Capitulo 3 - Recuerdos
A pesar del escaso éxito del hotel en la ciudad, eso no significó que careciera de algunos huéspedes.
Por ahora, sin contar a Angel, a Nifty, a Husk y al resto, consiguieron que se alojaran allí otras tres personas: una pareja de demonios (cuyos nombres eran Millie y Moxie), y una chica medio ovejita, bastante encantadora para ser una pecadora, llamada Laila. Todos ellos fueron convencidos por Alastor de que se hospedaran con ellos y aceptaran sus servicios. Y así fue.
Llevaban apenas cinco días instalados allí los nuevos visitantes.
El matrimonio quería redimirse por causas desconocidas. El caso era que al marido se le notaba muy arrepentido por sus fechorías. Pero a su esposa no demasiado. Estaba como un poco forzada por parte de su pareja en seguir las normas de la redención.
Laila era la más decidida de los tres en seguir el protocolo. Era muy simpática. No parecía una pecadora. Pero no sabían ni Charlie ni los demás por qué le tenía tanto aprecio al señor Alastor. Era un detalle que no se molestaron en preguntarles. Pues ambos no parecían tener las ganas de explicarlo.
Esa misma noche era el cumpleaños de Lucifer. Todos los habitantes del infierno, en honor a esa fecha, tenían que colocar en las puertas de sus casas una bandera con el símbolo de los ángeles exterminadores. En apoyo al régimen. De lo contrario, serían cruelmente castigados.
Charlie era hija del rey. Pero eso no quitaba que tuviera que saltarse esa norma.
Vaggie fue la encargada de poner la bandera en la entrada del hotel. Clavada en el suelo frente al jardín.
Nada más ponerla, la brisa nocturna hizo bailar el emblema de la dinastía Magne. Y a la enfadosa demonio le repugnó el verlo.
Odiaba ese día. No soportaba que todos tuvieran la obligación de ensalzar a un hombre del que ninguno estaba de acuerdo en su forma de imponer la ley. Pero era eso o morir. Así que, negando con la cabeza, entró al hotel y cerró la puerta tras de sí.
Aprovechando la ocasión, a pesar de que ninguno estaba demasiado de acuerdo en celebrarlo, decidieron montar una pequeña fiesta en honor al mil y pico cumpleaños de Lucifer.
Pusieron música, aperitivos y bebidas sin alcohol. Aunque Angel Dust ya se encargó más tarde en añadirle a las bebidas los ingredientes secretos que siempre llevaba consigo para cuando Charlie prohibía tales sustancias que hacen que, según él, "la vida sea mucho más feliz".
Conforme avanzaba la noche, el ambiente seguía igual de aburrido que al principio. Nadie parecía estar dispuesto a pasárselo bien.
Hasta que Alastor, usando sus poderes, ambientó el lugar de una forma más alegre e invitó a bailar a Laila. La cual se ruborizó un poco.
Gracias a eso, la fiesta se animó más.
Por bajo, Charlie le dijo a su amigo desde la distancia:
- Gracias...
Este, que pareció haberla escuchado, simplemente le asintió con la cabeza y continuó bailando con la jovencita.
Charlie no quería tampoco quedarse sentada ahí mirándoles. Así que sacó a Vaggie a la pista de baile (cosa que le costó al principio un poco de trabajo debido a que le estaba negando esta que no quería), y se pusieron a danzar juntas.
Millie y Moxie también salieron a bailar. Nifty se unió al grupo. Danzando en solitario. En cuanto a Angel Dust y Husk, se quedaron sentados en la barra del bar parloteando de sus cosas.
Tras pasar unas horas de baile sin parar, al final todos terminaron rendidos. Exceptuando a la pareja de demonios. Que a causa del alcohol (u otras cosas), que se tomaron (vertido en las bebidas por Angel), llenos de excitación, se fueron corriendo escaleras arriba al dormitorio para intimar.
Charlie quiso hacer lo mismo con Vaggie e ir arriba a jugar un poco. Pero al verla tan agotada, decidió aguantar sus deseos sexuales para otro momento y quedarse sentada un rato en el sofá con el resto del grupo.
Salvo Alastor y ella, los demás se habían quedado fritos. Adormilados y roncando como auténticos cerdos. No tenían fuerzas ni para dirigirse a sus habitaciones a descansar.
Tras marcar las tres de la madrugada, el demonio radio se incorporó de su sillón. Y regalándole una reverencia a la princesa, le dijo:
- Bueno, querida. Me retiro pues... Buenas noches...
Y se marchó a sus aposentos.
Mientras lo veía largarse, Charlie recordó entonces la charla que habían tenido al medio día los dos. Después de que despertara de esa horrible pesadilla.
Ella le habló acerca de los problemas que estaba teniendo con su padre debido a que no compartían los mismos valores. Y a lo poco que la defendía últimamente su madre de él. Tenía la sensación de que su familia se estaba poniéndose en contra suya.
Alastor le respondió con respecto a eso que no debe de torturarse con problemas ajenos. Que sólo sonría y que muestre a todos lo equivocados que están sobre lo que opinan de la redención.
Aunque... Eso ya era normal en él. Pero de todas formas no comprendía por qué de repente se estaba poniendo muy amable con ella. ¿Estará cambiando de parecer? ¿O es que le está haciendo la pelota para conseguir algo a cambio? A saber lo que le moverá a comportarse así.
Suspiró cansada. Y decidió también irse a descansar. Cuando una sombra en la ventana la hizo espabilarse.
Acababa de ver una silueta fantasmal de una persona asomándose por la ventana de la sala. La cual, a los pocos segundos, se apartó de ella y desapareció.
- ¿Pero qué...? - murmuró con algo de temor.
Muy despacio, sin despertar al personal, fue en dirección a la salida de puntillas. Curiosa por saber quién era el visitante que osaba espiarla a tales horas.
Antes de salir, tomó la lanza de Vaggie, la cual estaba apoyada al lado del paragüero de la entrada. Por si acaso se trataba de un asaltante y tenía que defenderse.
Tras estar fuera, todo estaba muy oscuro. Apenas veía nada. A lo lejos se escuchaban los aullidos de los hombres lobo adorando a la luna infernal. La cual se mostraba brillante en lo alto del cielo aquella noche.
Miró hacia varios lados muy nerviosa. Esperando que no se abalanzara alguna criatura del mal sobre ella. Pero lo único que vio fue los edificios oscuros de la ciudad del infierno. Que se alzaban en la lejanía con gran esplendor.
El reloj siniestro de la plaza roja marcaban las tres y cuarto de la madrugada. Y las calles estaban desiertas. Ni un alma caminaba por los alrededores. Todo estaba en orden.
Entonces suspiró aliviada y con algo de cansancio. Se había tomado varias copas de más. Y la cabeza le daba vueltas como una peonza. Así que decidió que lo mejor sería que se fuera para dentro a descansar.
Pero justo estaba a punto de girar el pomo de la puerta, cuando una voz femenina, similar a la de una niña, murmuró a sus espaldas:
- No veas cuanto has crecido...
De un salto, Charlie giró en redondo. Y alzando la lanza en plan amenazante, exclamó:
- ¿¡Quién anda ahí!?
En la penumbra, bajo un árbol que apenas tenía hojas, había un matorral oscuro. El cual no dejaba de menearse con violencia.
De ahí era de donde había provenido la voz que acababa de oír.
Y parece que no era una persona la única escondida tras ese matojo. Pues otra voz, esta vez la de un varón, gruñó con tono de reproche:
- Calla, Miriam... Que te va a oír...
- Es que es eso lo que quiero... - le contestó la voz aniñada - Déjame, Charles...
- No...
Tras escuchar ambas voces, Charlie, acercándose al matorral con sigilo, dijo en voz alta para que la oyeran bien:
- ¿¡Quiénes sois!? - los apuntó con el arma - ¡Si buscáis problemas, habéis escogido el lugar menos adecuado!
Los dos individuos se quedaron en silencio y quietos tras sus palabras. Habían sido descubiertos. Y encima de esa forma tan estúpida.
- ¿¡Qué queréis!? - les exigió esta. Todavía más nerviosa - ¡Como no salgáis de vuestro escondite...! ¡Yo...! ¡Yo...! - apretó los labios enrabiada. No sabía de qué modo iba a a amenazarles para que la temieran - ¡Os cortaré los putos genitales si es necesario...! - se transformó en su forma demoníaca - ¿¡Me oís!?
Los dos tipos parecieron asustarse por lo que decía. Pues el matorral comenzó a temblar acompañado de un castañeteo de dientes. Lo que hizo que Charlie sonriera en plan malicioso.
Al final, viendo que no tenían otra alternativa, uno de ellos salió al descubierto ante los ojos de la rebelde demonio. Levantándose del suelo lentamente y alzando los brazos como si le fueran a fusilar. Los ojos de esa persona, amarillos y profundos, brillaban en la oscuridad. Y eran enormes y redondos.
Tal fue la impresión que se llevó Charlie de lo grandes e hipnóticos que eran aquellos ojos, que dejó de mantener su forma demoníaca en un santiamén. Y por poco estuvo de que se le resbalara la lanza de sus manos.
El personaje que acababa de aparecer ante ella, con un tono tímido, le dijo:
- Tiene gracia... Se me olvidaba que eras medio demonio... - se fue acercando muy despacio hacia ella - Igual que madre... Siempre que se enfadaba o se sentía amenazada reaccionaba igual que tú... Jijiji...
Viendo que pretendía acercarse, Charlie volvió a levantar el arma. Apuntando a la cabeza de este. Y le gruñó:
- ¿Quién eres?
Pero antes de que esa persona pudiera responderle, el matorral del que acababa de salir comenzó a arder. Hasta convertirse en una luminiscente hoguera que alumbró el lugar. Exterminando la oscuridad que ocultaba los rostros de los misteriosos visitantes nocturnos.
El supuesto responsable de que se encendiera la llama fue el otro que estaba escondido. El cual había utilizado unas cerillas para encender la fogata.
Gracias a la luz que aportaba el fuego, Charlie pudo ver los rostros de esos dos tipos que en un principio creyó que se trataba de alguno de esos pecadores que se rieron de ella en el programa desastroso del otro día. Pero no fue así.
Eran un chico y una chica de aspecto joven. Ambos eran casi iguales, Sólo que con algunos rasgos que diferenciaban al uno del otro.
Ambos eran rubios. Tenían la piel blanca y sus mejillas eran algo rechonchas. Lo único que no tenían en común eran los dientes y los ojos. La chica tenía las paletas separadas y sus ojos eran achinados y negros. El chico tenía unos colmillos más o menos normales y sus ojos eran redondos y amarillos. Supuestamente, este último había sido el primero en salir de su escondite antes de que ella tomara medidas extremas con los dos.
Cuando los hubo observado un momento, sorprendida por los rasgos que tenían, pues en los demonios ese aspecto no era muy normal, un poco insegura, les preguntó:
- ¿De dónde habéis salido?
- Del matorral... No te jode... - dijo el chico para sí. De modo que no le escucharon.
De los dos, el primero en contestar a la princesa fue la chica. Quien muy alegremente, volviendo a hacer el gesto de acercarse a ella, le dijo:
- Oh... Ha pasado ya tanto tiempo... Mírate... - la observa de cerca muy contenta - Tienes la belleza de padre y la hermosura de madre...
Pero antes de que pudiera acercarse un pelo más a ella, su acompañante la detuvo. Agarrándole de los brazos.
- Ya está bien, Miriam...
- ¡Suéltame...! -le chilló esta. Muy molesta por la interrupción - ¡Déjame...! ¡Tengo que hablar con ella!
- ¿Es que quieres que nos azoten, idiota? ¡Es la princesa...!
- ¿Pero qué dices? ¡No te escudes en esa chorrada! - se deshizo de su agarre y volvió a hacer el intento de acercarse a ella - ¡Ya es hora de que sepa la verdad, Charles!
- ¿La verdad? - murmuró Charlie. Sin comprender nada de lo que estaba pasando - ¿Pero de que hablan ustedes?
Miriam, regalándole una sonrisa simpática, le dijo de forma pausada:
- Lo siento... Sé que te resultará confuso... Pero tú... - carraspeó un momento y prosiguió - Ejem... Usted... Alteza... Es nuestra hermana y...
- ¡Miriam!
Charles se puso en medio de ella y de Charlie. Y arrodillándose ante esta última, le suplicó:
- Por favor. Perdónela... No está muy bien de la cabeza... Hoy ha tenido un día agotador y...
- ¿¡Pero serás imbécil, hermano!? - le gritó la tal Miriam. Muy furiosa - ¡Es la verdad! - quitó de en medio a este y tomó a la confusa Charlie de las manos - ¡No eres hija de ese perro malnacido y narcisista que gobierna el infierno...! ¡Eres hija de...!
Pero la princesa, tras escuchar tal insulto hacia su padre, la empujó de su lado. Tirándola al suelo. Y volviendo a su forma demoníaca, le gritó:
- ¿¡Cómo osas mencionar a mi padre con esas palabras!?
- Pe... Pero... - su cara se tornó a triste - Charlie... Yo soy... Nosotros somos tus...
- ¡Debería de matarte por esto...! - alzó nuevamente la lanza - ¡Nadie insulta a mi familia de ese modo...! ¡¡Nadie!!
Pero antes de que pudiera hacerle daño, Charles se puso en medio. Y agachándose otra vez ante ella, le dijo:
- Disculpe, alteza... Por favor... - hizo una humilde y suplicante reverencia hacia ella - No sabe lo que dice... Perdone sus malos modales... Ya nos íbamos...
Tras sus súplicas, Charlie volvió a su estado normal y retiró el arma de la chica. Añadiendo con frialdad:
- No quiero volver a verles por aquí... ¿Han entendido?
- Sí... Sí, princesa... Cla... Claro. Alteza... - le contestó este con algo de temor. Entonces ayudó a su hermana a levantarse. Y agarrándola con fuerza del brazo se la llevó lejos de ella.
Pero eso no evitó que la pobre siguiera insistiendo con valentía.
- ¡Sé quién eres realmente...!
- Miriam... Por favor...
- ¡Eres Charlotte Evans! ¡Hija de Megara Evans y del arcángel Gabriel...! ¡Nosotros somos tus hermanos...!
- ¡Miriam! - la zarandeó con violencia. Sin perder la marcha de sus pasos - ¡Cierra la maldita boca ya o...!
- ¡El día en que naciste te salvamos de las garras de las ordas de Lucifer...! ¡Te metimos en una cesta y te llevamos río abajo hacia los aposentos de la reina por una sola razón...! ¡Para que liberases a los pecadores de este antro! ¡Tal y como decía la profecía...!
Tras escucharla, Charlie, poniendo los ojos de un tono rojizo (expresando furia), le rugió:
- ¿¡Y en qué te basas para que me crea eso, condenada!?
- ¡Pregúntaselo al hombre que denominas como padre...!
Eso hizo que por poco volviera a saltar de sus casillas. Acababa de insinuarle que Lucifer no era su progenitor.
- ¿¡Cómo has dicho!?
¡A CALLAR, MIRIAM! - le gritó Charles lleno de furia y cansado. Lanzándole una mirada amenazante y zarandeándola un par de veces - ¿Es que quieres morir? - se vuelve a la furiosa princesa demonio. La cual blandía su lanza. A punto de lanzarse contra la triste plebeya - Lo siento, alteza... Yo... Ella no...
Charlie, sin comprender esas cosas que la desconocida muchacha le estaba contando, perdió la paciencia con ellos. Y señalando con el dedo a esta, le dijo en plan amenazante:
- Me da igual que seas una repugnante esclava... El quien blasfema sobre mi familia lo paga caro... - frunce el ceño y les lanza un gesto de superioridad que a ambos los dejó intimidados - Pagarás por ésto...
Charles, sin saber cómo reaccionar a aquello, se levantó del suelo con mucha prisa. Y se llevó a su apenada hermana a otro lado. Aterrado por las consecuencias que iban a sufrir por culpa de suw cabezonerías.
Al ver que se marchaban, Charlie les dio la espalda y se dirigió de nuevo a la puerta. Con la intención de llamar a su padre para que castigara a esos insensatos.
Pero entonces, Miriam, que logró deshacerse de nuevo del agarre de su hermano, a punto de echarse a llorar por lo mal que la habían tratado, calló de rodillas en el suelo. Miró a la chica con los ojos húmedos. Y con un tono triste, le cantó una estrofa de una canción que ya conocía de antes. De un pasado muy lejano muy lejano muy lejano.
MIRIAM
Calla, mi vida, no hay que llorar,
duerme y sueña feliz.
Siempre tú debes mi arruyo llevar,
así yo estaré junto a ti...
Tras aquella melodía endulzada, Charlie se volvió de golpe hacia ellos. Con los ojos muy abiertos y con cara de sorpresa.
Entonces, un recuerdo muy borroso le llegó a la mente.
El de una mujer que le cantaba esa misma canción. Mientras se iba desprendiendo poco a poco de la manita de ella. La cual, en esa imagen, era muy pequeñita. Como la de un bebé. Y acto seguido, la empujó río abajo.
La mujer no estaba sola. Dos niños que parecían ser mellizos iban a su lado. Y contemplaban cómo Charlie se alejaba de ellos con caras de tristeza.
El recuerdo se desvaneció en un haz de luz que le nubló el cerebro.
Cuando volvió a la realidad, miró de nuevo a los dos hermanos. Y a los pocos segundos, comenzó a darse cuenta de muchas cosas. De que a lo mejor esa niñata que no conocía de nada tenía toda la razón. Pero... ¿Cómo era posible? ¿De dónde provenía ese recuerdo que jamás recordó en su larga vida hasta ese momento?
Muy confusa, corrió hacia la puerta y la cerró tras de si de un fuerte portazo. Ante las miradas incrédulas de Miriam y Charles. Los cuales, mirándose con preocupación, esperaban que esa reacción que había tenido la chica era porque se había acordado de ese día y no que estaba asustada e iba a llamar a su padre para que fuera a ejecutarlos.
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