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Capítulo XLV

Espero estén bien, porque seguramente me mataran por esto. Creo que la imagen de arriba dice mucho.

Tomen un pañuelo aquí :3

No olviden llevar sus barrotes celestiales para golpear a Ludociel >:v

05...

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—¡¿Te volviste loco Ludociel?!— exclamó el oji azul. Se oponía rotundamente a acceder a esa petición tan descabellada e incluso, exagerada. Estaba seguro que su mayor ya estaba perdiendo el juicio entre su razón y su odio —Eso es extremo, ¿Cómo se te ocurre pensar que podría contraer matrimonio con ella?. La princesa...—

—Ella lo entenderá con las excusas correctas. Lamentablemente, vivir con los humanos la ha vuelto muy ingenua, eso es algo a nuestro favor. No conoce nuestras costumbres, así que mentirle será sencillo— sonrió con cierto cinismo —Piénsalo Mael. ¿Una mujer poderosa de alto rango?, te estoy haciendo un favor— dicho esto se retiro, dejando al peli pateado con mil pensamientos.

Por un lado, era favorable en cuanto situación personal, tendría una hermosa mujer, una que amaría con toda su larga vida, tendría beneficios respecto a rangos de poder entre su clan; por el lado negativo, ¿Quién afirma que ella lo amaría?. Viviría a la sombra de un amor jamás correspondido, ya que lamentablemente, tanto las diosas como demonios, solo amaban una sola vez en la vida.

Mientras tanto, el ser de largos cabellos negros rondaba en los pasillos cerca de los calabozos, pensando en las distintas formas de poder convencer a la princesa que desate su poder completo. Esto lo tenía cada vez mas ansioso, necesitaba ese dulce sabor en su paz al saber que su enemigo sería derrocado de la faz de la tierra, ansiaba verlos destruidos, oírlos aclamar piedad para después, cual gato con su presa, jugar en una larga e incesante tortura hasta su muerte. Para una diosa, tenía un cruel y siniestra sed de sangre demoniaca.

Sus oscuros pensamientos fueron interrumpidos al escuchar dos voces femeninas salir de aquel atroz lugar frívolo. Solo se oculto de estas, de modo a que pudiese escuchar su conversación.

—Te lo agradezco, Nerobasta, pero ahora veo mas que no puedo confiar incluso en ustedes. Esto solo me deja mas dudas y nadie quiere responderlas— se escuchó la apagada voz de la albina —¿Es necesario todo eso?, digo, sí dicen que quieren una tregua, fácilmente puedo llegar a una con Meliodas— la mujer voluptuosa suspiró pesadamente. Ya había hablado de mas con la jovencilla, no podía hacer más al respecto.

—Lo lamento, Elizabeth. Será mejor que regreses a tu cuarteto— esta asintió sin preguntar nada más. En silencio abandono el lugar dejando una mala corazonada en todo el asunto.

Por otro lado, el arcángel, que había logrado comprender lo que había pasado. Sintió un coraje fluir en su cuerpo que solo se acumulo en sus puños cerrados. Si ella no confiaba en ellos, estaban mas que jodidos, y la culpable había sido esa mujer de cabellos rosados.

—¡¡Nerobasta!!— con temblor, la mujer volteó a ver al dueño de la predominante voz que se acercaba a un paso pesado y con aires de furor emergiendo de su aura.

—Mi señor Ludo...— un golpe seco en su mejilla le hizo caer violentamente al suelo. Un hilo de sangre escurría de sus comisuras, su mejilla afectada estaba roja e hinchada; esta le vio con sus ojos llorosos y un semblante tranquilo.

—¿Cómo te atreves a llevarla con ese demonio?, ¡¿Quien te dio esa autorización?!— la tomó del brazo con brusquedad mientras esta luchaba por no perder la compostura sumisa.

—M-Mi señor... yo....—

—Escúchame, aquí tu solo eres un peón y fácilmente me puedo deshacer de ti. Sabes lo mucho que odio que mi palabra sea desafiada y lo que soy capaz de hacer sí me desobedecen— el terror se vio en los ojos de la mujer, bien era cierto, Ludociel tenía el poder para desaparecer su existencia y por eso era alguien de temer, más sin embargo, su semblante se tranquilizo repentinamente —Pero aun hay algo que puedes hacer y es tu última oportunidad—

 [...]

—Hay que avisarle a Elizabeth, debemos alejarla de ellos— exclamó en tono alarmante y preocupada —No podemos dejar que ese saco de plumas le ponga una mano encima— antes de que siquiera pudiese cruzar la puerta, el más alto la tomo de la muñeca.

—Esto solo lo sabemos nosotros y podrían escucharnos si lo hablamos fuera. Escucha, Diane...— aflojó el agarre de su extremidad en un largo suspiro —El capitán tiene un hermano, pero ha tardado más de lo que dijo. Zeldris sabe más de esto y de como podríamos lidiar con ellos. Tenemos que esperar su regreso ya que no tenemos a Merlín— el ceño de la oji violeta se frunció considerablemente.

—¡¿Esperar?!, ¡no tenernos tiempo Ban!, tengo miedo a todo esto lo que esta pasando. Tengo una sensación de que algo malo se acerca si no intervenimos lo antes posible— de sus orbes cristalinos se acumularon pequeñas lágrimas amargas a la vez que sus labios temblaban en un intento de tranquilizarse.

Nadie dijo nada, solo se quedaron en sus malos pensamientos, en las consecuencias que esto traería consigo solo por el odio del pelinegro de majestuosas alas. Sin embargo, un suspiro de Ban interrumpió aquel silencio.

—Bien, estemos al pendiente de todo lo que dicen, hay que reunir información. Cualquier detalle que ponga en peligro la vida de la princesa, el capitán e inclusive a nosotros y el reino, habrá que usarlo de alarma para entrar en acción por nuestra cuenta— 

[Día siguiente]

Diane, como de costumbre, llevaba la bandeja desayuno para la princesa, quien al parecer se veía un poco mas animada. Una leve sonrisa se formo en su boca, pero no era su misma aura. Su rostro parecía decir que moría en vida y agonía, un ser del cual su existencia estaba decayendo.

Un suspiro salió de la de coletas, sin embargo, ese par de voces conocidas llamo la atención de la mujer. Terminó escondiéndose detrás de un pilar tratando de no hacer ruido que delatara su presencia.

—Ludociel, escúchame. Estas mal de la cabeza, primero sellas a Merlín, después a la familia real. ¡¿Ahora quieres asesinar al demonio?!— la de coletas calló un jadeo. Su corazón empezó a latir rápidamente con nerviosismo —Sabes que va a pasar si lo haces—

—No cuestiones más, estas comenzando a molestar— musito el arcángel entre dientes —Haré lo necesario para que nuestra diosa esté bien. Pero primero, hay que matar a todos aquí, será lo mejor que vivir en la miseria como esclavos—

Mierda— la oji violeta tomo con fuerza la bandeja, calmando así su repentino miedo y terror por los hombres. En silencio, se alejó de ellos, terminando por tomar otra ruta al aposento de la albina.

Llego con respiración cortante dando golpes apresurados a la puerta de la albina quien la recibió con un rostro confuso al verla en ese estado de palidez.

—¿Elizabeth?— entró casi de golpe, dejando la bandeja en la pequeña mesa.

—¡Diane!, ¿estas bien?, te vez algo agitada— esta se acercó con un enorme pesar y alarma en su voz agitada. La tomó de los hombros en una medida desesperada por verla a los ojos y transmitirle esa intensa inquietud.

—Tengo que decirte algo. Ellos...— jadeo una bocanada —Ellos te...—

—¡Mi diosa!, debemos hablar contigo. Es urgente que me escuches— interrumpió el arcángel junto al de cabello blanco y la peli rosa —Creo que ya dejamos pasar mucho tiempo, hay que seguir avanzando en nuestro objetivo. Nos hemos detenido mucho, debemos llevarte a donde perteneces, la tierra de las diosas— un jadeo quedó atorado en su garganta mientras la de coletas solo les veía retadoramente, sus dientes mordían fuertemente su labio para evitar soltar lo que sabía.

—¡Me niego!— espeto la oji azul —No puedo irme así de la nada. Me dijeron que averiguarían algo de mi familia y hasta ahora no sé nada de ellos, no sé que habrá pasado con ellos— sus tono se fue cristalizando hasta el punto de sentir la desesperación desbordarse en sus ojos furiosos.

—Pero ya le hemos dicho que lamentablemente no sabemos nada de ellos— respondió con falsa inocencia —Créame, me importa mucho, después de todo, ellos cuidaron de usted. Le debemos mucho—

¡Maldito mentiroso!— pensó la de coletas.

—No entiendo, aún así ¿cuál es la urgencia?. Han logrado sobrevivir sin mi presencia, no me necesitan y no es por darles la espalda, simplemente tengo prioridades— dijo en semblante frío y cortante, completamente indiferente. 

—Hey niña...— señalo a la de coletas, cosa que se estremeció a su llamado —Danos un momento— sin cuestionar, simplemente salió del lugar. 

—No queríamos obligarte, pero no tengo opción— resopló —Por ordenes y por tradición, tu lugar es con mi hermano Mael. Juntos lograrían grandes cosas, seremos el clan sobresaliente entre todos— la albina seguía sin comprender claramente lo que este intentaba decir —En pocas palabras, te unirás en matrimonio con mi hermano—

—¡¿Que?!...— retrocedió de esto negado —No, no, no, no... yo no puedo, ¡no pueden obligarme!— observó a los tres seres alados; Ludociel parecía perder la paciencia mientras los otros dos tenían un rostro de culpa y desacuerdo.

—Elizabeth, entiende, es por el bien de...—

—No creo ni una sola palabra de lo que dicen. He visto como tienen a Meliodas encerrado, ¡nunca mencionaron que un sello era una técnica de tortura!— el de cabello negro soltó un bufido arrogante.

—Se lo merece, él es culpable de todo esto—  la de coletas sangraba de su labio, podría decir todo lo que había escuchado de boca del estos, pero corría el riesgo de que estoy tentaran contra el reino en ese instante.

—Déjenme verlo antes, déjenme hablar con él y les daré una respuesta— respondió Elizabeth —Seré yo quien determine sí lo que dicen es verdad o no—

Ludociel apretó los labios con un fruncir de cejas. Pronto, ya se encontraba en el calabozo desactivando el sello de la puerta, más no dejaría desaprovechar la oportunidad para lograr que al fin la diosa se alejara para siempre del demonio que tenía en cautiverio.

—Escúchame demonio— enuncio el ser alado —Te voy a soltar un poco, pero te voy a pedir algo— el artefacto alrededor de su cuello cayó al suelo, dejando libre su mandíbula, permitiéndole poder mover los músculos de su rostro —Quiero que hieras emocionalmente a Elizabeth— este amplio los ojos frunciendo al pelinegro.

—Yo nunca haría eso, prefiero que me maten antes que hacer algo para lastimarla— una risa nasal salió del contrario.

—Es una orden, o créeme, sí ella intenta sacarte de aquí, sí intentan huir, la que no saldrá viva, será ella— un miedo alarmante creció en el, conociéndola, ella intentaría sacarlo, pero si el arcángel cumple su promesa, jamás se lo perdonaría —Así que piénsalo. Aléjala de ti— una de mirada de odio puro se vieron en sus ojos negros, un pavor por aquel hombre manipulador lo tenían contra la espada y la pared. 

[...]

—¿Meliodas?— al escuchar su dulce voz de su princesa, sus corazones empezaron a retumbar como locos, una cálida felicidad emergió en su pecho, sin embargo, el temor de lastimarla seguía ahí, advirtiéndolo, dejándolo amenazado —Tranquilo, tranquilo...— acuno su rostro al ver su inquietud —Soy yo, Meliodas; escúchame por favor —

Ahí estaba él, sus cabellos rubios cayendo sobre su rostro, pequeñas cicatrices en su rostro decaído y unos impenetrables ojos negros, tan profundos y fríos como el abismo. Quería besarlo en ese momento, hundirse en la oscuridad con él, quería envolverse en esa frialdad que seguramente los mataría lentamente ¿Qué límites habría?, solo ellos en las penumbras de ese amor que tambaleaba del filo de la navaja.

Por otro lado, Meliodas ansiaba lo mismo. ¿Cuánto tiempo ha estado sin la cercanía de su princesa?, pareció siglos desde la última vez que la vio. Ese infierno era mucho mas lento y largo con cada día, pero verla nuevamente ahí hizo que su cuerpo volviera a la vida. Sin embargo, tenerla ahí y no moverse, era una dulce tortura. Quería acariciar su mejilla, besar cada rincón de su rostro, compensar aquella lagrimas que derramó por su culpa, pero por mas que lo anhelara, por mas que deseara que se quedara, eso lo hacía peligroso para la princesa.

Podría apostar sus siete corazones, podría dar su alma, podría someterse a la tortura mas agonizante de todas; todo con tal de sentir el mismo dolor que le provocaría.

—Aléjate— musito apenas audible volteando su mirar.

—Por favor, solo quédate quieto— le obligó a verle, esta vez aplicando mas fuerza en su rostro. En sus azules se veía un alma en pena, agresiva y determinada —Escucha. Puedo liberarte de aquí, podemos huir y ...—

—¿No escuchas?, aléjate de mi, déjame solo— frunció el ceño repeliendo su mirada triste —¡Aléjate de mi, maldita sea!— esta vez sonó mas frustrado y temeroso; no quería que ella se marchara, no quería alejarse nuevamente de ella, y Elizabeth no cedería a sus peticiones.

—No me voy a ir sin ti— denoto con seguridad —Por una vez, déjame rescatarte a ti— una oferta tentadora, accedería a irse con ella, si no fueran por las frívolas palabras dictadas por aquel hombre de cabellos negros, palabras que solo lo llenaron de inseguridades, ¿sí no era capaz de protegerla?

Si intentan huir, la que no saldrá viva, es ella— esas fueron las firmes palabras del pelinegro, palabras sin sentido, pero igual de alarmantes. 

Tragó saliva apretando sus labios titubeantes, preparado para dejar salir palabras que desgarrarían su garganta.

—No seas patética— soltó una forzada risa burlona —¿Aún crees en esos libros tontos donde crees que siempre iré por ti?— los ojos de la albina se ampliaron con decepción —¿Ahora crees que eres lo suficientemente buena para sacarme de aquí por tu cuenta? Yo he vivido siempre en la tormenta, ¿crees que puedes simplemente quitarte los zapatos y caminar sobre el dolor? No es así, Elizabeth, yo no soy quien aparento—

La princesa detuvo sus lagrimas en sus ojos, pesaban, estaba a un suspiro de derrumbarse ahí mismo; sin embargo, solo apretó los labios liberando su rostro. Este solo le miro detenidamente, sabía lo mucho que se había decepcionado, veía esa tristeza desbordarse de su semblante, pero sí tenia que protegerla de ese modo, no tenia opción. Aunque sus propias palabras lo matarían de dolor.

—No me duelen tus palabras, Meliodas. Voy a sacarte de aquí, te guste o no— antes de que pudiese tocar el metal, una nube negra salió del cuerpo del demonio para empujarla sin utilizar fuerza como para lastimarla —¡Kya!— esta se golpeo en la espalda contra el concreto, sin embargo, no se detuvo ahí. 

Lo siguió intentando, una, dos, tres veces intentando acercarse para librarlo, pero solo conseguía que se golpeara una y otra vez contra el concreto, cada vez con mas fuerza. El rubio rogaba por que se detuviera, porque ella cesara, detestaba herirla solo por protegerla, pero aquella era muy tenaz a sus acciones, parecía que no le importaba el dolor que le provocaba, al mismo tiempo del intenso abismo emocional al que se había lanzado. Al lastimarla a ella, se lastimaba dos veces a sí mismo.

—N-No me importa cuanto lo hagas, no me detendré— se arrastro entre jateos debido al dolor proporcionado en su cuerpo. Esta vez la nube pareció envolverla por los brazos en todo su cuerpo —Ngh...Kgh...— esta exhalo al sentir como si la estrujaran, más saco su último aliento para mirarle en un intento de retarlo  —No cederé, porque, te amo...—

—Deja de ser ingenua, tu no sientes eso por mi— su agarre se aflojó debido a la debilidad que esta causo con esas palabras, sentía la necesidad de corresponder a su confesión, decir lo mucho que también la amaba, joder, pero su miedo lo cegaba —Solo porque cuide de ti por años, no significa que deba haber sentimientos de por medio. Sentimientos que solo me llevaron a ruina— una risa de ironía salió de los labios titubeantes de la joven princesa. Solo se quedo sobre sus rodillas, aferrándose a la tela del vestido.

—¿Recuerdas cuando tenía diez años? Como me daba miedo la oscuridad y tu siempre estuviste ahí, sin saber si tu también le temías— una lágrima resbalo por su mejilla —Solo decías que me protegerías. Te quedabas en vela hasta que yo durmiera, y yo, no solo me sentía segura, confiaba en ti, me abrí a ti sin quererlo y poco a poco me di cuenta que yo no deseaba un príncipe, yo quería a mi caballero o demonio...— acaricio una de sus mejillas brindándole una pequeña sonrisa —Lo que seas Meliodas, sigues siendo tu y aceptaré cada parte de ti—

—Escucha, si prometí protegerte, lo haré. Yo soy el mayor peligro aquí, así que vete y déjame solo. Si te hace sentir mejor, yo no siento nada por ti, más que lastima— tenso su mandíbula antes de continuar, luchando por no derrumbarse y llorar por el daño que le estaba causando —Haz tu vida, sácame de ella, que solo fuimos pasado y ya no hay nada más que sobras—

—Entonces, ¿no te importa sí estoy con otro hombre?, ¿no te interesa sí Mael me desposa?— esto le cayó como agua helada, repulsaba la idea de siquiera perderla y verla feliz con alguien más. Los celos y el dolor se mezclaron en su conciencia, causándole la suficiente furia como para dar su último golpe —Todas las promesas que hicimos quedaran ahí en el olvido, ¿No te importa?— este suspiro pesadamente bajando la mirada.

—La gente promete lo que no puede cumplir— una lágrima escurridiza se deslizo de sus ojos negros, una tristeza cruel se alojo en ellos por muy temible que fuera —Y lo que pase contigo, no me importa ni una mierda. Ahora déjame— apretó los puños hasta temblar, sus ojos desbordaban en rastros purpuras que ardían sobre su frente —¿No me escuchas?, ¡déjame solo!, ¡no te quiero volver ver, maldita diosa!— un jadeo resonó de sus labios rosáceos de la albina, mas la furia se vio en sus ojos ahora en color dorado. Sin detenerse a pensar, se abalanzó sobre las cadenas protegidas, provocando una serie de descargas en las manos de la mujer, cosa que alertó al rubio —Elizabeth, ¡aléjate!, ¡¿Qué mierda haces?!—

—Me importa poco lo que digas— jadeo con dolor —¡Con que tu puedas salir, estaré feliz!. No me importa si no te quedas conmigo, no me importa si me olvidas, no me importa si te enamoras de alguien mas, solo quiero que dejes de sufrir— sollozo, el ardor se alojó en sus palmas al momento que aquella cerradura comenzaba a abrirse, sin embargo, Ludociel apareció al momento de sentir ese cambio de magia en su hechizo.

—¡Elizabeth, no hagas eso!— este jaló de ella en un suspiro, dejando que esta entrara en desesperación, ignorando las predominantes e insoportable ardor marcas rojas en sus palmas —Solo te lastimas— tomó una de sus manos y comenzó a tratarla, desvaneciendo las heridas. 

—Déjenlo libre, solo pido eso— no despego la mirada de el, a pesar de que este solo se mantenía cabizbaja —Se los ruego— el arcángel solo la saco de aquel lugar, cerrando fuertemente la pesada puerta, dejando al demonio con un dolor en su pecho.

Perdóname. Perdóname, Elizabeth

[...]

Con facilidad la arrastró fuera del lugar, donde Mael se percato de las incesantes suplicas de la diosa a su hermano mayor, quien mostraba un rostro de fastidio. La princesa parecía una niña pequeña, caprichosa e inmadura, jugando a ser la heroína del día, o eso pensaba Ludociel. 

—Déjenlo ir...— esta insistencia frustro a Ludociel.

—Solo querías verlo y ahí tu respuesta— gruño. Esta seguía con sus ojos dorados, la furia se desbordaba de ellos como acida lluvia.

—Haré lo que sea para que lo liberen— una sonrisa ladina se formo en su rostro ante sus palabras,  el hombre no dejaría pasar como una gran oportunidad.

—De cuerdo, si accedes a nuestro trato, el podrá ser libre. Él estará en paz, dónde nosotros no le tocaremos ni un pelo—

—Entonces...— soltó el aire volviendo a sus ojos celestes. Ingenuamente pensó que todos estarían bien, que el estaría bien si ella se marchaba, después de todo, la razón por la que ellos estaban ahí, era por ella —A-Acepto el trato— dicho esto, se marcho de aquel lugar con la mirada baja, dejando al líder de los arcángeles con un rostro victorioso y arrogante.

Por otro lado, Mael se quedo pasmado por su decisión drástica; bien si, la quería como suya, pero su culpabilidad era un mas fuerte llevándolo incluso a idear un plan a espaldas de su hermano para dejar a la diosa regresar a su tierra, sin embargo, aun tenía que convencerlo primero de no atacar a nadie.

—Ludociel, ¿en serio lo liberaras?— cuestionó con desconfianza.

—Por supuesto— sonrió ligeramente —Cuando su cabeza caiga, será totalmente libre—

Mientras tanto, a las afueras del reino, tres presencias demoniacas se acercaban a aquella tierra que parecían al borde de la miseria. Se podía sentir el terror en los pocos pueblerinos, las incógnitas en sus cabezas, preguntándose ¿Qué sucedía en el castillo?

—Aguarda Meliodas— enuncio el pelinegro de menor tamaño —Acabaremos con esto—

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¿Por que siento que debería esconderme? ;-;

Bueno, bueno... creo que lo que quedaba de melizabeth, termino calcinado. Me siento algo mal por esto, este par tardo como 30 capítulos para que al fin estén juntos y en menos de 15 lo destruí.

Oh well, pero si creen que terminé de hacerlos sufrir, están equivocados. El postre se sirve en dos caps. más...

Anyways, ¿Qué les pareció el capitulo?, ¿creen que la actitud y decisiones de Elizabeth y Meliodas fueron correctas?, ¿Elizabeth realmente se marchará?, ¿Ludociel logrará su objetivo?, ¿ya saben como terminará esta historia?.

¿Preguntas?, las respondo sin spoilers ;3

Sin mas, gracias por leer.

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Spoiler del siguiente capítulo: ante un rayo de esperanza, un caballero siempre alza su espada y entra en batalla en donde su princesa aguarda...

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