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Capítulo 11


"A veces, cuando la gente te insulta, no es porque sea lo que quieran, sino porque es lo único que pueden hacer."

Mo-Quing

Pasaron cuatro primaveras y cuatro inviernos que marcaron la mitad y el fin del ciclo impuesto por la corte estelar para que Lan-Sui y Armin residieran en los clanes opuestos, manteniendo relaciones estables que dejaran de lado la guerra.

Armin regresó a su hogar apenas terminó el plazo marcado, Lan-Sui en cambio, se quedó un mes, sintiendo innecesario volver sin posibilidad de llevar a Mo-Quing con ella. 

Más todo termina de la misma forma que empieza.

— Volveré mañana. —Lan-Sui esperó una respuesta por demasiado tiempo pero no obtuvo nada. Un soplo de viento veraniego le rozó la cara, revelando los cabellos sueltos que se agitaron en su campo de visión como hilos de un velo. —¿Maestra?

Mo-Quing estaba parada en un tronco caído, en medio de la noche lo único visible era la silueta en el suelo que se contorneaba por los finos rayos de luz lunar. Escuchaba pero no daba señales de querer decir algo.

—¿Maestra?

—Silencio. —Mo-Quing no se quedó quieta debido a la impresión por la partida de su discípula, ese era un hecho que había asimilado con tiempo, había algo más que la mantenía alerta. —Hablaremos más tarde pequeño zorro, en este bosque hasta los árboles tienen oídos.

Ni bien terminó de hablar, una flecha se acercó veloz y precisa, cortando el aire, corriendo una trayectoria planificada para terminar en la cabeza de Mo-Quing. El tiro fue detenido por Lan-Sui, la madera crujió en sus manos al ser trozada y desechada.

—¿No se cansan de intentar matarme? —Mo-Quing detuvo una nueva flecha que venía del lado opuesto, naturalmente ya había sentido que las seguían desde antes de entrar al complejo boscoso, pero no prestó atención. Año tras año los intentos para exterminarla eran más frecuentes, Mo-Quing se acostumbró, incluso los encontró entretenidos, Lan-Sui en cambio los aborrecía, encontrando ese motivo como un ancla para seguir junto a su maestra.

—Son demonios. —Lan-Sui olfateó la fragancia que se mezclaba con el aire, sutil y casi imperceptible. 

—Bandidos del clan luna. —Mo-Quing se bajó de un salto. —Pax dijo que vinieron a causar problemas, pero en realidad ella los contrató. Empiezo a creer que esa mujer tiene un gusto extraño por mi humilde persona.

Lan-Sui gruñó, sus manos sueltas se cerraron en puños y las sombras de la noche entraron también en sus ojos. Mo-Quing se acercó con una sonrisa de oreja a oreja al verla ser tan expresiva con sus caprichos y molestias.

—¿Celosa Lan-Sui? ¿Qué? —Unos dedos tomaron las mejillas del demonio para jugar con ellas. Si hubiera sido otro su cabeza rodaría, pero Mo-Quing tenía privilegios únicos que le permitían vivir tras burlarse tan descaradamente de Lan-Sui. —¿Temes que me case con la reina?

—Te casarás conmigo. —Lan-Sui se liberó del agarre. —Me diste tu palabra.

—Faltan dos años pequeño zorro, no te emociones. —Mo-Quing capturó una bola de energía y la regresó duplicando la intensidad. —Me encargo de la derecha, te dejo el otro lado.

Su voz se perdió con forme ella desaparecía a través de la maleza, dirigiéndose allí donde la luz explotó. Lan-Sui suspiró, con andar lento fue detrás de ella, a sus espaldas llamas azules se expandieron quemando el bosque y también a los asesinos que estaban en él.


***


Regresar al campamento luego del primer atentado en contra de la vida de Mo-Quing, hacer caso omiso a los que siguieron, y no reducir todo el pantano a un montón de tierra quemada y cenizas, fue un logro presumible para Lan-Sui.

Otro que era igual de digno de respeto era el de no haber sido descortés con Armin apenas la vio aparecer de nuevo en su vida, como un fantasma maligno que no deseaba irse hasta arrastrarte con ella al infierno.

Porque eso era estar cerca de Armin, un infierno.

—¿Te vas ya?

Lan-Sui apretó la tela de su ropa y no volteó, por el bien de la joven no lo haría.

—Parto mañana. ¿Algún problema alteza?

—Creí que esta vez te quedarías más tiempo, por mí.

—Lamento la decepción.

—¿Puedo ir contigo?

—¿Acaso su alteza no regresó porqué estaba harta de la vida en la ciudad blanca?

—Regresé por ti. 

—Eso no fue lo que le dijo a su madre.

Armin apretó el mango de su abanico, era un agarre tan fuerte que la madera tallada crujió ante la presión. Entonces vio la posición inclinada de Lan-Sui y su mente se iluminó, siendo bendecida por una idea. 

Como planeaba ignorarla, Lan-Sui dejó que la princesa vagara de un lado a otro en su tienda, pero al sentir un calor, acompañado de la suave fragancia de las rosas, expandirse en su espalda, se quedó inmóvil.

El cuerpo de Armin era delgado y pequeño, por esto su torso quedó recostado a la perfección en toda la espalda del demonio, que parecía haberse solidificado, volviéndose roca. Armin sonrió, escondió la cabeza en el cuello de Lan-Sui y acarició con toques traviesos la piel expuesta de su cuello y parte del pecho.

—Te amo. ¿No me crees? 

Lan-Sui quería separarla, pero ser demasiado brusca con una flor tan suave desató una guerra en el pasado, sería tonto de su parte cometer los mismos errores dos veces, así que optó por mantener el pequeño hilo de cordura para hablar y no ser tan descortés.

—Alteza, por favor retírese, o no me culpe por ser grosera. 

Detuvo la mano que buscaba descender más allá de la raíz de su cuello, causando que Armin gimiera por el dolor. 

—¿Por qué eres tan mala conmigo?

—Porque no me gustas. —Lan-Sui logró retirarla con un poco de magia, sin dañarla, sin tocarla. —¿Hay algo difícil en entender esas palabras?

—No lo entiendo. ¿Hice algo mal? ¿Por qué no me quieres? ¿Por qué no me amas? —Armin sobó su muñeca, aunque ni siquiera tenía un enrojecimiento, Lan-Sui se mostró muy cordial con ella, su actuación no era más que puro teatro bien montado para penetrar en el témpano helado que Lan-Sui tenía como corazón. —¿Es por Mo-Quing cierto? Ella, esa esclava se interpuso y te alejó de mi.

—Alteza le pido que no hable incoherencias, y tampoco le falte el respeto a la comandante. Si amo o no a Mo-Quing, no le concierne, e incluso si no fuera así mis sentimientos hacía usted tampoco cambiarían. Le ofrecí mi amistad, usted la ha rechazado en innumerables ocasiones, busca más pero yo no puedo ofrecérselo.

Armin ya no habló, se retiró cubriendo su rostro con ambas manos, soltando a propósito el abanico para que Lan-Sui corriera tras ella, cosa que no hizo, se limitó a atar el cordón del objeto al vestido de la princesa y siguió con lo suyo.

Fuera, Armin buscó a Mo-Quing, encontrándola en un lado alejado del pantano, bebiendo vino y observando la luna sin preocuparse por nada más. Se acercó anunciando su llegada, Mo-Quing la ignoró, Armin aprovechó ese descuido para sujetarla del cuello con una llave, bloqueándole la respiración.

—Aléjate de Lan-Sui. Quita tus sucias y feas manos de ella. ¿Crees que tienes el derecho para arrebatármela? No eres nadie Mo-Quing. ¡Nadie! Solo una esclava, mi esclava. Métete eso en la cabeza o voy a cortártela.

La liberó dándole un empujón para que rodara al pantano, Mo-Quing se detuvo antes de llegar al agua y tosió varias veces, buscando la manera de estabilizar su respiración que se tornó errática e irregular.

—No haga eso alteza. —Mo-Quing sobó su pecho. —Su llave es buena, si la utiliza en una persona que no tiene resistencia o fuerza para contraatacar, usted podría matar a su víctima. Y no creo que sea bueno para su reputación que sea una asesina.

—Cállate. —Armin adquirió el color de las manzanas maduras, representando un contraste con la palidez mortal de Mo-Quing por la falta de aire. —No eres nadie para decir lo que es o no, bueno para mí. Pero si valoras tu vida Mo-Quing mejor hazme caso. ¿Entendiste esclava?

Mo-Quing asintió cabizbaja, pero apenas la princesa se dio la vuelta y se alejó se giró para sacarle la lengua. 

 —Maestra. —La voz de Lan-Sui evitó que siguiera con su actuación infantil para descartar todo su enojo.

—¿También vienes a amenazarme pequeño zorro?

Lan-Sui parpadeó confundida, Mo-Quing negó ante su propio comentario y regresó a su lugar en el tronco donde antes estaba sentada. 

—Imposible, tú no harías algo así. Creo.

—Maestra. —Lan-Sui tomó asiento a su lado y Mo-Quing se alejó un poco, colocando una distancia de dos palmas entre ellas. —¿Estás molesta conmigo?

—No. Habla, habla, vemos, di lo que venías a decir.

—Volveré a la ciudad blanca mañana. Y yo quiero...

—No iré contigo. —Mo-Quing vio de reojo la expresión oscura en el rostro de Lan-Sui, fue un breve instante que bastó para conmover su corazón, lo que la obligó a no mostrarse tan dura y distante con ella. Al final, Lan-Sui no tenía la culpa de nada. —Si sigues con tu idea de que quieres casarte y eso, creo que... Creo que lo mejor sería que nos tomemos un tiempo, así puedes poner en orden tus sentimientos y yo también puedo hacer lo mismo con los míos. 

—¿Es lo que mi maestra quiere?

—No me malentiendas, adoro tu compañía, pero si voy a casarme al menos necesito asimilarlo, aceptarlo, digerirlo. 

—Necesitas tiempo. —Lan-Sui dejó las sombras y regresó poco a poco a luz, entendiendo mejor el sentimiento de Mo-Quing. —¿No esperabas que de verdad siguiera amándote y ahora que lo compruebas por fin lo aceptas?

Como no podía decir la verdad, Mo-Quing asintió, recibiendo una cálida sonrisa por parte de Lan-Sui. 

—Sí, y me siento mal por dudar de tu corazón. —Mo-Quing miró al frente. —¿Puedes darme tiempo entonces?

—Dos años. —respondió de inmediato Lan-Sui. —Quedan dos años para que finalice el plazo de seis, toma ese tiempo para ti, si después de eso necesitas más tiempo igual estoy dispuesta a dártelo. No tengo problema, pero después de esos dos años sin duda no podrás volver a separarme de tu lado. ¿Te parece justo?

Lan-Sui le ofrecía dos primaveras sin que ella estuviera cerca, ese tiempo debería de ser suficiente para que encontrara una manera de arreglar el problema con Armin, o para lograr que los sentimientos de Lan-Sui cambiaran. Mo-Quing suspiró por dentro, pero por fuera no dejó ver aquello que la perseguía, también sonrió y asintió aceptando.

—En ese caso tendrás que mimar más a esta discípula por esta noche. —Lan-Sui se dejó caer en el regazo de Mo-Quing, buscando cariños como un niño pequeño. —Dos años se hacen largos si no estás conmigo.

Mo-Quing acarició el cabello que se deslizaba en la frente del demonio.

—¿De verdad me amas tanto?

—No lo diré, tú misma te darás cuenta. —dijo Lan-Sui y cerró los ojos.

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