THE QUEEN OF NEW ORLEANS

Cap 19.2: The Hunter 

——-KOL——-

Kol...tengo que irme...además esto no está bien...Cualquier cosa que necesites, sólo encuéntrame ¿Vale? 

Las palabras de Caroline se le graban a fuego, él la necesita, la necesita con todas sus ganas, necesita absolutamente todo de ella, Caroline había entrado en su vida para arrebatarle todo, y él no había puesto ninguna objeción. Ahora se arrepiente en dejarla pasar, en permitirse sentir, sentirse vivo como hacía tiempo que no sentía.

Se levanta de la cama y se prepara para salir, ni siquiera piensa en lo que va a hacer, sólo quiere salir de allí porque todo le huele a ella. Con el atardecer las calles de Nueva Orleans parecen teñirse de rojo, rojo como la sangre que corre por los callejones, como los labios de... ¿Es que no había nada que no le recordase a ella?

La ira le consume poco a poco, el dolor que lo había abatido da paso a la necesidad de destruir todo a su paso, porque él era así: caótico cuando le hacían daño. Era. O eso pensaba. No sabía que podía aguantar tantas veces el mismo dolor, el mismo tipo de rechazo. Una mujer le sonríe desde la penumbra, medias negras con liga que adornan sus muslos y un vestido negro escotado que le invitan a pasar un buen rato. Si hay algo que le gusta de Nueva Orleans es que las prostitutas no tienen tapujos.

No lo duda ni un segundo, no rechaza la invitación de la mujer. Lo único en lo que repara es en su juventud, en su cuerpo pequeño con curvas pronunciadas y una expresión en el rostro algo demacrada de todos los horrores que ha visto. Cuando se hunde en ella no hay nada, sólo vacío, sensación de frío y lejanía ¿Acaso un vampiro podía sentir el calor? ¿Sentirse conectado? Con Caroline sí. 

El dolor del rechazo vuelve a perforarle como una daga afilada, incluso cuando Elena Gilbert le apuñaló con una estaca de roble blanco no le había dolido como ahora. Un dolor que se extiende por todo el pecho al saber que Caroline nunca más será de él. Reprime un gemido y mira a la prostituta, sabe que ella no tiene culpa de nada, que sólo está en el lugar equivocado el día equivocado. 

Sin mediar palabra clava sus dientes en el cuello y bebe toda la sangre hasta la última gota. Esa última gota es la primera de tantas que piensa derramar esa tarde. Hacía tiempo que no mataba, que no dejaba salir su instinto, que no se deleitaba en la sangre, hacía tiempo que no era un vampiro.

El inconveniente que tenían las prostitutas es que por lo general, estaban hasta arriba de sustancias que, más tarde que pronto, terminaban afectando al sistema de los vampiros. Había rechazado acostarse con todas, después de no sentir nada con la primera. Se había sentado a disfrutar de beber la sangre, de ver el horror en los ojos de sus víctimas, de deleitarse en los quejidos ahogados de sus víctimas.

Las drogas le aturden y decide descansar un rato en el parque central, ya está cerrado por lo que deben ser más de las doce. Salta por encima de las vallas y cae al otro lado, no sin antes trastabillar un poco por el efecto de las drogas. Algo le llama la atención y sonríe maliciosamente, Davina está sentada en un banco con un grimorio , se acerca hasta que ella alza la vista enfrentándolo.