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Capítulo 17


"Amar es morir."

Ni-An

Caminar del ala imperial a la despensa donde se guardaba el licor, y después regresar de la despensa al ala imperial, se  hizo un camino pesado para JiuJiu, en especial porque su madre le tenía prohibido dejar la comodidad de sus aposentos por su propio bien, consiguiendo que cada sirviente que viera al príncipe merodear pasado el toque de queda debería de informar sin retraso a la soberana. 

Estaba presuroso por regresar, alguien podía verlo si se detenía demasiado en el camino, pero no por eso evitó frenar de golpe al vislumbrar por el rabillo del ojo una figura sentada en uno de los pabellones interiores del palacio. Regresó sobre sus pasos,  dudó entre acercarse o ignorar lo que veía, comprobó que esa área del palacio estuviera solitaria, a excepción de ellos dos, entonces se armó de valor y se acercó al extraño que lo había sentido desde antes que llegara al pasillo.

Las jarras de licor que cargaba consigo hicieron ruiditos al chocar entre sí, JiuJiu las sostuvo con mayor cuidado para no alertar ojos innecesarios, al estar cerca del príncipe las colocó en el suelo y se sentó también.

—¿Por qué no fuiste al médico si estabas herido?

Ni-An dejó las vendas de lado y miró al demonio que apareció sin intenciones claras.

—No es nada, curarán para el amanecer. 

—Las heridas de Halia no cierran con magia, tendrás que curarte a base de pomadas y cosas mundanas. —JiuJiu abrió una de las tinajas de licor y pegó la porcelana a sus labios, bebiendo un sorbo considerable del contenido. —No seas tan orgulloso y ve al médico. Mañana volverás a enfrentarla y Lan-Sui no va a contenerse si le dijiste que no lo hiciera.

—¿Su alteza no debería de estar en la cama? —Ni-An regresó a su vendaje, Lan-Sui se había disculpado con él al final del día, pero la cicatriz que ahora dividía su rostro por la mitad, trazando una línea inclinada, no iba a remediarse con un par de palabras. —Escuché que la emperatriz...

JiuJiu dejó el vino y se abalanzó a las vendas, derribando el cuerpo de Ni-An por la sorpresa y el repentino ataque que lo llevó al suelo. 

—Permítame ayudarle alteza. —JiuJiu estiró las tiras de algodón blanco y se retiró para que Ni-An volviera a erguirse. —Los cortes en sus brazos y en su espalda también merecen atención, soy bueno con las medicinas. 

—No hace falta su amabilidad. —Ni-An quiso retirar el instrumental médico de las manos de JiuJiu, pero este fue más rápido y lo evadió con un simple movimiento de retirada. —Si lo hace para que no diga nada, no debe de preocuparse, regrese ahora a sus aposentos y yo no habré visto nada.

—He dicho que lo ayudaré y voy a hacerlo. —JiuJiu se acercó un poco más confiado, untando un poco de pomada entre sus dedos para aplicar en las heridas que seguían sangrantes. —Que feo. —Oyéndose a sí mismo, y viendo que se podía malentender, JiuJiu se apresuró a aclarar. —No usted, las cicatrices. Le diré a mi hermana que se contenga un poco más.

—No la moleste con eso alteza. —Ni-An no reveló ningún cambio al recibir el trato suave y gentil de aquellas manos demasiado delicadas. —Puedo manejarlo.

—La herida en tu rostro dejará cicatriz, estoy bastante seguro de que antes ya te habían atacado ahí, por eso siempre llevas vendas que cubren tu ojo izquierdo, si Lan-Sui no se contiene podrías perder la visibilidad de ese ojo, no sería bueno.

El cuerpo de Ni-An se tensó, giró para encarar a JiuJiu y dejó caer el encanto que cubría las cicatrices antiguas alrededor de su ojo. 

La piel del párpado y parte de la mejilla era delgada y arrugada, como quemaduras, solo que no lo eran. Las pestañas y la ceja tenían un color blanco, contrastando con los mechones rosados que las cubrían, el tejido más cercano al ojo se teñía con un color rosado y matices oscuros de sombras moradas. El orbe en el interior de la cuenca poseía un extraño diseño gris, azul pálido y blanco, sin pupila, reflejando una media luna menguante.

—Ya he perdido la visibilidad del ojo, nací así. —Ni-An esperaba ver repugnancia en JiuJiu, pero fue una tormenta estrellada lo que lo recibió. 

—Sonará raro. —JiuJiu estaba sonrojado pero sus mejillas no mostraban calor, la ignorancia que mostraba a este hecho lo hizo ver aún más tierno. —Pero es hermoso. 

Ni-An regresó el encanto y apartó la mirada.

—Gracias. 

JiuJiu calló los demás halagos y se dedicó a avanzar con su tarea original sin detenerse con más charla, trató las pequeñas heridas en los brazos de Ni-An, también los cortes asimétricos que su espalda presentaba, al final escogió una venda más suave que las anteriores y la pasó con cuidado en el rostro del príncipe, ocultando esa parte que llegó a fascinarle.

Terminó y asintió convencido del buen trabajo que hizo. 

—La pomada aplícala al final de cada batalla, pon suficiente, con eso deberías de estar bien. —JiuJiu se recargó en el pilar detrás de él, tomó de nuevo el vino y siguió bebiendo. —¿Qué piensas de lo que ocurre?

—No puedo dar un juicio anticipado...

—Eso no. —JiuJiu regresó a la orilla, remangó el largo de sus túnicas y metió los pies en el estanque de agua clara que adornaba la orilla de la circunferencia de aquel pequeño espacio verde. —Tú, Ni-An. ¿Qué piensas? 

Con el pataleo suave de JiuJiu, el agua se turbó en ondas, distorsionando el reflejo del rostro de Ni-An. El príncipe observó la claridad turbulenta y sintió que su corazón era igual a ese estanque, claro, pero disperso.

—Que el amor es complicado, y que la vida a veces duele más que la muerte.

—La muerte es un descanso. —JiuJiu detuvo su juego con el agua para apreciar el rostro enfermo que correspondía a su persona, piel pálida, ojos cansados, rasgos demasiado delgados, gastados con el pasar de los años por la enfermedad interna que lo devoraba de la misma forma que haría un lobo con un indefenso conejito en medio de la amplia pradera. —A veces siento que es todo lo que quiero. Cuando más duele, mi único pensamiento es saber si ahí moriré.

—¿Es demasiado dolor?

—Comienza en el nacimiento, come la magia y la vitalidad, avanza por la sangre, destruyendo los vasos, después los órganos, su avance es siempre lento e impredecible. Afecta la piel, la vuelve demasiado sensible y fácil de rasgar, se extiende por el cuerpo, a mi madre ya le quitó la vista, sus ojos tuvieron que ser extraídos para que no le doliera más. Termina con una explosión interna del cerebro y el corazón. No hay cura, solo tratamiento para alargar el sufrimiento.

Los ojos irregulares no lloraron, pero se cristalizaron, rompiéndose en pedazos que eran fuertes todavía, o al menos lo suficiente para retener la salida de los pequeños riachuelos que deseaban avecinarse.

—Pero no hablemos de cosas deprimentes. —JiuJiu terminó la primera jarra de vino y comenzó con la otra, quitando de su rostro la expresión oscura para sustituirla por una jovial y llena de vida. —¿Tú no bebes?

—Mi resistencia al alcohol no es buena.

—Una pena. —JiuJiu no paró luego de volver a comenzar, terminó la segunda tinaja, después la tercera, una cuarta... El sueño lo venció, su cabeza cayó en el hombro ajeno y sus párpados se cerraron.

Ni-An se quedó demasiado quieto, y demasiado rígido. Se apresuró a retener el recipiente vacío cuando las manos de JiuJiu soltaron la porcelana que se deslizó al estanque. Sin moverse demasiado para no despertar al demonio que dormitaba feliz, usó sus piernas para girar la tinaja y regresarla a una zona segura. 

—Alteza. —JiuJiu no le respondió. —Alteza.

—¿Mmn? 

Viendo que era inútil razonar con un demonio en su estado de ebriedad, Ni-An lo levantó con cuidado, cargándolo entre sus brazos, JiuJiu se removió al ser cambiado de su posición actual, se acomodó sin problema y dejó que Ni-An avanzara sin problemas, regresándolo a su dormitorio.

La alcoba de JiuJiu era la más grande por un capricho infantil que tuvo cuando sus padres le dijeron que ya no podía seguir quedándose con ellos en el cuarto imperial, hizo un berrinche tremendo, pataleó, lloró, y por la presión de ser alejado sufrió una recaída. Zaia lo consoló, dejándole sus antiguas habitaciones a cambio de que se calmara, fue un trato justo.

Zaia tenía amanecer, Lan-Sui anochecer, la habitación de él era el atardecer. Un complejo circular de dos pisos, el primero estaba lleno de cojines, muebles, armas y libros, las paredes se adornaban con abanicos pintados o cuadros de paisajes. En la segunda planta, el piso era de media luna, solo quedaba espacio para su cama y algunos roperos llenos de túnicas que rara vez usaba.

Ni-An lo recostó en aquella cama, era suave y con una forma peculiar de un copo. Al tocar la suavidad conocida, JiuJiu se giró abrazando una de sus tantas almohadas que usaba para llenar el espacio.

Musitó palabras entre dientes, regañando a Lan-Sui o buscando los mimos de Zaia. Ni-An sonrió al verlo ser un pequeño, sin saber bien porqué se inclinó y rozó con sus labios la frente contraria, deteniéndose antes de cometer una locura, se cubrió con el dorso de la mano y descendió a toda prisa. 

Cuando la puerta se cerró, JiuJiu abrió los ojos, tocó su frente, justo en el punto donde aquellos labios entraron en contacto, se quedó en blanco, y al reaccionar corrió a buscar refugio dentro de las sábanas.

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