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V

Capítulo 5: "La campeona sirena"

El pueblo de las sirenas y los tritones era de los más hermosos a ojos de Elizabeth. Se encontraba al este del castillo de Liones y al sur de la montaña de la muerte (hogar de los descendientes de gigantes) por lo que para la princesa fue todo un alivio al fin salir del ambiente asfixiante del volcán.

Volver a respirar aire fresco fue toda una bendición, ver los pastizales le alegró el corazón y ponerse en marcha hacia la proxima aldea la tenia ansiosa. Deseaba llegar ya al pueblo de las sirenas.

Lo mejor de las sirenas era que eran muy corteces con sus visitas, tanto, que incluso el rey tritón había mandado a colocar unos faroles de piedra luminosa (la cual brilla en la oscuridad) con el fin de crear un camino para que todo aquel que quisiera visitar su región pudiera encontrarlos sin perderse, era una zona turística muy popular.

Cuando salieron de la montaña de la muerte, se apresuraron a regresar a la posada en la que habían dejado a sus caballos y decidieron descansar el resto del dia. Estar en el volcán consumió todas sus energías.

La princesa se mantuvo al margen, escuchando la plática de los caballeros que comían animados alrededor de la fogata. Era divertido escuchar las hazañas de los más viejos y también era divertido el ver cómo estos regalaban a los jóvenes cuando intentaban hacer alguna temeridad. Aunque se la estaba pasando bien, estaba resignada a notar las miradas que el pueblo le dedicaba al verla ahí y a sentir sus murmullos en su espalda.

—¿Qué hace aquí?—Susurraban los otros inquilinos en la posada, y la albina se obligó a fingir que los ignoraba. Incluso su comida ganó un sabor amargo debido a los tantos murmullos que llegaron a sus oídos. Quizá lo mejor era retirarse a descansar, no podía distraerse de su misión y era crucial que se concentrará.

La princesa solo se levantó, agradeció a sus caballeros por la compañía y al dueño de la posada por la comida y se encerró en su habitación deseando salir de ahí cuando antes.

A primera hora del día siguiente se pusieron en marcha abandonando el lugar, la princesa le pagó al dueño del rancho por su hospitalidad (aunque esté se había negado a aceptar dinero) y se marcharon de ahí sin que nadie más pudiera verlos.

Al fin, Elizabeth no sabía si podría resistir un minuto más teniendo que soportar los murmullos de la gente a sus espaldas.

El camino hacia el siguiente pueblo fue bastante sencillo, solo debían de seguir el sendero hacia el sur hasta llegar al bosque, seguir derecho por entre los árboles hasta toparse, en alguna parte del camino, una pequeña ramificación del sendero, al seguirla, un imponente puente de piedra luminosa se alzaba, indicando a los viajeros que su camino al pueblo sirena había comenzado oficialmente.

No fue difícil para Elizabeth y sus guardias encontrar el enorme y reluciente puente. El resto del recorrido fue más sencillo y corto, era entretenido seguir los faroles, como si fuera una especie de juego "búsqueda del tesoro".

Para el anochecer, tanto la princesa como su escuadrón llegaron finalmente al borde de otro puente, que era la entrada al pueblo y por suerte llegaron a la hora perfecta para poder apreciar la belleza de aquella raza en su máximo esplendor.

El pueblo sirena estaba en medio del río más largo de todo Liones, de el se extendían ramificaciones que formaban otros pequeños ríos que recorrían todo el reino, debido a esto, ellos habían construido la presa más grande y hermosa del reino que ayudaba a suministrar lo necesario para todos.

El pueblo estaba hecho de la misma piedra luminosa que los faroles, por lo que este relucía con fervor durante las noches endulzando el ojo.

Al comenzar a cruzar el puente, más cosas fueron visibles para ellos, ahora podían observar a varios miembros de aquella raza caminando por los brillantes pisos del lugar, vendiendo cosas o platicando entre ellos (porque para suerte de los turistas, el pueblo se encontraba fuera del agua), unos solo reían, otros comían, mientras que los guardias custodiaban las entradas con pereza ya que no había muchos monstruos cerca (era raro encontrarse alguno).

Por otro lado, aquellas sirenas que no estaban caminando por el lugar, se encontraban riendo mientras nadaban por toda el agua, cantando con alegría, alabando la paz de su pueblo y del reino, celebrando la vida dejando un rastro de luz fluorescente gracias a sus colas que brillaban en la oscuridad, dando un show magnífico al ojo humano. Cuando estos mismos salían del agua, su hermosa cola era sustituida por un par de piernas y hermosos vestuarios dignos de gente noble.

Esa era una de las cualidades de su raza. Eran más veloces y ágiles en el agua, pero también eran completamente capaces de andar por la tierra como humanos normales.

Ellos eran una raza longeva, muy longeva, bastaba con decir que la princesa de las sirenas tenía 170 años en edad humana, pero en edad sirena ella apenas era una joven de 17 años. Una jovencita reclutada para algo más grande que todos. De alguna manera, Elizabeth se identificaba con ella.

—Princesa Elizabeth—una voz grave y áspera sacó a la princesa de Liones de sus pensamientos. Ante ella, el rey Zhivago, monarca del pueblo sirena, se encontraba escoltado por sus guardias reales. La albina se apresuró a bajar de su caballo con suavidad, ayudada por sus caballeros, luego se acercó con tranquilidad hacia el rey e hizo una reverencia perfecta. Claramente, el monarca sirena hizo lo mismo devolviendo el saludo—Es un honor contar con su presencia en nuestro pueblo, no todos los días recibimos la visita de nuestra futura reina—

Elizabeth sonrió, complacida por su amabilidad y su respeto.

—El honor es mío al poder tener una audiencia con usted, majestad—el rey tritón esbozó una enorme sonrisa llena de plenitud, le hizo una seña a sus guardias para que se retiraran y luego movió su cabeza, indicándole a la princesa que lo siguiera.

Elizabeth les dió órdenes rápidas a su gente de que llevarán los caballos hacia el establo de la posada, para que pudieran alimentarlos como se debe y todos, en general, pudieran descansar después de un día de viaje.

Tras haberse asegurado de que su gente se encontraba ya en la posada, la princesa comenzó a caminar junto al rey tritón, saludando a unos cuantos tritones y sirenas que estaba por ahí, quienes le sonreían con tanta dulzura que Elizabeth se sintió rara al recibir tanto cariño.

Estaba acostumbrada a que el pueblo la tratara con frialdad.

—Tengo mis sospechas de la razón de su audiencia, majestad—Elizabeth suspiró un poco—Supongo que tiene que ver con el regreso de la bestia oscura—

—Asi es majestad, se sabe que su regreso está cerca—El rey Zhivago asintió, pensativo.

—Tengo entendido que el rey lleva tiempo haciendo exploraciones para encontrar una forma de detenerlo—la princesa asintió.

—Asi es, en canciones antiguas se dice que la tecnología de los humanos del caos ayudó a vencerlo, una adivina dijo que se encontraban enterradas por todo el reino, así que llevamos mucho tiempo encontrando cosas—

—Lo recuerdo, encontraron algo grande cerca de aquí, ¿No?—la albina volvió a asentir, subiendo las escaleras del pequeño castillo que poseía el rey tritón. Por supuesto no era tan grande como el del reino, pero era lo suficientemente grande como para que él y su familia pudieran vivir cómodos. Los guardias les abrieron las puertas a ambos con una reverencia y se introdujeron en aquel hermoso lugar—Sospecho que su visita está relacionada a eso—

—No se equivoca su majestad—continuó—Vengo a usted, para hablar sobre algo muy importante—caminaron hasta llegar a la sala del trono, donde el rey se sentó en su trono brillante rodeado de agua, prestándole total atención a la princesa—En las excavaciones hemos encontrado 4 bestias mecánicas, de enorme tamaño y complicadas de usar, sin embargo, al investigarlas, nos hemos dado cuenta que cada bestia posee la característica de cada raza—

—Entiendo—

—La bestia Vah Tarmeel de la tribu de los Vogel tiene forma de águila, y su interior está hecho para que alguien que posea la destreza de desafiar a los vientos la pueda pilotar. Por eso es que escogimos al mejor guerrero de todos los Vogel para que fuera su piloto y su campeón. El campeón Ludociel—el rey asintió—La bestia Vah Dolees de la tribu de los descendientes de gigantes descansa en el cráter del volcán, solo alguien capaz de soportar el calor de su interior y que pueda protegerse de las rocas puede pilotarla, por eso escogimos al jefe de la aldea, Drole como su piloto. El campeón Drole

—¿Me pedirá a mi que pilote la bestia divina de mi tribu?—la chispa de preocupación brilló en el interior de los ojos del rey y Elizabeth sintió una puñalada en el corazón. Si tan solo el rey supiera que no venía a reclutarlo a él...

—No majestad—negó—Mientras platicábamos sobre quienes serían los elegidos, sabíamos que el campeón de su raza debía de ser alguien ágil en el agua, el mejor nadador de todos, alguien capaz de usar las aguas a su favor, que sea buen luchador, pero sobre todo que sea un buen apoyo en batalla—sus palabras comenzaron a resonar como eco en la mente del rey. El mayor se levantó de su trono con los ojos temblando, rogando porque la princesa no fuera a decir lo que iba a decir, pero fue imposible, la albina venía determinada—Asi que decidimos que la princesa Zaneri era la mejor opción para representar a su gente—

—No—se negó rápidamente y Elizabeth se sintió mal de inmediato—No puedo permitir que mi hija sea enviada a un campo de batalla—

—Lamento informarle que nuestra petición ya había sido enviada semanas atras—Zhivago soltó una exclamación ahogada de sorpresa—Y la princesa Zaneri nos respondió diciendo que tendríamos su decisión para cuándo yo viniera aquí—

—Ella ya sabía...—murmuró, lo suficientemente alto como para que Elizabeth lo escuchara—No importa lo que diga, al final la decisión es solo de ella, ¿Cierto?—

—Me temo que si, su majestad—el rey dejó salir un largo suspiró, cargado del miedo que dominaba su corazón. Luego se acercó a una de las ventanas cercanas a su trono, para poder asomarse y admirar a su pueblo en la negrura de la noche.

—Ha sido una buena plática princesa, agradezco su vista, mañana...discutiremos junto a mi hija la decisión final—

—Por supuesto, con permiso majestad, descanse—Elizabeth comenzó a retirarse de ahí a paso medio veloz. El rey había dado por terminada la sesión, No quería seguirla viendo después de la bomba que le acababa de lanzar y, la verdad, la princesa entendía perfectamente su reacción.

Acababa de decirle que su hija mayor, la futura gobernante del pueblo sirena, había sido seleccionada para luchar en una guerra de la cual no sabían nada, la única información que tenían venía de canciones ancestrales.

Acaba de decirle que su hija tendría que aprender a usar esa máquina gigante en lo alto de la colina cercana y tendría que poner en peligro su vida por un bien mayor. El rey y el padre estaban en conflicto ahora mismo. Por un lado, el monarca sabía que el deber de la princesa Zaneri era aceptar, demostrar el orgullo de su raza y luchar. El padre, en cambio, estaba aterrado con la idea de tal vez perder a su querida hija.

Para cuando Elizabeth llegó hasta la habitación que los caballeros le habían conseguido, se quitó la ropa de viaje y se metió en la tina de agua caliente con rapidez. Deseaba relajarse un poco, olvidarse de todos los pendientes que debía de hacer.

Olvidarse de los miedo que tenía. Olvidarse por un momento de los poderes sagrados que disque poseía. Olvidarse de que el tiempo se le agotaba y cada que daba un paso adelante, en realidad parecía que retrocedía cinco más.

Suspiró agotada y se quedó a reflexionar. Tan solo esperaba que el rey tritón comprendiera la urgencia de la situación y le permitiera a su hija luchar a su lado.

A la mañana siguiente, Elizabeth fue la primera en levantarse de todo su escuadrón, se colocó unos de los atuendos de viaje que llevaba, junto a sus botas y se apresuró a salir de la posada. No tenía mucha hambre, después de la plática de la noche anterior, los nervios le impedían pensar en la comida. Lo único que quería la princesa era despejarse un poco, caminar por el pueblo sirena para admirar el bonito lugar y encontrar algún espacio tranquilo para reflexionar sobre las palabras que usaría ante el rey ese día.

—Su majestad, princesa Elizabeth—una voz dulce y cálida le sacó un respingo de la sorpresa, la albina se dio media vuelta, buscando a la persona que la había llamado y se sorprendió aún más al ver ante ella a la princesa sirena.

La castaña estaba ante ella, usando un precioso vestido azul claro como las aguas del río, con una tiara de zafiros que le caían por la frente simulando gotas de agua y con una hermosa lanza en su mano. Era el arma que fue forjada especialmente para ella, la lanza de la escama, brillante y filosa como su princesa, diseñada para proteger.

Pese a estar armada, la princesa no sintió amenaza de alguien tan puro como Zaneri. Sus ojos verdosos la miraron con alegría y Elizabeth no pudo evitar devolverle la sonrisa.

—Espero no molestarla—

—Para nada, princesa Zaneri—hizo una reverencia y la castaña se sonrojo un poco.

—Deje las formalidades de lado princesa, dígame solo Zaneri—la albina lo dudó un poco pero aún así asintió con la cabeza. Ambas se quedaron en completo silencio, disfrutando de la compañía contraria, pero aún así teniendo algo de tensión debido al tema de la bestia divina—Supongo que ya habló con mi padre—

—Asi es, ayer por la noche tuve una audiencia privada con él—

—¿Qué le dijo?—Elizabeth suspiró y desvío la mirada.

—No se lo tomó bien, pero al final entendió que la decisión es solo de usted, Zaneri—la castaña sintió una punzada de dolor en su pecho, al imaginar a su padre preocupado por ella. Alejó esos pensamientos tan deprimentes de su mente, intentando no opacar su día tan temprano y luego sonrió con dulzura nuevamente—Asi que solo queda que usted decida, de todas formas, su padre dijo que hoy tendríamos una audiencia los tres para dialogar sobre la situación—Zaneri asintió con la cabeza y se acercó a la princesa tratando de entrar más en confianza con ella, luego alzó su mano tímidamente hasta depositarla sobre su hombro y le hizo una seña con la cabeza de que la siguiera.

—Venga conmigo, conozco un lugar en el que estaremos más tranquilas para poder hablar a profundidad de todo—

Elizabeth se dedicó a permanecer cerca de la castaña de menor estatura, nunca se dieron cuenta de unos ojos que las seguían y que comenzaron a perseguirlas sigilosamente.

La princesa Zaneri sonreía a todo aquel que estaba despierto a esas horas, la castaña era saludada por toda su raza con el mayor de los amores, los niños se acercaban a rodearla, unos más tímidos le regalaban flores e incluso los más grandes hacían reverencias hacia ambas mujeres.

La princesa de Liones llegó a sentirse algo celosa de la castaña de ojos verdes, la princesa sirena era amada y respetada por toda su gente, ella, en cambio, apenas y era querida por su pueblo, siempre la veían con tanta frialdad y decepción, susurraban a su espalda, esparcian chismes sobre ella y era muy rara la persona que en verdad le mostraba un respeto sincero.

Caminaron en total silencio durante unos minutos, saliendo del pueblo sirena hasta comenzar a subir por el monte cercano (el cual estaba literalmente al lado del pueblo) No subieron hasta arriba, se quedaron a orillas de una cascada para poder descansar y admirar la belleza del pueblo sirena desde la lejanía.

El sonido de los pájaros, el sonido del agua chocando debajo y cayendo libre, el aire contra su pelo, la sensación del pasto en su cuerpo y los árboles decorando aquel monte. Elizabeth se sentía libre. Tanto que no pudo evitar sentarse en el borde de la cascada y disfrutar de la brisa.

Era un lugar precioso.

—Es un lugar muy tranquilo—zaneri soltó una risita y asintió.

—Asi es, me gusta venir aquí cuando me siento nerviosa. Me ayuda a calmarme—elizabeth le dedicó una mirada comprensiva—Ademas, es un lugar muy privado así que le aseguro que nadie va a escucharnos aqui—un suspiró salió de los labios de ambas damas, el aire se les escapó al mismo tiempo, por lo que se miraron con sorpresa y luego se soltaron a reír por la conexión que habían tenido.

Ambas estaban llenas de presión, ambas tenían miedo de fallar y ambas no podían huir de sus responsabilidades.

Era bueno saber que tenían cosas en común.

—Si llegara a aceptar pilotar a Vah Jenna, ¿Cómo sabe usted, princesa, que la bestia divina va a aceptarme?—jugó con su lanza nerviosamente.

—Se que eres la candidata perfecta para poder usarla, eres fuerte, bondadosa y poderosa—un color rosado cubrió las mejillas morenas de la princesa sirena—Los rumores que me han llegado dicen que tanto tú como tu hermano menor poseen el poder de curar y purificar. Alguien con tus habilidades nos sería de mucha ayuda, estoy segura de que la bestia divina va a aceptarte como su piloto—

—Si—asintió, con una mueca—Dime, princesa...—Elizabeth se levantó del suelo para acercarse más a la contraria y prestarle atención—¿Quiénes son los otros que han sido seleccionados para ser campeones? Si es que puedo saberlo, claro—

—El guerrero Vogel, Ludociel. El líder de los descendientes de gigantes, Drole. La matriarca Gerudo, Matrona y hay alguien más...—los ojos azules de la princesa se desviaron hasta el agua cristalina de la cascada. Alzó sus manos hasta juntarlas en su estómago y sintió una punzada de algo entre la envidia y la admiración—El elegido por la espada que doblega a la oscuridad, Meliodas

—Meliodas...—susurró Zaneri, la princesa de Liones no la pudo escuchar, pero aquel murmullo había salido con tanta esperanza y anhelo que el viento se lo tuvo que llevar para guardarlo en los ecos que todos dejan al respirar.

Su corazón latió desbocado, totalmente emocionado al recordar esos cabellos rubios agitados, la piel ligeramente tostada, su seriedad característica y sus ojos...Oh diosas...esos hermosos ojos tan verdes como los pastizales, hipnotizantes como el brillo de una esmeralda.

Ahí lo decidió todo.

Zaneri decidió ser egoísta, le pidió perdón a su padre mil veces por lo que iba a hacer, pero su corazón y su mente le decían lo mismo. No iba a arrepentirse, estaba segura.

Ella solo quería una cosa, pero para poder tenerlo debía de dejar que sus deseos egoístas ganarán esa batalla.

—Princesa yo...—

—¡Ugh!—fue interrumpida. Ambas mujeres pudieron escuchar a la perfección aquel quejido fuerte, que se colo en sus oídos pese al ruido de la cascada. Elizabeth alzó la ceja confundida, pero Zaneri sabía perfectamente a quien le pertenecía aquella dulce vocecilla. Las dos se asomaron hacia el fondo de la cascada, con cuidado, solo para encontrarse hasta abajo a un pequeño tritón que las miraba con un puchero—Neri...—gritó y alzó sus pequeñas manos pidiéndole a la castaña que fuera por él.

—Él es Ban, su majestad—Elizabeth sonrió enternecida—Es mi hermano menor—

—¿Cuántos años tiene?—

—En edad humana, tiene 60 años—los ojos de Elizabeth se abrieron de par en par y casi se ahoga con su saliva por la sorpresa, luego recordó que las edades para las sirenas y tritones eran distintas así que rió nerviosa—En edad nuestra, Ban apenas tiene 6 años, es solo un pequeño niño aún—

—Ya veo—sonrió.

—¡Ban, apúrate, sube ya!—pero el pequeño se quedó quieto en su lugar, mirándola atento y con un puchero.

—Amm Zaneri, quizá Ban aún es muy joven para subir la cascada—y lo era, el pequeño no iba a ser capaz de escalar por la colina con sus pequeños pies, podía accidentarse, pero tampoco iba a ser capaz de subir por la cascada debido a la poca fuerza que su cola de tritón posee—Deberíamos...—

—Princesa...—la suave voz de la castaña la hizo callar—Ban debe de comenzar a aprender cosas, debe hacerse fuerte...—luego alzó una mano hasta colocarla sobre su corazón y volteo a ver a Elizabeth con una sonrisa calmada—Porque, ¿Qué hará él cuando me valla con Vah Jenna?—La princesa Elizabeth abrió los ojos sorprendida y se quedó muda. Zaneri aceptaba abiertamente convertirse en campeona.

La de ojos verdes se quitó sus sandalias, quitando cada cinta que rodeaba su tobillo y pie. Y luego, sin dudarlo, se aventó desde lo alto de la cascada sacándole a Elizabeth un respingo de la impresión. Zaneri aún poseía su hermosa lanza en sus manos, pero eso no parecía ser un problema para ella.

Esta es Zaneri, princesa de la tribu sirena y futura gobernante de esta, capaz de derrotar a todos sus enemigos con su lanza real y la sirena más ágil de todo el pueblo, como si el agua y ella fueran una misma.

Amada y respetada por todos debido a la bondad y fortaleza que muestra, cuyos poderes curativos llenan de calidez a los heridos y enfermos. El orgullo de su padre, el orgullo de su tribu y el ejemplo a seguir de su hermano menor, Ban.

Amable, bondadosa pero sobre todo...enamorada. A veces el corazón nos hace tomar decisiones apresuradas sin medir las consecuencias.

Zaneri cayó sobre el agua sin hacerse daño y tan rápido como se había sumergido, salió a la superficie. Desde arriba, Elizabeth pudo ver como debajo del agua resplandecia una brillante y hermosa cola de pez del mismo color que sus ojos.

—Ven Ban—sujetó al menor y luego lo jaló hasta colocarlo sobre su espalda—Mira, yo te llevo está vez y así te acostumbras a nadar contra corriente, ¿De acuerdo?—el de ojos rojos asintió, se aferró a su hermana con fuerza y esperó.

Apenas Zaneri sintió que Ban estaba bien agarrado, comenzó a usar toda la fuerza de su cola para nadar y subir por la cascada. El agua la empujaba hacia abajo, pero si cola era mucho más fuerte que el agua.

Se movió ágil y sonrió al escuchar los pequeños sonidos de sorpresa de Ban, quien admiraba como su hermana lo llevaba hasta arriba de la cascada con tanta facilidad. Cuando llegaron al borde de esta, Zaneri salió disparada hacia arriba elevándose unos cuantos metros en el aire, dio unas volteretas para no caer mal y lastimarse y finalmente transformó su cola de pez en pies humanos de nuevo. Cayó con normalidad sobre el pasto verde sin ningún rasguño, con la lanza en su mano que no le hizo daño a nadie y derramando agua de su vestido.

Al aterrizar, bajó al pequeño Ban de su espalda el cual reía con diversión, pero a la vez se mostraba mareado por aquellas vueltas finales que su hermana hizo.

—¿Lo ves? Es sencillo Ban—el pequeño asintió entusiasmado arrancándole risas a las dos mujeres presentes. Sin embargo, repentinamente, Zaneri se puso sería, tomó la mejilla de su hermano obligándolo a verla y lo acaricio—Escúchame bien Ban, si algo me pasara, está región necesitará que protejas a su gente...—el pequeño parpadeó, confundido, dejando de sonreír, su mente infantil no podía comprender porque su hermana decía eso, ¿Qué podría pasarle a ella? ¡Ella era tan fuerte, nada podía dañarla!—¿Me entiendes Ban?—

—Si—murmuró, asintiendo. Zaneri le sonrió de nuevo, depositando un beso en el cabello mojado de Ban.

—Muy bien entonces muéstrame una sonrisa, me gusta mucho cuando sonríes, así que hazlo por mi—el menor obedecio de inmediato. Le mostró toda su dentadura medio filosa a su hermana mayor, sonriendo con felicidad y animando el ambiente—Emtonces, ¿Te gustaría intentarlo de nuevo?—

—¡Si!—gritó entusiasmado, quería volver a subir por la cascada. La castaña comenzó a revolver sus cabellos blancos sacándole carcajadas al menor quien trataba de liberarse de aquella mano que lo despeinaba más.

Solo para finalizar, Zaneri volteo a ver a la princesa, quien los observaba con mucha ternura y se acercó a ella.

—En unos momentos iremos con mi padre a notificarle de mi decisión...no hay forma de que cambie de opinión. Seré su campeona—

—Gracias, Zaneri— Uno más, Elizabeth suspiró aliviada, solo le quedaba reclutar a un campeón más.


Y bueno hasta aquí el capítulo de hoy.

Tenemos a nuestro tercer campeón (campeona) y la introducción de nuevos personajes👀

Ay Zaneri, espero que logré ganarse su corazón ^^🫶🏼

Espero les haya gustado, como dije, denle una oportunidad a los personajes y permitan que se ganen sus corazones ;3 lo valdrá. Por cierto, ¿Notaron el pequeño spoiler oculto del siguiente capítulo? 👀

Disculpen faltas de ortografía.

¿Qué les pareció? ¿Les gustó? ¿Algún comentario que quieran hacer?

Sin más que decir nos vemos el próximo sábado ^^

Les dejo una imagen del dominio de los zora, el pueblo sirena no es exactamente igual que el de los zora, pero tiene similitudes, para que se den una idea.

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