Siete vidas.
Jimin miró al hermoso hombre sentado a su lado que, contrastando con su porte de Dios, se veía nervioso y tímido. Se encontraba en completo silencio, bebiendo de su batido de leche y mirando el láser rojo que sobresalía a un par de habitaciones de distancia. Por cómo se movían sus orejitas negras, Jimin podía deducir que el hombre ansiaba por ir a jugar, pero que al mismo tiempo se contenía por miedo a lo que él pudiera pensar sobre su persona... Y, tenía que decirlo, eso como que le derritió el corazón. Le gustaba saber que Yoongi se preocupaba por quedar bien frente a él. Era refrescante que alguien se interesara de forma genuina por su lado humano y no por el animal.
Pero, aunque le pareciera tierno, también le preocupaba que su acompañante se estuviera reprimiendo tanto. Él se calificaba a sí mismo como un ser juguetón y curioso, su naturaleza como cambiaformas era precisamente así-como la mayoría de los felinos- y no le veía ningún inconveniente a que Yoongi quisiera jugar con lo que tenía a su alrededor (por algo lo había llevado ahí), pero ese gatito testarudo parecía ser más inseguro de lo que su apariencia dejaba ver y él tenía que encontrar la forma de hacerlo mostrar su verdadero yo.
— ¿Qué tal el batido? —preguntó casi ronroneando y se atrevió a pasar sus dedos por el brazo de Yoongi quien, sonrojándose, desvió la mirada hacia la ventana. Como era temprano todavía, ambos habían decidido desayunar primero antes de iniciar con la sesión de juegos para, de esa forma, conocerse un poco más entre conversaciones, cafés y ronroneos.
—Tenías razón, está delicioso—respondió Yoongi con la voz un poco grave y Jimin supo que el hombre realmente trataba de impresionarlo con su supuesto porte de alfa que se respeta.
—Evidentemente. Mi primo no escatimó en gastos—el chico se mordió el labio inferior y se llevó a la boca una de las fresas que acompañaban sus hotcakes—. Es de familia. Nos gusta solo lo mejor.
—Puedo entenderlo—Yoongi dejó de lado su vaso y, en un gesto imprevisto, sonrió de lado y se despejó la frente con un movimiento sutil de mano—. No puedes apostar por menos.
Jimin estuvo de acuerdo porque precisamente por eso se encontraba sentado ahí con Yoongi. A lo largo de sus largas y satisfactorias siete vidas, había conocido a un sinfín de gatitos (y gatitas) que habían tratado de seducirlo, pero nunca ninguno había logrado cautivar su corazón. Claro, había habido uno que otro a punto de hacerlo, pero eventualmente terminaban mostrando sus verdaderas intenciones, haciendo que él se alejara antes de alguna catástrofe que le rompiera el corazón. Él no se consideraba un cobarde, pero sí un hombre precavido, y por eso no creía exagerado el que quisiera caminar silenciosamente en su camino hacia el amor.
Sin embargo... Yoongi parecía mandar por los aires todas esas precauciones. Su animal interno parecía gustoso a su lado y no gruñía con sus torpes coqueteos. Por el contrario, ronroneaba y amasaba con sus patitas queriendo restregarse en él. Por eso mismo, Jimin sabía que debía de mostrarse en su forma gatuna y probar las aguas. Dependiendo de la reacción del hombre, él sabría si avanzar y firmar en el club la decisión de quedarse a su lado o si simplemente se retiraría como con los demás felinos.
— ¿Entonces qué quieres hacer, Yoongi? —preguntó media hora más tarde cuando el desayuno terminó. Ahora ambos se encontraban en la terraza del sitio, mirando los rascadores al final del pasillo.
— ¿Está mal que sólo quiera platicar? —respondió el pelinegro mirándolo con la misma timidez de antes. Jimin sonrió comprensivo.
— ¿De qué quieres hablar? —profundizó, esperando y rogando para que la conversación no se volviera tediosa. Por su rostro sobrio, podría pensar que tal vez Yoongi buscaría ahondar en temas políticos, tal vez en las recientes noticias o (por qué no) en cuestiones religiosas. El hombre tenía toda la finta de ser un exitoso empresario con un lenguaje filoso que no perdía realmente su tiempo en temas banales.
Y aunque estaba bien, Jimin no necesitaba de más sujetos así-estaba rodeado de muchos-. Sólo esperaba a que Yoongi supiera manejar los temas de forma dinámica para que no se aburriera tanto. Por fortuna, cuando el cambiaformas de gato habló, no pudo más que sonreír y tratar de no explotar de ternura cuando lo escuchó:
—Bolas de pelo—dijo el pelinegro con una firmeza impecable. Su rostro había adquirido un gesto duro y sus manos se mantenían sujetas a su pantalón.
— ¿Bolas de pelo? —repitió Jimin lamiéndose el labio y echando hacia atrás la cabeza tratando de no reírse cuando su acompañante lo volteó a ver sorprendido.
—Sí, hablo en serio, es un tema muy delicado—continuó con un semblante de asco—. Creo que debería de existir sitios para eso, no sé, como un cubículo público. Es realmente molesto entrar a un baño público y escuchar las regurgitaciones de los demás. Me causa... agh.
Jimin asintió de acuerdo recordando esas veces en que había presenciado escenas similares en lugares abiertos.
—Tienes razón, incluso he visto a felinos hacerlo en la vía pública, es... Es realmente asqueroso.
—Estoy de acuerdo—recalcó Yoongi y tembló ligeramente por imaginarse semejante acto—. Es molesto pensar en ese tipo de gatos, ¿que no piensan en qué habremos felinos que realmente odiaríamos mancharnos nuestras patitas con su horrible saliva?
—Ya sé, de solo pensarlo quiero acicalarme.
Ambos asintieron seguros.
—Tal vez deberíamos de hacerlo—propuso Yoongi temeroso—. Es decir, cuando terminemos de jugar... Por separado. Me refiero a acicalarnos por separado no a que juguemos por separado. Yo quiero verte saltar... En los rascadores. Por favor, no pienses mal.
Jimin volvió a sonreír.
—Podría ayudarte si no te alcanzas tu lomito—dijo y guardó sus manos dentro de sus bolsillos y caminó de regreso al interior del club, seguro de que Yoongi lo seguiría—. Pero primero saltemos...
«Este es tu gato» dictaminó su felino interior. Jimin suspiró ilusionado y de acuerdo cuando vio que el pelinegro se movía sigiloso detrás de él. Casi como un perro y no como un gato. «Adorable».
—Por cierto, Yoongi...—le preguntó quitándose el cinturón para mayor comodidad— ¿A qué dices que te dedicas?
—Soy... Soy el CEO de una casa productora...—dijo oyéndose un poco más relajado.
—Que interesante, especialmente porque eres realmente joven para el puesto.
—Contactos—comentó modestamente, sentándose en el suelo alfombrado y sacudiéndose sus orejas de gato—. ¿Puedo saber a qué te dedicas tú?
—A nada exactamente—Jimin evadió el tema y se sentó a su lado, atreviéndose a llevar sus manos hacia las orejas de Yoongi—. Son muy suaves—dijo.
—Taehyung me cepilla antes de dormir... Dice que así no se esponjan.
— ¿Taehyung? —Jimin arqueó una ceja. Yoongi negó inmediatamente.
—Mi mejor amigo, el tigre que iba conmigo en el elevador... Pero él no tira para este lado.
—Eso decimos todos—el chico volvió a acariciar las orejitas de Yoongi cuando éste comenzó a moverlas por reflejo y se acomodó más cerca de él—. ¿No crees que es fascinante que nos sintamos tan atraídos por todo lo que se mueve?
Yoongi perdió su mirada en la nada por la realización que le provocó el comentario y asintió.
—Es realmente misterioso...
—Como mirar un puntero rojo.
—O como perseguir nuestra cola.
Ambos se miraron en silencio para por fin terminar en risas y decir al mismo tiempo—:Eso es cosa de perros.
—Tan ruidosos—comentó Jimin limpiándose lágrimas imaginarias.
—Y sucios—completó Yoongi olvidándose de toda inseguridad.
—Son un poco bobos a decir verdad.
— ¿Un poco?
Los dos volvieron a reír, cayendo nuevamente en un momento sin habla. El viento había comenzado a soplar y algunos carillones de viento que se encontraban en las ventanas comenzaron a sonar con insistencia.
— Por favor... Déjame ver tu lado animal—pidió amablemente Jimin una vez que lograron calmarse de las risas. La cita iba mejor de lo que esperaba y estar con Yoongi había resultado toda una sorpresa hermosa, pero su gatito interior exigía con desesperación salir a la luz para poder jugar un poco con el bonito ejemplar en frente de él.
Yoongi, en contraste, tragó saliva y asintió otra vez con una cara temerosa.
—Está bien—aceptó, cerrando los ojos y colocando sus manos sobre los hombros de Jimin—. Pero promete que no te reirás.
— ¿Reírme? ¿Por qué? —el chico ladeó la cabeza y soltó un repentino jadeo— ¿Eres en realidad un perro? —preguntó temeroso, pero se bufó de sí mismo al volver a ver las orejitas de Yoongi—. Olvídalo, no tiene sentido.
—No es algo tan extraño—Yoongi se rascó la nuca y se hundió de hombros—. Bien, pero si te parece desagradable... Tienes que decírmelo. Nada de de gestos de lástima ni palabras huecas.
— ¿Por qué yo...?
—Promételo.
—Es que yo-
—Hazlo, ¿por favor? —el pelinegro lo miró con ojos suplicantes y Jimin aceptó con un movimiento casi robótico de cabeza.
Los carillones de viento seguían sonando y el ambiente, por fortuna se mantenía relajado. Yoongi se hundió de nuevo de hombros y lentamente comenzó a transformarse, dejando a la vista a un ser pequeño y peludo de un intenso negro de ojos brillantes. Sin embargo, lo que más contrastaba no era en sí su pelaje sino el par de colmillos gigantes que resaltaba de su boca.
—Pero Yoongi...—exclamó Jimin llevándose las manos a la cara y caminó un par de pasos hacia él con la intención de tocarlo, no obstante, Yoongi se alejó inconscientemente, pensando en la mala idea que había sido aceptar la cita con Jimin—. Yoongi, tranquilo...
—Miau—respondió el gatito, retorciéndose cuando el chico lo tomó entre sus manos, incapaz de darse cuenta de que eran caricias las que recibía en su cabeza y no ningún gesto asqueado, porque, aunque la mirada tan seria que el chico le dedicaba no era alguna de las que se había esperado, tampoco podía leerla completamente.
¿Acaso Jimin estaba siendo amable y estaba buscando mentalmente la forma educada de rechazarlo? ¿Acaso esa era el rostro del arrepentimiento? ¿Por qué el chico no decía nada?
—Miau—intentó de nuevo, maullando dolorosamente entre las manos de Jimin quien, suspirando profundamente, exclamó:
—Yoongi, ¿por qué no me dijiste que eras así de bonito?
Perdón por no corregir JAJAJA mi pinshi PC está del asco xD ¡LES AMOOOO!
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