iii. Women & Wolves
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capítulo iii. mujeres & lobos
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Desde hace un tiempo —concretamente unos seis meses— la ansiedad dominaba a Hayley. Convirtiéndola en un ente lamentable en una búsqueda perpetua de venganza consumida por el rencor. Le era indiscutible rechazar el hecho de que tocó fondo. En las largas noches en la cual observaba desde su ventana el cielo oscuro y la tenue luz de la luna, las estrellas o incluso no veía nada en lo absoluto lloraba. Con lamentos de decisiones pasadas, Hayley Marshall se encontraba a sí misma impaciente al pasar las horas; anhelando un reencuentro que se alejaba cada segundo.
En otras palabras, Hayley era un desastre.
Cuando entró al estudio, se aisló por completo. Las voces de Elijah, Klaus y Marcel existían como una música de fondo para sus turbulentos pensamientos. Tan distantes pero tan cerca. Gracias a la transformación, sus emociones yacían dispersas. De reojo, miró a Elijah y apartó la mirada casi de inmediato. Sin importar la catástrofe de su vida, él era una constante. Sus sentimientos por él eran una constante y aun así nada sería lo mismo.
Ella cambió. Él lo notó y se apartó.
Lo sabía por la manera en como la miraba, era diferente porque ella era disímil. Antes era una madre, ahora era un monstruo.
Negó repetidas veces para disipar los pensamientos. Lo que no necesitaba era ponerse a pensar en la relación complicada entre ella y Elijah, no si los Guerrera caerían por cada cosa que hicieron. En ello, se volteó a los hombres, dispuesta a interrumpir su charla habló.
— ¿Por qué esperamos tanto? —preguntó mientras alzaba su ceja. Los tres pares de orbes se posaron en ella. Su expresión era dura. Posó sus ojos en cada uno de ellos, ninguno sin ofrecerle contestación inmediata. Elevó sus cejas y el silencio siguió—. ¿Se van a quedar ahí callados o van a decir algo?
Ninguno tenía intención de decir algo. Hayley rodó los ojos pero pudo notar como la mirada de ellos pasó a otro lugar en la habitación.
—Me temo que la demora es por mí —la híbrida se volteó para entrever a la dueña de la desconocida voz. Percibía su aroma empero no era conocido—. Debes ser Hayley Marshall —pronunció con una sonrisa socarrona, luego de ver a los tres hombres detrás de ella—. Es un placer conocerte finalmente.
Hayley arrugó el ceño, cruzando los brazos sobre su pecho y tratando de distinguir el tono de voz de la mujer. Podía percibir cierto sarcasmo en sus palabras y una resistencia para con ella. Hayley la examinó por unos segundos más, escudriñándola en orden de encontrar un indicio que le dijera que ella debía estar ahí. En las revisiones del plan, no rememoró a una quinta integrante.
Al examinar pudo notar connotaciones evidentes, su cabello era extenso —unos cuantos centímetros más que el de ella— el color castaño también era claro y sus expresiones faciales no le infringían ningún temor. Al tener los sentidos elevados y por consiguiente, florecientes, no le fue difícil reconocerla como un licántropo.
— ¿Quién diablos eres? —la hostilidad se volvió una cotidianidad en su tono de voz. La situación le había empujado a ello. Su demanda no sonó como una exclamación chillona, al contrario, Hayley logró hablar en un tono templado y áspero.
—Las introducciones tendrán que ser pospuestas —habló Klaus, haciendo que ambas mujeres posaran su vista en él. Tenía una insignificante sonrisa muriendo por salir en la arqueo de sus labios—. La noche ha llegado y la cacería debe comenzar.
Andrea avanzó lentamente.
—Esto no es una cacería —aseveró con un tono gélido. El híbrido la observó con atención—. Solo accedí a ser parte de esto para liberar a las personas. En ningún momento acordé a hacer de esto, un baño de sangre de mi gente.
—Esto es una batalla —respondió, haciéndole frente—. La sangre que tenga que ser derramada lo será en orden de asegurar la libertad de tu gente. Después de todo, el precio de la libertad es alto. Siempre lo ha sido —dio un paso adelante, rompiendo poco a poco la distancia entre ambos—. ¿Estás dispuesta a pagarlo?
Andrea no ofreció una contestación inmediata. Sus ojos observando los orbes verdes del híbrido con detenimiento. Un ímpetu genuino se distinguía en sus ojos. Un abatimiento podía percibirse también.
— ¿Cuál es el plan? —levanta la barbilla, cruza sus brazos y se irgue.
—Los Guerrera han caído en la monotonía —comienza el moreno, al lado de una mesa de centro con un mapa extendiéndose sobre la madera. El vampiro se encontraba sentando sin mirar más que el papel frente a él. Por las descripciones físicas supone creer que es Marcel Gerard. Lo escucha atentamente—. Patrullando la ciudad e incluso las afueras en horas de la noche por novicios o vampiros rezagados. Francesca Guerrera y compañía están en su fortaleza. Una arcaica mansión que pertenece al Estado, no obstante, está vigilada todo el tiempo.
—Iré —todos los ojos se posaron sobre ella. Ante la expectación de todos, alegó—. No me quedaré aquí para esperar que vengan a por mí.
Marcel asintió en su lugar.
—Está bien —dijo en respuesta, observando el papel una vez más—. Elijah estará contigo —levantó la mirada y se alzó del sofá—. Klaus se quedará aquí para mantener a raya a todo los lobos que pueda e incluso así necesitará ayuda, Hayley se quedará. Yo volveré con mis chicos a mi casa. Los Guerrera atacarán esta noche.
Nadie parecía tener inconvenientes con la manera de ejecución y los puestos asignados. Empero resultaba muy pronto para hablar. La mirada de Hayley se desviaba del orador a la desconocida —que se expresaba de una manera petulante—. Sus intenciones de ayuda no eran claras e infaliblemente eran sospechosas.
—Parece ser que todos en esta sala te conocen —señaló Hayley, entrecerrando los ojos y avanzando poco a poco—. Todos menos yo... Y yo no me llevo con gente que no conozco.
Andrea exhaló.
—Realmente quería hacer esto en otro momento —inicia, provocando una mirada ambigua en Hayley. Los espectadores miraban la escena desde la lejanía, no obstante, Elijah se encontraba listo para cualquier escenario que pudiese desenvolverse—... Esperaba, tal vez, decirlo frente a la manada para así decirlo una sola vez —hizo una breve pausa—. ¿Cuál es tu nombre de nacimiento?
— ¿Por qué querrías saber eso? —el cuerpo de Hayley irradiaba desconfianza. La prueba de esto era la inquisición a la defensiva que dio en respuesta.
—Porque tú no eres Andrea Labonair —alegó honesta y con convicción. Sus palabras eran certeras y directas. Todo era una impresión para Hayley. Avanzó y estando cara a cara dijo—. Es más, debes agradecer que sigues siendo una Labonair porque eso es lo único que impide de matarte.
Una rabia ascendente se filtró en sus venas. Una ola de sentimientos contenidos por la indignación, coraje y furor se cernía sobre ella. Era un estallido fatal. Una bomba atómica. Una verdad inminente que llegó a ella sin aviso para prepararse. Su aserción constituía una prueba más al pasado doloroso y borroso de la híbrida.
«Porque tú no eres Andrea Labonair». Las palabras se repetían y con el pasar del tiempo se distorsionaban hasta volverse una armonía mortifica.
—Si yo no soy Andrea, entonces, ¿Quién lo es? —se las arregló para preguntar en un tono de voz una octava más baja. Tenía ojos furiosos. Se sentía en la confianza de quitar la cabeza de su cuerpo en ese momento.
—Andrea Labonair —se presentó. Estirando su brazo con la mano extendida. Hayley bajó su mirada e ignoró el saludo. Andrea sonrió—. Supongo que no es un placer.
El retorcido juego parecía ser divertido para ella —y para Klaus, quien se encontraba detrás de ambas a un lado de Elijah y un poco más al frente que Marcel— pero algo seguro como que el Infierno existía que no lo era para Hayley. Sin embargo, no había tiempo de ponerse a discutir sobre la veracidad de las palabras de la supuesta Andrea pues el reloj corría y el tiempo se agotaba. Más pronto que tarde, ella se dio por despachada del estudio, dirigiéndole unas palabras que Hayley consiguió aislar. Pronto, vio como Marcel tomaba el mismo camino y Klaus lo seguía.
Pensó que se encontraba sola hasta que la voz firme de Elijah la trajo de vuelta a la tierra. El vampiro se encontró frente a ella, mirándola con ojos preocupados y atentos a cualquier acción u oración que pudiese salir de sus labios.
—Hayley...
Arrastró su nombre y se vio en la obligación de mirarlo. La híbrida quería hablar pero su cerebro no parecía formar oraciones coherentes. Así que no apartó la mirada, pero pronto, el momento se volvió inaguantable para ella.
Verlo era un constante recordatorio de lo que anhelaba, una memoria tan bonita como borrosa. Su corazón dolía porque pese a las negativas, los ojos de Elijah Mikaelson no la veían igual. Él no se siente igual. Así que rompió el contacto visual, alejó su cuerpo de él y pronto se escondió dentro de las habitaciones del recinto como vago intento de borrar sus pensamientos y concentrarse en su sed de sangre.
•••
Cuando la puerta rechinó para abrirse, una breve sonrisa en Marcel se desplazó por su rostro. Desde un lugar alto del ático —o más bien de la entrada a su hogar—, pese a la oscuridad del lugar podía distinguir a un grupo de un poco más de doce lobos, al poco tiempo de entrar se dispersaron, quedando seis licántropos en el lugar. Ante la alta sensibilidad de su cuerpo y como un regalo de su naturaleza, una vertiginosa brisa los avispó. Con sus linternas cubrieron el único piso, su sorpresa llegó cuando uno de ellos subió la mirada, silbando victorioso. Pronto, las cinco luces de linterna iluminaban a Marcel.
—Pero miren lo que tenemos aquí, muchachos.
Ante sus palabras, Marcel no borró su sonrisa socarrona. Alzó sus brazos hasta la altura de su cabeza, en señal de rendición logrando mantener un equilibrio endiable al estar sobre tuberías. Mientras los lobos lo miraban, el ruido que hizo la puerta se cerró los obligó a no bajar la guardia.
—Déjenme decirles que esta mala costumbre de invadir lugares ajenos se está volviendo fastidiosa —hizo un mohín. De su bolsillo sacó un encendedor y sobre él había otra tubería —un poco más fina en contraste en la cual él estaba de cuclillas—, lo prendió y lo acercó peligrosamente hasta la misma—. Van a tener que decirle a su jefe que este lugar no está disponible porque de verdad, necesito un lugar donde vivir.
Y sin más acercó la llama hasta la alarma contra incendios. Al poco tiempo el acónito ligado con el agua de la tubería cayó sobre ellos como la lluvia. El efecto fue inmediato, el veneno de lobos los quemaba. Tenía el mismo efecto que la verbena en vampiros. Buscando una salida de manera desesperada, Marcel bajó y cortó el brazo de unos cuantos. Los anillos perdían fuerza en el acto, pues no tenían un portador al cual proteger. Cuando terminó con los seis se dirigió hacia los otros dieron paso, pronto, la casa de Marcel se volvió un matadero de lobos; con cuerpos por doquier, anillos lunares en una bolsa y los vampiros victoriosos...
... En ello, Klaus Mikaelson podía sentir como la fuerza de mil hombres volvía a él. Aquella que le arrebataron y que en la noche sangrienta volvía a tener. Por medio del hechizo, Nik era capaz de sentir cuando creaban un nuevo anillo, gracias al derramamiento de sangre sentía como cada fibra de su cuerpo volvía a su lugar. Más vigorosa, enérgica e indestructible. Hayley destruía a los lobos que recordaba en la partición de la batalla; arrancaba corazones, cortaba cabezas y rompía cuellos con habilidad para matar. En el momento, no importaba si eran de su especie o no, contribuyeron a su desgracia y su condena era la muerte. Se mantuvo en la misma línea defensiva por un tiempo. Algunos del clan Guerrera le daban batalla, obligándola a combatir cuerpo a cuerpo pero todos al final conocían su final...
... Cuando Marcel dijo que la casa de los Guerrera se mantenía vigilada, Andrea no pensó que fuese como si Francesca se tratará de un alto político pero así era. Había lobos por todos lados, y cuando llegó el momento de atacar las palabras de Klaus volvieron a ella: «¿Estás dispuesta a pagar el precio de la libertad?», a pesar que no le dio una respuesta afirmativa al híbrido, Andrea se encontró con la realización de que haría todo lo que estuviese a su alcance. Le era imposible reconocer quien pertenecía a los Crecientes y quien no, pero poco importaba cuando cuerpos comenzaron a caer y cabezas a rodar, la sangre comenzó a rodar.
La sangre salpicó en su ropa, y luego de terminar con los de afuera decidió entrar. Abrió la puerta de una patada y varios pares de ojos se posaron en ella. Una única mujer de cabello negro, alta y bien vestida. Andrea creyó prudente saber de qué se trataba de Francesca y sus hermanos.
Avanzó a paso lento, sin adentrarse de lleno a la residencia.
— ¿Quién eres?
Francesca fue la primera en hablar, mostrando un amarillo en sus ojos —que le sorprendió por unos segundos a Andrea—. Brillaban como un amarillo color oro, de igual forma, sacó a relucir sus colmillos. Una imagen aterradora para un niño.
—Has destruido esta ciudad. Esclavizado a los licántropos —enumeró sus crímenes con voz ronca—. Tu tiempo ha llegado.
Francesca la miró sin ninguna expresión de sorpresa. Andrea no la perdió de vista cuando le hizo una seña a uno de los hombres, el tipo tenía toda la intención de venir a por ella. Andrea fue más rápida y lo esquivo, rompiendo su cuello y tirando el cuerpo por la entrada. Con rápida velocidad tomó el cuello de la líder y estampó su espalda contra la pared más cercana. Luego como si se tratase de un trapo, la dejo caer a un lugar de la estancia, destrozando adornos en el camino. Fue cuestión de tiempo para que el sequito reaccionará, unos tres hombres intentaron llegar hasta ella, luchó contra ellos demostrando destreza —pues recordaba sus lecciones de artes marciales—. Más se hicieron presentes y cuando uno de ellos —fornido y más alto que los demás— la tomó del cuello y estampó su espalda repetidas veces contra la pared, la esencia de Elijah se hizo presente. El tipo soltó a Andrea en el suelo, tosía para tomar aire y en eso veía como se desenvolvía la escena.
Una cabeza rodante entró en la estancia. Elijah Mikaelson detrás de ella con una sonrisa tierna —como si tuviese que dar la impresión de que él no fue que hizo semejante atrocidad—. El original arreglaba las mangas de su traje. De pie en el umbral de la puerta, ansiaba el momento para ingresar.
— ¿Puedo pasar? —pidió de una manera políticamente correcta. Un retazo de sonrisa se veía en sus labios.
—Buen intento —sonrió sarcásticamente la Guerrera—. Pero no funcionará, Elijah.
—Solo trataba de ser amable —repone él con una sonrisa en el rostro—. Verás, Francesca... Este lugar pertenece al estado y he de confiar que eres lo suficientemente inteligente para saber que eso significa que la residencia es de carácter público —expuso con jactancia—. Lo que indica que puedo pasar... Sin tu permiso.
Francesca dio un paso en retroceso. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Andrea se levantó y miró al trajeado con una sonrisa. Elijah le correspondió. Pronto el río de sangre fluyó como corriente. Los Guerrera peleaban hasta encontrar la manera de invertir la balanza en su situación. Andrea rompió cuellos y se acercó al hombre más grande —aquel que la golpeó contra la pared— y con presteza sacó su corazón, tirándolo por algún otro lugar de la estancia. De igual manera, Elijah se encontraba inmerso en la pelea que le fue imposible saber que Francesca iba detrás de él. Con movimientos sutiles, la loba tenía la intención de romper su cuello para luego exponer su cuerpo ante la multitud y dar a conocer la caída del original. Una idea ambiciosa y alejada por mucho de la realidad.
Andrea observó y se adelantó. En el justo momento en que Elijah terminó con los lobos encima, la sangre que brotó el cuerpo de Francesca le salpicó en el saco de color negro. La cabeza de Francesca se vio a un lado con sus orbes de color dorado. Subió la vista para mirar a Andrea. Tenía gotas de sangre cayendo por su cara. Su cazadora gris estaba de igual forma, sobretodo el brazo derecho pues la sangre de Guerrera se derramaba. Elijah sacó su pañuelo blanco y se lo tendió.
—Gracias —dice en una sombra entre realizada, cansada y taciturna.
Con la pañoleta es capaz de limpiarse las manchas de sangre de la cara, del cuello y las manos. Y mientras se limpiaba su mente no dejó de rebobinar las siguientes palabras: El precio es alto. Siempre ha sido alto.
•••
La noche se volvió larga y tediosa.
El silencio los rodeó, mientras Klaus mantenía los anillos recolectados en una canasta que luego hecho a la chimenea. En el estudio, Klaus, Hayley y Marcel observaban las llamas consumir el metal. Los tres giraron al sentir la presencia externa de Elijah, tras él yacía Andrea. A diferencia de su apariencia más temprano, tenía una cola de caballo. Hayley distinguió manchas de sangre en su camisa pues ella también las tenía.
Elijah avanzó y demostrando la bolsa con los anillos lunares los echó a la chimenea. Klaus mantenía su gesto de júbilo. Se acercó a la barra y sirvió un vaso de bourbon para cada presente. Ninguno tomó del mismo, esperando por sus palabras.
—Por nuestra reciente aliada —alzó su vaso de cristal—. Por más victorias por venir —terminó, al tiempo que tomaba un sorbo de su alcohol favorito.
La tensión en la habitación podía cortarse con un cuchillo. Se estaba volviendo pesada de soportar. Marcel imitó a Klaus y tomó un sorbo. Por otra parte, tanto Hayley, Elijah y Andrea dejaron el vaso completo a un lado. Ninguno de los tres parecía estar de humor, pero Klaus sí. Sus ojos se desviaban una de la otra —y a pesar de que la situación le divirtiese— tenía que parar.
Y ante la realización de que Hayley no pretendía decir palabra alguna, Andrea decidió hablar.
—Espero que no haya resentimientos —dijo, fijándose en Hayley—. Puedo comprender que hayas sentido esperanza al ver el atisbo de luz que mi nombre y mi pasado te daban. Después de todo, es evidente que una persona que fue adoptada y abandonada tantas veces se aferre a lo primero que encuentra que le dé seguridad.
Lo sucesorio a ello fue tan inesperado como rápido. Hayley usó su velocidad vampírica para estallar el cuerpo de Andrea contra la pared, causando que el sonido fue estruendoso. Los ojos de los vampiros se abrieron de par en par y Elijah —que tenía toda la intención de avanzar y detener la escena— fue detenido por su hermano.
—Voy a ser clara y voy a ser directa —pronunció entre dientes—. Me han dicho quién soy toda mi vida, me han mentido y me han destrozado. Pero sigo aquí. Ahora, tú no vas a venir a decirme quién soy cuando lo sé perfectamente.
Y de la misma manera que el ataque llegó, se invirtió. Repentinamente, Andrea movió la situación a su favor. Su mano sobre el cuello de Hayley ejerciendo una presión lo suficientemente flexible para que pudiese respirar, pero aun así, las venas en su cuello se volvían visibles.
—Me importa un comino tu pasado. Tú no me importas en lo absoluto. Hasta donde sé eres la hija de un traidor —escupió, el enojo era palpable en su voz—. Ahora, si aprecias un poco tu vida. Enfrenta la verdad —alzó su barbilla en un intento de verse superior. Las palabras salían como el mismo tono venenoso con el cual Hayley se dirigió a ella—. Todo lo que creíste ser, es una farsa.
La noción del tiempo se corrompió. Andrea no parecía ceder y por unos segundos se mantuvo presa de la cólera. Veía rojo. Hayley comenzó a suplicar por aire y fue en ese momento en que Klaus terminó con la escena. Las alejó. Andrea llegó a parar hasta el otro lado de la habitación, mientras Hayley se reponía. Los músculos de su cara contraídos por la falta de aire.
—Existe una manera de comprobar quién es quién —anunció Marcel, desde su lugar. El vaso en su mano lo dejó a un lado y se posicionó en medio de ellas—. Conocí a William y a Eleanor —su vista se desviaba en Hayley y Andrea al tiempo de hablar—. Los más fuertes de su grupo. Ambos alfas. La verdadera Andrea tendrá la característica marca creciente en su hombro derecho; más oscura y evidente.
—Termínenos con esto.
Ante su tono demandante, los ojos de los presentes se posaron en Andrea, se despojó de cazadora al dejar sobre un mueble cercano. Se giró y como le fue posible dio a entrever su hombro derecho desnudo. La marca era oscura, incluso más allá del tono de piel de Andrea. Desde su lugar, Hayley la observó. Ante el color daba la impresión de que la marca de nacimiento fuese más grande.
—Eso será difícil de superar —murmuró en un tono gracioso pero apenas audible para la concurrencia.
Luego del tiempo necesario, Andrea se viro. Arreglando su camisa y tomando la cazadora en sus manos. La sangre había secado. Hayley lo vio como señal de que fuese su turno. Imitó el acto de Andrea y cuando su marca fue visible, la verdad quedó afirmada. Una marca Labonair que confirmaba que pertenecía a la manada —además del parentesco entre ambas—, sin embargo, la marca era reconocible gracias a la claridad de esta en contraste con su piel oliva. Luego de unos instantes, se giró sobre ellos. A sabiendas de lo que venía a continuación.
Andrea se desplazó hacia ella. Una sonrisa burlona en sus labios. La mirada severa de Hayley en contraste.
—Espero que haya quedado claro —expresó con una mezcla de orgullo y relajación.
—Ha quedado claro como el agua —contestó, distante y con cortesía helada—. Pero no recibo órdenes de ti y tampoco pienses que te aceptaré como alfa.
Mostró su dentadura blanca en una señal de burla para Hayley.
—Siempre que tengas esa marca en tu hombro perteneces a mi familia. Y ya sea que lo queramos o no, así son las cosas —repone con sinceridad—. Si no me quieres como líder, enfréntate a mí. Si ganas, eres la reina. Si pierdes, mueres. Sin embargo, mientras no tomes esa decisión, yo soy la reina y si no lo aceptas... Entonces, tu pasado se borra y vuelves hacer nada.
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