v. Trust Issues
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capítulo v. problemas de confianza
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«—No te precipites, Andrea. Las mentiras caen y los encuentros se dan, todo a su tiempo —Ayana trató de calmarla. Andrea la miró y asintió pero aun así el furor interno no se disipo».
Recordaba la conversación como si hubiese sido ayer. En el momento en que la extraña pero elegante mujer se presentó en su puerta con una historia que resultaba tan fantástica como increíble le dijo toda la verdad. Desde ese día, Andrea se empeñó en regresar, lo logró y al poder vivir en panorama encontró que la realidad era mucho más compleja que su imaginación.
No supo cuánta razón había en las palabras de Ayana hasta que lo vivió. El encuentro ansiado había sido desplazado por numerosas razones, obligándole a Andrea a retrasar la verdad y la reunión. Ante la aparente calma del nuevo día, Andrea decidió que ya era tiempo; al alejarse del drama que envolvía a los Mikaelson —más recientemente a ella— dedicaría el día a presentarse, contestar dudas y de ahí pensar el próximo movimiento.
Al escuchar a las personas indicadas en las calles logró enterarse que algunos de los lobos sobrevivientes que estuvieron bajo el poderío de los Guerreras pero que pertenecían a los Crecientes yacían en el pantano.
Aparcó su automóvil a pocos metros de la entrada del complejo Mikaelson, luego ingresó al lugar. Una vez dentro, lo primero que captó su visión fue un Elijah preocupado saliendo de lo que Andrea suponía como un estudio de la planta baja. Venía desde su izquierda y se encontraron en el centro de la entrada, justo frente a la fuente.
—Temprano en la mañana y ya hay problemas —canturreó Andrea, relajada y con cierto brillo en sus ojos que Elijah pudo notar.
El original se sintió atraído por unos instantes a la extraña energía que la reina irradiaba: llena de vida y aparentemente sin preocupaciones.
—Tu optimismo ante la posibilidad de una mañana sin problemas es realmente encantador —admitió, sonriente—. Eres nueva en la ciudad. Dale tiempo.
Andrea rio levemente.
En el poco tiempo que llevaba de conocer a Elijah, esa fue la primera vez que sonreía de una manera despreocupante. Le dio la impresión de estar en calma a su alrededor.
—Ciertamente espero que la ciudad no me cambié —replicó con la misma energía—. No tengo intención de convertirme en alguien paranoico.
Y a sabiendas de que en su oración se encontraba una verdad, Elijah no pudo evitar reír levemente cuando ella también lo hizo. El original introdujo una mano dentro de su bolsillo, con una expresión amable habló.
—Quizá no te convierta en una persona paranoica pero sí te cambiará. Nueva Orleans nos cambia a todos —existía una melancolía impresa en sus palabras, Andrea lo notó de inmediato. Más no dijo replicó. Instantes luego, Elijah continuó—. ¿Necesitas algo?
Andrea negó levemente.
—A menos que seas Hayley en disfraz, no hay mucho con lo que me puedes ayudar —la broma lo hizo sonreír. El original no despegó su vista de la reina y lo agradeció porque cuando sonrió, pudo ser testigo de una sonrisa que lo cautivó—. No obstante, sí necesito que hagas algo por mí.
Elijah la miró expectante.
—Qué me dejes entrar, oficialmente —Andrea sonrió cordialmente. Ante la mirada ambigua de él, se apresuró en decir—. No me gustaría dar la imagen de una fisgona o lo que sea que me llamaste la primera vez que nos conocimos.
A estas alturas, a Elijah se le hizo imposible no aguantar un gesto de felicidad con cada palabra que salía de su boca. Se sentía inexplicablemente placentero estar con ella en una conversación tan trivial como esta.
—Me has salvado dos veces en los últimos días —rememoró—, me parece que dejarte entrar al complejo es lo mínimo que puedo hacer para mostrarte mi gratitud.
Andrea asintió en concordancia. Una sonrisa tímida en sus facciones.
—Hayley está en su habitación. Es la puerta número cuatro a la izquierda —le explicó simple.
Subió sus curvaturas en señal de agradecimiento. Comenzó su camino y Elijah se quedó estático en su lugar, mirando a la nada por unos momentos. Andrea se detuvo cuando se encontró a sí misma en el cuarto peldaño, recordando que le debía sus gratitudes al vampiro también. Recorrió el camino hasta él otra vez.
—Gracias, Elijah —pronunció, sacándolo de sus pensamientos. Su expresión era confundida así que se apresuró a decir—. Cuando nos conocimos, no me creíste. Es más, incluso no me hubiese creído si la prueba no se hubiese llevado a cabo y lo entiendo. Hayley es un miembro de una familia a la que juraste proteger de todo y todos. Aun así, te arriesgaste conmigo. Lo aprecio, de verdad.
—Alguna vez se tiene que arriesgar para ganar —respondió, casi al instante—. No hemos ganado la guerra, pero sí unas cuantas batallas gracias a ti. Y, sí, tienes razón. Hayley es un miembro de esta familia y la primera vez que llegaste aquí mi primer instinto fue protegerla. Pareces saber mucho y decir poco. Es normal sentirse...—se detuvo por unos segundos, divagando en su mente—... amenazado por eso.
—Quería herirla —confesó, con una expresión seria—. Estaba furiosa ante la idea de que alguien tomará lo que es mío —por unos breves instantes, el momento lo transportó a una su primera noche en Nueva Orleans cuando Nik le decía semánticamente lo mismo—. Entonces, tú llegaste hasta mi casa y me dijiste: «Si eres la reina que dices ser, entonces, necesitas comenzar a ser más inteligente que los demás. Serás la líder de una fracción, necesitas pensar antes de reaccionar. De esa manera ganarás respeto, amor y lealtad, ganarás una familia. Y no hay nada más poderoso que ello».
Elijah parpadeó. Deslumbrado que recordará cada vocablo y el efecto que tuvo en Andrea, pues, en pocas palabras, ella le daba las gracias por hacerla en traer en razón.
—Creo en cada palabra que dije —respondió.
—Lo sé —coincidió—. Eres muy apasionado respecto a tu familia. Es notable —Andrea bajó su vista por unos segundos—. Y admirable, por ello su secreto está a salvo conmigo.
La confusión tiño el rostro de Elijah, dejando atrás cualquier rastro de gozo.
— ¿Cuál secreto?
Andrea se tomó su tiempo para responder. Sopesando si sería buena idea hablar sobre ello. Luego de un tiempo, se decidió.
—Sé que tu sobrina sigue viva.
•••
La invitación de Esther no constituía sorpresa alguna para el híbrido original. Klaus podía ver detrás de su invitación, de su regreso, de sus emisarios... De todo. Su madre era una mujer que cayó en un ciclo vicioso; sus movimientos eran imprescindibles pero las motivaciones detrás de ellos no. Y para su suerte, Nik no era nuevo en el arte de la guerra. Él conocía cada punto débil de su madre, además de que tenía la determinación para mandarla al infierno de una vez por todas.
En estos momentos, agradecía que el Otro Lado se hubiese esfumado; no más almas en pena, vagando en el mundo de los vivos. Suspiró cansado, y dejo la invitación sobre la fina y extensa mesa del comedor. Casi de pronto, Elijah entró en su campo de visión con —lo que Nik pudo descifrar como— una expresión desconcertada.
Se acomodó en su asiento, teniendo una mejor vista de su hermano mayor.
— ¿Qué pasa, Elijah? —preguntó, entrecerrando los ojos.
Elijah lo miró inmediatamente.
El vampiro se quedó observándolo por unos segundos sin moverse o hablar. Repasaba las repercusiones si él decía algo sobre aquello que los consternaba. Conocía muy bien a su hermano, Klaus demandaría explicaciones y al no tenerlas comenzarían a rodar las cabezas. Así que contuvo, tendría que confiar en la palabra de Andrea y descansar en la idea de que ante el resto del mundo Hope Mikaelson estaba muerta.
—Nada —respondió finalmente. Con pasos galantes llegó hasta él. Miró de reojo la invitación de Esther y luego a él—. ¿En qué piensas, hermano?
Klaus gruñó.
—En Esther —admitió, cansado y atormentado—. Su última invitación fue un intento de asesinato colectivo de todos sus hijos. Hoy nos llega está invitación. ¿Qué esperar que no sea lo peor?
—Eso es todo lo que podemos esperar —Elijah concertó serio con sus ojos en él—. Esther es una maestra en el arte de la posesión, mientras el tiempo corre nosotros deberíamos correr con él. Debemos descifrar sus intenciones antes de que salté a otro cuerpo.
Niklaus lo miró. El híbrido sabía perfectamente bien que su hermano tenía razón, pese a las suposiciones que él mantenía, Esther, después de todo, era experta en enviar mensajes con doble sentido. Si ella los atacaría de frente, Dios sabrá a quien atacaría por la espalda.
Permanecer atentos y sin ninguna expectativa en lo absoluto. Esa es la tarea.
Y, la comenzarían con la nueva amiga bruja de Marcel.
•••
Hayley se encontró reacia a admitir en voz alta que Andrea —pese a todo— sabía que lo hacía. Llegaron al pantano, después de que la aludida irrumpió en su habitación demandando velocidad de su parte. Pronto, ambas salieron del recinto Mikaelson con dirección hasta el Bayou.
El camino fue silencioso. No había palabras de ninguna de las dos partes, y hubo un momento en donde el silencio fue rellenado por la radio. El camino se hizo más ligero pero la tensión seguía, después de todo, no era fácil para Hayley aceptar que todo lo que creyó era una mentira. Una vez que llegaron, ambas bajaron del auto y se dispusieron a caminar hasta la localización que Marcel Gerard le ofreció de los sobrevivientes. Mientras avanzaban, la mezcla del ruido entre las hojas secas en el suelo y sonido de la copas de los árboles por el viento las acompaño.
— ¿Estás segura que este es el camino correcto? —inquirió, Hayley a su alrededor.
El pantano era extenso, pero nunca había sido necesario alejarse más de lo requerido. Ella creía que los lobos se encontrarían donde yacía la cabaña de madera, un poco más cerca de la ciudad y con Jackson.
Andrea no respondió, y cuando Hayley estuvo a punto de volver a preguntar la observó: estaba unos cuantos pasos delante de ella, se agachó, tomando una prenda que le fue difícil distinguir si pertenecía a un hombre o a una mujer. Lo que sí pudo vislumbrar fue que Andrea la olfateó con detenimiento.
—Sí es el camino correcto —contestó, avanzando hacia delante.
Pronto, un sonido cercano fue escuchado por ambas. Lucía como el punto de concentración de varias personas, cuando se acercaron más a la fuente fue claro como el agua. Había un remolque y varias tiendas. A Hayley le recordó de inmediato a como solía vivir cuando se encontraban con lobos; nómadas en los bosques, disfrutando de la tierra pero listos para partir en cualquier momento.
El bolsillo del pantalón trasero vibró, obligándole a retirar la mirada. Rápidamente lo tomó y abrió la notificación.
Klaus: Cuando termines tu excursión con Andrea, vuelve al complejo. Te necesito.
1:20 PM
Yo: OK
1:21 PM
Escondió el celular en su lugar y miró a Andrea. Un metro de distancia y ella pareció haberse quedado estancada en su lugar, Hayley quiso decir algo pero se mantuvo callada, pronto la especie de shock se disipó y ella comenzó a caminar hacia el frente. Hayley iba detrás de ella.
Los lobos sintieron la presencia de dos más de inmediato. Dejando sus ocupaciones de lado, se juntaron todos al ver a los nuevos polizontes. Hayley rememoraba a la mayoría.
— ¿Hayley? ¿Qué estás haciendo aquí? —la voz de Oliver se escuchaba lejana, pronto él se hizo ver mientras pasaba la pequeña multitud. El lobo de cabellos rubios cobrizos se hizo un lugar en el centro del círculo. Sus ojos pasaron a la desconocida y su expresión se endureció—. ¿Qué y quién eres?
—Soy un licántropo —respondió con simpleza. Andrea sintió como el pecho se comprimía mientras hablaba—... Mi nombre es Andrea Labonair, reina de la manada Creciente.
Los murmullos no se hicieron esperar. El círculo entero estalló en habladurías mezcladas. Andrea trataba de mirar a todos los que estaban presentes; los sobrevivientes. No eran muchos e internamente se preguntó cuántos perdió contra los Guerrera. El simple pensamiento la hizo desconectarse por unos breves segundos, pero volvió en sí cuando la voz de unos de ellos trataba de calmar a la gente.
— ¿Qué clase de broma retorcida es esta? —preguntó el mismo que reconoció a Hayley en un principio—. Somos muchas cosas pero no unos bufones.
El hombre lucía como el muro entre ella y el resto de los lobos, pero no lo podía culpar por ser precavido pues la confianza es delicada y frágil, se gana mediante hechos y no palabras. Andrea no podía esperar que creyeran en sus palabras al toque y aun así, en lo profundo de su interior, era lo que pensaba. Derivaciones de una soñadora.
—Es fácil tomarme como una mentirosa ante el hecho de qué quizás todo este tiempo vivieron bajo una confusión —inició. Andrea pasaba su vista por cada uno de los presentes: hombres y mujeres—. Pero eso es lo que es; un hecho. Hayley Marshall no es Andrea Labonair y aun así peleó por ustedes cuando fue necesario —miró de reojo a la aludida—. Estaré siempre agradecida por ello, pero ella no es su reina...
—Bonito intento de discurso —habló otra voz masculina. Un hombre de piel oliva se hizo su camino al frente. Fornido y alto—. Pero ¿no eras tú la que llegó a la residencia Guerrera con Elijah Mikaelson? ¿No eras tú la que mató a varios de tu propia especie? —ante cada palabra, él avanzó lentamente. Hasta que se puso frente a ella como si fuese superior—. No eres una reina. Eres una asesina.
Lo que siguió fue veloz. Andrea tomó el cuello del hombre fornido y lo estrelló contra el suelo, el polvo de la tierra se levantó levemente. Uno de sus pies yacía en su tórax impidiéndole el movimiento. Mantenía el brazo derecho del hombre ante una presión que podía romperle el mismo. Su cara envolvía rastros de su rostro lobuno, soltó un gruñido y viro su cabeza hacia el tumulto de personas. Ninguna se inmutó ante su apariencia.
—Voy a decir esto una sola vez —pese a los dientes afilados, su voz parecía ser audible—. Estoy peleando por su libertad. No más maldición, no más anillos lunares. Entonces, en aras de cumplir mi objetivo mataré a quién sea que se interponga en el camino porque son familia, y estoy haciendo todo lo que puedo para asegurar nuestra libertad.
No existía un titubeo en sus palabras porque no había dudas. La decisión y determinación eran tan palpables en su voz como perceptibles en su lenguaje corporal.
—No somos débiles. Nunca lo hemos sido, hemos soportado más que cualquier otra fracción —soltó al hombre, mientras lo miraba ponerse de pie y volver al círculo—. Y debido a esa fuerza contenida, necesitamos superar para vencer.
Su rostro volvió a la normalidad y el silencio se cernió sobre ellos.
—Ella tiene razón —murmuró Hayley, llevándose todas las miradas al instante—. Necesitan un líder y yo no lo soy, los que siguen con la bruja deben entender esto también —miró a Oliver—. Si desean ser la manada Creciente que una vez tuvo gloria, sigan a Andrea. Ella es su reina y volvió para tomar su trono.
Oliver avanzó con una expresión apacible.
—Muéstranos que dices la verdad —su tono tranquilo pero rígido se coló por sus oídos. Andrea se enderezó y lo escuchó con atención—, y en ese momento, solo en ese momento, te llamaremos nuestra reina.
Entonces, ajenos a su alrededor, los presentes omitían que su conversación fue escuchada por un hombre que anhelaba motivación para luchar por su lo que él creía... Jackson Kenner sintió una conexión instantánea con su igual y descubrió en él la dicha de ver como su estímulo para pelear regresaba poco a poco.
•••
El día fue agitado.
La noche parecía seguir su curso.
Su mente no dejaba de pensar y maquinar escenarios.
Luego de la situación en el pantano, Hayley volvió al complejo como Klaus le dijo solo para encontrarse con un desastre servido en bandeja de plata; debía admitirlo Esther era una mujer con suma inteligencia y un don de palabra magnífico.
La mujer que amenazó contra la vida de su nieta le ofrecía una escapatoria que le parecía imposible no considerar; la oportunidad de una nueva vida en donde los problemas de una ciudad recaigan en sus hombros y de sentirse bien sonaba prometedor, sin importar las veces que Klaus le gritará que su madre decía locuras.
Hayley ansiaba creer en la propuesta de Esther porque era lo último que le quedaba.
Los toques en su puerta la sacaron de sus pensamientos. Se giró para ver a Elijah caminar lentamente hasta su lugar; la híbrida yacía al final de la cama con su vista —ahora obstruida por Elijah— en el balcón de la habitación.
Hayley no demostró ningún interés al ver frente al original. Su relación iba por un camino lleno de baches, en donde ambas se alejaban el uno con el otro: las conversaciones eran casi nulas, limitados a cordiales empero gélidos saludos.
— ¿Te sientes bien? —con genuina preocupación, Elijah preguntó. Hayley asintió—. Niklaus no pretendía...
—No intentes excusarlo, Elijah —lo interrumpió—. Él está hecho un desastre, lo sé. Él no es el único que perdió a una hija.
El original bajó la vista, con millares de cosas que decir pero sin la valentía suficiente para vociferarlas. Hayley no apartó su mirada, notó que su corbata seguía suelta y en su rostro el desaliento era prominente.
— ¿Confías en Andrea? —preguntó luego de un prologando silencio. Su mirada fija en ella.
La pregunta la sacó de balance. De repente, fue capaz de reparar como su sangre hervía y en su estómago una sentimiento que conocía bien.
— ¿Por qué me preguntas?
La mirada expectante de Hayley le hizo saber a Elijah que no podía no decirle nada.
—Andrea sabe sobre Hope —musitó, atento a la reacción de la híbrida.
Hayley no se inmutó. No pestañeo y por unos momentos, Elijah pensó que no escuchó. Los celos se mezclaron con furor e irritación. Cerró los ojos e inhaló y exhaló repetidas veces. Se levantó de la cama, Elijah retrocedió unos cuantos pasos para darle espacio para circular. El original oía como su corazón latía con fuerza.
— ¿Cómo es posible? —murmuró, se veía gravemente afectada con la situación. Paso sus manos sobre su cara, luego por su cabello suelto—. Sí ella sabe, Esther lo sabe también y... No puedo perder a mí hija.
La respiración de la mujer era irregular.
Temeroso de cruzar una línea, Elijah se mantuvo estático en su lugar. Hayley encontró su camino de vuelta a la cama, sentada mientras sostenía su cabeza con sus manos apoyadas en sus piernas.
— ¿Qué vamos a hacer, Elijah? —inquirió en voz baja, su tono salió ronco por el dolor rememorado.
—Necesitamos confiar en ella. Me aseguró que nuestro secreto está seguro con ella —se apresuró en decir. Deseaba proveerle seguridad en sus palabras, pero nada la haría sentir más segura que tener a Hope junto a ella—. No podemos dejar que nuestras emociones nos delaten, no cuando Esther nos observa a todos —avanzó hacia ella—. Lo único que sé con certeza es que Hope está a salvo con Rebekah. Lo juro.
Hayley alzó su vista hacia él, orbes oscuros con un corazón roto. Quiso replicar ante su afirmación, pero conservó el silencio, no obstante en su mente su repuesta se repitió un par de veces más en la noche:
«—No jures algo que no puedas prometer, Elijah».
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