Capítulo II
La gente de pueblo gozaba con eufórica del festival más esperado en el año en el reino de Liones, sin percatarse de los misteriosos caballeros que se infiltraban entre los pasillos del castillo.
—Las princesas no suelen salir por petición de su padre, así que no habrá problemas, ¿verdad Hendrickson?— habló uno de los caballeros del palacio seguro y confiado de si, mientras caminaba a la alcoba, en donde pasan el tiempo libre las jóvenes doncellas.
—Queremos pasar por desapercibidos, no queremos fallas Dreyfus— advirtió el caballero oscuro con detalles rojos detrás de él.
—No se preocupe, ellas son obedientes a su...— dejo de hablar al notar que las tres jóvenes no se encontraban donde deberían.
—¡¿En dónde están?!— exclamó el oscuro de menor tamaño con enojo y decepción.
[...]
—¡Elizabeth!, nuestro padre nos castigará si se entera que salimos sin su permiso— dijo suavemente la mayor a su hermana que tenía una sonrisa de oreja a oreja y sus ojos brillaban.
—Siempre quise ver el festival, no puedo vivir encerrada todo el tiempo. — dijo mirando a su hermana cinco años mayor que ella —Además, tu novio protege de nosotras— comentó divertida señalando al caballero de cabellos rosa pastel.
—¡¡Elizabeth!!— está chillo con rubor en sus mejillas a lo que el caballero de ojos azules río divertido agachándose a la altura de la menor.
—A ver pequeña, yo solo cuido de ustedes, ese es mi deber— comentó acariciando su cabeza con ternura a lo que la albina asintió.
—¡Hey!, no me excluyas— se quejó el otro caballero de tez morena con los brazos cruzados.
—Je,je. Perdón Griamor— sonrió rascando su nuca nerviosamente.
—¿Por que yo no tengo un caballero?— se pregunto la peliplata mirando a los mayores.
—No lo necesitas cuando ya nos tienes a nosotros— comentó Gil brindándole una sonrisa de confianza.
—Ya no pongas esa cara, olvidemos todo y vamos por algo de comer. Muero de hambre— habló Verónica señalando un puesto de comida.
[...]
—Vamos Ban, ¿es todo lo que puedes?— se mofo el rubio divertido viendo la expresión de cansancio de su compañero.
—Ca-lla-te— hablo entrecortado, estresado por la multitud que los animaba a gritos mientras apostaban. Ban, por más esfuerzo que hacía, no lograba mover el brazo del capitán hacia el lado contrario.
—Bien, ya me cansé— su voz sonaba aburrido, a lo que en un solo movimiento usó su fuerza para aplastar la mano de su contrario ganando la revancha, escuchando los elogios y algunos abucheos de alrededor.
—¡Vaya capitán!, ¡otra victoria!— dijo un sorprendido King al ver al peliblanco quejarse por el dolor en su muñeca —Lo que le falta de tamaño, le sobra de fuerza—
—Nishishi...— Meliodas lo vio con una ceja arqueada divertido por su comentario, se levantó de la mesa para estirar sus brazos y moverlos a modo de calentamiento. —Yo iré por algo de beber, les traeré un trago— dijo alejándose para ir al puesto más cercano por unas cervezas.
Este pidió las tres bebidas percatandose de la presencia de los dos caballeros charlando animadamente con las princesas. Este frunció el ceño inseguro.
—Gil, Griamor, ¿que hacen las princesas fuera del castillo?— llamó la atención de los antes nombrados, a lo que estos se pusieron nerviosos ya que sabiendo la actitud de su compañero, él era muy apegado a las normas de la realeza.
—Bueno, en realidad...nosotros...— hablaba nervioso el de ojos azules antes de ser interrumpidos por la menor.
—Yo quería salir a ver el festival, no es culpa de ellos— los esmeraldas del rubio no cambiaron su actitud autoritaria ante la albina.
—No deberían estar fuera y lo saben, si el rey se...— fue interrumpido por una azul mirada suplicante.
—¿Le dirás a mi padre?— cuestionó a lo que el rubio apartó la mirada. Era obvio que tenía que notificarle al rey aunque eso afectaría la felicidad de la princesa, sin embargo nunca admitiría que la mirada inocente de Elizabeth lo manipulaba fácilmente cada vez que le pedía un favor.
—Vamos Meliodas, creí que ibas a tomar un descanso— hablo Gil con su mano en el hombro del ojiverde —No deberías preocuparte por ellas, estamos nosotros aquí—
—¡¡Por favor...!!— suplicaron las princesas al unísono. Meliodas suspiro derrotado pasando su mano en su rostro sin tener más opción.
—Estaré alerta, cualquier cosa no duden en avisarme— resignado pago y tomo las bebidas que la empleada le dio para marcharse con una mirada seria.
Elizabeth miró atenta al rubio, preguntandose porque era sobreprotector y paranoico a cualquier cosas fuera de la ley.
Mientras tanto en el palacio, los cuatro guardias caminaban de un lado a otro en busca de las sucesoras de la corona de Liones.
—¡Idiotas!, las princesas deben estar en el festival— dijo con frustración el caballero negro —Llamaremos mucho la atención con toda esta multitud— su mirada observó a la gran cantidad de gente que gozaba del medio día.
—Usted dijo que los cinco caballeros de alto rango no estaban armados, ¿verdad?— habló el caballero menor llamando la atención de los presentes.
—Significa que tenemos una ventaja— dijo Dreyfus.
—Bien, entonces encuentren a las princesas y atrapenlas. Maten a cualquiera que se interponga, sin piedad— dijo sereno a lo que estos asintieron sin saber lo que este caballero ocultaba más allá de esa armadura negra.
Gil y Griamore disfrutaban de ver a las jóvenes con una sonrisa y felicidad al descubrir más allá de los muros del castillo.
—Hey, qué te parece si finalizando el festival nos vamos con los chicos por unos tragos— sugirió el de cabellos rosados a su compañero.
—Lo siento, pero mañana Verónica saldrá temprano. Pero ve tú, estoy seguro de que Howzer estará disponible— se disculpó el moreno ignorando a quienes cuidaban.
—Iré por otra de estas— hablo Elizabeth terminando de comer su brocheta.
—Espera, no vayas sola...— dijo la de cabello corto con preocupación.
—No te preocupes, estaré bien ,solo es a unos cuantos puestos— sonrió despreocupada antes de perderse entre la gente.
[...]
—Ban, ¿no puedes esperar hasta la noche?— se quejó King al ver a su compañero como se ahogaba con el alcohol.
—Solo son cinco— hablo despreocupado disfrutando del amargo sabor de la bebida.
—Hm, creo que he comido mejores comidas— dijo Meliodas ante su plato de comida. Desde un tiempo que comenzó a comer, un mal sabor le llegó a su paladar, como si una corazonada se tratase. Algo andaba mal y lo presentía.
—Eso dices porque no has comido lo que yo cocino— habló el peliblanco presumiendo de sus habilidades culinarias sacando de los pensamientos del rubio.
—Eso habrá que verlo— desafío en tono burlón.
—No me equivoque al buscarlos aquí— hablo de cabellos magenta llegando con varios libros de literatura e historia —¿Ban ya se embriago?— pregunto a ver al de ojos rojos con varios tarros sobre la mesa.
—Ganas no le faltan— rodó los ojos king negando con la cabeza.
—Ca-¡caballeros!, por favor diganme que han visto a Elizabeth y a Verónica.— habló la princesa mayor con una voz quebrada, con una mínima esperanza de que ellos tuviesen una respuesta.
—No, ¿qué pasó?— pregunto el rubio con el ceño fruncido parándose de su asiento. Los demás miraron atentos con preocupación, sabían que algo había pasado.
—Perdón señor Meliodas, usted tenía razón... no debimos salir del castillo...— los ojos de Margaret comenzaron a cristalizarse por la culpa que la atormentaba.
—Tranquila Margaret. Gil, ¿que sucede?, ¡¿en donde están las dos princesas?!— pregunto el rubio con nervios a flor de piel. El de ojos azules suspiro tranquilizandose antes de decirle la verdad de la situación.
—Elizabeth se separó por unos momentos a un puesto, Verónica fue a buscarla ,pero ninguna regreso— confesó temiendo por la reacción del rubio.
—Fuimos al puesto, pero dijeron que nunca pasaron por ahí— continuó Griamore —Los caballeros las buscaron por el palacio, pero no hay rastro de ninguna— soltó haciendo que Meliodas entrara en pánico.
—¡¿Que carajos les pasa al dejarlas solas?!, ¡¿porque no acudieron a nosotros desde un principio?!— la furia en su voz se hizo presente llamando la atención a sus alrededores.
—Creímos que la princesa Elizabeth solo jugaba otra broma y...— interrumpió el rubio con cierto enojo.
—¡No hay tiempo para eso!— dijo antes de apurar a buscar a las princesas dando la señal a sus compañeros para unirse en la búsqueda.
El rubio buscaba determinado en que las encontraría, sin importarles si era una broma o no solo quería saber donde estaban.
Por otro lado, los dos caballeros oscuros terminaba de atar las manos de Verónica quien luchaba agresivamente por deshacerse del agarre de los hombres, pero era inútil.
—Solo falta una— habló el caballero oscuro de menor tamaño observando ambas femeninas tratar de gritar, pero la mordaza les impedía que su voz fuera escuchada.
—Supongo que la podremos tener la mayor después— dijo el segundo caballero con indiferencia —Será un avance para su padre el que tengamos a dos—
—Tendremos que obligarlos a entregar la primera princesa— dijo Hendrickson apareciendo detrás de ellos junto a su compañero, portando un casco que cubría sus rostros y evitar ser identificados.
Estos miraban a la menores atemorizadas no solo por el hecho de que las tienen secuestradas, si no que dos de los caballeros del reino trabajaban con un reino enemigo, había dos traicioneros en la guardia real.
—Será después de encargarnos de ellas— mencionó el caballero oscuro tomando fuertemente a Elizabeth por las mejillas a lo que ella soltó un quejido de dolor.
—¡¡Sueltenlas!!— hablo el rubio detrás de los cuatro hombres. Estos miraron a los principales guardias junto a los caballeros personales quienes fueron informados de ver sospechosos en esa área del pueblo.
—No te entrometas hombrecito, solo saldamos una pequeña cuenta con el rey— contestó el de armadura negra y espiral en el costado sin mirarlo.
—¿Con unas niñas?, ¡que cobardes!— bufo en ironía cruzado de brazos.
—Solo necesitamos a las princesas, no les haremos daño— explicó —Entreguenos a la mayor y tendremos piedad de ustedes— extendió su mano en dirección a la princesa mayor asustada que se aferraba al brazo de Gil como protección.
—Elizabeth, Verónica.— susurro entrecortada viendo a sus hermanas moverse desesperadas por librarse.
—¡Pronto Margaret, ve por los guardias!— dijo Gil a la de cabello lavanda, a lo que esta corrió como pudo al castillo en busca de refuerzos, rezando a sus dioses por el bienestar de sus hermanas.
—Creo que esto se arregla aquí y ahora— aclaro con notoria rivalidad el ojiverde.
—Si así lo quieren— los dos caballeros plateados sacaron sus espadas para dar batalla.
—Encarguense de ellos— indicó Meliodas a King, Gowther y Ban, quienes asintieron —Gil, vamos por las doncellas—
—Esto será divertido— uno se preparó para atacar al rubio, a lo que este evitó el impacto con una espada más pequeña que cargaba escondida.
Evadio sus ataques para correr hacia los dos hombres oscuros que se preparaban para su enfrentamiento.
—Veo que venías preparado— mencionó Gil algo sorprendido. Este atacó a uno de los caballeros de armadura negra derribandolo enseguida.
—¡Ve por ellas!, yo te cubro— indico el rubio al pelirosa mientras atacaba al otro guardia de menor tamaño que el resto.
—¡Vámonos de aquí!— este liberó a las menores con un corte en las cuerdas, pero el segundo guardia oscuro les impidió el paso con su arma.
—¡¡Gil!! — grito la albina al ver como ambos peleaban a muerte.
—Alejense, ¡corran rápido!— indicó el de ojos azules en un quejido por mantenerse al tanto de los golpes de su contrario.
Ambas niñas corrieron alejándose del campo de batalla, sin embargo un tercer caballero oscuro apareció en la escena tomando bruscamente el brazo de la ojiazul.
—Alto ahí— habló el misterioso caballero de armadura negra y una especie de capa azul —Otro ataque y ella muere— acercó su espada al cuello de la pubertad llamando la atención de los caballeros de Liones.
Estos dejaron de atacar y soltaron sus armas. Los dos caballeros oscuros y los plateados se posicionaron al lado del caballero misterioso de gran tamaño. Meliodas tenía un aspecto cansado pero sus ojos desbordanban ira, con una necesidad de acabar con ellos de una vez.
—Bastará con ella, vámonos— hablo el de menor tamaño retrocediendo para marcharse.
—Espera...— hablo el ojiverde con la mirada baja y sus puños a los costados —Prefiero morir si no voy a poder salvarla— finalizó con un rostro cansado, algo convincente para sus compañeros asombrados y la sonrisa satisfactoria del rival.
—¿Capitán?— susurro King con incrédulo.
—Bien por mi—
La pequeña veía con sus ojos cristalinos a ese chico que siempre estuvo cuando se metía en problemas o minimizaba sus castigos que su padre le asignaba, no podía ser su final. El misterioso hombre alzó su espada con él como objetivo, pero justo antes de impactar con el, este lo detuvo con su mano para quitarle la espada y empujarlo, jalando consigo a la princesa, abrazándola de manera protectora.
—¡Huye! — le indico antes de evadir otro ataque por parte de uno de los caballeros traidores. Sin embargo, este logro quitarle la espada dejándolo sin escapatoria. Cerró los ojos esperando un impacto, pero no llegó.
Sus pupilas se dilataron al ver aquella figura que se atravesó entre el y el arma, recibiendo la estocada.
—Zaratras...— susurró justo antes de caer.
La sangre teñía el suelo rápidamente, los cinco caballeros enemigos se marcharon en cuanto vieron la gran cantidad de caballeros armados que llegaban en escena.
—¡Padre!— Gil se inco tomando la mano de su padre, quien se le veía más débil por la pérdida de sangre.
—Hey, Zaratras, ¡reacciona!— hablo Meliodas desesperado, se negaba a perder al único que se preocupo por él cuando estaba solo, como un padre con su hijo. El era el padre que no tuvo.
—Lo siento, n-no llegue a tiempo...— soltó una risa apagada mirando a los jóvenes.
—Tranquilo, por favor no cierres los ojos— animó el rubio en su intento de no romperse ahí mismo.
—Padre, no me hagas esto— la voz del ojiazul se quebraba, no estaba dispuesto a dejarlo morir.
—Mi muchacho, s-serás un b-buen... hombre— hablo con dificultad colocando una mano en el hombro del pelirosa —Cuida de Margaret— Gil asintió con sus ojos cristalizandose —Confío en ti Meliodas— finalizó sonriéndole al rubio para soltar un último suspiro antes de cerrar los ojos. Zaratras, el líder de los caballeros sagrados y el más fuerte de ellos, había muerto.
Gil apretó sus labios en una línea, llorando silenciosamente. El silencio era abrumador entre los presentes, Meliodas miró en dirección a donde los enemigos huyeron, se paró para caminar alejándose un poco, miró a lo lejos en donde estaba el reino enemigo. Apretó sus puños, sus esmeraldas lloraban mientras el negro se apoderaba de ellos y el odio lo consumía lentamente.
[...]
El siguiente día era un agradable clima, pero todo era fúnebre. El líder de los caballeros fue asesinado y lo velaron recordandolo como el líder que fue, ganándose el respeto y el cariño de muchos de los miembros de la caballería del reino.
El rubio portaba su armadura habitual, sin expresión en su rostro miraba en uno de los grandes ventanales hacia el exterior donde se veían a muchos de los pueblerinos vestir de luto.
—Capitán, el rey nos llama.— aviso Ban quien estaba acompañado por el resto de sus compañeros.
Este lo miró por un momento asintiendo con su rostro sereno, caminando hacía la sala de tronos. La mirada verde del rubio miró de reojo a la albina sentada abrazando sus piernas junto a sus hermanas que palmeaban su espalda a modo de consuelo, sintió lástima por la joven ojiazul.
Ignorando lo visto, regreso su vista al frente, ingresando a la sala de tronos donde el rey Baltra los esperaba con un semblante cansado y decaído.
—Majestad— los caballeros se inclinaron ante él rey, esperando las órdenes.
—Dada a esta lamentable y triste situación, es un hecho que mis hijas están en peligro, aun estando en el castillo— comenzó algo pensativo —Por eso he decidido cambiar sus puestos en la guardia real— dijo en un suspiro desconcertando al grupo, pero no se opusieron a tal cambio —Escanor, Ban; harán guardia en la entrada norte del Palacio— señaló al peliblanco y al de bigote a lo ellos asintieron —King, Gowther; ustedes vayan en la entrada sur— prosiguió con el pelirosa y el castaño claro, estos afirmaron.
—Espero no molestar Majestad, pero ¿porque en esas entrada?—- pregunto curioso King
—Son las más susceptibles a ser atacadas,el lado este y oeste ya están vigiladas por varias tropas; confío en ustedes en que puedan con la tarea— finalizó dando la orden de retirarse, estos accedieron dejando al rubio solo con el superior.
—Meliodas— llamó el hombre senil al caballero rubio.
—Majestad— este hizo una pequeña reverencia con su cabeza esperando su nuevo puesto en la guardia real.
—Te daré una tarea más importante, confío en ti más que nadie para este trabajo— esto llamó la atención del joven, si el rey lo decía, debía ser importante —Serás el caballero oficial de mi hija menor, Elizabeth—
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