XXXVI
Capítulo 36: Estarossa
Cuando Meliodas despertó se sintió más ligero que nunca. De un momento a otro, la gran piedra del destino que siempre cargaba sobre sus hombros desde pequeño, pareció hacerse polvo liberandolo de su cruel pesadez. El joven soltó un gruñido cuando sus músculos deliciosamente cansados se movieron y estubo a nada de volver al sueño profundo hasta que sintió donde estaba recostado.
Se sentía suave...muy suave. Ninguna almohada lo había abrazado de esa forma, entonces dónde...
Sus ojos verdes se abrieron lentamente, deshaciéndose de las lagañas que los querían mantener cerrados y sus pupilas chocaron con un par de montañas blancas en las que estaba cómodamente recostado.
El rostro del héroe se tornó rojo como la sangre, el recuerdo de lo que había hecho con la princesa la noche anterior lo golpeó de manera abrupta y la visión de la joven desnuda a su lado lo hizo jadear.
Oh diosas...en verdad se había acostado con la princesa. Habían hecho el amor, le había quitado su pureza, la había reclamado como suya tanto como ella lo reclamó a él como suyo. Una sutil sonrisa de felicidad cruzó su rostro y se levantó de su lugar solo para poder admirarla mejor.
Elizabeth estaba completamente dormida, una sonrisa de pura felicidad cruzaba su precioso rostro, su cabello antes peinado se encontraba suelto y revuelto en la almohada y su cuerpo hacia desnudo debajo de las sabanas. Su caballero escolta la admiró con todo el amor que sentía, sus penetrantes ojos verdes la recorrieron completa, viendo su cuerpo no con morbo, si no con admiración y finalizó con depositar un dulce beso sobre su frente tratando de transmitirle la calidez que cubría su pecho.
Sin embargo, aquel dulce momento de paz de vio interrumpido por el cantar del primer gallo en el exterior y su realidad lo hizo entrar en razón.
No podían encontrarlo ahí, al menos no dentro de la habitación de la princesa. Sus ordenes eran tomar guardia afuera de su puerta y velar por su seguridad, no acostarse con ella. Suponía que tarde o temprano el rey enviaría a un caballero que lo buscaría, solo para poder asegurarse de que todo estaba en orden, o seguramente alguna de las damas de Elizabeth vendría para ayudarla a tomar un baño y arreglarla para su día.
Lo que sea primero, ambas cosas requerían que él estuviera afuera de la cama y listo para trabajar.
Soltando un gruñido exasperado, Meliodas volvió a ver a la hermosa joven a su lado, tan cómodamente dormida y él anhelaba volver a recostarse y abrazarla de nuevo, sin embargo no podía, sería demasiado riesgoso si decidía quedarse por más tiempo y alguien buscaba a la princesa.
Resignado a tener que volver a su papel, el blondo llenó de besos el rostro de su amada sacándole risitas y jadeos a la dama a su lado, la princesa abrió uno de sus ojos azules riendo y extendió sus brazos para poder abrazar a su caballero. Meliodas se dejó atraer por ella, regreso rápidamente a estar sobre su amada, besando toda su cara para hacerle cosquillas y ella pasó sus manos por sus omoplatos para acariciarlos dulcemente.
El viaje de caricias del rubio terminó justo en sus labios, ambos amantes se besaron con intensidad y amor deseando que aquel momento durara para siempre, solo querían estar así, abrazados, recostados en su propio mundo de paz, sin tener que pensar en lo que estaba sobre ellos.
Justo cuando las caricias de la dama albina bajaron hasta la cintura de su caballero y sus piernas se abrieron intentando repetir lo de la noche anterior, Meliodas se separó con una sonrisa y negó suavemente, besando la frente de su amada.
—Ya salió el sol—la joven desvío la mirada hacia sus ventanas, a través de la gran cortina unos rayos de sol se colaban e hizo un puchero sabiendo lo que eso significaba—Debo irme—las lágrimas se acumularon en esos preciosos ojos azules, el caballero se inclino hasta poder besar sus párpados intentando consolarla, pero la princesa lo abrazo con más fuerza—No llores, sabes que estaré de regreso pronto—
—Pero no quiero que te vayas—susurró.
—Estaré al otro lado de la puerta, no me iré muy lejos ni tampoco por mucho tiempo—besó sus labios una vez más y bajó hasta poder besar su cuello—Pronto estaré de nuevo contigo—
—Pero no de esta forma—un suspiro salió de los labios masculinos, sabiendo a lo que ella se refería y con todo el pesar que podía negó.
—Por la noche dormiré a tu lado, lo sabes—una sonrisita deseosa se instaló en los labios femeninos. Deseaba volver a meterse en la cama con su amado rubio, aunque no hicieran lo mismo de la noche anterior, lo único que quería era abrazarlo y dormir a su lado, sentir su calor cuando creía que la oscuridad la sobrepasaba—Ahora debo irme—tuvo que asentir desanimada, no podía hacer nada para detenerlo, pero ojalá las cosas fueran diferentes...
Como si le leyera laemte, su escolta suspiró esbozando una pequeña sonrisa tímida y mostrando una cara de si mismo que solo ella conocía.
—Pero pronto eso cambiará—Elizabeth alzó la mirada curiosa del significado de esas palabras—Cuando tu y yo derrotamos a la bestia oscura...—
—Mel...—se quejó, odiaba tocar ese tema por la frustración de no poder despertar su poder, sin embargo su amado rió y con los ojos brillando siguió.
—Cuando al fin esto termine, me darán el título oficial de "héroe del reino", subiré en la clase social y entonces podré pedirle tu mano en matrimonio a tu padre—el aire en los pulmones de la joven se quedó atascado ante la posibilidad, sus ojos brillaron de la emoción y una lenta sonrisa fue evaporando la amargura. Ser su esposa, poder tenerlo toda su vida, cumplir con lo que querían.
Claramente no estaban viendo todo el panorama. Casarse haría que Meliodas se convierta en rey interino del reino y quién sabe si podría con esa responsabilidad. Él era un caballero, un guerrero...no un monarca.
Aún así a ninguno de los dos se le ocurrió tal posibilidad y solo decidieron sonreírse mutuamente ante la idea de poder mostrarse ante el reino con total libertad.
—Te amo—exclamó Elizabeth y permitió que los sentimientos luminosos callaran su instinto. En esos momentos solo importaban ellos dos y su unión.
—Yo más—besó sus labios con anhelo y absorbió su suspiro. Tras varios segundos de estar conectados, se separaron para tomar aire y la princesa del reino soltó una risita traviesa.
—Gracias—murmuró y el rubio alzó una ceja.
—¿Por qué me agradeces?—
—Porque cumpliste lo que dijiste—la risa en Elizabeth se hizo un poco más alta y acarició su mejilla con un sonrojo. La princesa se aferró con una mano a las sábanas para poder sentarse y casi rie al ver cómo si escolta desviaba la mirada a su cuerpo un segundo antes de volver a sus ojos—Me complaciste a la perfección—el color rojo en las mejillas de Meliodas lo hizo brillar, su amado balbuceó palabras con nerviosismo y para cuando un poco de seguridad regresó hasta él, la tomó de la nuca y la atrajo para darle un sensual beso. La princesa gimió en la boca de su caballero y él la recompensó con una dulce mordida en su labio inferior.
—Mi mayor placer es servirte—ella soltó varias risitas, sintiendo como su corazón parecía explotar de felicidad, pero hizo un puchero cuando el rubio se puso de pie y comenzó a caminar hasta donde su ropa quedó abandonada.
En silencio, la princesa se dedicó a observar como su amado se vestía, tratando de ponerse presentable. Cubrió su intimidad con su ropa interior, se apresuró a ponerse los pantalones de nuevo y para cuando su blusa y su túnica cubrieron su torso tuvo que soltar un suspiro. Solo para finalizar, su amado se colocó la banda llena de medallas que había llevado y tomó su espada, despues de haberla dejado de lado por toda la noche.
Durante unos segundos el admiró su arma, perdido en sus propios pensamientos que ella no podía deducir, pero han rápido como se perdió, se encontró y la miró con una sonrisita mientras se acercaba hasta la cama y se inclinaba para besarla en la frente.
—¿Qué tal? No parece que me acosté con la princesa del reino, ¿No?—se burló aún cerca de la joven y la albina rió a carcajadas.
Esa felicidad en su pecho, la alegría de compartir tiempo con aquel que amaba, la satisfacción de haberse entregado el uno al otro. Elizabeth se sentía completa...entonces, ¿Por qué tenía esa sensación de que algo malo iba a suceder?
—Te ves muy guapo, sir Meliodas. Nadie sospecharía nada—mas risas y tras lanzarle un beso el caballero salió de la habitación dejándola sola.
Entonces por fin ambos pudieron pensar con claridad las cosas y mientras los dos miraban a la nada, la felicidad se veía algo opacada bajo la sensación de que algo iba a suceder.
Pero no había porque preocuparse aún, el invierno estaba por empezar y serían épocas frías y crudas donde tendrían cosas más importantes de las que preocuparse.
~Time skip: 7 meses después~
El invierno se fue en un abrir y cerrar de ojos, aún más, cuando el pasatiempo favorito de la princesa fue pasar el tiempo junto a su caballero escolta. Mantuvieron todo de manera discreta, a puertas cerradas, fingiendo que ella estaba estudiando sobre tecnología ancestral cuando en realidad estaba en brazos del caballero más fuerte del reino. Tuvieron todo el tiempo de calentar sus cuerpos con besos voraces y caricias intensas, pudieron reír, jadear, platicar de cualquier tema y sobre todo disfrutar de su cercanía.
Por primera vez desde que su madre murió, la princesa Elizabeth sintió que el castillo era su hogar, y todo había sido gracias a su amado rubio.
Cuando el invierno paró y la primavera llegó en todo su esplendor, la princesa se ocupó en varias investigaciones, perfeccionando el plan para ir contra la bestia oscura y monitoreando los avances de todos los científicos del caos en el castillo y siempre con su fiel escolta a su lado.
El tiempo siguió pasando, la joven princesa maduró aún más conforme su cumpleaños número 17 se acercaba y se mantuvo fiel a si misma, sembrando esperanza a todo aquel que se le acercaba aunque supiera que el pueblo dudaba de ella.
—¡Princesa Elizabeth!—un caballero llegó hasta sus aposentos, donde el rubio se mantenía firme frente a su puerta. El de ojos esmeralda se plantó firme dando un paso al frente y tomando el mango de su espada a modo de alerta, si era uno de sus caballeros este se detendría frente a él y lo saludaría como debía, si era algún infiltrado del clan demonio entonces atacaría. Al ver a su superior, el joven se detuvo dando un pisotón en el suelo, llevó su mano hasta su frente para saludar a su capitán y le dedicó una reverencia a Sir Meliodas. Con esto el blondo soltó la espada y se cruzó de brazos.
—Descansa—el joven se puso en posición de firmes agradeciendo al héroe del reino y se apresuró a soltar su mensaje con rapidez como si fuera la cosa más urgente del mundo
—¡Sir Meliodas, lady Merlin desea ver a su majestad, la princesa Elizabeth!—escupió las palabras con tal rapidez que fue difícil para el más bajo comprender.
—¿Puedo saber la razón?—alzó una ceja y el caballero asintió freneticamente con un poco de sudor perlando su frente.
—¡Asegura haber descubierto algo de gran importancia y desea comunicárselo a la princesa de inmediato, pide una audiencia con su majestad en su laboratorio!—un suspiro salió de los labios del héroe del reino, el de ojos verdes asintió con la cabeza comprendiendo la urgencia del asunto—Y tambien...—mordió su labio, desviando los ojos hacia el suelo solo un segundo antes de volver a clavar su mirada en Meliodas—Su majestad, el rey, desea una audiencia con la princesa Elizabeth—aquellas palabras le causaron un escalofrío al blondo.
Un poco del aire de sus pulmones se escapó ante la sensación de que algo estaba mal, pero se esforzó por no mostrar sus emociones como solía hacerlo. En respuesta asintió con la cabeza entendiendo el mensaje y al no moverse le dio a entender al caballero que él le daría las noticias a la princesa. Al ver que su trabajo estaba hecho el caballero se retiró de ahí tan rápido como había llegado no sin antes dedicarle una reverencia a su superior.
Estando solo de nuevo, Meliodas entró en la habitación de su amada, sin tocar como se había vuelto su costumbre y sonrió con ternura al verla sentada en su tocador pegando papeles y más papeles de diversos estudios mientras pensaba con su cara de concentración.
No eran momentos de preocuparse, quería creer que todo estaba bien asi que inhaló hondo y suavizó su mirada.
Decidiendo jugar un poco con ella, el rubio se aseguró de cerrar la puerta con cuidado, para no hacer tanto ruido y usando todo lo que sabía sobre sigilo, se fue acercando a la concentrada princesa que hacía anotaciones en sus libretas mientras observaba el plano de un guardian. Aquella cosa metálica todavía no respondía y sin importar los esfuerzos, los humanos del caos todavía no logran hacerlos funcionar.
Tan perdida en su mente como siempre, Elizabeth no se dio cuenta del momento en el que su amado se colocó detrás de ella y con la misma sutileza, se acercó hasta su oído y sopló ligeramente.
—¡KYAAAAA!— El grito y el salto que dio la princesa resonó por toda un la habitación, la joven volteo a asustada creyendo cualquier otra cosa y frunció el ceño cuando escuchó la gran risa de su amado escolta. Poniéndose de pie, la joven se cruzó de brazos tratando de contener su propia risa y alzó una ceja. Esa personalidad bromista y divertida de su amado Meliodas era una nueva faceta que él había comenzado a mostrar recientemente y a ella le encantaba—¡Mel! ¡Por las diosas no hagas eso, pensé que era alguna araña!—pero el joven negó divertido, inhalando hondo para controlar su risa y tras varios segundos, la miró con aquel brillo de adoración que siempre la tenía jadeando.
—En mi guardia ni siquiera una araña es capaz de acercarse a ti—su risa paró y su intensa mirada esmeralda la hizo estremecer con un sonrojo. El caballero le guiñó el ojo aumentando el color rosado en las mejillas femeninas, pero cuando estaba por abrir la boca para replicar, su amado la tomó de la cintura para pegarla a él y suspiró—Merlin desea verte—
—¿Merlin?—Meliodas asintió y la princesa volvió a su mente tratando de recordar algo—¿Esta afuera?—
—No, desea que te reúnas con ella en su laboratorio—eso era aún más curioso—Parece que descubrió algo y quiere decírtelo de inmediato—
¿Acaso quería hablarle sobre los guardianes? Quiza habían logrado algún avance aunque lo dudaba, si fuera así le habría notificado ella misma en persona, no le estaría pidiendo que fuera a verla.
¿Quiza tenía que ver con Arthur? Rogaba que su querido amigo se encontrará bien, esperaba que nada malo le hubiera sucedido durante su entrenamiento para ser jefe de la aldea.
Tragó en seco pensativa y se separó de su amado para caminar hacia la puerta.
—Vamos, sea lo que sea, es importante—
—Hay algo más—la voz de Meliodas la hizo detenerse en su lugar y volvió a mirarlo sintiendo un nudo en la boca del estómago. La seriedad en su amado era tensa, pero trató de no reflejar su propia preocupación para no ponerla nerviosa—Tu padre desea verte—
—¿Qué?—murmuró y un temblor comenzó en sus manos—¿P-Por qué?—Murmuró.
—No lo sé, solo me dijeron que quería una audiencia contigo—sus pasos se sintieron lejanos, pero el repentino abrazo que le dio la hizo volver a la realidad de forma repentina. Elizabeth sospechaba la razón por la que quería verla, de alguna manera lo presentía y deseaba estar equivocada con todo su corazón—Todo estará bien—
—Si, yo...—tragó en seco devolviendo el cariño. Sabía que necesitaba acudir a su padre de inmediato, sin embargo...
No estaba lista.
Inhalando hondo para calmar sus propias emociones, la princesa cerró sus ojos solo unos segundos permitiendo que el calor de su amado la hiciera sentir segura, luego se separó con una sonrisa y lo tomó de la mano decidida.
—Primero hablaremos con Merlin, luego mi padre—el rubio alzó una ceja dudoso.
—¿Segura? No creo que el rey se alegre de esperar—Elizabeth asintió, pero ninguna palabra salió de sus labios.
No estaba lista, no aún, sospechaba lo que su padre diría y en serio no deseaba escucharlo.
De solo pensarlo sentía náuseas, quería llorar y gritar, aislarse de todos. Hablar con Merlin le ayudaría a calmar un poco sus nervios o al menos eso es lo que pensaba.
Sin perder el tiempo tanto la princesa como su amante secreto salieron de sus aposentos dispuestos a caminar hacia la torre donde Lady Merlin y Escanor hacían sus investigaciones entre murmullos y burlas el uno para el otro.
—¡Al fin llegas!—no hubo necesidad de tocar de nuevo cuando la puerta del excéntrico laboratorio se abrió de golpe y una mujer de cabellos azabache y unos lentes locos los recibió. La joven del caos arrastró a la princesa hacia el interior del lugar sin decir nada más y casi deja al escolta de su majestad afuera de no ser porque este alcanzo a entrar también. Sin embargo Merlin no le prestó atención y solo arrastró a la albina hasta la mesa del centro donde Escanor leía varios papiros—¡Esto es impresionante!—
—¿Qué sucede Merlin?—la joven se acarició el brazo donde la azabache dejó de jalar y Meliodas tuvo que morder su lengua para evitar soltar un comentario mordaz.
—¡Hemos estado investigando cualquier texto antiguo, tratando de encontrar alguna pista sobre como nuestros antepasados construyeron las máquinas!—casi le pone en la nariz un dibujo desgastado de la construcción de un guardian, la princesa lo tomó entre sus manos, intercambiando miradas entre el papel y su amiga.
—Y encontramos algo más...historico—habló Escanor, poniéndose de pie y extendiendo a la albina lo que había leído previamente. Agradeciendo la dulzura, la joven lo tomó y casi lo suelta al reconocerlo.
En aquel dibujo una sombra oscura y tenebrosa se veía reflejada en lo que parecía la luna. No era nada más que una mancha negra, una nube llena de maldad con una cabeza de caballo infernal, casi sin forma, pero sus intensos y malévolos ojos le causaban escalofríos traspasando su alma a través del papel.
—¿Es...?—su voz murió en su garganta y Meliodas se asomó desde atrás para ver el dibujo. Su expresión también cambio, apretando los labios en una fina línea y frunciendo el ceño tenso. Aquella cosa sin forma era lo que debía de destruir.
—La bestia oscura...—asintió Merlin—Parece que nuestros antepasados lo dibujaron cuando surgió, como ves, los trazos son apresurados y desordenados reflejando que lo hicieron al momento—tenia toda la razón, podía notar como el trazo del carbón en el papiro se veía bastante revuelto, pero pese a eso, la mancha negra era completamente visible—Pero la imagen no es lo importante, es esto...—señaló con su pluma el texto debajo de la imagen.
Las palabras estaban en el idioma de los humanos del caos, era antigua y casi no muy legible, pero para los dos científicos más inteligentes del reino no había sido ningún problema. Escanor formó una mueca en sus labios, con un escalofrío que trató de disimular e intentando ignorar el temblor en la princesa, le extendió otra hoja más.
La joven lo tomó de inmediato y casi se desmaya ante lo descubierto.
"Salió desde...las tinieblas se desataron, la encarnación de la ira del rey demonio nos...las diosas nos abandonaron, pero nos dejaron a Sir M...evacuamos con rapidez, la espada nos protegió de sus ataques Lady El...ya no hay tiempo, la maldad ha surgido, debemos comenzar con...sera demasiado tarde para el reino.
Que las diosas nos protejan de Estarossa"
Con eso terminaba todo, los espacios en blanco eran aquellas palabras que no pudieron descifrar debido a lo desgastado del papel, pero lo dicho era suficiente para que el color saliera de la cara de Elizabeth.
A Meliodas le importó poco que hubiera gente, sabía que esos dos sabelotodo eran amigos cercanos de su amada. Sin pensarlo más, sus fuertes manos la sostuvieron de la cintura para darle algo de estabilidad y la princesa volteó a verlo con los ojos desorbitados y una sonrisa agradecida se extendió en su perturbado rostro.
Necesitaba eso, necesitaba sentirlo cerca, necesitaba sentir que no estaba sola en eso, necesitaba sentir que no se le acababa el tiempo...
Las miradas sorprendidas que Escanor y Merlin se dedicaron fueron bastante evidentes, pero los dos amantes las ignoraron mientras se dedicaban a calamar sus acelerados corazones.
—Todo estará bien—susurró el blondo con suavidad y su mano derecha se estiró hasta poder tomar las hojas en las manos de su princesa, sin dejar de mirarla, las retiró de inmediato y las dejó sobre la mesa—Aun hay tiempo, vamos a lograrlo...—
—Mel...—jadeó.
—Vamos a lograrlo—no iba a permitir que su miedo los consumiera, no iba a permitir que sus pensamientos se vieran eclipsados por lo inevitable.
Inhalando hondo para calmar su malestar, la princesa asintió con la cabeza, agachando su mirada y tras varios minutos en silencio solo siendo acariciada por la cintura por su amado, levantó los ojos de nuevo.
Lo encontró fue la mirada de duda en Merlin, pero divertida en Escanor y se sonrojó con fuerza alejándose de Meliodas.
—Asi que...Estarossa—intentó desviar la conversación de su pequeña escena de afecto y los dos humanos del caos asintieron a la vez.
—Nuestros antepasados le pusieron ese nombre, pero se me hace curioso lo que mencionan aquí...—señaló una de las frases—"La encarnación de la ira del rey demonio" así es como lo describieron—Elizabeth tragó en seco y frunció el ceño—Nunca había escuchado tal cosa, ¿A qué se refieren con eso?—
—El rey demonio...—murmuró—Recuerdo que leí sobre él, pero fue hace muchos años—recordó cruzando sus brazos y mirando fijamente el dibujo—Si, lo recuerdo, la Guerra santa—
—¿La guerra santa?—interrumpio Meliodas y su princesa lo miró con la misma expresión concentrada y asintió. Ignorando a los otros dos, el caballero se acercó a la mesa para observarlo todo con atención y frunció el ceño.
—Forma parte de la historia de nuestro reino y también narra la historia del origen de mi familia. La familia real de Liones—el aire escapó de los pulmones de Meliodas, mientras una horrible sensación de dolor le formaba un nudo en su estómago. ¿Por qué la mención de la guerra santa le causaba eso? ¿Por qué dolía? ¿Por qué su cuerpo temblaba?—Pero está incompleta y los registros son tan antiguos que la mayoría se han perdido—se alzó de hombros—Hace mucho me enseñaron sobre esa guerra y recuerdo que lo mencionaron a él...al rey demonio—
—Pues no sabemos porque es tan relevante, pero parece que su ira dio nacimiento a la bestia oscura. O Estarossa, como lo llamaron ellos—
—Si, es lo más lógico—ahora sabían un poco más sobre su enemigo, muy poco, pero algo era algo. Además, toda la mención de la guerra santa le revolvió el estómago y la princesa sintió ganas de llorar y de tirarse al suelo con solo mencionarlo. Sin embargo ignoró la situación y gruñó.
—Y no solo eso—Merlin volvió a hablar, moviéndose hasta llegar a su escritorio y tomar unas cuantas notas más—¿Recuerda que le hablé sobre el "Santuario de la vida"?—otro escalofrio recorrió la columna de la princesa, pero se limitó a asentir—Escanor y yo descubrimos algo sobre este lugar. Hemos encontrado más escritos, dicen que en este lugar ocurrió algo, un suceso de muerte que dió paso a una destrucción inimaginable—Elizabeth soltó un sonido ahogado de sus labios y rápidamente se aferró a la mano de Meliodas para buscar fortaleza. Merlin se dió cuenta de eso, pero no dijo nada, ella era su amiga y la apoyaría aunque no estuviera de acuerdo en lo que sea que ese par tenía
—No pudimos descifrar el nombre de la persona que murió ahí...—habló el de bigote, cruzando sus brazos sobre su pecho e ignorando el golpe que Merlin le dio en el costado—Los escritos están muy desgastados como todos los demás, pero según lo que pudimos traducir, nuestros ancestros decidieron construir el "santuario de la vida" como un símbolo de que un lugar de muerte y tragedia podía salvarle la vida a otros—
—Curioso como pensaban—aceptó la albina, pero no pareció disgustada con esto—Pero es dulce y sin duda significativo—
—Y descubrimos como activarlo—un jadeo salió de los labios de la princesa quien apretó aún más la mano de su amado y sonrió—Parece que la cámara regeneradora solo funciona si detecta que hay un herido, uno de nuestros hombres que tenía la pierna rota. Cuando entro se cerraron las compuertas y al no haber salida, se recostó en el pedestal. Al instante se curó aunque no recuerda bien como sucedió—Merlin formó una mueca ante esto—Dijo que fue extraño, no recuerda mucho, tan solo en cuanto se curó las puertas se abrieron y la luz se apagó de nuevo—
—Es un buen punto de partida, al menos ya sabemos que podemos usarlo de ser necesario—exclamó con emoción—Tan solo de una persona en una persona—
—Por supuesto, ahora que lo sabe le enviaré a su majestad un reporte y...—
—¡Lady Merlin!—un caballero entró en el laboratorio gritando y abriendo la puerta con fuerza, Meliodas se separó de Elizabeth en un segundo agradeciendo que sus reflejos fueran perfectos y frunció el ceño. Al ver qué interrumpía algo importante, el joven de armadura se arrodilló completamente y tartamudeo—L-Lo siento, pero es impresionante, ¡Han logrado hacer que los guardianes sé muevan!—
—¿¡Qué!?—exclamsron Merlin, Escanor y Elizabeth a la vez, dejando a un rubio confundido y con un sensación de hueco en el estómago.
—¡Iré de inmediato a ver!—exclamo la princesa que miró a su escolta con entusiasmo en su mirada y salió disparada del laboratorio siendo seguida por Meliodas.
Necesitaba verlo, había deseado descubrir como e activaban y ahora todo parecía acomodarse a su favor, entonces, ¿Por qué sentía que se le olvidaba algo?
Era justo como se lo había imaginado en sus sueños.
La criatura metálica estaba iluminada por un brillo anaranjado y su único ojo parpadeaba en luz azul. El guardián de grandes patas dió unos cuantos pasos hacia adelante, luego giró todo su cuerpo dando una vuelta completa y finalizó con mover solo la cabeza.
El cuerpo semi redondo de aquellas criaturas con conciencia propia les daba la facilidad de moverse a gran velocidad y sobre todo de girar para captar a cualquier enemigo.
La princesa dejó salir varias risitas, observando todo desde el puente que conectaba su propia habitación con su laboratorio personal y admiró a los humanos del caos dándole instrucciones a los guardianes.
—¡Es increíble, ahora por fin podemos controlar a los guardianes!—juntó sus manos sobre su pecho y Meliodas le dedicó la más calida de las miradas, enternecido de si entusiasmo—¡Si seguimos así y aprendemos más sobre las bestias divinas, aunque Estarossa pudiera regresar, seguro que tendremos las defensas necesarias!—
—Sin duda es esperanzador—murmuró y ella asintió freneticamente mirando a su escolta a los ojos, los dos se quedaron absortos por unos segundos, perdidos en los iris del otro, hasta que un fuerte sonido que venía de su habitación los puso alertas y antes de que el rubio pudiera hacer algo, la imponente dijera del rey se encontró frente a ellos.
—¿¡Qué hacen ustedes dos aquí!?—preguntó con su voz fuerte y atemorizante. Meliodas cayó de rodillas de inmediato, inclinándose ante su monarca en señal de respeto y esperó paciente que le hiciera la señal de ponerse de pie, sin embargo cuando no llegó, el de ojos verdes de mantuvo con la mirada clavada en el suelo y sosteniéndose en su rodilla.
—P-Padre yo...—carajo, ahora recordaba lo que había olvidado. Estaba tan sumida en la emoción y las investigaciones que la amenaza de las palabras de su padre se escondieron en su mente—Estabamos observando los ejercicios con los guardianes y van muy bien. Entender a estás reliquias es vital para detener a la bestia oscura—
—Hija mia—gruñó—Se que estás reliquias son escenciales para el futuro de Liones, pero creo que la princesa del reino tiene cosas más importantes que hacer, que solo observar unas máquinas—Elizabeth se mordió su labio—¡No puedes huir más, sabes que tienes responsabilidades hacía nuestro pueblo!—los puños de la joven se cerraron apretando fuerte y Meliodas tuvo que controlar el gruñido que luchaba por salir de su garganta.
—No huyó padre—intentó pelear—La última vez que fui a la fuente sagrada, recé tanto como pude, pero...no hubo ningún resultado—
—Y ahora estás aquí, en el castillo, haciendo investigaciones inútiles—incluso con el temblor de su cuerpo, el caballero se dio cuenta de lo mucho que esas palabras habían herido a la princesa. Controlando el temblor en su voz, la joven mantuvo la cabeza en alto, manteniendo su compostura y se mantuvo callada—¿Acaso crees que vas a poder despertar tu poder jugando con estás reliquias?—
—No es eso, estoy haciendo todo lo que puedo—deposito su puño derecho sobre su pecho—Tan solo siento que también me necesitan aquí y se que puedo ser más útil si...—
—¡BASTA YA DE EXCUSAS!—negó el rey con desaprobación, levantando su mano pidiéndole silencio y dejando que su gran voz retumbara en los oídos de Elizabeth. La princesa cerró su boca sintiendo como el temblor de su cuerpo se volvía más y más fuerte y entonces se dio vencida, bajando su cabeza hasta el suelo—¡Harás lo que yo te diga! ¡A partir de hoy, meditar en las fuentes será tu única obligación!—se volteo hasta ver al guardian, tratando de no observar la expresión destrozada de su hija—¡Olvida las reliquias!—
—Oh no...no...—susurró Elizabeth para si misma, sintiendo la impotencia en su piel, la decepción hacia si misma y sobre todo la desesperación.
Los recuerdos malos de aquellas fuentes azotaron a ambos amantes y los dos se tensaron. Meliodas quería ponerse de pie, replicar, defenderla...pero no podía, diosas no podía hacer eso, no podía pelear contra el rey y deshonrar a su familia y su legado.
Le dolía tanto ver a su amada así, sobre todo ahora sabiendo que tendría que volver a esas aguas frías, a meditar por horas y horas sin descanso y él estaría condenado a verla desde afuera sin poder ayudarla.
—Mira a tu alrededor—señaló—Los súbditos comienzan a dudar, ¿Sabes lo que dicen sobre su princesa?—
"—No lo digas padre, por favor no lo digas—" rogó mentalmente la albina, con las lágrimas picando sus ojos
—¡Que eres inmadura, irresponsable y hasta incapaz!—una silenciosa lágrima se resbaló por su mejilla y la princesa se sintió patética de estar derramando lágrimas frente a su padre y sobre todo frente a los dos soldados que le estaban haciendo escolta a él, pero simplemente el agua no podía parar y una sola lágrima se volvieron cientos—¡Que no eres una digna heredera!—
"—No soy una digna heredera...—" se repitió para castigarse y se sintió como una estaca en su corazón "—Soy la heredera a un trono destrozado, soy la heredera a un reino perdido...por mi culpa—"
—Demuestrales que están equivocados—la voz del rey finalmente disminuyó y su tono bajó hasta uno más cálido. Lastima que el daño ya estaba hecho y ver a su única hija derramando lágrimas sin control solo lo hizo sentir peor. Pero era necesario, Baltra sabía que no podía permitirse errores, la bestia se acercaba a ellos cada vez más y Elizabeth estaba fallando en la única misión que tenía—¿Entendido?—
—Si padre—murmuró con la voz rota, intentando detenerse pero por más que intentó no lo logro. Comenzó a hipar debido a las cataratas que salían de sus bellos zafiros y el rey suspiró dándose media vuelta.
—Espero que así sea, mañana temprano partes a las fuentes— y sin decir nada más se retiró tan rápido como había llegado, dejando a una Elizabeth debilitada afuera a la vista de todos.
Meliodas se apresuró a ponerse de pie en cuanto el rey se fue, tomó a la princesa del brazo para jalarla hacia su habitación y estando a piernas cerradas la abrazó. Su amada se derritió en sus brazos, llorando con aún más fuerza y cayendo al suelo debido a la debilidad en sus piernas. El rubio la consoló con caricias sobre sus cabellos y espalda y completamente serio, llenó de besos su rostro.
—Todo estará bien, yo voy a estar contigo—susurró con dulzura tratando de curar su corazón—No te dejaré sola jamás, lo prometo—besó sus labios con rapidez y volvió a estrujarla—Yo confío en ti—pero aunque lo intentó el llanto no paró y se quedaron así, inmóviles hasta que las lágrimas se terminaron y lo único que quedó fueron los quejidos de la princesa que sollozaban débilmente por la tristeza.
Uf que capítulo.
Yo les había avisado que habría un time skip, ya era hora de regresar a nuestro guion original. Aunque me hubiera gustado seguir con la miel y flores que nuestros amantes derraman...lamento decir que ya era hora de volver a su realidad.
El apocalipsis se acerca.
¿Se esperaban que la bestia oscura fuera Estarossa? Jaja me encantaría saberlo😉
¿Qué tal les pareció? ¿Les gustó? Espero que si. Disculpen faltas de ortografía y nos veremos en otro capítulo ✨
Les dejo foto de los guardianes
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