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xvi. My Soul is Yours

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capítulo xvi. mi alma es tuya

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Andrea estaba aterrada.

Sus pupilas estaban dilatadas, mientras su cuerpo temblaba bajo su agarre. La presión en cuello le estaba comenzando a pasar factura, el aire escaseaba al pasar los segundos. Su respiración se ralentizó.

—Ayana... —musitó con dificultad. La expresión que le daba su guardiana le aterró aún más—. Sé qué estás ahí. En algún lugar. Vuelve.

Su petición no fue atendida. Como respuesta, obtuvo una mayor presión en la zona donde su mano se encontraba con su cuello.

La mañana transcurrió con completa normalidad hasta que llegó el momento en que las trajo a ambas en esa posición. Fue de pronto e inesperado, Andrea se acercó para preguntarle sobre un asunto y en respuesta obtuvo a una Ayana perdida en alguna memoria; o en alguna visión. No obstante, veintidós años con la bruja le servían como experiencia de que algo no pintaba bien.

Constantemente, Ayana tenía visiones y recuerdos. Éstas llegaban de improvisto y convertían a Ayana en una persona silenciosa en un estado catatónico. Lo que pasaba sobre ella, no era un estado catatónico ni tampoco silencioso. Expresaba elocuencias en otro idioma que Andrea no lograba comprender.

Asimismo como su tono de voz, expresiones y acento, sus pupilas desaparecieron por completo. Dejando la esclerótica esparcirse sobre el ojo y opacar sus orbes oscuros.

Ayana está poseída.

Andrea no empleaba ninguna maniobra física porque no quería lastimar a la bruja, pero cuando su vista se comenzó a nublar, posicionó —con dificultad— su mano sobre la muñeca. Ejerciendo presión al mismo tiempo que ella lo hacía. Claramente, Andrea tomó el control de la situación y con dolor dobló su mano de tal forma que el contacto se rompiese.

—Lo que sea que eres —trataba de tomar aire. Sus palabras no iban dirigidas a la confidente de su guardiana pero sí al ser que se encontraba dentro del cuerpo de la mujer—. Lo que sea que quieras. Deja el cuerpo de Ayana ahora mismo —su tono arisco le dio como respuesta un gruñido de parte del ente—. O juro por Dios que...

No logró poder completar la oración, pávida de tener que cumplir con su amenaza después. Tampoco podía comprender cómo todo cambió tan rápido en cuestión de segundos.

—Oscura como el cielo en el cual yace la luna —bisbiseó en la lengua común—. He venido a tomar lo que es mío. La oscuridad cae como la sangre, las lágrimas y la gloria. La oscuridad está cerca.

Ayana desapareció. Un inusual viento le hizo temblar de escalofríos y una vez que logró componerse, fue en busca de su celular. A llamar a la única persona que podía esclarecer la situación.

•••

—Es tiempo de usar nuestro ejército de lobos en contra de Finn y la mujer que afirma ser mi hermana. De fuentes he sabido que ambos están en la ciudad. Los lobos se pueden encargar de encontrarlos, identificar su posición y reportar.

Luego de la situación con Ayana, la presencia de Andrea fue requerida en el complejo pues en una apurada asamblea de seguridad, dejando en segundo plano su llamada a Elijah y esperar a que su guardiana volviese a aparecer; esta vez cómo ella, sana y salva.

La razón de la reunión de último minuto era por el mayor de los Mikaelson, en una historia corta contada por Klaus se les explicó brevemente lo que sucedió en la casa de seguridad. Lo que Elijah le había hecho a Finn. El híbrido aclaró que en la morgue se le había dado por muerto, sin embargo, la información llegó a él temprano en el día: Finn había vuelto a la vida. Estaba en la ciudad junto con una extraña mujer a su lado.

— ¿«Nuestro»? —Andrea levantó su ceja, curiosa ante la familiaridad del uso de sus palabras—. Qué estemos dispuestos a pelear en la guerra no infiere que puedes tomarte atribuciones que no te corresponden.

—Déjame recordarte...

—No —lo cortó, parándose de su asiento. Cruzó los brazos bajo su pecho y avanzó hasta él—. Déjame recordarte que esto es una junta; puedes dar consejos más no órdenes. No eres alfa o siquiera parte de la manada para tomarte ese papel.

La mandíbula de Klaus se tensó.

—Estás tomando bastante en serio tu rol como reina.

—Estoy defendiendo a mi gente.

—Sí —acordó él. Sus ojos fijos en los de ella—. Empero, parece que Hope no está dentro de este amplio grupo al que con tanto fervor defiendes.

—No mezcles las cosas, Klaus —contestó ella con la misma seriedad que él plantaba en su voz—. Esto no tiene nada que ver con Hope. Mi disensión es contigo y tu complejo del gran lobo feroz.

Klaus avanzó un paso hacia ella, dispuesto a replicar con una oración inteligente. Hayley detrás de ellos logró vislumbrar que sí Klaus respondía, Andrea lo haría también. La conversación jamás terminaría y hasta quizás las cabezas rodarían. Desde su lugar, a un lado de su marido, rodó los ojos.

— ¡Es suficiente! —su voz salió rasposa, siendo aquello lo necesario para separar al par que mantenían una relación interesante de amigos y rivales.

—Andrea tiene un punto —habló por primera vez el alfa. Él miró a Klaus pero los tres pares de ojos lo miraron a él—. No estoy de acuerdo en que nos volvamos espías. Hicimos una promesa de proteger a Hope. Así que eso haremos. Desde aquí —el híbrido abrió sus ojos en sorpresa indignante—. Estoy seguro que puedes obligar a los humanos para encontrar la información que precisas.

Klaus aguantó una carcajada sarcástica.

— ¿Es que mis oídos me engañan o me acabas de dar una orden en mi propia casa? —la indignación anexando pequeños atisbos rabiosos en su voz junto a la expresión en su cara era un poema.

La conversación se estiró de tal manera que ahora eran cuatro líderes hablando de cualquier cosa. Jackson pretendía terminar con esto y cumplir su papel.

—Esto va más allá de tu ego, Klaus —le aclaró, levantándose—. Es acerca de lo que es mejor para Hope.

— ¡¿Cómo te atreves a cuestionar mis intenciones para con mi hija?! —su tono se elevó de tal manera que obligó a Hayley a pararse de su asiento. En una posición defensiva por Klaus terminaba de perder la poca paciencia que le quedaba.

Sin embargo, un par de miradas inofensivas después, Hayley acarició con levedad el brazo de Jackson.

—Klaus tiene razón —terminó por decir, tratando de contener las ganas de vomitar por afirmar a su punto. Los ojos de Andrea rodaron en respuesta—. El cuerpo de Finn desapareció de la morgue. Eso solo tiene dos posibles explicaciones; o él es lo suficientemente poderoso para curarse y pretender morir. O la tal Freya es lo suficientemente poderosa para traerlo a la vida y curar sus heridas. Cual sea el caso, no los encontraremos si no es nuestra gente la que busca.

Andrea conservó su posición; levantada, con los brazos cruzados y una expresión de pocos amigos. Cuando Jackson la buscó para escuchar su posición final, ella solo asintió levemente.

Klaus sonrió de manera victoriosa al Jackson dar casa paso a regañadientes hacia él.

—Qué quede claro... Estoy dando ésta orden porque es Hayley la que me lo está pidiendo —los ojos de Klaus resplandecían en un brillo juguetón, divertido y provocador—. No creas, ni por un segundo, que recibo órdenes de ti.

Lo siguiente fue que él desapareció de la sala, con Hayley detrás de él, instantes luego. Klaus se encaminó hasta el bar rodante y sirvió un poco de bourbon para él y para la persona restante en la habitación. Con una sonrisa petulante, le tendió el vaso. Andrea lo tomó pero no bebió.

—Es la hora feliz en alguna parte del mundo. Bebe —arrugó sus ojos al ver la reacción reacia por su parte. Tomó un sorbo del suyo y se desplazó hasta el escritorio para sentarse. Andrea se quedó frente a él. Dejando el vaso sobre la fina madera—. Es de mala educación dejar un trago así.

— ¿Es todo un juego para ti? —interpeló, curiosa.

—En absoluto. Me tomo la protección de mi hija muy seriamente.

—Lo creo —concordó la loba, con una sonrisa sarcástica—. Es por eso mismo que crees tener algún derecho sobre aquellos que se ofrecen a protegerla de alguna manera. Todo es a tu manera o no sucede.

Exactamente.

Andrea expresó una mueca en desacuerdo, antes de decir—. Me temo que eso ya no será así por mucho tiempo. Sé lo que pasó contigo y tu experimento en Mystic Falls... No pretendo llevar a los Crecientes por el mismo sendero. Ciertamente, no vamos a morir por Klaus Mikaelson y sus planes extremistas.

—Más sabe el diablo por viejo que por diablo —recitó el popular dicho con su usual tono sedoso—. Te aconsejo que escojas tus palabras sabiamente... Puedes hacer que te maten por eso.

Andrea se inclinó provocadoramente sobre el escritorio. Klaus sonrió, alzando sus cejas.

—Sí me quisieras muerta... Ya lo estaría hace mucho tiempo. No hagas amenazas que no cumplirás —luego de una breve pausa, agregó—. No es bueno para tu reputación del gran lobo feroz.

•••

«—Oscura como el cielo en el cual yace la luna. He venido a tomar lo que es mío. La oscuridad cae como la sangre, las lágrimas y la gloria. La oscuridad está cerca».

Sin importar quien fuese Elijah Mikaelson que pronunciaba esas palabras todavía le causaban escalofríos. Andrea miró al Original expectante. Pese a que hubiese recitado la oración en voz alta, él la leyó repetidas veces en su mente. Sentía el hastío de Andrea pero no pronunció vocablo al respecto.

— ¿Te parece familiar? —Andrea estaba sentada frente a él. Los codos apoyados en sus piernas, sus ojos clavados en el vampiro. Sin despegar su vista de la hoja con la letra de la loba, Elijah negó. Andrea se inclinó cuando dijo lo siguiente—. ¿Qué crees que sea, entonces?

—Podría ser una profecía o quizás una advertencia.

— ¿Una advertencia de qué? —las manos de Andrea estaban entrelazadas balanceadas en el aire—. ¿De tu supuesta hermana, quizás?

Elijah la miró.

La preocupación teñía sus facciones, entristeciéndolas al mismo tiempo que las endurecía. Cuando Andrea llegó a él más temprano en el día, se sintió aliviado de verla. Luego de lo que casi pasó el día de la boda, sus conversaciones habían sido nulas, quizás, ese par de días de distancia era el tiempo más largo en el cual ellos no habían conversado —sin contar el tiempo que estuvo cautivo—. La realización de eso le sorprendió. Andrea se estaba volviendo una constante en su vida.

Sin embargo, y por mucho que el Original se alegrará de tenerla consigo, le pasaba tener que ser de aquella manera: con una amenaza en puerta.

—Sí tiene el suficiente poder de traer de vuelta a la vida a Finn, es porque ella debe ser la oscuridad que esto profeta —tenía sentido su breve explicación, no obstante para Elijah algo no parecía encajar correctamente.

—Con base a lo que dices, entonces ¿por qué ir tras de ti? ¿Por qué poseer a Ayana por algo tan vago cómo esto? —Elijah divisó como Andrea abandonaba su posición para recostarse en el asiento—. Ella salvó a Rebekah —se dijo más para así mismo que para su acompañante—. Sí es una guerra lo que está buscando... No entiendo cómo está moviendo sus piezas.

Los ojos de Elijah se volvieron a la hoja blanca en su mano. La frase «He venido a tomar lo que es mío» resonaba en su cabeza con fuerza, él creía que la clave del acertijo estaba contenida en las ocho palabras escritas. Simplemente, tenía que ser lo suficientemente inteligente para decodificarlas.

Andrea suspiró frustrada. Segundos luego, se levantó del sofá exhalando sonoramente. En la pequeña vuelta notó lo clásico pero aun así moderno del nuevo hogar del vampiro. El departamento —el cual cualquier agente de bienes raíces lo consideraría como un pent—house— afirmaba el gusto entre lo conservador e innovador que Elijah Mikaelson tenía. El ambiente era sosegado en contraste al reciento Mikaelson, pero aun así, la tranquilidad no competía con lo alejado y gélido del lugar. Podría ser un hogar, sí. Pero todavía tenía un largo camino por recorrer.

— ¿Qué debería hacer, entonces? —interpeló. El miedo se había disipado dejando paso a una ola de preocupación contenida. Elijah lo notó. Para estas alturas del día, Ayana seguía sin ser localizada. No había llamado, por lo que Andrea dio la orden de buscarla por la ciudad—. ¿Dejar esto pasar? ¿Esperar a recibir una llamada en donde me digan que Ayana está muerta? ¿Qué debería hacer, Elijah?

En el poco tiempo de conocerse, el Original jamás miró en los ojos de Andrea y los vio cristalizarse. Tampoco notó su voz ahogada y las palabras saliendo con dificultad de sus labios. Fue en ese momento en que se dio cuenta que Andrea era como la luna; brillante y magna, pero como la luna misma, ella estaba rodeada de oscuridad. La oscuridad la estaba alcanzado.

«—Nueva Orleans te cambiará. Nos cambia a todos». Recordó que le dijo una vez. Odió tener la razón.

Elijah dejó el escrito en la mesa a su lado. Se levantó con presteza para alcanzarla. Lo que pasó después, fue inesperado para los dos. Elijah acunó su rostro en sus manos, obligándole a mirarle. El contacto se volvió inquebrantable en segundos. Andrea se estremeció bajo su tacto.

A lo largo de los años, Elijah desarrolló la inusual necesidad de asegurarle a sus seres queridos que todo estaría bien, incluso si el mundo se estuviese cayendo a pedazos a su alrededor. Él hacía promesas, daba su palabra y se aferraba a ella tanto como le fuese posible porque eso lo hacía sentir humano. Y, aunque, en muchas ocasiones sus promesas eran más deseos que otras cosas que terminaban sin cumplirse, Elijah se arriesgó esta vez por un deseo más:

—Ayana estará bien —le aseveró, queriendo confiar en sus palabras—. Tienes mi palabra. Confía en mí —musitó, mirando cada facción de su rostro en aras de guardarlo en su mente como su tesoro—. ¿Confías en mí?

De inmediato y sin vacilación, Andrea complementó con plena seguridad—. Sí.

Elijah asintió con una leve sonrisa. Sin pensar en el tiempo exagerado que pasaban sus manos en su rostro, el Original se quedó en esa posición por unos instantes más. Andrea tampoco parecía quejarse. En un arrebato de valentía, Andrea avanzó un paso más cerca de él y su respiración. Tenía la intención de hablar, pero cuando una tercera voz se coló en sus oídos, cerró sus labios y ambos se separaron de inmediato.

Gia los miró con una expresión confusa.

— ¿Ustedes dos estaban...?

—No estábamos haciendo nada —Andrea se apresuró en hablar. Pese a la presteza de su respuesta, su contestación resultaba vaga y no totalmente correcta. Sus ojos se desviaron de Gia a Elijah, y luego a Gia otra vez. Andrea carraspeó—. Es más, ya me tengo que ir.

—No tienes que irte, yo fui la que interrumpí...

—No estabas interrumpiendo nada. En lo absoluto —volvió a decir. Sus mejillas las sentía caliente, y en parte se debía al sonrojo de las mismas. Se giró hacia Elijah para decir—. Nos vemos. Sí sabes cualquier cosa...

—Te lo haré saber de inmediato.

—Gracias —le regaló una sonrisa a medias. Avanzó hasta la salida, pasándole por un lado a Gia. Luego lo único que quedo de ella, fue su aroma en el departamento.

La vampiresa le sonrió con complicidad al Original. Pese a haber estado juntos, no existía entre ellos una relación romántica que opacará los sentimientos progresivos de Elijah hacia Andrea. Sin embargo, el original no podía darse el lujo de negar que apreciaba a Gia. Pues, ella era su pupila.

—Así que tú y Andrea Labonair... —zumbó divertida. Elijah negó su cabeza con levedad pero mantenía una sonrisa, sin embargo—... Excepcional pareja harían ustedes dos. El vampiro original y la reina de los lobos. Suena como un libro que definitivamente leería.

—No eres graciosa, Gia.

—Pero lo soy —afirmó—. Cómo sea, ¿para qué me necesitas?

El trajeado caminó hasta ella con una hoja que sacó del interior de su saco. Se la tendió y la morena la desdobló sin entender el propósito de que él le entregará una partitura de Beethoven, compuesta para ser tocada con violín. Alzó la vista, esperando por una explicación.

—Quiero que hagas una presentación. Es exclusiva —Elijah percibió la barrera que pondría Gia en el momento en que su esclarecimiento fuese entendido, por lo que se apresuró a decir—. Es para salvarle la vida a alguien que me importa profundamente. Me desagrada el hecho de que pueda sufrir, sí está en mis manos detenerlo.

— ¿Es tu hermana... Rebekah? —inquirió completamente seria.

—En efecto —asintió, con tristeza—. Ya hemos perdido un hermano está semana. Me gustaría reservarme el derecho de otro funeral tan pronto.

Gia asintió—. ¿Para quién va dirigida la presentación?

—Josephine LaRue —respondió con la elegancia francesa necesaria en su tono de voz—. La regente de los Nueve Aquelarres.

•••

—Las brujas quieren que se les devuelva el cuerpo de Vincent Griffith ileso, Niklaus.

El híbrido rodó los ojos con fastidio y cansancio. Miró de reojo como Finn yacía en el suelo, al borde de una segura muerte por su mano. De su boca salía la sangre que lo obligaba a agonizar. El zumbido en sus oídos era tan claro como la discusión de sus hermanos. El dolor en su estómago incrementaba, de igual manera.

— ¿Y qué más quieren? —musitó. Evidentemente molesto, solo era cuestión de tiempo para que el sarcasmo y la ironía brotaran de él—. ¿Un desfile? ¿Escobas gratis para los Nueve Aquelarres? ¡No me importa en lo absoluto lo que quieran las brujas, Elijah! —lo empujó, labrándose su camino hasta Finn para terminar con todo esto de una buena vez.

—Rebekah está en peligro —el híbrido se detuvo en seco, pero no se volteó—. Josephine LaRue es una potencial aliada para evitar que ese peligro llegue a Rebekah, y controlar lo que sea que venga por Hope. Sé más que nada, que ellas son tu prioridad.

—No necesito a las brujas para protegerlas —replicó con hostilidad—. Ergo, consagrarme con la comunidad al devolverles el cuerpo de uno de los suyos, no me interesa en lo más mínimo.

Elijah entreabrió los labios para disuadirlo de su decisión, sin embargo, su voz no salió y fue remplazada por un acento europeo y femenino. Se volteó para cuando la desconocida dijo—. Entonces, no eres tan inteligente como aclamas ser.

La mujer —el cual tenían leves sospechas de quien se trataba—, era tal como la describió Rebekah. Facciones físicas que podían asegurar su verdad; cabello largo rubio, el perfil de su rostro era suave y fino. En contraste a Rebekah, que era un reflejo físico —y el más parecido— a Mikael, Freya era el espejo de Esther. Una coincidencia muy grande para pasar desapercibida.

E incluso así, no era suficiente para Niklaus. Sus ojos la escudriñaban y aun así no podía observar nada que la hiciera ver como su hermana perdida.

— ¿Quién eres? —demandó saber.

La mujer les otorgó una sonrisa cálida. Avanzó hasta llegar al moribundo Finn en la esquina, se puso de cuclillas y Finn tomó su mano, al mismo tiempo que apreciaba el aire en sus pulmones.

—Freya... Ayúdame, por favor —decir cuatro palabras jamás había sido un trabajo arduo, pero ahora era comparable a una herida de guerra en su hombro.

Freya tomó su mano con fuerza y musitó—. No te preocupes, hermano. No dejaré que nadie te haga daño.

Entre sangre y lágrimas, Finn le sonrió. Los hijos de Mikael fueron testigos de cómo la mayor de ellos, llevó su mano libre hasta levitar su collar en el aire. Recitó una oración tres veces y el colgante emanó una luz que incluso estando ella de espaldas, Klaus y Elijah pudieron ver. El cuerpo comenzó el proceso de curación de inmediato y Lafayette se llenó del grito de Finn, opacando el silencio de los muertos. Mientras el pendiente seguía brillando en el día, Finn miró con horror a su hermana.

— ¿Quién eres?

La sorpresiva pregunta le hizo levantar la comisura de sus labios en una tenue sonrisa. Elijah dio un paso hacia adelante y junto a él, Nik expresó una mirada de confusión ante la escena. Antes de que su hermano pudiese pasar la vista sobre ellos, Freya suelta su mano y se levanta con delicadeza. Sutilmente, mueve sus manos junto con el viento y Finn cae inconsciente a sus pies.

Freya se voltea a los menores.

El primero en preguntar es Klaus—. ¿Qué le hiciste?

—Finn está libre de cualquier daño —sostiene la piedra en su cuello. Un rectángulo azul inofensivo a simple vista—. Les puedo asegurar que él ya no será un obstáculo para nuestra causa.

— ¿«Nuestra causa»? —interpela con desconfianza Elijah.

—Sí. Nuestra causa —asevera con un aura de paz inquebrantable—. Ahora que han dejado de discutir, pueden escuchar lo que su hermana mayor viene a ofrecerles.

Klaus soltó una carcajada llena de incredulidad y cinismo.

— ¿Qué podrías ofrecernos más allá de cuentos de hadas y mentiras? —sus cejas se alzaron con recelo.

—Cuando habló no digo nada más que la realidad. Resulta normal que veas la verdad con ojos aprensivos y busques refugiarte en mentiras que datan hace más de mil años. Sin embargo, esta es una verdad innegable... Fui yo quién rescató a Rebekah de la casa Fauline —le miró con aquella pasividad que era digna de su madre—. En el tiempo en que el nuestra hermana sufría, ¿dónde estaban ustedes?

La sangre de Klaus comenzó a hervir.

Dio un paso hacia ella.

—Bajo esa premisa puedo declarar lo mismo... Durante más de mil años se te creyó muerta. Luego, apareces en el momento perfecto donde se cierne una amenaza sobre familia. ¿Dónde estuviste durante ese tiempo? —instó con el mismo tono viperino que utilizaba contra sus enemigos—. ¿Quizás, enviado tus lacayos desde el Otro Lado para ir detrás de hija?

—Las amenazas que ha sufrido Hope desde que se corrió la voz de su existencia no han provenido de mí. Eso es cortesía de nuestra madre y lo sabes muy bien —no se sentía intimidada por Niklaus y la sombra que traía consigo—. Por otro lado, jamás he estado en el Otro Lado y tampoco he tenido lacayos, cómo dices. Finn es una víctima más de la mente macabra de Esther... Ella nos ha destruido a todos.

En ese preciso momento, y como si las similitudes físicas no fuesen suficiente, la escena le rememoró a las palabras que Rebekah expresó antes de su exilio un poco más de un año atrás: «Estamos dañados más allá de cualquier enmienda». Lo impresionate era la semejanza de la escena, pues, recordaba que también sus palabras fueron pronunciadas en Lafayette.

Sin embargo, Klaus se encontraba reacio a admitirlo—. No hables cómo si fuésemos familia. No sabemos nada sobre ti.

Entonces, Freya implantó en ellos un recuerdo doloroso. La primera vez que Dahlia, hermana de Esther, llegó al viejo reino de Noruega para recolectar lo que por juramento le pertenecía: el alma y el poder del primogénito de cada generación. Los hijos de Mikael divisaron a su tía mientras tomaba a una pequeña Freya y la apartaba de su madre y hermano; vislumbraron a Esther llorando pero reacia a hacer algo para detener a su hermana. Escucharon los gritos de Finn rogando por su hermana y el llanto junto a la voz de Freya tratando de alcanzarlos al momento en que más se alejaban.

Cuando el recuerdo terminó se disipó, Freya los miró expectante.

— ¿Todavía creen que miento?

—Eso no prueba nada —seguía incapaz de ver la realidad, Freya pudo notar con pesar—. Además, de tu habilidad para evocar ilusiones. Un delirio no es suficiente para hacernos creer.

—Entonces, ¿qué tal un hecho? —Elijah frunció el ceño—. Sí yo he despertado de mí sueño, Dahlia también lo ha hecho. Una vez que lo haga y sienta la magia de tu hija, porque creeme, que lo hará. Nuestra tía vendrá a por ella —su cuerpo se tensó ante ello, hablar de Dahlia era un asunto frágil—. Es más anciana que cualquiera de nosotros. Tiene el poder suficiente de matar a cualquier que se interponga en su camino... A menos de que la matemos primero.

— ¿Crees que somos estúpidos? —escudriñó Klaus. Las octavas en su voz se elevaban al tiempo que enunciaba cada palabra—. Resulta conveniente para ti presentarte en el momento preciso para ayudar a matar a la mujer con la que has estado más de mil años.

Su hermano tenía un punto a su favor, Elijah no podía negarlo. Miró con ojos interesantes lo que Freya tendría que decir en contra ello. El Original notó que el que Nik diese por sentado que ella sería incapaz de herir de algún modo a Dahlia le enojó. Sí la memoria que fue implantada instantes atrás era cierta, era una reacción apegada a la realidad.

—No tienes idea de lo que he hecho para escapar de ella —acentuó con seriedad en su voz. Elijah denotaba frustración y enojo en su dicción—. O de lo que he perdido en el camino.

Sus ojos apremiaban que existía una historia triste detrás de sus palabras. Freya no se las contaría. Ellos no preguntarían tampoco.

Al sentir que la conversación se volvería más extensa de lo que era, Elijah avanzó un paso hacia ella. Robándose su atención.

— ¿Sabes cómo detenerla? —inquirió, con sus manos dentro del abrigo negro sumamente costoso.

Elijah le creía.

Freya sonrió.

—Necesitaremos una lista de materiales para lograrlo —respondió con esperanza—. He mandado a Padre a recolectarlos.

Klaus soltó otra carcajada.

— ¡Pusiste la vida de mi hija en las manos de Mikael! —no fue formulada como una pregunta retórica, si no como una afirmación suspicaz—. Sí hubiese querido tener una charla ridícula me hubiese quedado hablando con Jackson. Esto va más allá de cualquier pensamiento sano... —avanzó lo suficiente hacia su hermana para decir—. Estás demente.

Freya no borró la sonrisa de su rostro.

—Niklaus —con la paciencia del mundo, Elijah detiene a su hermano de retirarse abruptamente del cementerio—. Ésta mujer conoce la amenaza a la que nos enfrentamos, ¿No resulta más demente pensar que podemos derrotar a nuestra tía sin ella? Ella está dispuesta a compartir información valiosa.

Niklaus le miró como si le hubiese contado el mejor chiste del día.

Cuando Nik observó que su hermano iba en serio, su rostro reflejó la misma cantidad de seriedad.

—Me vas a disculpar si no confío en la mujer que dice ser nuestra hermana. No pienso arriesgar a mi familia por una extraña —masculló entre dientes—. Solo tenemos una hermana y ella está en peligro.

Klaus no esperó respuesta de su hermano, y se fue de Lafayette antes de que pudiese expresar su desacuerdo. Freya juntó sus manos y le ofreció una mirada afectuosa desde la distancia.

—Gracias, hermano. Tu amabilidad y confianza son apreciadas.

Elijah le miró. No se detuvo a pensar en el parecido que compartía en la sonrisa de Rebekah; suave y cálida.

—No confundas mi defensa por ti en confianza, Freya —aclaró severo—. Qué acepté tu identidad no significa que confió en ti.

Freya escondió separó sus manos. Ojos azules que le miraban inquisidores—. Encontraré una manera de ganarme esa confianza, entonces.

•••

Cuando la oscuridad se apoderó de los cielos azules, Andrea tomó un sorbo de su bebida, mirando a Camille moverse con gracia en su pequeño departamento. La loba no tenía muchas amigas —o amigos, sí ese era el caso—. Cami le pareció una persona de confianza desde el primer momento. La rubia irradiaba una seguridad tal que podría contarle sus problemas sin necesidad de sentirse presionada o abrumada. Andrea pensó que se debía a su carrera profesional.

—Siguiente tema: Elijah —se lanzó en el sofá completo a su izquierda, Cami notó enseguida la postura rígida de parte de su más reciente amiga—. ¿Por qué esa reacción? ¿Algo malo pasó?

Andrea la miró, negando levemente.

—A veces resulta fastidioso que seas psicóloga. No puedo reaccionar ante algo, sin que le busques una razón —bebió un trago más.

—Pese a vivir en un mundo de caos constante, todo tiene una razón, Andrea —puntualizó, pero sin aras de salir del tema volvió a preguntar—. Así que Elijah... ¿Qué ha pasado entre él y tu luego del casi beso de la boda?

Andrea suspiró.

—Creo que hoy también hubo un casi beso —la bartender abrió los ojos en sorpresa. Se inclinó hacia adelante en una forma de mostrar un repentino interés en la conversación—. No lo sé. No estoy segura. La verdad es que toda la situación me resulta frustrante —admitió, echando un vistazo a la sala de su amiga.

— ¿Por qué?

—Porque jamás me había pasado algo así. Nunca —enfatizó. Tenía sentimientos revueltos y ante la mera mención del Original sentía nervios—. La única vez que me sentí tan fuera de mí fue cuando rompí la maldición —confesó, luego de rememorar un poco en su pasado—. E incluso así, las situaciones son incomparables.

Cami divisó cuando acabó el bourbon de su vaso, y sirvió un poco más en la botella. Le sorprendía la alta tolerancia que poseía alguien de su edad —Andrea tenía veintidós años—, no obstante, podía comprender que en gran parte se debía a su naturaleza.

Para Andrea, por otro lado, el día terminaba con más calma. Luego de estar con Elijah, volvió al pantano, solo para cuando llegó recibió un mensaje en donde un miembro de la manada el cual le decía que Ayana había vuelto a casa sin ningún efecto extraño sobre ella. Llegó tan rápido a ella como fue posible pero la bruja no recordaba nada más decirle que fue a dar un paseo por la ciudad, Andrea lo dejó pasar. Quizás, sus poderes estaban evolucionado y sus teorías no eran más que exageraciones del contexto actual.

—Sí estás así cuando no lo has besado, imagínate cuando sí lo vayas a hacer —dijo en un tono entre la burla y la seriedad.

—Ese es, precisamente, el punto —Cami le miró sin entender. Ante eso, Andrea prosiguió—. El beso no fue necesario. Quizás lo que diga no tenga sentido en absoluto, pero desde el día de la boda algo cambió...—declaró suavemente y con lentitud—... Elijah tiene este poder de hacerme sentir que él está...

— ¿Debajo de tu piel sin siquiera tocarte? —la psicóloga terminó por ella. Andrea asintió. Cami le dio un sorbo a su bebida y suspiró—. Conozco el sentimiento muy bien.

— ¿Es así como te sientes acerca de Klaus?

Hablar del híbrido era un terreno poco transitado para ambas. Parcialmente se debía a que Camille se encontraba reacia a aceptar sentimientos de su parte, que indicasen una amistad profesional. Luego de su breve relación con Marcel, ciertamente, todo había cambiado.

Cami no respondió, pero no fue necesario. Andrea podía darse cuenta por sí sola, y también podía reconocer cuál era el miedo de la rubia: enamorarse de un monstruo. Y, posiblemente, ese también era el miedo de Andrea.

•••

—Desde el principio de tú naturaleza, los licántropos alfas se han declarado a sí mismos reyes y reinas. Tomando las riendas de un grupo de personas asustadas y manadas malditas; personas con la necesidad de liderazgo. Empero, tu manada está curada. Y hoy en día se consolidan como el último Clan sobreviviente; están en paz y renovados, e incluso así Jackson toma el liderazgo por sentado.

Aiden lo miró con una expresión imprecisa.

El bar de Billy estaba ausente de personal y clientela. Las únicas personas respirando en el lugar eran el lobo, y su acompañante de la noche, el híbrido Original. El dueño —quién Aiden suponía que era Billy— estaba en una esquina, en esperas de que ambos seres terminarán su reunión para poder cerrar. Eso no era común —que el dueño esperase a que sus clientes terminarán—, así que supuso que Klaus tenía que ver con el inusual comportamiento del dueño.

—Jackson no toma su liderazgo por sentado —le aclaró, mirándole—. Él pertenece a la familia real. Es un derecho, así funcionan las cosas.

—No obstante, es un mundo nuevo —su tono suave, se volvía denso al pasar el tiempo—. El clan necesita un nuevo líder. Alguien elegido por ustedes, y no por personas muertas y costumbres arcaicas.

—Sí alguien quisiese oponerse al liderazgo de Jackson o en su defecto de Andrea, no existe ninguna regla que se lo impida. Pueden enfrentarlos con el instinto básico —explicó, dejando su trago a un lado. La conversación le comenzó a marear—. Ellos están haciendo un buen trabajo.

—No difiero en eso, sin embargo, presiento que alguien más podría ser un mejor trabajo.

— ¿Sí? ¿Quién?

—Tú —respondió con simpleza. Aiden abrió los ojos en sorpresa—. Siempre has estado ahí. Conoces mejor que nadie las tradiciones, acuerdos e historia. Estoy seguro que puedes ser un gran líder... me dejas ayudarte a explotar ese potencial.

—Éstas hablando de traición.

—En absoluto —negó levemente. Sus ojos fijos en él—. Lo dijiste tú mismo, puedes enfrentarles cuando estés preparado.

Aiden arrugó el entrecejo.

—Buscas en mí a alguien que pueda destronar a Jackson —dedujo con velocidad—. Dime algo, Klaus —se acercó con levedad a él—. ¿Buscas en Hayley a alguien que pueda destronar a Andrea? ¿Es eso?

—No tengo poder en Hayley, ni tampoco tengo poder en ti —contestó, sin saciar por completo la necesidad de respuesta en el lobo mejorado. El original sonrió al observar lo perspicaz pero aun así lo maleable que podría llegar a hacer el lobo—. Solo apunto a un mejor futuro para los tuyos, porque ahora mi hija es uno de ellos.

Sin borrar su sonrisa, Klaus se levantó del taburete. Dejando la paga en la mesa de madera y dándole una mirada más a Aiden, quien se encontraba sopesando sus palabras.

—Me haces saber cuándo estés listo. No obstante, ten en cuenta que el tiempo se detiene para siempre hacia adelante. Lo que significa que el futuro es hoy, y que el mañana... —apuntó al reloj en su muñeca—... ya está aquí.

... Y esa fue la movida que dio Niklaus Mikaelson. La primera parte de su plan estaba en marcha, lo que él no veía todavía es que no todo terminaría como él esperaba.

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