Capítulo 05
"Blanco para el luto, no para las bodas."
Lan-Sui
Debajo del agua un pez mordió el anzuelo que cayó desde la superficie, Mo-Quing despertó al sentir que su caña de pescar era tirada y comenzó a ejercer fuerza para no perder a su presa, de nuevo.
Lan-Sui, sentada a su lado en el tronco caído, suspiró al verla forcejear desquiciadamente con una caña y un pez.
Mo-Quing odiaba el agua por el hecho de que su piel se arrugaba como si estuviera quemada cuando pasaba demasiado tiempo dentro, pero eso no era pretexto para impedir que saliera de vez en cuando a pescar, arrastrando a Lan-Sui con ella para que le sirviera de ayudante.
—Debe de ser grande si tira tan fuerte.
—No debes de ser Mo-Quing si ni siquiera puedes con un pez.
Sujetando bien su caña para que no volviera a ser arrastrada a las profundidades del pantano, Mo-Quing miró a Lan-Sui.
—Altanera pequeño zorro. ¿Cuántos has pescado tú?
Levantando el trapo que cubría una de las dos canastas que llevaron, Lan-Sui calló a su maestra al enseñarle que la suya ya se había llenado desde hacía horas.
—¿Decías?
Indignada por haber sido superada Mo-Quing tiró demasiado, partiendo la caña por la mitad. Se fue de espaldas pero Lan-Sui no tardó en reaccionar y capturarla para que no terminara estrellándose contra el suelo por quinta vez en la mañana.
—Gracias. —dijo, levantándose y alisando las túnicas ajenas que se agitaron al atraparla.
—¿Otra caña?
—Otra caña. —Mo-Quing preparó su nuevo instrumento y lo regresó al agua. — Si esta vez no atrapo nada volvemos al campamento, aún debes de entrenar.
—Comandante. ¡Comandante! —Nea, la bruja que siempre las trataba un poco mejor que las otras, llegó corriendo, agitando un pergamino en una de sus manos. —Llegó una carta para la princesa, vive apenas la recibí. —Se detuvo para tomar aire, una vez compuesta entregó el rollo.
—Corriste mucho para traer esto. —Mo-Quing se arrimó, haciendo espacio para Nea. —Ven, siéntate y descansa.
Lan-Sui desenvolvió la carta y comenzó a leerla, un par de veces sonrió, alegrándose de tener respuesta a la última carta enviada a su familia días atrás, al final terminó riendo por las palabras de su hermano, tan descarado como siempre.
—¿Buenas noticias? —preguntó Mo-Quing tras dejarle la caña a Nea.
—Ya se definió la fecha para la boda de mi hermana con Zed.
—Eso es bueno. —Mo-Quing estiró los brazos, la mayoría de sus huesos crujieron ante los movimientos. —¿Cuándo será?
—En una semana, me piden que parta a la ciudad blanca a más tardar mañana a primera hora. —Lan-Sui le pasó la carta a Mo-Quing, pero esta la rechazó como siempre hacía, privacidad era privacidad, no iba a importunar en la vida íntima y familiar de su alumna, por mucha curiosidad que tuviera al respecto.
—Así que, ¿te irás?
—Nos iremos. —Lan-Sui sonrió, haciendo desaparecer la carta en un mar de llamas azules se puso de pie. —Prometí que te llevaría conmigo. ¿Recuerdas?
—¡Comandante! —Nea interrumpió la respuesta de Mo-Quing, ganándose su atención completa. —¡Hay algo! ¡Atrapé algo!
—¡Sácalo! ¡Vamos! ¡Nea! Lan-Sui cuida mis peces —Mo-Quing apartó las aguas para sacar a Nea cuando el jalón interno de la caña la llevó al pantano. —Se que es tonto, pero, ¿te encuentras bien?
Nea negó, se separó de los brazos de Mo-Quing, corrió a toser agua y vomitar lama a un lado para no manchar a su comandante.
—¿Qué clase de peces están pescando? —preguntó apenas pudo articular palabra.
—Cualquiera que sea comestible. —Mo-Quing cargó a Nea y le hizo un gesto a Lan-Sui para que la siguiera con las cosas. —Pero hay unos que son un poco grandes y especiales.
—Cuida... —Lan-Sui intentó advertirles del camino, pero Mo-Quing terminó cayendo junto a Nea antes de que le diera tiempo terminar. —Do.
Mo-Quing maldijo al entrar en contacto con el agua, corrió afuera arrastrando a Nea, la pobre temblaba por el frío y por el impacto, pero no se quejó cuando tuvo que caminar todo el camino de vuelta al campamento, mientras Mo-Quing iba cómoda en los brazos de Lan-Sui, cubriéndose con su túnica superior para repeler el invierno que acompañaba al demonio.
Se fueron del campamento limpias y con ánimos, regresaron mojadas, y Mo-Quing con un humor que era capaz de matar a todos solo con la mirada.
***
—¡Mo-Quing no irá a ningún lado!
Lof sonrió detrás de su abanico al ser testigo de la negación por parte de su madre, en el interior estaba celosa, ella quería casarse con Lan-Sui antes de que su hermana fuera la elegida por preferencia de su mamá, ahora que veía a Mo-Quing tan unida a la princesa deseaba con todas sus fuerzas separarlas.
Mo-Quing quiso hablar para llegar a un acuerdo pacífico pero Lan-Sui se interpuso entre ella, la reina y la paz.
Su tono era, no solo autoritario, sino también oscuro y amenazante. Mo-Quing sintió un escalofrío recorrer su espalda y sacudió los hombros para alejar la sensación de ser ella la enjuiciada.
En todo el tiempo que llevaba conviviendo con Lan-Sui, ella no le había hablado de esa forma, incluso cuando la molestaba no se dirigía a ella de forma hostil como ahora con la reina. En en fondo. Mo-Quing se sintió agradecida, si Lan-Sui se molestara con ella no sabría que hacer.
—No le estábamos preguntando, tampoco le pedimos permiso. —Lan-Sui aún era joven y arrogante, con facilidad podía mostrar la posición de los demás, solo para recordar qué podían o no ordenarle, o si quiera si estaban al nivel para darle una orden. —Vinimos a avisarle, es todo.
—¡Lan-Sui! —Pax se irguió apretando las manos en puños. —¡No te atrevas a faltarme al respeto!
—Ni siquiera le tengo respeto majestad. ¿Cómo espera que tenga consideración de algo que no existe?
—Tú.
—Alto, alto. Alto majestad, pequeño zorro tú igual. —Mo-Quing las detuvo estirando sus manos, de tal modo que hubiera una distancia prudente entre ambas para que no se mataran. —Primero, majestad, no se enoje por cada cosa que le dice Lan-Sui, la bilis es mala para su salud. Y Lan-Sui. —Las orejitas blancas se agacharon al recibir el regaño. Mo-Quing se conmovió en su interior pero por fuera no demostró ni un ápice de misericordia. — No seas grosera, como princesa representas a tu clan, no hables solo por hablar. Puede traerte problemas.
—¿Qué sabe una simple esclava al respecto? —Lof se abanicó retando a Mo-Quing con la mirada. —¿Alguien como tú le dice a una reina y a una princesa cómo comportarse? ¿Qué sigue entonces? ¿Qué seas consejera real? ¿Qué te vuelvas princesa? ¿Emperatriz?
—Usted también vigile sus palabras alteza. —Mo-Quing no se rebajó a pelear más. —Intervine para que evitemos agravar el asunto, no es necesario hacer escándalo por una salida. Si su majestad no me permite ir entonces me quedaré, no quiero...
—¿Quién no quiere que vayas?
Las cortinas de la entrada se alzaron, revelando a una joven idéntica a Lan-Sui, portaba una corona plateada en su cabeza y un pequeño cofre en sus manos. Pax y sus coro de hijas reverenciaron a la figura apenas la reconocieron, Mo-Quing quiso hacer lo mismo pero Zaia intervino.
—No es necesario, todas, por favor, arriba.
Lan-Sui se acercó a su hermana, sus ojos brillaban por la alegría de verla llegar.
—No me dijiste que vendrías.
—Quería darte una sorpresa, y pensando en los problemas de tu viaje, —Zaia no era grosera, evitó mirar de reojo a la realeza mortal para enfatizar a que se refería con problemas, aunque no hizo falta, Lan-Sui entendió. —vine para llevarte personalmente de regreso a casa, todos te extrañamos mucho. —Abrazó a su hermana envolviéndola con fuerza. —Estoy tan feliz de volver a... ¡SuiSui! ¡Tienes dos colas! —Zaia se separó de su hermana e hizo que esta girara para apreciar mejor la nueva extensión. —Esto no me lo contaste en tus cartas.
—Era una sorpresa, todo gracias a Mo-Quing.
—¿Yo? No es para tanto, alteza de verdad Lan-Sui exagera. —Mo-Quing se quedó fría cuando Zaia la abrazó también.
—Gracias comandante, gracias por cuidar de mi hermana. —Dejó el cofre en sus manos y sonrió. —Me comentaron que es muy fan de las delicias dulces, espero que estas sean de su agrado.
—Sin duda van a gustarme alteza, y sino las comeré de todas formas.
Zaia se rio, luego revolvió el cabello de su hermana.
—Veo porque te gusta tanto. —Pax se aclaró la garganta, un recordatorio de que seguía ahí. Zaia se volvió para tratar con ella. —Majestad, perdone mi descortesía, y permítame solicitar a su general para un viaje a mi ciudad natal, mi padre está ansioso de conocer al corazón helado de mi hermana. Comprendiendo su preocupación por la comandante, el emperador mandó una carta escrita con su puño y letra para solicitar el permiso para Mo-Quing. Si aún eso no es suficiente, estamos dispuestos a pagar cualquier cantidad en oro o diamantes.
Pax apretó la mandíbula, pero consiente de que Mo-Quing se iría de una forma u otra terminó cediendo de mala gana. Zaia la reverenció en agradecimiento y se llevó a las otras dos afuera.
—Son deliciosos alteza. —Mo-Quing guardó el cofre entre sus ropas. —Agradezco su detalle.
—Es lo menos que podía hacer.
—Te has manchado de nuevo. —Lan-Sui limpió la barbilla de Mo-Quing, quitando el polvo blanco de azúcar que quedó impregnado. —Ten cuidado u otra abeja podría picarte.
—Si con abeja te refieres a ti, entonces aceptaré tu consejo. Si te refieres a los insectos supongo que un piquete más no haría la diferencia.
—Pueden seguir hablando de abejas en el camino si gustan. —Zaia se asomó por una de las ventanas del carruaje. —Ahora vamos, viajaremos sin magia hasta la frontera entre clanes, así que nos queda un largo recorrido.
Mo-Quing subió corriendo al carro de hielo, Lan-Sui la secundó, deteniéndose en la entrada para ver una última vez a la reina que las observaba desde su tienda con unos ojos llenos de veneno.
La soberana fue la primera en apartar la mirada y volver al interior, Lan-Sui en cambio se quedó un par de segundos más, su expresión fría cambió en el momento que estuvo dentro junto a su hermana y su maestra.
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