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VIII

Capítulo 8: Incomodidad 

Si le dieran a Meliodas una moneda por cada vez que había pensado en irse de ahí, seguramente ya se habría hecho rico, llevaba varios días siguiendo una rutina incómoda y, hasta cierto punto, molesta, en la que solamente seguía a la princesa sumido en su silencio habitual, luego la seguía hasta sus aposentos donde ella le cerraba la puerta en la cara y se quedaba encerrada hasta el amanecer, mientras que él tenía que quedarse todas las horas restantes del día haciendo guardia sobre su puerta.

Al menos hasta que llegara su relevo y él pudiera irse a dormir unas horas antes de regresar a la puerta de la princesa y repetir todo de nuevo.

Debía de admitir que esas horas en soledad le ayudaban a pensar, a concentrarse en su misión y a perderse un poco dentro de su mente. Reflexionando, hablando consigo mismo, meditando para conectarse con su arma, sintiendo el poder de su espada bajo la palma de la mano y agudizando sus sentidos al máximo para detectar la mínima cosas que pudiera hacerle daño a la princesa. Pese a eso, no podía negar que era algo molesto quedarse quieto.

Estaba acostumbrado a pasar los días entrenando hasta que la luna se ocultara y el sol volviera a salir, venciendo caballeros a diestra y siniestra demostrando su fuerza, siendo enviado a misiones suicidas de las que solo él podía regresar vivo con pocos rasguños. Ahora, pasar sus días estando quieto afuera de una puerta le resultaba desalentador y hasta deprimente.

Estaba acostumbrado a usar ropa más cómoda debido a sus proezas, estaba acostumbrado a no llevar camisa debido a lo mucho que sudaba por sus constantes entrenamientos, incluso acostumbraba a usar armadura (aunque no fuera suya) al momento de tener un duelo con algún caballero para que las cosas fueran más "justas". Ahora el usar el uniforme de la guardia real todos los días le resultaba...incómodo.

Un chirrido lo hizo ponerse tenso y en posición de firmes de nuevo, se aferró al mango de la espada con fuerza tratando de disimular tanto como podía su sentir y simplemente miró de reojo como la princesa salía de su habitación con la cabeza agachada.

La albina ni siquiera se molestó en mirarlo, o en dirigirle la palabra, tan solo comenzó a caminar fuera de su cuarto y Meliodas no tuvo otra opción más comenzar a seguirla en silencio, después de colgarse la espada sagrada a la espalda de nuevo. Le parecía extraño que la princesa saliera de su habitación en plena madrugada, se suponía que ella debía estar dormida, pero por más raro que eso le pareciera, cumplió con su trabajo.

Sus pasos eran lo único que se podía escuchar por el pasillo de piedra, retumbando en los oidos de ambos jóvenes y causando enojo en la princesa. ¿Por qué Meliodas era tan callado? ¿Acaso él no se daba cuenta de lo irritante que podía ser solo tenerlo callado observándola? Bufó molesta llamando la atención del caballero.

El lugar estaba desolado, era comprensible debido a que era de madrugada y la servidumbre se encontraba en los cuartos de servicio descansando. Los pocos caballeros que estaban presentes haciendo sus rondas, los ignoraban o les dedicaban "discretas" miradas de admiración ( o bueno, a Meliodas le mostraba admiración) mientras pasaban creando sombras por la luz de las antorchas.

Un suspiró que salió de los labios de la albina lo puso alerta de nuevo y Meliodas clavó sus ojos verdes justo en la espalda de la princesa.

Por su parte, Elizabeth se sentía...rara y enojada. Aveces volteaba a ver al caballero por encima del hombro, logrando captar aquella intensa mirada verde en su espalda que la ponía tan nerviosa, solo que aún no lograba saber si ese nerviosismo era bueno o malo. No sabía si la intensidad de aquellos ojos opacos la ponían incómoda o la hacían sentir atraída.

Y no la mal entiendan, con atracción se refería a curiosidad. No sabía casi nada (por no decir nada) del increíble caballero de la leyenda al que todo el reino amaba. Lo único que conocía sobre el contrario era que poseía la legendaria espada sagrada y de que su sola existencia la había condenado a ella también. Una llamarada de furia llenó su corazón y deseó con todas sus fuerzas encararlo, alejarlo y gritarle que todo lo que le estaba pasando era culpa suya...

Sin embargo sabía que eso no era justo, porque muy en el fondo de su mente atormentada, Elizabeth sabía que aquel caballero no tenía la culpa de nada de lo que le pasaba a ella. Lo único de lo que Meliodas era culpable era de ser él mismo. Así que la princesa se obligó a calmarse, tomó aire dejándolo salir tras unos segundos en forma de suspiro y sintió sobre su espalda de nuevo aquella mirada intensa.

Se había obligado a si misma a no hablarle, a ignorarlo, a hacerle la misión tan complicada y aburrida que sería él quien pediría un cambio. Sin embargo ya no podía soportarlo más y las palabras que su padre le había dicho no dejaban de dar vueltas en su cabeza.

/FlashBack/

" —...¡Pero no lo quiero a él padre, pon a cualquier otro escolta, te juro que lo aceptaré, pero no a él!—elizabeth le rogaba a su progenitor. Al día siguiente del nombramiento de Meliodas como su escolta personal, ella había ido de inmediato hacia el rey, solicitando una conferencia privada y apenas lo tuvo en frente comenzó a rogarle que la alejara del rubio—¡Por favor!—

—Ya te he dicho que no Elizabeth y es mi última palabra al respecto—la de ojos azules sabía que era un caso perdido, sabía que su padre no iba a cambiar de opinión, pero al menos tenía que intentarlo—Es el mejor espadachín en todo el reino, es el caballero más fuerte y está protegido por la bendición de las diosas. No hay nadie mejor que él para protegerte—

—L-Lo se...pero yo en serio no...—su padre alzó su mano derecha, pidiéndole silencio y Elizabeth cerró la boca de inmediato.

—Hija mia, sé que puede llegar a ser difícil para ti convivir con él, es un completo extraño para ti, pero te lo pido Elizabeth...—El rey Bartra la miró directamente a los ojos y, por primera vez en tantos años, Elizabeth sintió que no estaba viendo al poderoso y perfecto rey de siempre...por primera vez desde la muerte de su madre, ella pudo ver a su amoroso padre detrás de esas cuencas grises. Un padre preocupado, un padre cansado y un padre que solo quería su bienestar. Eso bastó para que sus deseos de quejarse se esfumaran—Lo único que quiero es que estés segura, ni tú ni yo somos tontos, la situación es complicada y tenemos muchos enemigos. Los monstruos se están volviendo más fuertes y miembros del clan demonio están buscando acabar con tu vida...—la albina agachó la cabeza, arrepentida.

—Lo sé—

—No hay nadie mejor que Meliodas para protegerte, por favor, haz el intento de llevarte bien con él. Será un camino largo y lo podrás recorrer mejor si es que al menos llevan una relación más...amistosa—ella estaba atada, no tenía salida y ya no quería causarle más problemas a su padre. Suficientes penas le provocaba cada vez que le decía que su poder sagrado no había despertado como para que ahora le cause problemas por pelearse con su guardia.

—Esta bien...—"

/Fin Flashback/

—Así que...—comenzó ella y el simple sonido de su voz fue suficiente para que un escalofrío recorriera la columna vertebral de Meliodas. Era la primera vez en días que ella le dedicaba la palabra y la repentina sorpresa que le sacó lo hizo sentir vulnerable—Meliodas...¿Cuántos años tienes?— Elizabeth sintió sus mejillas rojas por la vergüenza, la conversación se sentía más forzada que natural y eso la hacia sentir tan tonta. Empezó por la pregunta más estúpida.

Se quedaron en un silencio todavía más incómodo de lo que ya estaba y, por increíble que pareciera, Meliodas verdaderamente consideró quedarse callado y no responder.

Sin embargo él sabía que eso sería muy descortés de su parte y ya que servía completamente a la princesa, lo mínimo que podía hacer era responderle.

—Tengo 16, su majestad—respondió con aquel típico tono monótono de caballero que a Elizabeth tanto irritaba. Luego volvieron a sumirse en el silencio.

Parece que ella y el héroe compartían edad, eso volvía las cosas un poco más sencillas.

—Por lo que veo no eres de muchas palabras—el rubio permaneció en silencio, probando el punto de la princesa—¿Tienes familia, o estás solo?—meliodas sintió un poco de incomodidad ante aquellas preguntas tan personales. No solía hablar sobre si mismo con nadie, nunca le contaba su historia a nadie. Hacerlo frente a la princesa se le hacía raro.

—Tengo un hermano menor y a mi padre—se alzó de hombros, recibiendo solo un sentimiento de cabeza por parte de la albina.

—¿Cuándo te alistaste para caballero?—la princesa sintió que esa sería otra buena pregunta para seguir con la conversación. Debía de admitir que sentía curiosidad sobre su vida, una chispa en su pecho que se encendió de la nada.

Se detuvo unos segundos para voltear a ver a su acompañante directamente a los ojos y ambos conectaron sus pupilas después de días sin haberlo hecho.

Meliodas pudo ver la amargura en el interior de los ojos zafiro y no pudo evitar que la confusión llenara su corazón, aún así no mostró emoción alguna. Elizabeth por su parte solo pudo ver una máscara de hierro que cubría el semblante del caballero, entrecerró sus ojos intentando quebrar un poco la barrera de indiferencia en el rostro masculino, sin embargo, le fue imposible ver más allá y eso la frustró tanto que el enojo hacia Meliodas volvió a ella.

Se quedaron en silencio por largos segundos, tan solo admirando los ojos contrarios. Ambos apagados, con un brillo que la vida les había arrebatado a la fuerza, sus corazones se sintieron sincronizados e incluso, por un momento efímero, sintieron como si el mundo se hubiera detenido.

Fue entonces Elizabeth tuvo un recuerdo vago...uno borroso y lejano que no supo comprender. Pero muy en lo profundo de su mente tenía la corazonada de que ya había visto esos mismo ojos verdes en el pasado, tan solo que aquellos borrosos ojos de su memoria lejana estaba llenos de vida...

—A los 6 años...—murmuró con suavidad, dejando que su murmullo acariciara la oreja femenina y que el viento se llevara su revelación. Solo eso hizo que la albina regresara a la realidad.

Claro, le había preguntado cuándo se había enlistado para ser caballero antes de perderse en esos ojos verdes.

Su respuesta le heló la sangre y la mirada de horror que le dedicó hizo sentir miserable a Meliodas. Tan solo había sido un niño cuando tuvo que enfrentarse al mundo de las armas, solo un pequeño que tuvo que aprender que era matar o morir.

Pero, ni siquiera porque su respuesta había sido tan deprimente él mostró emoción alguna. La princesa se quedó inquieta, sin saber cómo sentirse al respecto. Estaba frustrada y molesta, pero a la vez sentia lástima por él.

Cuando la molestia ganó por encima de las demás emociones, la princesa bufó, se dio media vuelta de nuevo y continuo caminando hacia su destino incierto.

Esta vez, Elizabeth no intento volver a iniciar una conversación y Meliodas lo agradeció.

Para sorpresa del blondo, la princesa había terminado justo en el laboratorio de lady Merlin, la humana del caos más inteligente que existía en sus tiempos. Meliodas no se preocupó mucho por ver todas las partes de guardianes y hojas sueltas que estaban a su alrededor, tan solo se concentró en que la doncella no tocará nada que pudiera llegar a hacerle daño.

Debía de protegerla al fin de cuentas.

—Lamento haberte traído tan tarde, bonita—Merlin murmuró, con una sonrisa tan enigmática en la cara que Elizabeth se sintió confundida—Pero, te dije que si lograba algún avance serías la primera en saberlo—

—¿A qué te refieres Merlin?—

—¿Recuerdas que te mencioné sobre esa piedra con símbolos de mi pueblo?—los ojos azules de la princesa se iluminaron al recordar lo que Merlin le había dicho y se acercó con emoción hasta la azabache.

—¿Lograste encenderla?—un asentimiento fue suficiente para que la albina casi gritara de emoción, la de ojos ambarinos se apresuró a mover muchas cosas que tenía sobre distintas mesas, hasta que por fin dio con aquello que estaba buscando y se lo mostró a la princesa. Meliodas inclinó un poco la cabeza para poder ver también.

—Esto es una maravilla su majestad, ya he experimentado un poco con ella. He decidido llamarla "Piedra del caos"—inflo el pecho con orgullo—Creo que es un nombre bastante adecuado—Le entregó el objeto a la princesa en sus manos y está de inmediato lo tocó. En un segundo, aquel aparato hizo un sonido agudo y una luz salió de en medio de esta, formando el característico simbolo de los humanos del caos—He descubierto que se controla completamente con los dedos, si desliza hacia la derecha podrá capturar imágenes—

—¿Capturar imágenes?—mermin asintió con la cabeza.

—Hagalo—la princesa no dudo ni un segundo, en la pantalla de aquella piedra del caos, de inmediato comenzó a verse su alrededor, como si fuera una extraña proyección de lo que estaba sucediendo en esos momentos, casi como si fuera un telescopio. Se movió en círculos admirando la capacidad de aquella tecnología y se detuvo justo cuando la piedra enfocó al caballero. Meliodas se quedó tenso—Y si toca la pantalla, la imagen queda capturada—la albina lo hizo, la piedra extraña hizo un sonido agudo de nuevo y cuando volvió a mirar, se dio cuenta que la imagen estaba guardada en una galería de varias imágenes más (que suponía había tomado Merlin mientras experimentaba con la piedra)

El rubio parpadeó confundido, ladeando la cabeza de manera adorable y causándole una pequeña risa a la princesa por lo tierno que se veía...cuando ambos se dieron cuenta de lo que sucedió se pusieron tensos, Meliodas carraspeo y miro hacia el suelo y Elizabeth se puso mortalmente seria dándole la espalda, tratando de ignorar que acababa de reírse con él.

Al volver a ver el artefacto, desvío sus ojos hacia la imagen de su escolta observando su seriedad de piedra. Meliodas había quedado inmortalizado en aquel aparato.

—Es fascinante...—susurro

—Y no solo puede hacer eso—la princesa jadeo, extasiada—Si desliza su dedo hacia la izquierda podrá ver un mapa completo de todo el reino—

—No lo puedo creer—añadio con emoción con la voz chillona como una niña pequeña, recuperando su sonrisa y Meliodas no pudo evitar sonreír junto con la albina, ella se veía muy tierna de esa manera, tan emocionada y curiosa por aquel artefacto. Elizabeth deslizó su dedo índice hacia la derecha incapaz de aguantar y cuando el mapa entero de todo el reino apareció soltó un gritillo agudo—¡Esto es increíble Merlin! Esta todo el reino, puedo incluso ver el camino para ir hacia la región de los Vogel o al desierto de las Gerudo—

—He descubierto que este artefacto fue diseñado para el héroe de la leyenda, para que sea su llave en unos centros de entrenamiento diseñados para él—tanto Meliodas como Elizabeth se tensaron debido a estas palabras y el ambiente ligeramente cómodo que habían creado se hizo añicos en segundos. Eso solo podía significar, que esa piedra del caos le pertenecía al rubio...la emoción en los ojos de la princesa se apagó—Pero aún no tengo mucha información sobre eso y los "centros de entrenamiento especiales" no están activados, tengo la hipótesis de que está "piedra del caos" puede servir para abrirlos—Llevó su mano hacia su barbilla—Como sea, mientras, quiero que usted posea esta reliquia—

—Pero acabas de decir que pertenece al he...—

—Las investigaciones están dando frutos, pero creo que lo mejor es que usted la posea—la interrumpió—Sé que usted le dará un buen uso, puedo ver lo emocionada que está por utilizarla y ahora que el héroe es su protector, yo creo que también podrá hacer uso de la piedra—la princesa asintió con la cabeza y se le quedó observando al extraño artefacto en sus manos. Merlin se movió con gracia hasta apretar un pequeño botón en uno de los costados de la piedra haciendo que el brillo desapareciera y volviera a estar en negro. Apagado. Elizabeth suspiró.

—Gracias por todo Merlin, supongo que te veré en unas horas—

—Hasta en unas horas majestad—la princesa se dio media vuelta, sin atreverse a ver al rubio a los ojos y se aproximó hasta la puerta.

—Vamos Meliodas, estoy segura de que tú... tú también deseas descansar—tartamudeó. Si su escolta lo notó, no tuvo intenciones en demostrarlo. Tan solo se dió media vuelta, despidiéndose de Merlin con la cabeza y se dispuso a abrirle la puerta a la albina para que tanto ella como él pudieran salir.

"Como no tienes una idea"— pensó el de ojos verdes suspirando, deseaba llegar a su cama y por fin relajarse un poco.

—Mañana habrá una ceremonia en honor a los campeones y un baile de gala, obviamente eres uno de los invitados especiales—Varios días habían pasado desde que Elizabeth tenía en su posesión la "piedra del caos". En esos momentos, la hermosa albina se encontraba desayunando en el gran comedor mientras su guardaespaldas estaba a su lado, observando hacia la pared para evitar ponerla incómoda mientras comía, pero le prestó atención cuando le habló—Sin embargo, los campeones llegarán hoy, no deben de tardar mucho. Los hemos citado antes porque hay algo que tanto el rey como yo debemos de entregarles y creo que es mejor así, les daremos tiempo a que se conozcan, al final todos formarán parte de la misma orden—

—De acuerdo—le respondió y Elizabeth rodó los ojos.

—¿Te han dicho que eres irritante por lo callado que siempre estás?—meliodas le dirigió una mirada neutra que la princesa ignoró—He tratado estos días de llevarme mejor contigo, pero si no hablas no podré hacerlo. ¿No crees que mínimo deberíamos de conocernos un poco más?—

—¿Usted desea conocerme más, majestad?—las mejillas de la albina se pusieron coloradas debido al tono ronco de voz que Meliodas había usado en ella, la albina carraspeo un poco intentando ignorar la sensación y frunció su ceño.

—Si no quisiera, jamás te habría hablado en primer lugar—meliodas supo que eso era más que cierto, no por nada ella había estado completamente callada durante sus primeros días de convivencia, aún así, le seguía pareciendo algo incómodo compartir su vida y le aterraba compartir sus pensamientos—Asi que, Meliodas, ¿Estás dispuesto a volver esto un poco más cómodo o prefieres que ambos nos encerraremos en nuestro silencio hasta que derrotamos a la bestia oscura?—él sintió algo extraño formándose en su estómago al escuchar lo decidida de la voz de la princesa—Porque créeme que yo no quiero tenerte como escolta, pero no puedo hacer nada para cambisrlo. Así que, héroe, hacemos esto de la manera fácil o de la manera difícil—

Sus ojos azules habían buscado los suyos hasta poder conectar, aquellas cuencas penetraron lo más profundo de su alma haciendo temblar la máscara de neutralidad que Meliodas siempre tenía, pero se mantuvo firme debido a los años de experiencia que tenía.

En respuesta a la petición de la princesa, el caballero se sentó en una de las mesas del enorme comedor, justo al lado de ella, sin romper el contacto visual y dejó que su aliento suave acariciara la mejilla de la contraria.

—¿Qué desea saber?—por más que quisiera seguir en silencio, él sabía que lo que la princesa le decía era la verdad y siendo sinceros, no sabía cuánto tiempo más podría soportar sumido en un ambiente tan incómodo al lado de ella.

Además, Meliodas había notado como los ojos de la princesa lo miraban con enojo y rencor, cosa que no podía entender de dónde venía ya que ellos dos jamás se habían topado hasta que el rey juntó su vida con la de ella.

Mientras Meliodas pensaba en eso, Elizabeth no pudo evitar pasar sus ojos por todo el cuerpo del caballero, no por alguna razón morbosa ni nada por el estilo, si no porque estaba intentando imaginárselo con la túnica de campeón que ella misma le había hecho, con sus propias manos. Los días pasados se había dedicado a hacerles un regalo a todos los campeones.

A Ludociel de los Vogel le hizo una bufanda para que lo protegiera de los climas fríos de su pueblo, a Drole de los descendientes de gigantes le hizo un himation para que pudiera cubrir su gran cuerpo, a Zaneri le hizo un hermoso vestido, a Matrona le confecciono una falda como las que ella siempre usaba y, por último, a Meliodas le hizo una túnica a la medida.

Todas estas ropas eran del mismo color azul, un tinte bastante difícil de conseguir al que solo la familia real tenía acceso, por lo que sería imposible no reconocer a los campeones siempre que portaran estás prendas. Además de que tenían el símbolo de la familia real, la forma de la bestia divina que pilotaba cada campeón bordados con hilo blanco y una espada en el caso de Meliodas.

—Cuentame de ti nada más, quisiera conocer quién es mi caballero, aparte del valeroso héroe por supuesto—esto último lo dijo cargado de sarcasmo, rodando sus bonitos ojos y dándole un bocado más a su comida. Meliodas decidió ignorar su tono alzado, pese a que si sintió un poco de molestia. Tan solo suspiró tratando de no ahogarse con sus propias palabras e hizo un enorme esfuerzo en mantenerse firme ante la albina.

—Tan solo soy lo que ve, un caballero que sirve fielmente al rey, al reino y a usted—Se alzó de hombros, tratando de que ella perdiera el interés en su historia, claramente eso no funcionó, la princesa solo frunció más el ceño.

—¿Y tú familia?—

—Mi familia vive en una casa de la aldea Bernia...—Elizabeth abrió los labios interesada, aunque aún así el sentimiento de fastidio hacia el rubio no se detuvo—Ya le había dicho que tengo un hermano menor, es un genio para la botánica que se la pasa en el jardín todo el día y mi padre también es un caballero, él solía estar de servicio hace unos años, pero...—se detuvo, mordiendo su lengua para evitar soltar información más privada. Quizá terminaría contándole todo algún día. Pero ese día no era hoy.

—Pero...—la princesa intentó indagar más en aquella historia, sin embargo Meliodas permaneció en silencio, con los ojos tensos y fijos en los azules de ella. Supuso que no quería hablar de eso así que lo respetó por más curiosidad que tuviera—¿Qué hay de tu madre?—y entonces tras preguntar eso, Meliodas soltó una exclamación ahogada que se le escapó de los labios. Elizabeth pudo ver qué había tocado una fibra sensible en el rubio, ya que este cerró la boca de inmediato tras su descuido, tensó la mandíbula y clavó los ojos en la madera de la mesa negándose a verla y negándose a responder.

La princesa intentó con todas sus fuerzas volver a hablar para disculparse si es que su pregunta le había molestado, pero justo en ese momento, un caballero entró al comedor real e hizo una reverencia, interrumpiendolos y dejándola con las palabras en la boca.

—Su majestad, el rey me manda para avisarle que los campeones ya comenzaron a llegar, así que solicita su presencia en la sala del trono —

—Ya mismo voy—el caballero hizo una reverencia de nuevo y salió de la habitación casi corriendo, la de ojos azules volvió a ver a Meliodas para poder disculparse por su pregunta tan personal, pero su caballero ya se había puesto de pie, casi huyendo de la conversación y se había colocado de nuevo detrás de ella con el semblante sereno.

—Sera mejor que vayamos, su majestad, nos están esperando—y Elizabeth no trató de verlo ni mucho menos de retomar las cosas donde lo había dejado. Sabía que la máscara de hierro en Meliodas había vuelto a levantarse y con esas palabras él le daba a entender indirectamente que ya no quería seguir con la conversación. Así que decidió respetarlo. Asintió con la cabeza dejando su desayuno sin terminar a un lado y se puso de pie para ir hacia la sala del trono.

Ya tendría tiempo para disculparse con Meliodas, o quizá no, quien sabe, lo único de lo que estaba segura era que tenía un conflicto con ella misma.

Una parte de ella deseaba dejar su orgullo de lado, entablar amistad con su caballero, para que el hecho de que la siga a todas partes no sea tan incómodo. Pero la otra parte, aquella oscura que se creó desde que comenzó el entrenamiento de sus poderes, deseaba ignorarlo, gritarle y empujarlo para alejarlo de ella, reprocharle que era su culpa que todo el reino la odiara, al fin de cuentas, Meliodas era el recordatorio constante de que ella estaba fracasando, que aquel poder sagrado no estaba en sus venas y de que el tiempo se le estaba agotando.

Comenzamos con la segunda parte de nuestra historia. Cómo ya vieron, la primera parte no fue más que la introducción de los personajes, ahora sí comienza en verdad la historia.

Uf se nota que a Eli no le cae pero para nada bien Meliodas...pero no sé preocupen, dejen que los capítulos sigan avanzando, está historia va para largo y apenas vamos comenzando el segundo acto de tres 👀

Así que tengan paciencia jajaja aún nos queda un largo camino pero todo valdrá la pena ✨

¿Que les pareció?¿Les gustó? Espero que si, si tienen alguna duda ya saben que me lo pueden consultar ^^🫶🏼

Tuve que agregar lo de la "piedra del caos" porque es algo muy importante en el juego, por lo que será útil en los 3 libros que haré de esta adaptación, por lo que si debía de agregarla y obviamente explicarla.

Esas imágenes que puede guardar la piedra del caos en realidad son fotografías. Así que si, Elizabeth le tomó una foto a meliodas jaja, los humanos del caos tenían tecnología muy avanzada para estar en un mundo medieval, son increíbles. Y todo esté asunto de las fotos será muy importante en un futuro, yo sé lo que les digo ✨

Si alguno de ustedes no entendió bien, me disculpo y les dejo una imágenes de la tableta sheikah (así se llama en el juego) para que puedan entender que forma tiene "la piedra del caos"


Y es en esa pantallita donde cada que alguien desliza se muestran las cosas.

Eso sí, está tableta tiene más funciones 👀 pero serán reveladas en el segundo libro jaja

Sin más que decir nos veremos en el próximo capítulo ✨

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