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Capítulo 32 (Presente)


"Jugar con fuego conlleva aprender a quemarse."

Lu

Mortales resentidos avanzaban entre la nieve, abriéndose paso en una planicie sin nada que les impidiera seguir su camino hasta la ciudad blanca, hasta su venganza.

Las barreras y el mal clima se esfumaron al mismo tiempo y eso los hizo sentirse victoriosos incluso antes de entrar a la batalla. Tratar con Lan-Sui no era cualquier cosa, ahora que la habían desplazado del tablero las cosas bailaban a su favor.

—¡Vamos mis soldados! —El comandante en el frente alzó su lanza, incentivando a su ejército a hacer lo mismo. —¡Avancen! ¡Sin miedo a la batalla! ¡Sin miedo a la derrota! ¡Lan-Sui ha caído por su arrogancia no podrá detenernos! ¡Es nuestro momento! ¡Hermanos, hermanas, ataquemos ahora!

Como respuesta hubo gritos de ánimo seguidos del sonido del metal contra el metal a la hora de que los escudos entrechocaron, las lanzas y espadas se elevaron, apuntando al cielo.

Entonces una ráfaga de aire helado sopló, alzando un poco de nieve para arrastrarla en suaves ondas invisibles. El ruido se apagó, a unos cuantos pasos en el frente una silueta se contorneaba saliendo de la pequeña tormenta.

—Mi señor. —El escudero habló preparándose para atacar. —¿Doy la orden?

—Espera, solo espera.

La silueta iba acorde con el paisaje, más no pertenecía a él. Mientras que los demonios zorros tenían pelajes blancos y orejas peludas, el inmortal delante de ellos era más similar a un dios con astas y ojos dorados, iguales en tonalidad al oro derretido. Su porte era simple pero imponente, en su cabeza, enredado entre los mechones negros de cabello largo, una corona de hojas de sauce relucía, brillando al recibir los rayos delicados del sol en el cielo.

Tan rápido como había aparecido, la tormenta se esfumó, uno a uno, los miembros del ejército sintieron como se congelaban en sus lugares con el simple hecho de sentir el aura magnífica que salía del emperador.

Lu era una figura delicada en medio de tantos rostros áridos o de rasgos afilados en ese campo abierto de batalla. Su presencia no imponía, dominaba.

Con paso lento y andar solemne se acercó al comandante, manteniendo una distancia prudente entre ambos, no por su seguridad, sino por la del hombre que lo miraba sin ocultar su desprecio.

—Comandante Valgh. —Lu se dirigió a él con respeto, pero para el hombre, ser conocido por un inmortal a quien no había visto en toda su vida fue motivo de pánico, pánico que disimuló con ira.

—¿Quién es usted? —La pregunta fue acompañada con una espada que apuntó directo al corazón palpitante en el pecho de Lu.

Mostrándose tranquilo, incluso con una amenaza tan directa, Lu prosiguió con calma, sin perder elegancia y paz en su habla.

Era como si nada pudiese turbarlo. Tal dato irritó más al comandante, quién aguardó impaciente una respuesta.

—Emperador Lu de la corte estelar, hijo de Lacante y Beros la estrella matutina de la gloria eterna mi señor, un gusto conocerlo, aunque, la situación no sea la mejor. —Lu se inclinó en una reverencia.

—¿Y qué hace el emperador del cielo en la tierra? ¿Acaso no son verdaderos los rumores que corren diciendo que su majestad no desciende nunca? ¿A qué motivo de debe su encantadora presencia?

—Los rumores son ciertos me temo, más, como emperador me veo en la obligación de abandonar mi palacio si alguien irrumpe la paz y va más allá de sus límites, poniendo en riesgo, no solo a su clan, sino a todos.

—¿Eso quiere decir que su majestad se siente amenazado? ¿Un inmortal de oro teniendo las acciones de mortales? ¡Ja! Cómo cambian los tiempos.

Lu escuchó cada palabra llena de burla sin cambiar de expresión, de haber estado otro en educación lugar, posiblemente lo primero que haría fuera poner en su lugar al comandante, mostrando cuan equivocado estaba.

Pero Lu era mejor con las palabras que con las acciones, usar algo que no fuera la boca para defenderse era peligroso.

—No recuerdo decir que temía las acciones. Mi señor, no mal entienda mis palabras, estoy aquí por su clan, no por el mío. Meterse con el clan nieve no es una buena decisión, yo perdono, Lan-Sui no.

—¿Cree qué somos tontos? —Valgh se acercó altanero al emperador, hundiendo la hoja de su espada en el pecho de Lu por cada paso que daba. La tela fue traspasada en poco tiempo y la sangre manó al tener una salida. —Emperador, Lan-Sui ha muerto, nuestro agente se encargó de eso. Sin su emperatriz el clan nieve no es nada.

—Matar a un líder es considerado traición, la sentencia es la muerte. El simple hecho de atentar contra la vida de uno, o planear hacerlo, implica recibir latigazos de Solana. Una insolencia como la de ustedes no debe ser perdonada.

—¿Y qué hará al respecto?

—Comandante, diré esto una última vez. Por su bien y el de su clan, retirar a sus tropas y vuelvan a casa, daré por terminado el asunto si obedecen, de lo contrario, no me hago responsable por las pérdidas que sufran.

Valgh chasqueó la lengua, girando su arma en la piel del emperador, agrandando y profundizando la herida, aún sin alcanzar algún punto vital.

—Yo también diré esto una sola vez emperador, apártese de nuestro camino.

Retiró la espada al hablar y volvió a embestirla al concluir la oración, el metal cortó la nada al mismo tiempo que Lu desaparecía en el viento.

En el cielo, elevándose varios metros por encima del ejército, Lu reposaba, manteniéndose a flote sin necesidad de nada. La expresión que presentaba su rostro se contrajo para relajarse casi de inmediato.

—¿Por qué los mortales tienen que ser tan necios?

Debajo, Valagh ordenaba a todos preparar arco y flecha para disparar contra el demonio. Las armas llovieron en su dirección, fragmentándose en pedazos al entrar en contacto con una protección invisible que acababa de ser dispuesta para proteger todo el territorio invernal desde ese punto hasta la ciudad blanca.

—¡Maldito seas! —Valagh rugió como haría un animal herido, apuntaba con su espada al cielo, a Lu, pero, aunque lo intentara, no lograría alcanzarlo.

Lu regresó a la tierra, estaba demasiado cerca del comandante humano pero el peligro para él era nulo, una barrera invisible e impenetrable los separaba como una esfera de cristal.

—No quiero que su gente vuelva a pisar territorio del clan nieve. Mientras yo esté con vida ni un solo hijo de oeste con corazón impuro, como el de ustedes, vendrá para provecharse del estado lamentable de Lan-Sui.

—En ese caso tendremos que matarte primero. —Valagh empuñó su espada. —¡No nos importa! Matar a Lan-Sui o matarte a ti antes, da igual, matar inmortales no es un problema si con eso recuperamos lo que es nuestro.

—¿Y qué es suyo?

—¡Nuestra reina! ¡Nuestro príncipe! ¡Nuestra venganza!

—Razonen idiotas, es una ventaja que Lan-Sui no haya hecho una guerra contra ustedes por quitarle a su amada. Es ella quien debería de reclamar eso. ¿Quiénes son para reclamar lo que no les pertenece?

—¡Miko es de nuestro clan!

—¡Miko decide a que clan ir! ¡Miko no es un bien o un objeto para que se lo disputen como tal!

—Emperador Lu. —Valagh golpeó el campo protector, generando ondas como si fuera agua. — Se dice que los de su clan son amables, respetuosos y educados, usted no es así. ¡Todos los inmortales son iguales! ¡Necios! ¡Arrogantes! ¡Groseros con los mortales!

—Tiene razón comandante. Soy un ser despreciable, además de grosero, pero soy el único, mi gente y mi esposo son mejores que los rumores. —Lu chasqueó los dedos girando para avanzar en la dirección contraria a la que se encontraba el ejército. —Duerman ya, sus voces me cansaron.

Dicho y hecho.

Repentinamente los soldados fueron atados por el sueño pasado que se producía por un hechizo, sus piernas cedieron y sus párpados terminaron cerrándose mientras caían sobre la nieve roncando.

Lu detuvo su caminata al caer de rodillas sobre la nieve, una mano aferraba su garganta y la otra golpeaba con fuerza su pecho, obligándose a toser toda la sangre acumulada.

Contaminó la pureza del paisaje y de su ropa también, intentó frenar la tos después de un tiempo, pero el ataque no cedía.

Un río carmín nació de su boca y extendió su cauce hasta los cuerpos dormidos al otro lado de la barrera.

Ya no tenía fuerzas para levantarse, temblaba, pero no por el frío, lloraba, pero no sentía tristeza. Las heridas que tuvo y cicatrizaron se reabrieron, pus y sangre se combinaron.

—¡Lu! —Akiva corrió a su esposo, sin preguntar nada lo envolvió en un abrazo, con sus cuerpos conectados la transferencia de energía comenzó, Lu tosió sobre el hombro ajeno una última vez antes de que por fin terminara.

—Voy a necesitar un baño de nuevo Aki.

—Lu. —Akiva se separó para quedar cara a cara con su pequeño e irresponsable esposo. —¿Qué haces aquí? Te dije que me encargaría del problema, tú condición es grave amanecer mío, tienes que quedarte en cama y guardar reposo.

—Es aburrido solo dormir Aki, y Ni An estaba preocupado por lo que fuera a pasar. Decidimos venir, lo mandé con su esposo, y yo llegué aquí en cuanto sentí los problemas. Estaré bien, como emperador no moriré, pero si voy a necesitar que me cargues de regreso, creo imposible levantarme de nuevo.

Akiva suspiró, besó la cien de Lu y levantó su cuerpo cuidando de no hacerle daño.

—¿Qué te pasó en el pecho?

Lu cubrió la cicatriz nueva con la tela sangrienta.

—Tú amor fue demasiado Aki, me ha flechado por completo.

Incapaz de seguir escuchando más tonterías de como su esposo estuvo en un riego muy grande, y a propósito, Akiva lo arrastró consigo devuelta a su hogar, en donde se encargaría de atenderlo y, por supuesto, sacarle la verdad del porqué de esa herida.

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