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Capítulo XXVIII

Espero se emocionen...

Las mismas imágenes, como cinta de pelicula dañada se salteaba de una escena a otra, dejando interrogantes entre los espacios vacíos. El mismo infierno todas las malditas noches.

Sangre, dolor, sufrimiento y sobretodo, ira...la mecha que estaba a punto de hacer estallar la bomba y arrasar con todos, llevarlos al abismo del sufrimiento, al fondo de todos sus miedos; sin embargo, había algo diferente,algo tomó su mano, algo que hacía revolotear su corazón, quien lo sacaría de esa oscuridad que lo amortiguaba, quien sería su salvación en el cruel frío mundo de su interior... era hermosa, celestial, una diosa, su luz...

Elizabeth...

Se removió acurrucandose en el confortable calor que lo tenía abrazado. Abrió sus ojos con pereza, encontrándose en medio de su pecho, ¿a qué hora se pasó ella a su cama?. Bueno, ya no importaba. Somnoliento escondió su rostro en ella, sintiendo como ella lo abrazaba con mas fuerza acariciando sus sedosos cabellos rubios.

Un suspiro salió de ella, atrapada en el quinto sueño; un sueño muy libre y abierto, hermoso e inverosímil como la suavidad de una pluma y de alas inmersas, tan libre como el cielo y extenso como el mismo.

Toc, Toc...

Meliodas parpadeo un par de veces al escuchar el llamado de la puerta. En un jadeo de reproche se levantó perezosamente ignorando la jaqueca.

Toc, Toc...

Un chasquido salió de él, atravesó ambas habitaciones, atendiendo a la ama de llaves que esperaba pacientemente.

—Buen día, tengo un mensaje para la princesa— sonrió la joven.

—Ella sigue dormida— devolvió el gesto intentando ser amable, cosa que dejó encantada a la chica.

—Oh, ya veo— aclaro un poco su voz. —Perdón mi imprudencia, pero ¿eres soltero?— este arqueo la ceja. ¿Qué carajos tenía en la cara? o definitivamente las chicas de Camelot conspiraron contra él.

—Lo siento, pero no estoy interesado— soltó incomodado con su repentina cercanía.

—No respondiste mi pregunta— junto sus labios en un mohín dispuesta a pegarlos con él, pero él interpuso su mano dejándola desconcertada.

—No pienso responder— dijo sereno. —¿Se te ofrece algo mas?— la ama tenso la mandíbula.

—El príncipe Arthur los espera en el comedor en media hora— dijo entre diente antes de irse indignada refunfuñando.

Cerró la puerta soltando aire de alivio. Olvidó la incómoda situación para regresar donde la princesa seguía durmiendo tan pacíficamente; deseando no despertarla y continuar durmiendo entre sus brazos, pero sabía que debía hacerlo.

—Eli...— la movió un poco, ella solo soltó un ligero ronquido haciéndolo reír. —Princesa...— volvió a moverla. Esta vez ella suspiro estirando sus brazos.

—Hum...— balbuceo —¿Ya amaneció?— cuestionó somnolienta.

—Así es, ya levántate— ella se enderezo tallando sus ojos. —Arthur nos espera en el comedor en media hora—

—De acuerdo— soltó un bostezo. El rubio se tomó su camisa para colocarla ante la curiosa y para nada inocente mirada de la doncella. En el momento que este volteo a verla, ella apartó la mirada.

—Iré a la cocina, necesito algo para el dolor de cabeza— dicho esto dejó a la jovencita.

Frotando su cabeza, despeinando mas su rebeldes hebras doradas, camino por los pasillos del castillo hasta la cocina encontrándose con el ojirojo.

—Hey Capitán— habló cantarino con una botella de cerveza en las manos —Veo que tambien tienes dolor de cabeza— el rubio se limitó a servirse un vaso de agua.

—Como no tienes idea— resopló con una leve sonrisa —¿No crees que es un poco temprano para beber?— mencionó señalando la botella que sostenía.

—Me alivia un poco— se alzó de hombros a la vez que tomaba un trago —No puedo creer que dormí con King. Desperté abrazado a él y eso porque Diane nos despertó muy indignada— el rubio casi escupía el agua de su boca ante esa revelación.

—Espera a que Elaine se entere de esto— negó carcajeando.

—Tú dormiste bien por lo que veo, ¿una razón en particular?— arqueo la ceja ante su peculiar y repentino buen humor en las mañanas.

—Ninguna. Solo las almohadas estaban muy cómodas y suaves— excuso, aunque no iba a negar que dormir con la joven, era mil veces mejor que una almohada de plumas, solo que Ban no lo debía saber.

—Fingiré que te creo— entrecerró sus ojos sospechosamente.

[ En Liones ]

Las preguntas y dudas cruzaban por su cabeza. Desde su última conversación con su hermano, había algo que lo mantuvo con la curiosidad despierta.

Era un hecho que el era un demonio, con tan solo la mitad de su poder en su cuerpo, y criado para no tener sentimientos humanos, eso era lo que lo convertía en un monstruo, la carencia de sentimientos hacia otra raza. Sin embargo, convivir con la chica le había abierto las puertas a varias emociones que desearía no perder, aunque aún había por descubrir, una en especial, un sentimiento que quería tan solo experimentar por mera curiosidad.

—Veamos—  Amor; ¿que significaba?, ¿cómo lo sabía?; esto se preguntaba mientras leía un libro titulado "Amor para tontos vol.1" —Capítulo 1. ¿Cómo enamorarse?— comenzó a leer para si mismo —¿Mantener el corazón abierto?, ¿que significa?, ¿clavar un cuchillo en el corazón?— bufo con ironía, pensando en que era un poco sanguinario y grotesco.

Continuó perdiéndose en la lectura, analizando cada contexto que se describían en los subtemas ignorando el ruido de la taberna.

—¿Qué lees?— apareció la rubia de golpe haciendo que cierre el libro y lo aventó lejos de su vista.

—Nada interesante—la chica arqueó la ceja.

—Estas raro últimamente. ¿Te pasa algo?— el negó con la cabeza.

—Nada— se dio la vuelta y entregó una orden a la chica —Toma, es de la segunda mesa— aun extrañada por su comportamiento, tomo la charola para dárselo al comensal.

Este busco el libro que lanzó anteriormente, recogiendolo sacudiendo el polvo que quedo pegado. Hecho esto, busco la página en la que se había quedado.

—Ten en claro tu objetivo..— dudo un poco apretando los labios —Solo quiero saber que es, supongo- se alzó de hombros —Mantén expectativas... Enfócate en las virtudes— este no comprendía, creyó que este libro se lo dejaría fácil, pero solo lo confundía mas. Tal vez necesitaba a alguien para poner a prueba los consejos, un inofensivo experimento para él, creyendo a Gelda la candidata perfecta.

Si tan solo supiera, que jugar al amor podría ser un juego peligroso en donde uno puede salir lastimado y otro verdaderamente enamorado.

[En Camelot]

La chica suspiro con el agua tibia rozar su cuerpo, la tensión de la noche anterior desaparecía poco a poco relajando sus músculos mientras se apoyaba sobre la tina. Sin perder mas tiempo comenzó a lavar su cuerpo pasando la espuma de grato aroma fresco sobre su piel expuesta.

Un rubio entro a la habitación compartida sin percatarse de la presencia de la joven en el baño. Encontró el lugar solo, creyendo que esta ya se había marchado al comedor; restó importancia y fue en busca de ropa limpia, ya que la que tenía puesta yacía con olor a cerveza. Aflojo la corbata roja deslizandola por su cuello prosiguiendo a desabrochar el chaleco.

Por otro lado, Elizabeth se terminaba de enjuagar cuando se percató de un pequeño descuido por parte suyo.

—Rayos, olvide mi ropa— suspiro dándose un golpe mental , volteo a ver los estantes donde estaban acomodadas algunas toallas. La joven alcanzó una de las telas dobladas sobre el estante y la extendió, haciendo un puchero al ver lo pequeña que era al igual que el resto —Con que me alcance a cubrir lo suficiente, bastará— soltó un suspiro prosiguiendo a secar el exceso de agua de su cuerpo y colocar su ropa interior. Tomó los extremos de la tela a lo largo y envolvió su cuerpo haciendo un doblez con una de las esquinas en su pecho, evitando que se suelte y caiga al suelo. —Solo espero que nadie entre— dijo en súplica.

Abrió la puerta poco a poco asegurándose de que nadie estaba ahí. Soltó un suspiro de alivio al no ver indicios de que alguien habitara. Despreocupada, salió del cuarto de baño para caminar hacía la cama donde su vestido descansaba.

Mientras tanto con Meliodas, terminaba de despojarse de su camisa dejando su torso al descubierto, cuando escuchó una puerta abrirse y cerrarse. Frunció un poco el ceño al escuchar los sutiles pasos; se dirigió a la puerta, dispuesto a abrirla sin importarle que estuviera con el torso desnudo.

¡Vaya sorpresa se encontró al otro lado de la puerta!. Se mantuvo estático bajo el marco de la puerta, observando de pies a cabeza a la princesa con una diminuta toalla que apenas la cubría; trago saliva sin evitar ver las gotas de agua resbalar por su escote. Por el contrario, esta se sonrojo ante su mirada penetrante, pero sin quedarse atrás, ya que la curiosidad la traicionó al tentarle a ver el torso de su caballero, fornido y bien proporcionado.

—¡¡¡Lo siento!!!— reclamaron ambos al mismo tiempo dándose la vuelta al darse cuenta de sus propios pensamientos pecaminosos.

—L-Le daré privacidad, aviseme cuando este lista— se las ingenio para no trabarse mientras cerraba la puerta a sus espaldas, agradecido que no viera su rostro iluminado como farola.

—Si..si,... gracias— tartamudeo con las mejillas ardiendo.

Meliodas sintió como si una corriente en su columna acariciando su nuca, sus mejillas teñidas y un extraño y emocionante sentimiento alojado en su estómago que lo hacían estragos.
Bajo la mirada percatandose de un pequeño y molesto problema. Suspiro cubriendo sus rostro, y por primera vez, definitivamente necesitaba ese baño helado.

—Tranquila Elizabeth, tranquila— apresuraba a ponerse el vestido —Solo te vio con una toalla, todo bien— apretó los labios mientras abrochaba los botones de enfrente —Solo viste su torso bien trabajado...— mordió su labio inferior aguantando sus ganas de soltar un chillido de vergüenza. 

Una vez vestida, se acercó a la puerta, indecisa si abrirla o solo avisarle sin tener que verle. Opto por la segunda opción.

—Señor Meliodas— toco un poco la puerta —Yo estaré en el comedor, lo veo ahí— dijo rapidamente para salir lo mas pronto posible de ahí tratando de olvidar lo que pasó.

El se quedo pensando en la jovencita, estuvo mal en haberla visto de mas, se maldijo por ser tan indecoroso, ¿en donde estaba el respeto que él alegaba tenerle?. Pero simplemente no podía evitarlo, ella era completamente hermosa en todos los sentidos.

Agito su cabeza ignorando esos pensamientos, dispuesto a cambiarse. Solo esperaba que no fuera incómodo al momento de sentarse al frente de ella y tener que verle a los ojos.

[...]

Era la hora, el momento que el pueblo esperaba, la coyuntura en donde el trono de Camelot por fin sería ocupado por el sucesor Pendragon y demostrar su potencial.

—Bien Arthur, ¿sabes cómo manejarlo?— el de cabello naranjas asintió sudando en frío.

—¡Si!— aseguró —Estoy un poco nervioso, digo, no puede salir nada mal...Creo...— dudo un poco tensandose, pensando en las cosas que podrían salir mal o como podria arruinarlo a todo  —¿Y si me caigo?— Merlín soltó una carcajada.

—Te levantas, no te quedaras ahí en el suelo— soltó un suspiro —Solo finge que es otro ensayo— este no lo vio convencido.

—En el ensayo anterior me cayó un gato— la mujer rodó los ojos.

—No hay animales ahora— dijo en una voz mas calmada —Ahora ve, con la cabeza en alto—

—¿Y si no puedo sacar la espada del yunque?— contrario a lo que dijo la mujer, frunció los labios y bajó la mirada.

—La única fe que necesitas, es la propia. No dudes mas— este se abrazó a la mujer encontrando la tranquilidad, esta se sorprendió ante el gesto. Poco a poco palmeo su espalda, sintiéndose como una madre orgullosa. —Gracias Merlín— murmuró.

—Andando, su alteza— ella tomó distancia.

Asintió. Suspiro al momento que las puertas abrían dando paso a la plaza donde Excalibur yacía con la leyenda grabada. "Quien pudiera sacar del yunque la espada lograba hacerse con el trono del reino"

Momentos en silencio, ansiedad en el cuerpo del joven de ojos violetas, su mano tensada alrededor de la empuñadura. Soltó el aire y tan ligera como pluma, la hoja se deslizó de la piedra que la aprisionaba ante los ojos de todos.

La espada había elegido al rey.

[...]

La noche envolvió la capital, las luces iluminaban el pueblo mientras la euforia habitaba en cada pueblerino. King, Ban y Meliodas disfrutaban de las bebidas, mientras Diane y Elizabeth degustaban de la comida, rodeados de mas gente pasando de largo. Entre risas y charlas, pasaban el momento, hasta que los estallidos de colores en el cielo, llamaron la atención entre todos.

—Vamos a ver los fuegos artificiales— habló con emoción la de coletas aferrándose al brazo de su pareja.

El grupo encontró un lugar apartado, sin nadie a su alrededor mas que campo al aire libre, sentados sobre el verde pasto y disfrutando de las luces que iluminaban la capital de Camelot en honor a su nuevo rey.

—Es hermoso— suspiró apoyando su cabeza en el hombro de King, sonrojándose en el acto.

El albino veía sin emoción el cielo, no le veía el caso si no tenía a su rubia con él para compartir el momento. Un bufido silencioso salió de él; volteo discretamente la mirada hacia su capitán y la princesa, sonriendo ante el plan en su cabeza. Tal vez él no tenga un buen momento en pareja, pero se aseguraría que su mejor amigo tenga una, después de todo, se lo debía después de varias interrupciones.

Sin perder tiempo, se levantó del suelo esbozado un bostezo, estirando disimuladamente los brazos.

—Deberíamos buscar un lugar mas cómodo— sugirió el albino. Los dos castaños captaron las intenciones de este a lo que asintieron.

—Si, vamos. Nos vemos capitán— dijo la de coletas, tomando la mano de su pareja e irse con el albino, dejando al caballero y a la princesa.

Meliodas arqueo la ceja confundido.

—La luna es hermosa, ¿no lo crees?— el peso de su cabeza se dejó caer sobre su hombro; este volteo a verla, su rostro se iluminaba con cada explosion de color en el cielo.

—Si, lo eres...— musitó mas para si mismo.

Cuándo seas mayor y te enamores lo entenderás, y cuando eso pase y estés seguro de que esa persona sea la indicada, le darás esto...— ella aún conservaba aquella peculiar pulsera, a pesar de poder tener cualquier piedra preciosa decorando su cuerpo, ella prefirió usar esa pulsera de propósito desconocido.

Conservaba secretos, entre ellos las inteligibles palabras de su madre, ¿se refería a la pulsera en si?. Quizás se refería a algo mas valiosa que esta misma. En ese momento, creyó en lo que la mujer tanto decía y contaba.

Un suspiro...

Las palabras estaban de mas, ella no tenía que decir nada para robarle el aliento; con el simple hecho de existir era suficiente. El verla de reojo, tan calmada apoyando su cabeza sobre su hombro, celoso de los ojos que pudiesen verlos de esa forma y guardarla como la mas hermosas fotografía. ¿Cómo se verían juntos de esta forma?.

Meliodas estaba en un debate mental, sus impulsos se desbordaba por el abismo como cascadas; los puños se apretaron contra el césped calmando su ansiedad.

Otro suspiro salió de sus labios temblorosos.

—Princesa...— ella emitió un pequeño sonido en respuesta —Re...Recuerdas cuando te dije que me vieras como... como un hermano mayor— vaciló tropezando con sus palabras.

—Si...— dijo sin ánimos separándose de él, dejando un vacío en su hombro —Como olvidarlo— una risa de ironía salió de ella —Eh, quiero decir... en ese entonces era pequeña y fantasiosa— corrigió rapidamente ante la mirada del ojiverde —Creí que tu serias el hombre de mi vida como en los cuentos feudales— este se escondió en su flequillo apretando los labios —Que estúpido— soltó una risa falsa al sentirse tan ridícula y tonta por tantas historias e ideas fantasiosas que anhelaba, esos pequeños cuentos y acciones que solo la hicieron mas ilusa al creer que quizás él sintiera lo mismo.

—Ojalá yo no pensara lo mismo— ella lo volteo a ver.

—Que... ¿Que quiere decir, Señor Meliodas?— este relamió sus labios, tomando valor para hablar.

—Me arrepiento de haberte metido esas ideas. Solo te di una estaca en contra de mis propios sentimientos— apretó los puños queriendo que la tensión se disperse de su cuerpo —Te protejo porque quiero, no me siento obligado, no lo siento mi trabajo simplemente me nace hacerlo y porque te quiero a mi lado— soltó un jadeo —Cuando me preguntaste si alguna vez tendría sentimientos por ti, no te dije que jamás imaginé que serían tan intensos— tragó saliva aclarando su garganta —Elizabeth... Yo no te puedo ver como una hermana y agradezco que no lo seas, porque yo te quiero como mujer— ella amplió sus ojos con el aire abandonando sus sentidos.

—Señor Meliodas...—

Este solo la volteo a ver, su corazón desenfrenado delatado con sus propias palabras, ya era demasiado tarde retractarse o quizás aún estaba a tiempo para echarse atrás.

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.

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Y....los dejare en suspenso, ¿porque? Porque quiero xd y porque me gusta verlos sufrir en la espera, (que no será mucha).

Bueno, ¿que creen que pasara?. Si les doy la opción entre que ya se confiesen sus sentimientos o que alguien venga y los vuelva a interrumpir, ¿que personaje quieren que los interrumpa? >:3 perdón pero ya saben como soy o tal vez haga que Meliodas se heche para atras y huya. Son tantas opciones para arruinarlo que no me decido por cual.

Dejando de lado el Melizabeth; habrá mas Geldris para todos en los próximos capítulos.  >:)

Y eso es todo, espero hayan disfrutado la lectura. Hasta la siguiente semana ;v

Gracias por leer bishos raros~❤🐈

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