Capítulo XXX
Hermosa noche de Liones, nada perturbaba el silencio de noche, a no ser que la mente tuviese voz seria mas escandaloso y mas cuando se trataban de los pensamientos de la tercera princesa de Liones.
Seguramente pasaba mas de la media noche y ella seguía dando vueltas sobre la cama, su mente se aferraba al recuerdo de la noche antes de regresar a Liones, por fin había confesado lo que sentía por él, un gran alivio para su corazón, pero ahora no estaba segura de que el sintiera lo mismo ¿razón?. Había actuado como si nada hubiese pasado, fue un día común y corriente.
Soltó un suspiro levantándose de la cama, ¿sería buena idea tomar el consejo de su hermana mayor y preguntarle?; después de todo, conociendo lo obstinado , tenaz y orgulloso que podría ser, era mas que evidente que no se atrevería a hablar a menos que ella lo haga primero.
Titubeante salió de la habitación, asegurándose de que nadie estuviera viendo o malinterpretaran sus intenciones. En silencio entro en donde el de rubios cabellos descansaba, con un libro en mano sentado a la orilla de la cama, tratando de calmar sus pensamientos alterados.
—Buenas noches— este volteo a verla regalandole una leve sonrisa mientras cerraba la puerta a sus espaldas.
—Buena noches Elizabeth— dejó el libro de lado en la mesa de noche —¿Que sucede?— se dirigió a ella tan tranquilo sin embargo, en ese momento su corazón se volvió loco al verla, reprimiendo sus impulsos de querer probar de sus labios nuevamente.
—Nada de qué preocuparse, solo no podía dormir. Es todo.— sonrió nerviosamente observando que este no tenía mas que sus pantalones y camisa color blanco. Sus mejillas se calentaron al notar el primer botón desabrochado, desviando la mirada a la ventana.
—¿Hay una razón por la cual no puedas dormir?— ella solo se acercó a él a paso lento, deslizándose sobre el suelo sintiendo la pesadez querer retenerla y no dejarla avanzar; aun así se sentó a orillas de la cama quedando frente a él. —Te sentirás mejor si lo hablas— Sus verdes la siguieron en cada movimiento.
—S-Señor Meliodas, seré franca— titubeo sin poder dirigirle la mirada. —Estoy muy confundida, así que le haré una pregunta, solo espero me responda—
—De acuerdo princesa, ¿cuál es su duda?— frunció el entrecejo, curioso por su comportamiento tímido y recatado.
—Yo...eh usted...— soltó un jadeo frustrada por la palabras trabadas, tan indecisa, sin saber que decir —Hum...nosotros... ¿que somos?— alzó su mirada arrebolada, chocando sus azules con los verdes de él, cada vez mas desilusionados al paso de los segundos en silencio.
—¿Que somos?— se tenso con su pregunta, lejos de querer evadirla tambien tenia esa duda gritando por su cabeza. —Yo...— un suspiro molesto salió de la albina.
—Acaso, ¿fue mentira lo que dijo ayer?. ¿Sus sentimientos hacia mi fue solo un juego?...— sus ojos comenzaron a cristalizarse, este solo acerco sus manos a su rostro sonrosado acariciaron su mejilla trazando círculos con su pulgar.
—No fue así, realmente siento eso y mas por ti— junto su frente con la de ella aspirando su aroma dulce y suave; ella cerró los ojos disfrutando de su mimo —Pero yo también vacilo, no se como explicarlo— ella abrió sus ojos observando los suyos, tomó su mano y lo apartó de ella desconfiada.
—No te entenderé si no eres directo, ¿dudas de lo que sientes?— el contrario soltó el aire, apretando los labios en una línea. La frustración lo ahogaba, en su propia tormenta en un vaso de agua .
—Ya no tiene caso que lo evite. Cada vez que lo negaba una y otra vez, cada vez que trataba de serte indiferente, solo mi amor por ti crecía— la ojiazul lo observaba con atención —Me trataba de convencer, una y otra vez que solo te tenía cariño, pero solo se transformó con el pasar de los años—
—Si es cierto, ¿porque fuiste indiferente después de lo que pasó?— apretó los puños a cada lado de sus costados, aferrándose a las sábanas blancas temblando ligeramente, su pecho dolía pero sentía que en cualquier momento se desplomaria, llorar como niña al no entender el porqué.
—Porque tenía miedo de acuerdo— exclamó llamando su atención —Solo tengo miedo— pasó su mano por su rostro.
—¿Miedo que?, ¿a ser correspondido?, ¿a amar?...— dijo en voz átona, humedeciendo sus labios antes de continuar —¿Miedo a mi?—
—Entiende Elizabeth— volteo a verle tomándola por los brazos haciendo presión en ella —No quería decirlo porque tu mereces algo mejor que yo, porque esa es mi ley, jamás involucrarme contigo, pero las palabras solo escaparon de mi boca, mis propios sentimientos me traicionaron y tu me cautivaste— bajo la cabeza temblando ligeramente, sintiéndose descubierto, vulnerable y cobarde al preferir enfrentarse a mil enemigos que a la joven albina —Y apesar de todo, no me arrepiento— ella levanto su rostro, sorprendida de su expresión descubierta, ese lado sensible y temeroso reflejado en su rostro, su corazón se fundió con su mirar penetrante. Deslizó su mano a su hombro tembloroso.
—Ni yo, porque yo siempre desee este momento. No me importa quienes seamos, si no lo que sentimos— sin esperarlo, de manera repentina el la apegó a él, envolviendo sus brazos alrededor de ella quedando con su mejilla y su manos apoyado sobre su hombro.
—Dime que me quieres...— se sonrojo hasta las orejas con el corazón retumbando en su pecho —¿Me quieres?—
—Yo... yo no quiero un príncipe ni un monarca...— tomó distancia acunando su rostro —...solo quiero a mi caballero de brillante armadura— sus lágrimas fueron opacadas por su sonrisa —Te quiero a ti, Meliodas— un sonrojo apareció en el, escuchar su nombre sin honoríficos de su boca de una forma tan dulce le erizo la piel.
Sus rostros eliminaron la distancia, sus ojos se cerraron al momento de fusionar sus labios , succionando de los mohines rosados con ansias; degustaba de ella como la última vez, motivado sin deseos de parar. El sentimiento de vergüenza desapareció de los sentidos de Elizabeth, lanzándose a los brazos dejándolo recostado sobre el mullido colchón, sus cabellos plateados formaron una cortina aisladora de su alrededor, volviendo el momento mas intenso y el momento mas cálido de lo que sus corazones podrían soportar.
Jadeantes, con el sonido de un chasquido sus bocas se separaron, ojos nublados respirando agitados recuperando el aliento. La princesa se recostó sobre su pecho soltando un suspiro aferrándose a su camisa, por su parte, el rubio acarició sus cabellos plateados sonriendo a la nada, satisfecho de la tranquilidad de su interior.
—Meliodas— se acurrucó, escondiendo su nariz en el costado de su cuello. —Te amo— se giró apoyándose sobre su brazo, atrayéndola por la cintura con la otra.
—Yo también — estampó sus labios contra ella con calma —¿Elizabeth?— sus ojos se reencontraron —Quiero decirle a Bartra lo de nosotros, no me gustaría una relación a sus espaldas, ¿sabes?. Quiero hacer las cosas bien.— sus dedos trazaron círculos imaginarios en su cintura, por su parte la albina asintió.
—Estoy segura de que lo aprobará— su mejilla quedó situada en su pecho escuchando el palpitar de su corazón.
—Espero...— sonrió para besar su coronilla. —Porque ahora menos que nunca me separare de ti, aunque tenga que morir por ello— dicho esto se situó encima de ella con sus antebrazos a cada lado de su cabeza continuando con su ataque de pequeños besos sobre sus mejillas rosadas; esta soltó risitas enternecida por sus mimos hasta que sus bocas quedaron atrapadas en su amor, sin mas preocupaciones en la tranquilidad de la noche.
[Al día siguiente]
Se removió sobre el manto, mismo sueño, ya debería estar acostumbrado, pero ¿como acostumbrarse al dolor, al sufrimiento, ver morir a quien quieres...?. Abrió los ojos, se sentía muy cansado y el cuerpo pesado. Volteo la vista encontrándose con la albina durmiendo profundamente, sonrió enternecido retirando sus cabellos de plata, no todo en esta vida era tan malo después de todo; los verdes se posaron en la ventana, el alba apena comenzaba a asomarse.
Con cuidado se levantó, dirigiéndose al baño para lavarse la cara, tenía un entrenamiento que supervisar esa mañana así que debía apurarse.
En menos de veinte minutos, ya estaba mas que listo, pero solo tenía un problema, ¿dejaba a la albina dormir?. Por el no había ningún problema de que continuara durmiendo, pero si alguien la ve salir de su habitación alguien podría malinterpretarse y decirle al gobernante; lo menos que ahora quería eran problemas antes de enfrentarse.
Con cuidado, tomó a la chica en brazos, tan ligera como una pluma y como un ángel mientras dormía. Sin problemas la transportó de su habitación a la de la joven para dejarla que continuara con su sueño en tranquilidad, besando su frente antes de abandonar el lugar.
[...]
Elizabeth se despertó, estiró sus extremidades suspirando mientras su vista trataba de enfocar a su alrededor percatandose de que estaba en su habitación. Antes de que pudiese cuestionarse de cómo había llegado ahí, la voz de su dama al otro lado de la puerta acompañado con un par de golpes la interrumpió.
—Adelante— indicó la albina viedo pasar a la de coletas con su típica sonrisa risueña.
—¡Buen día Elizabeth!, ¿como dormiste?— la contraria se ruborizó, como si hubiese adivinado lo que había pasado.
—Muy bien, gracias— se limitó a responder.
—Hoy se ve de buen humor, ¿alguna razón?— esta solo se esconde avergonzada de la sonrisa picarona de esta.
Soltó una risa antes de levantarse y comenzar con sus actividades diarias de las mañana recibiendo ayuda de la castaña con tranquilidad y algunos comentarios sugerente que la pusieron de mil colores, o eso al menos hasta que el rubio apareció con una sonrisa ladina.
—Capitán, buen día— al escuchar esto, la albina sintió un cosquilleo en su estómago y su sonrisa no tardó en aparecer. Se volteo a ver al rubio quien sintió sus mejillas sonrojarse.
—Hey, Diane— saludo a la de coletas. —¿Me permites un momento con la princesa?— la contraria asintió. La albina tomó la mano que el caballero le ofrecía para desaparecer por el pasillo en camino a la sala del trono, dejando a la castaña soltando un jadeo victorioso.
—Tengo que ir por los chicos— dicho esto, corrió en sentido contrario con emoción y aires enamorados, sin olvidad su victoria asegurada.
[...]
—Estas muy callada hoy— comentó entre pequeñas risitas traviesas.
—Eh no... no— apresuró a responder —Claro que no, solo estoy nerviosa por lo que le diremos a mi padre— su mano hecho puño se posó en su pecho en señal de lo nerviosa que estaba. El tomo su mano estrujada para besar sobre el dorso de esta, calmando su inquietud.
—Tranquila, aceptaré cualquier cosa con tal de estar contigo— sonrió sobre sus nudillos.
Elizabeth asintió, respirando hondo antes de ingresar a la sala del trono junto con el rubio quien estaba igual o mas nervioso que la doncella. Ambos se encontraron con el hombre gobernante revisando un par de documentos paseando por el área de la sala.
—Majestad— el de ojos azules y seniles prestó atención a ambos, de semblantes difíciles de describir.
—Si, ¿que pasa Meliodas?— sonrió a ambos. El ojiverde le dedicó una última mirada a la princesa antes de hablar, palabras que cambiarían su relación para bien o para mal.
—Yo...— soltó el aire atrapado en su pecho —Rey Bartra, quiero pedirle su autorización para... para formalizar una relación con su hija, Elizabeth— el alzo ambas cejas observando ahora a su hija menor que se aferraba al brazo del caballero rubio.
—Padre, el señor Meliodas es un hombre amable y honesto. Yo siento lo mismo que él y...— fue interrumpida con un gesto por parte de su progenitor, quien parecía inexpresivo ante la situación.
—Elizabeth...— llamó con voz autoritaria —Déjame a solas con él— la peliplata asintió soltando al chico.
—Si— con algo de desconfianza
—Tranquila— escucho murmurar por parte del rubio, pero ni eso calmó su inquietud, sin saber qué hacer en caso de que su padre desapruebe su relación; ya habían pasado por mucho para llegar hasta donde estaban y no permitiría que lo priven de ella y viceversa.
Una vez la joven doncella afuera, aclaro su garganta para concentrarse solo en el chico que acogió y vio crecer por años, al que le confió su hija y su seguridad ciegamente. Debió imaginar que algo así pasaría.
—Entonces, ¿quieres formalizar con mi hija?— habló sereno sin ninguna expresión, Meliodas trago el nudo en su garganta calmando su nerviosismo.
—Así es, Majestad—
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Muy corto, i know, i know...
Les juro que me costó escribirlo y representar su emociones, pero en serio quería abarcar los sentimientos de ambos, lo que pasó en los últimos dos capítulos era una confesión, como un impulso de ambos y esto es mas como una aclaración, una forma de demostrar lo que sienten y eliminar por completo todas las dudas de ambos para que pudieran avanzar de poco en poco. Ya saben a qué me refiero 7u7.
Aparte de que ahora Meliodas tendrá que esperara la respuesta de Bartra :0. ¿Que creen que diga, lo aceptara o dirá que no?
Bueno, sin mas que decir, gracias por leer, si les quedo alguna duda pueden preguntar. Espero hayan disfrutado de este Melizabeth que escribí con mucho amor.
Hasta el otro capítulo.
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