xii. Heavy is the Head
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capítulo xii. pesada es la cabeza
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Un chamán preparado es el único que puede oficiar un ritual de unificación. Para la manada Creciente aquel personaje era representado por Mary Dumas: una anciana que los años le pesaban y que, por decisiones tomadas por terceros, había visto los horrores de la guerra, sus estragos y había sentido la pena que traía consigo. Sin embargo, para completar el sumario se le añadía que era la abuela materna de Jackson...
...Y si le preguntamos a Hayley, también faltaría como adjetivo una mujer de poca paciencia.
Veía charlar a gusto a Mary con Andrea más adelante en el camino y no podía dejar de preguntarse en que si todo saldría bien. Lo ansiaba porque está boda significaría que Hope tendría un ejército, de ser necesario, para protegerla; que Nueva Orleans podría ser lo suficientemente seguro para traerla sin preocuparle un pariente o enemigo de los Mikaelson.
La conversación que suscitaba se reproducía como una escena de fondo a su propio mundo. Paró en seco cuando los demás se detuvieron pero aun así no lograba conectar a tierra. O al menos era así hasta que Jackson la jaló levemente.
—Lo siento —se excusó, mirando a la anciana con una cara apenada. La mujer no lucía amigable y todo lo que Hayley sentía era hostilidad hacia su persona.
—Cómo decía —rodó los ojos—. Esto no es una boda común, pero asumo que eso ya lo saben. Mediante el ritual sus corazones se volverán uno —señalo a la pareja—, pero antes de llegar a eso, debe existir un nivel de confianza y plenitud entre ustedes. Deben sentirse lo suficientemente cómodos el uno con el otro para hablar sobre todo aquello que les quita el sueño y eso es otro ritual.
— ¿Qué tipo de ritual? —preguntó Hayley con presteza. Una sensación extraña se apoderaba de ella—. Pensé que solo era uno.
—Usualmente no ponen esta parte en los folletos de información porque no lleva mucho trajín. Es un sencillo ritual de confesión —explicó entre una mezcla de antipatía y suavidad—. Deben decirse el uno al otro sus secretos. Por más pequeños que éstos sean.
Hayley sintió su boca seca. La tensión que emanaba su cuerpo no le fue desapercibida a ninguno de los tres licántropos, no obstante, Mary fue la única que respondió ante su reacción.
— ¿Hay algún problema, muchacha? —entrecerró sus ojos, mirándola fijamente.
La híbrida conservó el silencio por unos segundos, mirando de reojo a Jackson y luego a Mary. Andrea, por su parte, no entendía su notoria resistencia ante un ritual que no lucía como algo del otro mundo, más pronto recordó el gran secreto de la familia. Aquel que le fue entregado con una advertencia por parte de la mujer rusa hace un tiempo ya.
—Yo... —divagó por unos segundos, desviando su mirada entre todos los presentes, finalmente reposó sus ojos en Jackson—... Yo no puedo hacer esto, Jack. Lo lamento.
Sin darle tiempo de detenerla, Hayley comenzó a caminar en la dirección opuesta a ellos. A los pocos segundos, Jackson pareció reaccionar y corrió tras ella, mientras que Mary y Andrea se quedaron atrás; mirando el camino tomado por ambos y dejando en confusión a la anciana.
— ¿No se supone que ella estaba de acuerdo con esto? —la mujer de tez blanca y cabello blanco le preguntó a Andrea.
La loba mantenía su mirada en el camino, sin embargo respondió—. Tiene secretos que pesan.
Mary arrugó su frente.
—Tú sabes el secreto —sentenció con tal fervor que hizo que Andrea posará su vista en ella—. ¿Es lo suficientemente pesado para que un tercero lo conozca?
—Es lo bastante pesado para hacer que mueras por él —la loba reparó en lo que le había dicho Klaus el día anterior. Quería creer que Hayley seguiría con su palabra pero sinceramente tenía sus dudas, trató de relajar sus facciones al hablar—. Quiero que seas completamente honesta, Mary. ¿Crees que esto es una buena idea?
La anciana la miró con una expresión imprecisa.
—No lo sé —admitió con sinceridad. La voz de la mujer de cabellos blancos era ronca y pesada—. Mi nieto la adora. Eso es lo que he podido ver, si ella quiere este matrimonio, harán que funcionen. Pero, la verdad es que, Andrea, nada la ata a ser la salvadora de la manada.
Andrea bufó mirando el camino repleto de árboles y tierra.
—Iré a ver cómo están.
Mary le respondió con asentimiento leve de cabeza. Pronto, Andrea hecho a andar y mientras caminaba con nada más que la naturaleza de testigo, se peleaba contra sus propios pensamientos; la situación era estúpida y tenía una salida tan fácil como visible. ¿Hayley no quería este matrimonio? Pues no importaba. Podrían conseguir una manera de quitar la maldición conjunto con Ayana y quizás otras brujas. El legado restante de los Crecientes no se comprometería tampoco porque Andrea podría no estar lista para el matrimonio —mucho menos para algo tan simbólicamente inmenso como el ritual de unificación— pero lo haría funcionar. Estaba lista para intentar.
Cuando oyó las voces dentro de un perímetro considerablemente cerca detuvo su caminar. Escondió su figura detrás del tronco de un árbol grueso y escuchó.
—Algunos de los secretos no son míos para decirlos, Jack —desde su escondite divisó que Hayley le era imposible mantener su vista fija en el lobo. Sentía remordimiento, quizás.
—Algo de honestidad es sano tanto para la mente como para el alma.
—Suena idílico. Pero vivo con la familia Original —repuso mirándole. Tanto sus ojos como su voz denotaban la seriedad del asunto y la resistencia de su esencia—. La honestidad en esa familia puede hacer que te maten.
—Todos tenemos secretos que esperamos que nunca vean la luz del día —alegó con justa razón. Se mantenía reacio a dejarla ir—. Pero te apoyaré, Hayley. Ahora y siempre, ¿recuerdas?
Las palabras lograron avivar a Hayley de algún modo. Un brillo se extendió en sus ojos color verde avellana. Sin embargo, aquella chispa para ceder no fue notoria para Andrea desde su ángulo quién salió de su escondite con toda la intención de hablar.
—Déjala ir, Jack —masculló Andrea mientras avanzaba hacia ellos. Sus ojos fijos en Hayley. La aludida rodó los ojos ante su presencia—. No confía en ti, tampoco quiere hacer esto. Déjala ir.
Entre ambas, se encontraba Jackson. El lobo pasaba su vista de la izquierda a la derecha en aras de detener una situación que podría pasar a mayores, pues, la hostilidad entre ambas era tan palpable como pesada. Existía una riña entre las dos que se debía a la falta de posición de querer hablar sobre asuntos que no podían dejarse a un lado.
—No hables por mí, gracias —respondió áspera Hayley—. Si no quisiera hacer esto, no tendría el anillo en mi mano.
—Eso no significa nada. A la mera situación que pueda significar un obstáculo para la boda, te vas. No quieres esto. Admítelo y huye. Huye como siempre lo has hecho.
Las palabras eran peligrosas. Lo siguiente escena lo tomó desprevenido, Hayley se llevó consigo a Andrea a velocidad vampírica. La estampó contra el tronco de un árbol y el ruido quejumbroso fue aquello que lo conectó a tierra.
—No me conoces —replicó por lo bajo. Sus ojos bailaban en color amarillo dorado y furia; su mano ejercía tal presión en el cuello de Andrea que mantenía su boca abierta para tomar aire—. Debería matarte ahora mismo.
—Hazlo —la alentó con altanería. La risa que le siguió estaba repleta de petulancia—. Y te convertirás en una traidora igual que tu padre.
Antes que Hayley pudiese hacer algo de que lo se podría arrepentir después, Jackson las separó. Mientras Andrea buscaba el aire, Jackson acunó la cara de Hayley con sus manos en orden de que ella se concentrará en él, lográndolo al poco tiempo. La cólera se disipó y la siguió un estado de calma.
—Entenderé si no me quieres decir tu secreto. Lo respeto —inició con voz baja—. Iremos a pasos de bebé, al momento en que te sientas incómoda, lo detenemos —la híbrida sentía su corazón ensancharse ante la comprensión que expresaba Jackson—. Cuando sea el momento, iré primero porque quiero esto. No me asustó fácil y necesito que sepas que... —para ese momento, sus manos habían dejado su rostro—.... tus secretos son mis secretos. Tus demonios son mis demonios y después de esto; jamás tendrás que luchar contra ellos sola. Lo prometo.
El lobo extendió su mano hacia ella, revelando su palma abierta. Hayley la miró incapaz de tirarse al vacío pese a sus reconfortantes palabras. Luego de un tiempo eterno, Hayley entrelazó la mano de él junto con la suya. Jackson le regaló una sonrisa que logró tranquilizarla más que no lograba borrar el mal rato con Andrea y cuando la híbrida miró a su lugar; Andrea se había ido.
•••
—Nuestra meta es confrontar a tu subconsciente. Un elemento de mi tesis es la supresión del trauma pasado, además de cómo ésta se manifiesta en un aberrante y continuo comportamiento violento.
—Creo que escuché eso antes —el original arrugó sus ojos para dedicarse a recordar la familiaridad de donde obtuvo el concepto que Camille profesaba—. Me parece que fue en 1897 cuando un muy estimado amigo desarrolló la conceptualización del tema. El argumento me resultó igual de interesante que la taza de té que tomé en el café de Venecia —relató con extrema candidez. Una danzante sonrisa se extendía en su rostro—. Al tiempo le dieron un título que me cuesta recordar... El Padre de la Psicología Moderna, me parece, pero no estoy seguro.
Miró distintos lugares de la sala antes de posar su vista en Camille. La psicóloga abrió los ojos sorprendida por la poca importancia que le daba al relato, e incluso el original se podría decir que una sonrisa alegre curvó sus labios ante la anécdota contada.
Camille se dio la tarea de analizar al original en el tiempo que le daba, a petición del trajeado, él creía estar listo de hablar con sus problemas con un profesional en orden de ir más allá de su trauma y conservar intacta la poca sanidad de su mente.
—Freud fue inteligente, lo admito —murmuró la rubia luego de reconocer al personaje detrás del narración—. Pero aquí hay algo que sé que él no sabía.
—Tú dirás —el original hizo un ademán con sus manos, alentándola a dar su punto de vista.
— ¿Cómo se siente cuando alguien arranca de ti el más sombrío e insondable dolor sin tu consentimiento? —se detuvo por unos instantes. Camille supo que Elijah comprendía el alcance de sus palabras cuando su rostro se fundió en la severidad y firmeza—. Se siente una sensación de dicha que se mezcla con la vulnerabilidad de sentirse lúcido; transparente al mundo. Es como una bendición y una violación hacia tu persona.
Elijah tragó saliva. Se acomodó en su asiento y experimentó un alto índice de identificación con el pensamiento de Camille.
Ante su reacción, Camille lo miró fijamente.
— ¿Suena familiar, no es así? —al no tener respuesta de su parte, prosiguió—. Comencemos con algo simple. ¿Qué es la puerta roja?
Elijah movió sus hombros, la incomodidad creció en poco tiempo.
—Es una imagen de mi pasado. De mi juventud, siendo específicos. La manera más sencilla de definirla es como la puerta de un matadero —le fue imposible mirarle a los ojos durante su historia. Cerraba los ojos y veía la puerta de madera en su dormir. Desde semanas atrás, él no había que era descansar—. Más veces de las que me gustaría admitir aparece en mis sueños como flashes. Recientemente, no parece importar si duermo o no... Hasta despierto, la observó —el original miró a Camille—. Es una memoria pero también es una metáfora.
— ¿Hay muchos detrás de la puerta?
Camille lo siguió con la mirada cuando abruptamente se levantó. En la estancia caminó hasta la chimenea y se detuvo ahí por unos instantes.
—Muy bien sabes que no soy renuente a la violencia —articuló sin mirarla—. Sin embargo, por lo general, me impongo un control que me mantiene alejado de ser consumido por el caos. Empero, cuando éste se desata es detrás de la puerta donde se ocultan los hechos.
«Donde se oculta mi verdadero yo». Quiso agregar pero se contuvo, no quería asustarla ni tampoco alejarla.
— ¿Por qué esa puerta en particular? ¿Por qué el apego?
—Fue frente a esa puerta en donde la primera mujer que amé me dijo que me amaba también —Camille sonrió al escuchar su romántica explicación. Un atisbo de sonrisa apareció en él cuando recordó a Tatia, pero desapareció al recordar su final—. Y, también fue ahí en donde se quedó su cuerpo después de que le quite la vida.
Tan pronto como Elijah se volteó, la sonrisa de Cami se esfumó.
—Nadie sabe esto —se apresuró en decir—. Ni siquiera Niklaus. Mi hermano amó a Tatia profundamente en su momento. Por un tiempo, ambos creímos que fue madre la culpable de su muerte —musitó con desesperación—. Él sigue creyendo eso.
Camille se contuvo de expresar alguna emoción. Analizando el rostro de Elijah no encontró otro sentimiento más que arrepentimiento y un alto grado de dolor en su alma.
—Más allá de flashes o metáforas, la puerta roja es algo que no cree pero que jamás dejaré ir. Está en mi mente y los horrores detrás de ella son muchos para contar. Si mi hermano se llegará a enterar de la verdad no me lo perdonaría. Él no perdona.
En él vivía un daño que fue provocado hace un milenio atrás, el cual dejaba desastres. Todo lo que era Elijah hoy en día se debía a sus superaciones y traumas personales. Tal como Klaus, todo se debía a Esther. La mujer que les entregó la vida pero que los maldijo con ella.
—Es mejor que olvidemos qué... —perdió el balance por unos segundos. Se aferró a la base plana de la chimenea y cerró los ojos tratando de recuperar el equilibrio. Camille lo observó confundida, el original avanzó un paso y prosiguió—. Esto no debe...
El mareo volvió con mucha más fuerza y le fue imposible no ceder. El original cayó al suelo y luego a la oscuridad del vacío. Camille corrió hasta él e intento traerlo de vuelta un par de veces pero falló en cada una. Elijah estaba tan distante y a punto de entrar en un infierno más grande.
•••
La presencia de Andrea en el ritual no relucía ser de mayor significancia mientras tanto Jackson y Hayley no avanzarán en cuanto a contar sus secretos se trataba. El alfa desarrolló una técnica con la cual Hayley pudiese sentir más cómoda; revelar los secretos más insignificantes hasta el de mayor importancia, hasta que eso sucedería, Andrea tendría que encontrar que hacer y aunque pasar un par de horas hablando con Mary sobre temas triviales le resultó entretenido durante un tiempo, al tiempo se cansó.
Y, entonces, cuando Davina Claire le llamó para pedir por su ayuda, ella no se pudo contener.
Por eso se encontraba frente a la iglesia Saint Anne: un santuario de antaño que era conocido por las muertes que se dieron a lugar más que por las misas que ofrecían.
Cuando entró a la iglesia, la escena le sorprendió un poco: Klaus yacía en el suelo inconsciente, Davina estaba a su lado murmurando oraciones incomprensibles incluso para su oído sobrenatural.
— ¿Davina? —inquirió con lentitud al tiempo que avanzaba. La bruja le prestó de inmediato y con bastante rapidez la atención necesaria. Se levantó al momento en que Andrea se encontró cara a cara—. ¿Qué pasó aquí? —le echó un vistazo a Klaus y luego al círculo de sal a un metro de él.
—Estaba intentado localizar la ubicación de Finn —apuntó a las velas y la circunferencia blanquecina en el suelo—. Pasa saber la fuente que está canalizando y poder sacar a los vampiros del complejo pero usó mi hechizo como conducto a algo más grande.
— ¿A qué te refieres cuando dices «algo más grande»? —alzó una ceja.
—Llamé a Marcel, tal parece que Kol está en el mismo estado inconsciente. Luego, Camille llamó y Elijah está igual.
—Él usó tu hechizo para atraparlos —masculló, soltando una maldición por lo bajo. Si algo recordaba de las lecciones de Ayana era que éste tipo de hechizos eran fuertes y no cualquier puede romperlos—. Esto es magia representativa. Muy difícil de romper. Por lo que recuerdo —miró a Klaus en el suelo y luego a la bruja—, esto solo puede romperse mientras que la persona que hizo el hechizo lo haga o en su defecto, que las personas encerradas comprendan las razones de su cautiverio.
— ¿Cómo lo dedujiste tan rápido? —preguntó, arrugando su frente.
—He vivido toda mi vida con una bruja —contestó con una sonrisa ladina—. Sé una cosa o dos acerca de estos tipos de temas.
— ¿Crees que puedas llamarla para saber si nos puede ayudar en algo? —cruzó sus brazos sobre su pecho. Su pregunta fue dicha con cierto tono de duda, interés e incluso miedo. Pero Andrea no creía que el miedo que sentía la joven se debía a ella sino a algo más.
Andrea asintió. Davina le mostró una pequeña sonrisa que no llegaba a sus verdes y hermosos ojos. A los segundos, apartó la mirada y Andrea arrugó el entrecejo ligeramente.
— ¿Hay algo más que te preocupa?
Davina alzó la mirada al instante.
—Kol —admitió con aflicción—. Mientras el tiempo pasa, el hambre de los vampiros no cede. Estoy preocupada por lo que le pueda pasar. Es estúpido pero...
—No es estúpido —le corto con una gesto tranquilizador—. Te preocupas por él. Es normal, voy a llamar a la bruja que nos pueda ayudar mientras tanto no te preocupes, estoy segura que Marcel no dejará que nada le pase.
Davina asintió más tranquila y Andrea se apartó para hacer la llamada, aun con las palabras de Davina en la mente. No era estúpido que ella estuviese preocupado por Kol porque ella estaba igual de preocupada por Elijah, incluso sabiendo que estaba con Camille en algún lugar y que, sin importar si llamaba a Ayana o no, todo dependía de los Mikaelson.
•••
—Tengo curiosidad... ¿Qué sientes cada vez que pierdes Nueva Orleans? —Finn Mikaelson miraba expectante a su medio hermano—. Te esforzaste tanto para hacer de este lugar un hogar ¿y qué te ha dado a cambio? La traición de Marcellus. Los ataques de múltiples enemigos. La pérdida de Darice Pevensie y, probablemente la más importante de todas... —el moreno sonrió con sorna—... La muerte de tu hija.
Klaus endureció su quijada ante la lista específica del mayor de los hijos de Mikael. Elijah, a su lado, sentía como irradiaba tensión y que cualquier cosa que dijera lo pondría en evidencia. Kol, por su parte, arrugó el entrecejo al ver a sus hermanos compartir miradas cuando Finn terminó de enumerar las desdichas de Klaus.
Para el menor y más intuitivo de los Mikaelson, había algo más allí que solo el dolor conjunto.
—Oh, Darice —el vampiro en cuerpo de un joven brujo, Kol, pronunció desde su asiento con relajación. Los ojos de Klaus lo escudriñaron al instante que su nombre salió de sus labios—. Es una pena que esté muerta. Sería refrescante volverla a ver.
El menor miró de reojo al híbrido, en esperas de una respuesta por su parte y cuando él parecía tener toda la intención de hablar, Elijah se le adelantó.
—Es algo delicado lo que tienes aquí —el trajeado puntualiza con la voz aterciopelada. Sus ojos divagaban en la habitación en donde yacían cautivos. Los tres pares de ojos se fueron hasta él—. La magia representativa siempre tiene que ser precisa. Si fallas en la construcción del simbolismo este pequeño mundo podría colapsar en cuestión de segundos —movió sus manos al viento mientras hablaba.
Finn, desde su asiento, le miró con satisfacción.
—Mi representación de ustedes es más que idónea —le aseveró el mayor—. Pasar más de una vida con ustedes me ha demostrado que la percepción que tengo sobre mis queridos hermanos es la correcta.
— ¿Lo es? —contraatacó el vampiro, alzando una ceja tentativamente—. Todo depende de cuan bien conozca el cazador a su presa.
Elijah miró al animal que se usó para representarlo y se tensó. Una farsa de mil años que él terminó creyendo, como todos los demás. Sus hermanos le miraban esperando su siguiente movimiento.
—El noble ciervo —suspiró en un tono lento y cansado, sin dejar de mirar la cabeza del animal petrificado—, una faceta e ilusión que cree a través de los años. Una mentira para mí y para todo el mundo —se volteó con una expresión firme y convicta—. He sido un cobarde... Dejar que Madre borrará de mis memorias aquel acto que hice, y que hoy me atormenta.
Los tres lo escuchaban atentamente pero su confesión no iba para más nadie que para aquel hermano al cuál ha dedicado su vida. Ante los ojos de Finn y Kol, Elijah parecía derrumbarse en cualquier momento.
Elijah Mikaelson estaba tan roto como los demás.
—Yo maté a Tatia —la admisión logró desestabilizar el mundo mágico. Finn se levantó de su asiento y, posteriormente, Kol lo siguió. Las luces iban y venían mientras un roto Elijah confesaba su crimen—. Pasó semanas después de que me convertí. Tienes que creerme cuando te digo, Niklaus —avanzó un paso hacia él. El híbrido lo miraba sin ninguna expresión leíble—, jamás lo quise hacer. Con un arrebato de salvajismo, la alejé de nosotros. Tomé su vida y Madre tomó el papel de la asesina.
El mundo parecía quebrarse ante cada palabra que salía de la boca de Elijah.
Finn parecía perdido ante la posibilidad de que su plan se hacía abajo.
Elijah cayó en sus rodillas frente a Nik.
—Si yo fuera tú, jamás me perdonaría, hermano —bajó la cabeza. Sus ojos cristalinos y su mirada culpable no inmutaron a Klaus.
El desequilibrio se detuvo. Kol miró a su alrededor y, en efecto, lucía intacto.
—El acto de confesión no es lo suficiente fuerte para destrozar todo esto —explicó Finn con regocijo—, pues, pese a todo, sigues siendo el monstruo vestido de cordero que siempre he sabido que eres. Mi magia sigue intacta.
Kol rodó los ojos.
— ¡Esto es estúpido, Finn! —bramó exasperado de la situación. El semblante del mayor no era nada agradable—. Estamos aquí haciendo nada y mi cuerpo está allá afuera con vampiros los cuales tienen un auto-control dudoso y...—el menor agitaba sus manos, enfatizando sus palabras.
Finn le miró por unos segundos.
—No te necesité antes. No te necesito ahora.
Con esas palabras, movió sus manos al aire, pronto la figura de Kol desapareció del panorama. Después de todo, Kol le era un grano en el trasero. Siempre había sido así.
El moreno se volteó a sus hermanos. Elijah seguía arrodillado y Klaus mantenía una expresión ilegible.
El híbrido no tenía mucho que pensar: ¿Qué significaba Tatia para él a estas alturas de su vida? Ella constituía un recuerdo tanto hermoso como lejano, que se distanciaba de él con el paso del tiempo. Su amor fue efímero y, honestamente, al pasar los años no resultaba ser tan importante como alguna vez lo fue.
—Resulta que mi hermano es peor que yo —finalmente habló, con una sonrisa ladina. Se posicionó detrás del trajeado y miró la cabeza del ciervo—. El noble ciervo —un carcajeo irónico salió al tiempo de sus palabras—. Esto solo demuestra que todos tenemos diferentes bestias que luchan por salir a flote —su gesto pasó a ser serio y se dirigió a Finn—, pero no hay nada peor que tu fracaso... En cuanto se refiere a tu representación de mí. Porque, ciertamente, ni tú, Elijah o siquiera la misma Rebekah me creen capaz de poder perdonar.
Sí Finn no hubiese observado como el mundo comenzó a temblar, se hubiese reído. Sí Finn no hubiese observado como Elijah se sorprendió tanto como él, se hubiese confiando con los simbolismos. La mano de Klaus estaba sobre el hombro de Elijah en un gesto fraternal; la culpa se disipaba dando paso al amor de familia.
Luego, Nik se fijó en el mayor.
—Tú, Finn, me recuerdas a un jabalí. Por siglos has pensado erradamente sobre tu propia familia, y yo con gusto te enseñaré tu error —su tono subía en octavos, mostrando la fiereza propia de él—. Jamás aprendiste que los lazos de familia pueden superar todo. ¡Qué esos mismos lazos rompen los celos mezquinos; vencen cualquier cosa, superan a todos! —lo apuntó con el dedo índice y ojos de furia, pero en el caos de su cólera se viró a Elijah—. Y sí. Los lazos de familia pueden hacer que un monstruo se convierta en la mitad de otro.
El jabalí, el ciervo y el lobo ardieron en una flama azul, las luces fallaban y el mundo temblaba. Elijah se levantó de su posición y Finn miró las cabezas de los animales con inquietud. Al pasar los segundos se comenzó a fragmentar de tal modo que él estaba tan presente ahí como Nik y Elijah.
—Tu magia fracasó —apuntó a lo obvio el híbrido, no muy lejos de su persona—. Tal como lo has hecho tú en tu percepción de conocer a tus propios hermanos —dio un paso hacia adelante—. ¿Qué tan intocable serás ahora?
Tanto Nik como Elijah avanzaron, y Finn abrió los ojos en susto. Antes podía navegar en el inconsciente porque la magia del hechizo lo protegía pero ahora estaba ahí. Y sí moría en sus manos, él no volvería al mundo real por lo que Finn escapó. Alzó sus dedos al aire y en un segundo y otro, Elijah despertó en la casa de seguridad con Camille a su lado, y Klaus en la Iglesia Saint Anne acompañados de Davina y Andrea.
— ¿Cómo está Kol?
— ¿Cómo está Elijah?
Las preguntas salieron al unísono por la bruja y la loba. Klaus se levantó del suelo, soltando un bufido en el medio del acto. Estiró sus extremidades y se dirigió al par de mujeres que le miraban curiosas.
—Estoy bien, gracias por preguntar.
Davina volteó los ojos—. No recuerdo haber preguntado por tu bienestar.
Klaus le extendió una mirada de pocos amigos.
—Eres un amor, Davina. Espero lo sepas —el híbrido tronó su cuello mientras mantenía su vista en ellas—. Ambos deben estar bi...
El rigtone de la llamada le cortó de pronto. No era su celular propio, pero sí el de Andrea y a los pocos segundos, sonó el de Davina. La primera contestó alejándose del lugar pero antes Klaus pudo escuchar la voz de Elijah al otro lado de la línea, Davina la imitó después pero era Kol quien llamaba.
—Perfecto —musitó por lo bajo, tomando el camino hacia la salida—, que me arrollé un tren a mí.
•••
Cuando las estrellas iluminaron el cielo nocturno, los vampiros habían desaparecido.
Horas después de su liberación del complejo, la facción se esfumó de la ciudad sin dejar rastro alguno que pudieren darles algún indicio de su paradero. El ambiente en el loft de Marcel mantenía un silencio agonizante, lo que le dio a Klaus el suficiente tiempo de analizar la escena y concluir que Finn seguía haciendo de las suyas en algún lugar de la ciudad.
Solo necesitaba ojos y oídos por las calles y los encontraría en cuestión de segundos. Entonces, fue ahí cuando llamó a Aiden: el representante no oficial de la manada Creciente, pues, aparte de su relación con Joshua, le llamaba la atención su ascenso en la jerarquía de la manada. Los instantes que le siguieron, se dedicó a esperarlo, pasando el tiempo hablando con Elijah y rememorando la lista de acontecimientos del día: La desaparición de Marcel y los vampiros. La creciente necesidad de Finn por conocer todos los secretos de la familia. La poca información que tenían respecto al paradero de Rebekah, el cual Kol seguía sin comentar.
Niklaus exhaló sutilmente.
La presencia de una segunda persona lo obligó a girar sobre su eje. Aiden caminaba a pasos lentos con un semblante lastimero, o quizás se debía a la preocupación que sentía. Sus manos estaban guardadas en los bolsillos de su cazadora negra, y con ese recibimiento Nik le dio la bienvenida con un gesto sagaz.
—La caballería ha llegado... Justo a tiempo para salvar a tu preciado Josh —avanzó hasta él con un derroche de confianza y dedicación en él.
Más allá de un plan con un lobo promedio, Niklaus tenía una idea que cruzó su mente en el momento en que Hayley le dijo que contraería matrimonio con Jackson: una imagen que recobraba fuerzas con el pasar del tiempo. Hayley tendría un ejército de lobos mejorados, ergo, Niklaus lo tendría también. Aiden era el perfecto conducto para manipular a la manada a su antojo.
—Solo dime qué necesitas.
Niklaus levantó una ceja.
— ¿Con ese ánimo pretendes salvarlo? —como respuesta Aiden le rodó los ojos. Klaus lo dejó pasar y siguió—. Podrías comenzar interrogando a tus lobos, puedes ordenarles que vigilen los lugares recónditos de la ciudad.
Sus sugerencias se escuchaban como órdenes; sucesos que él daba por sentado.
—Primero que nada; no son mis lobos —carraspeó para decir—. Segundo, tampoco puedo ordenarles algo. Tercero, que los Crecientes estén vigilando la ciudad... Será un problema. Todos, incluida Andrea, están en el pantano.
—Entonces, llámala y explícale la situación —dijo con voz de mando—. Estoy bastante seguro que ella no quiere que el acuerdo de paz firmado hace nada se venga abajo.
—Esto no tiene nada que ver con el acuerdo —replicó, entrecerrando sus ojos—. Empero no se puede. Pude salir sin que se dieran cuenta, pero todos están sirviendo como testigos para los rituales de la boda.
El híbrido dio un paso hacia él.
— ¿Qué clase de rituales?
El súbito interés expresado por Nik paso desapercibido por el lobo.
—Rutas protocolares —se encogió de hombros, sin darle mucha importancia—. El ritual de consagración; la bendición del alfa, establecer términos del ritual de unificación. Ese tipo de cosas. Esta noche, Jackson y Hayley fumarán una planta... Calamus, creo que ese es el nombre.
Aiden daba la impresión de no tener interés alguno por protocolos en los cuáles él no era un participante activo. Las reuniones eran obligatorias para llenar de información a la manada y, aunque quedarse hasta el final, era respetuoso para la pareja y el mismo chamán, no era obligatorio. Además, estaba la situación con Josh.
— ¿Sería el nombre Calamus Azul? —alzó una ceja curioso. Cuando Aiden asintió, Nik divagó en sus pensamientos por unos cuantos segundos—. Una planta muy específica y rara que sirve como un suero de la verdad. ¿Qué tipo de ritual tienen pensando hacer?
El híbrido se mostraba serio. Mirando a Aiden y esperando una respuesta contraria a la que, probablemente, tendría.
—El ritual de confesión, en orden de que la boda se lleva a cabo, tienen que confesar sus más grandes secretos.
El latido del corazón de Klaus se incrementó con los segundos. Tensó su cuerpo y en cuestión de segundos, abrió y cerró los ojos; musitando lo que parecía ser una maldición. Sin decir mucho más, comenzó a caminar hacia la salida dejando a Aiden detrás confundido pero antes de que él pudiese desaparecer, habló.
— ¿Me llamas y luego te vas? —el original lo miró—. ¿Qué se supone que haremos con la situación de vampiros? Además, ¿A dónde vas?
—Quédate aquí —ordenó con voz grave—. Voy a tener una pequeña charla con la novia, y recordarle que algunos secretos deben continuar como secretos.
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