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Capitulo 68 - El último adiós

Cuando Charlie abrió los ojos, después de sufrir aquel desmayo por el horrible cansancio tras la pelea, su visión estaba borrosa. Una tempestad de puntos negros era lo único que veía. Aparte de eso, le dolía mucho la cabeza. Y su cuerpo no le respondía.

Pero entonces, en medio de aquel estado de dolor, una voz, dulce y aterciopelada, de tonalidad masculina, pronunció su nombre.

- Charlie...

Esta, algo sorprendida de que tal voz acabara de llamarla, creyendo que se trataban de imaginaciones suyas a causa de su desmayo, trató de espabilarse un poco. Para comprobar si de verdad había alguien con ella.

Poco a poco su campo de visión fue volviéndose más claro. Hasta que las manchas negras se hubieron desvanecido. Al mismo tiempo que su dolor de cabeza iba desapareciendo.

Sus ojos captaron al fin lo que la rodeaba. Al instante descubrió a la persona que acababa de pronunciar su nombre. Y cuando se hubo dado cuenta de quién era, al poco estuvo de darle un vuelco el corazón.

Gabriel, arrodillado con la pierna derecha hacia ella, la miraba con una pequeña sonrisa. Clavando sus pupilas del color del oro en los de ella. Las cuales brillaron tras darse cuenta este de su despertar. Haciendo que su rostro se iluminara de alegría.

- Charlie - volvió a decir su nombre. Con ese tono angelical tan misterioso - Estás... Estás viva...

El ángel hizo ademán de acercarse a ella. Aliviado de que estuviera bien. Sin embargo, la joven, todavía sin creerse que aquella criatura fuera su padre, algo temerosa, se arrastró hacia atrás. Alejándose de él.

- No... - murmuró esta. Mirándolo un poco asustada - No... No te acerques...

Justo en ese momento, de detrás de una roca, apareció un moribundo Moxie. Con un moratón en el ojo derecho, el cabello alborotado y cojeando de una pierna.

Su aspecto era debido a la violenta pelea que había tenido con Blitzo mientras Charlie se encargaba de derrotar a Lucifer. Por suerte, a pesar de lo mal que había salido, logró vencerlo. Dejándolo cao de un puñetazo en la cabeza, pero sin matarlo.

Apenas el pequeño imp se hubo dado cuenta del panorama, fue nada más ver al ángel frente a su amiga y se quedó paralizado. Al mismo tiempo que boquiabierto. Por naturaleza, los demonios temían a los ángeles. Ya que según las leyendas eran criaturas muy poderosas que asesinaban a demonios sin piedad.

- Qué coño... - murmuró Moxie. Contemplando la escena sin moverse del sitio.

Entre tanto, Charlie se arrastraba hacia atrás, huyendo del lado del arcángel. No sabía si confiar en él o no. A lo mejor era un impostor.

*
Al otro lado de la orilla, donde el grupo de pecadores encabezado por Devilon celebraban la victoria de la princesa, una casi exhausta Miriam, acordándose entonces de su pobre hermana, dijo por alto:

- ¿¡Cómo estará Charlie!? - mira en dirección al mar abierto - Aún no siento su fuerza...

Ante lo que ella dijo, Vox, el cual se encontraba algo distante de los demás, decidió entonces acercarse a ellos. Lo que hizo que algunos lo miraran con miedo. Pues a pesar de que ahora parecía estar del lado de los seguidores de Charlie, no confiaban en él.

- Yo puedo hacer que la veáis... - dijo con una voz algo apagada. Dirigiéndose a la pobre Miriam a grandes pasos.

La pequeña mestiza, sorprendida de que el overlord le hubiera dirigido la palabra, intentando no asustarse por su presencia, le murmuró:

- De... ¿De veras?

Entonces, sin contestarle a su pregunta, Vox, mirando hacia otro lado como si no le importara nada la preocupación de los demás, chasqueó los dedos. Y seguidamente, sobre su mano resurgió un holograma celeste en forma de esfera circular.

En ella, para la sorpresa de los presentes, podía verse a Charlie, con la ropa hecha girones y con alguna que otra herida, arrastrándose hacia atrás en el suelo. Huyendo del lado de un ángel de grandes alas y facciones hermosas. El cual trataba de hablar con ella.

Cuando vieron la escena, tanto Devilon como el resto soltaron una exclamación. Jamás habían visto a una criatura celestial tan de cerca.

En cambio, Miriam y su hermano Charles, clavando sus ojos en aquella imagen pixelada, se quedaron boquiabiertos. No se creían lo que estaban viendo.

- Ese ángel... - dijo Charles estupefacto - Eh... Ese ser.... Es...

- Es nuestro padre... - murmuró entonces Miriam. Llevándose las manos a sus labios. Sintiendo una pequeña emoción de alegría en su corazón - Papá...

*
Charlie era incapaz de alegrarse de que aquel ser, el que se suponía que era su verdadero padre, estuviera allí. Por un segundo creyó que lo que vio antes, cuando estaba tratando de vencer a Lucifer, era sólo una ilusión de su mente. Pero parecía ser que no. Era real. Su padre real estaba allí. Y no podía creerselo.

- Charlie... - dijo Gabriel. Un poco sorprendido de que la chica se asustará de él - Tranquila... No voy a hacerte daño...

Al final, logrando entonces incorporarse del suelo, la joven demonio corrió en dirección hacia el dolido Moxie. Quien iba a preguntarle cómo estaba, pero cerró la boca por el extraño momento. Y como una niña pequeña, esta se puso detrás de su amigo. Como si quisiera que la protegiera de aquel ángel. Aferrándose a él.

Era normal su temor. No lo conocía. No le había visto nunca. Sólo en sus sueños de cuando era una cría. Y hasta entonces no creyó que fueran verdad las imágenes que le mostraban aquellas premoniciones del pasado.

Los únicos que pudieron darle algo de información sobre él fueron sus hermanos. Pero aún así, eso no le servía para conocerlo mejor. Verlo en persona era algo más diferente. No sabía si de verdad era bueno o si en realidad era como Dios. Un ser frío y sosegado que castigaba a las almas con mano dura.

Aparte de eso, no sabía qué decirle ni qué hacer. Estaba muy nerviosa al mismo tiempo que algo asustada. El pensar que ese tipo era su padre le hacía sentir una sensación extraña.

Dándose cuenta de que había sido demasiado directo con ella, Gabriel, intentando ser esta vez un poco más pausado, suspiró y se fue dirigiendo lentamente hacia Moxie y ella.

- "No me conoce..." - se dijo a sí mismo - "Debo de ser cuidadoso..."

Cuando hubo llegado frente a ellos, manteniendo una distancia de varios centímetros para no intimidarlos, les regaló una sonrisa simpática. Cosa que hizo que Charlie escondiera la cara en el hombro del confuso Moxie.

- Hola - dijo este en tono amable. Mirando a su hija con gesto tranquilizador.

*
Devilon y los demás contemplaban el momento padre e hija muy atentos. Como si estuvieran viendo una película interesante. Sintiendo intriga por lo que pudiera pasar.

Miriam, la cual se encontraba entre los que más cerca estaban del holograma, con los ojos brillantes de la emoción, dijo por lo bajo:

- Vamos, Charlie... - sonríe - Ve a conocer a tu padre...

*
Todavía un poco temerosa, Charlie, sin soltar a su amigo del brazo, asomó su cara para mirar a Gabriel. El caso es que de apariencia parecía amable, pero al mismo tiempo se notaba que escondía un poder increíble. Incluso mayor al de cualquier overlord.

De hecho, se parecía a Lucifer. Sólo que sin rasgos demoníacos. Lo que le daba un aire más bello. Era como ella, de hermosura desbordante. El caso es que, ahora que se paraba a mirarlo, parecía una versión masculina de ella misma.

Lo mismo pasó por la cabeza del ángel al ver a su hija. Era idéntica a él, pero con algún que otro rasgo similar al de su madre. Había heredado la belleza de ambos. Dándole ese aspecto tan encantador y adorable.

Se quedaron mirándose un momento. Y tras un silencio algo tenso, Charlie, mirándolo con cara inocente, sin moverse del lado de Moxie, le preguntó:

- ¿Es usted mi padre?

El ángel no dijo nada. Sólo le asintió lentamente con la cabeza. Sin perder su linda sonrisa. Aquel gesto era el mismo que hacía ella cuando atendía a sus huéspedes. Esa actitud amable que siempre tuvo de costumbre emplear con todo el mundo...

Por algo a Lucifer le sacaba de quicio todo de ella. Había heredado las buenas formas de un ángel. Las de su educado hermano Gabriel.

Volvió a mirarlo detenidamente. Impresionada de lo mucho que se parecía a ella. Parecían dos gotas de agua.

Entonces, intentando olvidarse de sus temores, se armó de valor. Soltó del brazo a Moxie y se fue acercando hacia el ángel.

Conforme se acercaba a su lado, muchas emociones fueron pasando por su mente. La noche en la que su madre la salvó, la vez en la que Gabriel la rescató antes de que cayera al suelo cuando era niña, la sensación de sentir que tenía a alguien que desde la distancia la protegía... Estuvo velando por ella durante todos aquellos años. Y jamás se preguntó quién podría ser. Hasta ese momento.

Tras llegar frente a él, lo miró fijamente. Sintiendo cómo se le humedecían los ojos.

Estaba ahí. Su padre, su verdadero padre, estaba ahí con ella. A su lado. Por primera vez. Después de tanto tiempo...

Entonces, no pudiendo contenerse, Charlie, con la cara iluminada de la alegría, abrió sus brazos y saltó hacia el ángel. Abrazándolo.

- ¡Papá! - exclamó muy feliz.

Gabriel, enternecido porque su hija ya no le tuviera miedo, sonrió emocionado y le devolvió el abrazo. Acariciándole la cabecita.

Por fin, después de tanto, había conseguido reunirse con su pequeña.

*
Devilon y los demás, tras ver el tierno momento, no supieron qué decir. Era algo demasiado hermoso para ser verdad.

Por un lado, Vaggie se alegró mucho de que su amada Charlie hubiera conocido por fin a su verdadero padre. Era la primera vez que la veía tan contenta. Y eso la hacía sentirse satisfecha. Conque ella fuera feliz, lo demás no le importaba.

Por otro lado, Miriam, acompañada por su hermano, contempló la escena sin poder evitar las lágrimas de la emoción. Feliz de que su hermana y su padre al fin se hubieran visto las caras por primera vez. Era como un sueño.

Charles también estaba feliz de que Charlie se hubiera encontrado con su padre. Pero sus emociones no las expresó por fuera. Simplemente se quedó mirando la situación con seriedad, pero con una tímida sonrisa en sus labios.

Detrás de los dos hermanos, Angel Dust, a pesar de que no solía mostrar sus verdaderos sentimientos por fuera debido a su orgullo, en esta ocasión le fue imposible que no se le escaparan las lágrimas.

- Mierda... - maldijo avergonzado. Escondiendo la cara entre sus rosadas manos - Me están haciendo llorar...

*
En pleno abrazo de padre e hija, las nubes negras del cielo desaparecieron. Dando paso a un cálido día soleado. Y de pronto, de la tierra desierta comenzaron a brotar lindas flores y hierba verde alrededor de los dos. Dando al ambiente un aspecto más hermoso.

Quizás eso lo estuviera haciendo el aura de Gabriel. Debido a la paz que sentía al tener a su hija de nuevo con ella. Por eso estaba sucediendo todo eso. Parecía una escena sacada de un cuento de hadas.

Moxie contempló el espectáculo con los ojos muy abiertos. Jamás había visto nada igual en su larga vida como mercenario. Y eso que antes ya había presenciado cosas fuera de lo normal. Pero aquello era algo sorprendente. No sabía que los ángeles podían hacer florecer la tierra. Y menos en el infierno. Donde sólo reinaba la desolación.

Al mismo tiempo que el pasto crecía, unas mariposas doradas resurgieron de la hierba como por arte de magia. Rodeando a Charlie y a Gabriel. Los cuales todavía seguían abrazados. Revoloteando alrededor de ellos. Dirigiéndose hacia lo alto del cielo despejado. Formando un torbellino brillante.

Parecía como si la paz acabara de llegar al inframundo. Como si la desaparición de Lucifer hubiera hecho que el ambiente de aquel lugar dejara de mostrarse triste y desbordara alegría.

Después de que el conjunto de mariposas doradas se hubiera desvanecido en el cielo, desapareciendo en medio del cielo oscuro, padre e hija se separaron. Mirándose emocionados.

Gabriel, pasándole la mano por los cabellos a esta, le dijo:

- Eres igual que tu madre... - pone una cara algo triste - Ojalá ella estuviera aquí para verte...

Sus palabras hicieron que Charlie también se entristeciera. Le hubiera gustado también conocer a su verdadera madre. La que sólo pudo ver en sueños. La mujer que la salvó de la masacre de aquella noche.

Igualmente, ahora que había conocido a su verdadero padre, no podía pedir más. Además, seguro que en esos instantes el alma de Megara los estaría viendo. En algún lugar. Feliz de que su hija estuviera bien.

- ¿Sabes? - le comentó el ángel. Volviendo a retomar una actitud más alegre - Tu madre era una imp... Era muy bella e inocente... - sus mejillas se sonrojaron - Je je... Y tenía mucho carácter... - sonríe - Pero tenía un gran corazón... - mira a su hija con los ojos brillantes - Igual que tú...

Charlie, que no se esperaba que su madre fuera una imp (aunque claro, pecadora hubiera sido imposible que fuera, pues los pecadores no pueden tener hijos), curiosa por saber algo más de ella, iba a preguntarle qué le pasó a ella. Por qué no estaba viva al igual que sus hermanos.

Sin embargo, el ángel, como si le hubiera leído la mente, le contestó:

- No pudo soportar el separarte de su lado... - posa su mano sobre el hombro de esta - Ella te quería mucho, Charlotte... - suspira apenado - Más que a su propia vida... - intenta contener las lágrimas - Por eso... Le prometí que jamás te pasaría nada... Que yo siempre estaría allí para protegerte... Aunque no pudieras verme ni oírme...

Tras su explicación, Charlie, que no sabía nada de lo que le pasó a su madre, tras conocer la verdad y el motivo de por qué Gabriel la protegía a pesar de que incumplía las normas de Dios, le dijo:

- Siempre tuve la sensación de que alguien me protegía... - sonríe - Daba igual a donde fuese... Tú estabas ahí a mi lado a pesar de la distancia...

Este, enternecido por sus palabras, le respondió:

- Mi único tesoro en esta vida erais vosotros... - le acaricia la cara - Charles... Miriam... Y tú, Charlie...

Entonces, como si de una antigua cámara de vídeo se tratara, en la mente del ángel comenzaron a pasar a cámara rápida imágenes del pasado. Imágenes en las que él interactuaba con su hija desde el cielo. Mandándole señales y cuidando de ella.

Muy rápidamente...

*
Era un dormitorio de matrimonio. Inmenso y con lujosos muebles.

Una Charlie de apenas varios meses de vida jugaba con sus juguetes distraída. Esperando a que Lilith llegara para darle de comer.

Aquel día, Lucifer, como de costumbre, no estaba en casa. Se había ido a una reunión importante con los overlords.

De pronto, un espejo de la habitación comenzó a brillar.

Los ojos curiosos de la niña vieron aquel resplandor. Y sin saber qué podría ser, se acercó gateando al cristal. Sin miedo alguno.

Dentro del espejo, sorprendentemente, había una figura. Una figura delgada y con alas inmensas.

Al principio la niña se asustó. Pues le recordó a esas criaturas que veía a veces desde su cuna algunas noches. Esos monstruos que mataban a gente en las calles.

Sin embargo, sus miedos desaparecieron por arte de magia cuando se dio cuenta de que aquel ser era en realidad un ángel. De piel blanca como la porcelana, cabellos rubios y de ojos dorados.

Aquel ser le sonrió con simpatía. Y ella, ahora más tranquila porque no fuera una criatura malvada, soltó una risita adorable y pegó su mano en el cristal.

El ángel también lo hizo. Posando sus dedos con los de la niña.

Pero entonces, Lilith entró al cuarto de golpe. Lo que hizo que la figura del espejo se desvaneciera. Dejando a la pequeña Charlie sorprendida. Mientras la reina acudía a su lado para cargarla en brazos.

+++
En otra ocasión, la noche en la que Alastor y Charlie discutían sobre lo que le pasó a Devilon cuando se cayó durante su canción de amor que le dedicó a Octavia, Gabriel apareció. No físicamente. Pero sí de forma inminente.

Al ver que ese overlord iba a hacerle daño a su hija, él apareció detrás de Charlie en forma de sombra oscura. Mirando al pecador con ojos amenazantes. Advirtiéndole, sin necesidad de hablar, de que no se le ocurriera hacerle daño a su hija.

Por eso Alastor se asustó. No sólo por la extraña aura de Charlie. Sino también por aquella sombra. Esa figura aterradora detrás de ella. Parecía un espectro. Y su fuerza de poder era incalculable.

En esa ocasión, Gabriel intervino para protegerla.

+++
Tras ver pasar aquellos recuerdos por su cabeza, el ángel, sin dejar de mirar a su querida hija, quería continuar hablándole. Contarle un montón de cosas. Pasar más rato con ella.

Sin embargo, el dulce campanilleo de un cascabel hizo que este cerrara la boca. Evitando que hablara.

La pequeña campana de cristal que colgaba del collar de su cuello estaba brillando. Una luz celeste salía de su interior. Como si le estuviera avisando de algo.

A Charlie no le hicieron falta explicaciones para saber qué significaba eso. Pues ya lo había aprendido en la ocasión en la que Vaggie bajó al infierno para hablar con ella.

Le estaban llamando desde el cielo. Era hora de que se marchara de nuevo arriba.

- Charlie... - quiso decirle este. Algo disgustado porque no pudiera quedarse más tiempo - Esto... Yo...

- Lo sé... - le interrumpió ella con algo de tristeza - Te tienes que ir...

Al principio, él se sorprendió de que su hija supiera lo que significaba aquella señal. Pero como no era el momento para seguir haciendo preguntas, agarrándola de las manos con cariño, le dijo:

- Te prometo que volveremos a vernos... ¿Vale? - le regala una sonrisa simpática - Hasta entonces... Vayas donde vayas... Siempre estaré contigo...

- Tengo tantas cosas que decirte... - le dijo esta. Con lágrimas en los ojos - Me gustaría tanto que tuviésemos más tiempo para hablar...

- Lo sé... Pero... No puedo... Yo...

- Sí, lo entiendo... - intenta no llorar. Sonriéndole apenada - Las reglas son las reglas... - suspira - Supongo que esto es el...

No pudiendo contenerse, Charlie abrazó a su padre por última vez. Antes de que se marchara. Y este aceptó el abrazo. También triste porque no pudieran estar más tiempo juntos.

En pleno abrazo, Gabriel se estaba desvaneciendo. La magia celestial de su colgante lo estaba trasladando de vuelta al cielo. El tiempo de estar ahí abajo se había agotado.

Antes de que se desvaneciera por completo, Charlie, sin ser capaz de mirarlo desaparecer de su vista, murmuró cautivada:

- Te amo papá... - se abraza más a él - Gra... Muchas gracias por todo...

Y este, sintiéndose feliz de que al menos hubiera estado con ella aunque sea un poco, le acarició la cabecita con gesto paternal. Y le respondió:

- Yo también te amo... - de sus ojos brotaron unas lágrimas plateadas - Mi pequeña...

Apenas hubo pronunciado esas últimas palabras, cuando su cuerpo, ahora medio trasparente, simulando ser un fantasma, se volatilizó frente a los ojos de la triste princesa.

Ya no estaba. Ahora había regresado de nuevo al cielo. Donde seguramente le esperarían sus hermanos y le harían muchas preguntas sobre lo sucedido.

Acto seguido, tras haber desaparecido, le siguió el silencio del ambiente. Acompañado del delicado silbar de la brisa. Que poco a poco comenzaba a amainar. Dando paso a una soledad inminente. En medio de un campo floreciente que resaltaba en el lugar infernal.

Charlie, apenada porque ya su padre se hubiera ido, agachó la cabeza hacia el suelo. Llorando en silencio.

Pero antes de que continuara llorando, Moxie, acercándose a ella, le agarró de la muñeca. Lo cual hizo que ella lo mirara por el rabillo del ojo. Y le dijo:

- Vamos, Charlotte... - la mira con gesto optimista - Vayamos a reunirnos con los demás...

Esta, que no se esperaba que su amigo acudiera a animarla, a pesar de que estaba muy triste, le sonrió sin todavía evitar llorar y le respondió:

- Sí... - mira en dirección hacia el camino que formaba el mar abierto. Aún tenían tiempo para cruzarlo - Vamos con ellos...

*
Lo que sucedió en el cielo, mientras los dos amigos iban en dirección hacia la otra orilla, fue algo bastante increíble y rápido a la vez.

Apenas Gabriel hubo regresado de vuelta a la plaza donde los demás ángeles lo esperaban, cuando un furioso Miguel, al cual le sangraba la frente por el golpe de antes, estuvo a punto de avalanzarse sobre él para estrangularlo.

Por suerte, varios de sus hermanos lograron agarrarlo para detener sus intenciones.

En medio de aquel jaleo, acudió a la presencia tanto de Gabriel como del molesto Miguel el querubín Deerie. El cual, con la misma voz chillona de siempre, les comentó un poco asustado que Dios exigía la presencia de los dos en el palacio celestial.

Éstos, tras el informe, se quedaron más pálidos que un muerto. Que la deidad más poderosa de todos los tiempos pida que vayan a su presencia no era un buen presagio. Seguro que se había dado cuenta de todo cuanto había pasado durante la pelea contra Lucifer. Por algo lo llamaban el señor de los mil ojos. No se le escapaba ni una.

Apenas los dos hermanos, escoltados por Deerie y los otros dos querubines que siempre iban con él, entraron a la sala principal del palacio, cuando un aura blanca cubrió toda la sala. Lo que causó que estos se taparan los ojos por la potente luz.

Tras el fuerte resplandor, en el centro de la inmensa sala, sobre un gigantesco trono de oro, resurgió la figura de una criatura que asemejaba ser un humano.

Iba vestido de blanco. Llevaba un sombrero de copa, del mismo color que el traje. Y su piel, al igual que sus vestimentas, también era blanca. Lo único que resaltaba de él eran las líneas doradas de la solapa de su traje y de los bordes de su sombrero. Aparte de que sus manos estaban cubiertas por unos guantes negros.

Lo que más daba miedo de aquel ser extraño era que no tenía cara. Sólo una amplia sonrisa estaba dibujada en su rostro. Además de que cuatro ojos achinados, similares a los de los dibujos egipcios, flotaban, a los lados, detrás de él. Como si verdaderamente aquellos fueran sus ojos.

Tras ver a dichosa monstruosidad, los dos ángeles no dudaron en ningún momento en arrodillarse ante él.

- ¡PADRE! - exclamaron a la vez - ¡Tus hijos te saludan!

Sí. Era él. El ente celestial más temido por los pecadores y el mismísimo Satanás. El creador del cielo y de la tierra. El castigador de almas. El padre de todos los seres humanos...

Dios.

Los querubines, en cuanto apareció, hicieron una torpe reverencia con la cabeza. Pero no mostraron temor alguno como los otros dos. Se notaba que esa reunión no iba dirigida a ellos.

Apenas Gabriel y Miguel se hubieron inclinado, cuando Dios, haciendo un gesto con la mano, les ordenó con una voz aterradora:

- Está bien, hijos míos...

Ambos hermanos se incorporaron del suelo tras sus palabras. Mirando a la deidad con miedo. Porque sabían que nada de lo que podría ocurrir después tenía muy buena pinta. Esa sonrisa dibujada en el rostro de Dios podría significar un castigo muy grave.

- Tengo entendido... - dijo, manteniéndose sentado en su lujoso trono - Que habéis infringido una serie de normas impuestas por mi palabra... - inclina la cabeza a un lado y pone una mueca malvada - ¿Me equivoco?

Gabriel, sabiendo a qué se refería, asintió sin decir nada. Miguel también lo hizo, pero con una expresión de estupefacción en su cara. Porque no comprendía qué había hecho él.

- Ya sabéis que a mí es imposible que me engañéis... - los ojos que flotaban a los lados de él pestañean un par de veces y clavan sus miradas en los dos - Tengo mil ojos... Y veo y escucho todo en cuanto hacéis... - se cruza de hombros - Si hubiera sido por mí os hubiera desterrado a ambos justo el día en el que incumplisteis las leyes del paraíso...

Lo último que dijo hizo que estos se quedaran patidifusos. O sea, que ya se había dado cuenta antes de lo que habían hecho. No se le había escapado eso.

- Ju ju ju... - rió fríamente, tras ver las caras de miedo que habían puesto - Pero si hubiera sido así... - sonríe en plan malicioso - No habría podido disfrutar cómo mi nieta... - mira a Gabriel - Acababa con la vida de ese desgraciado al que desterré de casa...

Sus palabras dejaron a cuadros a los dos ángeles. Especialmente a Gabriel. Entonces, todo cuanto iba a pasar, la profecía, los acontecimientos futuros tras el nacimiento de Charlie... Ya lo sabía él de antemano.

- Mi plan era debilitar a Lucifer... - prosiguió - Quise emplear medidas extremas... Y opté por el castigo a su reino y a su escoria de súbditos pecadores al estilo el episodio del Exodus... Ay, qué bonitos recuerdos... - suelta una ligera risita. Lo cual lo hizo resultar más odioso - Sin embargo, eso no funcionaba... Necesitaba a alguien capaz de hacerle frente... Alguien que pudiera enfrentarse a él antes de que se volviera más poderoso aún... Alguien igual a un demonio...

Conforme avanzaba en sus explicaciones, Gabriel observó a su padre con el ceño fruncido. Sus sentimientos de repugnancia hacia él y a lo que contaba estaban comenzando a crecer poco a poco en el interior de su puro corazón.

- Por lo que... - se va incorporando poco a poco de su trono - La elegí a ella... A Charlotte Magne... Aunque bueno... - se vuelve otra vez hacia Gabriel - Todos sabemos que el apellido que bautiza a nuestra familia es Morningstar... Con lo cual... - se recoloca la corbata de su traje con elegancia, pero sin perder su insoportable carisma - CHARLIE MORNINGSTAR - pronunció el nombre con un tono atronador - Fue a la quien escogí como la elegida para acabar con Luci sin necesidad de que nosotros hiciéramos nada...

Miguel se quedó boquiabierto tras sus explicaciones. O sea, que él lo había maquinado todo desde el principio. Se había encargado de hacer todo eso con tal de destruir a Lucifer y de paso hacer daño al infierno.

- Ju ju ju... Y parece ser que... - se inclina hacia los dos. Haciendo que dieran unos pasos hacia atrás - Todo ha salido a pedir de boca... - les regala una mueca malvada que daba escalofríos - Ahora que ese malcriado no está... - vuelve a ponerse recto - Podré gobernar sin preocuparme de nada...

Ambos hermanos se intercambiaron miradas de impresión y miedo a la vez. El pensar que todo aquello de la profecía lo empleó Dios para salirse con la suya era algo impactante. Pero lo que les asustaba más era el castigo al que los iba a someter por incumplir las normas del cielo.

- En cuanto a vosotros... - los señaló con el dedo. Sin perder el carisma de su blanco rostro - Ju ju ju ju... Os vais a sorprender con lo que os voy a imponer...

Miguel, tras oír aquello, tragó saliva nervioso. Gabriel simplemente frunció el ceño. Detestaba el comportamiento que estaba tomando su padre en esa ocasión.

Por otro lado, los querubines se susurraban cosas por lo bajo. Soltando risitas y mirando a los pobres ángeles. Preguntándose curiosos qué les iría a pasar. Estaban entre que o los convertiría en sujetalibros o que los haría limpiar el palacio celestial eternamente (ocurrencias de querubines).

Tras un frío silencio, Dios carraspeó un momento antes de hablar. Y tomando esta vez una actitud menos satírica, se dirigió a ellos diciendo:

- Uno de los dos... - vuelve a inclinarse hacia ellos - Será desterrado del reino de los cielos... - estos se quedaron pálidos tras escuchar aquello - Mientras que el otro... - se lleva una mano a su pecho - Permanecerá aquí por el momento...

- "Mierda..." - pensó Gabriel. Mientras miraba por el rabillo del ojo a su hermano. El cual no dejaba de temblar por el miedo a ser castigado - "Si me destierra, me convertirá en un ángel exterminador..." - agacha la cabeza temeroso - "Perdería el juicio completamente..." - por su mente pasó la imagen de su hija - "Charlie..."

Satisfecho por tenerlos tan asustados, Dios, dando un par de pasos hacia ellos, caminando como un noble, entrelazó sus manos detrás de su espalda. Y con una voz para nada simpática, murmuró:

- Uno de ustedes liberó a una criatura muy peligrosa... La cual casi me supera a mí en fuerza... Lo que hace que ahora tenga que mandar a mis ángeles a buscarla... Cosa con la que tardaré cientos de siglos en conseguir... - suspira con delicadeza - Supongo que no tengo que decir el nombre del condenado... ¿No es así? - se gira hacia el supuesto culpable que iba a ser desterrado - ¿MIGUEL?

Apenas hubo pronunciado su nombre, cuando Miguel, horrorizado por lo que le iba a pasar, se arrojó al suelo de rodillas. Suplicando piedad a Dios. Llorando como un niño pequeño.

Gabriel lo observó estupefacto. Jamás lo había visto comportarse así. Pero igualmente, se sintió muy aliviado de que él no fuera el quien iba a recibir el castigo. Estaba que no se lo creía.

Supuestamente, debería de sentir compasión por su hermano. Pero no lo hizo. Ya que antes le confesó que había liberado a Demonika para matar a Charlie. Y eso es algo imperdonable. Por lo que no le importó nada su pesar.

- ¡Pero padre...! - exclamó Miguel, en medio de la desesperación - No... ¡No puede hacerme ésto a mí...! So... ¡Soy su hombre más poderoso del ejército celestial! El... ¡El arcángel más prestigioso de todos mis hermanos!

Sin embargo, Dios, meneando la cabeza negativamente, lo miró con una amplia sonrisa y le respondió:

- El que seas el más fuerte de todos mis hijos me la trae sin cuidado... - arruga su rostro vacío - Habértelo pensado antes de traicionarme de esta manera... - se encoje de hombros - ¿O es que acaso te crees que yo soy el santurrón de Jesucristo?

A pesar de que no aceptaba sus palabras, Miguel continuó insistiendo muy asustado.

- Po... ¡Por favor, Dios padre todopoderoso...! - se tira al suelo ante él. Alzando sus manos entrelazadas en señal de piedad - Cu... Cumpliré cualquier otro castigo que me imponga si es necesario... Como si me quiere matar de hambre o cortarme las alas... Pero se lo suplico con todo mi corazón... - levanta su mirada hacia él, con los ojos llenos de lágrimas - No me arroje al infierno...

Pero como era evidente, Dios le dio la espalda a su pobre hijo. Ignorando también a Gabriel, el cual observaba la situación sin moverse de donde estaba. Un poco temeroso por la crueldad de su padre.

Entonces, retomando su compostura elegante, Dios, mirando hacia otro lado, murmuró con aire sereno:

- Sé lo que es sufrir en aquel lugar... - se ríe orgulloso - Yo mismo lo creé para castigar a los desgraciados... - se cruza de hombros - Apenas estás ahí dos segundos... Y de repente... Nada te satisface... Y lo que más deseabas en vida... Ahí abajo te lo arrebatan como castigo a tus maldades... Todo te parece poco... Te hundes en la desesperación...

Mientras este decía estás palabras, Miguel pareció lanzarle una mirada de complicidad a su hermano. En señal de que lo defendiera. Pero Gabriel, aunque se arrepentiría después por haberlo hecho, no le devolvió la mirada. Estaba muy enojado con él.

- Egoísta... - masculló Miguel muy molesto, al ver que Gabriel lo estaba ignorando.

Entonces, dispuesto a cumplir con lo que quería hacer, Dios se giró a su desesperado hijo. Y regalándole antes que nada una mueca burlona, le dijo las siguientes palabras:

- Está hecho... - alza el brazo derecho - Miguel... Arcangel más poderoso de todos cuanto creé... Que en el pasado fuiste el orgullo de la familia... - sus ojos de detrás parecieron mostrar satisfacción por lo que iba a pasar a continuación - Ahora no eres más que una deshonra para los Morningstar... - inclina la cabeza a un lado... - Con lo cual... - lo siguiente que dijo lo pronunció con una voz atronadora que daba bastante miedo. Similar a la de un demonio... - Te destierro del paraíso...

- ¡NO! - gritó Miguel.

Por otro lado, Gabriel, quien estaba tratando de ignorar la situación, al final no lo pudo soportar más. Y dándose media vuelta hacia ambos, exclamó rápidamente:

- ¡Padre, espera...!

Sin embargo, ya no había vuelta atrás.

Dios chasqueó los dedos. Y seguidamente, se abrió bajo los pies de Miguel una especie de agujero negro. Por el cual terminó cayendo de golpe. No fue capaz de hacer nada para salvarse. Aquel vórtice lo arrastró hacia dentro. Llevándoselo al lugar donde permanecería exiliado para siempre.

El infierno.

- ¡Hermano!

Gabriel fue corriendo hacia la apertura para intentar salvar al muy desgraciado. Pero apenas pudo llegar hacia él, cuando el vórtice se cerró de golpe. Por lo que terminó golpeando el suelo sólido. Sin lograr salvarlo.

Impactado de que Miguel hubiera desaparecido de su vida para toda la eternidad, Gabriel, culpable por no haber hecho nada, se arrodilló cabizbajo frente adonde antes se había abierto el agujero negro. Y permaneció así, ante la presencia de su padre. Quien no hizo más que reírse a carcajadas.

En el trayecto de la caída, Miguel, estaba comenzando a sentir un dolor terrible en todo su cuerpo, notando cómo comenzaba a cambiar su aspecto de ángel al de un terrible demonio. Sintiendo cómo iba perdiendo la poca cordura que le quedaba en su cabeza.

- Padre... ¿Por qué...? - murmuró triste, aún con lágrimas en los ojos - ¿Por qué me haces ésto?... - su aspecto angelical, poco a poco, iba pasando a la forma de un demonio aterrador - Cre... Creí que yo era tu hijo favorito... - su amargada tristeza le hizo sentir una pequeña punzada en su corazón. Incrédulo de que su padre lo hubiera echado del paraíso con tanta mano dura - ¿Por qué...?

Apenas hubo pronunciado esas palabras, cuando su cuerpo cayó al pavimento. Chocando contra el suelo infernal. Envuelto en una sustancia negra viscosa similar al alquitrán. Dándole un aspecto más aterrador.

Aturdido por la caída, se incorporó medio mareado. La cabeza le dolía mucho. Aparte de que dicha sustancia que tenía por todo el cuerpo le hacía sentir un gran ardor en la piel. Estaba deshaciendo su bello plumaje. Sus alas tomaron la forma de las de un murciélago, perdiendo sus plumas. Y no sólo eso. El pelo... Se le estaba cayendo.

- Cof, cof... - tosió, medio asfixiado por ese extraño líquido espeso y negro. Mientras sentía como si todo le diera vueltas - Que... ¿Qué me está pasando?

A raíz de este punto, en el que el destrozado ángel era incapaz de saber el motivo de tanto dolor y sufrimiento en su cuerpo, dio inicio a su transformación de ángel a demonio.

De repente, de su cráneo le salieron un par de cuernos, similares a los de un carnero, grises y puntiagudos. Ensangrentados por haber salido de su carne. Coronando su cabeza.

- ¡Aaaaaaaaaaaargh! - gritó dolorido. Llevándose las manos a la cara.

Al mismo tiempo, su piel se fue encogiendo y tornando a negro. En sus manos se le formaron unas garras puntiagudas. Haciendo que le sangraran los dedos por lo gruesas que eran. Y sus extremidades se fueron alargando más y más.

Durante la transformación, Miguel no hizo más que gritar del terrible dolor que estaba sintiendo. Era peor que cualquier cosa. Parecía como si le estuvieran clavando miles de espinas por todo el cuerpo.

Conforme iba tomando su nueva forma, el poco juicio que le quedaba lo estaba perdiendo. Unas voces fantasmales le comenzaron a hablar dentro de su mente. Insultandolo y diciéndole lo inferior e inútil que era.

Eso era lo que menos soportaba. Que lo menospreciaran.

Ese fue el castigo que buscó el infierno para él. Su peor pesadilla. El desprecio y la inferioridad.

- ¡Maldita seaaaaaaaa! - aulló furioso. Intentando resistirse a no caer en la locura demoníaca - ¡Hermano! ¡Te odiooooo!

Al instante, apenas hubo terminado la transformación, cuando Miguel, el que antes era el arcángel más fuerte e importante del ejército celestial, ya no estaba ahí. Había desaparecido. Su cordura era inexistente en su cabeza. Ya no había mentalidad ni recuerdos en su cerebro. Ahora era un demonio.

Un ángel exterminador.

Tras la metamorfosis, Miguel, todavía con las manos en el rostro, miró su reflejo en un charco de agua que había en el suelo. En el que pudo verse a sí mismo. Echando un vistazo a su nuevo yo.

Sus ojos eran rosados y profundos. Tenía una sonrisa triangular que daba escalofríos. Toda su piel ahora era negra como el carbón... Ya no era bello. Lo habían convertido en un monstruo.

Sólo fue ver su nuevo aspecto, un demonio alado asesino y aterrador, y puso una cara triste. Llorando desconsolado. Simulando parecer una criatura inocente.

Ya no era bello. No tenía la hermosa imagen con la que su padre lo creó. Su gran belleza había desaparecido. Ahora era un monstruo. Una de esas bestias que sus hermanos y él veían en el infierno desde el cielo. De las que se burlaban por lo feas y grotescas que eran.

- No... - murmuró apenado. Sin dejar de mirarse - No es posible... - agacha la cabeza muy desolado - No...

Sin embargo, no supo el por qué, de repente, notó un pequeño cosquilleo en su cerebro, como si de unas hormigas se tratasen. Y seguidamente, sin venir a cuento, una alegría desbordante se apoderó de él. Retirando su tristeza de un zarpazo. Haciéndole sonreír.

Ya no era él de verdad. Estaba trastornado tras la violenta transformación. Pero sólo una pequeña parte de su ser se había quedado. La que osaba acabar con Dios y los suyos a través de Demonika. Su otra parte, lo poco que le quedaba de bondad, había muerto.

Comprendió entonces que eso era lo que le gustaba de verdad. Ser malo. Un pecador, un asesino, una máquina de matar. No honrar a una estúpida deidad que encima trataba a todos sus fieles con la punta del pie.

Dándose cuenta al final de que eso era lo que verdaderamente quería, feliz de que hubiera descubierto lo que en realidad quería ser, agarrándose con fuerza la cabeza con las manos, comenzó a reírse como un auténtico sicópata. Acentuando aún más la sonrisa de su rostro. Todavía con lágrimas brotando de sus cuencas. Perdiendo completamente el juicio.

- Ju ju ju ju ju ju... Je je je je je je... - alza el rostro hacia arriba - ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA...!

*
Mientras tanto, algo lejos de donde Miguel se encontraba agonizando sólo, Charlie y Moxie, agarrados de la mano, cruzaban el camino que la apertura del mar les ofrecía. Dándose algo de prisa. Ya que las paredes se estaban comenzando a cerrar. Y si no llegaban a tiempo al otro lado, serían devorados por las aguas.

En mitad de la carrera, sin en ningún momento pararse, Moxie escuchó a sus espaldas un estridente rugido. Como el de un monstruo hambriento.

Rápidamente, evitando no frenar el paso, se dio la vuelta hacia semejante sonido.

Tras ver lo que era, sintió un terrible miedo en esos instantes.

El mar se estaba cerrando detrás de ellos. Y le estaban pisando los talones a los dos. Ya casi los alcanzaban las olas.

- ¡Charlie! - exclamó aterrado.

La princesa se giró a mirarlo sin perder la carrera. Pero no le fue necesario que el pequeño imp le dijera lo que ocurría. Porque sus ojos pudieron ver el exagerado oleaje que iba hacia ellos.

Intentando no perder los nervios, esta agarró con fuerza a Moxie de la mano y lo arrastró lo más rápido posible en dirección hacia la salida.

El tiempo se agotaba.

Conforme corrían, la luz del cielo infernal comenzó a iluminar menos. Y el lugar se fue tornando a oscuro poco a poco. Las paredes del mar lo estaban tapando. Dentro de unos segundos se cerrarían.

En mitad de la huída, a Charlie le vino a la mente un detalle en su cabeza que por poco hizo que se parara en seco a pesar de la situación.

Alastor... Su cuerpo sin vida se había quedado en el campo de batalla.

No tenía pensado haberlo dejado allí abandonado. Hubiera deseado llevárselo con ellos para después darle sepultura como era debido. Ya que él era alguien muy valioso para ella. Y había sido un héroe, aunque antes los hubiera traicionado a todos.

El pensar que estaba muerto, que ya no volvería a verlo, le hizo sentir una punzada en el corazón. Dolorida porque no pudiera volver a estar con él. Después de todo por lo que habían pasado.

Sin embargo, Moxie la hizo bajar de sus pensamientos. Gritando desesperado:

- ¡Charlie...! - señala con el dedo índice al frente - ¡La salida...! ¡Ya casi estamos!

Esta, volviendo a la realidad, miró hacia donde le señalaba su amiguito.

Allí al fondo, casi cerca de ellos, divisó la orilla del otro lado del mar. Y unas siluetas, las de Devilon y compañía, esperándolos preocupados. Parecieron no darse cuenta de la presencia de los dos.

Nada más verlos, Charlie, ahora más esperanzada que antes, exclamó:

- ¡Los veo! - se giró a Moxie - ¡Sólo un esfuerzo más y llegamos!

- ¡Sí! - le contestó.

Ambos aumentaron la velocidad. Esforzándose en no frenar el paso por lo agotados que estaban.

El mar rugía detrás de ellos. Las paredes se cerraban y la oscuridad estaba comenzando a cubrir el lugar.

Una masa de agua del color de la sangre se estaba aproximando a ellos. A punto de llevárselos por delante.

- Mierda... - murmuraron los dos a la vez. Viendo que el tiempo se les echaba encima.

En el último momento, Devilon, quien era el que se encontraba más observador que el resto del equipo, divisó entonces las figuras de los dos amigos. Viendo cómo se acercaban a la orilla con coste.

Pareció decir algo. Pero Charlie y Moxie no le escucharon. El sonido estridente de las paredes del mar, chocando una con la otra, evitaban que oyeran algo del exterior. Era como si se hubieran vuelto sordos de repente.

La masa de agua estaba a punto de alcanzarlos. Y a los dos no les quedaba nada para llegar al otro lado. Sólo que no les daba tiempo alcanzar la orilla si seguían a ese ritmo. No lo conseguirían. Estaban demasiado agotados.

Charlie, viendo que no podrían llegar si seguían a ese ritmo, se le ocurrió una idea al último minuto. Y no le dio tiempo de discutirlo con Moxie.

Agarró a su amiguito y lo cargó en sus brazos. Como si de un niño se tratara. Y dando un último esfuerzo, dio un gran salto hacia la orilla. Logrando así, de milagro, esquivar la masa de agua que por poco estuvo de tragarselos.

Cayeron a tierra rodando. Charlie protegiendo a Moxie con su cuerpo para evitar que se hiciera daño.

El mar se cerró de golpe tras ellos. Volviendo a retomar su forma habitual. Al principio, se formó un violento oleaje que chocaba con las rocas. Pero a los pocos segundos se fue calmando. Volviendo a estar como se encontraba antes.

Moxie, algo dolorido por el golpe tras el salto, miró a Charlie. La cual, todavía abrazándolo, le devolvió la mirada. Y suspirando aliviado de que hubieran podido salvarse de una pieza, este le respondió:

- Lo conseguimos...

Ella, sonriendo agotada, le respondió con un tono de voz débil:

- Sí...

Entre tanto, las olas del mar cubrían la orilla de espuma burbujeante.

...y hasta aquí el episodio. Espero que les esté gustando la historia. Lo cierto es que tardo mucho en hacer cada capítulo porque debido a mi trabajo no tengo mucho tiempo para escribir. Pero finalmente he podido terminar este. De momento, es mi favorito de todos los que he escrito ❤️

Ya falta poco para el final de esta historia. Ha sido muy larga, pero cada minuto que he empleado para darle vida al fanfic lo he disfrutado mucho. Y de seguro que os gustará cómo terminará. Estoy convencida 😁

Hasta entonces...

Sigan sintonizados...😈

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