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Quinto ronrroneo 🐾


Las habitaciones de The Purring Club eran una combinación de comodidad, lujo y estilos a elegir; por lo general, los huéspedes con más poder adquisitivo solían pedir las más ostentosas, las de mejor tamaño o las que prácticamente parecían ser un departamento pequeño. La de Yoongi, en cambio, no era ninguna de las opciones anteriores. Jimin admitía que, en realidad, el sitio era bastante modesto, si existía la palabra entre los suyos.

Mientras Taehyung se despedía del gatito negro, pidiéndole que llamara en cuanto estuviera disponible, él estaba sentado en la esquina de la desordenada cama esperando y observando los detalles que hablaban sobre quien era Yoongi.

Había una bola de estambre enrollada debajo de la silla del escritorio, un rascador portátil de madera pegado sobre la pared y una pequeña mancha escondida detrás de un mueble que, él deducía, debía de ser una bola de pelos escupida unas horas antes.

Por lo poco que veía, aparentemente Yoongi era un gatito muy juguetón porque también creyó notar debajo de la cama lo que parecía ser el pescado eléctrico que tanto habían anunciado por televisión. Él sospechaba que se trataba de ese artefacto porque también se había comprado uno y estaba bastante satisfecho con los resultados. El pequeño juguete se retorcía si le apretaba un botón y era muy suave de morder. Algunos modelos incluso tenían aroma, aunque no era su caso.

El gato negro era muy tierno. No le cabía duda. Pero no era sólo el animal lo que encontraba en la habitación sino el hombre. Había un montón de detalles que gritaban Min Yoongi y sobre cómo era su personalidad. Jimin se jactaba todo el tiempo de ser observador y eso era lo que precisamente estaba haciendo: Observar. Hacerlo le había ayudado en el pasado para hacerse una idea aproximada de cómo debía de moverse en territorios desconocidos; esa noche no era la excepción.

Y por fortuna, le gustaba lo que estaba viendo: La habitación estaba limpia. Si le quitaba los juguetes regados (porque claramente el gatito negro jugaba cuando quería), todo estaba pulcramente ordenado. No había ninguna prenda suelta, ni algún objeto fuera de lugar. La garrafa de la cafetera estaba llena, pero las tazas alrededor no estaban sucias. Los pocos libros se encontraban acomodados por tamaño y había un aroma agradable que lo hacía sentirse en casa. Lo hacía sentirse... Limpio. Y eso era muy importante para un gato. No le gustaba sentir que su piel o pelaje tocaban superficies indignas.

Por supuesto, su percepción no se basaba sólo en los detalles, pero era una costumbre que le gustaba aplicar siempre y Yoongi ya tenía muchos puntos extras a su favor.

—Perdóname, por favor... No sabía que Taehyung estaba aquí.

Yoongi lo sorprendió apareciendo repentinamente en su campo de visión, por lo que brincó ligeramente hacia atrás al oír su voz. Su gato frecuentemente estaba atento a lo que ocurría, pero había estado tan a gusto discerniendo sobre él que no se dio cuenta de cuando  se había acercado.

—No te preocupes—le respondió tratando de no perder su semblante sereno y se hundió de hombros. Aunque había estado decepcionado de encontrarse con el tigre, la verdad no estaba nada molesto—. Tu amigo es muy agradable. Me gusta.

Yoongi sonrió ampliamente y asintió luciendo satisfecho. Por la expresión en su rostro, Jimin comenzó a sentirse aliviado, como si acabara de pasar una prueba implícita que él desconocía y que incluía a Taehyung. Tal vez Yoongi había decidido echarlo a patadas si hablaba mal sobre su mejor amigo o inconscientemente buscaba su aprobación. Quien sabe. Jimin podía decir que al menos había pasado el test de forma limpia. Taehyung, sinceramente, le agradaba mucho.

—Creo que podríamos ser grandes amigos—dijo, esta vez siendo consciente de sus respuestas, pero sin sentirse culpable al respecto. Taehyung le gustaba, pero Yoongi lo hacía mucho más y en más de un sentido amistoso—. Es bueno saber que tienen una relación así de bonita.

El pelinegro se sentó a su lado  y escondió sus manos entre sus rodillas. Parecía un poco nervioso porque alternaba su mirada entre el piso y él.

—Taehyung es un buen hombre, pero...

— ¿Pero?

—Pero no vinimos aquí para hablar de él...

Jimin se mordió el labio apenas Yoongi terminó de hablar. El mayor seguía con las manos entre las piernas, pero finalmente se había atrevido a mirarlo a la cara. Su expresión era decidida. Y a él le pareció tan adorable, sus expresiones sonrojadas le dieron tanta ternura, que no pudo más que tomarlo por las mejillas y darle un beso suave que no supo siquiera cuánto duró.

— ¿Y a qué vinimos? —le susurró aún sobre sus labios y soltó un par de risitas esporádicas cuando Yoongi lo recostó sobre la cama para seguir besándolo.

A pesar de que había cierto aire dominante en él, Jimin descubrió que no estaba esa locura que había imaginado antes, sino todo lo contrario, los movimientos del pelinegro eran dulces, delicados, y lo tocaba con anhelo, pidiendo permiso con cada caricia que le daba.

—Tengo un par de ideas en mente—Yoongi le mordisqueó cariñosamente el mentón y Jimin sonrió reconociendo el ligero gesto posesivo de su naturaleza gatuna.

—Creo que podrías ilustrarme—le dijo, mientras lentamente le comenzaba a desabotonar la camisa. No deseaba hacer tan evidente sus ansías por poseerlo, pero habían pasado por tanto esa noche que poco le importaba si su necesidad se exteriorizaba; Yoongi olía bien, adictivo, Jimin sólo quería verse envuelto entre sus notas y escuchar algún que otro jadeo de su parte.


Yoongi ya no respondió, pero dejó que el menor lo terminara de desvestir a su antojo. Primero fue la camisa, que salió volando hacia la silla del escritorio y después fue la camiseta que terminó ahí mismo en el colchón. También había intentado con su pantalón, pero tuvo que detenerlo cuando se dio cuenta de que Jimin seguía vestido.

Como si tuviera pereza, se movió con suavidad buscando de nuevo sus labios y lo besó, tomándose su tiempo para juntar su lengua con la suya y moverse con dulzura, distrayendo a Jimin de los movimientos de sus manos que poco a poco comenzaron a ganar terreno entre sus ropas, delineando los bordes de la tela y de las prendas que fueron olvidadas en el piso.

En medio de los besos, Jimin se dio cuenta de que la luz seguía prendida. Había nitidez en su campo de visión y por eso pudo notar el gesto de adoración que su gatito negro tenía en el rostro, como si no pudiera creer que lo tuviera ahí mismo, temblando bajo sus caricias y pidiendo por más. Así que no se quejó al respecto y permitió que la bombilla siguiera iluminando. Nunca había sido pudoroso con su cuerpo o con lo que hacía, pero la oscuridad siempre había sido un refugio que mantenía el anonimato, trazaba una línea entre lo personal y lo fugaz, porque así con el cuarto encendido, tenía la absoluta certeza de quién estaba a su lado. Y le gustaba. Yoongi le gustaba mucho.

Con suavidad, casi con timidez, le corrió el cabello del cuello y comenzó a besarlo, disfrutando de lo salada que se sentía su piel. Poco le importaba no haber tomado una ducha antes, pues no sabía cómo resistirse a su sabor. Le gustaba saber que era él quien tenía el privilegio de dejar un rastro rojo, aunque no permanente, sobre su piel.

Las caricias de Yoongi eran lentas y profundas, también silenciosas, cada una más placentera que la anterior, como si no le preocupara el tiempo, buscando entre lunar y lunar un punto sensible. Jimin disfrutaba también a su ritmo, moviendo sus dedos por los espacios sudorosos y un poco pegajosos de la anatomía de Min que pretendía besar más tarde. Quería recorrerlo, adorarlo con su boca y hacerle saber que lo tenía a su completa merced.

Sólo que Yoongi fue más rápido, la dureza entre sus piernas ya se movía al compás de la suya. Mientras el hombre lo seguía recorriendo con sus largos dedos, sus caderas comenzaron a ganar ritmo, acariciándose mutuamente a la par de sus besos codiciosos. Jimin podía sentir los espasmos de un placer que comenzaba a construirse con pereza, como una melodía repentina sin nombre que gana forma con cada nota. Apenas podía contenerse de exhalar gemidos que se volvieron roncos y necesitados.

Podía sentir a Yoongi en un simple beso, las caricias y el vaivén de sus cuerpos. El hombre se encontraba jugando en zonas más íntimas, pero su toque era delicado, casi distante, como alguien que se atreve a tocar una pieza de arte en un museo. Lo hacía sentirse especial, en llamas, y Jimin se encontró sintiendo pena por primera vez, sin saber si montarse sobre él y brincar por su cuenta o permitir que Yoongi hiciera lo que quisiera con él.

Yoongi, en cambio, no parecía temeroso, su mirada era la de un felino frente a su presa, una que parecía adorar. Lo aprisionó de las muñecas y lo acomodó sobre una almohada, buscando que sus siguientes movimientos no fueran dolorosos, o al menos no tanto. Se alineó entre sus piernas y, mientras ganaba terreno, mordisqueó sus orejas, su cuello y sus clavículas, haciéndolo sentir lleno y un poco dolido.

Dolor que fue maquillándose cuando la prisa se apoderó de ellos. Yoongi había encontrado el ritmo justo que lo hacía sentirse perdido  y que se encargó de usar a su favor, empujando su cuerpo con más y más fuerza, pero sin ser brusco. Le decía sobre su oreja lo mucho que le gustaba, cuanto estaba disfrutando de su cuerpo y de lo bonito que se veía sonrojado. Jimin no podía hablar, pero sí podía gemir, por lo que eso hizo: Gimió, gritó y lloriqueó cuando el placer se volvió intenso y sinsentido. El pelinegro lo imitó. 

Ninguno se dio cuenta de cuánto tiempo habían pasado enredados el uno con el otro, pero en algún momento de la noche Jimin había enterrado sus uñas en los hombros de Yoongi y había mojado sus pechos, disfrutando de la áspera voz contraria y sin aliento que le indicó que también había terminado.

Cuando el silencio llegó a ellos, se besaron una vez más de forma vaga, todavía demasiado cansados para hablar. Ambas miradas estaban cargadas de sueño, de cansancio, pero podían disfrutar de lo que claramente se estaba tejiendo entre ellos.

Eran dos desconocidos, si Jimin tenía que ser sincero, y había pensado que esa noche sería caliente y desmedida, pero descubrió con gusto que fue cálida, única y tierna, así como era Yoongi. El momento le supo a timidez y añoranza y él supo que había encontrado a su maullido nocturno en un gato negro de colmillos largos y palabras bonitas.

"¿Y mis detalles?" xD

Pensé mucho en si incluir este capítulo, porque no sabía si quedaba bien con el fic, pero me gustó :3 así que aquí ta. ¿Ya les dije que les ronroneo con locura y pasión? 

Y gracias por comentar, me motivan siempre a subir más capítulos! <3

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