Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Prólogo: Los gemelos sin dragón.

«Debí suponer que mi nacimiento era un mal presagio al momento en que eso pudo ser causa de la muerte de mi madre, la raíz del resentimiento que mi progenitora siempre tuvo contra mí. ¿Sabes, Aemond? Que ni los errores que cometemos, ni las heridas que recibimos, son algo que luego, tapándolo, podemos hacer desaparecer.

Yo, por mucho que me duela todo el daño que provocaste y todo el sufrimiento que causaste, seguiré llamando tu nombre, hasta que me respondas»

Fragmento del Diario Perdido de la Princesa Malisanne, escrito en 129 d.C.


❀° ┄───────╮
MALISANNE (1)
╰───────┄ °❀

📍 Invierno 110 D. C, Fortaleza Roja, Desembarco del Rey.

MALISANNE TARGARYEN FUE UN KARMA SILENCIOSO para la Reina Verde desde el momento de su nacimiento, los mellizos Malisanne y Aemond nacieron en un laborioso parto, que en boca de muchos, fue un castigo divino mandado por los dioses a la Reina Verde, por los comentarios fuera de lugar que solía hacer años atrás, después de la muerte de la Reina Aemma, presumiendo que el nacimiento de su primer vástago, Aegon, había sido "sencillo y sin mucho alboroto".

Las horas de sufrimiento de la Reina Verde culminaron con las celebraciones ante el nacimiento de los dos vástagos, y primeros mellizos del Rey Viserys I, quienes fueron presuntamente la mitad del tamaño de su hermano mayor Aegon, pero el doble de feroces. En especial, la pequeña Malisanne, quién fue la causa de un desmayo instantáneo —en el momento confundido por una muerte— de la Reina a los segundos de salir al mundo, los presentes juraron escuchar el rugido de un dragón en lugar de un llanto como el de su hermano, terminando solamente en rumores.

Pronto, las malas lenguas de las víboras en el círculo que rodeaba a la familia real, la niña fue confundida por una Reina Muerta, o al menos, de quién estuvo destinada a ser la primera esposa del Rey Viserys I, la Reina Aemma, siendo comparada con un fantasma mandado por los Dioses en forma de castigo por el veneno de la Reina Alicent en contra de su antigua amiga, la princesa Rhaenyra. Y Viserys, viendo el fantasma de la única mujer que realmente amó, únicamente avivó el fuego que consumía con rabia a su joven esposa.

Viserys, quién no había estado interesado en ningún otro nacimiento después de Aegon, pronto apareció en los aposentos de la Reina Verde al siguiente para verificar lo que las personas tanto murmuraban, sosteniendo a la pequeña princesa de cabellos plateados en sus brazos, ignorando los llantos de su mellizo; quién extrañaba la compañía de su hermana en la cuna, demasiado ocupado observándola.

Ojos pálidos mirándolo con curiosidad, ninguna sola gota de lágrimas derramadas, en un silencio inhumano que era extraño en un bebé.

──Tiene un aire a los Arryn──. murmuró con gracia, jugueteando con la sábana que cubría a la bebé. Esas palabras sentenciaron un trato eterno entre la Reina Madre y ella, condenándola con tan solo una broma. Pero bien decían, que el Rey Viserys había comenzado a morir el día en que su primer esposa murió en cama──. Princesa... ¿Qué nombre le has puesto, esposa?

Alicent apretó la mandíbula, tragándose el veneno que quería escupir desde que lo vió parado en el umbral de la habitación.

──Malisanne, esposo. Si eso te complace.

«Aemma le quedaría bien» pensó el hombre en su cabeza, pero la parte aún cuerda de su cerebro le advirtió que sería una mala idea. Ya había suficientes disputas entre sus dos esposas y sus hijos como para agregar uno más al montón.

──Princesa Malisanne.

Dijo como si su nombre fuera un mantra de salvación, pero Alicent ve perfectamente detrás de sus ojos, encogiéndose de inmediato, optando por sostener en sus brazos al pequeño olvidado mellizo en la cuna. Dividiéndolos en dos lados diferentes desde el principio. Alicent Hightower estaba embrujada por fantasmas, comenzando el mal presagio al momento en que ninguno de los dos huevos de dragón eclosionaron en cuánto los gemelos nacieron.

Desde el nacimiento de Valenya Velaryon, una invisible barrera entre los hijos de la Reina Verde y la Princesa Heredera se marcó para siempre, una muralla impenetrable que ni siquiera con los buenos deseos del Rey Viserys de juntar los estragos de sus dos familias parecían que sus esfuerzos por hacerlo eran cada vez más difíciles de complacer. Conforme los pequeños crecían, la brecha entre ellos lo hacía con ellos, a un punto en donde era tan distante que ni con todos los dragones del mundo juntos podrían juntarlos.

──Ellos no son dragones──. Aegon solía decirle a los menores a espaldas de los castaños, repitiendo las mismas palabras que escuchó de la boca de su madre desde pequeño──. No son iguales a nosotros, solamente mírenlos.

Y Malisanne lo hacía. Detalladamente, todos los días, repitiendo las palabras que su madre les decía. "Bastardos" "nacidos del pecado" "no son dragones" un mantra que ella y sus hermanos conocían letra por letra casi desde su nacimiento, pero las preguntas que le hacían sentirse inferior ante ellos a pesar de sus notables diferencias, ganaban en la guerra en su mente. ¿Por qué ellos tenían dragones y ella no? ¿Por qué podían montarlos y perderse en el cielo? Mientras que ella y su hermano se quedaban en tierra observándolos con recelo.

¿Que tenían ellos que ella no? ¿Por qué era indigna incluso de su derecho de nacimiento? ¿Por qué los Dioses eran tan crueles con ella?

Por años esas preguntas eran una plaga en su mente, al igual que su hermano Aemond, no solía dejar de pensar por qué no era elegida por un dragón hasta que dejó de importarle. En comparación de su gemelo, ella no visitaba Pozo Dragón al menos que fuera obligada, hacía oídos sordos a las burlas de sus sobrinos —demasiado acostumbrada a la gente burlándose de ella— que ya ni siquiera le prestaba atención. Su madre, quién apenas lanzaba una mirada en su dirección, no la obligaba a nada que no quisiera, incluso en sus clases de bordado supo que su hija menor era una pérdida de tiempo.

──¿Es este el bordado que hiciste hoy?──. Davinia Tyrell, la hermosa rosa entre dragones y la esposa de su padre, con la que contrajo matrimonio antes que con su madre, se encontraba sentada en el jardín junto a ella luego de que llegará huyendo de la Septa.

La mujer de cabellos rojos ya estaba acostumbrada a la pequeña buscando refugio en ella, ya fuera luego de una de las burlas de los Velaryon, por palabras hirientes de su madre, o en el mayor de los casos, escapando de sus lecciones con la Septa.

──Es algo... particular, Mal. Bastante diferente a todos los que he visto.

Era completamente horrible. Pero Malisanne a esas alturas lo hacía adrede para hacer enojar a la anciana Septa, a pesar de los castigos que recibía, no podía dejar de tejer cosas fuera de lugar. Desde caballeros ensangrentados, hombres quemados del rostro y, lo más recurrente, dragones sin cabeza y mutilados. No eran cosas al azar que ella elegía, simplemente plasmaba lo que veía en su cabeza durante las noches, así como su hermana era susurrada por los ancestros sobre presagio, ellos le mostraban las imágenes a Malisanne a través de sus sueños.

──¿Es un dragón quemando a alguien?──. Davinia preguntó curiosa, la niña asintió quitándole el bordado de sus manos para lanzarlo a un costado──. ¿Tú madre te dijo algo de nuevo? ¿Algo malo? Puedo hablar con ella—

──¡No! ¡No le digas a mi madre, Dav!──. Malisanne exclamó escandalizada, haciendo ademanes con sus manos para expresarse. Davinia soltó una pequeña risa, ladeando su cabeza──. Cuándo le dices se enoja más conmigo y Aegon se burla de mí.

Davinia contrajo una mueca de disgusto ante la mención, extendiendo una de sus manos para tomar la de la pequeña princesa pero fueron interrumpidas en cuanto Rosella Tyrell, dama de compañía de la Reina Verde y sobrina de la mujer sentada junto a Malisanne llegará, solamente anunciando algo que hizo a la pequeña rubia soltar un sonido de frustración antes de que las palabras abandonarán a la adolescente de cabellos rojizos.

──Princesa Malisanne, su sobrina la princesa Valenya y usted deben ir a la fosa de dragones junto a los demás, ya están esperando por ti.

──Vamos, pequeño ciervo, tal vez tengas suerte y reclames un bonito dragón hoy──. Davinia le echó ánimos detrás de ella, empujándola con suavidad rumbo a la salida, sabiendo que sin su intervención ella probablemente se escondería en el Bosque de los Dioses saltándose la prueba como siempre.

Estando en la carroza junto a su sobrina, los ojos pálidos de Malisanne se enfocaron en el camino en lugar de observar a la morena de rulos oscuros delante de ella, quién no paraba de hablar sobre lo emocionada que estaba por ver de nuevo a su dragón: Rex. Malisanne, en su amargura, recuerda el sentimiento al ver como ella; luciendo cómo una Strong, pudo domar a un dragón antes que ella. Las burlas de Aegon y los pequeños Velaryon aún resonaban en su cabeza cada que veía al dragón y a su jinete. Y para el colmo, lo nombró con el nombre más feo que se le pudo ocurrir.

──Ya quita esa cara, no estamos yendo a ningún funeral, Mal──. Valenya dijo una vez que bajaron del carruaje, Malisanne la ignoró peleando con su vestido, caminando de manera incómoda hasta llegar donde los demás ya se encontraban observando a Jacaerys hablarle en valyrio a su dragón: Vermax──. Podemos volar en Rex juntas si quieres. ¿Recuerdas cuando lo hacíamos seguido? ¡Cuando robamos un pastel de miel y la Septa nos regañó por reírnos tanto!

«Eso era antes de darme cuenta de quienes son ustedes en verdad» Malisanne pensó, mirando a la castaña de pies a cabeza, dándole una respuesta con sus fríos ojos. «Ustedes no son dragones» la rubia, a pesar de esas voces en su cabeza, observó a la de cabellos azabaches abandonarla para correr a su dragón y su mirada captó los anillo a juego que la Princesa Rhaenyra, en un intento de hacer una amistad entre ellas les mandó a forjar, mientras que la azulada joya de zafiro adornando el de Valenya, ella y su rubí rojizo se aferraban a una amistad que jamás tuvo sentido.

«Oye, Valenya. Nosotras, que tenemos intereses totalmente diferentes, nunca hubiéramos imaginado, incluso en nuestros sueños, que algún día usaríamos la misma joya.

Incluso ahora, en medio de tanta guerra, a veces solamente quisiera regresar a la seguridad de los lomos de Rex, contigo comiendo pastel de miel, riendo hasta llorar y no soltarte jamás»

Fragmento del diario perdido de la Princesa Malisanne, escrito en 129 d.c.

La pálida rubia se quedó unos pasos atrás, observando recelosa a ambos hermanos Velaryon con sus dragones, sin percatarse de las veces que el joven Jacaerys miraba en su dirección para asegurarse de que estuviera viéndolo. Siempre solía hacer eso, Malisanne muchas veces lo encontraba viéndola, como si estuviera burlándose de que él tenía algo que ella no. Era esa la razón por la que se mantenía lo más lejos posible de él, también por los consejos de su mellizo de ignorar a los Velaryon, de hacer como que no existían.

──¡Malisanne! ¡Mira! ¡Rex ya me obedece mejor!──. presumió la morena a la lejanía, acariciando el hocico del dragón frente a ella. Malisanne alejó la mirada de inmediato, haciendo una mueca ante los chillidos de la oveja siendo quemada por Vermax a tan solo unos metros de ella, se dió la dispuesta a irse hasta que escuchó los pasos de los demás acercándose.

──¡¿Viste eso, Mal?!──. Jacaerys bramó emocionado, casi tropezándose con sus propios pies tratando de llegar a dónde ella estaba──. ¡Obedeció mi dracarys!

──Me perdí en la conversación en donde eso me interesa──. masculló la rubia, escuchando la risa nasal de su mellizo detrás de ella. Aemond se acercó para irse juntos hasta que Aegon lo detuvo con una mano en su hombro.

──¡Hermana, espera!──. Aegon llamó detrás de ella, deteniéndola abruptamente, Malisanne miró los rostros de travesura de los castaños, incluyendo a la mayor de ellos. Quizá Aemond era incrédulo ante la crueldad de los Velaryon, pero ella ya estaba acostumbrada a esas miradas, sabía lo que se venía──. Les tenemos una sorpresa a los dos.

──¿Y qué es?

──Una muy especial──. Lucerys, y su gemelo, Rhaegon, añadieron al unísono.

──Ustedes dos son los únicos que no tienen dragón──. Aegon prosiguió, tomándolos de los hombros a ambos, acercándolos hasta el centro de la vacía fosa, Jacaerys llegó a un lado de ella mirándola una burla anticipada que no podía ocultar──. Y nos sentimos muy mal al respecto, así que encontramos uno perfecto para los dos, ya que comparten todo, pueden compartir su dragón también.

──¿Encontraron un dragón? ¿Cómo?

──Los dioses proveen.

La rubia soltó un suspiro, quitándose de mala gana del agarre de su hermano mayor, empujando en el camino a Jacaerys a su lado. Estaba segura del lugar a donde se dirigía la broma, por las caras burlonas de los Velaryon, y por la preocupación fuera de lugar de su hermano. Aegon, de entre todas las personas, nunca se había preocupado por ellos. Algunas veces ella parecía la hermana mayor, uniendo a sus otros hermanos para permanecer juntos, para sentir que pertenecía a algún lado al ver lo cercanos que eran sus sobrinos.

Al momento en que escuchó los berridos de un cerdo, su ojos pálidos se volvieron dagas clavándose en el mayor de sus hermanos pero Aegon la ignoró, girando su cabeza para reírse a la par de Jacaerys.

──¡Admiren al Terror Rosado!──. Aegon presentó al unísono con los otros tres, Malisanne enterró sus uñas en la palma de su mano, sintiendo el momento que rompieron piel──. Móntenlo con cuidado, el primer vuelo siempre es difícil, Mal te encargo cuidar a Aemond.

Aegon soltó un sonido imitando a los del animal rosado frente a ellos, seguido por los pequeños Velaryon, como siempre. Malisanne soltó un gruñido por lo bajo, sintiendo la mirada burlona que pronto se convirtió en una apenada por parte de la morocha, Valenya hizo el intento de acercarse en el momento que sus hermanos y Aegon comenzaron a abandonar la fosa.

──No es una broma tan mala, Mal, vamos.

──Déjame en paz, Valenya──. dictó con amargura, dándole la espalda para caminar a donde su hermano estaba.

Valenya les dió una última mirada a los mellizos, captando las palabras y el mensaje de Malisanne demasiado claro como para intentar quedarse a arreglar las cosas.

──Vámonos, Aemond, no les hagas caso──. su melliza habló, llegando a su lado y notando la tristeza de su hermano.

Había muchos mitos acerca de la conexión de los gemelos y mellizos, Malisanne podría confiar que cada vez que su hermano se sentía triste, ella sentía esa tristeza el doble que él. Aemond, era ese faro en una marea atrajeada que la mantenía con los pies en la tierra, su hermano era el pilar de sus ojos y la única persona en todo el mundo que realmente la amaba. No su madre, mucho menos su padre, ni siquiera el amor de Davinia o los intentos de Rhaenyra de quererla, Aemond era el único amor al que ella estaba acostumbrada.

──¿Por qué siempre nos humillan, Mal?──. más allá de la tristeza, Malisanne podía divisar una rabia creciente en las palabras de su hermano conforme los años pasaban. Una que le daba miedo, miedo en lo que ese odio podría convertir a su hermano──. ¿Por qué ellos, de entre todas las personas, quieren humillarnos a nosotros?

«Aemond, muchas veces no entendí esas ganas de aferrarte a pertenecer a un lugar que por pecado original jamás nos perteneció. Créeme, hermano, por muchos años intenté entenderte hasta que me rendí.

¿Cómo es que realizar un sueño y ser feliz son cosas diferentes? Aún después de tantos años sigo sin comprenderlo»

Fragmento del diario perdido de la Princesa Malisanne, escrito en 129 d.c.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro