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Capítulo I

[10 años antes]

El reino de Liones se encontraba en guerra y caos; los caballeros de Liones de alto rango peleaban a morir contra el reino de los demonios quienes eran conocidos por su agresividad y su placer por atacar por sorpresa, seres de sangre fría. Pero esta ocasión era diferente, buscaban un objetivo en particular.

Reclutas de bajo rango del clan demonio saqueaban el pueblo con la orden de matar a quien se interpusiera en el camino y así fue, hasta llegar a la casa equivocada.

—Quédate aquí con tu hermano, no salgan— susurró la rubia al su pequeño escondido con su hermano pelinegro tres años menor que él.

Este no quería separarse de su madre, la tomó de la mano evitando que salga del escondite. La rubia ojiverde suspiró melancólica quitándose un pequeño camafeo de plata que colgaba de su cuello para dárselo a su hijo mayor; este lo tomo soltando la muñeca de su madre. La mujer hizo frente a aquellos armados, no podía dejar que le quitaban lo poco que tenía. Vivía como madre soltera de dos niños, abandonada por su esposo a su suerte; debía mantenerse firme por el bienestar de sus hijos.

—Por favor...— suplicaba deteniendo a los hombres de armadura oscura —...es todo lo que tenemos y...— calló de repente al ver la espada apuntando su cuello a centímetros de cortar su blanca piel.

—No se entrometa.— aviso el caballero mientras otros terminaban de saquear y romper todo a su paso, parecían no encontrar lo que buscaban.

La mujer no podía mantenerse de brazos cruzados observando tal acto desalmado. Tomo coraje y golpeó al hombre que amenazaba con su espada.

—Dejen... ¡No!— trataba con despecho detenerlos, jaloneandolos del brazo a pesar de ser en vano por la diferencia de fuerza.

Por otro lado, los dos pequeños veían con miedo y pánico a su madre enfrentarse a esos hombres, el pequeño rubio de ocho años quería ayudar a su mayor quien era golpeada por unos de los caballeros oscuros, pero debía mantener el agarre de su hermano ahora inquieto por el ruido del conflicto.

—¡Te lo advertí maldita ...!— la miro detenidamente frunciendo el ceño. —¿En donde está?— la jalo de brazo obligandola a verle.

—No se de lo que habla— hablo débil y serena desde el suelo limpiando un rastro de sangre que emanaba de su boca.

Sin piedad alguna, atravesó su espada en el pecho de la mujer de rubia cabellera, robándose su último suspiro antes de caer muerta.

El trauma de ver a tu madre morir de una forma despiadada era lo peor que podría vivir un niño. Las fuerzas del rubio se fueron, la culpa cayó sobre él, sus ojos verdes derramaban lágrimas silenciosas soltando a su hermano menor quien fue hasta su madre.

—¡Mamá!— gritó el pequeño llamando la atención de los caballeros negros.

Se aferró al cuerpo de esta manchando sus pequeñas manos de sangre, lloraba amargamente con un dolor en su pecho indiferente a los demonios al alrededor.

—A ver mocoso— habló uno de los caballeros jalandolo del brazo separándolo de su mayor.

—Es él— afirmó una voz femenina y misteriosa. Aquella de armadura negra en el que se podían distinguir cabellos cobrizos.

—Tu vendrás con nosotros— este lo jalo entregándolo a otro caballero que esperaba en una carroza.

—¡No, Zeldris!— salió el rubio enfrentando a los hombres quienes tendían burla en sus rostros —¡Sueltenlo!— su rostro mostraba enojo, desprecio; sus ojos aún lloraban. Se sentía inútil y débil.

—Hm, no te entrometas y seré piadoso contigo, niño— se burló en mayor cargando al pequeño en sus hombros evitando su escapatoria.

El pelinegro luchaba por liberarse en llanto y desesperación, por otro lado, su hermano trataba de darle golpes a aquellos hombres que llegaron a corromper la paz en el reino.

—¡M-meliodas!— grito desesperado el infante de cabellos negros antes de ser me metido a la carretilla conducida por otros caballeros del clan demonio.

—¡Sueltenlo!, ¡por favor!— rogaba el rubio golpeando en vano a aquellos hombres.

—Jodes mucho— escupió con enojo antes de darle un golpe al ojiverde.

Meliodas cayó al suelo cerca de su madre con una hilera de sangre saliendo por su rostro y un mareo incesante escuchando cada vez más lejos las súplicas de su hermano hasta cerrar sus párpados y quedar inconsciente.

[...]

La luz que golpeaba en sus ojos molestaba, un dolor de cabeza se hizo presente. Observó a su alrededor, percatandose de la presencia de los caballeros del reino.

La batalla concluyó dejando sangre a su paso. Un hombre de armadura dorada y ojos azules se acercó al rubio aun en el suelo arrodillándose ofreciéndole su mano.

—Hey, ¿estas bien?— pregunto el de cabello blanco. Este solo asintió. —Es un milagro que estés vivo chico, lo siento por tu madre— agacho la cabeza antes de que más lágrimas traicioneras brotaran de sus ojos esmeraldas.

El caballero solo abrazo con paternidad al rubio dejando que este solo liberara sus amargas penas. Por otro lado, el infante comenzaba a acumular ira por aquellos caballeros oscuros que le quitaron a su única familia.

—¿Como te llamas?— pregunto el hombre de armadura plateada.

—Meliodas...—

[Actualidad]

Abrió sus ojos levantándose de la cama bruscamente, gotas de sudor resbalaban de su frente y su respiración era acelerada, la misma pesadilla que lo atormentaba por diez largos años. Este suspiro quitando el agua salina de su frente terminado de sacudir sus rebeldes cabellos y estirando su cuerpo liberando la tensión acumulada.

El ojiverde colocó sus zapatos y caminó a un pequeño lavamanos que se encontraba en su habitación. Tomo un poco de agua con sus manos juntas y la distribuyo por su rostro somnoliento que reflejaba su cansancio. Con una toalla comenzó a secar el exceso de agua finalizando por ver su reflejo.

Suspiro analizando su facciones acercándose al espejo. Retiro uno de los mechones rubios que cubrían su rostro y observo aquella pequeña cicatriz que se negaba en sanar, un pequeño pero doloroso recuerdo. Este restó importancia, después de todo, tenía peores heridas que seguían abiertas a profundidad.

Se vistió con su armadura gris con detalles rojos en los hombros y salió de su habitación, dirigiéndose al castillo.

—¡Hey Capitán!— saludo un guardia peliblanco de armadura roja, más alto que él —¿Tuviste otra mala noche?— afirmó observando a su capitán.

—¿Que hay de nuevo Ban?— saludo Meliodas evitando la última pregunta.  —¿En donde estan King, Gowther y Escanor?—

—King y Gowther se adelantaron y Escanor fue llamado por la bruja de Merlín...— respondió el peli blanco alzándose de hombros —Perdón, Merlín— corrigió rápido al ver la cara de disgusto en el ojiverde.

—Bien.—

El par de amigos caminaba por los pasillos del castillo hasta la sala principal donde los esperaban el rey Baltra, los dos grandes generales y él gran maestro, líder de los caballeros, Zaratras. Meliodas conversaba animadamente con Ban a pesar de su mala mañana hasta que un golpe en su nuca lo derribó, lastimándose con el metal que cubría su cuerpo al chocar con el piso.

—Wow, ¿estas bien?— pregunto con burla Ban al ver a su líder caído. Dio un vistazo topándose con las menores detrás de ellos que veían asustadas, el de ojos rojos solo levanto su pulgar con gracia.

—¡¡Golpeaste a un caballero!!— gritó Verónica tapándose la boca evitando soltar una carcajada.

—¡Lo siento!, ¡perdón, perdón!— se disculpan la albina sonrojada corriendo hacia el rubio ayudándolo a pararse.

El ojiverde vio a la niña quien no era nada más y nada menos que la princesa Elizabeth, quien luchaba por no liberar lágrimas de sus ojos cristalinos. Meliodas sonrió levemente tratando de no hacerle sentir mal y se levantó del suelo, sacudiendo su armadura.

—Estoy bien alteza— hizo una reverencia dejando de lado lo ocurrido. Después de todo, no era la primera vez que era víctima de las travesuras de alguna de las princesas, siendo Elizabeth la causante de la mayoría de las veces.

Pero qué podía hacer, solo era una niña de 12 años disfrutando de la vida antes de ser preparada para el mundo adulto.

—Elizabeth siempre se mete en problemas— hablo el peli plata acabando con el silencio entre ambos. —Escuche que ella causó que la princesa Verónica se lastimara el pie en el barranco donde las encontraron la semana pasada—

—Son niñas, la pubertad les debe afectar— se alzó de hombros restando importancia.

—Pues, hablando de eso, la princesa Verónica se está desarrollando, ya no es una niña— habló perversamente alzando las cejas sugerente . — A ella le cayó bien la pubertad— terminó con un leve golpe con el codo.

—Ten más respeto— exigió con fastidio regresando el golpe con más fuerza.

—Solo jugaba, no te pongas agresivo— este movió su brazo dolido por el codazo.

Ambos llegaron a la gran puerta que daba paso a la sala del trono donde ya los esperaban el resto de los caballeros.

—Llegan tarde— habló Gowther con su seriedad característica.

—Me quedé dormido, el entrenamiento de ayer me dejó exhausto— se escuso Ban haciendo rodar los ojos a su compañeros, sabían que el solo duró un minuto de calentamiento.

—Rey Bartra— habló Meliodas ante su superior —A sus ordenes— finalizó con una reverencia. Los caballeros imitaron aquella acción.

—Mi muchacho Meliodas, jóvenes— habló el rey -Han demostrado determinación y valentía, pero se exceden en su trabajo— esto último dejó confundidos a los caballeros que se miraban entre sí .—Lo llamamos para compensarlos por ello— sonrió el hombre senil.

—El rey y yo pensamos en darles el día libre— habló por fin Zaratras dejando sorprendidos a los presentes. —Mañana es el festival, no creen que es bueno un descanso— sugirió a lo que el grupo se emocionó a excepción del ojiverde.

—Que generoso, no me vendría mal dormir unas horas extras— hablo King rascando su nuca nerviosamente.

—Tiene razón, ya llevo mucho tiempo sobrio— siguió Ban sin evitar mostrar su alegría, ya que su trabajo le impide poder excederse con el alcohol.

—No será necesario majestad, tengo responsabilidades— habló sereno el rubio llamando la atención entre sus compañeros.

—Capitán, tú más que nadie necesitas un descanso— hablo el de pelo magenta ajustando sus lentes —Trabajas en exceso—

—Es mi trabajo— se negó cruzándose de brazos, sin propósitos de aceptar.

—Vamos capitán, desde que tú pisaste la caballería no nos hemos tomado un día libre— se quejó el de armadura roja.

—Es una oferta de el rey y el líder, no podemos negarnos— contrarresto King

—Tiene razón Meliodas, no podrás negarte si te lo ordeno— finalizó el Rey Bartra con una sonrisa vencedora. Meliodas suspiro viendo a sus compañeros rogando con la mirada, esté se resignó y asintió con la cabeza.

—Aun así estaré alerta— dijo con una leve sonrisa viendo a sus compañeros suspirar de alivio.

—Es todo jóvenes, pueden retirarse— finalizó Zaratras dando su autorización de poder retirarse.

Los cuatro caballeros salieron de la sala real charlando animadamente sobre sus planes del día siguiente. Una pequeña peliplata llamó la atención del rubio dejandolo atras del grupo.

—¿Pasa algo princesa?— pregunto atento inclinado a la altura de la pequeña de ojos azules.

—Hum... Señor Meliodas...eh señor— saludo cortés con nerviosismo jugando con sus manos —Le dijo a mi padre que lo golpee otra vez— pregunto asustada, ya que temía ser castigada nuevamente por los diversos problemas que ocasiona a los caballeros por sus juegos infantiles.

—No se preocupe alteza— sonrió el ojiverde acariciando la cabeza de la joven —Todo está bien, si no, yo hablaré personalmente con su padre— este sonrió acariciando la cabeza de la pequeña, finalizó con una reverencia reuniéndose con su equipo donde lo veían de forma cómplice.

—Oye, ¿no eres un poco grande para la princesa?— dijo Ban haciendo que el resto carcajeaba. El rubio solo arqueo la ceja sin encontrar la gracia a su pregunta.

—Cállate Ban, bien sabes que sólo hago mi trabajo— hablo el rubio ignorando a sus compañeros —Además, la pedófilia no es lo mío—.

—Tienes razón, solo esperemos a que crezca y tal vez se ponga igual o mas...— calló pensando en las palabras correctas —...hermosa como su hermana mayor, Margaret— dijo sugerente ignorando la mirada de fastidio en su capitán

—Si Gilthunder te escucha hablar así de ella, seguro te matará— se burló king advirtiendo al peliblanco.

—Él si tuvo suerte, no me sorprendería si confirman una relación— se quejo el de rojo con un bufido de envidia.

—Tenemos prohibido involucrarnos con la realeza— recordó Gowther entrometiendose.

—¿Pero qué hay de Gil?— se quejó el de armadura roja.

—El sería una excepción, es el hijo de Zaratras de quien estamos hablando— volvió a hablar el pelirosa excusando al caballero.

—En ese caso, tu tambien serias una excepción capitán, eres como su segundo hijo— hablo Ban a su compañero rubio que iba indiferente a la conversación.

—¿Quieres dejar de hablar de eso?, no tengo interes por ninguna de las princesas y menos Elizabeth— dijo con voz fría y seria sin mirarlo.

—Ban, si alguien te escucha podría malinterpretar las cosas. Nuestra reputación y posición serían cuestionados— hablo temeroso King con cara alterado delirando sobre la situación.

—El rey nos echaría del reino— dijo el pelirosa alterando más al peli cafe.

—Ya, ya, no exageren— se quejo el de ojos rojos

—¡Tu ya cierra la boca!— reclamó King con fastidio.

Mientras el rubio se adelantó dejando atrás a sus compañeros discutiendo. Su mente divagaba en sus recuerdos que se clavan como estacas en su cuerpo. Agitó su cabeza ignorando los malos pensamientos de su pasado para reflexionar su presente, ¿cuando fue la última vez que dejó de preocuparse por lo que pasará y se relajo ignorando su alrededor?. Quizás era cierto, necesitaba despejarse y descansar, después de todo mañana sería otro día.

[...]

Eran pasados del medio día y el esperado festival llegó al reino de Liones, el pueblo disfrutaba en las cercanías del castillo. La música y danzas no paraban, los habitantes y visitantes degustaron de la gastronomía y la buena bebida, en este caso la cerveza de distintos pueblos. Los juegos de apostar y competencias eran los más populares entre los hombres y adolescentes. Un hermoso día que no podía ser arruinado.

—¡Por dónde podríamos empezar!— hablo emocionado Ban cómodo de no portar una pesada armadura durante un día.

—Yo me retiro, prefiero buscar un buen libro— hablo Gowther indiferente a la clase de diversión que sus amigos disfrutaban.

—Si, si, que te diviertas— hablo sarcástico el peliplata.

El de cabellos blancos observaba alrededor entre la multitud. La cantidad de hombres que había en ese puesto le llamó la atención, sus ojos brillaron ante la idea.

—¡Hey capitán!, ¿que tal unas vencidas?— sugirió competitivo señalando el puesto donde varios hombres.

—No me tientes— animó corriendo hacia el lugar seguido por Ban.

—¿Vienes Escanor?— pregunto King al hombre de gran masa muscular, quien negó a la invitación.

—Ayudare a Lady Merlín a suministrar su laboratorio, pero regresaré para tomar algunas cervezas con ustedes— dijo el hombre al lado de la sensual mujer de capa azul que esperaba.

Este asintió y fue corriendo junto a sus compañeros a hacer algunas apuestas.

A lo lejos, dos caballeros de armadura negra miraban a lo lejos el pueblo de Liones.

—¿Está todo listo?— pregunto uno de caballeros oscuros con detalles rojos

—Nadie sospechara, los mejores caballeros tomaron un descanso— hablo el de armadura plateada con el símbolo de Liones. —No tendrán las armas para enfrentarlos— aseguro con voz áspera y profunda.

—Bien, es hora de complacer a mi padre— habló el caballero negro de menor tamaño, su armadura poseía una marca en forma de espiral morada. Observó el castillo para marchar hacia su objetivo.

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