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Capítulo XXVII

Te quiero, Elizabeth...

Un suspiro apacible y señero, ilusa y aferrada a esas palabras atrapadas en su cabeza desde hace una semana, recordar su aliento tibio en su oído aún la hacía estremecer y la manera en que sus manos estrujaba su cintura, la dejaba con un deseo intenso en su pecho de quedarse ahí.

—Oye Eli...— la ojiazul se mantenía con una sonrisa oculta observando el cielo —Eli...— sonrió soñadora, la de cabello corto frunció el ceño —¡¡Elizabeth!!— la sacudió violentamente sacándola del trance.

—¿Que pasa Verónica?— cuestionó de inmediato volteando a ver a su hermana.

—¿Quien te dio esta pulsera?, es hermosa— sujetó su mano observando el accesorio alrededor de su muñeca.

—Sin duda. Si, dinos de quién es— curioseo la mayor posando sus ojos en el objeto; la platinada se ruborizo suavemente sin poder ocultar su sonrisa.

—Es... es un regalo del Señor Meliodas— las miradas burlonas no tardaron en aparecer.

—Parece tener un gusto tradicional. Debes significar mucho para él— alzó ambas cejas.

—No lo creo— desvió la mirada.

—Sabes, no es el símbolo el que le da el significado, sino tu con relación a la persona que te lo dio y los sentimientos — mencionó la mayor que, sin saber, solo ilusionaba a la menor de las princesas.

El camino al reino de Camelot continuo tranquilo y en silencio entre las tres princesas; emocionadas ya que por invitación de Arthur Pendragón asistirían al festival a su nombre ya que heredaría el trono de la capital y la legendaria espada. 

Charlaban tan animadas entre si de sus planes durante su estancia, hasta que el carruaje se detuvo.

—Hemos llegado— indicó Griamor abriendo la puerta del carruaje.

Verónica fue la primera en tomar su mano para ser escoltada por el mismo; seguidos de ellos, el ojiazul escoltó a su esposa y por último el rubio espero por la albina, con una sonrisa tomó su mano.

Estos, seguidos de otros mas, se adentraron a la sala del trono del castillo, siendo recibidos por el heredero Pendragón.

—¡¡Arthur!!— exclamó con euforia soltando la mano del rubio para ir con el de ojos morados —¡Qué alegría volver a verte!— el de cabellos cobrizos amplió su sonrisa.

Detrás de ellos, se podía ver a Ban, King y Diane observar indirectamente al rubio que solo bufó ante el gesto tan afectivo con el futuro rey.

—Igualmente Elizabeth, Margaret, Verónica— sus ojos morados vieron a las tres jóvenes con alegría.

—¿Que tal futuro rey de Camelot?— saludó relajada la segunda. El príncipe volteo a ver al rubio de semblante serio, acercándose para saludarlo con admiración.

 —Señor Meliodas, un gusto volver a verte— este se limitó a estrechar la mano con el.

—Arthur— busco a la tercera voz encontrándose con una mujer mayor.

—Merlín...— detonó sorpresa al ver a la mujer —Gracias por aceptar la invitación—está sonrío.

—Lo sé, sin mi estás perdido— terminó en un suspiro arrogante.

Merlín también había sido mentora del hijo de Pendragon, educandolo y preparándolo para cuando tome su lugar en el trono de Camelot y la posesión de excalibur. Por otro lado, para Arthur, la maga fue mas que un mentor, una amiga, una hermana mayor, inclusive casi una madre; una que estaría orgullosa de que sus esfuerzos dieron frutos, al convertirse pronto en rey.

—Pero en donde estan mis modales— rasco su nuca nervioso —Les dare sus habitaciones, vamos—

Estos siguieron al joven hasta un extenso  pasillo en el segundo piso. Durante el camino Ban no paraba de molestar indiscretamente a su capitán quien tenía cara de pocos amigos ya que la princesa y el príncipe hablaban con tanta cercanía. 

—Prepare habitaciones específicas y de acuerdo a las personas que la señorita Merlín me dijo— habló llamando la atención de los presentes —King, Ban y Diane—  los aludidos reaccionaron —Hay una  habitación para cada uno en ese pasillo—

—Vamos a instalarnos— impuso del alto de cabellos albinos, llevando de la mano a los dos castaños, el de ojos morados soltó una risa para dirigirse  al albina.

—Elizabeth, aquí hay una habitación compartida...— ella ladeó la cabeza sin entender  —Digamos que son como dos cuartos en uno. Se que al señor Meliodas no le gusta separarse de la princesa, por lo que encontré la forma de que estuviesen juntos sin olvidar la privacidad— explicó dejan a la chica con los nervios de punta. —Los dejo para que se instalen— sonrío cómplice, pasando al lado de la chica susurrando —De nada, Eli— sus ojos se ampliaron y el carmín manchó sus pómulos, ¡lo había hecho a propósito!. —Verónica, aquí al lado está tu cuarto...—

—Solo les advierto, quiero dormir— hablo Verónica con los brazos detrás de su nuca dejando a su hermana avergonzada. El resto dejó sola a la pareja siguiendo al oji morado.

—Después de ti, princesa— ella reaccionó de inmediato. Con pena entró al cuarto descubriendo lo extenso que era, pareciera una sola habitación si no fuera por la puerta que estaba al lado de la cama. Con curiosidad, el rubio abrió la puerta encontrándose con otra habitación.

Volteo a verla, tan curiosa al entorno, pensando que salir sería una buena forma de pasar el tiempo y distraerla.

—¿Qué le parece dar una vuelta por el pueblo?— sugirió Meliodas sorprendiendo la por su sugerencia. Asintió levemente.

—Me gustaría darme un baño antes, pero adelantese, yo lo alcanzo— indicó. El rubio fue a su habitación a cambiarse la vestimenta, optando por su mismo atuendo dejando sola a la chica.

Salió de la habitación después de unos minutos, cruzando el cuarto de la albina para salir; sin embargo, una hermosa melodía lo detuvo. Volteó a ver la puerta del baño semi abierta, el ruido del agua fluyendo y el ligero vapor en el ambiente. Antes de poder cerrar la puerta, la misma voz dulce lo interrumpió, la melodiosa voz de la doncella tarareando mientras se bañaba. Sonrió deleitándose con su hermoso cantar acompañado de los sonidos acuosos y el delicioso aroma desprendía. Dejó de invadir su privacidad y cerró la puerta sin hacer ruido, saliendo de la habitación y perderse entre los pasillos.

[...]

Salió del cuarto con un suspiro, dispuesta a buscar a su caballero rubio, pero la voz del príncipe la detuvo.

—Hey Elizabeth— se acercó Arthur —¿Disfrutas de tu estancia?— ella entendió el mensaje a lo que respondió con notorio nerviosismo.

—Si, gracias— deslizó un mechón detrás de su oreja.

—Oye, en la noche invita a tu amigos a la hora de la cena. Me gustaría charlar con ellos, ya sabes, cosas de hombres.— ella sintió con una risita. Tomo su vestido alzando un poco facilitando su movilidad al momento de caminar.

Lo busco de un lado a otro alrededor del castillo, pensando que quizás había vuelto a la habitación por ella por su tardanza. Antes de que decidiera irse, escuchó las risas emocionadas de una mucamas, trabajadoras del castillo alrededor del rubio.

Se acercó cautelosa de las miradas para poder escuchar lo que cuchicheaban entre risas; al verlas pasar sus manos indirectamente por el cuerpo del ojiverde no pudo evitar clavar inconsistente sus uñas sobre la superficie, a pesar de que su rostro mostraba tranquilidad, su interior era una tempestad.

—Entonces eres soltero— la hermosa rubia movió sus cabellos dejando ver su sugerente escote, algo atractivo para los demas hombres de alrededor, pero él solo desvió la vista indiferente.

—¿Cómo puede un chico tan lindo estar solo?— se le acercó otra deslizando su mano por su hombro.

—¿Entonces eres un caballero de Liones?— habló con entusiasmo una pelirroja mordiendo su labio inferior.

La albina solo bajó un poco la mirada, pensando en que no era el momento adecuado para acercarse al rubio rodeado de féminas seductoras y tentadoras curvas. Solo dio vuelta atrás y se marchó.

Meliodas, en su suspiro sofocado retiró la mano de la chica de su hombro y la otra de su antebrazo. Había tratado de quitarlas de encima desde un buen rato, sin embargo ellas insistian algo pasajero con el. Bien, si no entendían con un no, tal vez con una buena razón lo harán.

—Lo siento señoritas— se separó de ella dejándolas confundidas —Pero solo tengo ojos para una mujer mucho mas hermosa— dicho esto se dio la vuelta y se retiró dejando a unas bufando y otras humilladas. Este busco a la joven por los alrededores —¿Porque tardará?— se preguntó.

Decidió quedarse a descansar en un lugar a apartado en los jardines, esperando a su hermosa ojiazul, sin saber que ella ya estaba siendo sermoneada por su hermana a causa de su cobardía.

—¡¿En serio?!—reclamó la de ojos marrones y cabellos cortos —Sólo porque otras chicas estaban a su alrededor huiste— la susodicha asintió levemente —Hay, Elizabeth, Elizabeth— negó repetidamente con la palma en la frente —Lo que tienes que hacer es...—

—¡Espanta a las moscas!, ¡te abrazas al capitán!, y dices "suelten a mi hombre"— mencionó el albino abrazando a King por la cabeza apegándose a él mientras imitaba una voz afeminada.

—¡Oye suéltame!— reclamo el de ojos ámbar separándose de su compañero.

—¡¡Reclama lo que es tuyo!!— animó la de coletas. El de ojos rojos la tomó por los hombros viéndola a los ojos con determinación.

—Dime, ¿lo quieres?—  ella asintió —¿Lo amas?— volvió a asentir —¿Quieres abrazarlo?— asintio apretando los ojos —¡¿Complacerlo?!— esta vez se sonrojo muriendo abochornada.

—¡¡¡Ban!!!— protestaron todos, algunos con un tenue sonrojo por sus palabras.

—¡¡No mal piensen, cochinos!!— reclamó Ban antes de continuar —Te decía,  lo abrazas y dices...— suspirando se dejó caer en brazos de la princesa quien apenas pudo soportar su peso —...hazme un hijo— en un chillido lo dejó caer al suelo.

—¡Estas loco!, es muy joven—  comentó King avergonzado.

—Yo solo quiero un sobrino— hizo un puchero aun en el suelo, a lo que la segunda princesa sonrió con ilusión.

—Él si me comprende— canto conmocionada con la ilusión de tener que cuidar a un quisquilloso infante corriendo por el castillo e ir detrás de él.

—Yo no creo que pueda hacer eso— menciono Diane observando a la joven ojiazul cubriendo su rostro.

[...]

Sus ojos azules buscaban a su caballero, hasta encontrarlo descansando bajo un árbol de los jardines. Se acercó en silencio, arrodillándose a su altura manteniendo su rostro al nivel del suyo.

—Señor Meliodas—  sus ojos fielmente cerrados y respiración silenciosa —¿Mi hombre...?— murmuró acercándose más a su rostro con el fin de verlo más de cerca, sin embargo él abrió su par de ojos esmeraldas. Ella se echó para atrás enseguida  —¡Lo siento!—

—Tardó mucho y me quede dormido, perdón— soltó un pequeña risa antes de estirar sus brazos y bostezar.

—Si, me encontré con Arthur...— esté tenso su mirada —Quiere que estén con nosotros a la hora de la cena, ¿acepta?—

—Si claro— ladeo su sonrisa.

[...]

La hora de la cena transcurrió con normalidad, si no fuera que esta casi se atragantaba por tenerlo sentado al lado suyo; conviviendo entre todos mientras reían y hablaban de cosas tontas y triviales. Sin embargo, las cuerdas de la situación parecían tensas cuando los sirvientes sirvieron sobre la mesa una gran cantidad de cerveza, haciendo dudar a algunos y emocionando a otros.

Ban no tardó en servirse de la deliciosa bebida amarga, dándole un tarro a cada uno de los presentes.

—¡Yo te reto, capitán!— exclamó señalando lo —El se mantenga más sobrio, ¡gana!—

—No gracias, ya tuve suficiente— rechisto recordando la última vez que estuvo bajo los efectos del alcohol, definitivamente no quería volver a pasar por una situación como esa.

—Por mi no hay problema señor Meliodas— ánimo la jovencita; se negó nuevamente, si antes sus acciones lo humillaron ante la princesa, no se iba a arriesgar a sobrepasarse.

—Yo también participo— se unió Diane en un chillido a lo que King no tuvo mas remedio que aceptar también.

—Me apunto— siguió el de cabellos cobrizos ganándose una mirada interrogante por parte de la maga —Vamos Merlín, mañana me convertiré en rey y quiero pasarla bien antes de mis verdaderas responsabilidades— está suspiro pensando; bien era cierto, después de mañana ya no tendría el tiempo para divertirse con amigos y pasarla bien, porque no dejarle esta vez. Asintió.

—Entonces yo también— menciono ahora Verónica a lo que su caballero jadeo con horror, ya que la joven una vez que bebía, no podía parar; era una caja de sorpresas, nunca sabía qué personalidad adaptaría.

—Estaré aquí para cuidarlos, no se me da beber— dijo la mayor.

—Vamos capitán— la de coletas trato de convencerlo a lo que este negó nuevamente. Ban sonrió mostrando sus colmillos, hora de sacar su as bajo la manga; si no aceptaba por las buenas, tal vez se vería obligado.

—¿Miedito?— este arrugó el entrecejo observando la sonrisa ladina de su amigo retandolo con su intesa mirada rojiza, la gota que derramó el vaso.

—De acuerdo—

—No se que sucederá, pero estoy un poco nervioso— suspiro King

[Media hora después]

—Acaso cree, señora, que ya no es la de antes,
que ya nadie suspira al verla caminar,
pero entre tantas niñas campantes y sonantes
es a usted quien espero cada tarde pasar— recitaba Escanor con sus ojos cristalinos arrodillado ante la mujer de cabellos negros. Esta solo sonrió de lado soltando un suspiro negando.

—Que hermosas palabras— sollozo Margaret ante las palabras de Escanor. —¿Por que tu no me dedicas poesía?— chillo aferrándose a su marido quien solo la abrazaba esperando pacientemente a que se calmara.

—Y pensar que solo bebiste una cerveza— murmuró con una pequeña sonrisa acariciando sus cabellos rizados observando al par de amigos que llevaban una buena cantidad de cerveza en su cuerpo.

—Va...hip...mos, ¡otra más!— canto Ban de manera retadora al rubio.

—¡Hecho!— tomó a la par que el contrario un tarro y se lo empinaron bebiendo todo de golpe

—No beba demasiado Señor Meliodas, le hará daño— posó una mano en su hombro con ligera preocupación.

—¡Agh!...hip...me rindo— soltó el tarro y se dejó caer de espaldas.

—¡Ja!...hip...¡¡gané, zorro imbécil!!— exclamó victorioso un poco tambaleante, la platinada lo sostuvo para que no cayera también.

—¡Un muerto!— chilló Diane en las misma condiciones inconsciente de la realidad y un gran sonrojo en su nariz.

King, tembloroso se levantó a la altura de la cabeza de Ban aun tirado en el suelo, juntó ambas manos cerrando los ojos empezó a orar por su compañero.

—Nos hemos...hip...reunido para velar a un...hip...zorro— el resto, inconscientes imitaron la acción del castaño —Que las diosas iluminen tu alma— alzó ambas manos mirando al techo.

—¡¡Hey...!!—se quejo con mareo. —No toy muer...to—

—Amén— fue lo único que dijo antes de sentarse en su lugar. Ban ladeo las comisuras ante la travesura en su cabeza.

—Bueno, pues este muerto se le subirá a tu hermana en las noches— soltó una carcajada.

—¡¡¿Qué dijiste idiota?!!— reclamó rojo de furia.

—A mi se me subio el muerto una vez— comentó Arthur inocentemente, este con solo tomar un par de copas, le fue suficiente para dejarlo en las nubes.

—¡¡Elizabeth!!— una amorosa Veronica abrazo a su hermana menor con cariño —Te quiero mucho hermanita— esta soltó una carcajada, le causaba curiosidad el comportamiento de sus amigos a la vez que disfrutaba de la compañía de los mismo.

—Ni imagina que ansío su asentada tibieza
y su añejo vino para calmar mi sed— soltó con agonía tomando la mano de Merlín mientras ella, casualmente bebía vino en una copa.

—Merliiiin— lloró ahora el de cabellos naranjas en su hombro —Eres la madre que nunca tuve y te quiero tanto— dicho esto se lanzó a ella a lo que ella resignada lo consoló como un niño pequeño.

—Hombres— rodó los ojos sonriéndole a la joven platinada quien parecía desconcertada por su carácter infantil y no era el único.

—Compadre, que hermosos ojos tiene— halago Ban abrazándose a su compañero ignorando las miradas celosas de la de coletas.

—Quítate, eres feo, me das ascooo— forcejeo en busca de espacio pero este solo se aferraba a el condicionante

—Compadre, ¿sabes que me gusta de ti?—  hizo un puchero —Tu hermana—

—Maldito imbécil— lo empujo hasta zafarse de él cayendo encima de rubio.

—Capitán— canto abrazado ahora a este —Tranquila princesa, no te lo voy a robar— mencionó al ver la mirada extrañada de la chica —Eres mi hermano del alma, mi amigo...—

—No tengo dinero— interrumpió bebiendo tranquilamente.

—Ahhh— soltó un quejido cayendo de cara al suelo.

Escanor exclamaba a viva voz su amor por Merlín siendo alabado por la de cabellos lilas diciendo lo hermosas que eran sus palabras, Arthur le decía lo buena madre que fue con él, King y Ban peleaban con palabras poco digeribles, Diane jugaba con sus coletas como niña, Verónica solo daba vueltas sobre su eje con Griamor tratando de calmarla. Volteo a ver al rubio quien luchaba por mantenerse consciente a su alrededor pero el que siguiera ingiriendo más alcohol no lo ayudaba.

—Oshe preciosa— se le acercó uno de los trabajadores igual de ebrio —Cásate conmigo—  ella se apartó de este con ligero temor y en cuánto estas palabras llegaron al oído del rubio se dio la vuelta interponiéndose entre la chica y el hombre

—Oye, oye ella es mi princesa buscate a la tuya— todos voltearon a ver la escena con intriga y curiosidad temiendo por la vida del pobre trabajador. Había pisado tierra enemiga, ahora no tendría escapatoria. El trabajador bufo.

—Por favor, no seas egoísta—  en un intento de acercarse a la ojiazul este lo miró amenazadoramente. Sonrió de lado engreído —Yo te reto a una pelea por ella entonces, quien gane se la queda— alrededor empezaron a animar al rubio mientras Elizabeth solo lo tomaba del hombro tratando de calmarlo.

Meliodas suspiro y con un solo golpe le bastó para hacer caer al contrario que debido a su ebriedad no podía mantenerlo equilibrado. Aturdido, se encogió ante el rubio con temor, como si un aura demoniaca lo envolviera.

—Te diré esto una vez...—  amenazó protegiendo a la princesa—Ella no es un objeto— el trabajador entre tropiezos se marchó del lugar, y con un poco de suerte, no recordaría los sucesos.

—Eso señor Meliodas...hip... demuestra quien manda— exclamó Verónica.

—Capitaaaaaan— siguio el albino.

Elizabeth seguía desconcertada, su corazón estaba loco en manera en que el la defiende de ese hombre, las palabras que había usado. Consciente o inconsciente, seguía siendo un caballero...su caballero.

[...]

La madrugada era profunda y sombría, varios habían caído dormidos. Verónica roncaba en brazos de su caballero, Gil también cargaba a su pareja que dormía como infante, Escanor un poco mas consiente ayudaba a la mujer de cabellos negros a llevar al futuro rey a su aposento. Por otro lado King y Diane, apenas y podían llevar al albino a rastras a la habitación mientras solo reía como maniaco causando eco en los corredores.

—Sueñen conmigo— canto entre los pasillos.

—No gracias... no quiero pesadillas— comento la de coletas.

Mientras tanto, Elizabeth caminaba con el rubio, muy animado por cierto contando anécdotas poco entendibles.

—Yo puedo sooloo...— se separó de ella al llegar a la puerta de la a habitación. Abrió la puerta dispuesto a entrar,sin embargo chocó contra esta golpeando su nariz y cayendo al suelo. —Huh, ¿quien puso la pared ahi?—

—Señor Meliodas esta bien— lo ayudó a levantarse de inmediato.

—Solo fue...hip...un golpe— tapo la zona rojiza a causa del golpe. —Mira Eli, soy un reno. Nishishi— rió de manera tan infantil refiriéndose a la punta de su nariz.

—Hay diosas— suspiro negativamente la joven, sin comprender cómo es que puede pasar de un hombre recto y serio a uno infantil y juguetón.

Una vez adentro, la chica cerró la puerta detrás de ellos. Un sonrojo se apodero de ella al verlo desprenderse de sus ropas desvergonzado.

—Que... ¿Que hace?— chillo desviando la mirada.

—Tengo calor— rechisto desabrochando los botones de su camisa. Esta suspiro al ver que tenía otra playera sin mangas debajo de esta. —Bueno, bueno, bueno, ¿qué quieres hacer?— cuestionó sin dobles intenciones ante la mirada intensa de ella.

—Hum... ¿dormir?— alzó los hombros.

La chica tomo su pijama rosa caminando al baño para cambiarse el pesado vestido, soltando un suspiro al desprenderse del corset, bien no lo necesitaba, pero se veía obligada a usarlo. Salió del cuarto de baño, esperando que el chico ya se haya dormido, pero no fue así.

Al salir, se encontró con el chico examinado la como si fuera lo mas interesante, la miraba de arriba a abajo rodeándola, haciéndola sentir como una presa.

—Señor Meliodas...— este solo se abrazó a ella dejando acomodándose entre sus pechos como si fuera una almohada—¿Porque...?— las palabras quedaron ahogadas en su garganta.

—No me malinterpretes... hip... es una revisión— murmuró.

—Debería dormir...— lo quitó de encima con cuidado tratando de ignorar el puchero de este.

—Descanse— sonrió y a duras penas logró ir a la otra habitación dejándose caer en la cama y envolverse en el morfeo.

[...]

Se removía en la cama sin poder conciliar el sueño, se irguió sobre la cama observando la oscuridad de la habitación. Ya había pasado noches en Camelot anteriormente, pero estaba vez se sentía una extraña.

Observó al lado de ella la puerta que daba acceso a la otra habitación, él seguramente ya estaría dormido.

Se deslizó a la orilla de la cama, dirigiéndose a la puerta abriendola con cautela; no había dudas, el navegaba en sus sueños. Cerro la puerta caminando hacia él en puntitas evitando perturbar su descanso.

Tomó asiento, observando dormir tranquilamente. Peinó sus rebeldes cabellos rubios descubriendo su frente, entrecerró sus ojos acercándose a él notando la pequeña cicatriz en el. Sus ojos bajaron por su rostro por el puente de su nariz, la pequeña marca del golpe seguía ahí; el tenue sonrojo aun coloreaba sus mejillas, sus labios entreabiertos respirando pausadamente. Mordió su labio inferior, acercándose a él, ¿se daría cuenta?, ¿estaría dispuesta a aceptar solo un roce?, ¿se arriesgaría por una acaricia?; y... ¿si lo beso?...

Un escalofrío la arrulló cuando él la abrazó, pegando la a su cuerpo. Sus azules observaron los verdes entrecerrados sonriéndole cariñosamente. Temblorosa correspondió perdiéndose en su aroma que su pecho desprendía, sintiéndose en calma y protegida, mientras el sueño poco a poco la envolvía.
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.

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De acuerdo, este capítulo está exageradamente largo, pero solo salio, ademas de que no quería dejar cosas inconclusas y no halle la forma de acomodarlo en otro capítulo. :v

Ustedes querían otro Meliodas borracho y aquí lo tienen, ademas agregue algo de celos y avergoncé mucho a Eli, jaja. ¿Les gusto el capítulo?

 Anyways... también agradescanle a Arthur que junto a nuestros tortolitos 7w7.

Otra cosa, "que se te sube el muerto" es otra forma de decir parálisis del sueño, por si no sabían :v

Nos vemos en el próximo capítulo, que se viene algo fuerte >:3

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