Capítulo XXIV
Uff...creí que no publicaría a tiempo, pero ya está listo para ustedes bishitos.
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La mujer de cabellos negros tragó en seco, esperando la respuesta del albino ojirojo. De cierta forma, esperaba que solo fuera una broma o una queja por su parte, pero por el otro lado, tenía el presentimiento de que algo serio estaba pasando.
—¿Qué es lo que te tiene preocupado, Ban?— cuestionó la mujer de cabellos negros. El hombre lo pensó bien, le constaba de que ella sabía algo y solo ansiaba saber mas y mas. Dibujo en su rostro un gesto de fastidio y reproche.
—Desde que se alejó de la princesa lo veo muy ansioso— rasco su nuca ladeando su cabeza. —Digamos que no confía al 100% en ti— la mujer solo puso sus manos a su cintura arqueando una ceja.
—Todos sabemos lo testarudo que puede llegar a ser— respondió con decepción, debió imaginarse que nunca escucharía Ban hablar en serio. —¿Eso qué tiene de alarmante?—
—¡¿Tienes idea de cuánto tengo que soportarlo?!— exclamó —Parece un niño malcriado y caprichoso— chasqueo la lengua ante la mirada divertida de la contraria.
—Tu solo vienes a desahogar tus quejas; tengo entendido que todo esto fue tu culpa— se cruzó ahora de brazos negando con la cabeza.
—No me arrepiento de nada—
—¡Oh dios!— rodó los ojos, ingenuamente creyendo que solo se preocupaba demás. Se volteó a su escritorio en busca de sus materiales; un resoplido salió de su parte al no encontrar lo que buscaba. —Ya vuelvo, olvidé encargarle unas cosas a Escanor— mencionó con pereza.
Una vez la maga fuera de la habitación, Ban no dejó pasar la oportunidad para acercarse a al princesa albina, quien distraídamente observaba los jardines y el panorama grisáceo.
—Bien, alteza...— sonrió con burla, ella volteo a verle. —¿Que le dijo a mi capitán que lo dejó de tan pésimo humor?— ella amplió los ojos con interrogación.
—Eh...— vaciló por unos momentos. Hizo una mueca al recordar lo pasado. —Yo no le dije nada— desvió la mirada de los rojos curiosos.
—Vamos, puede que ese idiota me valga un comino...— cantó alzándose de hombros. —...pero no deja de ser mi mejor amigo. Lo conozco lo suficiente como para saber que algo lo tiene desanimado y sé que tiene que ver con usted.— Elizabeth soltó aire resignada.
—No tiene caso que le mienta.— el albino negó ligeramente . —Le molestó que saliera en su ausencia y bebiera de más y...— soltó un jadeo. —Para resumir, al siguiente día, yo estaba tan molesta que le pedí que renunciara a mí— se abrazó a si misma bajando la mirada.
—Y él se negó.— la joven asintió sintiendo sus ojos humedecerse. —Entonces fue eso que lo dejó tan desanimado, no lo querías cerca.— escuchó murmurar y la contraria asintió.
—Lo que no entiendo es porque tan obstinado y obsesivo con ver cada movimiento que hago— Ban se mantuvo sereno ante la frustración de la chica, dudando un poco en lo que estaba a punto de decir.
—Ha pasado por mucho, lo único que aprendió con el paso de los años es a preocuparse.— la joven no parecía interesada. Soltó un suspiro titubeante. —Se que no debería decir esto, pero...— ella lo vio de reojo frunciendo el ceño —El capitán tuvo un hermano menor y según él, por su culpa fue capturado. No hay día en el que no se sienta culpable.— el corazón de la chica tembló, jamás imaginó que el chico sonriente tuviese un pasado trágico, ya sabía de la tragedia de su madre, mas no se imagino que más acontecimientos continuarán. No dijo nada al respecto, dejando que terminara de explicar. —El hizo una promesa al conocerla, protegerla toda costa de lo que sea y de todo. Creé que así podrá saldar su error y es por eso que el siempre esta al pendiente de usted, aunque no lo veas.—
Elizabeth se sintió terrible, fue tan insensible al juzgarlo por su actitud monotemática sólo porque temía por su bien; sin embargo, no pudo evitar sentirse mal por el hecho de creer que ella solo era un reemplazo temporal de su hermano.
—Ya veo— sonrió con tristeza. —Por eso me ve como una hermana—
—Quien sabe, ¿quien rayos ve de manera tan cariñosa a una hermana?. Y...— ladeo su sonrisa. —...viceversa.— se sonrojo de un momento a otro.
—N-¡no!..., yo solo...él es un buen hombre y amigo, no me refería a nada de eso, solo ...solo...— tartamudeo sin encontrar las palabras.
—Estas enamorada del capitán.— completó su frase de forma melódica —Tranquila, que él es el único en este lugar que no se ha dado cuenta. —
—Aun así, él está dispuesto a corresponderme aunque sienta lo mismo— mencionó al recordar sus palabras dichas para la chica castaña.
—¿Le doy un consejo?, no se lo tome tan en serio si no se lo dice directamente a usted. Si eso se lo dijo a alguien más, fue para despistar.— dicho esto, dio una reverencia ante la chica —Me retiro, princesa. Y ninguna palabra de esto...— guiño el ojo antes de retirarse.
Elizabeth se quedó pasmada, ¿preguntarselo directamente a él?, ¿había una posibilidad de que el la amara?, mil preguntas le venían y solo había una manera de saber la respuesta, Meliodas tendría que responder a eso.
[Pueblo de Liones]
—Meliodas...— el mencionado desvío la mirada enredando sus dedos en sus mechones, frustración, ansiedad, confusion, todo sentimieto se acomularon mareandolo.
—Es...— trato de ordenar sus ideas y lo que pasaba —¡Agh...!— suspiro frustrado —Lo siento yo...— lo volteo a ver —...yo no se como reaccionar— Zeldris se mantuvo en su lugar, y a diferencia del mayor, no mostró su emoción y temor. —Pero, ¿como?, ¡¿cuando?!—
—Te explicaré todo— soltó un suspiro escondiendo sus manos en las bolsas del pantalón. —Vamos—
Ambos llegaron a un lugar apartado del pueblo, casi a las afueras. Meliodas suspiro, aquel lugar verdoso, que tantos recuerdos con su madre y su hermano, y actualmente con la joven albina bajo el árbol en la cima de la pequeña colina. Nostalgia, tristeza acompañados de felicidad se tomaban de la mano para girar en su mente.
—Ha pasado tanto tiempo desde la última vez— murmuró llamando la atención de su mayor, solo observando al horizonte.
—Fueron años— respondió bajando la mirada. —¿Cuándo regresaste?, ¿cómo escapaste?— no respondió, solo apretó los labios.
—Fue... Fue hace poco, yo, yo no recordaba nada.— titubeo —Hace un tiempo atrás te recuerde a ti y a nuestra madre...— su voz se hizo más sombría —...la forma en que murió...—
—Lamento que lo hicieras—
—Solo acepté la verdad— jadeo consciente de que mentía —Escapé y hace unas semanas regresé aquí al pueblo para buscarte. No sabía en dónde estabas, supuse que pudiste haberte ido a otro pueblo o nose...— encogió los hombros con indiferencia. —Me quede aquí esperando a que volvieras—
—Yo nunca me fui. Soy un trabajador del palacio, no salí de ahí más que un par de veces.— explicó para luego bajar la mirada a la vez que su manos formaron puños. —Lo siento tanto, Zeldris. Lamento ser un terrible hermano mayor— el contrario arrugó el entrecejo.
—¿Porque?, no tuviste la culpa—
—Yo me acobarde. Yo te abandoné.— sus nudillos se tensaron ante la fuerza en la que apretaba —Yo...yo no era tan fuerte para salvarte— la impotencia lo dominaba, el mismo escalofrío lo recorría, como si la misma criatura de su sueño estuviese ahí mismo. Suspiro calmandose.
—Éramos niños, no hay nada de qué preocuparse ahora.— Meliodas lo vio, la misma imagen como cuando eran niños, tan despreocupado sonriendo levemente. —Te extrañe tanto— dicho esto, lo abrazó fraternalmente. El rubio correspondió de poco en poco temblando en el acto.
El peso que llevaba arrastrando a través de los años, por fin lo había soltado; la angustia se había disolvido como el agua para ahora dejar la tranquilidad hospedarse.
—Me siento aliviado que estés a salvo ahora.— dijo al romper el contacto. Sus verdes se iluminaron ante una idea. —Ven conmigo al castillo, podría hablar con el rey, él me acogió después de lo que pasó y puede dejarte estar en el...—
—No— respondió en seco.
—¡Eh!—
—Agradezco la oferta, pero me siento a gusto aquí en el pueblo, hay tanto que aun quiero reflexionar, ¿entiendes?— comentó, y aunque en parte era verdad, aun no estaba listo para contarle la verdad de lo que sucedía.
—Entiendo— bajó un poco la mirada decepcionado.
—Estaré bien— animo al mayor —No me moveré de este pueblo.—
Meliodas lo pensó, era cierto, él ya era mayor y podía tomar sus decisiones por su cuenta, aunque lo deprimía por el tiempo perdido.
—Mencionaste que eres trabajador del castillo...— este asintió. —Veo que eres un caballero—
—Por ahora si, originalmente soy el caballero personal de la tercera princesa de Liones— antes esto el pelinegro se mantuvo callado, trago el nudo de nervios se formó en su garganta.
—¿Es la chica de cabello plateado y ojos azules?— cuestionó disimulando su titubeo —Por favor, di que es ella— se tranquilizó cuando este asintió.
—Si, Elizabeth Liones.— dijo en un tono inseguro al ver su expresión tensa. —¿Por qué?v
—No nada, me pareció verla un par de veces— el contrario se tranquilizó, sin decir nada solo se mantuvo ajeno a su compañero.
Por el contrario de Zeldris, su mente asimilaba la nueva información. Su hermano y la princesa conviven más de lo pensado, lo que tendría la posibilidad de que alguno ya tenga sentimientos por el otro, algo que traería tantas ventajas como desventajas.
[...]
Disfrutaba este tipo de tiempo libre que Merlín le consentía y más cuando se encontraba a solas, no más que leyendo un par de libros de romance que nunca llegara a tener, mientras disfrutaba de la briza fresca. El cielo estaba nublado, varias nubes más grises que otras amenazando con gotear.
Era un clima realmente agradable, no le veía lo nostálgico como la mayoría lo asociaba, más bien lo relacionaba como un desestresante, el petricor la relajaba, era adictivo.
Se removió de su lugar, estar sentada en el suelo en el verde pasto de los grandes jardines del palacio eran su lugar favorito, más debajo ese árbol de espesas hojas que la cobijaba con su sombra. Soltó un bostezo al terminar de leer la página prosiguiendo a recargarse en el tronco del árbol. Estaba tan relajada que no dudó en cerrar los ojos para tomar un pequeño descanso.
Con un último suspiro, quedo dormida sin preocupaciones o peligro alguno.
[...]
Se acercó a ella en silencio, su pecho subía y bajaba lentamente, sus labios ligeramente separados; era tentador como ver una puerta semiabierta que te motivaba a entrar a dar un vistazo. Sonrió levemente encariñado con su imagen; con cuidado de no despertarla se sentó a su lado, disfrutando del clima e inconsciente compañía.
No pasó mucho para Elizabeth soltara un ligero gemido al despertar de su siesta, abriendo los ojos para encontrarse con el rostro del rubio mirándola ternura.
Ella lo vio a los ojos, tan brillantes y reveladores; antes de que pudiese decir palabra alguna, sus manos acunaron su rostro como si se tratara de lo más frágil. Su rostro se acercó a la de ella, causándole un sonrojo a la vez que iba cerrando los ojos esperando ese contacto en sus labios pecaminosos, sin embargo el beso no llegó al destino esperado, si no en su mejilla, dejando la calidez en ella.
Abrió los ojos con decepción. Meliodas ladeo una de sus comisuras y como si se estuviese burlando, beso su rostro con detenimiento, memorizando cada detalle; beso su frente su nariz, sus párpados, pero ella estaba deseosa de que solo la besara, era como una necesidad urgente que solo él podía saciar.
Jadeo con reproche, desviaba su boca buscando el encuentro con él, pero solo se alejaba cada vez más de su rostro. Escucho un pequeña risa por parte de él, sus labios bajó por su mandíbula succionando ligeramente, sintiendo escalofríos con cada gesto.
—S-¿Señor Meliodas?— suspiró sonrojándose, no sabía lo que pasaba o cómo debería reaccionar. Sus sentimientos comenzaban un revolución, su pecho latía desenfrenado, emocionado sin perder la calidez al verle cada día sonriéndole.
Se sentía tan bien, a la vez que le asustaba, no por él, si no a lo que le hacía sentir; tan ajena e inexperta, solo podía soltar respiraciones cada vez más lentas. ¿Así se sentía el amor?, ¿eso era amar con intensidad?, ¿así se demuestra que tanto te mueres por estar con otra persona?, ¿cómo era posible que una boca pudiese expresar sin palabras?.
Más preguntas y ninguna respuesta, ¿quien le aseguraba que él la amaba?.
Sus manos se posaron en sus hombros arrugando la camisa a la vez que se posaba encima suyo. Cayó tendida en el suelo, sentía las pequeñas hojas del jardín acariciar en la escotadura de su espalda.
Le gustaba el cosquilleo en su piel, la calidez en su pecho, sus manos en su cuerpo, era sublime y grato.
—Meliodas...— continuó atendiendo la extensión de su cuello, una de sus manos se posó en su cadera apretando sin lastimarla. La joven no pudo evitar soltar un jadeo más sonoro y armonioso; cerró los ojos dejándose llevar por su sentido del tacto.
—Elizabeth...— lo escuchó murmurar a lo lejos. —Elizabeth...— su voz fue más autoritaria, pero suave y lejana. Apretó los ojos al sentir unas gotas de agua caer en su rostro.
Al abrirlos se encontró con esos verdes frente ella. Pestañeo un par de veces observando a Meliodas portando su usual armadura con un rostro relajado.
Solo fue un sueño...
Observó a su alrededor, seguía bajo el árbol y unas gotas se filtraban entre las hojas; volteo a ver nuevamente al hombre esperando una respuesta, de su armadura se deslizaban algunas gotas de agua y su cabello mojado.
—¿Qué sucede?— hablo somnolienta recuperándose de su triste despertar y la decepción que llevaba consigo.
—Me dijeron que estaba aquí, vine a buscarla antes de que comenzara a llover, pero creo que ya no es necesario— soltó un suspiro risueño, ladeando su gesto. Sus ojos vieron que efectivamente estaba lloviendo y ese árbol era lo único que la cubría. —¿Puedo sentarme?— cuestionó. El sueño fresco en su mente la hizo sonrojar, la pregunta la tenso con un ligero escalofrío en su piel.
Asintió levemente; el rubio se acomodó al lado de ella cruzando su piernas, dedicandose a ver la lluvia que caía alrededor del la copa. Por otro lado, la joven princesa solo presto atención a su perfil viril, sus cabellos dorados brillando con el agua que resbalaba como rocío, tremendamente deleitoso para su vista . Podría ser el propio adonis ante sus ojos, el símbolo de su propia muerte al no dejar salir lo que su corazón alardeaba.
Los ojos verde la voltearon a ver cuando la scopaesthesia acaricio sus sentidos; arqueo la ceja al verle voltear la vista rápidamente. Sentía algo de incomodidad al no escuchar nada por su parte, decidiendo que el debería dar el primer paso entre el silencio. Había pasado días desde la última vez que habían cruzado palabras y tenerla otra vez a su lado lo ponía nervioso y tranquilo a la vez.
Sus palabras quedaron amortiguadas en él cuando un suspiro salió de ella.
—Lo siento— relamió sus labios ansiosa —Lo siento, yo no quise decir lo...— porfin volteo a verle —...lo que dije, sobre que debería renunciar a su trabajo de cuidarme— el contrario bajo la mirada.
—No voy a mentirle, me decepcionó...— apretó los labios en una línea. —...pero no de usted, me decepcione de mi mismo. No cumplí tus expectativas— sonrío levemnete hundiendose de hombros.
-¡Claro que no!, solo estaba algo molesta ese día y...- rascó su mejilla —Agh, Lo siento tanto, Señor Meliodas—
Meliodas tomó su delicada mano contra la suya, depositando un beso sobre el dorso de la misma mostrando su sonrisa.
—Disculpa aceptada— un escalofrío recorrió desde su mano a su corazón, estaba tan cautivada con la familiaridad de ese casto gesto.
Su corazón latía sin control, no podia mas de lo que podía guardar, como si la barrera estuviese a punto de romperse en mil pedazos. Inhalo profundo, armándose de valor; su garganta se secó y sus mejillas se calentaron al mil.
—Señor Meliodas— llamó lo más directa que pudo; él le sonrió. Fue su muerte, una punzada en su corazón ansioso, era ahora o nunca. —Us-Usted...— relamió sus labios antes de continuar. —¡¿Usted sentiría algo por mí?!— cerró los ojos fuertemente mientras sus mejillas enrojecieron más.
Meliodas abrió los ojos en sorpresa, al igual que la princesa, sus corazones se sincronizaron en un palpitar como zumbido. ¿Que debería responder a esa pregunta?. ¿Mentir?. ¿Decirle la verdad?.
No podía lastimarla, pero ,¿si él es no correspondido?.
No más dudas, no más negaciones. ¡¡Al diablo todo su orgullo!!. Él la amaba y de eso estaba seguro, seguro de que se lo diría ahí y ahora.
Estrecho su mano que sostenía mientras estiró la otra hacia ella, acariciando su mejilla con su pulgar a lo que abrió sus ojos cristalinos, un brillo tintineaba en ellos esperando su respuesta ansiosa. Su dedo trazó un camino de su mejilla hasta su labio inferior, acariciando la extensión rosada. Acercó su rostro a ella tomándola por la barbilla, nada le impediría sus anhelos y no privará a la misma de los suyo.
—En realidad...— murmuró cuando sus narices rozaron y sus ojos se entrecerraron. —...si, lo hago...— sin importarle si ella escuchó su respuesta, terminó el espacio sintiendo sus labios a milímetros de los suyos, un contacto superficial casi nulo, un espacio casi inexistente.
—¡¡Caaaaapiiitaaaaaan!!— ambos abrieron los ojos ante la voz; los verdes y azules chocaron entre si. Elizabeth perdió el equilibrio y cayó de espaldas llevándose consigo al rubio encima suyo. —¡¡Capitaaaaaan!!— se asomó el albino encontrándose con tal escena. —Ehhh...¿interrumpo?— arqueo la ceja con burla.
—Maldito Ban— pensó el ojiverde. Se incorporó sobre la chica ayudándole a erguirse. Aclaro su garganta observando a su alrededor, no había notado que la lluvia había cesado. —¿Qué pasó, Ban?— el ojirojo tembló internamente sin desaparecer su sonrisa.
—Merlín, la busca alteza— la albina asintió, aún pasmada por lo que hace unos segundos pasaba. Se apresuró a recoger los libros del suelo con el corazón en la boca y sus mejillas ardiendo. La mano cubierta de metal de Meliodas sostuvo la suya con delicadeza.
—Otro día responderé tu pregunta— le murmuró con una sonrisa. Se sonrojo devolviendo el gesto.
Ella se retiró del lugar de vuelta al castillo, donde la mujer ya la esperaba. Sus dedos rozaron sus labios mientras esbozaba una sonrisa, no todo estaba perdido después de todo y quizás tendría la oportunidad, y es que, a pesar de no saber si fue producto de su imaginación o de verdad el le dio una respuesta afirmativa, ella estaba segura de que algún día sucederá.
Mientras tanto con el dúo, uno callaba sus intentos de burlarse mientras el otro maldecía mentalmente a su amigo por arruinar el momento.
—Y, ¿qué hay de nuevo viejo?— cuestionó el hombre alto mientras el de baja estatura solo frunció el ceño. —Será mejor que corra— dicho esto, no logro dar ni tres pasos antes de que Meliodas le metiera el pie para que tropezara y cayera boca abajo.
—Te lo mereces.— soltó un bufido, dejando a su compañeros comiendo tierra.
Sonrió para si; con ese minúsculo roze, descubrió que ella era tan suave y delicada; solo era cuestión de esperar a que ese día que ambos soñaron llegará.
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Por mi bien, creo que es mejor que salga corriendo de aquí :v.
Pero antes díganme, ¿les gustó el capítulo?, ¿el reencuentro de hermanos?.
Al parecer Zeldris esconde algo también. El es el típico personaje que lo sabe todo el misterio, pero no dice nada porque LOL. Así que estoy pensando en matarlo en esta historia :v.
Nha, mentira...lo de matarlo.
¿Qué les pareció el momento Melizabeth?, poco a poco la intensidad sube entre ellos 7u7, pero bueno Ban dijo "que interrumpa dice" xd y ya no se dio :c.
Ahora si...
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