Capitulo 17 - Lo que esconden las paredes
En el interior del templo no había ni una sola luz encendida. Emanaba en su interior una corriente de aire gélido y olía mucho a humedad. Aunque eso seguro que era porque ya hace tiempo que nadie pisaba ese lugar.
Charlie se las supo ingeniar para poder guiarse a través de los pasillos oscuros de la pirámide. Gracias a la llama color esmeralda que le ofreció el misterioso Wally Wackford antes pudo evitar perderse. Era bastante útil. Sólo esperaba que no se le apagara.
Muy atentamente, estuvo contemplando curiosa las pinturas (ya descoloridas por el paso de los años), de las paredes. Eran bonitas. Cada una de ellas representaba un episodio de la historia del infierno.
Comenzaba por la guerra entre ángeles y demonios, la ira de Dios, la creación del infierno, el destierro de Lucifer, los primeros pecadores, las feroces purgas, el nacimiento de los ángeles exterminadores...
Pero en ninguna estaba representada el día de su nacimiento.
Conforme avanzaba más por el largo y siniestro pasillo, el cual parecía como si no tuviera fin, más nerviosa se ponía. No había nada en relación a su existencia.
Eso no podía ser posible. Según le decía su madre, cada vez que sucedía algún acontecimiento importante en la vida de los Magne, no dudaban en pintarlo en el templo para recordarlo.
Ella era la hija del rey de los demonios. ¿Por qué no sería especial el día en el que llegó al mundo? ¿Es que acaso para su padre no fue valioso ese momento?
- Vamos... - murmuró esta. Sin dejar de alumbrar las paredes. Explorandolas con gran atención - Tiene que haber algo por aquí... - se puso a pasar la mano por la pared. En busca de alguna imagen familiar - Algo...
Pero su búsqueda cesó de golpe. Porque el siguiente dibujo que se encontró la hizo pararse en seco.
En él podían verse, caminando por una zona humilde de la ciudad infernal, a los ángeles exterminadores y a unas figuras demoníacas aterradoras arrebatando a una serie de mujeres a sus hijos recién nacidos. Pero eso no acababa ahí.
Avanzando por el dibujo, pintados con vivos colores aún sin deteriorarse, se mostraba el abismo de un río en el que cientos de recién nacidos eran arrojados a las fieras marinas hambrientas. Mientras unos personajes oscuros de ojos rojos sonreían complacidos por lo que veían.
Justo al lado del río, representado de una forma bastante resaltante, estaba dibujado Lucifer. Sentado sobre un trono de oro. Indicando con el dedo índice hacia donde sus vasallos estaban masacrando a familias enteras.
Tras ver eso, Charlie se quedó petrificada. Muy quieta. Sin ser capaz de perder la vista de la pintura.
No podía ser. Tenía que estar soñando. Resulta que su padre, en el pasado, mandó ejecutar a miles de niños que nacieron ese día... ¿Pero por qué razón? ¿Qué lo empujaría a cometer tal acto miserable?
- "¡El día en que naciste te salvamos de las garras de las ordas de Lucifer por una sola razón...!" - la voz de aquella plebeya del otro día volvió a hablarle en el interior de su cabeza - "¡Para que liberases a los pecadores de este antro! ¡Tal y como decía la profecía...!"
- ¿Profecía? - murmuró. Como si estuviera hablando con esa persona que decía ser su hermana - ¿Qué profecía?
Pero entonces, tras alumbrar un poco más con su antorcha para ver mejor, en lo alto del dibujo, pintado en lo que supuestamente era el cielo, había tres puntos dorados, en forma de estrellas, alineados. Y al lado de este, ponía en letras de la jerga satánica:
- "El fin de la profecía..." - lo leyó en voz alta. Con un tono de tensión.
Tenía un nudo en la garganta. La mano con la que sostenía la antorcha le temblaba.
Así que era cierto. Lo que le soltó la dichosa niñata tenía razón. Ella no formaba parte de la descendencia de los Magne. De haberlo sido, su nacimiento estaría representado en alguna parte del templo. En algún rincón aunque fuera. Pero no era así.
En resumidas cuentas...
No era la verdadera hija de Lucifer y Lilith.
Al instante, un miedo profundo le nubló el corazón. Un sudor frío le recorrió la espalda. Y las extremidades le comenzaron a temblar.
Entonces, negando con la cabeza varias veces y con lágrimas en los ojos, soltó su antorcha y salió corriendo de allí. Huyendo de aquellos recuerdos que la perseguían.
- No no no no no... - iba diciendo. Sin dejar de correr. Sintiendo cómo las lágrimas le descendían por sus rosadas mejillas - ¡No es real! ¡No es real...! ¡No es real!
Apenas podía ver nada debido a la oscuridad del pasillo. Pero le dio igual. Recordaba por dónde había entrado. Aparte de que tenía muchas ganas de salir de ese nefasto templo lleno de dibujos macabros.
Apenas pasaron treinta segundos durante su recorrido casi a ciegas por las cámaras del templo, cuando por fin dio con la salida. Por la que entraba la luz lunar.
Salió disparada de allí. Sin todavía dejar de correr. Sudando y llorando.
Hubo un momento en el que dejó de ser consciente de ver adónde iba. Tenía mucho miedo. Y las palabras de la plebeya que probablemente era su hermana le martilleaban el cerebro con fuerza.
- ¡Madre...! ¡Madre! - gritó desesperadamente. Buscando alguna respuesta en cuanto a lo que acababa de ver ahí dentro - ¡Dónde estás! ¡Ma...!
Sin embargo, la pobre se terminó chocando con alguien que parecía ser que estaba paseándose por allí cerca.
Ella estuvo a punto de caerse de espaldas al suelo tras el doloroso choque. Pero ese alguien la pudo atrapar a tiempo del brazo para evitar su caída.
Ella miró al sujeto con el que acababa de tropezar. Pensando que sería la anciana encorvada o alguno de los esclavos de su padre. Pero no se trataban de ninguno de los que se imaginaba.
Sus ojos rojos brillaban en medio de la noche como dos luces de neón. Y su figura alta y delgada era inconfundible.
Era Alastor.
- Charlie... - dijo este. Todavía sin soltarle del brazo - ¿A qué estabas jugando aquí fuera? - miró a su alrededor con los ojos muy abiertos - ¿Te persigue alguien o es que...? - escuchó entonces los tristes gemidos de esta. No le fue necesario más luz para darse cuenta de que estaba llorando - Eh... ¿Sucede algo, cariño?
Charlie no lo pudo aguantar más. Necesitaba consuelo en esos momentos. Y terminó abrazando al confuso Al. Quien por poco estuvo de asestarle un empujón por tan inesperada reacción por parte de ella.
- ¿¡Charlie!? - exclamó. Vacilando un poco - ¿Qué...?
- Snif... Ay... Al... - se abrazó a él con fuerza - Estoy tan asustada... Si tú supieras lo que acabo de ver ahí dentro...
- Do... ¿Dónde?
Esta, sin despegarse de él, le señaló con el brazo el oscuro templo sagrado que se alzaba al otro lado del jardín. Cruzando el frondoso laberinto.
- Has... - la retiró poco a poco de su lado. Intentando no perder la paciencia con ella - ¿Has entrado allí?
Ella le asintió con la cabeza. Todavía sin dejar de llorar. Y le dijo con voz temblorosa:
- Un... Un tipo me esperaba allí... Me... Me dijo que ahí dentro descubriría la verdad... Las... Las respuestas sobre mi pasado y que...
- ¿Tu pasado? - le preguntó con cara de duda - ¿De qué pasado tuyo hablas?
Esta, enjugandose las lágrimas con la manga de su traje, tomó aire y le respondió:
- Alastor... ¿Sabes tú algo acerca de una profecía que mi padre trató de detener para que no se cumpliera?
La sonrisa del demonio radio se encogió en una mueca de repugnancia. Al mismo tiempo que sus párpados se entrecerraron. Como si estuviera pensando en la respuesta que le acababa de preguntar. Hasta que, tras un largo silencio, le contestó en un tono siniestro que a ella no le gustó:
- Pues ahora que lo dices...
Pero su boca fue enmudecida por una repentina música que sonó de repente por todos lados.
Los dos, sobresaltados, se giraron hacia donde provenía aquel sonido. En posición de alerta por si acaso.
Entonces, de entre los matorrales de alrededor, comenzaron a salir una serie de demonios vestidos de gala y con caras sonrientes. Los cuales llevaban una especie de linternas de colores en forma de palos. Iluminando el lugar. Y se pusieron a rodear el castillo.
Entre los extraños que acababan de aparecer, Charlie, para su sorpresa, pudo localizar a Seviathan (su ex novio), a la hermana de este, Helsa, y a sus padres. Aparte de a otras personas que se encontraban por ahí esparcidas.
Entonces se dio cuenta de quienes se trataban.
Eran los overlords.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro