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CAPÍTULO 4

"A VECES, EL VERDADERO PODER NO RADICA EN EL CONTROL, SINO EN LA CAPACIDAD DE ESCUCHAR Y ADAPTARSE AL CAMBIO."
DOCTOR STRANGE DE MARVEL.

Morrigan había despertado del coma, pero su regreso al mundo fue regreso completo. Durante los siguientes días, mientras recuperaba lentamente sus fuerzas y se adaptaba a la realidad que la rodeaba, empezó a sentir una conexión con Crowley, a pesar de su ausencia física. Desde las sombras, ella se convirtió en una figura difusa en su mente, una presencia sutil que lo acompañaba, recordándole su promesa de cambiar y reconsiderar su camino.

Por otro lado, Crowley estaba inmerso en sus propios planes. La ambición lo dominaba, pero había algo en la forma en que Morrigan había despertado, algo en su esencia, que lo mantenía intranquilo. A menudo, en momentos de soledad, sentía una ligera brisa que le susurraba su nombre, como si ella estuviera presente, vigilando cada uno de sus movimientos. Era un constante recordatorio de que su vida había tomado un giro inesperado, uno que no podía ignorar.

Mientras tanto, Morrigan utilizaba su magia de manera discreta, interfiriendo en los planes de Crowley de formas sutiles. De vez en cuando, una sombra oscura pasaba por su mente, recordándole que no debía olvidar su promesa. A veces, un susurro en el viento lo obligaba a detenerse y reconsiderar sus decisiones. Era un juego de poder y resistencia, y Morrigan estaba decidida a jugarlo con astucia, cada palabra acercándola un paso más a su objetivo.

Una noche, mientras Crowley se encontraba en su palacio en el inframundo, trazando sus planes para sembrar el caos en el mundo humano, sintió un tirón en su ser, una llamada que lo llevó a la playa. La brisa marina y el sonido de las olas rompían la monotonía de su reino. Crowley se dejó llevar por esa sensación, percibiendo que Morrigan lo estaba guiando hacia ella. Con pasos silenciosos, avanzó hasta la orilla, envuelto en un manto de sombras que se entrelazaban con la neblina marina.

Al llegar, la luna brillaba sobre el agua con intensidad, creando un juego de luces y sombras. El paisaje era casi irreal, un lugar donde el tiempo parecía detenerse. Fue en ese momento que escuchó la voz de Morrigan, resonando en el aire como un eco de antiguas promesas.

— ¿Qué andas maquinando ahora, Crowley? —preguntó, su tono cargado de desafío y curiosidad.

Crowley se aproximó, su figura envuelta en un manto de oscuridad que se mezclaba con la bruma marina. Una sonrisa burlona apareció en su rostro, reflejo de admiración y enfrentamiento.

— ¿Qué maquinaciones albergo? — Contestó, su voz portando siglos de historia—. Mis planes son tan antiguos como el tiempo mismo, querida Morrigan.

Se detuvo a unos pasos de ella, observándola con ojos que parecían captar cada detalle de su figura iluminada por la luz de la luna.

Tu mera existencia siempre parece entrometerse con mis más nobles propósitos —confesó con una sutil inclinación de cabeza—. Sin embargo, quizás esa sea parte del encanto de nuestra danza eterna.

Morrigan se levantó de la arena, acercándose a él. Su ropa, aún mojada, se pegaba a su cuerpo, resaltando su figura.

—No podrás deshacerte tan fácilmente de mí, Crowley. Me sorprende que aún no hayas descubierto quién soy ahora —expresó desafiando su voz desafiaba la oscuridad que lo rodeaba.

—Dime, Crowley... ¿Cuál es tu verdadero anhelo? —inquirió, en un juego propio, su mirada verde destellando con una fuerza desafiante que desafiaba la noche.

Crowley la contempló con una mezcla de asombro y fascinación.

— ¿Quién eres ahora, Morrigan? —Cuestionó con auténtica curiosidad, su tono resonando con un matiz de admiración—. Pareciera que has experimentado cambios desde nuestro último contacto.

Sus ojos rojos relucían intensamente, reflejando un renovado interés en la joven que había desafiado su dominio de maneras que ni siquiera él había previsto.

—Lo que anhelo... es una pregunta compleja —contestó, debatiéndose entre la verdad y las sombras de sus planes inmortales—. Quizá lo que quiero ahora es descubrir qué más eres capaz de hacer, Morrigan.

Aceptó con una sonrisa ligeramente torcida, asumiendo el implícito desafío en sus palabras.

—Supongo que es algo que irás descubriendo con el tiempo, Crowley —respondió ella, tomándole la mano y llevándolo hacia el mar. La juguetona energía de Morrigan lo sorprendió, pero también le intrigó.

A medida que el agua salada envolvía sus pies, Crowley experimentó una extraña sensación de ligereza y libertad que no había sentido en milenios.

— ¿Divertirme? —murmuró con una risa suave y sincera, un sonido que rara vez se escuchaba en su oscuro dominio.

—Quizá tengas razón, Morrigan. Hay misterios que solo el tiempo desvelará —reconoció, disfrutando de la compañía de la joven. Juntos, en la orilla del mar, el diablo y la joven con el poder de transformarlo se sumergieron en un momento fugaz de humanidad y conexión, alejados de los juegos de poder y los destinos entrelazados que normalmente los rodeaban.

Morrigan se metió en el agua, dejando que el agua fría la rodeara. Crowley la observó, sintiendo una mezcla de asombro y anticipación. La joven parecía haberse transformado de nuevo en la figura desafiante y enigmática que había cruzado su camino tantos años atrás.

—Interferir en mis planes en el momento más adecuado —murmuró para sí mismo con una sonrisa leve y fascinada—. Eres verdaderamente un enigma, Morrigan.

Decidiendo unirse a ella, Crowley se desprendió de su vestimenta oscura, revelando una forma que se adaptaba a las expectativas de su atmósfera.

—Vaya, parece que hay una forma humana debajo de toda esa oscuridad —dijo, sonriendo mientras se adentraba en el agua.

Morrigan le echó agua con sus manos, riendo mientras lo hacía.

—Una forma humana debajo de la oscuridad, sí —respondió él con una sonrisa cálida, disfrutando del momento.

Juntos, en la unión del mar y la serenidad de la noche, el diablo y la joven con el poder de desafiarlo se sumergieron en un momento de complicidad y conexión. Crowley se sintió ligero, como si la oscuridad que siempre lo había acompañado se desvaneciera, aunque solo fuera por un instante.

Después de un tiempo en el agua, Morrigan decidió que era hora de regresar. Se despidió de Crowley, sintiendo que su presencia siempre sería un recordatorio de la dualidad de su existencia. Mientras regresaba a casa, se recostó en su cama, sintiendo aún la frescura del agua. Su mente daba vueltas, reflexionando sobre la extraña dualidad de su relación con el diablo, un vínculo entre la luz y la oscuridad que la mantenía alerta.

Crowley se quedó allí, contemplando el horizonte, mientras la brisa marina acariciaba su rostro. La presencia de Morrigan se percibía como un faro en la oscuridad, indicándole un destino que aún no comprendía del todo. La noche continuaba su curso, y el sonido de las olas se convertía en un canto suave, casi hipnótico.

Sentado en la arena, Crowley dejó que el frío de la noche penetrara en sus huesos. La playa, un punto de transición entre dos mundos, se convirtió en su refugio temporal. Allí, en la soledad del mar, reflexionó sobre su vida, sus decisiones y el papel que Morrigan había empezado a desempeñar en su existencia.

La conexión que experimentaba con ella era innegable. Era como si, de alguna manera, su esencia se hubiera entrelazado con la suya. La forma en que ella había desafiado su autoridad, su valentía al enfrentarse a él, lo había dejado intrigado y cautivado. Crowley nunca había sido alguien que se dejara influir fácilmente, pero Morrigan era diferente. Ella había despertado en él una curiosidad que desafiaba su naturaleza demoníaca.

A medida que el tiempo transcurría, las olas seguían rompiendo suavemente en la orilla, y el cielo estrellado parecía observarlo con atención. Crowley cerró los ojos, permitiendo que los recuerdos de su encuentro con Morrigan fluyeran en su mente. Recordó su risa, su desafío, y la forma en que había logrado interrumpir sus planes con una simple pregunta.

— ¿Cuál es tu verdadero deseo? —esa pregunta resonaba en su mente, como un eco persistente que no podía ignorar.

La noche avanzaba y Crowley percibía cómo su mente se poblaba de opciones. Su afán, el cual siempre lo había dirigido, comenzaba a fusionarse con algo más: una búsqueda de sentido, de razón de ser. En su ansia de poder, había descuidado el significado de ser humano, de conectar con otro ser. Morrigan, con su luz y su oscuridad, lo había recordado.

Con un profundo suspiro, Crowley se levantó de la arena. A pesar de la belleza de la playa, sentía que no podía quedarse más. Había un mundo que conquistar, pero también había una joven que había cambiado su perspectiva. Mientras se alejaba de la orilla, la brisa marina acariciaba su rostro, como si la misma naturaleza lo estuviera animando a seguir adelante.

—Quizás no todo esté perdido —murmuró para sí mismo, sintiendo una chispa de esperanza en su corazón. Con cada paso que daba, sentía que su destino se entrelazaba con el de Morrigan, y que, tal vez, juntos podrían encontrar un camino que desafiara las expectativas de ambos mundos.

La noche se desvanecía lentamente, y mientras Crowley se alejaba de la playa, la luna iluminaba su camino, reflejando la dualidad de su existencia. En el horizonte, el sol comenzaba a asomar, prometiendo un nuevo día lleno de oportunidades y desafíos. Crowley sabía que su viaje apenas comenzaba, y que Morrigan sería una parte fundamental de ese recorrido.

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