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Capítulo V

La mañana siguiente, la joven doncella se cepillaba frente al espejo como de costumbre con un semblante cansado, soltó un bostezo mientras estiraba los brazos a los lados con la finalidad de expulsar el cansancio de su cuerpo.

Con pereza abrió la puerta encontrándose con la castaña sonriente.

—Buenos días alteza— exclamó enérgica con un peculiar brillo en sus ojos.

—Buen día, Diane— sonrió siendo contagiada por la felicidad de esta —Veo que ya estas lista—

—Es mi deber como dama y no pienso fallar desde el primer día— dijo erigida en su lugar.

Elizabeth rió un poco. Miró a ambos lados del pasillo en busca del rubio,  pero no parecía haber señales de este.

—Que raro que el señor Meliodas no esté aquí— hizo un puchero pensativo  —Permite me un minuto— hizo una señal con su dedo índice a la dama para ir a la habitación izquierda.

Abrió la puerta un poco para asomarse al interior.

—Señor Melio...—  la joven no terminó su frase al ver al ojiverde con solo unos pantalones estilo capri verdes, una playera sin mangas roja y una toalla alrededor de su cuello.

—Alteza — el chico escondió su brazo izquierdo de la vista de ella, cosa que pasó desapercibido por la misma —Perdone mi tardanza, tuve entrenamiento esta mañana y perdí la noción del tiempo— soltó nervioso rascando su cabeza, haciendo que goteaban los mechones húmedos.

Sin embargo, la chica aun mantenía los ojos muy abiertos con su rostro encendido sin prestar la más mínima atención a la excusa del rubio.

—Eh...si bueno, no importa— tartamudeo con una sonrisa exagerada —¡¡Lo siento!!— exclamó azotando la puerta para darle más privacidad.

—Princesa, ¿está bien?— pregunto Diane —Esta roja, ¿tiene fiebre?— sonó preocupada tocando la frente de la roja chica mientras aún se mantenía en shock.

[...]

—Agh, me duele todo— se quejo el peliblanco estirando lo poco que la armadura roja le permitía.

—Ban, tu fuiste quien menos hizo en el entrenamiento— reclamó el peli café.

—Ya cállate enano— se mofo rodeando su cuello con su brazo mientras con su otra mano revolvía su cabello sin cuidado.

—Basta de que siempre me llames así— exclamó fastidiado de la actitud molesta y burlona de su compañero.

—Tranquilo, con un poco de entrenamiento serás grande y fuerte como yo— se burló ahora el de bigote divirtiéndose por el escenario del par.

—No estás ayudando Escanor— frunció el ceño con un pequeño tic en el ojo.

—Chicos, la princesa se acerca— aviso Gowther señalando a la joven acompañada por la oji morada quienes charlaban entre risitas siendo seguidas por el guardia.

Los cuatro hombres retomaron su postura ante la presencia de la albina, ya habría tiempo para molestarse uno al otro después.

—Buen día, princesa— saludaron al unísono con una reverencia.

—Buen día— regresó el saludo amablemente —Caballeros, les presento a Diane, mi dama de compañía— presentó a la de coletas quien sonrió algo tímida —Diane, ellos son los caballeros de alto rango, Gowther, Escanor, Ban y King— señaló a cada uno mientras decía sus respectivos nombres.

Sin embargo, King se mantenía mirándola con la boca entreabierta y sus mejillas coloradas, estaba hechizado por sus hermosos ojos violetas y sus gestos adorables.

—Un placer— dijo melosa hundiéndose de hombros.

—El placer es mío— murmuró el chico aún cautivado, algo que le llamó la atención de la princesa y el rubio, formando una sonrisa cómplice.

—Vaya capitán...— canturreo Ban llamando la atención —Me sorprende que sigas vivo después de ese golpe— Meliodas abrió los ojos a la par cuando la princesa lo miró dudosa.

—¿Golpe?— murmuró mirando al albino quien asintió —¿Está lastimado?— su voz sonaba cada vez más preocupada.

—Estoy bien— dijo a regañadientes con el ceño fruncido a sus compañeros.

—¿Estas de broma?, ¡llenaste todo de sangre!— exclamó King con un ligero escalofrío, a lo que Meliodas reaccionó haciendo señales de que se callaran, ya que lo menos que quería era preocupar de más a la doncella, pero sus intentos fueron en vano.

—¡¿Que?!— chillo la albina aún más angustiada.

—Bueno...— rasco su nuca recordando los hechos ignorando las miradas asesinas que enviaba el ojiverde —En parte fue mi culpa— suspiro —En el entrenamiento de la mañana, nos tocaba practicar tiro con arco—

—El idiota de Ban se la pasó jugando y bromeando con Gowther. En una de esas, Ban tiró a lo loco la flecha y pues...— hizo una pequeña mueca de dolor —...la flecha fue directo al capitán.— terminó de explicar King.

Tanto la princesa como la castaña solo tenían una expresión de horror y preocupación.

—Por suerte, su tamaño lo salvó— comentó Escanor con algo de  broma —Si no fuera por su pequeña altura, eso lo habría matado. Aunque eso no quita el hecho que le hiriera la exención del antebrazo— terminó con un suspiro.

—Para empeorar, no tenía ningún vestuario de protección. Ya sabrá que tan grave fue— finalizó Ban con una sonrisa ladina.

Meliodas mantenía una expresión seria a sus compañeros, para desviar su atención a las jóvenes.

—Señor Meliodas, ¿seguro que está bien?. Le hubiese dado el día libre, no...—

—Estoy bien alteza— interrumpió con una leve sonrisa forzada.

—No le haga caso princesa, su orgullo es enorme— comentó de nuevo Ban —Bueno, no tanto como el de él— dijo señalando a Escanor.

—¿Eh?—

—¿Seguro de que estás bien?— preguntó ahora Diane.

—Creo que deberíamos regresar señoritas— evitó la pregunta rápidamente.

—Pero...— suspiro ante la terquedad del ojiverde —Vamos Diane—

—Un gusto en conocerlos— sonrió la de coletas caminando a la par de la albina seguidas del rubio que le dio una mirada amenazadora al peliblanco.

—Fue un gusto conocerte, amigo mío— bromeó King con una mano en el hombro de Ban, quien solo chasqueo la lengua a la vez que su compañeros le daban sus condolencias.

El resto de la mañana, Elizabeth se dedicó a mostrar el resto del palacio a la castaña, quien admiraba con asombro y atención la extensión de cada cuarto, sala y pasillo, algo que causó satisfacción en la princesa, sin embargo no podía evitar darle una mirada preocupada al rubio tras ellas. De alguna forma se mantenía firme y sereno, su rostro carecía de alguna expresión de dolor, eso la mantuvo más incómoda.

La noche pronto envolvió a Liones. Elizabeth rodaba en su cama sin sentirse cómoda, estaba muy preocupada y paranoica por el accidente de su caballero. En silencio se deslizó por la cama a la orilla, prosiguiendo a colocar sus zapatillas. Pegó su oreja tras la puerta, no escuchaba ningún ruido, seguramente el rubio se fue a la habitación.

Observó por un momento el cielo oscuro, ya pasaba de su hora de sueño, pero sabía que el joven seguiría despierto como costumbre, algo que también le preocupaba ya que la mayoría de las noches, aunque no estuviese con ella, él pasaba la mayoría de sus noches en vela para protegerla.

Sin titubear ni dudar, la princesa salió de su habitación y fue a la del rubio.

—¿Señor Meliodas?—  dos golpes sonaron en la puerta de madera antes de que fuese abierta por la platinada —¿Puedo pasar?—

—Princesa, debería estar durmiendo, ¿sabe la hora que es?— respondió sin mirarla mientras retiraba la rodillera junto con la greba de su pierna derecha sentado en una de las sillas del cuarto.

—No podía dormir— admitió adentrándose en la habitación —Me preocupe por lo que dijo el señor Ban en la mañana— a pesar de sonar preocupada, sus ojos no podían evitar recorrer el cuerpo sin armadura del rubio.

Era de las pocas veces que lo veía sin ella, y verlo así le sorprendía de cierto modo. No se imaginaba que tan bien desarrollado tenía sus músculos y facciones, a pesar de tener una baja estatura y un atractivo único.

—No es nada, puede dormir tranquila— sonrió sacándola de su trance, ni cuenta se dio cuando este se despojó de su armadura por completo.

Ella observó la venda de su brazo mal puesta y la sangre seca que se filtró en ella.

—Entonces no hay problema si doy un vistazo— con cuidado sus dedos rozaron la tela blanca, pero este se apartó rápidamente.

—No es necesario— sonrió nervioso.

—Por favor— suplicó. Meliodas suspiró, dándole consentimiento. Como si se tratase de algo frágil, la peli plateada desenvolvió su antebrazo revelando la cortada aún abierta en la parte inferior  —¡Por mis dioses!, esto se ve mal— exclamó con preocupación. Podía observar la profundidad de la herida y como la piel manchada de sangre coagulada estaba separada entre sí. Sin perder tiempo lo jaló con cuidado fuera de la habitación  —Vamos—.

—No es nad...— callo de repente cuando esta se detuvo y lo vio con el ceño fruncido.

—¿Usted está obligado a obedecer me verdad?, así que le ordenó venir conmigo— dijo firme y autoritaria.

Ese tono de voz lo dejó sorprendido, era la primera vez que esta le hablaba tan imperiosa, por lo que no tuvo más opción que acceder en silencio. La joven se relajó y siguió su camino hasta el baño de su habitación, donde tenía unos artículos de emergencia.

—Veamos— dejo al rubio sentado a la orilla de la bañera mientras buscaba en su gabinete —Primero desinfectar la herida- tomo unas toallas y desinfectantes.

Humedeció un poco la toalla para limpiar el rastro de sangre alrededor de la herida y proseguir a tomar otro y rociar desinfectante en el brazo del rubio.

—¡Auch!— se quejo ante el ardor que causó el químico.

—Decía que no era nada— sonrió la albina tomando con delicadeza el brazo y seguir tratándolo.

—No lo es— suspiró con una sonrisa ladina, esforzándose por no mostrar su dolor.

Observo a la chica como sacaba unas vendas nuevas y de manera experta envolvía su brazo, de modo a que la cortada no se separara más de lo que estaba.

—Con esto bastará— finalizó ajustando la tela para que no se soltara —Mañana tendrá que ir con un médico a que el haga una satura— susurro.

—Claro, no se preocu...— su sonrisa desapareció al verla aun con su rostro agachado —¿Princesa Elizabeth?— se alarmó al sentir las lágrimas de la joven caer en su brazo —Oye, ¿que ocurre?—

—Lo siento— soltó un respingo limpiando rápidamente su mejillas —Es que...— suspiro pesadamente —Aun vivo con el miedo de que algo le suceda— admitió con la mirada baja.

—Solo es una cortada— bromeo con la esperanza de calmarla un poco, pero no había funcionado.

—No es solo por eso— le miro a los ojos aun cristalinos  —Usted se la pasa arriesgándose, y no puedo evitar agonizar por eso—.

Más lágrimas salieron de sus ojos, Meliodas no supo cómo reaccionar o qué decir, por lo único que se limitó a hacer, fue a abrazarla escondiendo su rostro triste en su pecho fuerte.

—Mientras tu estés bien, yo también— susurro acariciando su cabeza hasta que su llanto cesará, sin darse cuenta de lo que esas palabras le hacían sentir a la joven princesa.

[Al día siguiente]

—Buen día Señor Meliodas— saludo Elizabeth despierta más temprano que de costumbre —¿Como sigue su herida?— pregunto dejando el desinfectante y vendas de lado.

—Buen día alteza— sonrió el rubio, limitándose a preguntar el porqué de su despertar más temprano —La verdad, apenas iba a cambiar la venda para ir con el médico del pueblo— respondió retirando el largo pedazo de tela de alrededor de su antebrazo.

—¿Eh?— jadeo la ojiazul al ver la herida cerrada, solo distinguida por una cicatriz visible —¡Se regeneró muy pronto!— exclamó con asombro —No lo entiendo, ¿es posible?— la chica, tomó el fuerte brazo del rubio examinandolo, pasando sus dedos en toda la extensión cuidadosamente, sin embargo su rostro enrojeció cuando se dio cuenta en la forma en que lo tocaba —¡¡Lo siento!!—.

—Nishishi. No hay problema— rió por la actitud nerviosa de la chica —¿Me ayudaría a colocar la nueva venda?, es por si acaso—.

—Si claro— titubeo tomando las vendas limpias y envolver su brazo antes herido. Aún se preguntaba cómo era posible que este se curara de un día para otro si estaba aún abierta la cortada cuando lo reviso la noche a anterior.

—¿Ya sano tan pronto, Meliodas?— llamó la castaña entrando a la habitación con unas prendas blancas.

—Si, gracias Zaneri—  sonrió a la chica

—Buen día alteza— hizo una pequeña reverencia a la princesa antes de seguir.

—Buen día Zaneri— regreso el saludo.

—Toma— Zaneri acercó la camisa blanca al rubio quien lo aceptó de inmediato —Fue difícil quitar la sangre pero ya no hay rastro— suspiro con una sonrisa  —Por lo que veo, usted tiene buena mano para estas cosas— comentó observando la venda  —De haberlo sabido, le hubiese pedido ayuda a usted—

—Si tan grave fue, ¿por qué no lo llevaron con un médico?— cuestionó la ojiazul sintiéndose molesta.

—Insistió en no querer preocuparle, aunque temíamos que quedara inconsciente por la cantidad de sangre que per...— fue interrumpida abruptamente por el rubio.

—¡Zaneri!— llamó sombrío —No le des mas detalles, por favor.— frunció el ceño haciendo sentir nerviosa a la castaña, rara vez se le veía molesto y cuando eso pasaba él suele ser muy hiriente.

—Lo siento— agacho la mirada sintiéndose mal por la forma en que este se le había dirigido.

—Lo que importa, es que usted esté bien— Elizabeth sonrió relajada.

Meliodas no pudo evitar ser contagiado por su humor positivo, y devolvió la sonrisa, ignorando la mirada triste de la otra joven.

Los días transcurrieron con normalidad. La herida de Meliodas estaba curada por alguna extraña razón, algo que dejaron pasar; Diane no solo era una empleada más para Elizabeth, se habían vuelto amigas cercanas y para mala suerte para la castaña, el rubio solo le veía igual, como una amiga.

Los sentimientos de Diane por el caballero de la princesa incrementaron, no podía evitar suspirar y sonreír tontamente. Era muy obvia con sus sentimientos aunque pareciera que Meliodas no se percatara de eso.

Por otro lado, King le había tomado cariño a la oji violeta, pero el verla sonreír a su capitán de manera especial lo desanimaba, pero no lo culpaba ya que pasaban la mayor parte del tiempo juntos.

En medio de lamento interno, un guardia se le acercó.

—Oye King— el susodicho lo volteo a ver. —Alguien te busca—.

—Vaya, tienes visitas King— se burló el peliblanco.

—¡Oh rayos, lo olvide!— exaltado se dirigió a la entrada principal sin antes pedir un favor al hombre. —Gracias Howzer, cúbreme un momento por favor— el de cabello verde asintió.

King corrió lo más rápido posible, ignorando a quienes lo pasaban saludando, solo le urgía recibir a una visita especial.

—Ya se tardó— se quejo melosa la ojimiel. Soltó un suspiro y solo dedicó a esperar con aburrimiento.

—Lamento la demora— jadeo el castaño tratando de saludar, pero el correr con una armadura lo agotó.

—No me digas que lo olvidaste— soltó una risita divertida.

—Para nada, como olvidaría a mi hermanita— dicho esto la abrazó siendo correspondido. —Te extrañé, Elaine—

[Reino Demonio]

—Joven Zeldris, ¿está usted seguro de esto?— cuestionó el maestro de cabellos rosados  —Si lo llegan a des...—

—Tranquilo Cusack— suspiró antes de continuar —Si alguien me reconoce seguramente me llevaran a mi hermano. Dreyfus, Hendrickson, llevenme a Liones— ordenó con una faceta de confianza a pesar de sentir la ansiedad recorrer su cuerpo, después de casi quince años regresaría al lugar que llamó hogar.

—Algo que pueda recordar bastará— susurro para si mismo mientras se perdía en penumbras.

¡¡Sorpresa!!, quedó mucho antes de tiempo y aquí lo tienen, espero que lo hayan disfrutado.

Sin más, gracias por leer bishitos ❤.

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