XXXV
Capitulo 35: El baile de invierno
⚠️Advertencia: El siguiente capítulo contiene escenas sexuales no muy explícitas pero que no son altas para menores de edad. Si eres menor y decides leerlo, léelo bajo tú propia responsabilidad, yo ya avisé ⚠️
Los días se fueron volando tanto como las aves al emigrar. El frío del invierno caló los huesos de los habitantes del reino y aquellos acostumbrados a ambientes cálidos se envolvieron en cálidas pieles para evitar enfermedades.
La princesa suspiró abrazándose a si misma mirando por su ventana y sintiendo su corazón latiendo fuerte.
Había llegado el momento de la celebración real, el festival de razas había sido un rotundo éxito y ahora solo quedaba complacer a los nobles para terminar el año de manera perfecta, pero no podía evitar sentirse preocupada, temía que sucediera una catástrofe como en el último baile que se hizo, no quería repetir la huida ni tampoco deseaba que la velada se viera interrumpida por los miembros del clan demonio.
—Estas muy pensativa—la voz de su amado la hizo suspirar y unas fuertes manos se aferraron a su cintura en un abrazo que calentó su cuerpo.
Ahí estaba otra cosa que la tenía algo inquieta, o más bien, alguien, Meliodas.
Su amado se había estado comportando un poco extraño durante toda la semana. Parecía reprimido y asustado, se la pasaba pensativo mientras miraba a la nada y cuando lo descubría, rápidamente se escondía detrás de sonrisas dulces y cariños. Además, por supuesto, de que casi no había querido tocarla desde la última vez que sobrepasaron el límite y la princesa deseaba entender lo que pasaba por su mente.
Había intentado hablarlo con él, pero su estoico caballero, como siempre había sido, solo guardaba silencio y negaba con la cabeza.
Elizabeth estaba al borde de sacarle las palabras a la fuerza de ser necesario, porque lo que sea que estuviera reprimiendo, lo estaba debilitando.
—Solo quiero que todo salga perfecto—Exclamó y la poca frialdad en su voz tensó a su escolta. El rubio depositó un beso en la nuca de la más alta y tras notar su falta de participación se alejó de nuevo—Ademas, tú también estás pensativo—un suspiro salió de aquellos labios rosados y su escolta permaneció callado sin responder a esa acusación.
—Tus damas no tardan en llegar para arreglarte para el baile, te veré ahí, princesa—le sonrió como solía hacerlo, ocultando sus pensamientos detrás de una máscara y se inclino para poder besar su mano. Elizabeth permitió el contacto saboreando sus labios sobre su piel, pero en cuanto se alejó, clavó sus ojos azules en los verdes—La veré en el salón real, mi hermosa majestad—se inclinó y sin permitirle más salió de la habitación dejándola sola con sus pensamientos.
Y ahí estaba, su amado se mantenía sin cruzar la linea que ella ya había decidido cruzar hace tiempo.
Otro suspiro abandono sus labios rosados y caminó hasta su diario para poder dejar parte de sus pensamientos plasmados.
"Su falta de acción es...irritante.
Creí que ambos pensábamos lo mismo, ahora veo que no. Estoy conciente de que nuestra última experiencia con el clan demonio nos dejó a ambos marcados, pero no pensé que tanto. Mel en serio está afectado y se niega a hablar más sobre el asunto.
Ya lo habíamos hablado, pensé que con eso se resolverían las cosas, pero puedo ver la culpa detrás de sus ojos y no soporto verlo así.
Yo ya lo superé, he decidido enfocarme solo en lo importante: Meliodas y mi reino. Mi amado y mi pueblo son lo único que me importa, así que las amenazas vacías del clan demonio que nunca se cumplirán ya no me afectan como antes.
En cambio Meliodas siempre parece pensar en lo mismo, sus ojos se han vuelto distantes, sus manos tiemblan al tocarme y aunque estoy casi segura del porque está así, no puedo evitar sentirme...frustrada.
Pero ya tengo un plan, hoy durante el baile de invierno no podrá escapar. Planeo darle la paz que él me da a mi, quiero hacerle entender que eso quedó en el pasado y que los dos juntos debemos solo ver hacia el futuro.
Lo amo con intensidad y pasión.
Oh madre, ¿Este es el amor de las historias que tanto me contabas?"
Tras cerrar su diario la joven albina se sobó la sien para calmar la jaqueca que amenazaba con arruinar su poco buen humor y se mantuvo serena hasta que varias personas tocaron la puerta. Al instante está se abrió, revelando a un Meliodas que les hacía una reverencia a las damas que estaban listas para arreglar a la princesa.
Sin poder intercambiar miradas, el rubio cerró la puerta de nuevo dejando solo a las mujeres adentro y eso solo terminó de convencer a Elizabeth.
Ya había tenido suficiente, esa noche su amado dejaría de dudar y por fin lo llevaría de regreso a la luz.
—¡Meliodas!—la princesa Zaneri entró en la sala del trono con su vestido de campeona perfectamente amoldado sobre su cuerpo. El rubio la recibió con una reverencia formal que ella devolvió y se saludaron con sonrisas confidentes—Que bueno es verte de nuevo, ojalá hubieras podido venir al festival de la escama—
—Ojala tú hubieras podido venir al festival de las razas—ambos soltaron varias risitas, pero no tocaron más el tema.
La mayoría de nobles ya se encontraban adentro del palacio, se sirvió la comida y el licor para comenzar la fiesta. El bardo de la corte tocaba suaves melodías solo para amenizar el ambiente y con solo verlo Meliodas sentía algo de enojo cruzar su pecho.
No sabía si agradecerle o maldecirlo. Lo había interrumpido justo cuando se sentía en el paraíso.
El sabor de la piel de la princesa se había guardado en sus papilas gustativas como si de una droga se tratase y sus sueños se veían interrumpidos por los dulces gemidos que la albina soltó en su oreja. Su pezón en su boca, el contacto de su mano en su pecho, sus caricias, sus alabanzas, sus sonidos. Hubiera dado hasta la última gota de su sangre con tal de poder tenerla saltando sobre su miembro y satisfacerla...pero pensar en todo eso lo tenía tan aterrado.
Diosas. Nunca había sentido algo así, jamás, y el hombre y el caballero en su interior se encontraban en una disputa por ver quién tenía la razón. Además, las palabras del clan demonio se seguían repitiendo como bucle en su mente y eso solo hacia que se sintiera como el peor de los pecadores por sus pensamientos impuros.
"—Ella decide y ella te escogió a ti—" se recordó mentalmente, pero sin importar eso, su corazón seguía dudando de merecerla.
—¿Sir Meliodas?—para su sorpresa, otra voz femenina mucho más grave lo sacó de su atormentada mente. Parpadeando un par de veces, el blondo dejó de mirar a la nada solo para enfocarse en su nueva acompañante y descubrió que Zaneri y Matrona lo estaban mirando extraño—¿Todo bien?—la princesa sirena le había estado hablando y él no la había escuchado. La matriarca Gerudo había llegado a saludar, sin embargo él se encontraba fantaseando con la princesa y ni siquiera la miró.
Carraspeando para aclarar su garganta, el caballero se apresuró a darle una reverencia a la gobernante del pueblo del desierto castigándose a si mismo por estar despistado.
—Mis disculpas lady Matrona, es un honor tenerla en el palacio. Esperamos que disfrute de la velada—su tono tan formal se había sentido casi forzado al salir de su lengua, sin embargo, la gran mujer decidió tragarse la molestia y dedicarse a observar al rubio. Algo tenía, era obvio que se encontraba distraído, sin embargo no lograba entender la razón.
—¡Mis amigos!—la voz del gigantesco hombre interrumpió el interrogatorio que Matronas estaba por hacer. El gran Drole entró a la sala con una enorme sonrisa amistosa. El líder de los descendientes de gigantes se acercó a ellos como si no los hubiera visto en años. Antes de poder escapar el gran hombre envolvió a los tres más pequeños en sus cuatro brazos, dándoles un cálido abrazo estrujandolos hasta que sus huesos crujieron y luego los soltó de nuevo entre risas—Apuesto a que ese apretón los relajó, ¿No? Tenían unas caras largas—Meliodas trató de ocultarse detrás de su máscara de caballero, sin embargo, la mueca en sus labios no pasó desapercibida y asintió tratando de animarse.
—Que gusto verlo de nuevo, gran Drole—el hombre de piel azul acaricio su barbilla algo dudososo por la actitud de su joven amigo y le dedicó algunas miradas a Matrona sabiendo que ambos pensaban lo mismo, el chico estaba actuando de manera anormal.
—Creí escuchar voces conocidas, es bueno saber que no me he equivocado—la voz de aquel a quien le costaba tolerar hizo su aparición y el último campeón aterrizó al lado de Zaneri con el rostro serio y casi aburrido mientras vestía el precioso traje ceremonial de la tribu Vogel. Los ojos de Ludociel fueron rápidamente hacia los de Meliodas, notando las ojeras notorias debajo de las esmeraldas y formó una mueca—Meliodas...—saludó.
—Ludociel—murmuró. Habían dejado sus diferencias atrás, pero aún así se podía sentir cierta tensión viniendo de ambos. El guerrero Vogel se seguía sintiendo celoso del famoso héroe y Meliodas no estaba de humor como para soportar los comentarios sarcásticos del ser con alas—Espero disfrutes de la celebración—
—Si alguien admira mi gran apariencia te aseguro que me la pasaré de maravilla—sonrió con vanidad y el más bajo rodó los ojos mordiendo su lengua para no soltar algún comentario imprudente.
—¿Y dónde está la princesa?—la matriarca preguntó tratando de tomar por sorpresa al blondo y la tensión en los hombros del caballero solo aumentó, la gran mujer lo notó y se cruzó de brazos comenzando a leer el lenguaje corporal del pulcro sirviente. Desviando sus ojos verdes hacia el trono vacío, una ansiedad comenzó a picarle el cuerpo e inconcientemente llevó sus manos a su nuca para calmar el picor que sus emociones creaban.
—Estan terminando de arreglarla—murmuró y abrió y cerró sus puños para controlar su necesidad de verla.
—¿Y por qué no estás con ella?—exclamó Drole y el rubiecito trató de evitar sus ojos morados al tomar una copa del fino licor que estaban ofreciendo.
—Me pidió que me retirara, sus deseos fueron que disfrutara de la velada desde un inicio y que ella me haría llamar si necesitaba algo—por más que quiso disimular lo mucho que lo afectaban esas palabras, para su amiga de años fue bastante evidente que él estaba extraño y un pinchazo de dolor atravesó su pecho.
—Oh, entonces espero que aparezca pronto—sonrió Matrona y le dio un pequeño golpe en el hombro al más joven. El rubio lo agradeció como una muestra de confianza y le dio un largo trago a su bebida—No sabía que tomaras—
—Solo lo hago en ocasiones especiales—se excusó terminando su copa al segundo siguiente y la dejó en una de las mesas para que alguien de la servidumbre lo recogiera—No suelo beber, mi código de caballero me impide hacerlo durante el trabajo, puede desconcentrarme y necesito estar atento esta noche—incluso él se sorprendió de lo abierto que había sido con su equipo, sin embargo, trató de evitar la sensación de incomodidad que lo invadió y suspiró. Los demás campeones lo observaban como si estuvieran viendo a un alien, Meliodas nunca hablaba mucho, ni daba explicaciones.
—Oh pues, en ese caso espero te ayude a divertirte—el caballero asintió suavemente usando toda su concentración en su alrededor y tratando de sentir el poder de su espada recorrer su cuerpo. No podía permitir que otro maldito demonio tratara de hacerle daño a su amada princesa.
Acabaría con cada uno de los espías del clan demonio con tal de protegerla.
—Oye mel—de manera discreta, Zaneri se acercó a él hasta que su boca quedó cerca de su oído y aprovechando que los otros campeones estaban entretenidos en otra plática, comenzó a preguntar—¿Qué tienes? Se te ve tenso. Estás actuando extraño—Meliodas maldijo lo expresivo que se había vuelto recientemente y suspiró un poco recargando sus manos en la mesa vacía a su lado.
—Zaneri, ¿Alguna vez sentiste algo tan intenso que sentiste que podrías morir?—la castaña sintió sus mejillas arder y su corazón latió acelerado. Claro que lo había sentido, cada que lo veía sentía un gran amor.
—Si—sonrió, esperanzada de que quizá su amado Meliodas al fin la había notado, sin embargo todas esas ilusiones se fueron apagando conforme el gruñido en su boca salía.
—¿Alguna vez sentiste algo tan fuerte, que pensaste que estabas pecando por sentirlo?—eso la confundió y formó una mueca pensativa. Negando suavemente, la castaña le respondió y su querido amigo soltó un suspiro—Zaneri, yo debo decirte algo...—tal vez no estaba equivocada, quizá en verdad Meliodas había comenzado a enamorarse de ella, tal vez el futuro que deseaba a su lado sería verdad.
Pero antes de poder continuar con su confesión, unas trompetas llamaron la atención de todos en la sala y al saber el significado de estás, Meliodas se dio media vuelta mirando hacia los dos tronos y dio varios pasos al frente.
Sus ojos verdes antes opacos se llenaron de un brillo inusual, sus labios se entre abrieron cuando la estrella principal hizo su aparición y el rubio tuvo que reprimir el impulso de salir corriendo a tomarla entre sus brazos.
La princesa Elizabeth se veía tan hermosa como siempre, tan solo que su atuendo y adornos la hacían brillar como una diosa. Su gran corona de oro decoraba sus cabellos plateado perfectamente peinado y su cuerpo estaba decorado con un vestido rojo con diamantes, el corset se aferraba a su cintura resaltando sus piernas y sus pechos y el escolta no pudo evitar recordar el momento cuando los tuvo en su boca.
"—Controlate—" se reprendió con un jadeo y negó varias veces.
Debía sacar esas imágenes de su cabeza o estaba seguro que todo su autocontrol se iba a romper solo para dar paso al hombre que anhelaba tomar a la princesa de la forma más egoísta posible.
Todos en aquella sala hicieron una reverencia a modo de saludo ante sus monarcas y para cuando ellos tomaron asiento, los nobles volvieron a sus conversaciones a la par que algunos caminaban a la pista de baile.
—¿Y qué tal van con el control de sus bestias divinas?—preguntó Ludociel, tratando de usar cualquier cosa para alardear de su gran maestría.
—Ahora que preguntas, ¡Increíble!—Drole le dio una fuerte palmada en la espalda que impulso hacia enfrente al héroe Vogel y rió orgulloso—Dolees y yo nos llevamos de maravilla, estoy seguro que esa dichosa bestia oscura no tendrá oportunidad contra nosotros—guiñó su ojo y Ludociel rodó los suyos.
—Me alegró—gruñó sin poder contener su irritación y se cruzó de brazos—Pues yo también he manejado a Tarmeel de maravilla, estoy seguro que seremos de gran ayuda durante la batalla—
—Todos seremos de ayuda—la mano de Matrona fue directo a su cadera mientras negaba divertida y Ludociel desvío la mirada—Nuestro deber es ayudar a Meliodas, todos somos necesarios—Zaneri asintió estando de acuerdo con su compañera y el Vogel bufó un poco sintiendo sus mejillas arder.
—Si lo sé, no me lo deben repetir—
—¡Relájate muchacho! Lo estás haciendo increíble—Drole lo abrazó por los hombros, con la misma efusividad que siempre mostraba y trató de reconfortarlo con un cumplido—Tu destreza con el arco será recordada en leyendas—el humor del de cabellos oscuros mejoró considerablemente después de aquellas palabras, sin embargo antes de poder decir algo más, notó como el escolta se encontraba casi jadeando mientras veía a la princesa Elizabeth.
Meliodas estaba perdido en su mente, recordando todo lo que deseaba olvidar esa noche y teniendo el conflicto interno en el que llevaba peleando durante toda la semana.
"—Controlate—" se volvió a repetir a si mismo mientras ignoraba a sus amigos campeones que lo observaban curiosos y sus pasos hicieron casi eco a la vez que todas las miradas se posaban en él. Estaba acostumbrado a eso, pero justo en esos momentos saber que pensaba en algo indebido lo hizo sentir más que incómodo .
La gente lo miraba caminar con decisión hacia la princesa, la joven albina también clavó sus ojos en él dedicándole una mirada seductora que solo Meliodas entendió y cuando estuvo ante ella, se puso de rodillas.
Él deseaba complacerla en todo sentido.
—¿Vienes a hacer guardia?—Meliodas asintió y la princesa sonrió complacida mientras asentía con la cabeza.
El caballero no tardó en ponerse de pie para colocarse al lado de su monarca y se puso en posición.
Y entonces el plan de la princesa comenzó.
Una mirada seductora, un bostezo dulce para que viera que estaba aburrido, el movimiento de sus manos siguiendo el ritmo de la música y las miradas que aveces le daba al joven Solaad, quien le sonreía con cariño mientras tocaba sus canciones dedicadas a ella. Ver aquellas miradas compartidas lo tenían con la sangre ardiendo de celos, pero tomaba aire para evitar alguna expresión amarga.
Meliodas se sintió tentado y a la vez enojado, no sabía porque ella estaba haciendo eso pero era obvio que lo hacía con el propósito de llamar su atención. La forma en la que arreglaba su vestido tratando de verse aún más hermosa, su tarareo. El rubio entendió por fin lo que ella le había intentado decir, pero al saberlo...no supo si podría lograrlo.
Le estaba pidiendo de manera silenciosa un baile, pero pensar en tocarla y mantenerla cerca solo aumentaría lo que intentaba controlar.
Pero debía hacerlo, ella se lo estaba pidiendo, anhelaba que la sacada a bailar y no podía negarse a sus deseos, quería complacerla.
Inhalando hondo para evitar arrepentirse, el caballero volvió a moverse llamando la atención de la mayoría de nobles, se colocó frente a la princesa entusiasmando a su amada y le extendió la no con una reverencia.
La sonrisa en el rostro de Elizabeth fue vista por todos y contrario a la vez pasada, tomó su mano con rapidez poniéndose de pie para seguirlo. Todos vieron lo feliz que ella se encontraba de poder bailar y sonrieron enternecidos mientras admiraba a su princesa caminar al centro del salón mirando a su escolta con adoración.
La música flaqueo durante unos segundos. Solaad tragó el nudo que se formó en su garganta al presenciar tal escena y suspiró profundamente dándose media vuelta. Sir Meliodas le había ganado el honor de sacar a la princesa a bailar, pero suponía que ya podría hacerlo después.
Cuando ambos jóvenes llegaron hasta el centro, la dulce melodía volvió a comenzar y su baile dio inicio a la vez que un poco de luz de luna se colaba por las ventanas. El rubio la sostuvo fuerte de la cintura, la princesa se aferró a su hombro y juntaron una de sus manos para colocarse de forma correcta.
—¿Sabes cuánto anhelaba que me sacarás a bailar?—el rubio dejó salir una pequeña risita al hacerla girar en su lugar.
—Creo que me di cuenta—la sonrisa juguetona en los labios de la princesa lo hizo sonrojar y tuvieron que pausar su conversación a la vez que él la separaba de su cuerpo para dar unos pasos y luego juntar sus cuerpos.
—Meliodas esto no puede seguir así—guiandolo ella para evitar que su baile se viera torpe, la princesa lo sostuvo fuerte cuando él parecio demasiado pasmado y siguieron bailando sin importar los demás—Estas actuando extraño, muy extraño y sé cuál es la razón—el blando dejó salir un pequeño jadeo entre el deseo y la pena y volvió a hacerla girar en su lugar—Por favor amor mío, habla conmigo—
—Ellie no sé si hablar de esto aquí sea bueno—intentó excusarse, pero por la mirada que ella le dedicaba supo que no lo dejaría ir tan fácilmente.
La música sonaba fuerte en todo el lugar, sus cuerpos se amoldanan a la perfección como si hubieran sido hechos el uno para el otro y el sentimiento de amor entre ellos era totalmente diferente al de la última vez.
En su primer viaje aún eran extraños, completos desconocidos que luchaban por llevarse bien, ahora ersn amantes secretos que estaban por dar un paso hacia el abismo.
Era su destino.
—Estoy entre la espada y la pared, Elizabeth—nadie podía escúchalos, nadie podía leer sus labios, solo ellos escuchaban sus voces aprovechando de su cercanía—No sabes cuánto te deseo, no tienes una idea de cuánto he fantaseado con hacerte mía. Complacerte y servirte con mi cuerpo, llevarte al cielo y de regreso, adorarte como la diosa que eres—el agarre en su cintura se volvió más fuerte y el jadeo que salió de los labios femeninos fue tragado por el sonido del violín—He pasado noches en vela solo pensando en ti, en tenerte entre mis brazos, en poder acariciar tu cuerpo—la albina casi se deja caer al suelo de no ser por el agarre de su amado en ella, pero sus piernas temblaron por aquellas palabras y todas sus terminaciones nerviosas se despertaron haciendo que el mínimo roce se sintiera delicioso—Pero no puedo evitar pensar, que estamos cometiendo un error...—
—¿Por qué pensarías algo así?—el ligero dolor en su voz no pasó desapercibida y Meliodas se maldijo a si mismo.
—Te amo y te adoro con toda mi alma, soy tuyo, pero no puedo evitar pensar en todo lo que me enseñaron cuando me hice caballero—ahora ella comenzaba a entenderlo mejor y el miedo que sintió de perderlo se fue evaporando como el agua en el verano. Varios copos de nieve comenzaron a caer adornando las ventanas con un color blanco puro—Me enseñaron que tú pureza era sagrada, además, ambos sabemos que si tú padre desea casarte con algún noble o con algún príncipe de un reino vecino, haber hecho lo que deseamos sería un terrible error—
—Yo no voy a permitir eso—giró hasta quedar con su espalda recargada en su pecho y los dos dieron vueltas como si estuvieran solos en la sala. La respiración de Meliodas chocó contra su cuello y Elizabeth se mantuvo bajo control para evitar que alguien de los invitados descubriera el deseo entre ellos.
—¿A qué te refieres?—su voz sonaba casi como un gemido, uno bajo y necesitado. Se estaban seduciendo mutuamente con sus palabras cariñosas y sus cuerpos juntos recordando todo lo que podían hacer.
—No voy a permitir que nadie más me toque, no quiero nadie Meliodas, te amo—susurró y sus palabras fueron un efecto inmediato en la mente del rubio—Te quiero solo a ti, quiero que seas el único hombre en mi vida—
—Princesa Elizabeth...—gimió en bajo.
—Mi alma ya te pertenece, mi amado caballero, soy tuya—la poca resistencia en la mente del rubio se rompió con esas palabras y su agarre fuerte sobre su cuerpo solo aumentó. La necesitaba, ella era todo lo que necesitaba para vivir—Y nadie va poder impedir eso, ni mi padre, ni algún noble que quiera mi mano y mucho menos algún miembro del clan demonio—su mención lo tensó y el de ojos verdes gruñó, la música estaba disminuyendo, cada vez estaban más cerca del final—Yo confío en ti Meliodas y sé que mientras tú estés con vida, nada ni nadie podrá hacerme daño—sonrió—Te amo—
—Yo también te amo—
La música terminó y la princesa descansó sus brazos en los de su escolta, se quedaron quietos por varios segundos, solo intentando calmar su respiración agitada. Toda la sala estalló en aplausos de parte de los nobles que disfrutaron de la función y en una última nuestra de respeto, Meliodas se separó de ella para poder hacer una reverencia.
Solo ellos sabían lo que su conversación había despertado en su interior y la princesa estaba tan decidida que le devolvió la reverencia por respeto y luego caminó hasta su padre que mostraba una sonrisa complacido.
—Padre—se inclinó ante él seguida por su escolta—Me siento un poco indispuesta—
—¿Deseas que llame algún médico?—la joven negó, tratando de poner su mejor cara de molestia mientras se sostenía la cabeza y el rubio permaneció detrás de ella observándola con curiosidad.
—No, solo necesito descansar, me siento algo asfixiada y me duele la cabeza. ¿Me permites retirarme?—el monarca soltó un suspiro, admirando como sus invitados parecían darse cuenta de que algo sucedía, pero para evitar levantar muchas sospechas, asintió sereno y se acomodó en el trono.
—De acuerdo, pero Meliodas irá contigo para mantenerte segura de un posible ataque—la mirada que el rey le dedicó al blondo fue de pura pena, casi como si se estuviera disculpando por tener que alejarlo de la fiesta, sin saber que el de ojos verdes anhelaba ese momento a solas con su princesa para está vez no retractarse ni dar marcha atrás.
—Gracias padre, disfruta de la velada y pasa buena noche—se despidió aún sin dejar su rostro de molestia y en cuando Meliodas le dedicó una reverencia a su rey, ambos desaparecieron por la puerta sin importarles las miradas ajenas de los invitados.
En cuanto se encontraron solos, Meliodas tomó la mano de la princesa con fuerza mostrándole una sonrisa casi depredadora para alguien tan dulce como él y los dos comenzaron a correr por los pasillos para apurarse a llegar a los aposentos de la princesa. Toda la seguridad estaba dispersada por el gran salón, nadie se daría cuenta de nada y nadie escucharía nada.
En cuanto llegaron a su habitación la princesa se apresuró a prender unas pocas velas, lo suficiente para dejarlos ver sus cuerpos, pero no tanto como para llamar la atención.
Meliodas fue directo a cerrar las cortinas y las ventanas, para evitar que alguna persona aún despierta pudiera verlos o que alguien que pasará cerca los escuchara y justo cuando se aseguraron de que la puerta estaba bien cerrada, se permitieron verse.
Elizabeth admiró a su amado, disfrutando de la vista. El rubio estaba algo sudoroso por haber corrido entre pasillos y por su baile, su túnica de campeón que ella misma había hecho se aferraba a su figura, la blusa de manga larga en sus brazos parecía resaltar sus músculos y la banda llena de medallas de honor no eran nada comparado con la belleza de sus ojos.
Quitándose la espada para dejarla a un lado de la cama, el escolta dejó salir un último suspiro y luego se quitó la banda decorada con imaginas de sus triunfos para verla.
—Por última vez Elizabeth, ¿Estás segura?—
—Solo te quiero a ti, ¿Cuántas veces tendré que repetirlo?—hizo un puchero y su amado dejó salir una risita burlona ante su actitud.
—Entonces, su majestad, por favor permítame complacer su cuerpo como tanto desea que lo haga—murmuró y casi al instante sus manos viajaron hasta el borde de su túnica para levantarla. Ante aquellos ojos azules intensos, Meliodas se quitó la túnica que le daba estatus y luego sin importar el frío que hacía, se quitó la blusa de manga larga.
Su torso quedó descubierto para que ella pudiera admirar todos los años de arduo entrenamiento que había pasado y la princesa se acercó para acariciarlo. Él lo aceptó gustoso.
Las manos de la princesa se movieron por sus pectorales acarciaindolos con curiosidad, luego estás bajaron por su abdomen marcado y sus dedos delinearon cada cicatriz que encontraba por su paso.
Al mismo tiempo, Meliodas llevó sus propias manos a la espalda de la princesa, comenzando a quitar los listones de su vestido rojo uno por uno, soltando la tela que se aferraba a ella para poder revelar su desnudez. Sus manos se movieron con maestría hasta que finalmente pudo quitar el último listón y se separó de ella para ponerse detrás.
En un momento mágico que quedaría en sus memorias, el rubio deslizó la tela de aquella tela hacia abajo, con lentitud, disfrutando de desnudar a la princesa del reino hasta que su precioso vestido quedó completamente en el suelo. Luego sus dedos fueron hasta el corset y sus labios se ocuparon en su nuca y hombros dejando besos húmedos.
—Meliodas—jadeó la joven dejándose hacer por su amado escolta.
En pocos segundos su corset terminaría igual que su vestido, abandonado en alguna parte de la habitación, dejando a la princesa solo con sus bragas puestas y a merced de su caballero.
—Yo soy tu sirviente—le susurró causándole un escalofrío delicioso. Meliodas la sostuvo con todo el amor que le tenía para atraerla a la cama y ante su mirada, se quitó los pantalones para quedar solo en sus interiores. La princesa gimió de solo ver el bulto que se podía marcar y luego mordió su labio cuando su escolta se recostó en la cama y la atrajo con sus manos—Montame...—era más una petición que una orden, pero podía ver en su mirada que esa sería la única forma que él aceptaría las cosas—Usa mi cuerpo como quieras, estoy a tu merced. Montame princesa, por favor—aquellos ojos brillantes, sus labios separados jadeando.
A Elizabeth no se lo tuvo que decir dos veces.
Completamente borracha de pasión, la princesa se subió sobre su escolta comenzando a restregar sus intimidades sacándoles quedos gemidos a ambos. La sensación sobre sus cuerpos fue mágica, se estaban preparando para lo que venía y aquel momento en el que solo existían ella dos se grabó en sus mentes. Meliodas llevó su dulce pezón a la boca de nuevo arrancando un gemido alto de los labios de la princesa, las uñas de la joven arañaron sus hombros sacándole un gruñido a su amado y sus ojos se encontraron comunicándose son necesidad de palabras.
—¡Meliodas!—esa si era verdadera musica para sus oídos.
Las maestras manos del blondo recorrieron cada parte de la piel de su amada princesa y sus labios dejaron besos y mordidas donde la piel blanca le permitía. Acarició sus brazos como tanto había hecho antes, paso el dedo índice por toda su espina dorsal mientras su boca se entretenía con su pecho, luego bajó hasta su trasero donde hundió sus uñas en la suave carne y para cuando terminó sobre sus muslos, la mano derecha llegó hasta su intimidad.
Todo para poder prepararla y evitar lastimarla. Cuando sintió que ya estaba lo suficientemente mojada retiró sus manos y la sostuvo de la cintura para guiarla.
—Tomame, Elizabeth—gimió ronco contra su oído. Ambos ya estaban preparados y se sentían al borde del límite necesitando que sus almas se unieran hasta ser solo uno. Las manos de la princesa acariciaron sus biceps, sus labios rosados llenaron su cuello masculino haciéndolo jadear y para cuando sus pálidos dedos llegaron hasta su ropa interior, él permitió que la princesa lo terminara de desnudar. La joven gimió al ver a su caballero escolta y no tardó en quitar su última barrera y colocarse en posición. Solo debía bajar las caderas, solo eso y por fin podrían unirse—Te amo, mi princesa—
—Meliodas—lo hizo, con un solo movimiento llegó hasta lo más profundo de su ser y el rubio gimió en alto mientras sus ojos se iban hacia atrás por la sensación.
Sus manos no pudieron estar quietas. Ambos estaban adorando el cuerpo de su contrario, dejaban besos donde la piel estaba descubierto, mordían suavemente sus hombros, sus manos se entrelazaron para unirse aún más y sus labios se juntaron en besos casi interminables donde sus lenguas bailaban de la misma forma que ellos lo hacían.
Todo solo se multiplicó cuando las caderas femeninas comenzaron a moverse, de arriba a abajo primero a un ritmo dulce que acariciaba el alma y después a uno desesperado que los tenía gimiendo demasiado alto.
Mientras todos en el baile real estaban riendo, disfrutando de la música, bailando y comiendo, la princesa del reino bailaba con su escolta de manera distinta, con fiereza, amor y dedicación, uniéndose en lo más profundo de sus entrañas y besándose como si no hubiera mañana.
—¡Elizabeth voy a...!—la sensación era demasiado apremiante. Los dos se sentían llegar al cielo y regresar con cada movimiento y al ver su expresión de placer, la princesa sonrió complacida agachandose hasta poder besar sus labios con amor y ternura, tratando de entregarle su alma con cada beso.
Un, dos, tres movimientos de cadera más fueron suficientes para que ambos llegarán a su límite.
La princesa gritó el nombre de su escolta, el caballero gimió fuerte mientras se liberaba y toda la tensión que había estado acumulando durante toda la semana salió de su cuerpo derramándose en el interior de la princesa.
Los dos se quedaron quietos, con las respiraciones agitadas y los ojos cerrados, no fue hasta que Elizabeth los abrió y admiró lo que habían hecho.
Las sábanas hechas girones, su amado temblando debajo de ella entre pequeños gemidos, la unión de su cuerpo y los líquidos que salían de ambos.
Diosas, verdaderamente se sentía mágico, pero aún no habían terminado. Sacándole un gemido por al movimiento, la albina se recostó sobre la cama ante la mirada borrosa de su caballero escolta y lo atrajo a ella hasta que él quedó con el rostro entre sus pechos y sobre ella.
Al entender lo que trataba de hacer, el blondo intentó separarse, sin embargo la princesa lo tenía tan bien agarrado y Meliodas se sentía tan débil por la pasión que no pudo lograrlo.
—No, Ellie—jadeó—Asi no—murmuró refiriéndose a la posición, pero la princesa asintió mientras abría las piernas y le daba acceso.
—Por favor Meliodas, hazme tuya una vez más, por favor—sus palabras lo pusieron duro nuevamente, pero él depósito solo besos sobre sus mejillas sonrosadas, limpiando las lágrimas de placer con su lengua y llenándola de besos—Por favor—
—Pero mi princesa...—
—Por favor Mel yo lo deseo así—él acató a su orden con una sonrisa de felicidad, pero controló sus deseos para no ser rudo con su amada.
Volvió a estar en Elizabeth, sacándoles un gemido a ambos por volver a donde pertenecían y sus movimientos de cadera no tardaron en volver a comenzar ahora con él teniendo el control. Su danza regreso, siguiendo el ritmo de la música de sus corazones y sus almas brillaron al por fin haberse encontrado de nuevo. En verdad no bromeaba cuando decía que la estaba reverenciando.
Le estaba haciendo el amor de la forma más dulce posible. Sus manos la acariciaban como si estuviera frente a la deidad suprema, sus embestidas eran suaves, nada rudo ni fuerte, acariciaba su interior con el mismo cariño con el que sus labios besaban los suyos y para cuando su segunda venida llegó, los dos se liberaron entre gemidos.
Se mantuvieron en esa posición, Elizabeth abrazándolo de los hombros para pegarlo a ella, con las respiraciones agitadas y los cuerpos sudorosos. En medio del momento, la princesa sonrió como solo alguien con una inmensa felicidad podía hacerlo y besó la frente de su amado caballero con fuerza.
—¿Estarás siempre conmigo?—susurró y Meliodas los acomodó a ambos debajo de las cobijas para curbirlos del aire frío aunque sus cuerpos estuvieran calientes. Sin salir de ella, el escolta la abrazo por la cintura pegando su pecho a su espalda y llenó de besos su cuello antes de abrir los labios.
—Hasta mi último aliento—la sonrisa en Elizabeth se volvió más ancha y cerró sus ojos, disfrutando de aquella paz y relajación que estaba experimentando, hasta que su amado dijo esas palabras que alertaron algo en su mente—Mi corazón te pertenece—
"Y el brillo de la luz sagrada disipará las tinieblas a costa del corazón del héroe..."
Sin embargo la joven decidió ignorar la punzada de miedo que se clavó en su pecho y se aferró a sus brazos para asegurarse de que eso era real.
Aquella noche sellaron con un beso su unión eterna. Sus espíritus volvieron a encontrarse después de tantas reencarnaciones y no dejaron de acariciarse hasta que el suelo los venció y durmieron plácidamente en los brazos del otro.
Ahora solo existían ellos dos y su amor, su gran amor que ninguna oscuridad podría romper.
Debido a las nuevas pautas de Wattpad no pude escribir nada muy explícito, lo lamento. Cuando los personajes son menores de edad, se puede hacer mención a los temas sexuales, sin embargo nada muy explícito.
Pero espero que aunque no haya sido tan gráfico, se haya podido sentir el amor y la pasión que se tienen esos dos ^^✨
¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si, disculpen faltas de ortografía trataré de corregirlas luego y sin más que decir nos vemos en otro capítulo ❤️
Pd: A partir de aquí viene un Time Skip 👀
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