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Día 2: "Besos en guerra"

Ship: Hasgard x Dohko

Temática: Conociendo al nuevo integrante.
Universo de Saint Seiya.// Omegaverse.// Cambios en el canon.// Cambios en las edades.// Headcanon.

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La guerra santa estaba a nada de comenzar. Quedaban solo un par de años para que pusieran sus vidas en riesgo por el bien de la humanidad, enfrentando fuerzas más grandes que ellos.

Estaban perfectamente conscientes de que como santos, cosas como el romance, o la idea de formar una familia, eran fantasías, por decir lo menos.

Nadie veía con malos ojos las relaciones meramente sexuales, tanto dentro como fuera del Santuario, siempre y cuando no involucraran sentimientos ni interfiriesen con el cumplimiento de su deber.

Era común y prácticamente visto como algo normal que todos hubieran tenido al menos una aventura de una noche con sus colegas. Incluso el Omega de Virgo, que era un secreto a voces. Pero nadie hablaba de una relación del tipo romántica, sabiendo las consecuencias que podría tener si se descubría.

Pero, por algo dicen que cuando el amor entra por la puerta, todo lo demás sale por la ventana.

Desde que se vieron por primera vez, supieron que había algo más entre ellos. Hasgard fue de los primeros en recibirlo cuando llegó al Santuario, saludándolo con la jovial y amable sonrisa que lo caracterizaba. Y fue en ese instante, cuando sus miradas se cruzaron, que los dos comprendieron que sus vidas no volverían a ser las mismas.

Tenían bastante en común, los dos disfrutaban de un buen sake y un ambiente agradable. Tenían un sentido del humor muy similar, y compartían varios ideales. Eran perfecto uno para el otro... Pero ambos sabían también, que el otro era un fruto prohibido.

Los dos eran Alphas, sabían bien que ese tipo de relaciones eran consideradas pecaminosas fuera del Santuario. Incluso dentro del mismo eran un tabú para muchos, algo que varios hacían, pero que ninguno admitiría jamás públicamente.

Sabían también que ser pareja estaba prohibido. Su lealtad y amor debían ser para su diosa y la humanidad, y un romance solo los distraería en batalla.

Pero a pesar de saber todo eso, decidieron ir en contra de todas las reglas, y mantener un romance secreto. En público eran simplemente buenos amigos, pero cuando nadie veía, eran los amantes más enamorados que podían existir sobre la faz de la Tierra.

Dohko incluso conocía a todos los niños que Hasgard había adoptado durante años, dándoles un hogar y todo el amor que solo un padre puede. Los niños conocían al Alpha castaño, les gustaba pasar tiempo con él cuando los visitaba al lado del guardián de Tauro, e incluso, en palabras de Hasgard, siempre preguntaban por él.

Esos niños eran como sus hijos, aún si no compartían lazo alguno con ellos. Prácticamente los estaban criando juntos, los amaban como si fueran sus cachorros, y para ellos, eso era más que suficiente.

El tener que alejarse de ellos, y dejarlos al cuidado de sus "hijos" más grandes, fue una decisión difícil para ambos. La idea de no poder volver a estar cerca de ellos era dolorosa, pero sabían que era lo mejor. Así que con todo el dolor de sus corazones, así lo hicieron.

El que Teneo, Salo y Celintha decidieran ir con ellos para entrenar y volverse santos de Athena, fue una verdadera mezcla de emociones. Por un lado, al menos 3 de sus cachorros seguirían a su lado, pero a la vez, estaban conscientes de que debían ocultar sus vínculos y tratarlos como unos discípulos más.

Usualmente era Hasgard quién parecía tener un imán para los desamparados, pero en esa ocasión, fue Dohko quien después de una misión en Italia, volvió al Santuario con un nuevo integrante a su pequeña y secreta familia.

Tenma, un jóven Beta huérfano que parecía poseer cosmos, y que Dohko decidió llevar con él para entrenarlo. Cómo era de esperarse, Teneo, Salo y Celintha hicieron saber su desconfianza de revelarle a ese chico su secreto, que eran más que discípulos y maestros. ¿Qué pasaba si el Beta los delataba?

- ¿Qué les he dicho de juzgar a alguien antes de tiempo?

Hasgard, cómo siempre, era quién se esforzaba por hacerle entender a sus hijos que no debían juzgar un libro por su portada, ni sacar conclusiones apresuradas.

Los chicos siguieron dudosos, pero después de la insistencia de sus padres, finalmente decidieron darle el beneficio de la duda al chico, y accedieron a conocerlo e integrarlo cómo uno más de su familia.

Y tal y como vieron venir, Tenma se sorprendió al enterarse del secreto, pero no se escandalizó ni hizo un alboroto, aunque, naturalmente, tuvo algunas preguntas.

- Entonces, ¿esperan que Teneo, Salo y Celintha sean algo así como mis... Hermanos?

- No tienes que tomarlo así si no quieres.- Aclaró Dohko.- No estás forzado a formar parte de la familia si no lo deseas. Podemos mantenernos como maestro y discípulo, si así lo prefieres.

- Lo siento si sueno grosero, pero es que... Durante años fantaseaba cómo sería tener una familia, con padres...- Respondió el jóven Beta.- Y ahora que puede ser real, es... No sé cómo debería sentirme al respecto.

- No te presiones.- Le calmó Hasgard, palmeandole el hombro.- No tienes que dar una respuesta de inmediato.

Le tomó a Tenma un par de días analizar la situación, así como asimilar la idea de formar parte de una familia, con padres y hermanos... Era tan nuevo, que parecía irreal. Aunque, también un pequeño sueño que no le molestaría en absoluto vivir.

Así que finalmente terminó aceptando unirse a la familia, siendo recibido por sus nuevos padres y maestros, y sus nuevos hermanos.

A Teneo, Salo y Celintha les tomó un poco de tiempo confiar plenamente en él y aceptarlo por completo como su nuevo hermano, pero antes de que se dieran cuenta, se habían vuelto bastante cercanos.

Teneo era como el hermano mayor, siendo mayormente quién buscaba aconsejar y ser un ejemplo para los demás. Celintha seguía el mismo papel de Teneo, siendo menor que él apenas por un par de meses, y siendo el apoyo para el mayor. Tenma era como el hermano de enmedio, algo problemático y que sus hermanos en más de una ocasión tenían que sacar de apuros y cubrir de sus padres. Y Salo, siendo el menor de todos, además del único Omega, era a quién más cuidaban los demás, aunque Hasgard y Dohko más de una vez tenían que recordarles que debían dejarlo crecer y romperse un hueso de vez en cuando.

Tenían la costumbre de cenar juntos una vez a la semana, en la cabaña que sus hijos compartían, en las afueras de Rodorio. Era el único momento en el que podían quitarse las armaduras, olvidar sus deberes, y soñar despiertos con la vida que habrían deseado.

No se arrepentían de haber elegido el camino de guerreros, después de todo, defendían un mismo ideal, luchaban por un mundo mejor. Pero, si tuvieran que elegir otro destino que no fuera ese, sin duda, elegirían hacer de su familia una realidad. Vivir libres, sin tener que fingir, ni ocultar nada.

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