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XXXVIII

Capitulo 38: Última esperanza

¡Princesa Elizabeth!—despues de varias semanas de viaje, los dos amantes finalmente llegaron hacia el palacio de nuevo. Sus caras largas y cansadas revelaban el fallo en su misión y Merlín se negó a preguntar alguna indiscreción—Que gusto tenerla de regreso y antes de su cumpleaños—la albina intentó mostrar una sonrisa, sin embargo las oscuras bolsas bajo sus ojos y la expresión de tristeza le impidió lograrlo. En toda respuesta Merlin suspiró desanimada y agachó la cabeza—Animo princesa, en dos días es tu cumpleaños, deberías estar más contenta. Se hará un baile en tu honor—

—Lo sé —sonrió levemente y Meliodas la ayudó a bajar de su caballo con cuidado, luego entregó las riendas—Pero no sé si tendré los ánimos para bailar y presentarme en la celebración—

La princesa le agradeció con una sonrisa y un apretón de manos al rubio y finalizó con comenzar a caminar al lado de la científica.

—Debes estar animada para tú cumpleaños princesa, es en todo tu honor—

—Si...aunque tengo otros planes—murmuró esto último entre dientes. La humana del caos suspiró una vez más claramente desanimada y le abrió la puerta del palacio a la albina mientras los sirvientes presentes la reverenciaban—¿Mi padre no desea verme?—

—No ha dado ningún llamado—para ser sincera, Elizabeth tampoco deseaba verlo, al menos no en esos momentos. Sabía que tenía que ir a darle el informe de que no había despertado sus poderes, pero si no le hablaba él se daría cuenta por si mismo.

No había necesidad de atormentarse a si misma con escuchar las duras palabras del rey y su rostro de decepción. Tratando de evitar cualquier tema relacionado a las fuentes sagradas o al poder sagrado, la princesa inhaló profundamente para controlar sus emociones y sonrió.

—¿Cómo está Arthur?—preguntó y tanto Merlin como Meliodas agradecieron el cambio de tema. La azabache soltó una pequeña carcajada y se cruzó de brazos más animada.

—¡Ese pillo!—exclamó—En su carta más reciente me ha dicho que su entrenamiento para ser el jefe de la aldea ha culminado y ahora es oficialmente el nuevo líder de los humanos del caos—

—¡Que excelente!—la noticia la hizo sentir mucho mejor, se irguio con las manos juntas sobre el pecho y Meliodas casi sonríe de ternura al ver a la joven aplaudir—¡Eso es todo un honor, que orgullo!—

—Si, aunque la celebración será en dos semanas—se alzó de hombros—Sabes que estás cordialmente invitada, pero supongo que Arthur te invitará por si mismo cuando venga al baile de tu cumpleaños—

—No sé si mi padre me dejará asistir—formó una mueca en sus dulces labios—Pero haré lo posible por asistir, Arthur es mi mejor amigo—

—Y él estará muy feliz de tenerte ahí en un día tan especial—la albina asintió con entusiasmo tratando de olvidarse de la nube tormentosa que amenazaba con mojar su esperanza.

—¿Y no ha habido algún rumor?—preguntó con algo de temblor en su voz, Meliodas se tensó en su andar, rezando a las diosas porque estuvieran de su lado en esto y sé mantuvo sereno pese a que agudizó su oído.

Merlin miró a la princesa con una ceja levantada, luego miró hacia atrás para ver al escolta que las seguía de cerca y tras entrecerrar los ojos, negó.

—No, nada, ¿Qué clase de rumor?—quisó saber, sin embargo esas palabras relajaron el miedo que la princesa podía sentir y sonrió.

—No es importante Merlin, descuida—suspiró, bueno, al menos sabía que el músico del reino no había dicho como los vio con una confianza que no era propia de una princesa y un caballero. Eso la relajaba, podría pasar un cumpleaños tranquilo. Pensando en su cumpleaños...—Por cierto, ¿las invitación para mí cumpleaños ya...?—

—Si—Merlin asintió—Tu padre se encargó de todo lo relacionado a la celebración, envío invitación a la nobleza y por supuesto invitó a los campeones—Al menos Matrona estaría ahí para ella, podría hablarle de lo que pasó esos días que estuvo en las fuentes sagradas y ella le daría el mejor consejo como siempre lo haría.

En serio deseaba verla, a todo en realidad. Zaneri le agradaba bastante, la chica de corazón dulce sin duda le contagiaba su buen humor sin importar que sus sentimientos por Meliodas le dieran pizcas de celos. Drole era increíble, siempre con sus comentarios tan agradables y divertidos que la hacían reír, quien diría que alguien tan fuerte e imponente sería tan noble. Ludociel era complicado, pero lo entendía mejor que cualquier otro, siempre con sus ganas de sobresalir y esforzándose al máximo para lograrlo, al igual que ella. Y peo supuesto Matrona, la mujer que la crió cuando su madre murió y su padre se enfocó en la supervivencia del reino, ella la había consolado, la había aconsejado y se había vuelto su segunda madre en todos estos años.

Anhelaba verlos, porque sabía que sin importar nada, ellos se mantendrían a su lado.

—Ya quiero verlos—fue lo único que murmuró y el camino hacia sus aposentos terminó en un silencio más cómodo mientras se acompañaban entre todos.

—Es increíble todo lo que hemos vivido—la noche había caído con rapidez y como era su costumbre, la princesa se encontraba envuelta en las sábanas de sus aposentos. Bañada, con su camisón de dormir y suspirando tranquila en los brazos de su escolta. Meliodas acariciaba sus cabellos albinos con dulzura, mirando al techo con serenidad y ella alzó la mirada para verlo—Quiero decir, volteando al pasado, ¿Te hubieras imaginado alguna vez que tú y yo estaríamos así?—Meliodas dejó de conservar el techo para clavar sus ojos en los de la princesa y sonrió.

—No, ni en mis sueños más alocados—ambos rieron en voz baja y el caballero suspiró—Pensé que me odiarias por siempre—

—No me lo recuerdes, cada vez que pienso en la forma que te trataba me siento muy culpable—Meliodas negó un poco abrazando con más fuerza a su preciosa princesa y depósito un beso sobre su frente. La joven sonrió con amor y se aferró aún más a su campeón. Acaceció la piel de su torso desnudo y posó su mirada en una de las cicatrices.

Lo amaba tanto, se derretía de amor por él. Lo único que deseaba era poder pasar su vida a su lado, besarlo cada mañana y noche, gritarle a todo el reino que el gran Sir Meliodas era completamente suyo.

Solo quería unirse a su amado en matrimonio y vivir feliz con él. ¿Tan difícil era conseguir eso?

—No importa el pasado, lo que importa es que ahora somos tú y yo contra lo que sea—junto sus manos hasta aferrarse a sus dedos largos y le dio un apretón a su agarre—Te amo, princesa Elizabeth y siempre será así—

—Yo también te amo, mi adorado caballero—se quedaron en silencio por unos segundos más. Los ojos curiosos de la princesa se mantuvieron fijos en aquella cicatriz que estaba a su costado y formó una mueca. Meliodas ya le había contado varias historias de sus combates. Le contó cómo aquella cicatriz en su brazo se la hizo durante su entrenamiento, donde un bravucón trató de dejarlo en ridículo y lo cortó, aunque al final ganó Meliodas. Le había dicho sobre la cicatriz en su hombro, se la había hecho un demonio azul cuando le dio con la flecha, pero por supuesto Meliodas le derrotó usando su propio arco, pero esa cicatriz de ahí...

El roce de sus dedos sobre su piel causo un escalofrío en el caballero, que no pudo evitar jadear por el toque. El corazón de la princesa latió con rapidez, hipnotizada y pasó sus dedos por otra cicatriz más, está era más pequeña, que se encontraba en la nuca.

—Ellie, ya es tarde—la princesa formó un adorable puchero sobre sus mohines rozados y bufó. Aún no se sentía cansada, la ansiedad de lo que haría en su cumpleaños la tenía bastante inquieta.

—¿No te duelen?—preguntó refiriéndose a todas sus marcas de pelea.

—Aveces—soltó un pequeño gruñido y bajó su mano para detener las caricias de la albina. La princesa frunció el ceño todavía sin querer cerrar los ojos y Meliodas rió enternecido—Ya es hora de dormir Elizabeth, fue un día intenso, debes reponer fuerzas—la arropó bien, se aseguró de que ella estuviera cómoda y siguió con sus caricias bajando sus dedos hasta su espalda.

Elizabeth se sintió segura y protegida con él a su lado, sentía que el cataclismo podría suceder en ese mismo momento y ella se sentiría a salvo sabiendo que lo tenía a su lado. No pudo evitar el calor que cubrió su corazón, se recostó sobre su pecho masculino disfrutando de escuchar el corazón palpitante de su amado y permitió que las caricias de Meliodas comenzarán a arrullarla.

—Cuentame una historia antes de dormir—la pequeña carcajada que el blondo soltó se le contagió—Por favor—le dedicó una mirada de súplica, con aquellos ojos grandes y brillantes que la hacían ver tan hermosa, a lo que el blondo la abrazó más fuerte y hundió su nariz en su pelo.

— Con esos hermosos ojos no puedo negarme—besó su frente—¿Qué clase de historia le gustaría a la princesa?—rió

—Mmmm—lo pensó unos segundos, luego volvio sus ojos a la cicatriz que él tenía a la altura del abdomen y bajó sus manos hasta poder acariciarla, nuevamente un escalofrío recorrió al caballero—Cuentame, ¿Cómo te hiciste está cicatriz?—por fin sabría la historia. Meliodas suspiró reconociendo bien de cuál de todas sus marcas se trataba y se quedó callado un poco mientras se preparaba.

—Fue durante una de mis primeras misiones, aún era un aprendiz de caballero, pero ya estaba cerca de mi ceremonia de nombramiento, mi nivel de maestría en cualquier arma era igual que cualquier miembro de la guardia real así que mi padre me llevó al campamento que él y su orden tenían cerca del dominio sirena...—comenzó y cerró los ojos, disfrutando de aquel momento—Mi padre me dijo que me mantuviera cerca, que había avistamientos de monstruos y que debíamos de estar unidos...—suspiró—Pero yo era demasiado inquieto, deseaba escaparme un poco para ir a ver a Zaneri y a Ban y no quería quedarme solo a vencer a cada caballero que me retaba—el recuerdo regresó a su mente, vivido y a color como si estuviera ahí de nuevo—Y yo...—

—Desobedeciste—

—Desobedecí—ambos rieron y Elizabeth se aferró más a Meliodas—Cuando mi padre se distrajo, me alejé demasiado del campamento, tenía curiosidad de explorar los bosques y encontrar algo que comer, creí que no me encontraría con nada así que dejé la espada sagrada en la tienda de mi padre—pensandolo ahora, eso había sido bastante estúpido, había aprendido que nunca debía dejar el arma sin importar que tan pacifico estuviera todo—Me adentré demasiado en el bosque y antes de darme cuenta me topé con un centaleon...—

—Oh diosas, mel...—Elizabeth llevó su mano hasta su boca para cubrirla y el blondo suspiró.

—El monstruo me vio, obviamente, era demasiado tarde como para huir así que solo me quedaba pelear. Estaba desarmado y la bestia era muy fuerte. Esquivé sus ataques tanto como pude, pero obviamente aprendió mis movimientos y me acorraló, me golpeó con una de sus patas rompiéndome la nariz y luego me atacó con su espada...me apuñaló justo aquí—elizabeth tembló de miedo, de solo imaginarse a Meliodas herido sentía que el mundo se le venía abajo y su blondo sostuvo la mano que seguía sobre la marca que le recordaba lo estúpido que había sido—Pero aún así no me rendí, el dolor era insoportable, creí que moriría ahí. Logré arrebatarle la espada con la que me había apuñalado, aún no sé de dónde saqué la fuerza, la saqué de mi interior y me subí sobre él. Fue difícil aferrarme a su cuerpo ya que se movía mucho y yo estaba herido, pero cuando lo logré clavé su propia espada justo en su cráneo matándolo por completo—un sonido agudo salió de los labios de la princesa, impresionada por tal azaña.

—¿Y tú padre?—

—Él y sus hombres me encontraron a media pelea, vieron cuando el centaleon me apuñaló, pero antes de que se pudieran meter a ayudarme vieron como le di pelea y lo derroté. Obviamente todos me trataron con respeto y admiración, a pesar de haber estado herido acabe con la bestia...mi padre, en cambio, estaba furioso conmigo por lo irresponsable que había sido—suspiro y depósito un beso sobre la coronilla de la princesa—Y eso es todo, ahora ya duerme Ellie, debes descansar—

—Todavia no tengo sueño—Se quejó con un puchero y el rubio rodólos ojos con diversión.

—Si duermes ya, mañana prometo que haré algo para ti y para mi—los ojitos azules de la princesa se iluminaron ante la curiosidad por aquellas palabras de parte de su rubio y mordió us labios.

—¿Para ti y para mí?—Meliodad asintió—¿Qué es?—

—Sé que no te gusta estar en los muros del castillo—Elizabeth asintió levemente—Menos después de visitar las fuentes, así que, ¿Qué te parece si nos vamos a celebrar tu cumpleaños, solo tú y yo y viajamos en caballo por las praderas de Liones?—la propuesta era bastante hermosa, si bien ambos se la pasaban afuera, ella adoraba el detalle de que quisiera sacarla de aquellos muros de piedra para devolverla a los lugares que tanto adoraba, las praderas siempre la hacían recordar a su madre y los tiempos que las dos se iban juntas—Sé que es lo que hacemos siempre, pero no quiero que...—

—Me encantaría—cerró sus ojos, abrazando con más fuerza a su escolta disfrutando del suspiro de satisfacción que salió de sus labios masculinos y aunque su mente seguía trabajando, trató de hacer que el sueño viniera a ella.

Las cosas estaban bien, Solaad no dijo nada y ningún rumor se esparció, estaba al lado de Meliodas donde pertenecía y su última esperanza definiría su futuro.

Ya estaba cerca de su último intento, era ahora o nunca.

—Buenas noches—lo escuchó murmurar, antes de que el cansancio del largo día de viaje la venciera y se permitiera dormir con el sonido del corazón de Meliodas relajando su mente.

"No he visto a mi padre desde aquel día y la verdad, tampoco sé si soy capaz de verlo a la cara.

Aquella última discusión que tuvimos me dejó tan avergonzada, sus palabras fueron un puñal que se clavó en mi.

No he podido despertar mis poderes, pero espero que esto funcione...debe funcionar, de no ser así entonces yo no sé que haré...

Todo esto me hace recordar a mi infancia, cuando mi madre murió de improvisto y me quedé sin madre y sin mi profesora para entender el poder sagrado. Ella iba a entrenarme, pero se fue yz desde entonces comencé a meditar.

Mi madre siempre me decía que todo estaría bien, a diferencia de mi padre ella si había creído en la profecía de inmediato y por eso comenzó a investigar sobre tecnología ancestral. Ella solía sonreírme, confiaba ciegamente en mi capacidad...y aún así yo no he podido despertar mis poderes.

Lo he intentado hasta el cansancio, pero nada funciona.

Mañana iré a la fuente de la sabiduría con Meliodas...es mi última oportunidad y es la última fuente que me falta por visitar, jamás he entrado ahí, pero ahora es momento, no hay de otra.

—Ellie...—la voz del blondo la hizo salir de sus pensamientos, lentamente, la princesa soltó la pluma dejándola en su tintero y volteó hacia la puerta entreabierta. Meliodas se asomaba desde afuera con una sonrisa y se veía tan entusiasmado que incluso se lo contagió—Vamos a galopar un poco—

—Ya voy—adoraba que quisiera sacarla del castillo, incluso cuando se supone que no podía hacerlo, a menos que fuera a las fuentes, Meliodas se estaba saltando las órdenes del rey solo para alegrarla. Cambiandose con rapidez su vestido por unos pantalones de equitación y sus tacones por unas botas, la princesa salió de inmediato de sus aposentos, tomando la mano de su escolta mientras siguieran solos.

Si en el pasado alguien le hubiera dicho que el serio y silencioso caballero que la estaba escoltando de manera incómoda terminaría siendo el amor de su vida, le habría dicho que estaba loco y seguro se habría enojado por días.

Pero ahí estaban, los dos caminando por los pasillos con sonrisas cómplices, listos para salir de los muros grises de un hogar frío y dispuestos a tener su pequeña celebración de cumpleaños solo ellos dos. Algo muy mínimo, no tenían la opción de hacer algo más grande, pero era adorable que aún así estuvieran por celebrar solo ellos dos.

Cuando llegaron a las caballerizas el joven rubio sacó ambos caballos, tomándolos por las riendas y dispuestos a montarlos, pero en cuanto la princesa se acercó al bello caballo blanco, este bufó molesto y volteó la cabeza.

Incluso después de tanto tiempo juntos, su caballo seguía sin quererla. Vaya, que ironía, igual que el reino.

—¿Sigue indomable?—los dos rieron y ella asintió viendo a su amado.

—Incluso después de tanto sigue bufando al acercarme, a veces se inquieta cuando me subo. Tú lo sabes—se alzó de hombros y acercó la mano para intentar acariciar aquel pelaje blanco, sin embargo el caballo se sacudió y se alejó un poco—Supongo que no soy muy buena con los animales—se resignó la única forma de que se dejará montar era si alguien más le ayudaba.

—Creo que ya es momento de que te dé unos consejos—

—¿No crees que te has tardado un poco, Sir Meliodas?—el blondo se sonrojo levemente soltando una última risita y se acercó hasta el caballo blanco que lo miraba atentamente. De manera dulce y tranquila, Meliodas alzó su mano a cierta distancia del hocico del caballo y dejó que fuera el animal quien se acercara a él para acariciarlo—Los caballos son muy sensibles, pero son animales nobles, fuertes y rápidos, por eso nos llevan a los caballeros en su lomo. Nos ayudan a ganar velocidad, recorrer distancias bastante grandes e incluso algunos están entrenados para el combate—

—¿Combate?—rió y Meliodas asintió.

—Hawk está entrenado para combate—como si el caballo pudiera entenderlo, relinchó con algo que Elizabeth supuso era orgullo y miró anonadada la conexión de su amado con su fiel corsel—Si la situación se pone tensa, atacan, pero no es eso lo que quería decir—volvio de nuevo a ver al caballo blanco que se veía tranquilo—Debes tomarte el tiempo que calmar tu montura, los caballos están conectados a sus jinetes, si ellos sienten que algo los inquieta, entonces ellos se inquietan—la princesa mordió su labio, la verdad era que si estaba ansiosa, bastante en realidad, su cumpleaños era al día siguiente lo que planeaba hacer...—Ven—la joven se acercó con cautela, notando como el caballo blanco parecía querer bufar al verla—¿Algo te tiene nerviosa?—sus ojos verdes la miraron con intensidad, aquellas iris se clavaron en ellas, serenas como siempre y viéndose descubierto la princesa suspiró.

—Si—un minuto entero de silencio pasó antes de que Meliodas tomara su mano, dispuesto a acercarla al caballo y sonriera.

—¿Me lo dirás luego?—

—Sabes que así será—

—Entonces cierra tus ojos—Elizabeth obedeció la orden—Inhala hondo—lo hizo, dejando que el aire entrara por sus pulmones—Ahora concentra toda tu atención en tu caballo, con cuidado—y guiandola, Meliodas deposito su mano pálida sobre el hocico del animal. La joven se concentró tanto como pudo, tomando inhalaciones profundas para manter su mente en blanco y de manera inconsciente comenzó a acariciarlo. Sentía lo duro, pero a la vez suave del caballo, su respiración tranquila, incluso los pequeños sonidos de sus cascos. Aún sin abrir los ojos, llevó su otro mano hacia el caballo para poder acariciarlo con ambas y por suerte no se alejó—Uno aprende a entenderse con su caballo, solo siendo sincero por completo es que él sabrá cómo te sientes y te dejará montarlo con libertad—

Tras esas palabras Elizabeth abrió los ojos y miró con asombro como aquel indomable corcel ahora lucía tan docil en su tacto. Tratando de asegurarse de que no era un sueño, la joven movió su mano hasta su costado sin dejar de acariciarlo y le pido ayuda con la mirada a su amado, con un movimiento la princesa subió sobre su lomo y el caballo siguió quieto y tranquilo.

—¿Y esperaste todo este tiempo para decirme esto?—una carcajada salió de los labios de ambos amantes y la princesa olvidó por un segundo lo que estaba sobre ellos al ver a su amado subirse en su propio caballo y luego verla con amor.

Jamás se cansaría de admirarlo. Aquellas mejillas bronceadas iluminadas con un color rojo, sus labios entreabiertos, sus cabellos como el sol y sus ojos tan verdes como las esmeraldas de sus coronas. Lo amaba, en serio lo amaba.

—¿Lista?—Elizabeth asintió moviendo las tiendas para quedar al lado de su amado.

—¿A donde iremos?—la sonrisa en el caballero se volvió aún más ancha y tras darle unos golpesitos a su caballo, volvió a hablar.

—A dónde sea—y entonces arrancó, Hawk se movió con rapidez fuera de las caballerizas y comenzó a correr lejos por la piedra, dispuesto a cruzar las murallas del palacio para entrar en la ciudadela. Elizabeth rió en alto haciendo lo mismo, y su caballo blanco siguió al de Meliodas a la misma velocidad intentando alcanzarlo.

No les importo que la gente del reino los viera salir a toda velocidad de los muros, no les importo que los caballeros intentarán detenerlos para preguntar a donde iban y cruzando por todas las calles, esquivando carretas y personas, ambos amantes salieron de la ciudadela entre risas altas.

Se desviaron del camino para no seguir lo que estaba ahí para guiarlos en su escape, justo como ellos lo habían hecho al enamorarse profundamente uno del otro, algo que no debía de suceder, pero aún así pasó. Y los dos dejaron que el viento libre del atardecer les permitiera sentirse más vivos.

Tras varios minutos de solo correr a máxima velocidad, el caballo de la princesa Elizabeth pasó al de su fiel escolta, comenzando a guiar el camino hacia un destino incierto justo como ellos no sabían lo que pasaría en el futuro.

Cuando el cielo pasó de un brillante azul a un naranja brillante que iluminó los pastos con su fuego, la joven bajó la velocidad. Meliodas copio lo que hizo, manteniéndose a su lado con la respiración agitada y los dos siguieron riendo.

—Que increíble—jadeó la princesa, mirando a su caballo que soltaba bocanadas de aire—Nunca había hecho algo así—

—Me encantaría mostrarte muchas cosas—admitio Meliodas—Enseñarte el reino desde los ojos de un sirviente, que veas como lo simple puede ser muy hermoso—los ojos iluminados de la princesa fueron directo a los suyos y los dos se observaron con tanto cariño como siempre lo hacían—Emoezando con lo del caballo—rieron de nuevo y los ojos de la princesa viajaron hasta el pelaje blanco.

—Gracias por tus consejos, ahora podremos entendernos mejor y seguro seremos buenos amigos pronto—se refirió la joven a su caballo, acariciando al corcel que agradecio el tacto con un sonido—Hace un tiempo dude en ponerle el arnés real, pensé que debía ganárselo primero, pero mira, le va como anillo al dedo—halagó a su corcel que vestía de oro, contrario al cuero negro del caballo de Meliodas—Parece que la empatía da buenos resultados—suspiró y alzó la cabeza para ver su panorama, al instante un sonido ahogado salió de sus labios y Meliodas siguió su mirada.

Frente a ellos, subiendo la colina, la estatua de un caballo levantando sus patas delanteras los estaba esperando, era una pequeña fuente ahí ubicada, una pequeña plaza en honor a aquellos animales que todos podían visitar y que Elizabeth no veía desde que su madre murió.

Sin acelerar mucho el paso, siguieron avanzando hasta poder llegar al hermoso lugar y acercaron a sus caballos hasta la fresca agua para que pudiera hidratarse después de la carrera que tuvieron.

Estando solos y en aquel bello lugar, la princesa dejó salir un poco del aire que estaba en sus pulmones y se acercó hasta los bordes de la plaza, podía ver la mayoría de Liones desde ahí. Veía el castillo en la lejanía, tan poderoso como siempre, podía ver las montañas gemelas que daban camino hacia Camelot, dónde Arthur estaba y por último, diviso el gran monte nevado que estaba cerca de Bernia...aquel monte nevado al que debía de ir.

—Aquel monte nevado ahí es el monte Ellua, su nombre viene de Elia, la diosa de la sabiduría—suspiró y Meliodas se acercó un poco más a ella—Segun una antigua tradición, los menores de 17 años no deben poner un pie en ella, se cree que su falta de sabiduría podría ser un insulto para la diosa—inhaló hondo, regresando a su mente la razón de su preocupación y formó puños con sus manos—Esta era la razón por la que estaba inquieta Mel, recé en la fuente del poder y en la fuente del valor, pero no pude despertar mis poderes...solo me queda un fuente más, es mi última esperanza. La fuente de la sabiduría—negó levemente—Para ser sincera no tengo razones para pensar que despertaré mi magia ahí, pero debo agotar todas mis posibilidades—luego se dió media vuelta, dispuesta a ver a su amado quien la observaba con lo que parecía ser impotencia en el rostro, pero aún así, le sonrió—Mañana cumplo 17 años, la montaña me espera Mel, antes del baile iremos al monte nevado—

—¿Es eso lo que deseas?—susurró el joven, acercándose hasta su amado para poderla de la mano y besarla, en toda respuesta Elizabeth asintió, sabiendo que era su deber cumplir.

—Si, es mi última oportunidad—

—Entonces partiremos mañana, temprano para llegar a tiempo a la montaña y regresar al atardecer—

—De acuerdo—sonrio la princesa.

Debía de hacerlo, esa fuente...era lo último que le quedaba, si no funcionaba entonces no sabía que debía de hacer.

Elizabeth sacó la tableta del caos para capturar la imagen del atardecer, dejando que la estatua del caballo fuera hermosamente bañada por la luz naranja y ambos estaban por volver a subirse a sus caballos cuando unas voces llamaron su atención.

—¡Sabía que los había visto por aquí!—Drole apareció frente a ellos tras haber corrido con facilidad y los tomó entre sus brazos con un amistoso (y fuerte) abrazo. La princesa sonrió aunque el descendiente de gigantes la apretó demasiado y tras soltarla le dió unas palmadas en la cabeza—Tus fieles amigos están aquí para celebrarte, alteza—hizo una reverencia y la princesa se la devolvió.

—Pense que llegarían mañana—

—Decidimos llegar antes—aparecio ludociel, quien descendió desde los cielos con Zaneri en sus brazos, la princesa sirena bajó con cuidado pese a que el pelinegro parecía disgustado de tener que usar sus bellas alas como transporte—No nos perderíamos una celebración como esta—

—Queremos acompañarte en tu día feliz—asintio la castaña, dando un paso al frente hasta poder tomar la mano de la princesa del reino y darle un amistoso apretón—Somos compañeros y amigos, ¿no?—Elizabeth le devolvió la sonrisa y asintió, de no ser porque estaba algo preocupada sin duda habría llorado.

—Se los agradezco mucho, en serio—Matronabse aproximó con lentitud y una sonrisa en sus labios. Aún no entendía bien como habían llegado tan rápido y hacia donde estaban ellos, pero la princesa lo agradecía—Aunque mañana, me gustaría que nos acompañaran a Mel y a mi a algo—

—Lo que gustes, princesa—Elizaneth le sonrió a su segunda madre y luego volvió a ver hacia la montaña nevada con los ojos llenos de incertidumbre.

—Mañana iré al monte Ellua a rezar a la fuente de la sabiduría y quisiera que me me acompañaran—era una petición simple, pero los campeones sabían lo que eso significba para la joven princesa. Ensombreciendo un poco sus rostros, todos asintieron con la cabeza dispuestos a acompañar a Elizabeth a dónde quisiera y ella les agradeció con una sonrisa.

Aunque el tiempo estuviera sobre ellos, ella agradecía tener a gente tan comprometida y tan fiel a su lado, porque aparte de ser compañeros de orden, todos ellos eran amigos que compartían un destino.

Luchar por el bien del reino.

El próximo capítulo será interesante si señor 🤭

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si, lamento faltas de ortografía las corregiré luego.

Que emoción ✨ desde que comencé la historia quise llegar a la parte final, quiero decir, siempre quise empezar esto porque para ser sincera el final es lo que más planeado tenía desde el principio jajaja.

AL FIN HA LLEGADO MI MOMENTO ✨

Pd: solo como dato curioso.

En el juego, el nombre real del monte es "Monte Lanayru", el cual se llama así en honor a Nayru, la diosa de la sabiduría y una de las tres diosas doradas que crearon Hyrule con su poder ✨

Las tres diosas doradas son:

Nayru: diosa de la sabiduría
Din: Diosa del poder
Farore: Diosa del valor

Pero hay una cuarta diosa, la diosa Hylia 👀 ya les contaré de ella después en otro dato curioso

Solo como dato curioso zeldero ;)

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