Capítulo 28
"Cuando tomas una decisión, lo único que no debes de hacer es arrepentirte."
Hina
Adornos con forma de un zorro blanco envolviendo a un conejito de menor tamaño captaron la atención de Miko apenas entró al salón. Cientos de demonios y personas, festejaban su inmortalidad en un ambiente animado, donde la música, diversión, comida, y por su puesto bebida, no hacían falta.
El guardia en la entrada hizo una reverencia al verlas llegar, entró al salón abarrotado de gente y habló con un tono de voz que se sobrepuso a todos los demás, logrando ser escuchado.
—Anunciando a sus altezas imperiales, princesa Miko, princesa Lan-Sui.
Miko miró de reojo a La-Sui, pero ella parecía indiferente al hecho de que su nombre, siempre anunciado primero, fue desplazado al segundo lugar.
Hubo reverencias, también saludos, Miko no tuvo tiempo de procesar lo que ocurría cuando, en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba a un lado de la pista de baile, con una copa de licor en una mano y la otra siendo estrechada por un demonio lobo que no era del agrado total de Lan-Sui.
—He venido desde muy lejos para festejar a su alteza, espero acepte mi regalo. —el demonio hablaba tan rápido que Miko se perdió la primera parte de su saludo, aún escuchando atenta no logró captar el hilo de la conversación dándose por vencida.
—Debería dirigirse a su alteza Miko, no a mí. —Lan-Sui señaló con el mentón a su pareja, perdida en la secuencia de movimientos que se realizaban a unos cuantos pasos de ella. —Es su inmortalidad la que estamos festejando.
Sin haber esperado tal respuesta por parte de la princesa, el demonio se mostró irritado, perdiendo sus modales y siendo directo.
—Mi regalo alteza, es un intercambio de parejas. Mi esposa es una de las más bellas inmortales de nuestra tierra, pienso ofrendársela como obsequio a usted esta noche, seguro será de su agrado.
Lan-Sui no escondió su mueca de repugnancia. Con recelo envolvió la cintura de Miko, atrayéndola a su cuerpo ante la mirada morbosa del demonio, ver esos ojos cubiertos de lujuria solo la enfadó más.
—No quiero sus regalos, ni mucho menos a su esposa, por favor, retírese.
—Tendrá que aceptarla o de lo contrario tendría que considerarlo una ofensa.
—Pues tendré que ofenderlo, porque no soy quién para tomar a una persona sólo porque me es brindada como obsequio, y tampoco puedo disponer y entregar a mi pareja sin su consentimiento, ella, como todos, tiene voz y voto, por lo que puede decidir por sí misma como le plazca. Me retiro entonces, que disfrute de la fiesta y pase una agradable velada.
Se dio media vuelta arrastrando consigo a Miko, antes de darle tiempo al demonio para objetar. Miko la siguió confundida, como se perdió la mayor parte no entendió bien que pasaba, pero al notar la mala expresión en el rostro de Lan-Sui decidió intervenir, en su marcha ya había empujado a varios invitados, si la dejaba seguir así terminaría tirando a todos los presentes.
—Detente.
Una orden directa, que frenó a Lan-Sui.
—¿Te dijo algo malo?
Lan-Sui gruñó.
—No es nada. —respondió, evadiendo la mirada inspectora de Miko.
—Tú...
—Altezas. —Hina apareció imponente y elegante como siempre. Sus túnicas cafés ahora tenían adornos dorados y verdes, el cabello vino era sujeto por un broche de esmeralda con forma de hoja, y en su cuello, un dije de oso, representando su tótem, resaltaba en la piel morena, llena de lunares. Miko se alegró tanto al verla que dejó pasar el mal humor de Lan-Sui para correr a los brazos de la mujer regordeta.
—¡Hina!
La mujer la estrechó fuerte contra su pecho, besándole las sienes y brindando palmaditas cariñosas en su espalda.
—Mi princesa. Te ves maravillosa hija, divina, tu madre tiene razón, los colores del clan nieve te sientan como anillo al dedo.
—No te había visto en toda la semana. ¿Dónde te escondiste estos días? ¿Por qué huyes de mí?
Hina se rio, un sonido cálido que avivó la llama apagada y llena de escarcha en el corazón helado de Miko. Hina no reía mucho, pero cuando lo hacía su voz se endulzaba un poco, sonando como un tintineo alegre y melancólico.
—Llegué hoy, estuve en el clan unos días más, tenía algo importante que hacer.
—¿Qué es tan importante como para que prefieras quedarte allá a venir y estar conmigo?
Lan-Sui recibió el mensaje silencioso de Hina, din decir nada se despidió de Miko con un beso en la mejilla y se alejó para darles privacidad, disminuyendo su oído para no escuchar más allá de tres pasos.
—¿Entonces? —presionó Miko, aferrándose a las manos de la bruja que la cuidó desde antes de nacer, esperando una respuesta para aliviar la preocupación que comenzaba a dar flor en su interior.
—Miko. —Hina habló sin formalismos, evitando llamarla princesa para no incomodarla o molestarla. —¿Eres feliz aquí?
Como jamás esperó que alguien le preguntara eso no se preparó para afrontarlo o dar una respuesta. Miko sintió su garganta secarse, y supo que su expresión había hablado por ella cuando Hina suspiró entristecida, bajó la mirada a la unión de sus manos y las acarició como si estuviera brindando consuelo.
—Lo suponía. Lan-Sui no te quiere, y aunque al principio tú tampoco, ahora tus ojos dicen lo que tu corazón siente.
Miko sabía que no podría mentirle así que se abrió a su nodriza, hablando por primera vez de todo lo que estuvo reteniendo por tanto tiempo, lo que estuvo sufriendo por tanto tiempo.
—Ya no sé qué hacer. —Terminó de decir, controlando las lágrimas que se amontonaban en sus ojos, esperando ser liberadas. —No quiero amarla, pero es tan difícil no hacerlo. Hina, ¿qué hago?
La bruja sacó de una de sus mangas una botella de vidrio de un tamaño mediano, que resguardaba en su interior un líquido transparente, el cual se agitó al pasar de las manos de Hina a las de Miko.
—Hina.
—No sé qué quieras hacer, no sé qué sea lo correcto para hacer, solo sé que quiero verte feliz. Toma esto, tómalo como mi regalo. Sabes las reglas, sabes su función, hazla beber una taza y te amará, que lo beba todo y su amor será eterno.
El reflejo de Miko le regresó la mirada desde el cristal.
Hina tampoco se despidió al desaparecer, Miko dejó de prestar atención a la poción en su poder y alzó de nuevo la mirada, pero cuando lo hizo ya no había nadie acompañándola.
***
—Los panes de frutos rojos son lo máximo. —Rin-Lu terminó su último pan y lamentó no haber agarrado la cesta completa en el momento que vio sus manos vacías, cubiertas de migajas blancas. —Que conste que como en salud de la festejada. —agregó al ver la intención asesina que Dalial tenía al ser testigo se sus malos modales al comer. —Por cierto, Miko. ¿Qué se siente ser inmortal ahora? ¿Te dolió? ¿Es verdad que la sangre de Lan-Sui sabe a fresa? ¿Miko?
Lan-Sui le dio un codazo a su compañera, el trance por fin se rompió, Miko sacudió la cabeza y miró a Rin-Lu.
—Me distraje, perdón. ¿Qué decías?
Una a una, Rin-Lu repitió sus preguntas, sin preocuparse en la actitud despistada de Miko y sus constantes desvaríos que la hacían ver distante. Estaba tan cerca, pero a la vez tan lejos e inalcanzable.
—No lo sé. —Miko sintió un mareo, se sujetó del brazo de Lan-Sui obteniendo varias miradas extrañas. Fingió que no pasaba nada y sonriendo volvió a Rin-Lu. —Ser inmortal se siente normal supongo. Y no, no me dolió, o tal vez un poco. Eso de sangre con sabor a fresa sería genial, pero lamentablemente no sabe a eso, es sangre igual a todas, la diferencia es que un poco más fría.
—¿Has bebido sangre antes?
—¡No es lo que piensas! —Miko volvió a sentir el malestar en su cabeza, se sobó con dos dedos intentando disipar ese dolor. —La única sangre que he probado antes es la mía, una vez me mordí demasiado fuerte y sentí el sabor.
Rin-Lu dijo algo más, pero sus palabras fueron un sonido lejano. De no haber estado Lan-Sui ahí, pendiente de ella, su cuerpo hubiera caído al suelo al perder el equilibrio tras tener otro mareo.
—¡Miko!
Su nombre en boca de Lan-Sui fue lo primero que escuchó al recuperar sus sentidos tras el colapso. Seguían en la fiesta, seguía en el mismo lugar, en apenas segundos su mente iba y venía, y volvía a irse, arrugó las cejas y cerró los ojos.
—Te llevaré de regreso. No estás bien.
—No, no. —Miko se levantó, insistiendo en el agarre de Lan-Sui para que se soltara y la dejara estar de pie por su cuenta. —No es nada, fue un mareo, creo que bebí demasiado.
—Fueron dos copas, y tu resistencia al alcohol no es mala. —Lan-Sui examinó su pulso sin notar nada anormal. —Será mejor que te lleve, llamaré luego a la doctora.
—¿Qué pasó aquí? —Zaia llegó abriéndose paso entre las miradas chismosas y los cuerpos de más, su esposo e hijo la seguían de cerca. —¿Le hiciste algo?
—Juro que no fui yo esta vez. —ante el tono tan solemne y sincero de Lan-Sui, Zaia le creyó de inmediato.
—No es eso. —Miko se alegró de ver a Rilu acercarse a toda prisa, siendo tan apresurada y grosera con los invitados que le impedían avanzar que causaba algo de gracia verla. —Saldré a tomar aire fresco, me sentí abrumada por tanta gente, por favor no se molesten conmigo, continúen. Rilu, ven, acompáñame.
Rilu acababa de llegar peor no se opuso al llamado de su amiga, acudiendo a su lado de inmediato, ayudándola a avanzar fuera del salón. Lan-Sui quiso ir tras ellas, pero Zaia la retuvo.
—¿Qué pasó?
—Se cayó de repente.
—¿Está enferma?
—Es el sello de su memoria, se está agrietando, está volviendo.
—No digas más. —Zaia abrazó a su hijo quien pedía con las manitas elevadas ser recibido por los cómodos brazos de su madre. —Tampoco lo fuerces, hablaremos de esto más tarde.
—Recordará. —Zed besó la cabecita de su hijo en brazos de su esposa. —Tan solo dale tiempo.
Lan-Sui miró la puerta por donde ella había desaparecido.
—Todo el que haga falta.
El resto de la fiesta no pudo quedarse quieta, esperando salir a buscarla o que ella volviera.
***
Miko esperaba en la habitación, como su dolor no disminuyó en lo más mínimo pidió a Rilu que la dejara ahí y regresara a la fiesta, pero su amiga no cedió y permaneció a su lado hasta que la celebración dio fin y tuvo que regresar junto a Katana.
Sola, pudo permitirse pensar en la botella oculta en su manga. Sus manos temblaban cuando la sacó y también temblaron cuando tuvo que esconderla haciendo malabares al presenciar un fuego azul que solo indicaba la llegada de Lan-Sui.
—Viene apenas pude. —Lan-Sui se acercó a Miko tomándola de las manos y sintiendo de nuevo su pulso. —¿Cómo sigues?
—Mejor, no fue nada. Necesitaba aire libre, ya no me siento mal.
—Estás helada. Un poco de agua de vapor te hará bien.
—No, yo... —Miko recordó la botella y asintió, soltando a Lan-Sui para permitirle ir en busca del agua caliente. — Un poco no me hará mal.
Lan-Sui acarició una de sus mejillas, abrió la puerta que conectaba con la fosa de aguas termales adjunta a su dormitorio, y entonces, Miko aprovechó para hacer su movimiento. Buscó en los estantes más cercanos algo que pudiera servirle, encontró una botella de licor, se bebió la mitad del contenido y llenó el vacío con la poción en sus manos, el frasco lo dejó oculto entre varios cojines.
Regresó a la cama al mismo tiempo que Lan-Sui a la habitación.
—No bebas ahora. —Lan-Sui intentó quitarle la botella, pero Miko la esquivó. —Miko.
—Entonces bébela tú.
Lan-Sui negó, puso el pequeño recipiente de agua en el suelo, sumergió una tela de algodón y esperó a que se calentara, tres minutos después la extrajo, exprimió el agua extra y aprovechando el calor envolvió las manos de su compañera y esperó paciente, a que recuperaran su calor habitual.
—Sigues helada. —Lan-Sui sintió el frío de la piel al retirar el trapo, notando que no había mejorado ni un poco. —Tal vez beber un poco de licor ayude a que tu cuerpo entre en calor. —Esta vez Miko no opuso resistencia, dejando ir la botella. Lan-Sui leyó la etiqueta, hizo desaparecer el agua y creó dos pequeñas copas de cristal. En una vertió un poco, solo lo necesario para ayudar a Miko, la segunda la llenó al tope. —Toma, pero solo una. Si Zaia se entera que te di licor va a matarme.
Miko recibió su copa, vaciló al llevársela a los labios y fingir beber un traguito, esperaba no alertar a Lan-Sui con su comportamiento extraño, pero el demonio en vez de prestarle atención a su bebida se concentró en la suya.
Dio un trago, otro más, terminó la copa y siguió con la botella. Miko la observó en silencio.
Lan-Sui sintió ardor en el pecho y dejó de beber, había fuego en su interior y le quemaba. Soltó la botella, el cristal se fragmentó al caer al suelo, regando el líquido contenido. Lan-Sui se sujetó de un armario para no caer también, sus piernas vacilaban para mantenerse firmes, su pecho subía y bajaba, temblaba y un sudor cálido descendió desde su frente hasta su cuello.
Intentó moverse, pero tropezó, sí, tropezó.
La copa de Miko fue abandonada en la mesita al lado de la cama, mientras ella corría a auxiliar a Lan-Sui, pero apenas se acercó una mano de delicados dedos se envolvió con posesión sobre su muñeca. Miko gimió por el repentino acto, intentó alejarse, pero Lan-Sui se lo impidió.
—No me dejes. —Lan-Sui la miró, Miko escuchó crujir su corazón al ser testigo de las gotas saladas, cubiertas de escarcha, que se deslizaban por las mejillas niveas del demonio. Lan-Sui se aferró a la cintura ajena, como una niña necia que no desea separarse de su peluche favorito. —No te vayas de nuevo. Maestra, no, por favor. Si esta discípula hizo algo mal regáñala, pero no la dejes.
Los cimientos reconstruidos volvieron a desmoronarse, Miko endureció su expresión, pero se liberó en un suspiro.
Ese era su precio, ese era su castigo.
El amor de Lan-Sui no era para ella, jamás sería para ella, pero fue necia y ahora tenía que aceptar las consecuencias, aun cuando sufriera, no permitiría que Lan-Sui pasara por lo mismo.
Tomada la decisión acarició la melena albina y las dos orejitas peludas que se agitaron como una muestra de felicidad ante los mimos.
—Maestra.
—No lo haré. —Miko dejó salir una lágrima, una sola. —Te lo prometo, no volveré a dejarte.
Como si todo lo anterior fuera pura actuación, Lan-Sui se reveló, vivaz y sonriente, aprisionando el cuerpo más pequeño entre ella y el colchón. Miko se quedó atónita, y no porque fue derribada en menos de un segundo, sino porque lo que hizo, no fue empujar a Lan-Sui y mandarla a dormir, sino que, acunó su rostro como si le perteneciera y lo besó.
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