CAPÍTULO 5
"A VECES, EL VERDADERO DESAFÍO NO ES VENCER A LOS ENEMIGOS, SINO ENCONTRAR LA FUERZA PARA CAMBIAR UNO MISMO."
TONY STARK DE MARVEL.
Desde que Crowley se encontró con Morrigan en la playa, las semanas parecían hacerse interminables y pesadas. Los días se transformaron en una secuencia rutinaria, solo interrumpida por el irremediable paso del tiempo y la constante inquietud que se alojaba en lo más profundo de su mente. En contraste, las noches narraban una historia distinta; los sueños de Crowley se convertían en un remolino de imágenes fragmentadas, reflejos de futuros posibles que se entrelazaban con sombras de profecía de esa profecía que permanecía aún indescifrable.
Había un deseo persistente que palpitaba en su interior, un deseo de poder que se negaba a disminuir a pesar de los obstáculos. Su determinación, lejos de desvanecerse, se fortalecía con cada día que pasaba, mientras su mente maquinaba un nuevo plan de conquista. Esta vez, su ambición lo llevó a considerar la ayuda de una entidad que representaba la misma esencia del fin: la muerte.
Había rumores que se extendían el mundo sobrenatural, susurros sobre una nueva Muerte que había ascendido al cargo meses atrás. A diferencia de sus predecesores, se decía que esta entidad era joven en apariencia pero poseía una sabiduría inexplicable. Su presencia despertaba misterio y poder; la capa roja que portaba caía elegantemente sobre sus hombros, el profundo color escarlata contrastando con su cabello negro y su piel pálida. La capucha cubría parcialmente su rostro, agregando un aire de enigma que fascinaba e intimidaba a partes iguales.
Intrigado y cautivado por estas leyendas, Crowley se embarcó en su búsqueda. Estaba convencido de que su carisma natural y su destreza para manipular a otros bastarían suficientes para atraerla a su causa. Después de todo, había convencido a muchos de seguirlo antes. Sin embargo, la muerte, esta nueva Muerte, no se asemejaba a las demás. Eso lo percibió desde el instante en que la halló en el claro apartado del bosque, donde la niebla se arremolinaba como un espectro viviente a su alrededor.
El bosque parecía pertenecer a otro mundo. Los árboles se alzaban como antiguos guardianes, sus ramas retorcidas extendiéndose hacia el cielo oscuro como si quisieran capturar las estrellas. La niebla era densa, rodando sobre el suelo en remolinos que reflejaban la luz de la luna. El aire estaba cargado de un silencio palpable, únicamente interrumpido por el susurro del viento entre las hojas.
Al acercarse, la figura encapuchada emergió detrás de él. Aunque su rostro permanecía oculto entre las sombras, la presencia de la Muerte resultaba inconfundible. Una calma la envolvía, una calma que desafiaba la naturaleza misma de su existencia. Crowley, sin embargo, no se dejó intimidar.
—He escuchado que eres la nueva Muerte —pronunció, su voz resonando con una seguridad ensayada—. Y que tus habilidades son... excepcionales.
La Muerte lo observó en silencio por un instante, como si evaluara su verdadero ser antes de responder. Cuando lo hizo, su voz era un susurro etéreo, una melodía que cortaba el silencio del bosque con precisión.
—Soy quien trae equilibrio, Crowley. No estoy interesada en tus ambiciones. He observado cómo tus deseos han desencadenado a la destrucción y al sufrimiento. No me convertiré en tu herramienta.
Crowley esbozó una sonrisa, un gesto meticulosamente diseñado para cautivar y persuadir. Se acercó un paso más, su silueta envuelta en sombras mientras su capa oscura ondeaba como si tuviera vida propia.
—Oh, pero creo que podrías estar interesada. Te ofrezco algo más que poder. Juntos, podríamos rehacer el mundo humano a nuestra imagen, un lugar donde la sea respetada como corresponde. Imagina un universo donde cada alma comprenda su propósito, donde el tránsito de la vida a la muerte no sea un suceso temido, sino un momento de transformación aceptada. Podríamos eliminar el miedo, y tú, Muerte, podrías ser vista como una guía, no como un final. Visualiza la paz que podría brindar a todas las almas perdidas.
Mientras hablaba, Crowley desplegó su visión de un mundo transformado, un mundo donde la muerte no inspiraba miedo, sino respeto. Describió un escenario de armonía y orden, donde cada ser comprendía su lugar en el ciclo eterno de vida y muerte. Era una visión seductora, diseñada para convencer a la muerte de ayudarle con su plan.
La Muerte, sin embargo, permaneció imperturbable. Lentamente, con un gesto de su mano, materializó una pesadilla que invadió la mente de Crowley, una imagen que borró su sonrisa. De repente, se vio inmerso en un paisaje desolado, las sombras se alzaban a su alrededor, y un frío intenso le recorrió el cuerpo. A lo lejos, vio una figura tendida en el suelo, cubierta de sangre.
A medida que se acercaba, su corazón parecía detenerse al reconocer a Morrigan. Su tez pálida estaba manchada de rojo, y su respiración era apenas perceptible. Crowley sintió que el horror se apoderaba de él, una mezcla de impotencia y desesperación.
—Morrigan... ¿Qué es esto? —exigió Crowley, su voz perdiendo momentáneamente su compostura habitual. La visión lo había sacudido, desatando una ola de emociones que pensaba tener bajo control.
—Una advertencia —respondió la Muerte, su tono sereno e imperturbable—. Tu camino hacia la conquista solo traerá destrucción para aquellos que dices querer. Reconsidera tus intenciones, o esta visión se hará realidad.
Crowley, consumido por la angustia, sintió que el suelo temblaba bajo sus pies. — ¡No! ¡Esto no puede ser real! — exclamó, intentando romper la ilusión.
—Es tan real como la oscuridad que reside en tu interior—respondió la Muerte, su voz resonando con una verdad innegable. —Tus deseos egoístas pueden llevarte a perder aquello que más aprecias.
Crowley apartó la mirada, su mente un caos de conflicto interno. Había algo en la visión que resonaba con una verdad incómoda. El miedo y la duda se entrelazaron con su deseo de poder, creando una tormenta interna que lo dejó momentáneamente en silencio.
El bosque a su alrededor parecía contener la respiración, como si la misma naturaleza aguardase su respuesta. La Muerte dio un paso atrás, su capa ondeando alrededor suyo como una llama carmesí en la penumbra.
— La decisión es tuya, Crowley. ¿Seguirás por el camino de la destrucción, o reconsiderarás tu enfoque? Las segundas oportunidades no siempre son otorgadas.
Con estas palabras, la Muerte se desvaneció entre las sombras, dejando a Crowley solo con sus pensamientos. Las tinieblas del bosque parecían cerrarse en torno a él, aislándolo en un mundo de oscuridad y silencio.
Crowley permaneció en el claro durante un lapso que le pareció interminable. La imagen de Morrigan, su cuerpo inerte y ensangrentado, quedó grabada en su mente, cada detalle un recordatorio punzante del posible precio de su ambición. La advertencia de la Muerte resonaba en su interior, una llamada a la razón que se enfrentaba a su deseo de poder.
A medida que el cielo comenzaba a iluminarse con los primeros rallos del amanecer, Crowley finalmente se puso en movimiento. Sus pasos lo llevaron fuera del bosque, cada uno cargado de una nueva determinación. Consciente de que la elección era exclusivamente suya y que el camino que eligiera tendría consecuencias inevitables. Por primera vez en mucho tiempo, el Diablo reflexionaba sobre el significado del equilibrio y el costo del poder.
Con cada paso que daba, Crowley experimentaba la tensión entre su ambición y la advertencia de la Muerte. La profecía aún pesaba sobre él, un recordatorio constante de que el destino es un hilo entrelazado con las elecciones que realizamos. En su retorno a su dominio, el eco de la Muerte lo acompañaba, susurrando una promesa de un futuro aún por escribir.
Deteniéndose en el límite del bosque, Crowley volvió la vista atrás por última vez. Las sombras danzaban entre los árboles, y en algún lugar, la Muerte observaba, esperando su decisión. Sabía que el tiempo de actuar estaba cerca, y aunque la incertidumbre persistía, también lo hacía la chispa de un nuevo entendimiento.
Con la determinación de despejar su mente, Crowley se encaminó hacia la playa donde había visto por última vez a Morrigan. El sonido rítmico de las olas chocando contra la costa proporcionaba un extraño consuelo, como si el mar susurrara secretos antiguos que solo unos pocos elegidos podían escuchar.
Crowley caminó por la playa, su mente aún llena de pensamientos y emociones que la reciente conversación con la Muerte había desatado. El sonido rítmico de las olas proporcionaba un extraño consuelo, y no pudo resistirse a sentirse atraído por la conocida figura de Morrigan, sentada en las rocas con un libro entre sus manos. Morrigan estaba allí, tal como la recordaba.
Crowley se detuvo un instante contemplándola desde la distancia. Había algo en su serenidad que lo desconcertaba y lo atraía a la vez. Con paso firme, se aproximó, sintiendo cómo la arena crujía bajo sus pies con cada movimiento.
—Siempre te encuentro en los lugares más inesperados — comentó con una sonrisa, rompiendo el silencio con su voz cargada de familiaridad y curiosidad. —¿Qué estás leyendo, Morrigan? —preguntó, buscando conectar en un nivel más personal
Morrigan alzó la mirada de su libro cuando Crowley se detuvo a su lado, y un suave viento jugueteaba con su cabello rojizo.
— Estoy leyendo "El libro de Azrael" —respondió, su voz cargada de una fascinación palpable—. Es un texto ancestral que desvela secretos sobre el ángel de la muerte. Cada página parece susurrar fragmentos de historias olvidadas en el tiempo. Este libro no es tan solo eso; es como si fuera una puerta a otro mundo, uno donde el final y el comienzo son lo mismo.
Crowley observó el libro en sus manos, reconociendo el nombre de Azrael, el ángel de la muerte.
—Interesante elección —comentó, con una leve sonrisa que reflejaba su curiosidad.
Ella giró la cabeza lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y desconfianza. —Crowley. No esperaba verte aquí. ¿Qué buscas? — inquirió, cerrando el libro para prestarle toda su atención, aunque dobló sutilmente la esquina de la página que estaba leyendo.
— Hay asuntos que debo discutir contigo —respondió él, con una sinceridad poco común en su voz—. He estado cegado, persiguiendo un poder que no puede traer nada más que dolor. La Muerte me ha mostrado un futuro que debo evitar, y es por eso que estoy aquí.
Morrigan lo miró en silencio, su expresión tranquila y paciente. La referencia a la Muerte no la tomó por sorpresa; era evidente que había estado aguardando ese momento.
—Cuéntame, entonces. ¿Qué es lo que planeas hacer?
Crowley respiró profundamente, dejando que el aire marino despejara su mente. Por primera vez, las palabras salieron de sus labios sin el peso del engaño ni el deseo de manipular.
—He decidido abandonar mis planes de conquista. No permitiré que mi ambición ponga en peligro a nadie, especialmente a ti. Si existe un destino que debemos cumplir, quiero que sea uno de equilibrio y entendimiento. Quiero trabajar contigo, no solo para protegerte, sino para encontrar un nuevo camino, uno que no requiera que el mundo se doblegue a mis pies.
Morrigan sonrió, una expresión de aprobación que iluminó su rostro y llenó a Crowley con una calidez que no había sentido en siglos.
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