21. Cartas a St. Malory
Vigésimo primer capítulo.
CARTAS A ST. MALORY
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❝ ¿de verdad creíste que podría olvidarte? ❞
El nerviosismo la consumía. Elinor aguardaba a que llegara el correo día a día, esperando escuchar su nombre. Sin embargo, después de más de una semana, aún no había noticias.
—¿Aún nada? —Caire le dirigió una mirada cargada de simpatía al acercarse a su mesa por la mañana, en el comedor—. Ya llegarán, Elle.
Sally la contempló con curiosidad, pero no comentó nada hasta que la delegada se alejó hacia su propia mesa.
—¿Hace cuánto que os conocéis Caire y tú, por cierto? —preguntó la que, por el momento, era su única amiga en la escuela, fuera de Caire.
—No lo sé —respondió Elinor, dando largas—. Parece que toda una vida.
Sally arqueó las cejas, dejando claro que aquello no le había servido de mucha ayuda, pero decidió ignorar el tema. Las dos delegadas, Caire y su compañera, se acercaron poco después para repartir el correo de las alumnas de primero. Una vez más, Elinor no recibió carta alguna; no pudo evitar quedarse contemplando con pesar los dos sobres que le fueron entregados a Sally.
—¿Esperas noticias de casa? —preguntó su amiga en tono amable, mientras abría distraídamente la primera de sus cartas. Elinor esbozó una mueca.
—Algo así.
«Me escribirá. Tiene que hacerlo.»
—Ya llegarán. —Sally le dirigió una sonrisa animada—. ¡Alégrate un poco! Hoy es la primera salida al pueblo. ¿No tienes ganas?
Elinor se tragó su «no» y se limitó a asentir sin mucho entusiasmo. ¿Qué podía hacer, si no?
St. Malory se encontraba cerca de un pequeño pueblo que las alumnas podían visitar durante algunos fines de semana al curso, siempre que recibieran autorización de sus padres. En él, solían comprar dulces de todo tipo, ropa, útiles escolares, libros o cualquier cosa que necesitaran para su vida allí. También había varios establecimientos en los que solían reunirse para merendar juntas, según les habían contado las alumnas de cursos superiores. Las compañeras de Elinor estaban bastante ilusionadas por la inminente visita, una ilusión de la que ésta no lograba contagiarse.
Sin embargo, terminó por obligarse a tomar el camino que llevaba de la escuela al pueblo esa tarde, incluso cuando se planteó con bastante seriedad el quedarse en su dormitorio leyendo e ignorando al resto del mundo. Pero sabía que eso tampoco acallaría sus pensamientos, sus dudas, sus temores.
—¡Elle! —Parpadeó, sorprendida, cuando Caire apareció a su lado a mitad del trayecto y la tomó por el brazo. Varias de sus compañeras de clase, a poca distancia, contemplaron extrañadas aquella muestra de cercanía entre la delegada y la novata—. Estaba buscándote. Vienes conmigo, ¿no?
—Eh... —Elinor llevó un segundo la mirada a las otras chicas, cohibida, y volvió los ojos a Caire—. Sí, claro. Te conoces este sitio mejor que yo, seguro. Aunque... —Le había dicho a Sally que se quedaría con ella. Se volvió hacia su amiga, que se encogió de hombros, sonriendo.
—Tengo que comprar algunas cosas e ir a correos, ¿nos vemos luego para merendar?
—Claro —asintió Elinor.
—Yo la llevo, no te preocupes —aseguró Caire.
Ambas adelantaron al grupo de alumnas de primero, que caminaba a un paso más reposado. Caire claramente sabía a la perfección dónde iban, así que Elinor la dejó guiarla sin pensarlo demasiado.
—¿Acaso pasa algo? —preguntó al de unos minutos, cuando ya se iban adentrando en el pueblo. Elinor contempló con interés las pintorescas casitas y tiendas que lo conformaban. Ya se veían alumnas de St. Malory paseando por sus calles.
—Tenemos que animarnos, especialmente tú —declaró Caire, en tono que no admitía lugar a réplicas—. Así que voy a enseñarte todo lo que hay aquí, que no es mucho, pero es bonito.
Elinor esbozó una sonrisa, sintiendo un arranque de afecto hacia la Prudente.
—De acuerdo. ¿Dónde vamos primero?
—A comprar chocolate, por supuesto.
Pese a que se había temido una visita aburrida por culpa de la apatía que sentía, Elinor terminó disfrutando como hacía mucho que no hacía en Inglaterra. Caire y ella fueron a una tienda de golosinas que la primera conocía. Había decenas de tipos de dulces y ambas compraron tanto como pudieron. Caire se decantó por el chocolate y los bombones, mientras que Elinor siempre había preferido el regaliz.
Luego, Caire la llevó a una pequeña tienda de ropa, ya que necesitaba una bufanda, y ambas compraron luego sellos y sobres en la tienda contigua. Elinor contempló con cierta tristeza su adquisición, cosa que a Caire no se le pasó por alto.
—Escribirán —prometió.
—Me siento una estúpida por no haber apuntado sus escuelas, la verdad —replicó Elinor—. Por haber confiado en que recordarían. Si nos han olvidado ya...
—No lo han hecho, Elle —respondió Caire con completa seguridad—. Sé que no. Mírame a mí.
—Sí, pero tú me tienes a mí y...
—Ellos se tienen entre ellos —le recordó la Prudente—. Y, Elle, no querrán olvidar. Yo misma he notado ese cambio. Ya no es que me apene o no haberme ido... Es que quiero recordarlo. Todo. Lo bueno y lo malo. —Caire tomó su mano, sonriéndole—. Y sé que ellos también quieren recordar.
Elinor no estaba tan convencida, pero agachó la cabeza y asintió tras unos segundos. ¿Qué otra cosa podía hacer? Solo le quedaba esperar y desear que sus temores no se hicieran realidad.
—Venga, vamos a merendar —dijo, en tono algo cortante. Caire la miró con preocupación, pero se limitó a asentir—. Sally estará ya allí.
Caire la guió al salón de té preferido entre las alumnas de St. Malory para sus visitas al pueblo. Estaba hasta los topes, como pudieron comprobar tan pronto como entraron en él. Elinor contempló con disgusto el lugar, planteándose el irse. No le apetecía en absoluto estar rodeada de tantas personas.
—Busquemos a Sally —dijo, sin volverse hacia Caire.
Caminaron entre las mesas, tratando de localizar a la otra chica. Elinor empezaba a ponerse nerviosa. Una de sus compañeras casi chocó con ella y tuvo que esquivar a una de las camareras para no derribarla. Sally no parecía estar en ninguna parte y, si no les había guardado sitio, iba a ser imposible sentarse. Estaba pensando en decirle a Caire que se marcharan cuando escuchó una voz conocida a su espalda.
—¿Te has perdido?
Se detuvo tan rápidamente que casi tropezó con sus propios pies. Escuchó a Caire ahogar un grito. Su corazón comenzó a latir a toda velocidad al cabo de un instante.
Se dio la vuelta con brusquedad y sus ojos contemplaron, incrédulos, el rostro divertido de Edmund. Éste le dirigió una sonrisa torcida, al tiempo que Elinor empezaba a negar con la cabeza lentamente.
—¿Qué estás haciendo aquí? —logró preguntar al de unos instantes. La sonrisa de Edmund se amplió.
—Estudio en Hendon House. Ya sabes, al otro lado del pueblo.
Elinor le contempló sin poder creerlo. Edmund se encogió de hombros.
—Quería darte una sorpresa —dijo, sin perder la sonrisa.
Elinor le abrazó sin pensárselo mucho más. Los brazos de Edmund la rodearon al momento, un gesto tan familiar que casi le dio ganas de llorar. Sobre su hombro, pudo ver cómo Peter y Caire también se abrazaban, la sonrisa de ambos compitiendo por ver cuál era más amplia. A punto estuvo de soltar un sollozo del alivio que sintió en ese instante.
—Pensaba que te habías olvidado otra vez de...
—No hubiera podido ni aunque lo quisiera —le aseguró rotundamente Edmund. Elinor sintió cómo depositaba un beso en su cabeza—. Y, créeme, no quiero. —Sus brazos la estrecharon con más fuerza—. ¿De verdad creíste que podría olvidarte? Cometí ese error una vez, no iba a repetirlo una segunda.
Elinor fue finalmente capaz de componer una sonrisa tras escuchar aquello. Retrocedió, quedando frente a Edmund. Sus ojos relucían.
—¿Vamos a dar un paseo? —le propuso.
Elinor asintió sin siquiera pensarlo. Al de unos instantes, dijo:
—Espera, tengo que encontrar a...
—¿Sally? —adivinó Edmund. Elinor parpadeó. Él se echó a reír—. ¿Crees que hemos sabido dónde estabais por casualidad?
—¿Sally lo sabía? —preguntó Elinor, sintiendo por un instante indignación.
—Hemos tenido que pedirle ayuda, sí —rio Edmund—. ¿Vamos a dar ese paseo o prefieres quedarte aquí en medio de pie?
No le dio tiempo a responder. Tomándola de la mano, tiró de ella y echó a andar hacia la salida del establecimiento. Elinor intercambió una mirada con Peter y Caire. Ésta última le guiñó un ojo; él le saludó con un gesto. «Nos vemos luego», parecían querer decir.
Sintiendo el corazón ligero, Elinor siguió a Edmund al exterior. Éste le hizo un gesto para preguntarle hacia dónde iban. Elinor se encogió de hombros, así que Edmund tomó una dirección al azar. Poco le importaba en ese momento ir a cualquier parte. Solo quería disfrutar de tenerle allí. Apretó con más fuerza su mano y le vio volverse hacia ella, sonriendo.
—¿Qué? —cuestionó.
—Nada —repuso ella—. Era para estar segura de que estabas aquí.
La sonrisa de Edmund se amplió.
—Eso me temo —asintió—. Y, ¿sabes? Tengo la impresión de que mañana te llegará una carta a St. Malory.
—La esperaré con ansias —replicó Elinor en un susurro.
—Llevas el anillo —observó él. Miraba a la cadena que colgaba del cuello de Elinor.
—Pensé que quedaría raro llevar un anillo de boda a esta edad —comentó ella.
—Yo también —asintió él. De bajo la camisa, se sacó una cuerda fina. De ésta colgaba su anillo de boda—. Pero ya tendremos tiempo para poder llevarlo también en este mundo, ¿no?
El corazón de Elinor latió con fuerza de nuevo. La sonrisa de Edmund encerraba una gran promesa. Una que ella también estaba dispuesta a cumplir.
—Sí, claro que sí. —Ladeó la cabeza—. Estoy deseando compartir mi vida contigo en este mundo también.
—Me alegra ver que pensamos lo mismo.
A Elinor se le escapó una risa. Edmund dirigió una rápida mirada a su alrededor. Sus pasos les habían llevado a una calle desierta en esos instantes. Una sonrisa torcida se formó en su rostro.
Edmund se inclinó a besarla y Elinor le sintió sonreír contra su boca. Elinor acarició su mejilla, con el corazón a punto de estallar de felicidad.
—Te quiero —susurraron dos voces a un mismo tiempo.
No había magia ni olvido posible que pudiera borrar ese amor. Ambos lo habían aprendido juntos. Ahora que lo sabían, solo les quedaba seguir construyendo ese amor, aunque fuera en un mundo distinto al que lo había visto nacer. Y ambos pensaban hacerlo juntos y tomados de la mano.
FIN DE LA TERCERA PARTE
mis hijos, les amo, se aman, lloro 🩷💕💞💓💗💖💘💝
the prophecy está ya casi acabada y me cuesta creerlo 🥹 gracias por leer, nos vemos prontito por aquí 🫶🏻
ale.
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