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Capitulo 13 - El traje rojo

Lilith recibió a su querida hija y a sus amigos con mucha hospitalidad. Fue muy amable con ellos y los invitó a entrar sin perder su sonrisa agradable. Pero Lucifer no se presentó en ningún momento a saludar.

Se había marchado a sus aposentos con la "escusa" de que tenía que ensayar su discurso para aquella noche. Y que necesitaba concentración. Pero en realidad era porque se avergonzaba de Charlie. No soportaba su comportamiento infantil. Y no comprendía por qué, a pesar de la estricta educación a la que le sometió desde niña, no cambiaba como persona y como princesa. Seguía mostrando esa actitud aniñada de siempre.

Aunque eso no era culpa suya. Total... No era su verdadera primogénita. Sino una niña adoptada por el consentimiento de su mujer... ¿Sería esa la causa por la cual, cada vez que la veía, le repugnaba su comportamiento muy diferente al suyo? ¿Porque su descendencia provenía de esclavos?

*
Al caer la noche, Charlie y Vaggie se fueron al piso de arriba del palacio para arreglarse un poco mientras los criados colocaban la mesa para la gran cena de aquella importante velada.

En lo que quedó de tarde, la reina estuvo con ellos pasando el rato. No fue nada del otro mundo. Sólo mataron el tiempo jugando a las damas y poco más. Pero fue una espera bastante agradable. Incluso Angel Dust admitió que se llevó bien con ella. Algo muy poco normal en su persona.

El rey se había marchado unos minutos después de que las dos chicas subieran a ponerse decentes para la ocasión porque iba a dar su conferencia en otro de sus castillos que tenía. El que tenía encarcelados a los pecadores más rebeldes y anti monárquicos que osaron contradecirle. Los cuales, al día siguiente (pero ésto sólo lo sabían Lucifer y su esposa), serían todos crucificados como castigo.

Normalmente sus mítines los hacia allí para transmitir terror a sus ciudadanos y que supieran las consecuencias de sus actos si intentaban alguna vez faltarle el respeto. Aparte de que le daría vergüenza si su familia (especialmente Charlie), saliera delante de las cámaras. Dejándolo en ridículo.

Apenas la joven pareja se había ido al dormitorio de la princesa para cambiarse, cuando dos invitados llegaron a la morada.

Se trataban de Alastor y Rosie. Quienes misteriosamente habían ido a la ceremonia real. Justo después de que se largara el rey.

Por supuesto, Lilith los recibió con muy buena educación. Ya que al ser overlords los consideraba de su clase social. Pero no por eso mejores.

Ambos se sentaron en la alargada mesa de la sala comedor. Junto con Angel Dust y Nifty. Esperando a que todo estuviera listo y que pudieran degustar el banquete.

El resto de invitados, según la reina, se presentarían al festejo después del discurso de su marido.

Mientras esperaban el momento de llevarse la comida a la boca, los dos demonios sonrientes no hicieron más que hablar por los codos el uno con el otro. Más o menos, de lo que dijeron, podríamos resumirlo de la siguiente manera:

Alastor: todos nacemos con una sonrisa, Rosie... Sólo es cuestión de ponerla en práctica... Tal y como estuve haciendo yo en mis viejos tiempos...

Rosie: no, no... Yo creo que la sonrisa la tenemos presente desde que nacemos...

Alastor: ¿¡Desde que nacemos dices!? ¡JA...! ¡Como si la gente de hoy en día tuviera innato el buen humor en sus vidas! ¡No te hagas la orgullosa, cariño...!

Angel Dust, que le estaba haciendo gracia las estupideces que estaban hablando los dos, para pincharles un poco, puso una mueca sonriente y exagerada (imitandolos), y poniendo una pose caballerosa estúpida, dijo:

- Pues yo creo que mi carisma mola más. Queridos...

Y éstos, molestos, le contestaron a la vez:

- ¡NO NOS HAGAS BURLA!

Entre tanto, arriba, en los aposentos de la princesa, Vaggie fue un momento a ducharse mientras Charlie buscaba en su armario algo que pudiera ponerse para la cena.

Buscaba dar una buena imagen. Pero no encontraba nada de su agrado en ese montón de ropa glamurosa que hace tiempo que no tocaba. Hasta que, rebuscado y rebuscando, dio con una prenda un tanto particular que le llamó la atención.

Un traje rojo. Con sus pantalones y su blusa a juego.

Tras verlo, alargó el brazo y lo agarró por la percha. Sacándolo al exterior.

Lo miró de reojo curiosa. No recordaba que tuviera esa prenda tan rara de antes. Parecía la primera vez que la veía. A lo mejor se la habría comprado su madre.

Pero entonces, a los pocos segundos, le vino a la cabeza un recuerdo en donde iba vestida con ese traje.

Fue la noche en la que tuvo su primera cita con Vaggie. Hace ya un par de años. Tras conocer a una persona en una red social para buscar pareja, ella y ese sujeto misterioso quedaron en verse las caras en un café de la ciudad. Y como no sabía lo que ponerse para cuando ese alguien la viera, pues decidió ponerse algo a última hora. Pero no se puso a la primera ese conjunto en cuestión. Primero optó por un viejo vestido rosa que tenía por ahí tirado (el que supuestamente le regaló su ex novio...). Era lo único que tenía decente en su por aquel entonces desolado apartamento. Así que no tuvo más remedio. Tenía prisa. Y se lo puso.

Tras salir a la calle para dirigirse a su cita, comenzó a llover. Por lo que tuvo que andarse con cuidado de que no se mojara.

Estaba a punto de llegar. No le quedaba nada para dar con el punto de quedada con su cita. Sin embargo, por caprichos del destino, una inesperada situación hizo que llegara muy tarde a tal ocasión...

-------------------Voz de Charlie---------------------

Estaba lloviendo a cántaros. Me era imposible refugiarme por cualquier rincón con tal de evitar que el maldito chaparrón me dejara empapada. Ya casi eran las ocho y media. No quería retrasarme para llegar a mi cita. Esa linda mujer... Vanesa... La llevaba siguiendo desde hace ya meses. Me molaba mucho. Por lo que intenté por todos los medios darme prisa fuera como fuese.

En medio del camino, cerca de un callejón oscuro, vi a dos tipos salir corriendo despavoridos de allí. Los cuales se subieron a un coche mal aparcado en la acera y pisaron a fondo. Alejándose de la calle a toda velocidad.

Yo me extrañé al ver a ese par huyendo del callejón con tanta prisa. Parecían asustados.

Mis ojos se clavaron en el lugar de donde habían salido huyendo. Sintiendo algo de temor. Entonces una parte de mí me ordenó que fuera a asomarme allí. Que a lo mejor podría descubrir la causa de lo que acababa de ocurrirles a esos raritos. Pero otra parte más sensata de mí me chilló que no me distrajera por semejante estupidez. Que mi cita me estaba esperando a la vuelta de la esquina.

En un primer momento quise continuar con mi camino. Ignorando mis instinto curiosos y pensar en mi cita.

Pero al final, a ese susconsciente razonable que me decía de no olvidarme de mi compromiso lo terminé decepcionando. Y decidí tomar la decisión contraria.

Me dirigí al callejón de puntillas y dando pequeños saltos. Olvidándome de la lluvia. Que ya me estaba empapando casi todo el vestido.

Adentrándome en su interior, lo cruzé mirando de un lado a otro. Esperando encontrarme a alguien en algún rincón. Hasta que de repente, al fondo de aquel lugar en donde la luz de la luna infernal no alumbraba nada, vi una figura alargada arrastrándose hacia mí.

Tras verla, yo por poco sufrí un infarto. "¿Qué era esa cosa?" Me pregunté.

En ese momento, me arrepentí de haberme dejado llevar por mi curiosidad. Si no hubiera sido por eso, a lo mejor habría conseguido llegar esa noche a mí cita... Qué tonto fue de mi parte.

La cosa se estaba acercando hacia donde yo estaba. Traté de correr. Pero mi cuerpo no me respondía. Estaba completamente petrificada por el miedo. No sabía qué hacer.

Conforme venía, mis ojos poco a poco se fueron acostumbrando a la oscuridad. Y pude ver con mejor claridad a aquél ser siniestro.

Ese ser, cuando estuvo casi a punto de tocarme, alzó los brazos. Como si buscara atraparme. Y fue ahí cuando yo, presa del pánico, pegué un grito con todas mis fuerzas. Llevándome las manos a la cara.

Sin embargo, apenas acababa de chillar, cuando ese alguien me dijo con una voz tranquilizadora:

- ¡No...! ¡Espera...! ¡No te asustes...!

Dejé de pedir ayuda.

Su tono sonaba muy raro. Era aterciopelado y muy suave. Pero parecía como si me estuviera hablando a través de un micrófono antiguo de esos que utilizaban en los años veinte los presentadores de radio. Y eso le daba un toque siniestro que daba escalofríos.

El extraño tipo, quien por su voz parecía ser un chico, se dejó ver en el reflejo de una pequeña farola cuya bombilla semi apagada iluminaba una pequeña parte del callejón. Y tras verle la cara, sentí cómo la sangre se me congelaba.

Ese rostro yo ya lo había visto antes. En los libros de historia de la biblioteca de palacio que solía hojear mi padre a menudo.

Ojos grandes y rojizos... Una sonrisa de oreja a oreja congelada que nunca mostraba seriedad... Esas orejas alargadas y puntiagudas...

Era él. El demonio radio.

Pero me era imposible reconocerlo por cómo estaba. Parecía como si le acabaran de dar una buena paliza... "¿Sería por eso la causa por la que esos chavales de antes salieron corriendo?" "¿Le habrían acorralado allí para luego hacerle daño?" Esas eran las preguntas que me hice conforme lo observaba detenidamente.

Le sangraba la frente. Tenía un moratón en la mejilla izquierda. Su pelo estaba alborotado y lleno de tierra. Y un hilo de sangre le descendía por la nariz y por el labio inferior de la boca. Manchandole su sucia ropa.

No sabía qué decir al respecto. Estaba muy asustada. Pero él tuvo la cortesía de responderme:

- ¡Fue un golpe demasiado fuerte para mí...! ¡Sólo se ha tratado de un malentendido...! ¡Estaba caminando tan tranquilo y...!

El pobre se terminó desplomando en el suelo agotado y herido. Desmayandose en el acto. Sobre un charco de agua que dejó la lluvia.

Yo, debido a que soy de esas personas que se ponen en el lugar de los demás, en vez de salir corriendo y abandonarlo a su suerte, fui a socorrerle a pesar de todo.

Lo ayudé a incorporarse y lo fui llevando a pequeños pasos hacia mi apartamento. El cual todavía estaba bastante cerca de donde me encontraba. No había llegado muy lejos en mi salida.

Allí tenía un botiquín. Podía ayudarle a curarle las heridas. Y fue a partir de ese punto cuando me olvidé por completo de mi maldita cita  a la que tanto deseaba ir.

Ya en mi piso, protegidos de la lluvia, lo ayudé a sentarse sobre mi cama. Evitando que no manchara mis sábanas de barro y de sangre. Y fui corriendo a por el botiquín.

Le puse varios vendajes alrededor del cráneo e intenté detenerle la hemorragia y limpiarle las heridas con un trapo empapado en desinfectante. Pero él se resistió a mis servicios de sanadora. Renegando:

- ¡No me toques...! ¡Puedo hacerlo yo sólo...!

- ¡Estate quieto! - le chillé molesta. No hacía más que intentar alejarse de mi lado sin dejar de moverse - ¡Sólo intento ayudarte! ¡Dejame curarte!

En plena discusión él me agarró de ambos brazos. Como si tratara de detenerme. Pero justo acababa de sujetarme cuando su mirada hacia mí cambió por completo.

Ya no me miraba con las pupilas dilatadas. Ni con el rostro tenso. Ni con la desconfianza con la que me había estado tratando después de que lo llevara a mi casa. Ahora sus pupilas brillaban más que antes. Y su sonrisa congelada pareció decrecer.

Yo en ese momento pensé nerviosa: "¿Qué le estaba pasando? ¿A qué venía de repente ese cambio de actitud tan raro conmigo?"

Y entonces, como si acabara de ver a un ángel o algo así, se fue acercando a mi cara lentamente. Entrecerrando los ojos con curiosidad. Haciendo sonidos metálicos extraños en su interior. Hipnotizandome con su fría mirada.

Hasta que, apenas se tocaron mi nariz con la de él, cuando este, poniendose un poco nervioso, se alejó de mí rápidamente. Arrodillándose en mi cama. Y mirando hacia otro lado, rascándose la nuca, murmuró:

- ¡Oh...! ¡Lo siento...! - se vuelve a mí con gesto de culpa - Perdóname...

Yo lo observé con algo de lastima. Era cierto que mi padre me hablaba muy mal sobre los overlords. Especialmente del demonio radio. Pero esa noche en la que lo ayudé... Parecía un perrillo abandonado y destrozado. No una amenaza.

Al final, él dejó de resistirse y me permitió curarle. No me dijo nada más en lo que quedó de noche.

Tras haberle sanado las heridas, recordé al momento mi cita. Llegaba diez minutos tarde. Y mi vestido estaba embarrado y manchado de la sangre de ese tipo al que había ayudado.

Él pareció escuchar atentamente mis problemas.

Así que, sin decir palabra alguna, se acercó a mí. Puso su dedo índice sobre mi cabeza. Lo movió en círculos un par de veces y...

¡CHAS!

Mis vestimentas cambiaron por completo.

Ahora llevaba un traje rojo conjuntado muy bonito. Y mis cabellos estaban bien peinados. Con bonitas extensiones.

Acto seguido, él me tomó de la mano. Chasqueó los dedos y...

¡ZAS!

Ya no estábamos en mi apartamento. Sino en el café donde supuestamente había quedado con mi cita.

Yo, muy sorprendida por lo que acababa de ocurrir y a la vez super agradecida, quise darle las gracias por sus servicios tan espléndidos hacia mí y por haberme ayudado a llegar arreglada y a tiempo a mi cita.

Pero tras darme la vuelta para verle... Ya no estaba.

Se había marchado.

Entré corriendo al café en busca de Vanesa. Parándome frente a la mesa que había reservado. Pero no me la encontré. Ni ahí ni en ningún lado.

En vez de eso, di con otra persona que se convirtió en lo más importante de mi vida... O eso creo...

Estaba a punto de salir del local. Angustiada porque mi cita se hubiera echado a perder. Pero justo acababa de girar en redondo, cuando me choqué de golpe con alguien que se giró al igual que yo.

Miré a esa persona para disculparme por mi torpeza.

Y allí estaba ella.

Vaggie...

----------------Voz del narrador---------------------

Sus recuerdos pasaron por su cabeza como una flecha de rápido.

Era cierto. Ese traje de color rojo fue el que le hizo Alastor la noche en la que se lo encontró tirado en la calle y malherido. La noche en la que se vieron las caras por primera vez...*

*PD: ese traje es el que supuestamente lleva Charlie en la portada

A nadie le contó (ni siquiera a su pareja), el encontronazo que tuvieron. De haberlo dicho seguramente hubieran pensado que tuvo un intento de ligar con él o algo así. Pero... El caso era que, el día en el que se presentó a su hotel para ayudar, Charlie intentó hacer ver a los demás que no lo conocía de antes. Que nunca había tratado con ese. Sin embargo, todos los presentes pudieron notar que entre ellos había una especie de familiaridad. Una confianza muy extraña que hacía mucho que pensar.

Por eso lo dejó pasar sin preocuparse ni tener miedo. Porque en el momento en el que lo vio ahí plantado en la entrada, pudo ver al chaval herido y magullado al que le ofreció su ayuda aquella noche... ¿Sería por ese gesto el motivo de querer ayudarla en sus proyectos? ¿Estaría haciéndole un favor por su buena acción o algo así?

Miró por última vez el traje. Pensando en si ponérselo o no. Hasta que finalmente, negando con la cabeza, decidió buscar otra cosa que ponerse. Le daba vergüenza que Alastor la viera después con eso puesto. No haría más que mirarla con atención durante la fiesta.

Pero justo estaba haciendo el gesto de volver a dejar la prenda en el armario cuando de repente...

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