Capítulo 20
"Amarte es tener conocimiento de tus debilidades y no usarlas en tu contra."
Dalial
Dalial no estaba acostumbrada a ser tratada por todos como una inválida incapacitada que no podía ni ir al baño por su cuenta; el primer día lo toleró, el segundo fue perdiendo la paciencia pero no dijo nada para no ofender la generosidad de sus anfitriones, el quinto día ya no pudo más.
Esa tarde habló con Zhan para pedirle que le quitaran las damas de compañía, aquellas demonio demasiado atractivas la sofocaban de una manera que solo ellas lograban, incluso dijo que si era necesario que tuviera compañía aceptaría hasta a la barrendera del ala imperial, que resultó ser una mujer de edad avanzada mucho más interesante que tres jóvenes primaverales.
Zhan por supuesto, hizo lo mismo que cualquier buen marido con tendencias algo suicidas haría, reírse.
Se rio tanto que le dolió el estómago, pero no se negó a la petición de su prometida, al contrario, le permitió la libertad para elegir a su propio séquito imperial de compañía.
Más tarde, ese mismo día, Dalial descendió a la ciudad y pasó un buen rato visitando familias de alto estatus, y también gente que no tenía conexión directa con el imperio, ya que llamar a esos últimos como gente de escasos recursos era inadecuado, en la ciudad blanca la pobreza era ajena en la cotidianidad de las vidas diarias de cada habitante.
Regresó a altas horas de la noche pero no dijo nada, a la mañana del siguiente día observó al personal que trabaja en palacio. Así por una semana, iba y venía, mirando a detalle y preguntando a su alrededor si alguien captaba su atención, buscó, ignorando la belleza del rostro o la cantidad de plata en los bolsillos, fue a los mercados y también organizó pequeñas celebraciones para tener un acercamiento más prolongado para evaluar los rasgos que estaba buscando en una compañía.
Su elección final terminó sorprendiendo un poco a Zhan, quién tuvo que detenerse de su juego de caricias para comprobar que lo que escuchó no fueron simples palabras imaginadas.
Dalial pidió a una anciana que administró la tesorería imperial durante el imperio del abuelo de Zhan, era un demonio viejo aunque su apariencia reflejara a una mujer madura que todavía no se acercaba a los cuarenta. La segunda fue una dama viuda que perdió a su familia por una enfermedad extraña, y que en la actualidad su única ocupación era la de leer libros en una empolvada biblioteca de su casa demasiado grande y solitaria para una sola alma. Cómo tercera y última dama, Dalial quiso a una de las chicas más jóvenes del harén del padre de Zhan, una belleza quinceañera mortal que atravesó los mercados ilegales para llegar ahí en secreto.
Zhan permitió las primeras dos, pero para la última no tenía la autoridad suficiente para despacharla, y si pedía ayuda a su tío este tan solo reñiría a su hermano por ser tan malvado al tratar a humanos como objetos, el emperador nunca tuvo el valor para aplicar un castigo severo y físico a su menor por sus faltas.
Con esta respuesta Dalial acudió a la única persona que podía ayudarla.
Lan-Sui.
Una semana antes de la celebración oficial de la boda, aquella joven del harén pasó a estar bajo el ala de Dalial. Un polluelo protegido por el fénix oscuro que mostró su poder y lugar sin esfuerzo.
Dalial ganó estatus, pero con esa acción y gesto de bondad para con la joven que le imploró ayuda, perdió el favoritismo y apoyo de sus futuros suegros.
La boda tuvo contratiempos por la repentina oposición de los padres de Zhan, interfirieron hasta donde su autoridad les permitió, arruinando el vestido de gala, impidiendo la buena organización, rompiendo los adornos y detalles planeados.
Pero el teatro se les cayó enseguida, Lan-Sui perdió la paciencia y le dijo a su padre en medio de todos que, o los ponía él en su lugar o ella lo haría, y con sangre de por medio. El emperador no tuvo más remedio que confinar en el ala imperial a su hermano y a su esposa hasta que la ceremonia concluyera, de ese modo todos los problemas se esfumaron como si fueran humo.
Con todo de regreso a la calma, la boda fue un evento extraordinario y exquisito. No sé conmemoraba nada más la unión entre dos almas, sino también la llegada de paz y el comienzo de una nueva etapa en la historia de Anordia.
Humo mesas llenas de manjares y vino de la mejor calidad, no se detuvieron en detalles, cada pequeña cosa estaba finamente decorada para que todo, absolutamente todo fuera una vista agradable.
Un paisaje colorido de vida y personas bailando, música en cada parte del castillo, de la ciudad entera. Los emperadores disfrutaban del evento, Zaia abría la mayoría de piezas junto a su esposo, JiuJiu hacía rato que estaba desaparecido de forma sospechosa con el príncipe Ni-An, y por si fuera poco Katana y Lan-Sui terminaron ebrias por confundir el alcohol normal con el alcohol de su gente, convirtiéndose en uno de los espectáculos más interesantes de toda la velada.
El primer día terminó con los invitados demasiado eufóricos por el alcohol, y un montón de gente desmayada en medio de los pasillos.
Zhan condujo a Dalial de regreso a la habitación de ambos en un silencio que se vio interrumpido por el llanto familiar de una niña.
—Esa es... —Dalial levantó el velo negro que cubría su rostro para poder ver mejor a la criatura que abrazaba un conejo de los tantos que se criaban en la ciudad blanca, sus ojitos llenos de lágrimas y sus mejillas sonrojadas por el frío y el licor le daban una chispa demasiado irresistible, incluso para un corazón tan distante como el de Dalial le fue difícil no conmoverse ante la imagen. —¿Lan-Sui?
—¿Y Katana? —Zhan buscó rastros de su hermana, se relajó al verla dormida en una de las ramas del árbol blanco que nacía a las orillas del pabellón. —Vamos, hay que llevarlas a una habitación, no pueden quedarse aquí.
—Lan-Sui está llorando. —Dalial recalcó lo obvio sin atreverse a interferir, pero tampoco con el valor para dar la espalda a las lágrimas descontroladas de un rostro habitualmente gélido.
—Maestra. —Lan-Sui se aferró al conejo que luchaba por escapar de sus brazos.
Zhan y Dalial que bajaron al pabellón para recogerlas dejaron de moverse.
—¿Por qué no le hablas a esta discípula? ¿Te hice enojar? ¿Por qué me abandonaste?
—¿Con maestra se refiera a...?
—Mo-Quing. —Zhan sostuvo a su hermana en brazos, una niña que equiparaba a un bebé que recién está en sus primeros años de aprender a hablar y caminar.
—Lan-Sui. —Dalial se acercó a la niña, pero cuando intentó tomarla en brazos Lan-Sui huyó rodando sobre el pasto, soltando al conejo que aprovechó para escapar y volver a su madriguera. —Lan-Sui no te haré daño, ven aquí.
Lan-Sui miró con ojos perdidos la figura delante de ella y negó enseguida.
—Quiero a mi maestra. Tú no eres mi maestra. ¿Dónde está? —Como una pequeña infante el desconcierto abrió paso al llanto. —¿Por qué no viene cuando la llamo?
—Dalial.
—Espera, dame un minuto. —Dalial arrancó el velo de su cabeza para quedar frente a frente con Lan-Sui. —Tú maestra no vendrá por mucho que la llames.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Hice algo malo? ¿No quiere verme?
—No es eso, ella está lejos ahora, muy lejos, venir de regreso le costará un poco de tiempo y es por eso que ahora no acude a tu llamado. Pero no por eso pierdas la fe, ella va a volver. ¿Sabes por qué estoy tan segura?
La cabecita de Lan-Sui se sacudió.
—Por qué tú aún la amas y la estás esperando. Mientras tenga un lugar al cual volver ella va a regresar. Ahora duerme. —Dalial atrapó el cuerpo inerte de Lan-Sui que se cayó hacía adelante cuando la aguja con el somnífero se clavó en su cuello. —Todo hecho.
Zhan asintió y regresó al pasillo, llevaron a las dos pequeñas al dormitorio de Katana, las metieron en la cama y se aseguraron de que no fueran a lastimarse si se caían. Solo cuando el suelo quedó tapizado de almohadones y sábanas blandas en caso de que alguna se rodara, la pareja abandonó el lugar.
—¿De verdad piensas que Mo-Quing volverá? —Zhan cerró la puerta de su habitación y miró a su esposa.
Dalial desbarató el tocado de diamantes en su cabeza, dejando los mechones negros caer sueltos y libres por lo largo de su espalda hasta su cintura.
—Si no lo creyera no lo hubiera dicho, odio a la gente que da falsas esperanzas.
—La extraña demasiado.
—Entiendo el sentimiento de extrañar a una persona. —Dalial retiró de su cuerpo una a una cada pieza de oro, unos dedos detuvieron sus manos y se encargaron de seguir la tarea que ella había comenzado. —Aún añoro a mis padres, y siento que si te perdiera yo... —La voz quedó atorada en su garganta junto a las palabras cuando unos dedos quitaron los collares que adornaban la parte posterior de su pecho, rozando con toques suaves la piel expuesta. —Yo no podría. —Dalial miró a Zhan a los ojos a través de su reflejo en el marco de cristal delante de ambos. —No lo resistiría.
—¿Quieres estar conmigo para cumplir el siempre juntos de los demonios?
—Voy a estar contigo, pero es posible que dentro de unos años envejezca.
Zhan se rio.
—Serás una viejita sexy copito.
El golpe de Dalial fue con la fuerza suficiente para que los brazos que la aprisionaban se soltaran enseguida, dejándola salir libre.
—Vieja tu abuela.
—Perdón, perdón. —Zhan se acercó de nuevo, preparado para recibir ataques y resistirlos. —Hablaba enserio.
—¿Por qué preguntas si ya conoces la respuesta?
—Quería confirmar antes de dar mi inmortalidad. —Zhan alzó una de sus manos, una fina línea se trazó en su meñique, la cadena con la que se hirió seguía colgando se su muñeca, goteando sangre que manchó el suelo.
Dalial se acercó corriendo, quitándole la cadena y sosteniendo el dedo herido para comprobar que la cortada no era nada grave.
Otro zape aterrizó en la cabeza de Zhan cuando su esposa comprobó que una de las venas del dedo fue cortada por los bordes afilados del pendiente.
—¿Qué estás pensando al lastimarte así?
—¿No quieres mi sangre? ¿Mi inmortalidad?
—Te quiero a ti. No a tus poderes. —Dalial rasgó un pedazo de tela pero Zhan no la dejó tratarlo.
—Pero lo mío es tuyo. —Zhan evitó que la herida sanará, dejando a la sangre fluir. —Si te lo ofrezco... ¿Lo aceptarás?
Viendo que no cedía, Dalial lo fulminó.
—Si lo acepto, ¿me dejarás curarte?
—Todo lo que quieras.
Dalial se arrodilló sin despegar sus ojos de los de Zhan, todo el tiempo no lo perdió de vista, ni siquiera cuando tomó el dedo para cubrir la línea abierta con sus labios, tampoco al retirarse y sellar esa abertura con su magia, y mucho menos dejaría de ver luego de someter a Zhan contra la pared y besarlo para compartir con él el febril éxtasis que dejaba ese momento.
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