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O2 | Dragonstone.


«Si eres feliz yo estoy contenta, tal vez no soy la gran persona capaz de pensar en estar en tu corazón, pero a tus ojos, quería parecer como una persona fuerte y tolerante, como una heroína valyria de las historias que mi hermana nos solía contar, pequeño Joffrey»

Fragmento del diario perdido de la princesa Malisanne Targaryen, escrito en 129 D.C.


«But as she is leaving, it felt like fire breathing. All her fuckin lives, flashes before her eyes»

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JACAERYS (1)
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📌  120 d.c, Verano.

JACAERYS PARECÍA BRILLAR DE LA FELICIDAD cuándo las noticias de que Malisanne se iría con ellos llegaron a sus oídos. Y ella, como de costumbre, quería darle un golpe para bajarle toda esa emoción. Porque ella no la sentía, y su rostro durante el viaje en el carruaje hasta el barco de los Velaryon demostraba cómo se sentía en esos momentos.

No le sorprendió que su madre no saliera a despedirla, aunque sí la bendijo durante la madrugada cuándo Malisanne estaba preparando sus cosas, sin ninguna palabra solamente le dio la bendición de los dioses con un beso en su frente y desapareció de sus aposentos. No volvió a verla toda la mañana, hasta que antes de subirse al carruaje después de despedirse de sus hermanos, de Davinia y Rosella, la vió en el balcón principal de la Fortaleza.

«Recuerda a qué bando perteneces» no estaba diciéndolo a la cara, pero su expresión y sus ojos se lo decían por ella.

──¡Te va a encantar Dragonstone, Mal!──. la voz de Valenya delante de ella, atrajó la atención de la peliblanca distraída──. Fui en mi anterior día del nombre luego de rogarle a madre, y la playa es hermosa. ¡Podremos volar en Rex por todo el mar! Y recolectar perlas, el abuelo Corlys dice que nacen muchas cerca de las cuevas de los dragones.

Eso picó el interés de la menor. Sus ojos lisaceos miraron a su sobrina con intriga.

──¿Cueva de dragones? ¿Hay más dragones ahí?

──¡Por supuesto! Dice mi padre Laenor que hay muchos sin reclamar──. Valenya exclamó, una sonrisa en su rostro, mientras acariciaba al cuervo dormido de Malisanne en su regazo──. Quizá puedas reclamar alguno. ¿Te imaginas si reclamas a Vermithor?

Vermithor. El antiguo dragón del Rey Jaehaerys. Eso sonaba ambicioso, pero no veía porque no podía intentarlo, era como el sueño loco de su hermano de domar a Vaghar.


Jacaerys no sabía qué hacer con tanta emoción en su pecho, ese sentimiento cálido que se abría poco a poco dentro de él pareció encenderse cuando notó a Malisanne en el barco que los llevaría a Dragonstone. No comprendía el sentimiento, la forma en que su corazón latía desbocado, como la vez que observó a su huevo dragon comenzar a romperse, era algo que no podía explicar en palabras. Por un momento, pensó que soñaba, y le pidió a Rhaegon que lo pellizcará. Y el muy tonto lo obedeció, pero esa marca enrojecida en su pálida piel era un testimonio de lo verdadero que era ver a Mal bajar del barco y caminando junto a su madre.

──Estás bastante emocionado──. la voz de su madre distrajo sus pensamientos, haciéndolo dejar de mirar fijamente a Malisanne. Sabía que era raro, verla tanto, pero a ese punto no creía que Malisanne lo considerará más raro que de costumbre.

¿Cómo le decía a su madre que no estaba tan emocionado por mudarse? Aún no se creía que ahora viviría con Malisanne. Sin tener a sus hermanos siempre molestándolo, o a su madre Alicent distrayéndola y queriéndola alejar lo más que podía de su presencia —aunque ella pensará que era sutil, incluso Jacaerys algunas veces era lo suficientemente perceptivo como para notar el desdén de la Reina Verde en él y sus hermanos.

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MALISANNE (3)
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Por su parte, Malisanne no se veía nada emocionada con la idea de su nuevo hogar. El rostro siempre expresivo de la princesa, estaba arrugado en un ceño fruncido escuchando sin prestar atención a lo que Laenor le decía, sosteniendo en sus brazos al dormilón príncipe Joffrey.

──¡Mal! ¡Podremos ir a recolectar conchas marinas en la costa! ¡Y hacer castillos de arena!──. Valenya prácticamente saltaba en su lugar a un lado de ella, sosteniéndola de su brazo, arrastrándola detrás de ella──. Y, como seremos compañeras de habitación, podremos quedarnos despiertas toda—

──Val, cariño, déjala respirar un poco──. Rhaenyra comentó detrás de su energética hija, desprendiendo a la menor del brazo de la peliblanca. Malisanne dejó salir un respiro de alivio, cruzándose de brazos con indiferencia──. Mal debe estar emocionada igual que tu, pero ya tendrán bastante tiempo de jugar.

──¡Iré a ver mi habitación!──. Valenya exclamó con emoción, deslizándose por el pasillo mientras corría seguida de Lucerys y Rhaegon, desapareciendo del campo de visión de ambas hermanas.

Malisanne podía sentir atentamente la mirada de su hermana sobre ella mientras caminaban, sabiendo que quería decirle algo pero Rhaenyra aún no sabía cómo hacerlo──. La isla es linda. Valenya me dijo que hay dragones sin reclamar, ¿eso es verdad?

Rhaenyra alzó sus cejas levemente, sorprendida de que Malisanne rompiera el hielo después del tenso viaje. Notó enseguida el cambio de humor en su pequeña hermana desde que dejaron la Fortaleza Roja, y lo comprendía bastante bien, estar lejos de su hogar, siendo tan pequeña, no debía ser para nada sencillo. Pero estaba dispuesta a que comenzará a sentirse cómoda con ella y su familia poco a poco.

Mal era como un cascarón frágil que debía ser tratado con cuidado o se rompería fácilmente.

──Sí, está Vermithor, y un dragón llamado Silverwing, pero ambos son muy grandes, no debes de perder fe en que tu huevo eclosionará.

Sabía que esas palabras en la cabeza dura de su hermana no servirían de nada, y lo confirmó al notar la forma en que Malisanne soltó un bufido.

──Eres sangre de la vieja valyria, hermana, y algún día tendrás un dragón──. Rhaenyra la consoló, llevando sus largos dedos a los cabellos plateados de la menor──. No tienes que sentir vergüenza por reclamar uno más tarde.

──¡Sí que la hay! Mi hermano y yo somos los únicos sin uno, hemos tenido nuestros huevos por casi diez años y no han eclosionado y nunca lo harán──. respondió la menor con un tono petulante, sus ojos púrpura brillando con enojo──. Yo ya me resigné.

Malisanne no era más que una pequeña de diez días del nombre, ese era un tipo de dolor demasiado pesado cómo para aumentar eso por las burlas de su hermano y sus propios hijos, con los cuáles Rhaenyra tendría una conversación de eso después. La mayor inhaló, pasando sus brazos por los hombros de la menor para abrazarla, claramente tomándola por sorpresa.

Sabía que Malisanne, ni ninguno de sus hermanos, estaban acostumbrados a las muestras de afecto que ella o la reina Davinia le daban a sus hijos. Pero ahora que Malisanne viviría con ella, estaba dispuesta a tratarla de la misma manera en que trataba a sus hijos. Malisanne era adorable, una conclusión que Rhaenyra había tomado hace mucho tiempo, como un gatito enojado.

Antes de que Malisanne pudiera aceptar el abrazo de su hermana, los sonidos de una armadura tintineando a paso apresurado por el pasillo, junto a los gritos de Lucerys buscando a su mamá, fueron la excusa perfecta para separarse de Rhaenyra, mirando con fingida curisoidad al Capa Blanca, sin saber de quién se trataba, ya que aún no estaba familiarizada con los nombres.

──Su majestad, el príncipe Rhaegon está molestando a Syrax──. Sir Lorent habló, su respiración agitada por venir desde la cueva de los dragones hasta el castillo──. Quiere tomar uno de sus huevos... de nuevo.

Con eso dicho, su hermana se despidió cortamente de ella, alejándose de donde estaba para avanzar siguiendo a Lucerys, quién le contaba todo a detalle sobre la travesura de su gemelo.

Malisanne se seguía sintiendo fuera de lugar, y no creía que nadie pudiera culparla. Era la primera vez que estaba tan lejos de su hogar, las pocas veces que salió de la Fortaleza Roja siempre fue en Desembarco del Rey, pequeños viajes de familia y campamentos en celebración de los días del nombre de sus hermanos y de ella. Pero ahora estaba más lejos, y de manera permanente.

Se estaba convenciendo así misma de que la vida ahí podía ser buena, al menos no habría Septas diciéndole que hacer, ni las peleas de su madre con Aegon, mucho menos tener que soportar como su madre hablaba casi todas las noches sobre los 'bastardos' de Rhaenyra. No más planes de usurpación, peleas entre sus hermanos, regaños de su madre y abuelo. Eso era mejor, se decía mientras avanzaba a su nueva habitación. Rhaenyra la estaba tratando bien, siempre se había llevado de buena manera con ella, no creía que eso fuera a cambiar.

Sí, quizá el cambio sería bueno.

Al caer la noche, cuando todos ya estaban en sus debidos aposentos —aunque por lo que escuchó, Rhaenyra y sus hijos aún seguían en el comedor después de la cena, pero ella decidió partir una vez que terminó su merienda. En especial por los llantos del pequeño Joffrey. Buscaba un momento de paz antes de ir a dormir, sentándose en el escritorio de madera cerca de la ventana, escuchando el canto de las olas pegando contra las rocas cerca del castillo, escribiéndole una carta a su hermano Daeron.

──¡Mal!──. Valenya se adentró en su habitación compartida a los pocos minutos. El sonido del pequeño Rex, aunque ya no tan pequeño, —su dragón de escamas doradas siguiéndola detrás de ella fue lo que captó la atención de la rubia, pero siguió con sus ojos amatistas en el papel──. ¡Rhaegon casi es quemado por Syrax! Lo empujó con su cola y casi se pega en la cabeza con una gran roca si no fuera por Lucerys. Debiste verlo.

──Suena entretenido.

El sonido de un rugido la hizo mirar de reojo a la dama de compañía de Valenya, Thalia Lannister, y a su mascota en sus brazos. Un cachorro león durmiendo plácidamente entre los brazos pálidos de la rubia.

──¿Qué haces? No me digas que estás estudiando──. Valenya soltó un gruñido de aburrimiento, colgándose del cuello de la rubia para tratar de ver lo que escribía, sin moverme cuando Mal se quejó de mala gana──. ¿Una carta para Daeron?

──Ya te pareces a Vaerys──. Thalia comentó desde el borde de la cama de la princesa Velaryon, cargando al pequeño león en sus manos, arrullándolo como si fuera un bebé──. Siempre leyendo, escribiendo cartas, haciendo cosas aburridas.

──No me compares con el gusano de biblioteca de Vaerys.

Ambas amigas reprimieron una sonrisa burlona por las palabras amargadas de la rubia, y Valenya, siendo esa orna en el zapato de Malisanne —como siempre—, le arrebató su pluma, amenazando con dársela a de comer a Rex. A pesar de los gruñidos en desacuerdo de su dorado dragón.

──¡Ponme atención! Quiero darte algo.

──Que mocosa eres, Valenya──. Malisanne dijo entre dientes, ignorando la mueca llena de indignación exagerada en la princesa de rulos.

──Me dirás lo contrario cuando veas mi regalo──. alardeó la morocha, entregándole la carta de mala gana, sacando de su vestido algo envuelto en un papel.

Parecía que Joffrey había envuelto esa cosa con lo horrible que estaba, pensó Malisanne.

──¿Qué es esto?

──Ábrelo.

Con una expresión de mala gana, la platinada comenzó a romper el envoltorio, observando el pequeño brazalete de lo que parecía acero valyrio en sus manos. Alzó sus ojos a Valenya, quien la miraba con emoción observando su reacción.

Era un brazalete de cadenas finamente enlazadas la una a la otra, con un broche en forma de círculo, estaba un poco más grande que su delgada muñeca —y le llamó la atención el caballito de mar como dije.

──¿Por qué me regalas eso?

Malisanne supo que esa no era la reacción que la morocha esperaba al ver su rostro contraído en confusión. Sus ojos púrpuras buscaron los de su dama de compañía atrás, pero la Lannister se alzó de hombros, observando a ambas con curiosidad.

──Porque eres mi amiga. Thalia tiene uno igual, Ed también──. Malisanne hizo una mueca ante el nombre, pero Valenya prosiguió──. Y yo también. ¡Los cuatro tenemos brazaletes iguales!

No le agradaba tener brazaletes en juego con Edduard Tully, ese pescado fuera del agua le causaba demasiado disgusto.

──Pero no es mi día del nombre──. dijo, como si fuera algo normal para ella.

Valenya parecía escandalizada. Tal vez, no era normal, Malisanne no comprendía su expresión.

──¿Sólo recibes regalos en tu día del nombre?

──¿Debería recibir regalos algún otro día?

Ni siquiera quería decir que algunas veces no había recibido regalos, siempre era Aemond quien los recibía por ella. Únicamente Helaena le regalaba insectos nuevos cada año —su adorada serpiente azulada Ceto por ejemplo. Sus peces beta que compartía con Rosella, su daga de acero valyrio que Rhaenyra mandó a forjar para ella, la armadura que su tío Gwayne le regaló. Podía contar sus regalos con los dedos.

──Desde ahora recibirás regalos en otro día que no sea tu onomástico──. dijo firmemente la morocha, con un asentimiento serio──. Jace amará darte regalos.

Malisanne bufó ante eso──. No menciones su nombre, es como los brujos de las historias, dices su nombre tres veces y aparecerá.

Valenya y Thalia soltaron carcajadas, mirándose en complicidad antes de comenzar a gritar──. ¡Jacaerys! ¡Jacaerys! ¡Jacaerys!

──Las odio.


Habían pasado siete días desde la mudanza a Dragonstone y a pesar de que todavía le costaba poder dormir por las noches sin la compañía de su gemelo —y que seguía teniendo esos sueños raros de su madre llamando su nombre, Malisanne intentaba acoplarse a su nuevo entorno lo mejor que podía, pasando tiempo con Valenya y Thalia, pensando también en el momento perfecto para adentrarse en la cueva de los dragones y intentar reclamar uno.

En esos momentos, se levantó más temprano de lo normal, escuchando los leves ronquidos de Valenya desde su cama, balbuceando algo sobre Rex. Malisanne la dejó de mirar, acomodándose a un lado de la chimenea donde se encontraba su huevo, metiendo sus manos en el fuego para tomar al huevo hirviendo en sus manos.

──Hen ñuhā elēnī: Perzyssy vestretis──. la pequeña voz de Malisanne cantaba suavemente, siendo precavida de no despertar a Valenya──. Se gēlyn irūdaks... ānogrose.

──¡Malisanne!

La voz de Laenor Velaryon le causó un sobresaltó, casi dejando caer el huevo en el suelo si no fuera por su agarre de acero en el. La rubia colocó rápidamente el huevo de nuevo en la caldera, tapándolo perfectamente y levantándose, aún con sus cabellos desordenados y sus ojos somnolientos.

──Me alegra que ya estés despierta──. el Velaryon dijo, demasiado animado para ser tan tempranas horas de la mañana──. Despierta a Vale, iremos a pescar, los chicos ya están listos. ¡Estaremos esperándolas en la entrada!

¿Pescar? ¿Tan temprano? ¿Cómo... plebeyos?

Malisanne solamente hizo lo que Laenor le pidió, teniendo que soportar las quejas de Valenya al levantarse de mala gana, peleando con el aire hasta que las dos salieron de sus aposentos compartidos. Incluso la pobre Thalia tuvo que levantarse más temprano de lo normal para acompañar a Valenya, ya que parecía que la otra no podía existir si no estaban juntas.

Eso hizo a Malisanne extrañar a Rosella, preguntándose qué es lo que hacía su amiga en la Fortaleza Roja.

──¡Papá! ¡Malisanne trajó a su iguana!──. Rhaegon exclamó, provocando un grito de terror en el pequeño Lucerys a su lado, haciéndolo empezar a gritar solamente para molestar.

Laenor hizo una mueca, teniendo que detener las preparaciones del barco que los llevaría al puerto pesquero cerca de ahí.

──No es una iguana es una serpiente.

Jace se detuvo en sus talones antes de acercársele como de costumbre, observando al reptil de escamas verdosas —del color de lo más profundo del océano, enrollada en el cuello de la platinada.

──Malisanne, no creo que puedas pescar con tu serpiente──. Laenor le dijo divertido, tratando de tranquilizar a los gemelos gritones detrás de él, escondiéndose del dormido animal.

──Sí puedo. Cito estaba aburrida.

Laenor solamente resopló, reconsiderando si llevar al montón de pequeños a pescar sería buena idea pero aún así no dejó que eso arruinará su plan. Todos los pequeños lo siguieron hasta el barco, Lucerys como siempre, comenzó a marearse en el momento que el barco inició su viaje, vomitando la mayoría del camino con Rhaegon burlándose de él, palmeándolo en su espalda.

Jacaerys se mantuvo a cinco metros lejos de la platinada gracias a su mascota, y eso solamente hizo a Malisanne seguirlo a todas partes para molestarlo, ganándose burlas de Valenya y Thalia hasta llegar al puerto pesquero.

──¡Valenya! ¡Así no es como se pesca!──. la voz de Rhaegon se escuchaba a la distancia, junto a las peleas con su hermana mayor y las risas de Thalia.

Laenor se mantenía con Lucerys dentro del mar en la orilla, enseñándole cómo usar correctamente una caña de pescar, felicitándolo entre risas al ver que atrapó uno pequeño.

Malisanne optó por sentarse en las rocas alejadas del agua, acariciando a Cito enrollada en su mano, observando con una expresión de tranquilidad a los Velaryon y a Thalia pescar. No le sorprendió que Jace llegará a su lado, sentándose en la roca junto a ella.

──¿No quieres intentarlo, Mal?──. Jacaerys habló a su lado, anunciando su llegada, como si Malisanne no lo hubiera escuchado quejarse con esfuerzo al trepar las piedras──. ¡Yo atrapé uno! Mi papá dice que es un pez luna verde.

La platinada arqueó una de sus cejas. No sabía nada de peces, solamente se los comía.

──No me gusta meterme al mar──. Malisanne comentó, acariciando las frías escamas de su mascota, mirando de reojo la mirada de miedo del príncipe castaño por su mascota──. ¿Tú qué haces aquí? Deberías estar atrapando más peces luna.

Jacaerys negó con su cabeza, recargándose de la roca detrás de él──. Dejaré que los demás intenten pescar.

Malisanne soltó una risa.

──Sí, en lugar de príncipe, deberías dedicarte a ser pescador, veo que se te da más.

──¡No tengo cara de pescador!

──No, tienes cara de pescado.

──¡Malisanne!──. se quejó, frunciendo el ceño pero no pudo evitar soltar una risa──. Tú tienes cara de alga.

──¡No tengo cara de alga! ¡Tú tienes cerebro de algas!

Jacaerys soltó otra risa, sacándole la lengua como respuesta. Los dos se quedaron en silencio después de eso, observando el mar contraerse contra las rocas, salpicándolos de vez en cuando.

──¿Le tienes miedo al mar?──. Jacaerys preguntó de repente.

La platinada lo miró unos segundos, regresando su mirada al vasto mar frente a ellos.

──¿Tú le tienes miedo al mar?

Jacaerys pareció pensar un poco su respuesta, sus ojos brillosos color marrón se mantenían en las olas del mar.

──No creo que sea miedo──. Jacaerys respondió──. Pero últimamente no me gusta estar muy cerca de el.

«No vueles muy cerca del mar, Mal» era un recordatorio que su hermana le dejó. O más bien, la incertidumbre del porque le dijo eso.

──A mi tampoco.

Cuándo la noche cayó de nuevo en el cielo, Malisanne estableció una rutina desde que llegó a Dragonstone, preguntar si habían llegado cartas para ella, tomar las que sí le pertenecían y sentarse en sus aposentos junto a su huevo mientras las leía antes de irse a dormir. En sus manos, en esos momentos, leía una de las cartas de su abuelo. Se resignó a ya no preguntar si Aemond le había mandado, conocía a su gemelo lo suficiente para saber de qué estaba enojado con ella por haberse ido, y no le escribiría.

"Tú madre y hermanos esperan por tu pronto regreso, al igual que tu fiel servidor, tu abuelo. Esperemos que tu estancia en Dragonstone no perturbe tus pensamientos." Malisanne leía en su mente con un ceño fruncido. "Tu madre hace oraciones por tu bienestar todos los días, esperamos que te encuentres bien, Malisanne. Con cariño, Otto Hightower."

«Sí, claro.» Malisanne pensó, enrollando de nuevo la carta para guardarlas con el resto. «Si mi madre estuviera tan preocupada me mandaría una carta.»

Malisanne leyó la carta de su hermano Daeron antes de dormir, dejándola sobre su mesa de noche y acurrucándose en sus sábanas, mirando el techo por unos minutos en silencio. Pronto, después de estar mirando a la nada con sus pensamientos en blanco más que con esa presión en su pecho.

En la penumbra de sus sueños, donde aún Malisanne no sabía identificar la línea de lo ficticio y lo real, despertó en una habitación a oscuras. Iluminada pobremente por unas antorchas viejas, cubiertas de telarañas. La rubia caminó cautelosa de la oscuridad hasta dar pasos cerca de una cama, escuchando los murmullos de una mujer de espaldas sentada en el suelo, con sus manos en su cabeza, meciéndose así misma.

──Shhh, no hagan ruido──. una voz familiar, pero más agotada y quebradiza, sonó viniendo de la mujer de espaldas. Malisanne la observó, sus cabellos esponjados en un desastre, su vestido verde claramente viejo, estaba descalza, notando la forma de sus largas uñas──. Malisanne está durmiendo.

La sangre de Malisanne se heló ante esas palabras de la mujer desconocida, avanzando un poco más para poder verla. Pero no importaba si se acercaba, parecía estar distante, sin saber que ella estaba ahí, arrullando una almohada en sus brazos, peleando con personas que no estaban ahí.



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