Capitulo 29 - El trato
Alastor presenció los acontecimientos de la ascensión desde lejos. Mirando en lo alto de una torre de comunicación las nubes que cubrieron el terrado del hotel Hazbin. Llevándose el alma de la joven Vagatha para siempre.
En un principio sintió una satisfacción tremenda. La odiosa niñata que tanto detestaba había desaparecido. Era un estorbo para sus planes. Cada vez que trataba de convencer a Charlie de algo ella siempre se ponía delante para impedírselo.
Pues ahora que los ángeles la habían acogido en el paraíso, entonces ya nada lo parará a la hora de querer manipular a la hija de Lucifer.
Y hablando de la princesa... Estaba deseando disfrutar el sufrimiento que ahora estaría pasando. Después de que viera cómo se llevaban a su querida parejita.
Estaba ansioso por contemplar cómo lloraba. Así que, tomando su cetro, le ordenó con una voz suave:
- Quiero verla...
Y en un pis pas, el báculo le enseñó imágenes de ella. Para saber lo que estaría haciendo en esos momentos.
Como era de esperar, Charlie se encontraba en la azotea del hotel. Arrodillada en el suelo. Mirando el cielo con los ojos llorosos y la cara triste y húmeda por las gotas de lluvia.
El demonio radio esperaba sentir en su interior una tremenda alegría por lo mal que lo estaba pasando la chica. Como muchas otras veces le pasó con varias personas que les sucedieron cosas malas. A las que contempló satisfecho por sus malas suertes.
Sin embargo, y no supo el por qué, su corazón no sintió entusiasmo. Ni felicidad. Ni tampoco éxtasis, como otras veces. Sino una amarga punzada. Como si le hundieran un alfiler en su pecho. Una sensación que jamás experimentó. La cual fue provocada tras mirar la triste carita de ángel de la linda princesa.
No podía ser. Tenía que tratarse de alguna bajada de tensión u otra cosa. Pero no. No lo era. E incluso él mismo lo reconocía.
Estaba comenzando a sentir lastima por primera vez en su vida.
Se quedó mirando unos minutos las imágenes de Charlie llorando. Y tuvo la sensación de que la permanente sonrisa de su cara se le estaba achicando. Hasta tal punto de que se convirtiera en una mueca triste. Además de que sus ojos los estaba comenzando a notar húmedos.
Pero apenas acababa de tener en el cuerpo tal sensación extraña, cuando una voz femenina lo llamó desde abajo.
- ¡Señor Al...! - le gritaba - ¡Señor Alastor!
Éste, sacudiendo la cabeza para tratar de retirar esas raras emociones que le estaban nublando el seso, se giró hacia aquella llamada.
Desde los pies de la torre de control, una joven de piel gris y cabellos blancos pedía urgentemente su presencia.
Al instante, el demonio radio reconoció a aquella mujer.
Era la madre del exnovio de la princesa. La señora Bethesa.
- ¿Qué sucede, mi querida señora? - le preguntó. Intentando volver a su estado de caballero educado. Regalándole una sonrisa simpática.
La dama, mostrándose hacia él muy seria, como de costumbre, le contestó en voz alta para que la oyera alto y claro:
- Mi marido desea verle...
*
La casa del overlord Frederick era de las más inmensas y lujosas que cualquier demonio pudiera encontrarse en Hell City. Ganaba en dimensiones hasta al castillo en donde vivía el príncipe Stolas con su familia. Sólo que no tenía el aspecto vintage de otros muchos. Era más de aspecto futurista. De color negro, de forma rectangular y con todas y cada una de las ventanas de color rojo oscuro.
Nada más llegar, la esposa de dicho overlord guío a Alastor hacia el salón del hogar. Sin volver la vista atrás para mirarle y cruzándose de hombros. Manteniéndose en silencio durante todo el trayecto.
Cruzaron un largo pasillo, en cuyas paredes había colgados una serie de retratos familiares bastante tétricos, hasta que finalmente llegaron a una puerta de color carmesí en la que la dama frenó el paso.
Acto seguido, sin decir palabra, giró el pomo de la puerta y la abrió lentamente. Dándole paso al confuso demonio radio para que entrara.
Este, observando a la señora con gesto de sospecha, pues tampoco era que se llevara demasiado bien con la familia de Seviathan, apartó la mirada y entró a la habitación.
Nada más hacerlo, la puerta se cerró tras de sí con un chirrido. Dejándolo sólo. Casi a oscuras.
Al fondo vio al escalofriante señor Frederick, recostado en un sillón de terciopelo verde, frente a la chimenea, la cual estaba encendida, tomando una taza de té tranquilamente.
Alastor iba a abrir la boca para comentarle por qué quería su presencia aquel día. Pero el noble demonio lo acalló con la respuesta que buscaba.
- Si le he ordenado a mi mujer que le llevara a usted ante mí es por una buena razón...
La sombra del demonio radio apareció detrás de su espalda. Y mostró una mueca de rabia hacia el siniestro personaje. Lo mismo hizo la sombra de Frederick. La cual le puso la peineta en señal de superioridad. Pero a pesar del conflicto entre sus sombras, los dos tipos no mostraron rencor alguno el uno con el otro. De momento.
- ¿Y para qué quería verme, mi buen amigo? - le preguntó Alastor. Inclinando la cabeza en señal de respeto.
Frederic, dejando su taza delicadamente sobre la mesita que estaba a su lado, giró su asiento hacia él. Y mirándole fríamente con sus numerosos ojos verdes, le contestó:
- ¿Cree usted en las leyendas, demonio radio?
Este, poniendo cara de falsa duda, le dijo:
- No me dejo llevar por ellas... ¿Por qué?
El noble señor se incorporó de su trona y le continuó interrogando.
- ¿Ha oído usted hablar sobre el mito de la profecía?
- Mmmm... - en ese momento, le llegó la imagen de Charlie desesperada saliendo del templo del rey - No demasiado... Ha sido un tema poco interesante para mí...
- Pues verá... - se va paseando por la sala en plan creído - Ésta mañana mi hijo ha presenciado una escena sospechosa pero increíble en las obras de su nueva casa... - fulmina a éste con la mirada. Sin ser capaz de intimidarlo - Se trata de la hija de Lucifer...
Eso último hizo que Alastor bajara de sus pensamientos y prestara atención a lo que le estaba explicando.
- ¿Qué pasa con ella?
Frederick, satisfecho por que le estuviera tirando de la lengua para saber más sobre lo que había dicho, prosiguió.
- Se rumorea desde hace semanas que esa chica probablemente sea la elegida de dicha profecía... - puso cara de preocupación - La noche en la que dicho acontecimiento fue anunciado... El rey mandó ejecutar a todos los recién nacidos para evitar que se cumpliera... Y así mantenerse en el poder... - entrelazó sus manos - Pero... Cabe la posibilidad de que Charlotte fuera uno de esos bebés... Al cual probablemente salvaron sus padres y la llevaron a los aposentos de la reina para que la adoptara y de ese modo que nadie sospechara de que se trataba de la hija de unos simples esclavos...
Las palabras del orgulloso overlord dejaron a Alastor muy atento. Él ya sabía lo que ocurrió ese día. Y los problemas que conllevaría si no la paraban. De hecho, la ocasión en la que escuchó el discurso de la princesa en la tele, tuvo la corazonada de que a lo mejor el elegido de la profecía sobrevivió. Que era ella. Por eso ese deseo de ayudar a los demás. Cabía la posibilidad de que lo fuera. Pero tampoco lo podían deducir a ciencia cierta.
- Lo que quiero decir con ésto... - prosiguió. Girando su vista hacia la ventana - Es que me gustaría que, de algún modo... - sonríe con malicia - Me ayudes a organizar un boicot contra ella...
- ¿A qué se refiere? - le preguntó este. Poniendo sus brazos entrelazados detrás de su espalda.
- Me refiero a que... Ya que eres una persona muy cercana a Charlotte... - se vuelve hacia él - Que organicemos, tú, yo y los overlords, un acto de asesinato... - la sombra de Frederick, la cual se encontraba al lado de su dueño, pareció reírse - Matándola a ella y a sus huéspedes...
Si a Alastor le hubieran dicho eso antes de que conociera a Charlie con más detenimiento, hubiera aceptado seguro la petición. Pues no había otra cosa que soportara que no fueran los bonachones que se las dan de listos. Pero como no hacía más que pasársele por la cabeza, cada vez que la maldecían los demás, el recuerdo en el que ella lo curó aquella noche de lluvia, pues no era capaz de mostrar su opinión sobre la petición de Frederick en esos momentos.
¿Qué podía decirle?
- Si no estás a mi favor... - vuelve su vista a la ventana. Al ver que no le contestaba ni decía nada - Lo comprendo... Porque tú a veces eres así de mamón con los idiotas que te complacen... - entrecierra los ojos decidido - Pero si cambias de idea y aceptas ayudarme en mi plan... - se gira de nuevo para verle - Entonces el trato estará echa...
Sin embargo, para su sorpresa, no se encontró a nadie en la sala. Alastor había desaparecido de su presencia. Se encontraba hablando sólo. Y eso le dio mucho que pensar.
- Vaya... - murmuró. Y miró a su pícara sombra - Está claro que a nuestro querido alce lo está ablandando esa zorra de mierda... - pone una mueca de asco - Puaj... Mujeres... Todas son como el veneno...
Y se echan a reír a carcajadas.
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