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XXXIX

Capitulo 39: El despertar

Elizabeth se movió entre la oscuridad, con la piel de gallina y una sensación de aprensión en su pecho. Seguía vistiendo sus ropas de dormir por lo que estar en tal ambiente frío le dio escalofríos y siguió caminando por la negrura dubitativa.

Sabía que estaba soñando, pero encontrarse en aquel lugar sin la protección de su caballero la hizo sentir tan indefensa que casi se tambalea. Aún así se obligó a si misma a seguir adelante, abrazando sus propios brazos y mirando a su alrededor.

Sintió que caminó por lo que fueron horas, atrapada en su subconsciente, hasta que un tintineo suave la hizo voltear atrás.

En la lejanía, una mujer envuelta en luz la estaba observando, con el rostro iluminado, los brazos tensos y los labios caídos. Estaba envuelta en un hermoso vestido que nunca había visto antes y su cabello color plata caía libre por toda su espalda.

Al ver eso su primer instinto fue pensar en su madre.

Aquella mujer se veía mayor, pero bastante joven aún así, era alta, con senos generosos y caderas anchas, pero lo que más llamó su atención fue un vientre ligeramente abultado que se podía notar gracias a su vestido. ¿Acaso podría ser ella? ¿Podía ser su madre?

—Ma...—intentó llamarla sin aliento, sin embargo, la mujer dió un par de pasos hacia ella al reconocerla y su poca cercanía bastó para hacerle ver que no era su madre

Pero si no era ella, entonces quien...?

—¿Quién eres tú?—preguntó sin miedo y la mujer de gran belleza abrió los labios para responderle, casi parecía ansiosa y se apresuró a hablar. Sin embargo...ningún sonido brotó de su boca.

Sus labios se movían eso era bastante obvio, ella estaba hablando y era algo importante por como se estaba moviendo, pero Elizabeth no podía escuchar nada, ni un solo sonido más que su propia respiración y el vacío. ¿Por qué? ¿Qué estaba pasando?

¿Qué era lo que quería advertirle esa mujer?

—¡No puedo escucharte!—le gritó mientras se iba acercando a ella, pero no pudo dar ni un paso porque unas demoníacas manos salieron del suelo y la tomaron de los tobillos. La princesa gritó aterrada, sintiendo su carne arder ante el contacto de aquellas cosas e intento liberarse pateandolas, pero no la soltaban. Las manos de malicia seguían bien sujetas a ella y la joven estiró la mano hasta la otra mujer intentando pedir ayuda.

Pero la mujer no caminó a ella, no hizo nada, sus ojos reflejaban una tristeza bastante grande y sus labios no dejaban de moverse.

Le estaba gritando, podía darse cuenta por lo que hacía con las manos, pero sin importar cuanto lo intentaba, no pudo escucharla.

—¡Cuidado!—intentó advertirle cuando desde la oscuridad, el sonido del rugido de una criatura retumbó en sus oidos, al escucharlo, aquella misteriosa mujer por fin se quedó callada. Lentamente, la joven volteó hacia atrás, y Elizabeth miró aterrorizada como un gran dragón blanco se asomaba desde la oscuridad, la criatura observo a ambas damas con la misma serenidad que solo una criatura maravillosa podía mostrar.

El gran dragón de luz dejó salir un último gruñido que iluminó la oscuridad de los sueños de la princesa y las manos que la aprisionaba soltaron chillidos de dolor mientras se iban evaporando en su lugar. La joven abrió mucho los ojos al verse libre de las ataduras malignas y miró con sorpresa al dragón en la lejania. Aquella criatura era un ser de luz, tanto que era capaz de evaporar la maldad.

Antes de que la princesa pudiera decir algo más, preguntar por alguna respuesta o incluso acercarse, la misteriosa mujer la miró una última vez, a través de la luz en su rostro pudo ver un par de ojos azules que derramaban lágrimas brillantes sin parar y juntó sus manos en lo que parecía ser una plegaria. Luego, sin dudarlo, la mujer se acercó hasta el gran dragón sin miedo y en cuanto su mano tocó el hocico de la criatura, todo volvió a ser oscuridad.

La princesa se despertó de golpe, sentándose en su cama con la respiración agitada y sudando en frío. Miró a su alrededor tratando de asegurarse que estaba en un lugar conocido y al reconocer su habitación lentamente su respiración comenzó a calmarse. Inhaló hondo varias veces para calmar su acelerado corazón y antes de poder recostarse de nuevo, una mano se posó en su espalda baja y comenzó a darle varias caricias.

Elizabeth no tuvo que voltear para saber de quién se trataba y con lentitud, se acostó sobre el pecho desnudo de su escolta que le comenzó a llenar su cabello de caricias.

—¿Tuviste una pesadilla?—Elizanehj asintió con la cabeza, sabiendo que era obvio pero aún así respondió, Meliodas la rodeó por completo con sus brazos depositando un beso sobre su frente y casi ronroneó cuando su mejilla se restregó contra su pelo—Solo fue eso, una fea pesadilla—

—Lo sé—murmuró, aunque por dentro tenía la sospecha que aquello no había sido solo una fea pesadilla.

Se había sentido tan...extraño.

Había sentido una especie de conexión, una advertencia que parecía revolotear en el aire pero que ella era incapaz de escuchar. No podía olvidar la desesperación en el lenguaje corporal de la mujer y sobre todo no podía olvidar aquel dragón.

La criatura majestuosa la había visto directamente y lo único que había hecho había sido respirar con tranquilidad. Su cuerpo tan pulcro y escamudo, su gran aliento de vida y la forma en la que aquella mujer había acariciado su hocico.

Sabía que había un mensaje en su sueño...¿Pero qué exactamente? No había podido escuchar nada.

—Ya no pienses más en eso princesa—volvio la voz de su amado hasta sus oídos logrando sacarla de su ensoñación—Hoy es un día muy especial para ti, descansa bien—tenia toda la razón, aunque el cielo seguía pintado de estrellas, ella sabía bien que ya era su cumpleaños y, después de todo, el día importante iba más allá que solo una celebración.

Aceptando que debía de dormir de nuevo, la joven albina cerró sus ojos, inahlando hondo el aroma masculino que la piel de su amado desprendía y se aferró a él escuchando el dulce latir de su corazón como si de una canción de cuna se tratase.

—Te amo, Meliodas—aunque no pudo verlo, Elizabeth pudo sentir la sonrisa que el rubio le dedicó y el agarre sobre su cuerpo se volvió más fuerte pegandola más a él.

—Yo también te amo, princesa Elizabeth—

Y ya no dijeron ninguna palabra más, por el ritmo de su respiración, la joven supo que Meliodas no había conciliado el sueño aún, suponía que no tardaba mucho tiempo en levantarse para volver a su lugar afuera de la puerta, por lo que se obligó a si misma a dormir mientras aún podía tenerlo en sus brazos.

No quería separarse de su lado, en serio deseaba tenerlo cerca en todo momentos. Su piel, su corazón, su mirada y su respiración, todo quería sentir en todo momento sobre ella, anhelaba de su contacto y de su amor como si fuera una clase de elixir sagrado.

Gracias a la paz que solo él podía darle, la heredera al trono volvió a dormir profundamente y está vez las pesadillas no regresaron a su mente.

"Anoche tuve un sueño extraño.

Una mujer solitaria, envuelta de una luz, me observaba desde un lugar consumido por la oscuridad y después un dragón apareció detrás de ella

Su apariencia era tan hermosa y etérea que incluso no parecía de este mundo...podría ser una diosa o no lo sé. De lo que estoy segura es de su cautivadora belleza.

Logré ver cómo movía los labios, pero no llegué a escuchar su voz. Me estaba hablando desesperada, con todas sus fuerzas intentaba llamarme pero por más que lo intenté, jamás pude escucharla. Incluso escuché el gruñido del dragón, pero su voz nada...

Me preguntó si habría sido capaz de oír sus palabras si contase con mi poder.

Quizá toda esta pesadilla haya sido solo porque le temo mucho al fracaso, todos dependen de mi y yo sigo sin poder conseguir nada, sea como sea, descubriré la verdad.

Hoy cumplo 17 años. Al fin podré ir a meditar a la Fuente de la Sabiduría y entonces sabré si en verdad las diosas me han escuchado o me han abandonado.

Cuando llegue Meliodas termine de preparar las cosas pondremos rumbo al monte nevado, los demás elegidos también vendrán, pero esperarán al pie de la montaña, no deseo que me vean fallar si es que todo sale mal...

No he vuelto ha hablar con mi padre desde el otro día... Las cosas han cambiado entre nosotros, nos hemos distanciado más de lo que estabamos...

Pero intentaré resolver todo con él cuando sea el baile de celebración. Sé que él no quiere lastimarme, tan solo es un rey preocupado por su pueblo y yo debo de entenderlo.

Por otro lado, he estado sintiendo algo extraño.

Dudo mucho que alguien me crea, pero tengo el presentimiento de que algo está a punto de ocurrir en mi interior. Espero que se trate del poder sagrado, no quiero otra decepción"

Soltó la pluma devolviéndolo al tintero y suspiró. Ahí estaba, la entrada de su diario donde podía dejar sus pensamientos, era un día bastante especial no solo para ella, si no para todos.

Era ahora o nunca y estaba lista, la montaña la espera.

—Ellie...—Meliodas abrió la puerta de su habitación con cuidado para evitar asustarla y se asomó desde el exterior. Sus ojos verdes se clavaron en ella, con esa intensa preocupación que estaba sintiendo, pero se obligó a sonreírle para calmarla—Ya está todo listo—

—Ya voy—le devolvió la sonrisa y la joven tomó la pequeña bolsa donde tenía guardado su atuendo para rezar. Antes de salir, le dedicó una última mirada a su habitación, admiró con ojos nostálgicos el lugar que fue su refugio desde pequeña, aquel espacio en el que podía ser ella misma. El lugar en el que le lloró a su madre, en el que rio, se frustró, gritó y disfrutó al lado de su amado Meliodas.

—¿Lista?—le preguntó el blondo, suspirando un poco, la princesa finalmente cerró la puerta de su preciada habitación y se dió media vuelta, su caballero la admiraba con una mezcla entre el miedo y la preocupación, por lo que la joven solo le acarició el rostro buscando darle consuelo y asintió.

—Vayamos—

No tardaron mucho en llegar hasta donde estaban los demás campeones esperándolos, el viaje a la montaña nevada por lo regular tardaba días, pero gracias a la habilidad de Ludociel y a sus caballos seguro podrían llegar en pocas horas, dándole toda la tarde para rezar.

—Felices 17 su alteza—la felicitó Zaneri con una preciosa sonrisa iluminada que ella devolvió. La sirena la tomó de las manos para darle un pequeño apretón como muestra de cariño y la joven albina casi suelta una lágrima—Tendrá que esperar unas horas para ver el regalo de mi familia, pero le deseo lo mejor, princesa—

—Gracias...—

—Feliz cumpleaños princesa, ahora ya es toda una mujer—Drole asintió cruzándose de brazos entusiasmado.

—Feliz cumpleaños—murmuró Ludociel con una ligera sonrisa de lado, teniendo en cuenta como era el joven, eso ya era un gran halago.

—Feliz cumpleaños, mi rayo de sol—Matrona se acercó hasta Elizabeth con una sonrisa de lado y tomando el atrevimiento, le escondió un mechon de cabello detrás de su oreja.

La princesa la hubiera abrazado de no ser por lo que ocupaba su mente de manera inevitable, pero le dedicó la más grande de las sonrisas a la que consideraba su segunda madre y suspiró.

—Gracias por todo su apoyo—

—Somos tú orden, siempre vamos a apoyarte—Exclamo el de piel azulada con orgullo en su voz, inflando el pecho con entusiasmo y causando la risa en todos los demás.

En cuando las risas cesaron y solo el canto de los pajarón rompió el silencio, la albina recibió ayuda de su caballero escolta, quien había permanecido callado en todo momento como solía hacerlo cuando estaban acompañados y la subió a su caballo con cuidado.

—Sera mejor irnos, la montaña nos espera—asintió decidida y entonces el Vogel se puso en marcha.

Gracias a su habilidad para utilizar el viento a su favor, Ludociel había aprendido no solo a utilizar las corrientes de aire para elevarse a si mismo. Ahora había aprendido incluso a usarlas para elevar a alguien más y usar el viento como puente que los ayudaría a recorrer distancias más largas. Sin duda de gran ayuda y la princesa le aplaudía su gran dedicación aumentando el orgullo del Vogel.

—Mas vale que calme su caballo, podría llegar a...irritarse—murmuró el joven pelinegro, comenzando el vuelo de inmediato y utilizando sus fuertes alas para crear una corriente de aire tan fuerte que todos los presentes se elevaron detrás de él y siguiendo el camino que él estaba trazando.

La princesa se apresuró a acariciar a su caballo para calmar al asustado animal, para evitar que este la hiciera caer, se aferró a las cuerdas de su montura con toda la fuerza que poseía y miró como Meliodas tenía los ojos puestos en ella, dispuesto a hacer el mínimo movimiento si es que necesitaba salvarla.

Eso solo duraría unos cuantos minutos, solo un poco y después podría seguir a caballo.

Mientras tanto, Elizabeth admiro la vista del reino despertando tras una noche un poco intranquila y sonrió feliz mirando como la luz del sol bañaba los bosques y praderas del lugar que ella tanto amaba.

El camino hacia la fuente de la sabiduría había sido bastante helado. En cuanto llegaron, la princesa le pidió a los campeones que por favor se quedaran a esperar su regreso y no les permitió ninguna explicación, sin embargo, su rostro fue suficiente como para que ellos sospecharan el porque no los dejo seguir adelante y aceptaron.

Se quedaron en medio del camino, justo en la plaza Elia por el paso este.

Una vez solos, Meliodas y Elizabeth subieron por la montaña nevada, abrigandose con sus capaz como única forma de mantener el frío alejado de sus pieles y fueron con cuidado, siguiendo el camino marcado hasta poder subir hasta estar más allá de las nubes que cubrían la cima de la montaña para todo aquel que intentaba mirar desde lejos.

La fuente de la sabiduría se mostraba ante ellos como todas las demás, la estatua de la deidad suprema con su sonrisa fría los miraba desde arriba como siempre lo había hecho, el agua corría libre desde un hueco en la montaña hasta llegar a los pies de piedra de la estatua y los dos se sorprendieron de ver cómo el agua no parecía congelarse.

—Ellie no puedes entrar ahi—murmuró el blondo sintiendo algo extraño en el pecho y este admiró con horror como su amada se comenzaba a quitar su capa temblando y luego comenzaba a quitarse la ropa—Ellie no...—la tomó de la mano antes de que pudiera deshacerse de su blusa de viaje, sin embargo, la princesa le dedicó una mirada serena y se alejó unos pasos para que la soltara.

—Debo hacerlo—

—Te vas a congelar ahí adentro—los tintes de desesperación en su voz le rompieron el corazón, pero la princesa del reino sabía que no tenía otra opción, debía de entrar, rezar y suplicar que por favor no la dejarán sola—Por favor hazme caso, quizá si lo haces afuera...—

—Meliodad, conoces las reglas—su voz era dulce pese a lo que estaba por hacer y le sonrió a su amado sin dejar de quitarse la ropa pese a lo mucho que su cuerpo había comenzado a temblar debido al frío de la nieve a su alrededor.

Con rapidez para evitar congelarse más, la princesa del reino se puso su vestido blanco sin mangas, el caballero la ayudó a colocarse los adornos de oro sin dejar de mirarla suplicante, rogando en silencio que no lo hiciera, que eso era una locura, pero ella no le hizo caso y aunque él no la quería soltar, se obligó a si mismo a dejarla ir y a verla entrar al agua.

El frío se clavó en sus huesos como dagas de hierro filosas que perforaron toda su piel. La princesa del reino dejó salir el aire que se había guardado en sus labios mirando la nueva de vapor que se coló y luego cerró sus ojos comenzando a rezar.

"—Por favor...—" rogó ignorando el temblar de su propio cuerpo. Debía de resistir, si las diosas veían que no era capaz de aguantar una penitencia como está, entonces jamás le concederían el poder sagrado y el reino estaría perdido. Debía demostrar que era fuerte "—Oh sagradas diosas que descansan en el otro mundo, les ruego acudan a mi llamado. Concedanme el poder sagrado para vencer al mal y poder proteger a mi gente del cataclismo. Ellos no merecen morir por mi culpa—"

Nada y las horas pasaron en un sin fin de ruegos mientras los dientes de la joven chocaban entre si de manera incontrolable por culpa del frío. Meliodas estuvo atento durante toda momento, buscando la mínima cosa que le hiciera ver que ella estaba por desmayarse para poder entrar al agua y sacarla. Se mantuvo quieto, deseando poder abrazarla para ayudarla a entrar en calor y se horrorizo de como su piel pálida comenzaba a volverse roja por culpa de estar expuesta tantas horas a un frío que quemaba.

El sol se movió sobre sus cabezas aunque casi no pudieron sentirlo por lo concentrados que estaba cada uno en su deber y para cuando poco a poco la princesa sintió que la luz pasaba de amarilla a naranja, rompió en llanto.

Nada, absolutamente nada...

No sintió ninguna conexión, no se sintió poderosa, no sintió nada en su interior. Su corazón seguía tan vacío como cuando llegó y eso la rompió en miles de pedazos.

—¿¡Por qué!?—se permitió romperse en frustración, golpeó el agua con los puños, se abrazó a si misma llorando sin consuelo y no se preocupó por voltear cuando sintió unas fuertes manos que la tomaron de la cintura y la sacaron del agua. Sin dejar de llorar, Meliodas la cobijó con su capa cubriéndola de inmediato para entrar en calor y sobó sus extremidades tratando de hacer que la sangre volviera a correr con normalidad—¡Lo he hecho todo! ¡He rogado, he suplicado, me he enfermado y he casi muerto de inanición tratando de despertar mis poderes, pero ellas no responden a mi llamado!—el blondo siguió callado, sin poder encontrar las palabras en su interior. No sabía que decir y estaba seguro que sin importar que, lo que sea que dijera seguro no iba a ser suficiente como para calmar a la princesa—¿Qué más debo de hacer?—sus ojos bajaron hasta el suelo donde sus lágrimas se cristalizaron hasta volverse nieve en cuestión de segundos—¿Qué es lo que quieren que haga?—

Silencio, pues no había respuesta a su pregunta, al menos no una que pudiera ayudarla a seguir adelante.

—No hay nada malo en ti...—

—¿¡Cómo puedes estar tan seguro!?—sus brazos la envolvieron en un abrazo cálido que sirvió para seguir ayudándola a recuperarse del agua helada y la princesa se permitió derramar toda su frustración en la túnica azul de su amado.

—Lo estoy, tan solo lo estoy—la sostuvo fuerte contra si—No hay nada de malo contigo, yo sé que vas a lograrlo tan solo...tan solo...—ni siquiera era capaz de decirle algo y, además, no quería mentirle con palabras dulces que seguramente no se harían realidad.

Elizabeth comprendió porque no siguió hablando y clavó la vista en el cielo que comenzaba a colorearse de naranja. El atardecer los recibía con sus colores cálidos y aunque su corazón se sentía de hielo, aún así, la princesa se levantó.

—Debemos irnos...—murmuró a lo que Meliodas no dijo nada, tan solo tomó sus cosas y se puso a su lado—Debemos volver a tiempo para el baile—

—Te seguiré a todas partes—murmuró él, haciendo que la princesa detenga su andar para escucharlo atenta—No importa a dónde sea, ni lo que suceda, tampoco importa cuánto tardes en despertar tus poderes, yo te seguiré siempre—la abrazó por la cintura y clavó su rostro en el hueco de su hombros para aferraste a su figura—Cruzaría el cielo y el infierno con tal de seguir a tu lado—un suspiro salió de los labios de la dama, la joven albina asintió con la cabeza incapaz de contener las lágrimas que volvieron a corregir libres por su rostro empapado.

Los campeones se pusieron de pie cuando vieron las siluetas del héroe y la princesa caminando hacia ellos de nuevo. Se mantuvieron serenos, pese a que su corazón latía con fuerza esperanzados de encontrar resultados, sin embargo, el rostro sombrío de la joven les hizo saber que las cosas no habían salido bien y que había vuelto a fallar.

—¿Y bien princesa, si funcionó la meditación?—Habló Drole y Elizabeth negó con un suspiro, en respuesta todos dejaron caer los hombros con tristeza y Matrona le dedicó una mirada reprobatoria al gigante. El hombre solo agachó la mirada visiblemente afectado.

—¿No sentiste el poder? Qué pena, es una lástima—exclamó Ludociel y teniendo en cuenta su manera de ser, esa era su forma honesta de expresar su empatía por la princesa. Él sabía bien lo que era intentar una y otra vez sobresalir y aún así seguir siendo visto solo como "el número 2"

—Lo siento mucho—murmuró con la voz entrecortada y clavó sus ojos azules en el piso.

Hubo silencio por unos cuantos segundos, uno cargado del sentimiento de perdida, pero tratando de mantenerse optimistas, la mujer rubia dio un paso al frente  y se cruzó de brazos.

—Animo princesa, lo diste todo, lamentarte no sirve de nada—la matriarca dio unos cuantos pasos más hasta quedar al lado de la joven, siendo observada por todos y le dedicó una sonrisa de confianza intentando ayudarla—¿Y qué si ir a la montaña a reza no funcionó? Lo importante es que no pierdas la esperanza—Drole y Ludociel asintieron al mismo tiempo, apoyando las palabras de la mujer a lo que la princesa suspiró un poco. Seguía sin sentirse mejor, pero apreciaba el intento de sus amigos por animarla—Seguro que hay otras formas de despertar ese poder— pero el problema era ese, no se conocían otras formas de hacerlo era esa o ninguna otra...

—Graciad, Matrona—silencio nuevamente. Meliodad miró a su amado con ojos tristes sintiendo él mismo la tristeza en la que estaba envuelta y tuvo unas ganas enormes de besarla, abrazarla y llenarla de mimos hasta hacerla sonreír. Odiaba verla así y no poder ayudarla, pero la realidad era que no podía hacer nada para ayudar y eso era lo peor. Su mirada de anhelo y deseo no fue pasada desapercibida por la dama sirena, que sintió su corazón doler ante los ojos que el rubio le dedicaba a la albina, pero sin dejar que aquel sentimiento la dominará, inhaló hondo, Zaneri juntó sus brazos con decisión dando un paso al frente, su acción llamó la atención de todos y pese al sonrojo que la cubrió, la castaña aún así continuo.

—Disculpe princesa...—comenzó—No sé si esto le ayude, pero últimamente he pensado en lo que sucede cuando uso mi poder curativo, en lo que suele pasar por mi mente y ahora sé que...—

No pudo terminar su frase cuando un terremoto sacudió la tierra en la que estaban parados. El suelo se movió bajo sus pies furioso, haciendo que un par de rocas cayeran a la plaza partiendo el camino que se había construido y que todos se sacudieran en sus lugares intentando reponerse.

Meliodas se aproximó a tomar a Elizabeth de la cintura para evitar que cayera, Zaneri vio esto, pero no era tiempo de sentirse triste cuando claramente parecía que la tierra estaba por partirse en dos y, de cierta forma, eso era justamente lo que estaba pasando.

Se quedaron quietos por unos segundos cuando el temblor terminó.

Sus corazones latieron con fuerza en sus pechos, alertando que algo estaba mal y se miraron asustados sabiendo que todos pensaban igual.

Ludociel no perdió el tiempo, el Vogel extendió sus alas dispuesto a ver lo que había sucedido o si había algún herido por el terrible temblor. El joven se alzó hasta el cielo esperando ver unos cuantos edificios destruidos, sin embargo, lo único que encontró fue el caos de una nube oscura saliendo desde abajo del castillo, unos pilares de tecnología ancestral saliendo del suelo a modo de "contención" y una horrible bestia gruñendo y gritando mientras lanzaba parte de su destructora magia hacia abajo, comenzando con el primer ataque.

Era obvio lo que estaba sucediendo. La bestia que se alzaba hacia el cielo en una nube de malicia lo corroboraba.

Se trataba de él

—NO— gritó con desesperación y lentamente el Vogel perdió fuerzas debido a la impresión regresando al suelo. Sus compañeros habían caminado hasta poder ver mejor su panorama y admiraron con el mismo horror como el sol se movió con una rapidez anormal hasta ocultarse y una luna de sangre se alzó en el cielo iluminando todo Liones con color rojo.

—Ya despertó—susurró Drole, mortalemmte serio y a todos les causo escalofríos ver al líder de los descendientes de gigantes así. El animado y amable hombre se había ido, ahora solo un guerrero estaba en su lugar.

—¿Será posible?—la voz de Zaneri tembló mientras pensaba en su hermano y en su padre

—No hay ninguna duda—incluso Ludociel parecía asustado y sus puños se cerraron hasta verse tan blancos como sus alas.

—¡E-Es él...es Estarossa!—gritó Elizabeth y dio dos pasos hacia atrás completamente aterrorizada de ver a la bestia oscura encima del castillo de Liones.

Oh por las diosas...

¡Su padre, Merlin y Escanor estaban en el castillo!

—No...no...—se hubiera caído de no ser porque Meliodas la tenía bien agarrada de la cintura para evitar que se desvaneciera. Se le había acabado el tiempo, no había logrado despertar sus poderes a tiempo para salvarlos a todos...

—¡CAMPEONES, A LAS BESTIAS DIVINAS!—Gritó Drole con autoridad, llamando la atención de todo aquellos que se encontraban en shock y los miró con decisión mientras señalaba el bosque—Debemos prepararnos para el combate, atacaremos cuando Meliodas se enfrente a la bestia. No te preocupes princesa, nosotros bastaremos para detenerlo—pero la mente de la albina estaba llena de la imagen de su padre y sus amigos atrapando justo en el lugar en el que la bestia oscura despertó—Meliodas...—el rubio se encontraba tan aterrado como la princesa, solo que este apenas lo mostraba. Había llegado la hora de demostrar aquellos para lo que lo entrenaron toda su vida, era momento de enfrentarse a algo que solo él podía. A la hora de la pelea estaría completamente solo a merced de la bestia. Si él fallaba, todo el reino se iba a la mierda —Ve al castillo, nosotros te cubriremos—el rubio no fue consciente de la mirada de Ludociel y la verdad, no eran momentos como para preocuparse por eso.

—Princesa—Matrona la sacó de sus pensamientos—Será mejor que busques un refugio—

—Llevaré a Elizabeth a un escondite—interrumpio Meliodas, apresurando se a tomar a la princesa de la mano para jalarla hacia otra dirección, sin embargo, la albina negó, se soltó de su agarre y los miró a todos con el ceño fruncido y los ojos llenos de lágrimas.

—¡No!—exclamó—Yo voy con ustedes, es mi deber como princesa, no soy una guerrera, pero somos un equipo y voy a luchar hasta el final—

—Elizabeth no puedes hacer eso—quiza en otras circunstancias, los otros campeones se habrían alarmado por la forma en la que Meliodas le habló a la princesa, sin embargo, en aquellos momentos, no parecía importante menos por la desesperación del chico—¡No sabes pelear, es un suicidio, déjame llevarte a un lugar seguro y déjalo todo en nuestras manos!—

—¡No te creas que te dejaré ir solo!—lo encaró—Estamos todos juntos en esto, ha llegado la hora, voy a acompañarlos y ayudaré tanto como pueda. No le voy a esconder mientras mi gente muere—Meliodas permaneció con el rostro ensombrecido y los puños temblando, pero sabía muy dentro de él que no podría hacerla cambiar de opinión.

Y odiaba eso.

Maldición lo odiaba mucho, no podía permitir que le hicieran daño y menos porque ni quisiera sabían a lo que se estaban enfrentando.

Gruñó frustrado claramente sin estar de acuerdo de eso, pero, sin negarse, la tomó de la mano sacando su espada de un movimiento y miró a todos sus compañeros y amigos con decisión, luego asintió y al mismo tiempo todos partieron hacia sus respectivos lugares dispuestos a atacar.

Ludociel ayudo a los demás campeones a alzarse en vuelo para llegar pronto a las bestias que se encontraban en distintos puntos de donde estaban y Meliodas y Elizabeth se subieron en sus caballos obligándolos a ir tan rápido como podían para llegar a la ciudadela a tiempo. El rubio permaneció callado claramente molesto y estresado por la decisión de la princesa, pero aún así, sabía que lo hacía porque lo harían juntos, siempre juegos.

Mientras se apresuraban a llegar en minutos lo que normalmente se recorre en días, los dos amantes admiraron con horror como su hogar comenzaba a ser consumido por el fuego y el humo, unos rayos extraños se veían siendo disparados de un lugar a otro dentro de la ciudadela y la bestia gruñó a modo de risa cuando los truenos y la malicia lo llenaron de poder.

Después de tantos años, había despertado y el ser que nacido del odio estaba dispuesto a tomar venganza.

"...Cuando la sangre cubra la luna, la bestia oscura volverá..."

AHORA SI MAMON AHORA SI YA VALIO VERGA TODO AHHHHHHHHHHHHHH *Trejo grita de emoción* POR FIN

Deseaba llegar a estar parte desde que empecé la historia, anhelaba ya el despertar de la bestia y al fin a sucedido.

No están preparados para lo que se viene, no lo están👀

Ha llegado el gran cataclismo y es momento de que los héroes se enfrenten a su destino.

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si, disculpen faltas de ortografía trataré de corregirlo después.

Chan chan chan chaaaaaaaaaaaaan *_* los veo en los capítulos siguientes...

Pd: adjunto imagen de Ganon, el cataclismo, aquel villano del juego.

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