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Capítulo 65 - Si tienes fe

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En muy poco tiempo, los pecadores que apoyaban a Charlie se enteraron de la aprobación de Lucifer para que abandonaran el infierno. Sin necesidad de que ella les anunciara tan emotiva noticia.

La muerte del príncipe fue una causa bastante justificada por la que el rey aceptara dejarlos marchar. Era algo evidente. Ya no tenía escusas para seguir ignorandoles.

El primero en recibir a Charlie tras su regreso al barrio pobre fue Devilon. Al quien esta, con lágrimas en los ojos, lo terminó abrazando nada más verlo. Muy triste por lo sucedido. Gesto que el joven muchacho aceptó sin vacilaciones. Y la estrechó contra él.

Al reencuentro acudió también su hermana. Los demás la vieron desde sus casas. Esperando que todo hubiera salido bien después de todo. Y que no se tratara de ninguna farsa.

Tras ver a Miriam, Charlie, apartándose un poco del lado de Devilon, la miró con gesto de pena. Lo que hizo que la ligera sonrisa de esperanza de la joven esclava se desvaneciera al instante.

Ella sabía por lo mucho que habían pasado no sólo Charlie. Sino todos los demás. Por las miles de perdidas que sufrieron en ambos bandos y por los severos ataques de los ángeles de Dios contra el infierno.

Sin embargo, debían de ser fuertes ante esa situación. Pues eso no era lo que personas como Angel Dust o el anciano jefe de los plebeyos hubieran deseado para ellos.

Así que, Miriam, quien en ningún momento se rindió para hacer entrar en razón a su querida hermana, negó con la cabeza tristemente. Entonces, posando su mano sobre el hombro de Charlie, mirándola fijamente, comenzó a cantar.

MIRIAM
Cada noche oré...
No se si alguien me escuchó...

Se dirige hacia la calle desierta de su pequeño barrio. Observando su alrededor. Con la intención de que también el resto del grupo la escuchara. Para que comprendieran que lograron la inmunidad por fin. Que eran libres después de tanto pesar.

MIRIAM
En el alma una canción
que nunca entendí...

Poco a poco, los pobres pecadores se fueron asomando por las ventanas de las casas. Escuchando atentamente la voz de la linda muchacha.

MIRIAM
No hay miedo en mi interior...
Aunque haya tanto que temer...
Moverás montañas...
Porque en ti está el poder...

Entonces, lentamente, fueron saliendo a la calle. Rodeando a Miriam. Quien, ahora sonriendo, prosiguió con su cantar. Dándose cuenta de que los presentes ya habían dejado de tener miedo.

MIRIAM
Habrá milagros hoy...
Si tienes fe...
La ilusión no a de morir...

En mitad de la canción, Miriam se encontró entre la multitud con los adorables Razzle y Dazzle. Los cuales estaban subidos en los brazos de una niña pequeña.

Entonces, enternecida, le acarició la cabecita a uno de ellos. Haciendo que la adorable criatura soltara un ruidito adorable.

MIRIAM
Un gran milagro hoy...
Al fin veré...

Acto seguido, se vuelve a Charlie. La cual había dejado de estar triste. Mostrándose seria ante lo que estaba cantando su hermana.

MIRIAM
Si tienes fe lo lograrás...

Miriam, posando de nuevo su mano en el hombro de esta, le indica con la cabeza a los pecadores que estaban de su lado. A los que había salvado la vida. Ayudándoles a redimirse.

Todos ellos la miraron con caras de ilusión y de gratitud. Alagados por todo cuanto había hecho por ellos.

MIRIAM
Podrás si tienes fe...

Y eso fue suficiente para que a la dulce princesa le volviera de nuevo la sonrisa. Emocionada por el apreciado gesto por parte de sus huéspedes.

Por otro lado, mientras la multitud rodeaba a Charlie, Octavia, apartada del grupo, también se puso a cantar. Incrédula de que al final hubieran logrado la libertad. Después de tanto sufrimiento que habían pasado.

OCTAVIA
Malos tiempos son...
Ni la oración ayuda ya...
La esperanza puede huir...
Cual pájaro y volar...

Se acerca a la multitud. Uniéndose entonces a la canción de Miriam. La cual, tras oírla, también la acompañó en la melodía. Agarrándola de la mano con gesto de cariño.

OCTAVIA
Más hoy yo sigo aquí...

MIRIAM
Yo sigo aquí...

OCTAVIA
Creciendo en gozo y en amor...

Octavia se acerca a Devilon y lo mira enamorada. Sabiendo que gracias a él jamás habría conocido a todas esas personas tan humildes y encantadoras. Además de que ya nada ni nadie podría impedir que estuvieran juntos el uno con el otro.

MIRIAM Y OCTAVIA
Con la fe y la devoción...
Que nunca imaginé...

Entonces, a los pocos minutos, todos los pecadores que iban a favor del perdón, encabezados por Charlie, salieron en masa de la ciudad. Abandonando su desolado hogar de una vez por todas. Y para siempre.

MIRIAM Y OCTAVIA
Habrá milagros hoy...
Si tienes fe...
La ilusión no a de morir...

Conforme abandonaban Hell City, algunos de los pecadores que no estaban a favor de la redención, entre ellos varios de los overlords supervivientes (como Valentino, Stolas y Velvet), contemplaban la salida triunfal de esas personas. Con gesto de rabia y a la vez de melancolía.

La derrota no sentaba bien. Y ahora ellos se sentían culpables por haber subestimado a esos pobres pecadores inocentes.

MIRIAM Y OCTAVIA
Un gran milagro hoy...
Al fin veré...

Algunos ángeles exterminadores que vigilaban las calles, al ver a ese grupo pasar, no les atacaron en ningún momento. Sino que arrojaron sus lanzas al suelo y se largaron.

Parecía ser que habían comenzado a sentir miedo de ellos y de Charlie. Ya que el darse cuenta de que habían conseguido salirse con la suya a pesar de todo, causaba que les tuvieran algo de temor. Y por tanto, respeto.

MIRIAM Y OCTAVIA
Si tienes fe lo lograrás...

Ya en las puertas de la salida de la ciudad, todos (pero alguno que otro mirando por última vez la ciudad en la que vivieron sumidos por la esclavitud), pusieron la vista al frente. Decididos a embarcarse en una gran aventura. En busca de su nuevo hogar.

El paraíso.

MIRIAM Y OCTAVIA
Podrás si tienes fe...

A lo largo del camino que emprendieron en los confines del inframundo, los pecadores, para entretenerse un rato, comenzaron a cantar todos juntos en arameo*. Y cuanto más alejados estaban de la ciudad, más animados se sentían.

Fue entonces cuando la alegría rebosó entre todos ellos. Pues ya eran libres. Ni los ojos de los overlords ni los del rey los tenían ahora bajo vigilancia. Con lo cual, llenos de felicidad, se pusieron a celebrar su salida triunfal del infierno. De la esclavitud. Sabiendo que dentro de muy poquito les esperaría en el paraíso una maravillosa bienvenida (o eso esperaban).

*No me preguntéis por qué cantan en ese idioma. Esa jerga forma parte de la canción original.

PECADORES
MASHIRA ANATANAI KI VAO VAA
MASHIRA ANATANAI KI VAO VAA
MI JAMA JAMAEMI ATA NAI
MI JAMA JAMAETA VA MOTES
A JI ME ME JANSTA MA
ANSU RAAHTA
RAJI TE VE JANSTA MA
ANSU RAAHTA
ASHIRA ASHIRA ASHIRA
ASHIRA A RA TA NAI
MI JAHO JAHA
ASHIRA A RA TA NAI
MI JAHO JAHA
MI JAMO JAMARE MI O THU NAI
MI JAMO JAMEITA A KA POTHESCH
RAJI RE ME JANS THO MA
ANSU RAMATHA
RAJI A MA HANS TO MA
ANSU RAMATHA
ASHIRA ASHIRA ASHIRA...

Al ver tan rebosante felicidad entre el inmenso número de pecadores que caminaban sin descanso hacia la tierra prometida, Charlie, que por un segundo pensó que estaba soñando, se le iluminó la cara de la emoción al ver que, finalmente, después de tanto tiempo trabajando y esforzándose en llegar a su meta, todo había dado fruto a su gran triunfo. Había conseguido reunir a una gran cantidad de almas buenas y las había liberado de la esclavitud del rey de los demonios.

Con lo cual, ahora de mejor humor por darse cuenta de lo lejos que había llegado con su proyecto, agarró con fuerza su reluciente tridente y lo alzó hacia arriba. En señal de victoria. Satisfecha por haber logrado sus objetivos. A pesar de las muchas calamidades que habían vivido ella y el resto.

Miriam y Octavia tenían razón. Debían de ser fuertes y tener fe. Porque en un futuro no muy lejano sucederá el milagro que todos estaban esperando. La llegada al paraíso.

Entre tanto, los pecadores, aliviados por gozar de la libertad concedida, seguían cantando. Conforme caminaban todos juntos y sin perderse.

PECADORES
Habrá milagros hoy...
Si tienes fe...
La ilusión no a de morir...

Al caer la noche, todos los que constituían el grupo, encendieron unas antorchas de fuego color verde esmeralda. Para iluminar el camino y así no desviarse del destino.

PECADORES
Un gran milagro hoy...
Al fin veré (al fin veré)

Moxie estaba que no cabía en sí de lo contento que estaba. Nunca creyó que lograrían salir del infierno en busca de la felicidad. En compañía de tanta gente de buen corazón.

El pensar que había estado obligado durante tanto tiempo a matar a inocentes sin motivo aparente (salvo el dinero, su jefe y nada más), le daba mucha vergüenza. Pero eso ya era agua pasada. Desde ese día hasta lo que estaba a punto de llegar, se centraría en construir una nueva vida junto con su mujer y su hija. Olvidándose de su oscuro pasado y teniendo otra oportunidad como persona.

PECADORES
Si tienes fe lo lograrás...
Lograrás...

En mitad de la larga caminata, Charles, que en todo momento había sido un hombre frío y distante con todo el mundo (salvo con Miriam), dándose cuenta de que estaba equivocado desde el principio con el asunto de la salvación y la profecía, creyendo que jamás lo conseguirían, sonrió y le dio una pequeña palmada en el hombro a Charlie. A la cual le asintió con la cabeza en señal de que había hecho lo correcto. Gesto que ella aceptó agradecida.

PECADORES
Podrás si tienes fe...
Si tienes fe...

El eterno y complicado paseo duró más o menos dos días...

MIRIAM Y OCTAVIA
Podrás si tienes fe...

...hasta que llegaron a la orilla de un mar de sangre oscura que separaba las puertas que daban a la apertura del paraíso con el inframundo.

Si lograban llegar allí entonces todo habría terminado y estarían a salvo.

Pero antes de eso, decidieron tomarse un descanso. Habían estado caminando durante mucho rato. Y la mayoría de las personas estaban exhaustas.

Cuando se hubieron instalado en aquella playa desierta, Devilon, que notaba a Octavia un poco rara (probablemente sería porque echaba de menos a su amado padre), se dirigió hacia donde estaba Charlie. La cual estaba frente a la orilla. Mirando al frente con la mirada perdida. Bastante seria de lo normal.

Al llegar a su lado, le preguntó por bajo para que no lo oyeran ninguno de los presentes:

- ¿Saben Miriam y los demás que tú no podrás atravesar esas puertas?

Tras su pregunta, esta, sin perder su estado melancólico, se giró hacia él y le susurró:

- Es mejor que no lo sepan... - suspira agotada - Me importa más sus vidas que la mía... Y no quiero que se abstengan de subir al cielo por mí...

- "Como hizo Alastor desde un principio... ¿Verdad?" - dijo para sí Devilon. Un poco molesto porque Charlie no hubiera dicho nada al grupo sobre ese tema. En ese sentido le pareció muy egoísta por su parte. Aunque por otro lado, si lo contaba, probablemente la despedida sería más dramática que alegre. Así que eso era entendible.

El joven demonio se dirigió de vuelta con su esposa. Intentando mantener el valor en cuanto a que la princesa no podrá acompañarles al paraíso y que deberá de quedarse sola allí abajo. Sin estar acompañada por nadie. Aún sabiendo que Lucifer y los suyos podrían ir a buscarla para secuestrarla otra vez. Y que para esa ocasión nadie iría a salvarla.

Ese tema sólo lo sabían Alastor y él. La razón por la que se lo había contado exclusivamente a ellos era porque tenía una fuerte confianza con los dos. Y que no serían capaces de contárselo a nadie más. De hecho, le dieron la palabra de que no lo harían. Que no se lo soltarían ni a Miriam ni a los demás. Y así fue.

Apenas se hubieron asentado los componentes del grupo a los pies de la orilla, cuando de pronto, no muy lejos de donde estaban, los sonidos de unos trotes y el tintinear de lo que parecían ser cadenas (similar al que hacían los ángeles exterminadores cuando se acercaban), comenzaron a escucharse más y más fuerte.

Varios de los pecadores se pusieron a soltar murmullos de miedo. Mirando en dirección hacia aquel escándalo. Señalándolo con temor.

- ¿Qué será eso? - murmuró Cherri. La cual dio un paso al frente. Llevándose una mano al bolso. En donde llevaba consigo sus inseparables bombas.

Charlie no tardó en percibirlo. Por lo que, dándose la vuelta rápidamente, frunciendo el ceño y alertada (pero muy preocupada y asustada por dentro), se transformó en su forma demoníaca y blandió su tridente. Preguntándose de quién se trataría. Si de esos endemoniados ángeles o si de los overlords.

*

Una hora antes de que Charlie y los pecadores llegaran a la playa...

- Eh... Levántate... Vamos amigo... Que quiero irme a casa...

Alastor abrió los ojos de golpe tras escuchar aquella voz ronca que lo acababa de despertar del sueño. Tras hacerlo, notó un fuerte peso en los párpados. Apenas podía ver bien. Todo su campo de visión estaba borroso y cubierto de puntitos negros.

- Arriba, colega... - le siguió insistiendo aquella voz. Como si tuviera prisa por algo.

Muy lentamente, se fue incorporando. Puesto que se encontraba tumbado boca arriba sobre una barra de un mini bar. La cual estaba manchada de diversos mejunjes que olían fatal. Era como si varios señores se hubieran meado encima hace un buen rato.

Miró para todos lados. No sabía dónde se encontraba. Desconocía lo que había estado haciendo la noche anterior. Y eso lo desconcertó un poco.

De repente sintió un fuerte dolor en su cerebro. Como si le estuvieran clavando unas agujas ahí dentro.

- Argh... - gruñó dolorido. Llevándose una mano a la sien - Mi cabeza... - se gira al sujeto de la voz extraña. Cuyo rostro no reconoció en esos momentos - Do... ¿Dónde estoy?

El quien supuestamente le había despertado era el dueño del bar. El anciano barrigón de la otra noche. Quien parecía estar bastante molesto porque él no se fuera del local ni aunque lo echaran a patadas. El cual, cruzándose de hombros, le dijo con un tono severo:

- Escucha amigo... ¡Son ya las ocho de la mañana! - mueve su poblado bigote en plan chistoso - ¡Así que llévate a tu amiga muerta de aquí y esfúmate si no quieres que llame a mi socio para que os eche a los dos!

- Argh... - volvió a quejarse. Sentándose repanchigado en uno de los taburetes de la barra - Mi... ¡Glups...! - suelta un débil eructo. Dando un delicado bostezo seguidamente - ¿Mi amiga? - frunce el ceño confuso - Pero si yo no tengo ninguna a...

Al fondo del local, tumbada de cualquier manera frente a la salida, una Loona muerta yacía en el suelo. Parecía como si en vez de no tener vida estuviera durmiendo. Sus ojos estaban cerrados.

Esa imagen hizo que Alastor recordara al instante lo que pasó anoche.

Después de que Charlie lo rechazara por tercera vez, se fue a un bar de la ciudad para emborracharse y amargar sus penas. Y fue entonces cuando esa mujer medio chucho entró para cometer un robo. Sin embargo, una fuerza extraña proveniente de la calle la mató. Y lo demás que sucedió después fue que se quedó dormido.

Mientras recordaba todo eso, el dueño del bar lo miraba con el ceño fruncido. Molesto porque no se fuera.

- ¡Mira, guaperas! ¡No tengo todo el día! - le gruñó de brazos cruzados - ¡Llévate ese cadáver putrefacto contigo de aquí!¡O si no...!

Pero antes de que continuara con su reprimenda, Alastor, sin prestarle atención, alzó el brazo izquierdo hacia donde se encontraba tirada Loona. Y seguidamente, levantó los dedos corazón e índice. Los cuales los movió de forma circular tres veces.

Y de repente...

- ¡KYAAAAAAAAAAAAAAAAAA...!

Loona se irguió de golpe. Abriendo los ojos de par en par. Agitando los brazos y poniendo su pelaje de punta. Como un gato asustado. Pegando un alarido. Al borde de un ataque de nervios.

Tras su tremendo revivir, el anciano barrigón pegó un bote por el susto. Chocandose contra la barra del mini bar. Tirando un taburete al suelo.

En cambio, Alastor no se inmutó en ningún momento. Sólo sonrió satisfecho por su increíble acción.

Acababa de devolverle la vida a aquella pecadora. ¿Pero cómo podía ser posible? ¿Qué clase de magia había empleado para hacer eso?

- ¡Joder! - rugió esta. Muy aterrada - ¡He tenido una pesadilla horrible! - se lleva las manos a la cabeza - ¡He soñado que me convertía en una monja santurrona! ¡Y que renunciaba a las drogas, al sexo y al alcohol...!

Justo acababa de berrear eso, cuando, tras voltear y darse cuenta de que esos dos hombres estaban mirándola, recordó entonces qué sucedió anoche. Por qué estaba ahí.

Rápidamente, se levantó de un salto. Y enseñando los dientes de su fuerte mandíbula, soltando espumarajos por la boca, dijo furiosa:

- ¡Haber, viejo! - se dirigió a él a grandes pasos - ¿¡Tú no me debías dinero!?

El anciano, incrédulo de que esa chica hubiera resucitado, trató de decirle:

- Pe... Pero... Señorita...

Sin embargo, Alastor agarró a este del brazo. Sacándolo de debajo de la barra. Y con una sonrisa de oreja a oreja, le susurró:

- No sea descortés con la dama... Acuda a servirle como buen caballero...

Y de un tirón, arrojó al pobre pecador a los brazos de la mujer loba. La cual lo recibió con agarrandolo con fuerza por debajo de los hombros.

Lo que siguió después sólo fue una atrocidad sangrienta.

Loona fue devorando al viejo. Bocado tras bocado. Ida de cólera. Pensando que ayer la había dormido con algún veneno para evitar que no atracara el bar. Cuando en realidad la había matado el ángel de la muerte.

Aprovechando la distracción, Alastor salió de allí tan campante. Sin perder el carisma de su cara. A pesar de que le martilleaba la cabeza por la resaca.

Intentando disimular su malestar, fue en dirección a su casa. Donde se encontraba instalado habitualmente en el pasado. Antes de formar parte del equipo del hotel Hazbin.

La última vez que fue a su casa fue cuando Vaggie lo echó del palacio del rey. Furiosa porque él no hacía más que rondar a Charlie constantemente.

Quizás lo único que quedaría de su humilde mansión serían escombros. O incluso nada. Debido a la lluvia de fuego durante las plagas. Que acabó con casi toda la ciudad. Pero no le importaba.

Lo único que deseaba era regresar a su verdadero hogar. La calle caníbal. Donde esperaba que nadie le molestara. Para sumirse en el olvido y el silencio.

Durante el camino, debido a su fuerte dolor y a sus mareos, tuvo que sentarse sobre un banco de un parque lleno de rosales quemados. Donde un centenar de cadáveres calcinados cubrían la tierra de los jardines.

Nada más tomar asiento, sintiéndose un poco mejor, echando la cabeza para atrás, se dio cuenta de que algo brillante le rodeaba el cuello.

Por el rabillo del ojo, observó que llevaba puesto un collar dorado. Con un medallón en forma de corazón colgando de él.

No era algo robado. O un chisme que se hubiera puesto cuando estaba borracho.

Era un obsequio que le hizo Charlie hace ya mucho tiempo. Lo que significó un inicio maravilloso entre los dos. Desde una amistad hasta luego convertirse en un amor intenso y precioso.

Le vino a la mente el día en el que le regaló ese lindo collar.

Fue la noche de Navidad en la que Charlie y Vaggie se dieron un dulce beso bajo el muérdago (hace ya casi dos años atrás). Justo acababan de tener ese momento romántico las dos chicas, cuando después se pusieron a prepararse para la cena especial.

Mientras Angel Dust (con el brazo dislocado por culpa de Husk), ayudaba a Nifty a colocar la mesa como podía, Alastor, en vez de unirse al equipo, se quedó sentado en el sofá del salón central. Frente a la chimenea. Con cara de melancolía.

Esa misma noche él no había recibido ningún regalo por parte de nadie. Sólo los demás habían disfrutado de sus presentes. Estaba claro que ni siendo pecador tenía derecho a recibir nada. Como siempre le había pasado durante toda su vida.

Sin embargo, esa no era la causa de su malestar huraño.

No sabía el por qué. Pero el ver a la princesa antes con su pareja lo hizo sentirse extraño. Como celoso.

Para su sorpresa, en ese mismo momento, Charlie acudió a su presencia. Y se sentó a su lado. Regalándole una amable y tierna sonrisa. Llamando la atención de Vaggie. La cual los estaba mirando con el ceño fruncido desde la puerta de la cocina.

La joven demonio llevaba entre sus lindas manos una pequeña caja roja coronada con un lazo verde muy bonito. En cuya etiqueta ponía escrito en mayúsculas y rodeada de corazoncitos: "PARA AL".

Nada más verlo, a Alastor se le iluminaron los ojos.

- Feliz Navidad, Al... - le dijo esta. Entregándole el regalo.
Éste lo tomó entre sus dedos. Con los brazos temblorosos. Ya que jamás nadie le había hecho ningún regalo.

Entonces lo abrió.

Dentro había un colgante de oro. De cuya cadena colgaba un reluciente medallón en forma de corazón.

Maravillado, extrajo aquella joya brillante de la caja. Y muy curioso, abrió el medallón.

Dentro del corazón había una colorida foto de Charlie y él. Foto que se hicieron unos meses atrás. En la que posaban juntos muy felices. Parecían una pareja empalagosa.

- Fue un momento muy especial... - le aclaró Charlie. Después de comprobar la reacción de su amigo - Ese fue el día en el que accediste a ayudarme con el hotel... - sonríe - Y desde entonces... Has sido más que un compañero para mí...

- Charlie... - murmuró este. Alzando la mirada hacia ella. Incrédulo por sus palabras. ¿Significaría eso que...?

- Un gran amigo... - añadió. Mirándolo con los ojos brillantes.

- Oh... - eso último hizo que se le bajaran un poco los ánimos. Acordándose de que ella ya estaba comprometida con otra persona - Claro...

Pero entonces, esta, extrañada por su aire tristón, tomó el collar. Y con mucho cuidado, se lo fue poniendo a Alastor (quien no vaciló en ningún momento y se lo permitió), alrededor del cuello.

Cuando se lo hubo puesto, los dos se miraron a los ojos muy atentamente. Sintiéndose muy cerca el uno del otro.

Hasta que Alastor, asintiendo con la cabeza, le dijo:

- Muchas gracias... - le acaricia la mejilla izquierda con cariño - Querida...

Esta agradeció su gesto enternecida.

Sin embargo, la llamada de Vaggie hizo que regresara de nuevo a la cocina para ayudar al personal del hotel. Dejando a Alastor sólo de nuevo.

Desde aquella vez, evitó no ponerse aquel colgante. Ya que eso sólo serviría para que se encariñara más con ella. Pero tras lo del episodio del beso, el baile y la noche romántica en la boda de Devilon y Octavia, nunca se lo quitó.

Ahora era como un amuleto para él. Pues le hacía sentir que su Charlie estaba presente a su lado. Y cada vez que no lo estaba, tomaba el collar y le echaba un vistazo a la foto que llevaba dentro del medallón. Recordando cómo llegó de nuevo a su lado. Después de que ella le salvara la vida anteriormente.

Y eso fue lo que hizo en esos momentos.

Observó la fotografía, ahora amarillenta por el paso de los días, con melancolía. Sabiendo que la alianza que lo tenía unido a la princesa se había roto. Y que probablemente no la volvería a ver nunca más.

A no ser que fuera a buscarla de nuevo para luego ser rechazado otra vez por ella.

Sin embargo, Alastor no era de esos que se daba por vencido tan fácilmente a la hora de imponerse a sí mismo un objetivo. De hecho, al ser muy orgulloso, si se rendía, estaba echando a perder su ego como overlord. Aparte de que no podía vivir sin la compañía de aquella mujer que tanto le cautivaba.

Con lo cual, cerrando el medallón con un suave clic, alzó la cabeza lentamente. Y asintiendo con firmeza, dijo en voz alta (como si se hablara a él mismo):

- No puedo dejar las cosas así... Hundirse en la tristeza es cosa de fracasados... - se incorpora de un salto del banco - Tengo que ir a su lado... - se esconde el collar debajo de su traje - Si no lo hago, ya será tarde...

Entonces, seguro de lo que iba a hacer, dio media vuelta y se dirigió a paso ligero hacia el barrio de los plebeyos. Donde supuestamente se reencontraría con Charlie y con los demás.

Es posible que al principio ellos lo tratarían de echar como hicieron la otra noche. Pero tenía que mantener la mente fría. Hará lo que sea para recuperar la confianza de todos.

Sin embargo, apenas había dejado atrás el jardín de los rosales putrefactos, cuando de repente...

¡CLONC!

Una barra de metal lo golpeó fuertemente en la cabeza. Lo que causó que perdiera el sentido por completo. Desplomándose contra el suelo. Impidiendo así sus intentos de regresar al lado de Charlie.

Aquel golpeador que acababa de noquear al overlord salió de su escondite. Agarrando todavía entre sus manos la barra con la que había atacado.

Si Stolas hubiera estado allí en esos momentos se habría llevado una impresión tan grande que a lo mejor le habría dado un vuelco al corazón. Especialmente Moxie si lo hubiera visto.

Blitzo, con una sonrisa en la cara, contemplaba al moribundo demonio radio sin el más mínimo gesto de arrepentimiento.

Estaba distinto. Por la mitad de su cráneo tenía una fea cicatriz que le pasaba desde la nuca hasta la mitad de la ceja derecha. Apertura que le causó el hachazo del otro día. Dándole un aspecto bastante aterrador. Su cara de payaso había dejado de ser un chiste.

Alguien lo había curado y revivido... ¿Pero quién? ¿Y cómo?

Después de que el mercenario se estuviera enorgulleciendo de su acto vandálico, al momento, dos sombras acudieron al escenario del crimen. Una era más alta que otra.

Tras verlas, Blitz, tartamudeando y zizeando en plan exagerado, como si le costara trabajo hablar, dijo:

- Bu-bu-bu... Buenoz diaz al... Alteza... Y, y, y... - mientras hablaba, su ojo derecho se abría y se cerraba cada dos por tres. Como si tuviera una especie de tick nervioso - Ezzz... ¿Zzztroker?

Lucifer, el cual vestía una armadura de guerra, como si se preparara para un conflicto bélico, llegó al lugar. Acompañado de Stroker. El hermano gemelo de Striker. El quien supuestamente estuvo anoche en el bar hablando con Alastor.

Tras llegar a su lado, Stroker, contemplando el cuerpo del desmayado demonio radio, sonrió y dijo con una voz rasposa:

- ¿Lo ve? Ya le dije que estaría por aquí... Lloriqueando por su churri querida - mira a Blitzo. Cuyo aspecto le repugnó. Luego a Lucifer - Bueno, majestad... - se cruza de hombros en plan chulo - ¿He hecho bien mi trabajo?

Este, regalando a los dos una sonrisa de satisfacción, posó su pie izquierdo sobre la cabeza de Alastor. Poniendo una pose de guerrero indomable. Y les respondió con orgullo:

- Bien hecho, mis camaradas... Todo va según lo planeado... - fulmina con la mirada al mercenario cicatrizado - Tú... Tienes suerte de que te haya salvado de la muerte... - entrecierra los ojos - Que sepas que no me resultó fácil cerrar esas heridas de tu cara de lagarto...

- Eh... Zi zi zi zi... Zi... Majeztaz... - asintió este. Medio sacando la lengua como si fuera un perrito - To... Todo fue gra... Graziaz a usted... Y... Y a que Ve... Verozika me... Me zalvó a... Antez del derrumbe...

Era cierto. Verosika lo rescató antes de que el hotel Hazbin se viniera abajo y se hundiera entre los escombros. Pero desde aquel día no ha vuelto a saber nada más de ella. Ni se preocupó en saberlo.

- Aunque claro... - añade el rey. Apartándose entonces de Alastor - Los daños en tu cerebro no he sido capaz de repararlos... - suelta una risita tonta - Mea culpa, mi buen amigo...

Blitzo no dijo nada. Lo único que hizo fue mirar para otro lado con cara de molestia. Pues sabía que ahora todos sus problemas mentales se debían a Moxie. Y no descansaría hasta encontrarlo y hacerle sufrir.

Acto seguido, Lucifer rodeó con sus brazos los hombros de ambos demonios. Atrayéndolos hacia él. Y mirándolos con gesto de complicidad, les dijo muy fríamente, sin perder la sonrisa:

- Ahora haremos lo siguiente... - se inclina a la altura de ellos. Medio arrodillándose - Reunir a todos los pecadores que podáis para la batalla... Y cuando los tengáis listos, marchareis conmigo y con mi ejército hacia donde Charlie y esas ratas se encuentran ahora...

- ¿Y qué hacemos con este? - le preguntó Stroker. Señalando a Alastor.

- Utilizaremos a este idiota como nuestra marioneta... - aclaró - Lo controlaré gracias a un invento creado por mi buen amigo Vox... - arquea las cejas - Y de ese modo le daremos a la princesa donde más le duele... - se pasa la lengua por sus afilados colmillos - Me da igual lo que Dios y sus ángeles tengan planeado... Quiero ver cómo la sangre de esa sucia escoria tiñe de rojo la entrada al paraíso...

Los tres se echaron a reír en plan malvado. Aunque Blitz y Stroker sólo se reían en plan falso para seguir la corriente al rey. No vaya a ser que se enfadara con ellos y los mandara de una patada al otro barrio.

Mientras el trío soltaba exageradas carcajadas, un ojo rojo y redondo los acechaba desde un rincón oscuro de la calle. Un poco alejado de ellos.

Loona, medio tuerta y con la boca ensangrentada por el festín que se había dado hace un rato, lo había presenciado todo. Y no podía creerse que Blitzo estuviera vivo. Aparte de que se hubiera aliado con Lucifer para matar a los que se largaron de la ciudad.

Lo más normal que hubiera hecho sería dejarse ver y acudir al lado de su padre adoptivo. Queriendo participar en la causa que querían llevar a cabo. Pero, no supo el por qué, no lo hizo.

Algo la obligaba a no poder compartir los mismos deseos de venganza que Blitzo tenía.

Se supone que debería odiar a esa gente. Especialmente a Millie. La culpable de haberse quedado sin ojo. Por desgracia, por algún motivo que desconocía, le era imposible el estar del lado de esos tres. Aparte de eso, Alastor la había revivido. Con lo cual, ya no podía detestarlo tanto por su acto heroico hacia ella.

En un principio, trató de dejar a un lado esas estupideces que la ablandaban y reunirse con el grupo para ayudarles en la matanza que tenían planeado hacer. Como buena mercenaria.

Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, los recuerdos del pasado la hicieron detenerse. Los viejos tiempos en los que Millie y Moxie trabajaban en la empresa. Siendo cada minuto y cada segundo de aquellos días una gran aventura.

Al final, pensándolo seriamente, decidió entonces no acudir a Blitzo. Aunque resultara muy triste. Pues no era la mejor opción. Y ella lo sabía.

Entonces, apenas le hubo dado un par de vueltas al asunto, cuando se le ocurrió una idea. Era algo arriesgado. Pero no perdía nada por intentarlo.

- Debo de detenerlos... - se dijo a ella misma por lo bajo - He de avisar al equipo...

Y se alejó del lugar. Esperando que lo que estaba a punto de hacer no terminara siendo un fracaso total. Mientras Lucifer y los otros dos arrastraban el cuerpo del overlord por el sendero que conducía a la salida del jardín siniestro.

*
En el cielo, mundo en el que, durante las plagas, estuvo al tanto de lo que ocurría ahí abajo, las cosas tampoco iban muy bien.

Aquella mañana, los ángeles más valorados y fuertes del ejército celestial convocaron una asamblea. Para discutir qué será lo siguiente que tendrán que hacer para actuar. Pero apenas fue empezar la reunión y todos se pusieron a pelearse sin razón. Como si no hubiera un final.

Todos estaban muy desesperados. Los castigos habían sido cruciales para los pecadores. Y entre que algunos estaban a favor de imponer más violencia y otros que querían cesar las masacres, se estaba liando una gran pelea entre hermanos.

Aparte de eso, Dios les había dado la espalda. Parecía no estar dispuesto a enterrar el hacha de guerra tan rápido. Estaba dispuesto a castigar el infierno hasta el final si Lucifer seguía haciendo de las suyas. Y eso era lo que en esos momentos preocupaba a los ángeles.

Descubrieron, a través de la bola de cristal que mostraba imágenes del infierno, que el rey de los demonios se estaba acercando a las puertas del paraíso. Con la intención de asesinar a Charlie y compañía. Y probablemente atacar el cielo como venganza de la muerte de su hijo.

Se les había ido a todos el asunto de las manos.

En mitad de la gran discusión desencadenada en la asamblea, una voz potente chilló sobre las demás que trataban de hacerse escuchar:

- ¡SILENCIO!

Todos dejaron de discutir de golpe. Quedándose la sala en un completo silencio.

Miguel, el más fuerte de todos ellos, acababa de poner orden entre sus nerviosos hermanos. Y por su cara, no parecía estar muy tranquilo. Pero al menos mantenía los nervios lo más bajo que podía.

- Lucifer se acerca... - dijo en tono severo... - Se dirige hacia aquí... ¿Y lo único que se os ocurre es pelearos entre vosotros? - frunce el ceño - Debería de daros vergüenza...

Los presentes agacharon las cabezas tras su riña. Sintiéndose culpables por haberse puesto a discutir como si fueran niños pequeños. Tenía razón. Sin embargo, la situación era desastrosa.

- ¡Ya hemos hecho lo que teníamos que hacer! - dijo con severidad. Incorporándose de la mesa con ímpetu. Mirando a los demás con gesto intimidante - ¡Ahora sólo queda esperar órdenes de nuestro padre! - se echa a un lado el rubio cabello que le tapaba la vista. Suspirando un poco preocupado por la situación - En cuanto a esa niña y a sus acompañantes... - se sienta en su trono con elegancia - Que el destino decida lo que les tenga que pasar...

Los ángeles que componían la mesa de la reunión, como no tenían otra alternativa que la de hacer caso a las órdenes de Miguel, el cabecilla del grupo celestial, pues asintieron. Y se quedaron en silencio. Mirándose unos a otros como si buscaran a alguien que contradijera lo dicho. Pero no fue así.

Sólo hubo uno de la sala que no estuvo a favor de la petición impuesta. Y esa persona, o más bien ese ángel, se levantó de su asiento de golpe. Y exclamó:

- ¡Yo no pienso quedarme aquí de brazos cruzados! - cierra los puños - ¡Charlie y esas pobres gentes están en peligro también! ¡No sólo el paraíso!

- Gabriel... - murmuró Miguel. Llevándose una mano a la sien. Cerrando los párpados en plan ignorante - Ahora no...

- ¡Van a morir si no hacemos nada! - continuó. Imaginándose lo que sería de la princesa si Lucifer la atrapaba de nuevo - ¡Antes no actuamos cuando masacraron ese hotel con inocentes dentro...! - mira a los demás - ¡No podemos continuar así! ¡Tenemos que luchar!

Ninguno pareció estar a su favor. Y a lo mejor habría algunos que sí. Pero se astuvieron de apoyar lo que decía. Pues eran inferiores al puesto que tenía Miguel en el cielo. Aparte de que les aterraba el desobedecer a Dios.

- ¡Por favor, hermano...! - mira con piedad al orgulloso ángel. Ahí sentado en su trono de oro. A simple vista, le recordó a Lucifer - ¡Hay que actuar! ¡Sólo nosotros podemos vencer sin miramientos a los demonios! ¡Tanto los imp como los overlords nos tienen miedo...!

- Padre nos lo prohíbe... - le contestó este. Intentando no alzar la voz para no entrar en una discusión con él - Si no nos lo ordena no podemos hacer nada... Según el reglamento...

¡ME IMPORTA UNA MIERDA EL REGLAMENTO! - gritó Gabriel. Golpeando la mesa con los puños. Con todas sus fuerzas. Sobresaltando a los presentes. Incluido a Miguel. Que se quedó boquiabierto. Era la primera vez que escuchaba a su hermano maldecir.

La cámara se quedó de nuevo en silencio. Todos miraban al frustrado Gabriel. El cual, tras darse cuenta de que había perdido los nervios, sin saber qué hacer, se llevó las manos a la cabeza. Y trató de mantenerse tranquilo.

- Perdonen... - murmuró. Todavía sin poder olvidarse del peligro que corría su pequeña Charlie - No... No he sabido... Yo no...

La ira era uno de los siete pecados capitales que no se podían incumplir. Y en esos instantes, el bello ángel lo había cometido. Enfrentarse a sus hermanos y maldecir con una palabra malsonante. Como un demonio.

Al final, Miguel, sabiendo que el mal comportamiento de Gabriel se debía a una razón evidente que conocía, de inmediato, ordenó a todos los ángeles, que no dejaban de mirar la escena muy atentamente, que los dejaran a los dos a solas.

Rápidamente, la multitud alada abandonó la sala en un santiamén. Cuchicheando cosas por lo bajo. Incrédulos de lo ocurrido. Pensando que Gabriel había perdido el juicio por alguna razón.

Cuando se hubieron marchado todos, Miguel, lanzando al pobre ángel una mirada severa, con algo de desdén, se acercó a él. Y manteniendo las distancias, sin ni siquiera darle tan sólo una palmada en el hombro, le dijo fríamente:

- Entiendo tu pesar... - se cruza de hombros - Sé que estás desesperado por el peligro que corre tu hija... Pero se nos tiene prohibido actuar a espaldas de padre... - frunce el ceño - Y ya estoy harto de cubrirte las espaldas... - mira hacia otro lado - Si no te hubieras escapado aquel día... - se pone muy serio. Recordando cómo su hermano quedaba con Megara a escondidas - Reuniendote con esa pecadora...

- ¡Cállate! - exclamó este. Encarandosele con valentía - ¡Los ángeles también necesitamos libertad a veces...! ¿Sabes? ¡Llega un momento en el que todo te parece lo mismo! ¡Aquí encerrados! ¡Vigilados por el terco de papá...!

- ¡Cuida tus modales! ¿Quieres? - le espetó bruscamente. Volviéndose hacia él con las alas desplegadas. Ahora él también estaba enfadado - Nunca aprendes, Gabriel... ¡Somos ángeles! ¡No demonios! ¡Nuestro trabajo es proteger el cielo y hacer el bien! ¡No mentir ni cometer actos lujuriosos! - niega con la cabeza disgustado - Tú sin embargo te dedicas a hacer lo que te da la gana...

- ¡El haberme enamorado no significa que sea un pecador! - le da con el dedo índice en el pecho - ¡Sigo siendo un ser vivo! ¡Los seres vivos sienten emociones...! - alza sus alas en plan amenazante - ¡Y el que quiera proteger a mi hija no es nada malo! ¡Sólo busco salvarla...! ¿¡Qué hay de malvado en eso!?

- ¡YA BASTA!

Miguel agarra del brazo con fuerza a este. Retorciéndoselo. Causando que soltara un quejido y que se arrodillara en el suelo. Dolorido por lo que le estaba haciendo. Agachando su flamante plumaje blanco.

Cuando lo hubo tenido de esa manera, el orgulloso ángel, mirándolo con sus pupilas doradas dilatadas, aparentando ser un overlord endemoniado más que un ser celestial, le dijo con una voz escalofriante:

- Vas a hacer lo que yo te diga, hermano... De lo contrario... - le aprieta más la mano. Al mismo tiempo que se inclinaba hacia él con esos ojos profundos. Intimidándolo - Pasarás por el mismo castigo que el que pasó Lucifer en su momento... - le regala una mueca de superioridad - ¿Entendido?

De sólo oír eso, al aterrado Gabriel se le heló la sangre. No quería que lo desterraran. Y menos aún que lo convirtieran en un demonio sin corazón. Aparte de que, si caía al infierno, le esperaba una bienvenida repleta de toda clase de torturas y de dolor. Hasta tal punto de que se le fuera su cordura.

Con lo cual, al final, sabiendo lo que le esperaba si no cumplía las órdenes de su hermano, terminó rindiéndose ante su incómoda presencia. Y le dijo en plan pausado:

- De acuerdo... - agacha la cabeza angustiado - Tú ganas... No intervendré...

Tras escucharle decir eso, Miguel, satisfecho porque hubiera conseguido asustarlo, le soltó de inmediato del brazo.

Acto seguido, sin decir ni una palabra más, regresó a su estado de ángel sereno. Y manteniendo su compostura habitual, salió de la sala. Dejando a Gabriel sólo. Con un brazo dolorido y con un temor terrible en el cuerpo.

- Grrrr... - gruñó furioso. Mirando al odioso de Miguel lleno de ira. Sin creerse que lo hubiera obligado a caer en sus estúpidas normas de esa forma tan despiadada. Y luego le recriminaba diciendo que el pecador era él - Grandísimo pedazo de...

No podía hacer nada al respecto para ayudar a su hija. Aunque quisiera no se lo consentirían. Lo castigarían despojándolo de su importante cargo ¿Quién podría entonces vencer a Lucifer y a su ejército? ¿Quién salvará a Charlie de esos mamertos?

Pero entonces, apenas hubo aguantado los nervios, cuando le llegó a su mente una idea. Una gran idea para ayudar a esa gente sin necesidad de que saliera al exterior.

Era una ridiculez. Pero si lo hacía así, no perdería su cargo como ángel. Más bien lo castigarían en los calabozos del palacio de su padre. Pues incumpliría una serie de normas muy valiosas del paraíso.

- Es lo único que puedo hacer para ayudarla... - pensó para sí - No me queda otra...

Así que, haciendo todo lo posible porque ni Miguel ni sus hermanos lo vieran, salió volando al exterior por la ventana de la sala y fue en busca de aquellas almas que podrían ayudarle en su causa. Que podrían salir al exterior por él.

*
De vuelta a la hora presente...

Lucifer acababa de llegar a la playa. Junto a su numeroso ejército. Compuesto por overlords y por ángeles exterminadores. Desde lo alto de las dunas parecían más numerosos de lo que aparentaban a simple vista.

Tras verlos, los pobres pecadores, sin creerse que los hubieran encontrado con tanta facilidad, entraron en pánico. Se abrazaron unos a otros. Algunos con sus familias. Otros con sus amigos o conocidos más cercanos.

Moxie puso a Millie y a Panis detrás de él. Y sacó su fusil de debajo de su traje negro. Sabiendo que si no se armaba de valor los matarían a todos.

Devilon, junto a Henry, también sacaron las armas. Uno su lanza y el otro su arco y sus flechas. Dispuestos a pelear a muerte si era necesario. En cuanto a los demás, algunos como Husk, Cherri Bomb y otros cuantos se unieron al equipo de defensa. Mientras que el resto se escondió detrás de ellos.

Charlie, la cual encabezaba el grupo, mirando preocupada a los suyos, volvió la vista al frente. Y lo que vio en medio de aquel ejército intimidante la dejó sin palabras.

No sólo estaban los siniestros ángeles exterminadores y los overlords más poderosos del infierno. Como Valentino, Vox y Velvet. Sino también otros demonios de otros anillos del inframundo (entre ellos un Blitzo con la cara desfigurada). De distintas razas y tamaños. Aparte de eso, lo que más le impactó fue el pecador que acompañaba a su padre al frente. Como si de su mano derecha se tratara.

No podía creerlo. Era Alastor.

Pero estaba muy raro. Su cuello estaba rodeado por un collar de metal con una luz roja en el centro. Como si fuera un sensor. Y su cara estaba pálida y mojada en sudor. Aparte de que de la ceja izquierda de su frente (ahora rota), le descendía un hilo de sangre que le manchaba la cara. Dándole un aspecto moribundo que daba lastima.

Pero... ¿Por qué lo tenían ahí con ellos? ¿No se suponía que se había quedado en el infierno? ¿Qué le habían hecho? ¿Lo habrían convertido en su esclavo?

- "Pues claro que sí..." - se dijo Charlie a ella misma en su cabeza - "Lo han esclavizado porque lo dejaste sólo..."

En ese momento, un sentimiento de culpa nubló la mente de la joven. A pesar de que se había prometido no volver a pensar en él no tampoco en volver a quererlo.

Pues claro. Se había olvidado que los overlords aún tenían con Alastor unas cuentas pendientes. Por haberse aliado con ella en el pasado. Y ahora había recibido lo que se merecía. Convertirse en el perro faldero del rey.

Si ella no lo hubiera abandonado a su suerte, no le habría pasado eso. Es más. Si en vez de ignorarlo y rechazarlo se lo hubiera llevado con ella y los demás al gran viaje hacia el paraíso...

- ¡Charlie...! - un grito ahogado salió de la garganta del destrozado Alastor. Y tanto ella como los demás pudieron oírlo. A pesar de la larga distancia que había entre ambos bandos - ¡Huye...! - agitaba los brazos desesperado - ¡Vete antes de que...!

Sin embargo, Lucifer lo calló de un zarpazo dándole una descarga con un mando que llevaba consigo. Descarga que salía del collar de metal que llevaba alrededor del cuello. Y tras hacerlo, la cara del demonio radio pasó de aterrorizado a expresar odio hacia Charlie. Poniendo una cara muy poco simpática. Entrecerrando los ojos.

Entonces Charlie comprendió lo que ocurría. Y sintió un ligero escalofrío.

Lo estaban utilizando de marioneta para que luchara a favor de ellos. Y para que jugaran con los sentimientos que aún sentía ella por él...

Daba rabia admitirlo. Pero el rey era en genio en ese sentido.

- Mierda... - murmuró esta. Blandiendo con fuerza su tridente. ¿Ahora qué harían? Con tantos no podrían. Eran demasiados para ellos. Teniendo en cuenta que los únicos guerreros que iban con ellos eran Millie y Moxie, Devilon, Henry, Husk, Cherri Bomb y poco más. No podrían con esos rivales tan poderosos. Los barrerían a todos en un santiamén.

- No te preocupes, Charlie... - murmuró Devilon. El cual se encontraba a su lado. Igual de nervioso que ella - Recuerda que Dios está de nuestro lado... - sonríe - No nos demos por vencidos tan fácilmente...

Las palabras del joven muchacho hicieron que a la princesa se le formara una pequeña sonrisa en la cara. Pues el recordar que una deidad los protegía la hizo sentirse más segura.

Con lo cual, ahora sin ningún miedo, pero algo insegura, Charlie alzó su arma contra el enemigo. Y transformándose de nuevo en su forma demoníaca en un abrir y cerrar de ojos, dijo:

- ¡Luchemos hasta el final!

Ninguno le dijo nada. Sólo dieron un paso al frente y se pusieron en posición de ataque. Lo cual sirvió como respuesta ante sus palabras. Se notaba que estaban asustados. Incluso más que Miriam y el resto de plebeyos. Que se habían colocado detrás de ellos. Temerosos por lo que pudiera pasar.

Por otro lado, Lucifer, tras ver a su hija adoptiva hacer aquella señal indomable, sintiendo un profundo odio hacia ella, tomó las riendas del carro en el que iba montado y chilló:

- ¡Matarlos a todos!

Así que los suyos iniciaron la marcha contra ellos. Ansiosos por hacerles sufrir. Vengando así la muerte del príncipe.

Cuando de repente...

- ¡Mirad! - gritó Stroker. El cual hizo que el ejército se detuviera tras su llamada repentina - ¿Qué es aquello? - señaló el cielo oscuro.

Todos los del ejército, incluido el rey, molestos por su interrupción estúpida, miraron hacia donde estaba indicándoles.

Ahí arriba, justo por encima de las cabezas del bando contrario, unas llamas moradas circulares comenzaron a aparecer de la nada. Formando unas extrañas circunferencias.

En el otro lado, Charlie y los suyos también lo vieron. Extrañados por el misterioso fenómeno paranormal.

¿Qué estaba pasando?

Antes de que pudieran hacerse esas preguntas, a sus espaldas, la princesa escuchó una voz suave decir:

- Descuida, preciosa... Ya llegaron los refuerzos...

Rápidamente, giró en redondo. Antes de que Devilon y el resto lo hicieran. Sin saber a quién pertenecería aquella voz enigmática. Voz que jamás había escuchado.

Entonces, frente a sus ojos, un portal llameante de color púrpura se abrió. Y de él salió una figura alargada de ojos rojos y exagerado plumaje. De cuyos hombros colgaba una capa roja muy larga.

Entre sus manos llevaba un libro azul del que emanaba un aura de color rosa fucsia bastante hermosa. Y dicho libro flotaba sobre la palma de la mano derecha de aquel personaje.

Tras verlo, Charlie no pudo saber quién era. Porque no lo conocía de antes. Ni siquiera lo había visto en la ciudad. Sin embargo, Devilon sí sabía quién era. Y en esos instantes no podía creerse que estuviera allí.

- ¿Stolas? - murmuró impactado.

En medio de los plebeyos asustados, Octavia, la cual pudo ver la figura del demonio búho desde donde estaba, también incrédula, dijo:

- ¿Papá?

Stolas, quien sólo pudo ver desde ese ángulo a su yerno y a Charlie, les regaló una sonrisa de complicidad. Y acto seguido, con los dedos, hizo agitar el aura que salía de su libro. Y dio dos chasquidos seguidos.

Entonces, sucedió algo extraordinario.

Los círculos llameantes del cielo se abrieron de golpe. Todos al mismo tiempo. Y de ellos comenzaron a salir diversos tipos de demonios. De toda clase de razas muy diferentes y coloridos.

Entre esos portales salieron algunas personas que ya habían salido anteriormente en esta historia. Como por ejemplo el hermano/hermana de Millie. Sally May. Acompañada por algunos de los demonios que estuvieron en el festival de la luna (episodio cinco de Helluva Boss). Todos colocados como un ejército y con ella al frente.

Por otro lado, también apareció el siniestro Fizzeroly en medio de aquellos recién llegados. Dando vueltas sobre sí mismo y mirando al frente muy seguro y sin temor. Junto con unos cuantos miembros del antiguo parque Loo Loo Land.

Era increíble. Estaban viniendo muchos.

En mitad de aquella gran cantidad de demonios desconocidos (más para Charlie que para Devilon, Millie y Moxie), de uno de los círculos salió Loona. Con un bazoka cargado al hombro. Llevando un parche de cuero en su ojo malo. Dándole un aspecto más macarra de lo que ya era.

Junto a ella estaban Vortex, la manada de lobos de la otra noche y los ex guardaespaldas de Verosika. Quienes parecían haberse unido a la causa. Seguros ante el peligro que tenían delante.

Y así fueron llegando poco a poco los refuerzos. Los cuales ya alcanzaban la misma cifra (o incluso más), de guerreros que los que tenía Lucifer.

Había sido un milagro del destino. Loona los había reunido a todos para salvar a Millie y Moxie. Y a los demás. Por supuesto.

Al ver aquella aparición, a Lucifer y a los suyos se les borraron las sonrisas de triunfo de la cara. No podían creerse lo que estaban presenciando. ¿Cómo habían logrado acudir a tiempo tantos demonios a la vez? ¿Y cómo sabían dónde se encontraban?

Blitzo, a pesar de tener el cerebro destrozado, eso no evitó que mirara fascinado a su amante reuniendo a toda esa gente. Para ayudar a la princesa.

- Traidor... - murmuró disgustado.

Lo había traicionado. Pensaba que estaría a favor de los overlords y de él. Pero se equivocaba. Ahora estaba de lado de esos inútiles. Quizás por el simple hecho de que Octavia iba con ellos. Y sólo trataba de proteger a lo que más quería.

Sin embargo, ésto al mercenario egocéntrico le daba igual. Con lo cual, en esos momentos, dejó de sentir piedad por aquel hombre que lo tenía loco enamorado.

Cuando estuvo todo el ejército reunido, Sally May, la cual se dirigió al lado de su hermana Millie, le dijo sin saludarla antes:

- Descuida, hermanita... - le sonríe - Quedan por venir más refuerzos...

Tras oírle decir eso, a la adorable demonia se le abrieron los ojos como platos de la impresión.

- To... ¿Todavía podéis traer a más gente?

Pero antes de que el chico chica le respondiera, en el campo de batalla aparecieron de la nada otros tres aros. Y de ellos salieron...

¿Animales furros de mil colores?

- ¿Pero qué coño...? - murmuró Devilon. Pensando que se había vuelto loco.

Pues sí. Eso eran. Animales furros.

Todos ellos iban armados con palos y con palas. Unas armas bastante infantiles para una pelea como esa. Pero alguno que otro, para el asombro de los presentes, tenían poderes. Poderes mágicos.

Dicho equipo colorido estaba encabezado por un perrito humanoide algo pequeño. Cuyo nombre era Jack. El cual parecía asustado. Pero intentaba hacerse el valiente. Aunque no hacía más que pegarse a uno de sus amigos por si le pasaba algo*.

*Ésto último ha sido una aparición sorpresa de los personajes del cómic Zoophobia. Quería que al menos salieran en alguna escena de este fanfic 😂

El ejército ya estaba preparado. Todos habían terminado de llegar. Era hora de luchar.

Cuando comenzaron a colocarse para el ataque ambos grupos, Loona, subiéndose a una roca, divisó a Charlie y a Moxie cerca de donde estaba. Y cuando los hubo visto, les dijo con valor:

- Somos enemigos... Pero si alguien se mete con todos nosotros... - les guiña un ojo en plan decidida - Debemos de estar unidos...

Los dos bisexuales, emocionados por sus palabras, le asintieron muy agradecidos.

Por otro lado, Lucifer, que no se podía creer que todos esos necios hubieran acudido a proteger a su hija adoptiva, ido de cólera, se puso al frente de su ejército. Con un Alastor poseído a su lado. Al cual, antes de comenzar la acción, le susurró al oído:

- Mata a esa zorra... - señala a Charlie - La quiero muerta...

- Sí... - le contestó. Con las pupilas dilatadas y con una sonrisa de oreja a oreja escalofriante - Mi rey...

Devilon, quien, junto con su hermano Henry, lideraba el bando de los buenos, sabiendo que tenían que proteger a gente inocente ahí detrás, gritó por lo alto:

- ¡PREPARAROS PARA EL COMBATE!

Todos ellos se posicionaron. Mirando al enemigo sin miedo. Ahora sintiéndose mejor porque tenían a un gran número de guerreros de su lado.

Charlie también se reunió a la formación. Dispuesta a ir a atacar a Lucifer como venganza por lo que le había hecho a ella y a sus huéspedes caídos. No iba a consentir que Angel Dust hubiera muerto en vano.

Sin embargo, apenas hubo llegado hacia donde se encontraban los que iban a luchar, cuando Stolas, posando su pata sobre el hombro de esta, le dijo por bajo:

- Tú destino no es esta guerra... - le señala con el dedo índice los pecadores restantes. Aquellos que no podían luchar. Los que estaban escondidos a las espaldas de los más fuertes. Entre ellos estaba Octavia. Abrazada a Miriam - Ve con ellos... Y sácalos de aquí...

Esta no comprendía qué quería decir. Estaban frente a la orilla del mar. No había escapatoria para que pudiera a salvo a esa pobre gente.

- Pero... - murmuró un poco temerosa. Sin comprender lo que le trataba de decir el sabio demonio búho - Co... ¿Cómo?

Y él, sin dejar de mirar al frente, manteniéndose alerta, le acarició la cabecita con ternura y le contestó:

- Usa esa fuerza que "el quien tú ya sabes" te ha dado... - retira su mano de ella lentamente - Ponlos a salvo antes de que sea demasiado tarde...

Entonces, Charlie, comprendiendo al final lo que quería decir, recordó que con su tridente podía hacer cualquier cosa para hacer el bien. Así que, mirando el mar de sangre que los separaba del paraíso, se le ocurrió una gran idea. Una grandísima idea.

Obedeciendo las órdenes de Stolas, la joven se dirigió hacia los plebeyos que se encontraban escondidos tras el ejército. Y lo más rápido y claro que pudo, comenzó a contarles su plan para llevarlos al otro lado. Evitando que no se pusieran nerviosos.

Entre tanto, Lucifer, mirando a esa escoria valiente muy furioso, pasándosele por su mente todo cuanto había sucedido durante el episodio de las plagas, alzó su grandiosa espada. Y frunciendo el ceño, prometiendose a si mismo que los mataría a todos y cada uno de ellos, dio el grito de inicio de la guerra.

- ¡KYAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

Fue como un pistoletazo de salida para ambos ejércitos.

Igual de veloces que un rayo, tanto los demonios de un lado como los del otro fueron directos a atacarse unos a otros. Pegando alaridos y alzando sus armas. Llenos de adrenalina.

Dando comienzo así a la gran batalla del infierno del siglo.

Y hasta aquí el capítulo. Lamento mucho la tardanza. Últimamente he estado muy ocupada. Y como los capítulos últimos de este fanfic son más largos que los anteriores, pues se lleva su tiempo. Espero que os esté gustando mi historia. Y que os sintáis satisfechos con el desenlace de los acontecimientos. Sólo una pregunta que os quiero plantear antes de terminar... ¿Queréis que Alastor y Charlie acaben juntos, que terminen siendo sólo amigos o que al final no sean nada y tomen caminos distintos?

Dejármelo en los comentarios.
Nos vemos en el siguiente episodio... 😈🔥

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