parecía que no habría más oportunidades.
Lo siento, mamá…
Lo siento, Namjoon…
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