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Segundo rrronrroneo

Yoongi no podía evitarlo. Inconscientemente, tenía una de sus manos sobre la mejilla que Jimin había besado. Sentía, y se atrevía a decir, sin miedo a exagerar, que le hormigueaba toda esa zona, que toda su piel estaba caliente y que, incluso, su gatito interior ronroneaba satisfecho. Menos ayudaba el que Jimin estuviera sosteniendo su otra mano mientras subían hacia la azotea por el elevador.

Probablemente, debía de estar preparándose mentalmente para lo que estaba a punto de descubrir, no sólo por lo ilegal de la situación sino por el pasado de Jimin, uno rudo y rebelde, sin embargo, su mente solo recordaba el beso que había recibido. Uno pequeñito. Uno muy rápido. Quizá insignificante para algunos, pero no para él, ya que por esos cinco segundos, ahora se sentía ronroneante y feliz.

Parecía que Taehyung había tenido razón todo ese tiempo, porque se sentía como un ganador. Era un ganador. Y al paso al que iba, podría ser acicalado más tarde, quien sabe, tal vez era su día de suerte.

—Hemos llegado.

Jimin se giró a verlo antes de dar un paso al exterior. Su mirada vidriosa tenía algo de incertidumbre, revelando el miedo que sentía de que Yoongi pensara mal de él y de lo que había hecho en el pasado, pero también había euforia en ella, como si su lado gatuno estuviera a punto de tomar el mando para salir a patear unas cuantas colitas.

No es que importase, Jimin bien podía decirle que era el primer macho en embarazarse y él de igual forma lo iba a encontrar adorable, así que siguió adelante, sonriéndole para darle ánimos sin dejar que su rostro revelara ninguna clase de dudas.

Como pensó, la azotea resultó ser realmente amplia. Gracias a un vistazo rápido, Yoongi pudo contar a, por lo menos, unas cincuenta personas deambulando alegremente por el sitio. Algunas platicando sobre lo que iba a ocurrir esa noche y otras tantas, apostando en un stand improvisado que manejaba una cambia-formas leona de muy buen ver.

Había dos barras libres a los costados del lugar y una mesa enorme con bocadillos. Yoongi casi se vio tentado a ir por un poco del cóctel de camarón que le coqueteaba desde el centro, pero Jimin lo sostuvo tan fuerte del brazo que por un momento pensó que el chico estaba a punto de desmayarse.

—Podemos irnos, si quieres...—sugirió acercándose a su oído. El hombre temblaba ligeramente, pero no sabía deducir si era miedo o adrenalina, por lo que, haciendo caso a las enseñanzas de su madre, comenzó a ronronearle bajito, buscando darle un poco de consuelo.

Jimin, luciendo agradecido y un tanto sorprendido, correspondió el gesto juntando ambas frentes para así acariciarlo suavemente con un movimiento corto.

—Sólo estoy un poco nervioso—le confesó en un susurro, mirando de reojo a las personas que pasaban en frente, ajenas del caos en su interior. No había pensado ni en sus más locos sueños que alguna vez regresaría al sitio donde Namjoon le había enseñado la libertad y en donde también le había roto el corazón.

Por aquellos tiempos, él había estado bajo mucha presión. Su familia lo perseguía y hostigaba para que se comportara a su conveniencia y sus pocos amigos lo buscaban por ser quien era. Se había sentido perdido como nunca en su vida, solitario y asustado. Y justo en ese momento de desesperación, en una noche en la que huyó a sitios de dudosa reputación, fue que conoció a Namjoon, el alfa de una pequeña manada de delincuentes. 

El hombre, bastaba solo con verlo, había sido exactamente lo contrario a él. Alto, tenaz, decidido, territorial. Un imponente león que llamaba la atención con solo caminar. El ser más interesante que había conocido hasta ese momento y al que persiguió alrededor de todo el bar maloliente en el que estaban, con el objetivo de conseguir su número. 

"Un gatito cazando a un león", le había comentado el mayor con una sonrisa coqueta cuando por fin lo había atrapado y Jimin no había podido estar más de acuerdo. Eso había hecho. Namjoon había sido cazado y fue así por dos largos años en los que su relación pasó por una montaña rusa de emociones.

El hombre le había enseñado ese otro lado de la moneda que no conocía. Le había dejado experimentar la adrenalina y la euforia y justo en el punto más alto, lo había dejado caer. Juntos habían comenzado el negocio de las peleas clandestinas, Namjoon había sido un buen administrador y él, curiosamente, había sido un luchador, el mejor, para ser sincero y para sorpresa de todos, pero cuando fue obvio que se había vuelto la atracción principal, Namjoon había dejado de ser su novio y se había convertido en su manager. Uno que estaba más interesado en hacerlo crecer en ese mundo ilegal a preguntarle por las mañanas si estaba siendo feliz con todo lo que ocurría.

—Por cierto, Jimin... Me dijiste que ese león había querido casarse contigo.

Jimin parpadeó saliendo de sus pensamientos y se enfocó en Yoongi. El pelinegro lo miraba con el ceño fruncido, luciendo preocupado y curioso a la vez sin soltar todavía su mano, ronroneando en un tono bajo para que sólo él pudiera escucharlo, tal vez con la intención de darle un poco de confort.  Era obvio que se moría de ganas por saber lo que ocurría, su naturaleza gatuna así era, pero también era obvio que se contenía para no lastimarle y eso, francamente, derritía su corazón.

Jimin había tenido un montón de experiencias incómodas y negativas en sus relaciones, situaciones que inevitablemente le habían dejado una marca profunda, pero él era un luchador, uno que odiaba enfrascarse en el pasado; además, tenía la corazonada de que en esa ocasión iba a ser todo lo contrario, sentía que Yoongi era diferente, aunque, claro, para saberlo tenía que conocerlo, y era justo lo que pensaba hacer.

—Nam me pidió matrimonio cuando le dije que lo nuestro se había acabado—le dijo con un matiz desanimado, recordando lo que lo había hecho sentir mal por un largo tiempo. Yoongi le sonrió comprensivo—. Pero yo ya no lo quería, no podía decirle que sí. Además, estoy bastante seguro de que él tampoco me quería de esa forma. Estaba impactado porque yo era un buen peleador, pero nada más.

—Uh... Ya veo—Yoongi tomó una copa de vino de la barra que estaba cerca de ellos y bebió un trago—. Sobre eso... ¿Por qué dejaste todo esto? Las peleas, quiero decir.

—Porque sí era divertido, es decir... Mira este sitio, es una locura, sólo que... No es mi pasión, no es algo con lo que quiera ganarme la vida. Y yo quería que me vieran a mi, a Jimin, no al gatito calicó que desafía su naturaleza tranquila.

Yoongi asintió de acuerdo. Podía entenderlo totalmente.

—Sabes, sobre eso...

Yoongi se vio interrumpido cuando una fuerte mano le sacudió el hombro. Namjoon, ahora vestido con un elegante traje oscuro de tres piezas, se había acercado a ellos con una sonrisa radiante, exclamando lo feliz que estaba de verlos ahí y llevándolos por toda la azotea para darles un breve recorrido explicativo.

Les contó sobre los participantes de la noche y de cuánto dinero había en juego. También les confesó sobre todas las peripecias que él y su equipo hacían a diario para no ser descubiertos y de todas las veces en las que habían estado a punto de serlo.

—Jimin fue todo un fenómeno—les dijo mientras brindaba con ellos. Para ese momento, ya se encontraban acomodados alrededor de una pequeña arena en el centro del piso en la que fácilmente cabían cuatro gatos. La multitud alrededor también se encontraba a la expectativa—. Sigo sin entender por qué nunca quisiste echar raíces en este negocio. La gente todavía te ama.

Yoongi miró alrededor. Nadie parecía reconocer a Jimin, aunque Namjoon no dejara de decir lo famoso que había sido.

—No es para mí, Nam, yo tengo otros intereses—Jimin, estando detrás de Yoongi, recargó el mentón sobre su hombro y señaló a las personas que los rodeaban—. ¿Sabes cuántos de estos me reconocen? Ninguno. Tal vez quisiste decir: La gente todavía ama al gato calicó salvaje.

Namjoon esbozó un sonrisa ladina y asintió.

—Mi error.

Por un instante, Yoongi casi quiso golpear al hombre, pero al parecer a Jimin no le afectó el comentario y, de hecho, se echó a reír, fuerte y despreocupado, echando su cuerpo hacia atrás y desapareciendo sus ojos en un gesto adorable. Así que no hizo nada, centró nuevamente su atención en el pequeño estadio y esperó en silencio.

La primera batalla fue épica. Un Bombay contra un Ruso Azul. Ambos contrincantes fueron dignos de admirarse y se batieron durante cinco minutos en una escena tan inolvidable que Yoongi juró jamás olvidarla. Como resultado, el enorme ruso había pasado a la siguiente ronda contra un gato egipcio.

—Quiero pedirle su autógrafo—le susurró Jimin sobre el lóbulo de la oreja, manteniéndose detrás de él con las manos sobre su cintura, haciéndolo sentir totalmente en las nubes—. Él es realmente bueno.

— ¿El ruso o el egipcio? —Yoongi preguntó nervioso, pegando su espalda contra el pecho del gato calicó quien se atrevió a abrazarlo sin ninguna inhibición.

—El egipcio—volvió a susurrarle, sin despegar sus labios de su piel—. ¿No lo crees así? Podríamos ir juntos... No sé, a un lugar más privado... Sólo tú y yo.

Jimin deslizó sus manos bajo la camisa blanca de Yoongi, jugueteando con sus dedos alrededor de toda la piel que podía tocar, moviéndolos como si lo estuviera amasando, pero con tanta suavidad que poco a poco su gatito interior comenzó a sentirse como un verdadero tigre.

—Jimin... ¿Por qué no nos vamos de aquí? —le sugirió con la voz ronca, sintiéndose caliente e inestable, lamentablemente, antes de recibir la respuesta que, por supuesto, iba a ser afirmativa, Namjoon se interpuso entre los dos y los separó.

—No, no pueden ir a aparearse tan rápido, no han visto la batalla final—les dijo, sonriendo como si supiera lo que acababa de interrumpir. Jimin, mirándolo con todo el odio que un gatito como él podía dar, gruñó molesto—O al menos pueden quedarse para las demostraciones. Yoongi puede participar.

— ¿Demostraciones?

—Es para animar a los novatos, dejamos que los curiosos peleen entre ellos para ver si se unen, ¿qué dices?

Yoongi lo miró expectante. Por un lado, no podía evitar que la curiosidad le hiciera querer participar en aquel mundo tan distante, pero por otro... Jimin ronroneando debajo de él era también, o más, prometedor.

—Creo que paso esta vez—dijo sin pensárselo mucho. De tener rasguños sobre la piel, prefería mil veces que fueran los que Jimin le hiciera sobre el colchón y no un gato sin pelos que no conocía—. Pero fue realmente divertido.

Namjoon suspiró y negó con una ligera mueca de diversión. Jimin, todavía abrazando la cintura de Yoongi, parecía estar relajado, pero las venas remarcadas en sus manos indicaban lo estresado que estaba con toda la situación.

—Está bien, pero mañana están más que invitados de vuelta.

—Me alegra que lo entiendas, Nam—replicó el menor, exhalando aliviado—. Queremos aprovechar al máximo nuestro tiempo aquí.

—Es algo que puedo entender, pero fue verdaderamente un... Ah, tú.

Los tres guardaron silencio. Un hombre, poco mayor que ellos, acompañando de una mujer de mala cara, se había acercado y ahora los miraba con una postura arrogante.

—Vaya, vaya... Pero mira a quien tenemos de vuelta. 



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