Capítulo XXXIX
Aaaaaaah, esto es malo :v...
.
Se removió frustrado, pero ese sueño... No, esa pesadilla era mas constante y realista, dolía como estar en el mismo infierno.
La destrucción, el caos, las ruinas de Liones... no había rastros de vida aparente en ese lugar íngrimo y funesto, el panorama teñidos de rojo y cielos grises; él solo se mantenía ahí, existiendo en la soledad dejando que el aire lo golpeara.
Algo pico su nariz, algo tan suave como el roce de una plumas, miles de ellas resplandeciendo en color blanco y algunas teñidas en sangre de alguien desconocido. Haba un rastro de ellas tiradas y otras perdiéndose en los cielo, una extraña familiaridad lo llevo a seguir aquel camino.
Su corazón estaba acelerándose, un cuerpo en el suelo cubierto de las mismas fueron sopladas juntos cabellos plateados que cubrían su rostro con una expresión de dolor. Cayo de rodillas con lagrimas resbalando por sus mejillas, la enorme herida en su pecho demostraban que había sido atravesada con algo... su propio demonio. Él había fallado a su palabra.
—¿Señor Meliodas?, ¿usted me protegerá siempre?—
—Claro, no dejaría que nada malo te pasara. Lo prometo...—
—Elizabeth...perdóname— musito tembloroso tensando la mandíbula —¡¡Elizabeth!!— tomó su cuerpo sin vida, presionándola contra su pecho destrozado mientras soltaba un grito gutural y desgarrado. Ráfagas de materia negra con polvos rojos cual rayo salieron disparados de su cuerpo mientras se envolvía en una fría oscuridad llena de dolor, llevando todo a su completa destrucción.
—¡Agh!— exaltado se levantó de la cama con sudor en la frente, su respiración estaba agitada, el pecho ardía y la desesperación comenzaba a agobiar, esa paroniria lo estaba volviendo loco. ¡Maldición!. Su puño chocó contra el mullido colchón luchando con su desesperación interna.
Juntó sus piernas a su pecho buscando un consuelo que lo calmara, escondiéndose de la oscuridad que a diferencia de su sueño, esta era mas cálida y segura. Carajo, no aguantaba mas esto, algo le decía que esto no era un simple sueño, era peor que una pesadilla, quizás era un futuro cercano.
Observo sus manos, comenzaba a darse asco, ¿él era un monstruo?, ¿Qué tanto le habían ocultado?, ¿Qué pasó realmente ese día?. Un suspiro salió de sus labios titubeantes. Ahora se preocupaba cada vez mas por su adorada princesa, temía a que el destino se la arrebatara, le daba repulsión ser el posible causante de ese delicado cuerpo yaciera roto sobre el suelo por su culpa. No, él no lo haría jamás, se lo imponía por mas demente que esté, lucharía contra todo para que nada ni nadie la tocara.
El amanecer no estaba ni cerca, como cada vez que no podía dormir, se dispuso a iniciar su trabajo sin importarle el pesar por debajo de sus ojos somnolientos, solo debía ignorarlo.
[...]
El sol se alzaba en la mañana y el albino silbaba caminando de un pasillo a otro con el libro de la maga azabache por debajo de su brazo, protegiéndolo de cualquier otro curioso y codicioso.
—¡Ban!— saludo la rubia de ojos miel que iba de paso —¿A donde tan impaciente?— el oji rojo oculto el libro de su curiosa mirada para tomarla entre sus brazos despreocupadamente.
—Vengo a verte mi pequeña hadita, ¿un problema?— besó su frente —Aunque no esperaba verte tan temprano— Elaine soltó una risilla arqueando la ceja notando como escondía algo detrás de su espalda.
—Ah ya, mejor dime que ocultas— trató en vano ver aquel libro de portada negra que solo el trataba de desviarlo de su mirada revoltosa.
—Es confidencial, es de Merlín— la mujer se tranquilizo al escuchar esto, bien no conocía del todo a la mujer mencionada, pero sabia lo discreta que era. Suspiro en derrota —Hablando de ella, ¿sabes en donde esta?— la rubia hizo un puchero pensativo.
—Creo que con el rey, ¿Por qué?—
—Nada— negó con despreocupación —Te veo al rato, el capitán no está de buen humor hoy y no quiero que desquite ese enojo conmigo— en parte no mentía, había visto al rubio, desde su bajo desempeño en protegerse de los golpes durante el entrenamiento, pero al momento de atacar se había vuelto mas agresivo, hasta al punto de lastimar al oponente.
Estaba mas ansioso y temeroso, la paranoia se veía en sus ojos opacos, la manera repentina en que reaccionaba a cualquier toque. Algo andaba mal.
—De acuerdo— respondió la dulce voz de su novia sacándolo de sus pensamientos. Le dio un casto beso en los labios para retirase en camino a la sala de trono, donde el rey tenia un dura charla con otro par de caballeros que hacían guardia en el pueblo.
Sin importarle mucho entró a la sala acercándose indiferente a la mujer de cabellos negros que reacciono con reproche al verlo.
—Merlín, ¿podemos hablar?— sin responder, esta lo empujo fuera de la sala con semblante tenso y desasosegado.
—En un momento Ban, estoy algo ocupada— menciono en señal de silencio mientras veía de reojo al rey preocupada e intranquilo.
—Pero...— señalo el libro en una hoja en especifico, necesitaba hablar de su descubrimiento y que ella ayudara a entenderlo, pero la maga simplemente lo ignoro.
—Shh— con el ceño fruncido cerró la puerta en sus narices dejando al albino con una frustración interna. Nunca había confiado en ella y sabia que algo ocultaba, pero ahora que sabia mas de lo necesario, necesitaba escuchar su versión para poder ayudar a los implicados.
Dio un chasquido y simplemente se dispuso a marcharse, ya buscaría la oportunidad de hablar antes de que sin querer pudiera soltar lo que sabia. Mientras tanto, al otro lado de esa espesa capa de bloque que separaba la sala de todos, Bartra se mantenía erguido con sus manos detrás de la espalda baja.
—¿Están seguros de eso?— cuestiono Bartra con seriedad a lo que ambos asintieron con firmeza.
—Así es majestad— respondió el hombre de armadura —Reportaron el avistamiento de los dos grandes caballeros sagrados— respiro profundo antes de continuar —Rumoran que ellos tenían un aviso de los arcángeles— el gobernante vio a la mujer, entendiendo que solo había una cosa que hacer.
[...]
Después de un pesado entrenamiento, termino de colocarse la grávida armadura sobre su cuerpo, dispuesto a buscar a la doncella de cabellos plateados e iniciar su trabajo, solo esperaba que tiempo con ella le relajara; sin embargo, la voz de otro llamo la atención.
—Capitán Meliodas— se le acercó Gil pasando por desapercibido su humor pesado —Hay un asunto que debes atender, dicen que te conoce— el rubio se volteo indiferente.
—Puede ser mas tarde, no puedo...— camino lejos del peli rosado, pero este se mantuvo firme, alcanzándolo rapidamente dispuesto a convencer al testarudo oji verde.
—Puedo relevarte de tu puesto. Sir Ban y King estarán conmigo además, no te vez muy bien que digamos— suspiro posando su mano en el hombro —Puede ser importante— el blondo soltó un bufido de resignación.
—Bien— recibiendo indicaciones del hombre, se acerco a la entrada a un lugar apartado del castillo donde solo encontró un infante vagando la zona. Cuando cruzo miradas, este no dudo en ir corriendo a él —¿Tu eres...?— el infante de cabello opaco negó levemente extendiéndole un papel doblado.
—Eso no importa, me dijo que se lo entregara— este lo recibió con desconfianza abriendo la hoja donde una yacía una hermosa caligrafía de tinta plasmada —Es parte de su hermano—
Mientras tanto, la joven princesa ayudaba a ordenar una variación de libros antiguos con ayuda de la castaña de coletas quien se mantenía teniendo una larga charla con el peli café de ojos ámbares. Dio un sexto vistazo a la puerta, pero solo estaba Gil vigilando. Un suspiro de desilusión salió de sus labios.
—Señor Ban, ¿no ha visto a Meliodas?— cuestionó por segunda vez después de una hora esperándolo, pero no había rastros de el desde esa mañana.
—No princesa, pero no se desespere, él llegará— le juño el ojo con picardía ocasionándole un sonrojo.
—Seguramente tiene ordenes de su padre— comentó Diane —Sabe que no la dejaría tan fácilmente si no es por que su padre le haya dado una orden— Elizabeth lo pensó un momento, en veces su padre tenia ordenes para su querido caballero y esas eran las pocas veces que no estaba a su lado todo el tiempo. Quizás tenia razón y se preocupaba mucho, pero ya se había acostumbrado tanto a su hermosa mirada esmeralda encima de ella que no tenerlo lo extrañaba. Era como si una fuerza la obligara a querer estar cerca.
Mientras tanto, en un lugar apartado del castillo, entre callejones del pueblo de Liones, el rubio se encontró con su hermano menor con algo de inquietud, una corazonada le decía que algo no iba del todo bien. Tal vez su falta de sueño, tal vez fue su sueño, tal vez la paranoia le hacia alucinar.
A pocos pasos, se encontró con el pelinegro recargado cruzado de brazos con un rostro inquieto; lentamente se acerco a él de modo a que notara su presencia.
—¿Para que me necesitabas, Zel?— pregunto con mal humor —Tengo restricciones respecto a mis salidas y...—
—No volverás ese lugar Meliodas— dijo en orden abruptamente a lo que el oji verde contrario frunció el ceño confuso.
—¿De que mierda hablas?, tengo un trabajo. Tengo que cuidar de Elizabeth y ...— la desesperación e idea de que se iba a alejar de su princesa lo alerto de sobremanera, aun antes de ese sueño, él le había hecho la promesa de protegerla para siempre.
—¡Es de ella quien debes alejarte!— exclamo con desesperación; se maldecía de no haber actuado antes, de tomarse todo tan ligeramente, de pensar de manera egoísta en que tendría una vida normal, debió sepáralos en ese momento que se dio cuenta. No midió las consciencias y ahora pagaba el precio, quedo solo nuevamente, las emociones las sentía fuertemente, decepciono a una benevolente persona y había dejado a su hermano en peligro. Solo pensaba en escapar.
—¿Qué?— musitó. Zeldris suspiró profundamente relamiendo sus labios.
—Hay algo de lo que tenemos que hablar—
Por otro lado, Ban no dejaba de hojear las paginas cuando nadie lo veía o se presentaba una oportunidad de distracción entre los demas. Había leído gran parte del contenido, entendía varias cosas entre los demonios y diosas, pero aun había un pequeño e importante detalle que rondaba su cabeza, ¿Qué consecuencias traería esto?.
—Maldita sea— se quejo para mismo. Volteo a ver a la doncella oji azul tararear ligeramente, distraída de su alrededor —Eh... princesa Elizabeth— la aludida volteo a verlo —¿Puedo ver esa pulsera?, es hermosa— señalo la cadena plateada que sobresalía de la manga del vestido.
—Claro— alzo la tela, mostrándosela al albino.
—No vallas a robársela Ban— advirtió entre carcajadas el King, al conocer a su compañero, sabia que si algo veía, la mayoría de esas cosas terminaba quedándoselo.
—Por supuesto que no...— rodo los ojos —Solo que no había notado que es la misma que el capitán guardaba— lo dijo en voz mas baja, lo suficientemente audible para la jovencita.
—Es la misma— respondió ingenua a las intenciones del oji rojo.
—Y, ¿nunca intento quitársela?— la vio negar ligeramente —Si se la quito, tal vez ese lazo se rompa y evite un posible descontento— pensó acercando sus manos al gancho que la sujetaba al rededor de la muñeca, sin embargo, por mas que tirara de ella, no podía —Ugh...— se quejo.
—Que raro, se trabo al parecer— dijo tratando de quitársela, pero solo parecía que se ajustaba mas.
—Muy aferrada a usted— disimulo una voz tranquila analizando aquel tipo de magia, completando así su teoría.
—Eso parece, pero es mejor, no pienso quitármela nunca— un sonrisa de oreja a oreja se formo en el rostro de la albina, no se preocupaba, no cuestionaba; al contrario de Ban que solo le vio aun mas preocupado.
—Ni aunque quisiera, no podrá—
[...]
—Lo que te voy a decir es muy delicado, no quiero que te alteres— advirtió obligando al mayor calmarse.
—Suéltalo—
—Yo no fui secuestrado— lo ojos verdes contrarios se ampliaron con las cejas fruncidas.
—¡¿Como carajos no?!, yo lvi lo que pasó y después me golpearon— exclamo con una sonrisa irónica, luchando por no perder la cordura.
—No fue así— suspiro vacilantemente —Nunca supe porque no te llevaron, pero ellos venían por ambos porque...— relamió sus labios mirándolo a los ojos —Nosotros somos unos de ellos— el aliento se le escapo a la vez que retrocedía tumbando algunas botellas de vidrio que se rompieron al entrar en contacto con el suelo.
—Que mierda...— el aire se le hizo pesado y se sentía mareado, volteo a ver al pelinegro con una mueca —Me estas jodiendo, ¡esto es una maldita mentira Zel!— jadeo alterado.
—Escúchame— espeto tratando de mantener la calma, temiendo que esto lo sobresaltara —Elizabeth no es cualquier mujer, ella es la diosa primogénita de la Deidad Suprema del clan de las diosas— titubeo un poco —Y tu eres el primogénito del Rey demonio del clan de los demonios— esto cayó como un golpe, entonces era verdad...era un menstruo —Entiende, ellos no tardaran en llegar y si te descubren puede matarte, ¡ella puede matarte!, en cambio, si nos vamos podremos dominar nuestro poder y...— Meliodas interrumpió sus advertencias, no quería creerlo aun, no iba a alegarse de su mujer sabiendo los mil peligros que podrían atacar en su ausencia.
—¿Si escuchas lo que me dices?, ¿acaso sufres una clase de Estocolmo?, porque lo que dices son estupideces— Zeldris entró en desesperación.
—Escucha Meliodas es difícil de asimilar y...—
—No hay nada que asimilar, no te creo nada y si es verdad lo que dices yo impediré que algo la dañe a ella— aseguro dándole la espalda —Si me disculpas, tengo a alguien que proteger— solo se alejo, huyendo la realidad para ir en brazos de su amada.
—¡¡Meliodas!!—
Mientras tanto, en el castillo, en la sala del trono estaba la princesa acompañada de su dama y los tres caballeros, esperando pacientemente a su padre que se mantenía en una conversación silenciosa con la pelinegra.
—¿Para que te la querrá su padre?— cuestiono con aires de aburrimiento.
—No lo sé— soltó una risa por su actitud. Se acero nuevamente al albino con un poco de angustia —¿No sabe nada de Meliodas?— antes de que pudiese responder, el aludido la abrazo por la cintura escondiendo su perturbación.
—Ya regresé— sonrió a la albina quien se sintió aliviada de su presencia, sin embargo lo sentía hostil —Lamento mi repentina salida sin avisar— la albina solo asintió acariciando su cabello rubio discretamente, relajando un poco a su pareja —Ban, ¿sabes lo que sucede?— su mejor amigo negó.
—No capitán, pero algo no me da buena espina— apretó los labios observando al par de adultos. Determinado se acerco a ambos interrumpiendo aquella discusión —Merlín, en serio es urgente que...— las puertas se abrieron de manera agresiva llamando la atención al ver dos hombres armados dirigirse al rey.
—¡Majestad!, no pudimos retenerlos, ellos están...—
—Os pido disculpas por nuestra repentina llegada después de largos años, rey Bartra— enuncio meloso el hombre de largos cabellos negros con ropas blancas y enormes pares de alas, un ligero temor invadió a Meliodas al ver el predominante ser divino acompañado de otros dos —Pero esto es de suma importancia y ha surgido una emergencia en nuestro clan con nuestros vecinos— formo una sonrisa arrogante antes de dirigirse a la plasmada platinada —¡Oh!, nuestra salvadora— tomo su mano besando sus nudillo en una pequeña reverencia ante la mirada confusa de todos —Es un gusto verla, Diosa Elizabeth—
—¿Diosa?— exclamo en bajó el rubio observando a la princesa.
¡¿Diosa?!— se escuchó que exclamaron al unísono los presentes a su alrededor, a excepción de Ban que no comprendía lo que pasaba o significaba mientras tanto Bartra como Merlín se vieron preocupados, siendo esta ultima la que frunciera el ceño con ligeras sospechas del pelinegro.
Elizabeth estaba temblorosa de su agarre y su sonrisa que ocultaba algo mas de lo que había dicho y, aunque sus ojos se mantenían cerrados o fuera un ser celestial de miles de años, no pudo evitar sentirse intimidada.
—Yo... una D-¿Diosa...?—
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Y aparecieron los arcángeles :v, ¿saben que significa?, exacto, mas problemas. Ludociel se la pasaran odiándolo cada vez que respire, Mael habrá momentos en que lo amen y otras en la que lo odien mientras que Nerobasta, la amaran al final.
Lamento que no hubiera melizabeth, pero ya habrá mas adelante, tranquilos.
Meliodas, como siempre sufriendo y terco, no escucho a su hermano y ahora, ¿Qué pensara él al saber que era verdad?
Ban sigue preocupado y con esto lo vuelve un personaje importante. Debería matarlo >:v Ok, no :v
Pero de alguien lo hará, pues bueno, al cabo nadie quiere a Ludociel y perdón para los que aman a Mael :v
En fin, me apuraré a sacar rápido los siguientes que ya quiero llegar al Capitulo XLII...
Sin mas, gracias por leer :3
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