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XL

Capitulo 40: El gran cataclismo parte 1 (El campeón Vogel)

El rey suspiró en su trono mientras miraba a la nada. Era el cumpleaños de su pequeña y aún así, ella había tomado la decisión de ir a la fuente más helada a rezar. Saberlo lo golpeó con culpa y todo el día intentó evitarla.

No la había visto desde aquella discusión donde la había hecho llorar, simplemente no tenía la cara para acercarse y hacerse el fuerte como siempre lo hacía, no cuando su pequeña estaba sufriendo. Su hermosa princesa...

Le dolía muchísimo tratarla de esa forma, odiaba tener que exigirle tanto, pero como rey, el futuro del reino estaba en sus manos y no podia permitirse ser blando cuando en cualquier momento la bestia oscura podía despertar. Elizabeth necesitaba encontrar sus poderes, era la única forma de sobrevivir, de no ser así entonces todos iban a morir y no podía permitir que eso pasara.

Se sentía horrible como padre, pero como rey sabía que estaba haciendo lo mejor.

Con un suspiro más pensó en su amada esposa. Cuánto la extrañaba, no había día que no pensara en sus bellos ojos azules y su sonrisa. Su reina había sido la mejor de todas, inteligente, valiente, dedicada y noble. Todo el reino la amaba por como era y por su bondad, era la mejor mujer que existía y por culpa de sus investigaciones terminó enferma y murió.

La reina había estado investigando en lo más profundo del palacio, gracias a textos antiguos descubrió que sus antepasados habían estado ocultando algo en las profundidades, algo muy importante y relacionado a la guerra santa...o al menos algo así había dicho. Fueron varias semanas en las que estuvo explorando los túneles subterráneos en la búsqueda de algo y justo cuando encontró una pista... enfermó de gravedad.

Algo ahí abajo la enfermó, ella misma se lo dijo, había una especie de neblina roja que quemaba y sofocaba al respirar.

"—Baltra...no dejes que nadie se acerque—" aún recordaba lo que le había dicho en su lecho de muerte "—No dejes que Elizabeth baje ahí, lo que sea que esté ahí abajo debe quedarse enterrado por siempre...manten el castillo en pie o si no...—" no había alcanzado a decirle todo, sus últimas palabras fueron una advertencia a lo que sea que encontró y su peticion fue siempre mantener el castillo en pie.

Con su muerte todo su mundo se vino abajo, prohibió la entrada a los túneles del castillo y con la profecía cumpliéndose supo que también debía de arriesgar a su hija.

No merecía perdón por lo que había hecho...pero rogaba a las diosas porque su alma pudiera descansar a pesar de todo.

Solo era un rey con miedo a lo que pudiera suceder.

—Su majestad, lamento la interrupción—Lady Merlin entró en la sala del trono acompañada de Escanor como siempre y se le acercó con una reverencia. El viejo rey suspiró por última vez alejando a su hija de sus pensamientos y esperando que lo que la azabache dijera pudiera distraerlo—Pero Escanor y yo le traemos los informes de nuestra más reciente investigación—

—Gracias—murmuró tomando las hojas entre sus manos y comenzó a leerlas rápido, prestando especial atención en los dibujos descubiertos.

—Descubrimos que la bestia oscura era llamada de otra forma por nuestros antepasados, ellos lo llamaban "Estarossa"—siguió la mujer a lo que el rey la miró de reojo y continuo con su lectura—Tambien descubrimos un poco sobre el héroe de aquel entonces, según los escritos su nombre era Me...—

No pudo terminar de hablar cuando todo el castillo se sacudió en un terremoto espantoso que los asustó a los tres. Escanor sostuvo a Merlin entre sus manos para evitar que cayera, el rey se levantó de su lugar soltando las hojas y casi tropieza por el movimiento y se mantuvieron así durante varios segundos mientras intentaban explicarse lo que había pasado.

Sin embargo, justo cuando el rey estuvo por hablar, una serie de gritos provenientes del exterior y un rugido bestial los dejó sordos.

Las miradas que se dedicaron fueron su única confirmación de lo que eso podía significar y sin dudarlo por ningún momento, el rey tomo el gran mandoble que siempre tenía a su lado y frunció su ceño decidido.

—¡Vengan conmigo!—ordenó y Escanor y Merlin hicieron caso mientras seguían al rey directo hacia el exterior de la sala del trono, en cuando salieron, el color de la luna de sangre los dejó ligeramente perturbados por unos segundos y la gran nube oscura que salía desde las profundidades del palacio comenzó a tomar forma. Una cabeza de caballo con cuernos tomó forma mientras rugía de nuevo, con ojos rojos llenos de maldad y se elevó hasta el punto más alto del palacio solo para comenzar a atacar—¡Cubranse!—usando su mandoble como escudo, el rey se acercó a los dos humanos del caos, agachándose para que el metal pudiera cubrirlos de la malicia y se quedaron así hasta que la tierra dejó de retumbar, sin embargo, justo cuando pensaron que habían tenido suerte, los ojos de Merlin se abrieron con horror.

—No era a nosotros a quienes atacó...—

—¿Qué...?—

—AHHHHHHH LOS GUARDIANES, LOS GUARDIANES ESTAN ATACANDO— Los gritos de los soldados y de algunos investigadores del caos hicieron reaccionar al rey de nuevo—TODOS ALEJÉ SE DE LOS...AGH!—El caballero no pudo seguir con su advertencia cuando una de las patas de un guardian lo golpeó con fuerza, haciendo que se estrellara contra una pared y luego, ante ojos aterrorizados, le disparó un rayo que salpicó todo su alrededor con la sangre del fallecido.

Los ataques de malicia habían ido directo a los cientos de bestias metálicas que no habían logrado hacer que despertaran. Los guardianes se iluminaron y se retorcieron cuando la magia negra entró en sus mecánicos cuerpos y se pusieron de pie con sus largas patas comenzando a mirar a todos a su alrededor y así, ajusto como estaban, comenzaron a disparar rayos por su único ojo matando a varias personas de un solo impacto y destruyendo parte del castillo a su paso.

—¿¡Cómo es posible!?—

—¡Los ha poseído! ¡La bestia los puso en nuestra contra!—gritó Escanor, tomando a Merlin de la mano y corriendo junto con ella para tratar de alejarse del patio donde tenía a todas las criaturas—¡Su majestad debemos de huir!—

—¡No! ¡No dejaré que mi pueblo muera mientras yo me escondo!—eso fue lo último que Escanor escuchó del rey Baltra Liones y sin saberlo, también sería la última vez que vería al rey del reino. El gran hombre de bigote apretó los labios en una fina línea y siguió corriendo junto a su mejor amiga alejándose del lugar donde todo había brotado—No voy a permitir que mueran más...—murmuro para si mismo y con su gran fuerza levantó la pesada arma y se lanzo sobre un guardian siendo seguido por varios caballeros que estaban dispuesto a salvar a su rey. Todo, mientras en su mente solo se repetían las imágenes de su pequeña princesa, con una gran sonrisa, abrazándolo y llenándolo de cariño antes de que su relación se rompiera.

"—Oh mi Ellie...espero puedas...perdonarme—"

Ellos no lo sabían, nadie lo sabía, pero aquellos guardianes no eran tan fáciles de matar. Eran resistentes y ágiles, rápidos y enormes, un caballero común no iba a resistir ni cinco minutos si una de esas cosas se le ponía enfrente y cuando el guardián lograba golpearte, un rayo laser salía de su ojo para darte el golpe final y partirte en dos.

Mientras escapaban entre los gritos, el fuego y los rayos laser de los guardianes, Merlin y Escanor vieron como cuatro enormes bolas de malicia salieron del cuerpo de Estarossa y, en vez de atacar la ciudadela, su magia salió disparada hacia las distintas regiones del reino, justo hacia donde se encontraban las bestias divinas.

Observando aquel ataque, los dos jóvenes investigadores del caos admiraron con horror como la bestia divina Vah Tarmeel se iluminaba de un color rojo sangre justo como los guardianes se habían iluminado al ser poseídos y ambos temieron por la vida de Ludociel, el campeón Vogel.

Ludociel fue el último en llegar hasta su bestia divina, el joven arquero primero ayudó a los demás campeones a acercarse a sus respectivas bestias divinas ya que ninguno tenía las alas como para llegar rápido. Primero dejó a la princesa Zaneri, luego a Drole y finalmente acercó a Matrona quien le aseguró que usaría una morsa del desierto para llegar rápido hasta Vah Melascila.

Una vez hecho esto, el Vogel voló hasta que el viento le sacó unas cuantas lágrimas y suspiró con alivio al poder divisar su bestia divina. Al menos ya casi llegaba, estaba demasiado cerca.

Varios Vogel estaban fuera de sus casas, incluida Lady Lago quienes observaban como el apocalipsis había llegado por ellos y como su gran héroe, el campeón Ludociel, había llegado para apoyar en la batalla y salvarlos a todos, como era su deber.

¡Puff claro! ¡Apoyar en batalla!

¡¿Por qué carajos todos se quedaban quietos y esperaban que el gran Sir Meliodas los salvará!? ¡Él, Ludociel, podía salvarlos a todos y no necesitaba de una tonta espada sagrada!

—Puros cuentos—gruñó para si mismo, se elevó aún más en el cielo color rojo para alcanzar la gran bestia mecanica voladora y finalmente aterrizó en la cubierta con una sonrisa de suficiencia—Les voy a demostrar que yo soy capaz de salvarlos a todos—

"—Y entonces por fin seré alguien...—" pensó para si mismo. No odiaba a Meliodas, no desde aquella conversación hace varias lunas, sin embargo no podía evitar envidiarlo por todo lo que tenía.

El amor de todo el reino, no solo de su raza, si Meliodas se paraba en cualquier lugar, todos inmediatamente lo reconocían y lo alababan. Él quería eso, quería ser alguien en la vida, ser reconocido y amado, poner su nombre en la historia para que las futuras generaciones canten sus canciones y quieran ser como él.

Anhelaba reconocimiento, no ser un polluelo más de la aldea, no ser solo el apoyo del héroe...quería ser él mismo, el gran Ludociel, el héroe.

Negó con la cabeza rápidamente para evitar que ideas tormentosas le nublaran la mente, ya no había tiempo para eso, era momento de concentrarse en la batalla y demostrarle a todo el reino quien era él en verdad.

—Bien Tarmeel ha llegado el momento de...—pero la bestia se sacudió ante su voz y el de cabellos negros tuvo que elevarse unos metros del suelo para evitar caerse de espalda. Un escalofrío recorrió toda su espina dorsal mientras agudizaba su mirada y se mantuvo estático tratando de entender.

Un chillido de águila salió del pico de la criatura metálica, como si estuviera reaccionando ante algún intruso indeseable, como si no se diera cuenta de que tenía a su piloto sobre él.

—Suficiente Tarmeel, ha llegado el momento de demostrar...—pero la bestia volvió a chillar, amenazante y enfurecida, completamente fuera de si dejando de lado la actitud tranquila que siempre había mostrado antes.

Fue entonces que Ludociel lo vio y todos sus nervios se pusieron de punta cuando se dio cuenta de que la bestia divina brillaba de color rojo...

Había pensado que era por culpa de la luna de sangre, que aquella luz se veía reflejada en la máquina, sin embargo, dentro de la criatura un aura demoniaca cada vez se iba aproximando y los gruñidos que soltaba eran una muestra viva de eso.

Algo estaba mal con Vah Tarmeel...

—¡Muéstrate!—gritó a la nada, esperando paciente a que el verdadero intruso se mostrara. El gran arquero sacó su arco de su espalda cargando tres flechas explosivas que estaban listas para asesinar a quien se atrevía a entrometerse y justo cuando escuchó movimientos, desde el control principal, una explosión de malicia se libero haciéndolo retroceder varios pasos.

La materia viscosa, oscura y roja salió desde el corazón de la bestia divina en una cascada de pura maldad, el Vogel tuvo escalofríos de solo ver aquella monstruosidad y el hedor a muerte casi lo hace tener arcadas.

La sustancia viscosa se fue arrastrando hasta irse uniendo, de poco en poco, como si de una figura de lodo se tratase. Su cuerpo robo partes de la tecnología ancestral del mando principal de donde estaba surgiendo y  para cuando fue bastante visible la forma, un esperpento de un solo ojo y cañones en vez de brazos se le quedó viendo fijamente. Aquella cosa lo miraba con ira, una ira cruda y profunda mientras se convulsionaba en su lugar repitiendo susurros.

Asesinar al campeón...—

Era una horrenda creación de la bestia oscura, una traba para evitar que llegara hasta él.

¿Acaso la bestia oscura lo consideraba tan poderoso que le tenía miedo? ¿Acaso era el único campeón al que le mando un ser para tratar de deshacerse de él!

Aquellas ideas fueron nublando su mente con una nube de euforia y entusiasmo. Pero por supuesto, solo debía derrotar aquella criatura y entonces quedaría comprado que él era incluso más temido que Meliodas.

—¡No vas a escapar bestia!—comenzó con el juicio nublado—No permitiré que arruines mis planes—y la batalla comenzó. Elevándose en el cielo con su habilidad única, Ludociel logro convertirse en uno con el viento, se elevó y se elevó hasta que lo consideró adecuado y con una velocidad impresionante, apunto directamente al ojo de la criatura y disparó.

¡Sus flechas salieron disparadas a maxima velocidad, impulsadas por el aire y listas para clavarse en el blanco sin siquiera darle oportunidad al rival de contratacar!

Pero no fue así.

Su ilusión se rompió en añicos justo cuando la gran criatura levantó el brazo derecho y, sin esfuerzo, disparó un rato laser que impactó las flechas logrando que el humo de la explosión lo hiciera perderse por unos segundos, en cuando el viento se llevó la nube gris, la criatura ya no estaba en el mismo lugar, está vez se encontraba volando, rodeada de tornados y gruñendo mientras se retorcía de manera diabólica

Matar al campeón...matar al campeón...matar al campeón—repetia entre distintos susurros entrecortados, como si varias personas estuvieran dentro de aquella cosa—Matar al campeón...matar al campeón...MATAR AL CAMPEON—Sus dos brazos se levantaron, una magia extraña oscurecio su alrededor y comenzó a disparar directo hacia su corazón.

Ludociel esquivo los rayos con un poco de dificultad. Mierda, no era bueno peleando en la oscuridad, para los Vogel era muy difícil estar en lugares oscuros, se volvía torpez y descordinados. ¿Cómo esa cosa podía saber...?

Dejó de pensar. No. No debía preocuparse, él podía con esto, él era completamente capaz de derrotarlo.

Volvió a cargar su arco con flechas, esquivando los ataques de la criatura disparó sin piedad logrando que algunas bombas impactaran en los costados del esperpento. La malicia chillo, retorciéndose de manera demoniaca ante el daño, pero rápidamente se elevó aún más e invoco cuatro tornados que rápidamente salieron disparados hacia el campeón.

—Carajo—se quejó y se concentró en esquivar el viento usando sus fuertes alas para evitar ser arrastrado por la corriente, justo cuando sus ojos volvieron a clavarse en los de la cosa tuvo que hacerse a un lado con rapidez cuando un rayo venía directo hacia su cráneo—¡AGH!—gruñó cuando la luz alcanzó a quemar parte de su pecho, rompiendo parte de la bufanda de campeón y derramando sangre—Solo es un rasguño—intento convencerse a sí mismo, sin embargo, el ardo de la herida apenas lo dejaba pensar con claridad y tuvo que volar para alejarse intentando volver a concentrarse.

No iba a pedir ayuda. Se negaba. Si lo hacía los demás campeones lo verían débil, no, sería una humillación...

... --- ... (S.O.S)

—¿Qué..?—A Ludociel se le escapó el aliento cuando escuchó aquella serie de pitidos con rapidez y trato de ver entre la oscuridad del hechizo del esperpento para confirmar sus sospechas. Siendo perseguido de cerca por aquella ira, el campeón se elevó en el aire intentando de manera desesperada que no fuera lo que tenía en mente, pero cuando sus ojos pudieron salir por unos segundos de aquella oscuridad...lo que vio fue bastante claro.

A lo lejos, la bestia divina con forma de elefante, Vah Jenna estaba iluminada de una color rojo intenso...tan intenso como Vah Tarmeel.

Eso quiere decir...

Zaneri necesitaba ayuda.

Zaneri también tenía una de esas creaciones del demonio con ella.

Zaneri estaba desesperada.

—¡No!—gritó justo cuando nuevamente la oscuridad lo absorbió y se dio media vuelta para encarar a aquella criatura. Sus flechas se dispararon sintiendo su corazón latiendo con fuerza debido al más reciente descubrimiento y casi deja salir lágrimas cuando el mensaje de Zaneri se volvió más desesperado

... --- ... (S.O.S) ... --- ... (S.O.S) ... --- ... (S.O.S)

Zaneri necesitaba ayuda urgente.

Él...él podía encargarse de la ira...¡Si claro que podía! ¡Se encargaría de esa cosa y entonces podría ir a ayudarla! Al fin y al cabo ella era...su amiga.

Una de sus únicas amigas.

Y pronto el caótico sonido desesperado de la ayuda se volvió una sinfonía desordenada y furiosa de varias señales de ayuda que él sabía bien de donde venían.

... --- ... (S.O.S) Era la señal de Zaneri

... --- ... (S.O.S) Era la señal de Drole

... --- ... (S.O.S) Matrona también estaba pidiendo apoyo en la pelea.

Todos ellos...

Todos...

—AHHHHHHH—Se distrajo tanto por culpa del horror que en ningún momento se dio cuenta de cuando la ira del viento lo había alcanzado. El esperpento de malicia lo golpea justo en la espalda con sus enormes cañones arrojando lo hacía abajo medio aturdido por el dolor y luego regresó detrás de él solo para tomarlo de su ala derecha.

Los ojos de Ludociel se abrieron con terror en un segundo de incertidumbre y cuando pensó que quizá no sería tan malo.

Matar...al...campeón...—

—AHHHHHHH— Se retorció violentamente en los brazos de aquella cosa cuando su ala fue violentamente arrancada de un fuerte tirón. Todos sus nervios gritaron con dolor al verse estirados de manera abrupta y la sangre brotó como catarata desde su espalda, manchando el lomo de la bestia divina y bañando su traje.

Lágrimas salieron de sus ojos, viendo toda su vida pasar delante de él y completamente derrotado, se arrastró como pudo hasta el comando principal que brillaba de color rojo y apretó un botón.

... --- ... (S.O.S) Sonó su propia señal de auxilio...Necesitaba ayuda.

Poniéndose de pie como pudo y tratando de evitar desmayarse por el dolor. El campeón se aferró tembloroso a su arco y apunto una vez más.

Aquella cosa pareció sonreír en medio de toda la masa de malicia y levantó sus balones dispuesto a dispararle.

Una flecha más.

Al mismo tiempo los dos se atacaron, la flecha de Ludociel se hizo polvo por el rayo laser de la criatura y la luz impactó al más joven justo en su brazo izquierdo, arrancándole otro grito de dolor y volando en pedazos su extremidad.

Un rayo retumbó en la lejanía mientras el de cabellos negros finalmente se dejaba caer al suelo, aceptando su terrible destino y alzó sus ojos al cielo enegrecido por la magia de la ira.

Al menos le hubiera gustado...ver los cielos del poblado Vogel una última vez antes de morir.

Al menos hubiera deseado, no haberse alejado de todos sus compañeros, quizá así alguien allá abajo le tendría verdero aprecio y no solo una alegría falsa.

Al menos hubiera deseado...haber sido alguien en la vida.

Este fue Ludociel, el campeón Vogel, el mejor arquero que el reino pudo haber visto en años. Ya no puede huir, sus alas han sido violentamente arrancadas por el esperpento enviado por la bestia oscura.

Su arco se encuentra demasiado lejos de su portador, sin embargo no tiene sentido tomarlo, ya no tiene manos para poder sostenerlo...

Sus lágrimas bañan el suelo mezclándose con su sangre, mientras el pitido de su llamada de auxilio y de la petición desesperada de sus compañeros se clava en sus oídos como un recordatorio de lo débil que fue.

No pudo salvar a nadie.

Sus amigos están en problemas y él no fue capaz de ir por ellos. Sus llamadas de SOS serían lo último que escucharía antes de partir.

Sus deseos se han hecho añicos,las esperanzas falsas de grandeza ahora no son más que el sueño de un niño solo que anhelaba ser querido, su desesperación envuelve su corazón y lo último que ven sus ojos es el único ojo de la ira del viento que le apunta directamente a la cabeza con su cañón derecho.

En ese momento y cerrando sus ojos, Ludociel acepta su destino y es rápidamente asesinado por el rayo laser que impacta su cráneo.

Sin embargo su alma no encuentra paz.

Su alma ha quedado atrapada para siempre en la bestia divina.

Su espíritu ahora le pertenece a Vah Tarmeel, la bestia divina deja salir un chillido mientras Ludociel queda encerrado en su interior, maldecido a no poder ir al reino de los muertos y a merced del esperpento que ahora controla a Vah Tarmeel.

Ajeno a la destrucción en el reino, la bestia con forma de águila mueve sus alas dispuesto a bajar en picada, yendo directo a atacar al poblado Vogel, a los pocos que estaban sobrevolando la aldea intentando observar lo que estaba pasando.

Porque ahora ya no hay quien detenga a Tarmeel, ya no tiene un piloto que pueda controlarlo, está poseído por el demonio que Estarossa mandó y Ludociel, muerto, es incapaz de hacer algo.

Es incapaz de descansar.

Es incapaz de ayudar.

Este fue el fin del campeón Vogel

—¿¡Cómo se te ocurre!?—la voz de Meliodas gritó en medio de la nada y ambos volvieron a pedirle a sus caballos que se movieran más rápido. Algo malo estaba sucediendo, podían ver rayos laser moviéndose de un lugar a otro a lo largo de la ciudadela y una nube de fuego y polvo les impedía ver a los causantes de tal destrucción—¡No debiste haberme acompañado, yo puedo con esto!—

—¡Estás loco si crees que te dejaré enfrentarte a Estarossa solo!—ella lo miró con sus ojos azules furiosos y decididos y el blondo casi desea arrancarse el cabello con las manos por culpa de la desesperación.

—¡Para eso fui entrenado!—gruñó

—¡Pues no voy a permitir que cometas suicidio!—

—¡Diosas aveces eres tan impru...!—

—¡Meliodas cuidado!—antes de poder seguir discutiendo, una criatura metálica de patas alargadas y figura casi cilíndrica se plantó sobre él. Sin tiempo de reaccionar, una de sus patas impactó justo a su caballo tumbando al jinete al suelo y logrando hacer que el animal soltara un gran chillido mientras era derribado.

Todo fue un pitido durante unos cuantos segundos cuando impactó sobre una roca. El blondo sacudió la cabeza intentando reponerse rápido del golpe en el cráneo y abrió los ojos sintiendo como su mundo se tambaleaba.

—¡MELIODAS!—

Elizabeth...

Aquella cosa le estaba apuntando directamente a Elizabeth.

No podía...permitirlo.

Poniéndose de pie desobedeciendo a su propio cuerpo, el héroe sacó su espada obligandose a controlar las arcadas que aquel golpe le había causado y se lanzo sobre el guardián de un movimiento rápido. La criatura metálica lo volteo a ver justo a tiempo, alzando su pata dispuesto a aplastarlo para matarlo de una vez por todas, sin embargo el héroe esquivó el ataque tratando de no tropezar por el mareo. De un movimiento, Meliodas usó la espada que ya brillaba de color azul para cortar la extremidad y mientras el guardián se retorcía, el joven trepó sobre su cuerpo y clavó la punta del arma justo en su único ojo.

El guardián chillo con dolor, retorciéndose en su lugar mientras humo del mismo color de la bestia oscura salía desde su interior abandonando a su portador y se quedó quieto, completamente muerto, cayendo al suelo de golpe y dejándolos a ambos con las respiraciones agitadas.

¿Pero qué carajo había sido eso?

¿Cómo era posible que el guardián los haya atacado...?

—Oh mel—el escolta reaccionó hasta que los brazos de la princesa se cerraron sobre su cintura y lo ayudaron a bajar de la criatura—Estas...—ya lo sabía, podía sentir la sangre caliente bajando por su frente debido al golpe que se había dado. Sus ojos verdes vieron hacia el frente, recomiendo la roca donde se había impactado al caer y luego sus esferas verdes viajaron hasta el caballo agonizante en la maleza.

Sus malestares se curaron cuando lo vió y rápidamente corrió hacia Hawk mientras negaba varias veces.

—No...Hawk yo...—el animal lo miró con aquellos ojos negros que conocía desde hace años.

Hawk había sido un regalo de su padre. Uno de los pocos regalos que le dio mientras era un aprendiz de caballero, se lo había dado cuando él apenas era un pequeño potrillo, una cria de caballo asustada que intentaba alejarse de todo aquel que quisiera tocarlo. Cuando Meliodas lo vió ahí, en el rincón, chillando y moviéndose, sintió tanta compasión por la criatura que no dudo en acercarse. De cierta manera lo entendía, él también se había llegado a sentir así varias veces, alejado de los brazos de su madre, en un lugar desconocido y hostil...

Le dio un poco de agua y le dio una manzana ante la atenta mirada de su padre y solo de esta forma, Hawk fue el que se acercó a él, anhelando unas caricias de consuelo de al que ya consideraba un amigo.

Desde entonces están juntos, los dos crecieron igual, Meliodas lo entrenó para la guerra y para ser su leal compañero y ahora, su gran amigo, estaba en la hierva, sangrando, con las patas rotas y chillando.

Él no se merecía este doloroso final...no lo merecía.

—Oh Hawk...lo lamento tanto—sollozo sobre su cuerpo, dejando que sus lágrimas se unieran a las del caballo que también estaba llorando—Lo siento...no pude...yo...—pero no tenía palabras para decir.

El animal movió su cabeza hacia su mano, anhelando lo que le había pedido desde aquella vez que se conocieron, unas caricias de consuelo y Meliodas no pudo negarse cuando su fiel amigo se encontraba agonizando. Incapaz de decir algo más, su mano se acercó hasta el hocico del caballo comenzando a darle varias caricias en su crin, sollozando en voz alta y dándole lo único que podía calmar el gran dolor que estaba sintiendo.

Se quedó así por varios segundos, admirando como su amigo cerraba los ojos ante las caricias, con la respiración agitada, hasta que su pecho por fin dejó de subir y su último aliento salió en los brazos de quien lo había criado.

Meliodas se puso de pie sin dejar de llorar y dio varios pasos hacia atrás sin querer dejarlo. Deseaba llevarlo a su prado favorito, enterrarlo ahí, llenarlo de flores y llorar bien su perdida, pero no podía hacerlo, carajo no era tiempo de lamentarse cuando todo a su alrededor estaba colapsando.

Debía ser fuerte.

Resistente.

—Lo siento tanto...—fue lo último que susurró antes de darse media vuelta, aún tembloroso y sangrante y mirar como su Elizabeth también estaba llorando al ver aquella escena. Inhalando hondo para tener un poco de autocontrol, Meliodas gruñó con pesar, arrancó una parte de su capa para usarlo de trapo y limpiar su rostro, la sangre le impedía ver y tenía suficiente con las lágrimas—Debemos continuar—murmuró—Tu padre y los demás siguen ahi—la joven asintió con rapidez, tomando a su caballo de las correas quien se encontraba inquieto por el ataque y el caballero se subió rápidamente, tomando a la princesa para que se subiera detrás de él y volvió a arrancar.

El viento se llevó sus lágrimas mientras su amigo se quedaba atrás, descansando sobre la hierva que tanto amaba recorrer.

Esto apenas acababa de empezar, ya estaban casi en las puertas de la ciudadela y entre más se acercaban, los dueños del caos se dejaron ver.

Cientos de guardianes estaban destruyendolo todo. Casas ardían en llamas, gente corría intentando salir de la ciudadela sin mucho éxito, la sangre bañaba el pasto mezclándose con el color rojo del cielo y Elizabeth se cubrió la boca con horror al ver toda esa escena.

—No podemos continuar a caballo—gruñó el blondo, bajando de un salto del inquieto animal y bajó a la princesa antes de que ella pudiera hacerse daño. Todo era un verdadero caos a su alrededor, los gritos, la sangre, el fuego, los guardianes enloquecidos...

Su bello caballo estaba relinchando completamente asustado, levantando sus patas e intentando controlar su instinto de irse. Sus ojos azules e clavaron en los negros que la veían suplicantes y el recuerdo fugaz de Hawk muerto en el pasto la hizo sollozar. Frunciendo su ceño, sabiendo bien lo que tenía que hacer, la joven se acercó al animal pese a que Meliodas intentó detenerla y extendió sus brazos tratando de calmarlo.

—Debes irte—le susurró Elizabeth al corcel blanco, quien la miró atento como si pudiera entenderla perfectamente y entonces, de un movimiento, la princesa jaló el arnés deshaciéndose de los cinturones y adornos reales que lo mantenían cautivo y los arrojó al suelo limpiando sus lágrimas—¡Vete! ¡Vete ahora!—el caballo no lo dudó ni un segundo. Ese sería su último acto de amor a su caballo, regalarle la libertad y la vida antes de que le sucediera la misma tragedia de Hawk.

En un segundo el animal corrió por el pasto huyendo tanto de guardianes como de personas que intentaron montarlo para escapar y se perdió en la lejanía mientras Meliodas tomaba a la princesa de la mano y la arrastraba hacia el interior. Sus ojos verdes se veían compasivos, agradecido de la decisión que ella acababa de tomar, pero antes de verse vulnerable, su rostro volvió a ser una piedra sin emociones mientras se concentraba en su panorama.

—¡Por ningún motivo, te separes de mi, harás lo que yo te diga! ¿Entendido?—ella asintió, aferrándose más a su mano sintiendo como la vida se escapaba de entre sus labios ante el escenario caótico—No dejaré que te hagan daño—

Esta era la caída del reino, aquella caída profetizada hace años que no pudieron detener...

No tengo mucho que decirles. Simplemente...

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si.

Ustedes saben cuánto llevaba esperando por esto, bueno, está solo es la parte 1 de varias más relatando el cataclismo.

Iba a decir "descanse en paz" Ludociel, pero no, Ludociel no está descansando en paz, es un alma en pena encadenada a Vah Tarmeel...

Lástima.

¿Ahora entienden (los que me siguen en insta) porque siempre que subía spoilers de esta historia ponía la canción "Army dreamers" de fondo? Bueno, ahora lo están entendiendo.

Disculpe faltas de ortografía lo corregiré luego. Espero haberlos hecho sentir la muerte de Ludociel y sin más que decir nos veremos en el próximo capítulo (ojo, espero que puedan descubrir el orden de los hechos)

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