xviii. Night Has A Thousand Eyes
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
capítulo xviii. la noche tiene mil ojos
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
Todo sucedió tan precipitadamente que apenas le dio tiempo de comprender el asunto como un todo.
Para resumir un poco la historia iba así, el cuerpo en el que estaba Rebekah conservaba su alma original, ésta había resurgido y obstaculizado la de Rebekah. Resultaba ser que el cuerpo y el alma eran de Eva Sinclair, una bruja arrodillada a la magia oscura, y que su afición le había costado la vida a múltiples niños y niñas de los Nueve Aquelarres. Al final —y con la ayuda de Freya— el alma de Eva se terminó por disipar en la nada. Sin embargo, la lucha fue mental para la más joven de los Originales. La última vez que Andrea logró verla, ella estaba tendida en su cama en un sueño inducido —según las palabras de Marcel—. El moreno no se despegó de ella, en ningún momento, y Andrea comenzaba a creer que existía una conexión más profunda con Rebekah, que con cualquier otro de los Mikaelson.
Es por ello que terminó en la biblioteca de la familia. Sin ánimos de alejarse demasiado, pero lo suficiente para darle espacio a la familia sobrenatural, se acobijó en una habitación que ella poco conocía. Curioseó las portadas de los libros; mantenían una gran variedad del género de literatura clásica. Andrea estaba segura que algunos —por no decir todos— eran las copias originales. Al final, tomó uno que le llamó la atención; era un diario y a juzgar por las iniciales pertenecían a Rebekah. La loba sabía que estaba mal leer algo tan íntimo, pero aun así, no pensó que le acarrearía problemas, así que lo tomó y el primer pasaje le resultó interesante:
Hay un dicho en mi familia: mata a un demonio hoy, enfréntate al Diablo mañana. Sin embargo, incluso si bailas en la tumba del demonio, se instala una pregunta en tu cabeza que se hace difícil ignorar: « ¿Estaría solo ese demonio?...
— ¿Disfrutando de la lectura?
El cuerpo de Andrea se tensó por completo y apartó la vista del diario, dejándolo en su lugar y volteándose hacia Elijah. Lo único a resaltar del Original aquella noche era la sonrisa que mantenía un brillo de inocencia. Aquel gesto le otorgaba a Andrea una sensación de paz que le asustaba.
—Lo estaba —afirmó, mientras avanzaba hacia él y desviaba sus ojos a la cantidad de libros que los rodeaban—. Tu familia tiene un sentido poético refinado, debo decir.
El Original no dejó de sonreír.
—Nuestra vida puede ser categorizada como un poema de tragedia; el horror, los traumas, los problemas, enemigos y la lista es larga. Hay bastante material.
Andrea soltó lo que pareció una risa.
— ¿Rebekah ya despertó? —interpeló, luego de un segundo.
Elijah asintió—. Lo peor ya sucedió. Lo único que le queda es seguir descansando y me pidió personalmente que te diera las gracias.
Andrea hizo un ademán, restándole importancia al asunto. Empero, Elijah no dejaría pasar lo sucedido tan fácil. Dio un paso hacia adelante, y esta vez con su expresión seria pero suave, sus ojos oscuros buscaron los de ella y el contacto visual no se rompió.
—Lo que hiciste fue algo valiente, Andrea —puntualizó. Pese a pasar los minutos no salía de la impresión del coraje de Andrea—. Confiaste en Freya lo suficiente para adentrarse en tu mente. ¿Por qué? Apenas conoces a Rebekah, ni hablar de Freya. ¿Por qué tomar ese riesgo?
Andrea se paralizó bajo su poderosa mirada. ¿Sería lo suficientemente valiente para admitir la verdad? Quizás sí, quizás no. Admitir era aceptar. El tiempo resultó pasar sobre ellos de una manera veloz; Andrea no previó que Elijah le gustase al tal punto de ir hasta él en cualquier momento, bajo cualquier circunstancia. Tampoco pronosticó quedar en un —de alguna manera u otra— triángulo amoroso, y quizás, era por ello que se restringía de aclarar el asunto. Pero aun así con todas esas variables, las palabras salieron de su boca antes de que pudiese pensarlas con claridad:
—Por ti —le dijo, sin dejar de mirarlo. Sus grandes ojos le miraban de una manera que Elijah había visto antes. Ante sus propias palabras, Andrea prosiguió—. Por Klaus. Por Hope, por todos. La verdad es que Rebekah es una Mikaelson, siempre y cuando ella no sea una amenaza es parte de la alianza.
Elijah tomó confort en sus palabras, pues, confiaba en la veracidad de sus palabras.
—Lo que sea por la seguridad de los habitantes de Nueva Orleans.
—En efecto —asintió, sintiendo sus mejillas y orejas calientes—. No queremos a brujas secuestrando niños en nuestra ciudad, ¿no es así?
Elijah corroboró su pensamiento con simpleza. Sin embargo, su mente seguía pensando en Andrea; en el enigma que resultó ser después de lo sucedido. Comenzó a recontar; Freya necesitó un enlace para llegar a Rebekah, el voluntario fue Marcel. Luego, las fuentes de magia oscura porque le era imposible hacerlo con su poder, Elijah fue una y ante la negativa de Klaus, Andrea se ofreció y aunque por minutos —antes de la llegada inesperada del híbrido— no fue suficiente, se sintió como tal. Cuando Andrea tocó su mano experimentó una fuerza que no había percibido jamás. Se hizo una nota mental de preguntarle a Freya sobre ello.
—Creo que es hora de irme —anunció, pasando la mano por su cuello. El cansancio se había tardado en llegar a ella, pero lo había hecho al fin—. Descansa, Elijah.
—Igualmente.
Antes de que ella pudiese partir, se detuvo a pocos centímetros del vampiro. Depositó un beso en su mejilla y salió del lugar. Mientras Elijah escuchaba sus pasos alejarse, pero su esencia se mantenía en él, su celular sonó. Cuando vio que el nombre de Gia resplandeció en la pantalla, sintió un golpe en el estómago. No podía más. Estar con Gia en su relación libertina le hacía bien. Le estaba haciendo esclarecer sentimientos respecto a las mujeres de su vida, pero fue en ese momento donde no podía más. Era riesgoso lo que sentía, ¿pero que hay en la vida que no lo sea?
•••
...¿O tiene otro más mortíferos con los que pelear? ¿Se ha preparado para la guerra?»...
Hayley suspiró cansada al tiempo que se sentó en el colchón. Paso su mano por su rostro y aunque su corazón volvió a latir a una velocidad normal, el susto no terminó de pasar. Ver a Hope dormir le proporcionó la misma cantidad de calma como de miedo. ¿Estarían alguna vez a salvo?, no se dejó de preguntar eso. Eva Sinclair tomó control de cuerpo y pese a que ella no era alguien de quien preocuparse más, la duda persistía con más de mil años de evidencia.
Esther, Céleste, Genevieve, Tyler Lockwood, Finn, Eva, Dahlia... Todos habían venido por su hija. Y sabía que no terminaría allí. La lista seguía con el tiempo, y ella tendría que encontrar una manera de proteger a Hope de cualquier enemigo.
Tan inmersa estaba en sus pensamientos que no notó cuando Jackson entró a la habitación y se sentó junta a ella. Lo percibió cuando él tomó su mano como forma de atención. No fue necesario que el alfa preguntará que le pasaba, porque él lo sabía. Jackson tenía un don para leerla, de saber lo que pensaba hasta de que ella lo supiese.
Hayley recostó su cabeza en su hombro.
—No quiero vivir con el miedo impregnando en mi pecho —musitó. Cerró los ojos y sintió un beso en su coronilla—. Quiero sentirme segura al pensar que Hope está a salvo. Que no va a venir nadie a llevársela, y que podrá vivir feliz.
—Ella lo será —le aseguró, pero así como Hayley, Jackson tampoco creía en sus propias palabras.
—No mientras éste aquí. Elijah me contó la historia de Freya —se irguió y lo miró. Jackson pudo vislumbrar desasosiego en sus orbes—. No quiero esa vida para Hope... Dahlia es peligrosa, y ya lo ha probado. Meterse en la mente de Andrea, poseer el cuerpo de Ayana. Ya llegó a la ciudad y probablemente nos éste observando. ¿Qué se supone que vamos a hacer?
Jackson acunó sus dos manos.
—Pelear. Como siempre lo hemos hecho —respondió con voz aterciopelada. Buscaba en su mente una oración que pudiese tranquilizarla—. Ella no te alejará de Hope, Hayley —luego acunó su rostro—. Nadie te alejará de Hope. Te lo juro.
La híbrida asintió, posteriormente, Jackson envolvió a Hayley en un abrazo. Pero la mujer no se detuvo a pensar; su mente maquinaba posibilidades y estrategias ante amenazas futuras. Jackson podría jurar lo que quisiese, pero él —así como ella— no tendría control alguno del próximo que vendría. Así que dio con el clavo, quizás, la solución no era la favorita pero serviría al largo plazo: alejarse.
Nueva Orleans era la cúspide de sus problemas. Si ella se iba junto a Hope y Jackson, quizás los problemas dejarían de existir. El nombre Mikaelson dejaría de poner un blanco en sus espaldas y podrían vivir una vida simple y feliz. Entonces, en el medio de la noche lúgubre irse de Nueva Orleans y dimitir de los Mikaelson no sonaba una idea descabellada; sonaba como la vieja Hayley Marshall. Aquella que huía y no miraba a atrás.
•••
...Entonces ante la incógnita, nos vestimos con la armadura necesaria para la pelea por venir...
Antes de partir del complejo, Andrea Labonair le había dado un consejo a Klaus Mikaelson. Él decidió escucharlo porque no tenía opción, y pronto se encontró a sí mismo, siguiéndolo o por lo menos, arreglando sus palabras de manera que calzarán con su objetivo: hacer lo que fuese necesario para detener a su tía, y en el proceso establecer una línea con Freya —porque era necesario. La bruja había estado en su mente; sabía sus debilidades, y si él no la veía como una aliada, entonces era lo suficientemente poderosa para ser considerada como una enemiga y amenaza.
— ¿Te has vuelto mi grillete, hermano?
El híbrido reconoció que Freya podía sentir su mirada. Desde algún lugar de Rousseau's, la observaba mientras sonreía al tocar el colgante con la piedra azul. Klaus salió de las sombras y tomó asiento en el taburete a su lado, para poder mirarla de frente giró su cuerpo. Ella lo imitó.
—Quizás te has consagrado bajo la mirada de las brujas y de mis hermanos —el híbrido no pretendía jugar lo que fuese que ella quisiese jugar. Le habló de una manera tan directa que a Freya no le sorprendió—. Pero a mí no me engañas. Te veo como realmente eres.
Pese a no sonreír, la expresión en su rostro era serena.
—Ni las brujas, ni nuestros hermanos están agobiados por una paranoia que nubla el juicio —pronunció con calma. Su voz suave contrastaba con el ambiente del lugar—. Debe ser agotador, ¿no es así? Experimentarla de una manera que te deja solo en la oscuridad: «¿Dónde está todo el mundo?» —Freya lo sintió tensarse en su asiento. Por primera vez en la noche sonrió—. ¿Crees que he sido maleducada? —inquirió con la ceja alzada pero sin borrar la sonrisa—. No deberías tener tus recuerdos de infancia tan expuestos, hermano.
Sí las miradas pudiesen matar, Freya estuviese muerta en ese momento. Los ojos de Klaus echaban chispas contenidas de cólera, exposición, indignación y quizás un poco de vergüenza.
—No te preocupes —dijo al cabo de un segundo—. Todo lo que vi cuando te canalicé fueron problemas de ira, y un gusto cuestionable en las mujeres. Entre nos —se inclinó con levedad—, de lo que vi, la rubia y la castaña de ojos verdes fueron mis favoritas —anticipando cualquier reacción por su parte, Freya se acomodó en su posición original y siguió casi de inmediato—. Estuve sola una vez, hermano. No es placentero... Sería una lástima que tuvieses que pasar por ello.
— ¿Es una amenaza? —elevó su ceja.
—En absoluto —niega, levantándose del taburete y pasando por su lado. Deteniéndose a su derecha—. Tómalo como una advertencia, si gustas. Nuestro mundo es terrible, y los demonios en nuestras cabezas jamás se detienen y nunca están solos.
Klaus se paralizó cuando escuchó la oración.
Freya lo miró—. ¿Te suena familiar, no es así?
Klaus no respondió. Luego de unos instantes, ella se fue y el híbrido ordenó un trago.
La bruja tenía un plan para hacerle ver que ella podía ser de fiar, sin embargo, Klaus no dejaba caer sus muros y aunque para Freya su fase había resultado exitosa. Para el Original fue otra alerta la que se activó; tenía una voz que le decía que no confiará, que ella los traicionaría... Pero solo si él hubiese confiado, quizás el desastre que vendría a continuación se hubiese evitado en menos proporción.
•••
...Sin embargo, debemos atender nuestras heridas primero. Comenzando con las más profundas.
Dahlia fue su mentora por un poco menos de mil años. Lo que más odiaba de sí misma, su tía se lo había enseñado. Mikael llegaría pronto de Noruega por lo que contaba los días que le quedaban a Dahlia con satisfacción. El día que sería libre, por fin. El día que dejaría a todo atrás. No obstante, tenía que cerrar ciclos. Antes de la muerte de Dahlia, estaba su progenitora: Esther; aquella que la acunó, la vistió y la cuidó por cinco o seis años a lo mucho. Aquella que se rindió por miedo.
No le sorprendió cuando no experimentó ni el más mínimo remordimiento o pesar. En Lafayette el silencio era fúnebre, y Freya dejó que la mudez y la oscuridad la abrazarán. Sintió su cuerpo liviano cuando miró a la nada. No se inmutó ante la cantidad de cuervos que yacían en el suelo de la cripta, ni tampoco de los pocos que fueron volando, pero que ella ya sabía que no irían lejos.
«—Los cuervos son sinónimo de oscuridad, mi querida Freya —la voz de Dahlia le produjo escalofríos. La niña observó cómo Dahlia dominó aquel pájaro de pelaje negro con un simple movimiento de sus manos. Luego, la bruja lo mató, mientras la sangre salpicó en ambas y terminó diciendo—. Ahora es nuestro símbolo».
Esther había muerto y con ella, la parte que Freya anheló tener. La infancia que le fue arrebatada y el hijo que murió. Freya salió de la cripta con una sonrisa y con un objetivo más preciso. Ahora todo sería más fácil.
Y los cuervos volaron...
... Hasta el otro lado de la ciudad.
La melodía apacible que emitía el violín junto a la persona que lo tocaba les resultó un sonido que no pudieron evitar no escuchar.
El viento frío de la noche les pegó en el rostro a las mujeres cuando se citaron en el callejón abandonado. Una calle cualquier de una ciudad tan macabra como fantástica. Provenientes de un mismo mundo llegarían hasta el final. La melodía se llamó Canción de Invierno; recordó que la creó poco tiempo después en su cautiverio, luego de que le quitarán todo lo que alguna vez ella amó. Cuando la armonía terminó, el instrumento quedó en el suelo y la mujer vestida de negro se giró ante su audiencia de dos personas.
El arco lo mantuvo consigo, y les ofreció una pequeña referencia cuando escuchó los aplausos.
—Arte en su máximo expresión —musitó una anciana de cabello oscuro y orbes grises—. ¡Bravo!
—Deleitante melodía para tan poco público resulta penoso —comentó la segunda mujer. Un poco más baja que la anciana a su lado, y de tez morena. Sus orbes se habían vuelto del mismo gris que el de la señora a su lado.
—Al contrario —discrepó la mujer de negro—. En la actualidad, parece que se aprecia poco lo clásico. Es mi placer traer la época de antaño conmigo para ustedes. Es por ello que las he traído hasta aquí, me gustaría usarlas para enviar un mensaje para mis enemigos; esos que me desafían y pronuncian mi nombre en vano.
La anciana de ojos claros asintió.
La morena de ojos claros confirmó con sus palabras—. Cualquier cosa que necesites, estoy a tu disposición.
La mujer de negro se acercó a ella. Acarició su rostro, sintiendo una gran pena en su historia. No le importó.
—No hay nada que puedas hacer por mí, que yo no pueda hacer.
— ¿Puedo por última vez, por favor? —la anciana miró suplicante el violín en la cera.
La mujer de negro sonrió. Tomó el violín y se lo ofreció junto al arco. Al poco tiempo, la anciana comenzó a tocar y se deleitó ante la adrenalina que recorrió su cuerpo de repente. Después de tantos años volvió a tocar; después de años escuchó la armonía del instrumento sin que fuese otro el que lo tocará. Por ello no sintió miedo por su precaria posición. Cerró los ojos y dio las gracias por darle la bendición de tocar de nuevo, entonces, así, tampoco experimentó dolor cuando el arco paso por su cuello y ella cayó al suelo.
—Ella está viva —musitó Dahlia sobre su oído. La mujer de tez morena se sintió intranquila de pronto. En contraste a la anciana, su vista la abandonó en el momento en que escuchó el violín tocar—. Tu hija está viva.
Entonces, cuando cayó, la última fuerza que le quedó en su cuerpo fue suficientemente para plantar una sonrisa antes de morir. Dahlia alzó la vista y se consideró a sí misma: piadosa, pero estaba segura que la piedad que mostró con Josephine LaRue y Ayana Férux no sería la misma si sus sobrinos seguían subestimándola, pues, sí era necesario correría sangre en las calles, para obtener su recompensa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro